lunes, 31 de enero de 2011

1x05 PASCUAL

Priviuslí, en El mundo al revés: Efrén, Zac, Ada, Pascual y Benjamín tienen un accidente de coche. Ada presenció cómo Pascual le ponía drogas en el cubata a Efrén, el conductor del coche accidentado. Pascual, consumidor habitual de varios tipos de drogas, salió ileso del accidente y ahora sus amigos no saben dónde está. Ada ha intentado localizarle por teléfono sin éxito.

En el piso compartido en el que vive Pascual junto a Efrén y Ofe ha entrado un nuevo compañero un tanto huraño. Luis no traga a Pascual. El pub donde van el primer día parece que no funciona muy bien, pero al grupo de amigos le gusta ir allí.




Pascual andaba por la calle sin rumbo alguno con expresión desorientada. Iba con su barba de una semana, sus pantalones caídos, su camiseta roja lisa, como a él le gustaba, sus muchos piercings y un poco descuidado de aspecto, como si hiciera días que no se duchase. Iba fumando un porro, o lo que quedaba de él, porque solía apurarlos mucho. En ese momento le sonó el móvil. Era Ada, pero no lo cogió.

(Pascual) ¡Joder! Y encima ésta sabe que fui yo quien le puso eso a Efrén. Seguro que me empieza a comer la cabeza. Por lo menos, si me llama es que está consciente, no como la vez que fui a verla al hospital…

Bueno, tito Pascu, otro día más en tu puta mierda de vida. Si me ven en casa, la pesada de Ofe me va a pedir el alquiler y no tengo ni un euro. Mejor voy a la zona esa de cruising en la que estuve el otro día…

Pero no podía continuar andando a su ritmo porque había un grupo de ancianas cogidas por el brazo que bloqueaba la acera, caminando a paso de “no tengo nada mejor que hacer en todo el día y no me importa si hay gente alrededor que a lo mejor tiene más prisa que yo”. Así que, Pascual las adelantó por la carretera y casi le atropelló un coche. Se quemó los dedos con el porro y lo tiró al suelo.




Cuando llegó a su destino, se puso a buscar entre la oscuridad de la maleza una silueta que le resultara lo suficientemente atractiva como para olvidarse un momento de los problemas que le inundaban. Pero de pronto se dio de bruces con un rostro conocido.

LUIS: Vaya, vaya. El señor desaparecido… Mucha gente está preguntando por ti, ¿sabes? —le dijo insinuantemente mientras se acercaba a él.

PASCUAL: Claro, necesitan a un muerto para cargarle con todas las culpas.

LUIS: ¿Qué culpas? ¿Qué hablas?

PASCUAL: Nada, nada. Cosas mías.

LUIS: Bueno, por si no lo sabes, Ada ya está en casa —decía mientras le rodeaba el cuello con ambos brazos para traerlo más cerca de él—. En silla de ruedas, pero se pondrá bien. Habrá que celebrarlo, tú sabes —y acercó su boca a la de él, pero Pascual lo apartó empujándolo.

PASCUAL: Me alegro que esté bien, tete, pero eso no significa que tú y yo vayamos a tener nada —marcó las distancias—. Ya te rechacé una vez y lo volveré a hacer. No por eso me tienes que odiar tanto delante de los demás, que canta mucho, rubia.

LUIS: Mira, “tete”, a mí nadie me rechaza —le dijo con mirada penetrante mientras se iba hacia otro lado—. ¡Te estás ganando un enemigo! —y desapareció en la oscuridad.

A Pascual le dio igual lo que decía Luis y también siguió en busca de otro hombre. Cuando dio con uno, se fueron a unos matorrales más apartados y practicaron todo tipo de sexo sin protección bajo los efectos otras drogas de recreo. Después, se quedó dormido en el suelo hasta el amanecer.




A la mañana siguiente, Pascual decidió pasar por el piso para asearse un poco y en el portal se encontró con la portera maruja.

—¡Pero bueno! ¡Qué mal aspecto tienes, chiquillo! Hace muchos días que no pasabas por aquí…

PASCUAL: Buenos días, señora —la saludó apresuradamente mientras llamaba el ascensor.

—¿Has visto a tu compañero que se ha quedado ciego? Pobre chiquito.

Y él se metió en el ascensor sin poder procesar lo que la mujer le estaba diciendo debido a una acusada resaca. Cuando entró en el piso lo primero que vio es la redondeada figura de Ofe, como si le estuviera esperando desde hace días, plantada en medio del comedor.

OFE: ¡Pascual! ¿Te parece normal no pasarte por aquí en una semana? ¿Sabes que ya hemos pagado el alquiler? Más te vale que me des tu parte o te vas de este piso. Así te lo digo —intentaba reñirle, pero con su fina voz no asustaba a Pascual.

PASCUAL: Vale, vale, teta. No te sulfures. Me pego una ducha y ahora hacemos cuentas.

(Pascual) Ya puedes esperar sentada.

Entonces se abrió la puerta del cuarto y apareció el nuevo compañero, que en esta ocasión, le dio tiempo a Ofelia a presentárselo a Pascual.

OFE: Por cierto, éste es Ulises, nuestro nuevo compañero —relajó ella un poco el tono de voz. Ulises, Pascual. Pascual, Ulises.

ULISES: Hola, que hay —dijo desganadamente a la vez que se dirigía a la cocina.

OFE: Es un poco rarito, no se lo tengas en cuenta —le susurró a Pascual—. Bueno yo me voy a trabajar. Luego hacemos cuentas, Pascual. Esta vez no te escapas —y Pascual ya estaba en la cocina intentando captar a un nuevo compañero de fechorías.

PASCUAL: Hola, tete. ¿Qué tal? ¿A qué te dedicas en la vida? —abrió la conversación muy amigablemente apoyándose en la pared, haciéndose el interesante.

ULISES: Pues estudio Arquitectura y te rogaría que no me molestases porque tengo mucho trabajo que hacer —contestó él muy tajante y siguió preparándose su comida.

PASCUAL: Aha. Pues disculpa, entonces —decía mientras se encendía un porro—. Me da a mí que eres un poco rarito: todo el día encerrado en tu habitación... ¿No serás un pervertido de esos que le gusta ver chochitos por internet, no?

ULISES: ¡Me insultas con sólo insinuar tal desfachatez! ¡Qué coño va a saber una ventosa con patas lo que le excita a un hombre! Vamos, es que es antinatural— afirmaba rotundo mientras se comía las uñas de las manos y seguía cocinando—. Bueno, ¿y tú qué estás fumando? —preguntó con curiosidad aunque con aires de indiferencia, y en ese momento se oyó el timbre de la casa.

ULISES: Abre, que llevo las manos sucias. Será Ofe, que se habrá olvidado las llaves.

Pascual abrió la puerta y para su sorpresa, no era Ofelia, era Ada en su silla de ruedas. Del susto se le cayó la colilla al suelo.

ADA: ¡Hombre! Por fin te encuentro. Apaga eso que se te ha caído, hazme el favor.

PASCUAL: Hola, Ada —le contestó resignado sabiendo que le iba a soltar la charla mientras ella entraba con su silla a la casa.

ADA: ¡Estás hecho un asco! ¿Y esos dilatadores? ¿Son nuevos? ¿Tú piensas en cómo se te van a quedar los lóbulos de las orejas cuando te los quites?

PASCUAL: Déjame en paz —recobró un poco de fuerza su tono de voz, ya que no le gustaba que le dijesen lo que tenía que hacer—. Eres peor que los padres que nunca tuve, coño.

ULISES: ¿Quién es, Pascual? —gritó desde la cocina al ver que no volvía.

PASCUAL: ¡Es una amiga! —chilló él también para que lo oyera, y sonrió al ver que Ulises se acordaba de su nombre.

ADA: Ya veo, ya. Si es que te veo venir de lejos. Te estás camelando a este pobre también, como hiciste con el pobre amigo de Zac. ¿Pues sabes dónde está ahora?

PASCUAL: ¿Se llamaba Benjamín, no?

ADA: Sí, Benjamín. Está desaparecido. Nadie sabe dónde está. No sé si tendrá algo que ver con la cocaína que os esnifasteis.

PASCUAL: ¿Me estás echando las culpas a mí? —se empezó a crecer Pascual y a sacar toda su chulería—. Si él se hizo lo que se hizo es porque le dio la gana. Yo no le puse una pipa en la cabeza para que lo hiciera. Me cago en la puta, lo que faltaba…

ADA: Mira, bastante deteriorado te veo ya como para cargarte con más cosas. No voy a decir lo de que fuiste tú quien puso drogas a Efrén, porque entre otras cosas parece que ni se acuerda de que estaba bajo los efectos de las drogas.

PASCUAL: No tengo nada que agradecerte. Haz lo que quieras, teta.

ADA: ¡Encima! ¡Adiós, idiota! —se dirigió hacia la puerta y se fue dejándola abierta porque no llegaba desde la silla, y Pascual la cerró y se fue a la ducha, influido por las palabras de Ada.

(Pascual) Me tengo que pirar de aquí antes de que vuelva la pesada de Ofelia, o me volverá a recordar lo de la pasta. Ya sé, pasaré la tarde por ahí y luego iré al pub aquel, que seguro que con toda la gente que conozco, alguien me presta algo.

Salió de la ducha y le dijo a Ulises que esa noche iría al pub, por si le apetecía probar lo que estaba fumando. Salió a la calle y una familia feliz que iba cogida de la mano taponando toda la acera le interrumpía el paso. Intentó pasar por un lado, no pudo. Por el otro, tampoco. Carraspeó la voz y no le hacían caso. Así que cortó las conexiones con su brazo y pasó, dejando atónita a la familia.




Por la noche, Pascual llegó al pub y se dio cuenta de que había mucho barullo. Luces, mucha gente, un letrero nuevo…

PASCUAL: ¿”Inframundo”? —leyó del cartel—. ¿Qué coño es eso? Habrán cambiado de dueños…

ULISES: ¿Con quién hablas? —apareció de la nada él­— A ver si al final el rarito vas a ser tú —dijo seriamente con ese aire umbrío característico suyo.

PASCUAL: Pues ahora hablo contigo —le sonrió—. Qué pasa, tete. ¿Quieres un poco de esto? Y le enseñó lo que había pillado para esa noche.

Ulises miró con curiosidad y cogió dubitativo una pastilla, pero se la guardó en el bolsillo, no estando seguro de lo que estaba haciendo.

Ya en el interior, Pascual dio de lado a Ulises y se puso a saludar a todos sus amigos para intentar sacar algo de dinero, pero ninguno de ellos resultó ser el amigo que él pensaba. Empezó a tomarse un poco de todo lo que había pillado y se puso a montar un número delante de todo el mundo, subiéndose a la tarima, pegando codazos a la gente de alrededor y tirando cubatas al suelo.

Entre todo el desfase se dio cuenta cómo se abría la gente para dejar paso a dos seguratas acompañados de un rostro conocido, que iba agarrado a uno de ellos.

PASCUAL: Qué pasa, teteeee.

EFRÉN: Mira, Pascual, me han dicho que la estás liando y por ser tú no te voy a echar, pero compórtate un poco. No quiero altercados el día de la inauguración.

PASCUAL: ¿Pero de qué coño hablas, cegato? ¿Tú quién cojones te has creído que eres?

EFRÉN: Pues el dueño del local. Y no me toques las pelotas o te echo ahora mismo, tío.



Próximo episodio: lunes, 7 de febrero de 2011.

lunes, 24 de enero de 2011

1x04 ADA

Priviuslí, en El mundo al revés: Efrén, Zac, Ada, Pascual y Benjamín tienen un accidente de coche. Ada, heterosexual fuera del armario, compagina su trabajo de modelo con su carrera, que la tiene un poco descuidada. Muy amiga de Luis, Ada se encuentra con un chico que le gusta de su carrera en la discoteca la noche del accidente, pero se va corriendo. Además, presenció cómo Pascual le ponía drogas en el cubata a Efrén, el conductor del coche accidentado.


Ada entraba en silla de ruedas en el piso que compartía con David y Luis, llevada por sus padres. Les seguía Luis, que no se había separado ni un momento de ella desde su ingreso en el hospital.

—¿Seguro que estás bien, cielo? —le preguntó preocupado uno de sus padres.

ADA: Que sí, papá. ¿Cómo os lo tengo que decir? Tengo fracturadas ambas piernas. Es un fastidio, sí, pero ya está. Después de semanas en el hospital y varias cirugías, por fin ya está. Más un tiempo en silla de ruedas, más mucha rehabilitación posterior…

—¡Gracias a Asir que estás bien! —exclamó el otro de sus padres.

ADA: No, papá. Gracias a los médicos que son los que me han curado —responde ella indignada.

LUIS: Nena, tu siempre tan atea —gesticuló exageradamente con las manos.

ADA: Yo creo en la Medicina, Luis, que para eso estoy acabando la carrera y va a ser mi futura profesión.

LUIS: ¿Y tu profesión de modelo qué? ¡Con el estatus que tienes tú en el mundo de la moda! Y además, sabes que me encanta que me lleves a esas fiestas con tanto estilo y codearme con famosillos —dijo él ilusionado de recordar todas esas fiestas—. Aunque con 26 años ya, estás un poco out…

(Ada) Ya estamos con los saraos… Si supiera él que en la mayoría me he colado por la cara y que ya casi no me dan trabajo de modelo... Y encima ahora con lo de las piernas, si estoy una temporada sin hacer nada, seguro que ni me llaman más de la agencia. Estoy pendiente de un hilo…

—Bueno chicos, os dejamos que querréis estar a solas —dijo con tono insinuante.

LUIS: Señor Valero, que no somos novios. Somos amigos desde pequeños. ¿No se acuerda de mí jugando en su salón? ¡Somos las rubias! Que es rubia, muy guapa, con tetazas y muy buen cuerpo, sí, pero, ¿ha visto usted mis cejas? —señalando a sus cejas casi de hilo—. ¿Tengo yo pinta de hetero? No, gracias — dijo agitando el dedo de un lado a otro en señal de negación.

—Bueno, bueno, lo que digáis. La dejamos en tus manos, que sabemos que cuidarás bien de ella. Sabes que nosotros no podemos: trabajo y más trabajo. Hasta luego chicos —se despidieron y se fueron.

ADA: Bueno, mari. Entonces Ef se ha quedado ciego temporalmente, Zac tiene amnesia, del amigo de Zac no se sabe nada y Pascual…

LUIS: Por ahí está el muy imbécil —interrumpió él con tono despectivo—. Vino al piso después de salir del hospital y ni me dijo que habíais tenido un accidente. Me enteré luego por David. ¡Es que es gilipollas! Y estos días ha estado entrando y saliendo sin decir nada. Yo creo que ha dejado su trabajo y todo.

ADA: Ais, ¿sí? Pues podíamos ir a Mercamona a ver si está y de paso hacemos la compra.

LUIS: Vale, nena. Me pongo un poco de colorete para resaltar mi super bronceado rayos UVA y nos vamos —y se fue corriendo moviendo las manos y poniéndolas cerca de los hombros.

Y cuando Luis se metió en el baño, Ada aprovechó para llamar a Pascual, enfadada con él todavía por ponerle droga a Efrén y ser una de las causas del accidente, pero éste no le cogía el teléfono.




Cuando salieron del portal se encontraron al chico del lunar en la nariz parado enfrente justo. Ada no daba crédito y lo saludó, acercándose hacia él con la silla de ruedas.

ADA: ¡Hola! ¿Qué haces aquí? —dijo ella sorprendida pero feliz de que estuviese allí.

—Pues nada, que me enteré de lo del accidente y quería ver cómo estabas, pero no me atrevía a llamar —asintió vergonzoso.

ADA: Pues mira, un tiempecito de reposo y estaré bien. ¿Y cómo sabías que vivía aquí? —se le iluminó la cara a ella.

—Luis me dio su dirección el otro día en el pub, por si me apetecía ir a su casa luego. Y yo sabía que vivíais juntos —dijo él con sonrisa pícara y Ada cambió la expresión y miró a Luis con mirada fulminante.

LUIS: ¿Qué? Tenía que intentarlo, ¿no?

ADA: Y qué —se dirigió a él de nuevo—, ¿eres nuevo en la facultad, no?

—Sí, bueno… Mis madres se mudaron aquí… por cuestiones de trabajo. Y yo me vine con ellas. O será que Asir lo ha querido así, porque todos formamos parte de su plan divino…

LUIS: Ejem —interceptó el discurso asirista, que aunque era creyente, mucho de algo le agobiaba—. Nos tenemos que ir.

—Ah, bueno, que me alegro que estés bien, Ada. Nos vemos en clase. Que Asir te bendiga —dijo mientras se iba un poco ruborizado.

LUIS: A él no le pegas ningún corte antirreligioso, ¿no? —y Ada seguía con cara de embobada, cuando de repente se sobresaltó.

ADA: Ais, no le he vuelto a preguntar el nombre. Seré tonta…

LUIS: Yo te sigo diciendo que ése va detrás de mí, Mari —afirmó mientras se ponía a andar empujando la silla de Ada.

ADA: Y yo ya te dije que eso habrá que verlo…

—¡Guapo! ¡Rubio!—se oyó desde el andamio de una obra por la que pasaban.

—Oye, que se te ha caído un papel.

LUIS: Qué papel — y se puso a mirar alrededor asumiendo que le hablaban a él.

—Tu envoltorio, ¡bombón!

LUIS: Uf, qué pesados los paletos estos. ¡Siempre igual! —y continuó empujando la silla de Ada, andando exageradamente y quejándose pero con media sonrisa en la cara.




Llegando al Mercamona, Ada intentó localizar otra vez a Pascual, esta vez un poco más preocupada que enfadada, pero sin éxito. Así que entraron a hacer la compra y a ver si estaba trabajando allí. Lo primero que vieron fue la sección de productos de belleza.

ADA: ¿Pero no estaban aquí antes los desayunos?

LUIS: Sí, pero lo han cambiado. Ay, nena, mira esta crema…

ADA: ¡Qué haces! No te pares en este pasillo más de 5 segundos o…

—Holaaaa. ¿Buscáis algo? ¿Os puedo ayudar? —se acercó persuasiva la chica de Deliplasta.

LUIS: Nada, quería una crema para las manos…

—Pues mira, tenemos ésta de Deliplasta que es… ¡buenísima! Bueno, bueno. Mucho mejor que las cremas esas caras que anuncian en televisión…

LUIS: Ah, vale, mari. Pues me la llevaré. Aunque yo creo…

ADA: Sí, sí. Cógela que nos la llevamos —y le cogió de la camiseta para moverse de allí—. Ni se te ocurra llevarle la contraria a ésta o no salimos vivos de aquí —le susurró entre dientes sonriendo falsamente de oreja a oreja.

“Mercamo mo mo mo, Merca mo mo mo, Mercamooona” (se oía por megafonía un remix de la conocida melodía mientras llegaban a otra sección).

LUIS: ¿Y aquí no estaban esos flanes que tanto me gustan a mí?

ADA: No, mira, ahora los han puesto enfrente. Y de los que a ti te gustan ya no hay. Ahora, o lo compras de la marca Rebajado o no comes flanes.

LUIS: ¡Qué monopolio! ¡Esto es una vergüenza! —decía indignado mientras cogía los flanes sin tener otra alternativa—. ¿Qué más queda por coger?

ADA: Pues necesito leche y huevos. Creo que están por allí, o quizá ya no… Mira, ahí. Cógelos.

Y cuando se dirigían hacia otra sección, unos obreros tiraron una estantería al suelo.

LUIS: ¡Cuidado! —protegió Luis a Ada de los escombros que cayeron y chilló agudamente del susto—. ¡Están haciendo reformas otra vez! Vamos a la caja, corre, nena—y Ada se impulsó deprisa con la silla hacia detrás hasta que salieron de allí y llegaron a la caja.

—Son 13,23 —dijo la cajera una vez había pasado todo por la cinta—. ¿Queréis jabón para las manos?

ADA: No, muchas gracias.

—¿Y una torta de nueces?

LUIS: No de verdad, gracias.

—¿Y unas fresitas? Están muy ricas, eh.

ADA: No, por favor. Sólo queremos irnos —le suplicó Ada para que les dejara en paz.

—Aquí tienen la cuenta. Buenas tardes.

ADA: ¿Sabe usted si Pascual ha venido a trabajar hoy?

—Pues lleva muchos días sin venir. Para mí que ya no trabaja aquí… Tendrán que buscar a otra persona, porque es mucho trabajo para los demás descargarlo todo.




Cuando volvieron al piso, David y Zac estaban en su habitación mientras Tirso les esperaba fuera, sentado en el sofá mirando a la nada. En ese momento, llegó también Efrén, cogido del brazo de Ofe, y les abrió la puerta Luis.

OFE: Hola. Mira Ef, Ada está por fin en el piso.

EFRÉN: ¿Cómo estás guapa? —decía sonriente intentando encontrarla con los brazos extendidos, pero se chocó con la silla de ruedas—. ¿Y esto?

ADA: Nada, no te preocupes —le tranquilizó cogiéndole las manos—. Tendré que estar un tiempo así, pero me pondré bien. Acabamos de venir del Mercamona, que parece que Pascual ya no trabaja allí y necesitan a gente.

EFRÉN: Qué susto, tío. Menos mal que todo esto es sólo temporal, que si no ya ves. Por cierto, te tengo que contar una cosa, pero primero voy a ver a Zac, que no lo he visto desde que salió y me he enterado que está viviendo en la habitación de David. Ofe, ¿puedes decirle que salga un momento, por favor?

Y Ofe ya estaba yendo a llamar a su puerta. Ada y Luis se metieron en el cuarto de Ada, y Tirso seguía ahí en el sofá, impasible a todo lo que pasaba a su alrededor. Zac salió y al ver a Efrén se quedó un poco disgustado. Ofe entró en la habitación con Ada y Luis.

ZAC: Hola… Por fin aparece el desaparecido —dijo tratando de aparentar indiferencia—. ¿Cómo llevas lo de no ver nada?

EFRÉN: Hola, Zacarías. Pensé que te alegrarías de verme —contestó triste—. ¿Cómo va tu memoria?

ZAC: Mi memoria bastante bien, gracias. Me acuerdo de casi todo, incluso de mi amigo que no tengo ni idea de dónde puede estar. Aunque a lo mejor hubiera recuperado más rápido la memoria si te hubiera visto antes —le reprochó él.

EFRÉN: David me dijo ayer mismo que aun estabas en coma y que no fuera a verte al hospital porque negaban las visitas al que no fuera familiar.

ZAC: ¿Qué? Eso no puede ser —e hizo una pausa para pensar y hubo un silencio incómodo entre los dos—. Bueno, ¿y tú qué vas a hacer con tu vida ahora? —dijo intentando sacar conversación y cambiando el tono hacia más amigable—. Siento mucho lo de tu contrato. Me he enterado por las noticias.

EFRÉN: Sí, yo también lo siento. Pues he hecho algo con un dinerillo que tenía por ahí. Ya lo verás —y se puso contento por las nuevas.

ZAC: Vaya… Yo no sé lo que hacer. No puedo estar viviendo siempre en la habitación de David y me da palo pedirle cada vez que necesito dinero.

EFRÉN: ¿Y por qué no intentas trabajar en Mercamona? Me acaba de decir Ada que necesitan gente. Y bueno, no sé… nadie me ha dicho nada, Zac, pero si estás en su cuarto será porque estáis…

ZAC: Pues sí, mira. ¡Voy a ir ahora mismo! Hasta luego, Efrén —y se escabulló para no tener que darle explicaciones—. ¡Me alegro de verte!

EFRÉN: ¡Ofe! —gritó él para saber dónde estaba mientras sonreía por haber hablado con Zac y tener ciertas esperanzas, ya que no le había contestado a su pregunta.

OFELIA: Aquí, chiquitín —le llamó con su finura característica mientras abría la puerta del cuarto para que entrara —. No sabes lo que ha hecho el loco éste, Luis. Cuéntaselo, Efrén, cuéntaselo —decía ella intentando hacerle el vacío a Ada en la conversación.




Al día siguiente, Ada trató de sentirse independiente saliendo a dar un paseo ella sola. Encontrándose con algunas dificultades en el portal pero finalmente saliendo a la calle, se dirigió a la facultad para ver cómo iban las cosas. Cuando de repente se volvió a topar con el chico del lunar.

—Uy, hola otra vez. Esta vez no ha sido aposta, eh —se sonrojó él.

ADA: Hola, ¿qué tal? Por cierto, siempre se me olvida preguntarte cómo te llamas —dijo tímidamente ella.

—Pues me llamo Osi, encantado —y se agachó para darle dos besos, pero los dos fueron a darlos hacia el mismo lado y sus labios se encontraron momentáneamente—. ¡Santa Ast! —se apartó él corriendo tapándose los labios con la mano—. ¡Qué vergüenza! Perdona, no era mi intención —y se puso tan rojo que se fue corriendo.

ADA: ¡Espera! ¡No pasa nada! —gritó mientras se alejaba, pero no la escuchó y siguió corriendo.

(Ada) Ais. No sé lo que tiene este chico pero me encanta. Seguro que está en el armario el pobre. Osi… qué nombre tan raro. Igual es una abreviatura de algo. Tengo que venir más a clase y así le veré más. Y de paso, ¡me voy a tomar más en serio la carrera! Que ya está bien. Paso ya de tener que suplicar a los de la agencia para hacer desfiles cutres y todo porque “ya soy muy mayor”. Pero espero que el no ir más a fiestas glamurosas no influya en mi amistad con Luis…

Voy a llamar otra vez a Pascual, que ya me tiene preocupada.




Próximo episodio: lunes, 31 de enero de 2010, a las 21:00.

lunes, 17 de enero de 2011

1x03 DAVID

Priviuslí, en El mundo al revés: Efrén, Zac, Ada, Pascual y Benjamín tienen un accidente de coche. David y Luis se van en moto del pub, por lo que no les pasa nada. Zac vivía en un centro de acogida junto a Benjamín, pero se escapa para salir de fiesta en su último día allí y éste le sigue. Efrén se lió con Zac hace tiempo y parece que le guarda cariño, pero David está enamorado de Zac desde antes.




David se despertó en casa de sus madres contento de empezar un nuevo día. Se lavó la cara y los dientes y se puso a arreglarse frente al espejo.

(David) Me tengo que poner guapo para mi Zaqui, a ver si despierta ya hoy. ¿Qué pendiente me pongo? Ay, este pequeñito, que aquí arriba de la oreja le gusta mucho a él —pensaba mientras se lo ponía—. ¿Me pinto la línea para resaltar mis preciosos ojos azules? Ay no, que es muy Luis eso. Me peino así con mi cera cara —mientras se peinaba—, para disimular mis endiablados remolinos y me pongo un poco de escote. Sí, no tengo cuerpo de gimnasio, pero me gusta sugerir que lo tengo. ¡Qué guapo estoy!

Y se vistió sugerente como a él le gustaba. Cuando bajó a desayunar, sus madres ya estaban desayunando. Ellas eran las típicas madres formales y adineradas: cincuenta y tantos, peinadas de peluquería casi a diario, collares de perlas y joyas varias, elegantes, dentadura perfecta, maquillaje fino…

—¿Qué pasa, hijo? ¿Para qué te pagamos un piso si luego vienes aquí a dormir cuando quieres? —comentó Carmen, la científica y la que llevaba la melena más larga, mientras leía el periódico—. ¿No te llevas bien con tus compañeros Ada y Luis?

DAVID: Ay, mamá, no es eso. Es que tenía que coger cosas de aquí.

—Tú di que sí, hijo. Puedes venir a dormir a casa las veces que quieras —alentó Concha, la médico y de la melenita corta, mientras le daba un beso encantada de tener a su hijo en casa.

—¿Por qué siempre me haces quedar como la mala? Si a mí también me encanta tener a nuestro niño aquí. Siempre que quieras —y dejó el periódico un momento para darle otro beso en la frente.

DAVID: Gracias, mamá Carmen. Mamá Concha, ¿me das dinero para irme de compras?

—Claro, cariño. ¿Qué le voy a negar yo al niño de mis ojos? Mientras nos vaya bien, lo que quieras —le dijo mientras le daba un fajo de billetes—. Y toma, llévate el Mercedes, que hoy me lleva mamá al hospital —le dijo dándole las llaves del coche.

—¡No sé para qué querías la moto entonces! —reprochó Carmen.

DAVID: Ves, ya está siendo la mala otra vez —le dijo a Concha en complicidad, pero a sabiendas que Carmen le escuchaba.

—Tienes razón, hijo. Ve y pásatelo bien —volvió con su lectura ella.




David subió al Mercedes de su madre para ir a recoger a Zac al hospital, se encendió un cigarro y puso Los 40 Carcamales.

(David) ¡Bien! Están poniendo la canción 2, me encanta.




Cuando llegó al hospital Zac había despertado del coma en el que llevaba días y estaba hablando con el doctor. En cuanto entró David por la puerta y vio que había despertado, se echó a sus brazos interrumpiendo la conversación.

DAVID: ¡Amor! ¿Estás bien? Me tenías muy preocupado —le dijo mientras le daba un beso en la frente.

ZAC: Sí, estoy bien David —poniendo cara de extrañado al ver la reacción tan cariñosa de él—. Espera un momento, ¿eres mi novio? Doctor, ¿puede ser ésta otra de las cosas que no recuerdo? ¡Mierda! ¡Todo me pasa a mí!

DAVID: Ay ¿Cómo? ¿Qué no recuerdas cosas? —interrumpió un poco sorprendido, pero formándosele una oportuna idea en la cabeza—. Desde luego, cariño, mira que no acordarte de mí. Novios novios no éramos, pero algo estábamos empezando…

—Sí, señor Huerta —se dirigió el doctor a Zacarías—. Como le comentaba antes, padece usted una amnesia traumática debido al accidente de coche que sufrió. Algunas cosas las recordará y otras las recordará más adelante. No debe de preocuparse. De todas maneras, debe de permanecer en el hospital hasta mañana para que le hagamos otro reconocimiento y ya se podrá ir a casa. Buenas tardes —se despidió y abandonó la habitación.

Zac se quedó más tranquilo entonces, pero pensando cuál era su casa, se puso muy triste al recordar que no tenía una, porque ya no podía volver al centro de acogida al haber cumplido 18 años mientras estaba en coma.

DAVID: ¿Qué te pasa Zaqui-Zac? —dijo sentándose en la cama cerca de él.

ZAC: Que no tengo casa a la que volver, eso es lo que me pasa…

DAVID: ¡Pero bueno! ¡No digas tonterías! —y se le iluminó la cara mientras remataba su plan improvisado, pero maestro— Tú te vienes a mi casa y no se hable más. ¿Te vas a quedar tú sin casa? ¡Ja! Ay qué subidón —se le escapó en voz alta mientras se levantaba y se encendía un cigarro.

ZAC: Muchas gracias, David. Me imagino que es normal si estamos juntos. No sé cómo agradecértelo… Pero una cosa, está prohibido fumar aquí —y diciendo estas palabras se le vino a la mente algo.

DAVID: Sí, perdona —dijo con culpabilidad mientras lo apagaba—. ¿Qué pasa? ¿Te acuerdas de algo? —preguntó con urgencia por si se había dado cuenta de su engaño.

ZAC: Pascual… Pascual fumaba. ¡Pascual iba en el coche! ¿Quién más?

DAVID: Ay, yo que sé —contestó despreocupado—. Pues que yo sepa, Pascual, que está bien y anda por ahí, Ada, que está en el hospital fuera de peligro ya, y tu amigo Efrén, que se fue hace unos días ya de aquí. Creo que ni ha pasado a verte…

ZAC: Ay, Efrén… —dijo dando un suspiro, pero cambió su cara de felicidad cuando vio la expresión de desaprobación de David.

DAVID: Bueno, amor. Que yo no me voy a pasar todo el día aquí. Me voy de compras. Mañana vuelvo a recogerte.

Y al acabar de decir esto le plantó un morreo, disfrutando del éxito de su plan y dejando un poco confuso a Zac, y salió de la habitación como si llevara prisa, chocándose con un chico que estaba muy pegado a la puerta, tirándolo al suelo. David se le quedó mirando con cara de asco por las pintas que llevaba el otro: blanco como la nieve, lógico al ser albino, con el pelo casi blanco y un poco largo pero despeinado, ojos achinados que se intuían a través de unas gafas de cristales gruesos y ropa un poco ancha y descuidada.

(David) Vaya elemento… Espera… me viene perfecto para sujetar las bolsas de ropa mientras voy fumando…

DAVID: Ay, lo siento… —se disculpa falsamente mientras le ayuda a levantarse del suelo—. Es que salía con un poco de prisa. Oye, ¿me acompañas un momento a un sitio? Será sólo un momento. ¿Cómo te llamas?

—Tirso —dijo tímidamente a la vez que le daba un tic nervioso en el ojo.

DAVID: Perfecto, Tirso —y no pudo evitar otra vez la cara de asco al oír su nombre—. Vente conmigo. ¿No estarías haciendo algo importante en el hospital no? —le preguntó mientras se ponía a andar por delante de él, haciéndole que le siguiera.

TIRSO: No.

DAVID: Eres un chico de pocas palabras, ¿verdad, Tirso? ¿Cuántos años tienes? Parece que tengas unos 21, como yo.

TIRSO: Eh, sí —hizo una pausa él, agachándose a recoger una cosa que se le había caído a David—, tengo 22. ¿Esto es tuyo?

DAVID: Sí, baj. Es una pulsera que siempre se me está cayendo. Te la puedes quedar…

Y se alejaron por el pasillo del hospital para irse de compras, tal y como David quería, con su nuevo ayudante para sujetar bolsas.




Al día siguiente David pasó a recoger a Zac del hospital en el Mercedes de su madre y le contó la nueva amistad que había hecho.

ZAC: Me alegro, David. Tú siempre tan dispuesto a que alguien te acompañe a comprar ropa.

DAVID: Sabes que sí —decía contento mientras conducía, se encendía un cigarro y ponía la radio, todo a la vez.

—Los 40 Carcamales —se oía por la radio a todo volumen—. Los mismos éxitos de siempre una y otra vez —y empezó a sonar la canción 1.

DAVID: Ay, qué rollo. Esta canción no me gusta —refunfuñó bajando el volumen y exhalando el humo del tabaco.

ZAC: ¿Dónde vamos ahora? ¿Vamos a tu casa ya?

DAVID: No. Vamos a pasar primero por el centro de acogida para que recojas todas tus cosas y así ya hacemos la mudanza —le dijo ilusionado tirando el cigarro que se había acabado por la ventanilla—. Voy a introducir la dirección en el navegador…

ZAC: La verdad que vaya pedazo de coche tienen tus madres —se maravilló Zac mirando el lujoso interior del automóvil—. No recordaba que tuvieran tanto tanto dinero. A este coche no le falta detalle. No sé de dónde sacan tanto dinero…

DAVID: Ay, calla. ¡Me encanta esta canción! —exclamó mientras ponían la canción 2 en Los 40 Carcamales, y se encendió otro cigarro.

A Zac le pareció gracioso el comportamiento de David y sonrió, pensando en cómo iba a ser su nueva vida viviendo junto a él. Y en ese momento llegaron al centro. David aparcó el coche, tiró la colilla por la ventanilla y antes de que bajara del coche, Zac le cogió de la mano.

ZAC: De verdad, David, muchas gracias por todo lo que estás haciendo —y le dio un beso en los labios muy tierno.

David estaba orgulloso de haber conseguido lo que siempre había querido, cuando en ese momento empezó a sonar otra vez la canción 1 en la radio.

DAVID: De verdad, odio este tema. ¡Vamos ya para dentro!




Una vez dentro del centro de acogida, en recepción se encontraron con la cuidadora “favorita” de Zac.

—Vaya, vaya. Y yo que pensaba que me había librado de ti. ¿Sabrás que cuando cumples los 18 ya te tienes que apañar por tu cuenta, verdad?

ZAC: Sí, gracias, simpática —respondió irónico—. Sólo he venido a recoger mis cosas.

—¿Te llevas también las cosas de Benjamín? Porque desde luego aquí no cabe nada más. ¡Y todo por culpa de los hombres! Que elegís una matriz para que tenga vuestros hijos y luego os asustáis de lo que la paternidad significa y la dejáis tirada. Menos mal que cambiaron las leyes —siguió quejándose para sí misma.

DAVID: ¿Quién es Benjamín? —le preguntó celoso a Zac.

ZAC: ¿Benjamín? Benjamín… ¡Benja! —recordó boquiabierto él.

DAVID: Ah, será “el botones” que te siguió la noche del accidente, ¿no? —dijo con indiferencia.

ZAC: ¿Y dónde está? ¡¿No venía en el coche con los demás?! —empezó a perder los nervios—. ¡Mierda, mierda y más mierda! ¡Todo por mi culpa! ¿No ha pasado por aquí? —le preguntó a la cuidadora.

—Por aquí no ha vuelto desde que os fuisteis aquella noche.

ZAC: Santa Ast. Si no tiene a nadie en el mundo ni ningún lugar a donde ir —paró un momento para reflexionar—. Bueno, no voy a perder la calma. En algún sitio estará…




Próximo capítulo: lunes, 24 de enero de 2011 a las 21:00.

lunes, 10 de enero de 2011

1x02 EFRÉN


Priviuslí, en El mundo al revés: Efrén, Zac, Ada, Pascual y Benjamín tienen un accidente de coche. Efrén iba a firmar un contrato futbolístico multimillonario.




En una habitación completamente oscura se despertó contrariado pero calmadamente Efrén, tumbado en una cama.

(Efrén) ¿Qué ha pasado? ¿Dónde estoy? Uf, me duele la cabeza —se toca la frente y descubre que lleva unos vendajes—. ¿Qué es esto? Lo último que recuerdo es estar conduciendo  —se levanta confuso de la cama con los brazos extendidos para no chocarse con nada, mientras avanza hacia delante poco a poco, cuando se da cuenta que lleva un gotero en el brazo—. Debe de ser el hospital… ¿o no?
¿Por qué no se ve nada? ¿Me tendrán secuestrado? —piensa a la vez que palpa la pared para encontrar la puerta— ¡Una ventana! Así entrará luz —reflexiona mientras la abre, estira los brazos fuera de la ventana y nota el aire y los ruidos de la calle, cuando en ese momento cae en la cuenta—. ¡Santa Ast! ¡Me he quedado ciego! ¿Qué hago ahora con mi vida? No puedo quedarme ciego. ¡Mi carrera como futbolista está acabada! Y encima nadie me va a querer nunca y nadie va a querer estar conmigo. Yo no quiero vivir el resto de mi vida así.

Pensaba él, poniéndose catastrofista mientras empezaba a llorar desconsoladamente frente a la ventana, cuando de repente lo tuvo claro. Se apoyó en el marco de la ventana, subió el pie para abalanzarse y sacó el cuerpo hacia fuera pensándose un instante si acabar con su vida, que ahora creía sin sentido. Cuando en ese momento apareció por la puerta Ofelia, su mejor amiga y compañera de piso.

OFELIA: ¡Efrén! ¡Baja de ahí ahora mismo! ¿Se puede saber qué haces?

EFRÉN: Ay, Ofe —dijo nervioso al reconocer su aflautada voz—. Menos mal que estás aquí. ¡Mm… mm… me he quedado ciego! —tartamudeó mientras estaba paralizado encima del marco de la ventana.

OFELIA: Tranquilo, chiquitín. Ven aquí, túmbate en la cama y ahora viene el doctor y te cuenta todo —le tranquilizaba mientras le cogía del brazo para guiarlo de nuevo a la cama casi manteniendo la respiración y suspirando una vez lo bajó de la ventana.

EFRÉN: Gracias por venir. ¿Sabes que eres mi mejor amiga? —y le dio un abrazo muy sentido, agradeciendo tenerla allí—. Tuve un accidente, ¿verdad? ¿Qué ha pasado con los demás que iban en el coche? ¿Qué ha pasado con mi coche? ¿Dónde están mis padres?

OFELIA: Bueno, bueno, te informo de todo: tu coche ha quedado siniestro total, lo siento mucho. Me han dicho que tus amigos están en el hospital, ahora vamos a verles. Por otra parte, he llamado a tu hermano Romeo, pero sabes que no puede salir del internado. Y también he llamado a tus padres y les he dicho que estás bien. Me han dicho que no pueden coger un vuelo y faltar al trabajo, pero que te dé un abrazo de su parte.

EFRÉN: Genial, me da igual —dijo con una indiferencia fingida—. No les necesito. Me he valido yo solo desde hace muchos años… ¿Y ahora que hago con mi vida? Me dedicaré a vender cupones, porque otra cosa…

—No lo creo, señor Martínez —interrumpe la doctora, entrando en la habitación.

En eso que la vio Ofelia y pareciéndole bastante atractiva intentó arreglarse un poco, bajándose la camiseta para disimular sus amplias caderas, y que no se le marcase tanto su abultado vientre, porque a ella le gustaba ir bien prieta. También se quitó sus gafas de pasta negras y se tocó un poco el pelo para peinarse su melenita y su flequillo.

OFELIA: Hola, doctora —dijo ella tratando de poner un tono insinuante, pero era complicado, debido a su graciosa voz.

—Como iba diciendo —haciendo caso omiso a la pobre Ofelia, como solían hacer con ella todas las mujeres—, si tuviera que vender cupones no sería durante mucho tiempo. Le hemos realizado una cirugía reparadora, señor Martínez, y hemos comprobado que el nervio óptico no está dañado seriamente. En unos meses recuperará usted la vista. Necesita hacer reposo, pero ya se puede ir a casa. Tiene que volver en 7 días y después para unas visitas de seguimiento. Ahora vendrá la enfermera a quitarle el gotero —dijo abandonando la habitación.

EFRÉN: ¡Ah, eso es genial! —exclamó moviendo los brazos en el aire buscando el contacto con Ofelia.

OFELIA: Ya te lo dije, chiquitín —contestó ella cogiéndole la mano y cambiándole la cara al ver quién se acercaba.

—Buenos días, Efrén, me alegro que todo haya salido bien —dijo un hombre serio y trajeado que entraba en la habitación.

EFRÉN: ¿Eres tú, Lorenzo? ¿No habrá ningún problema con el contrato, verdad? Porque como habrás oído, recuperaré la vista en unas semanas.

—O meses —dijo cogiendo aire como con tono de dar malas noticias—. Yo, como el abogado del equipo de fútbol, te tengo que comunicar lo que me han comunicado: no hay contrato.

EFRÉN: ¡Tío! ¡No puede ser! —gritó con indignación mientras se incorporaba en la cama.

—Sabes que no había nada firmado y el equipo no puede tener un jugador en el banquillo durante meses con un contrato millonario. Además, tu accidente de coche en extrañas circunstancias empañaría la buena imagen del club. Lo siento mucho.

EFRÉN: ¿Extrañas circunstancias? ¡Esto tiene que ser una broma! —dirigiendo la mirada al frente porque aun no captaba de donde venían las voces exactamente.

—Por favor, señorita —dijo dirigiéndose a Ofelia—, ¿le importaría dejarnos a solas un momento?
Efrén asintió y Ofelia los dejó solos.

—¿Dónde está el dinero? —se le acercó para que no se le escuchara fuera de la habitación.

EFRÉN: Qué dinero —dijo como disimulando y volviéndose a acostar con una sonrisa picarona.

—No te hagas el tonto. El dinero que te di por adelantado del contrato.

EFRÉN: Ah, ¿el dinero que me diste por compasión después de que te follara en la mesa de tu despacho? Como tú has dicho, no había nada firmado. Ese dinero es mío. Además, ¿quieres que te acuse de un delito de prostitución? Porque pagarle a alguien después de tener sexo y encima luego querer recuperarlo… —se fue creciendo él, que tenía todos los cabos bien atados—. No es por nada, pero parece otra cosa. Creo que te podría caer un montón de mierda encima…

—¡Eres un hijo de puta! Ni intentes volver al mundo del fútbol porque éste es un club grande con muchos contactos y me aseguraré personalmente de hundir tu carrera si te atreves a volver.

Y se fue de la habitación dando un portazo. A continuación, abrió la puerta Ofelia con cara de asombro.

OFELIA: ¿Qué pasa, chiquitín? —preguntó con reparo y curiosidad.

EFRÉN: Que no puedo volver al fútbol nunca más. Pero me he llevado un finiquito por las molestias causadas —afirmó satisfecho de su jugada—. Bueno, ¡vamos a ver a los demás! Espero que estén bien.

La enfermera fue a quitarle el gotero. Efrén cogió del brazo a Ofelia para no chocarse con nada y fueron en busca de sus amigos. Primero se enteraron de que Pascual ya se había ido. Luego encontraron a Zac, que yacía inconsciente en una camilla sin nadie conocido alrededor. Efrén estaba asustado porque Ofelia le describía la situación, pero era muy difícil no poder verlo. Al contemplar el desolado panorama y no haber médicos cerca tampoco para preguntar por su estado, no podía afrontarlo, así que fueron a buscar a Ada. Cuando llegaron a la habitación de ésta, la encontraron vacía. Al preguntar a una enfermera por los familiares o amigos de ésta, dijo que se habían ido a tomar un café, y del estado de ella o su paradero no sabía nada.

EFRÉN: ¿No venía alguien más en el coche? Tío, lo tengo todo borroso. Sólo recuerdo subirme y poco más.

Efrén, desbordado por la situación, le dijo a Ofelia de irse a casa. Ésta le advirtió que tenía su viejo coche en el taller de nuevo y que tenían que coger el autobús, así que para allá se fueron los dos.




En la parada del autobús, varios niños lo reconocieron por ser el futbolista con el contrato multimillonario en sus manos, pero al verle con vendajes en la cabeza pensaron que no era él. Llegó el autobús y se subieron. Efrén se sentó con la ayuda de Ofelia en el último asiento libre que quedaba, cuando ésta se percató de la presencia de una mujerona, situada al lado de Efrén que miraba con cara de pena.

OFELIA: Chis, Efrén. Hay una señora a tu lado mirando con cara de querer sentarse en el asiento —le susurró al oído.

—¿No les da vergüenza, ustedes tan jóvenes, de no cederle el asiento a una señora mayor?

OFELIA: Señora, ¿no se da cuenta que está ciego?

—No me hable de usted, que no soy tan mayor. Pero he estado trabajando toda mi vida como una loca y tengo el cuerpo hecho polvo. ¡Vergüenza les debería de dar! —replicó indignada.

OFELIA: Desde luego, son mayores para unas cosas y para otras no. Pues si no es tan mayor le digo una cosa: que le den por el coño.

—¡Oh, válgame! —exclamó horrorizada—. ¡Que Suty le lleve!

Y la mujer se fue a otro lado sobresaltada por la mala educación de la juventud de hoy en día.




Cuando llegaron a casa, en el portal estaba la portera/limpiadora del edificio, que de un modo u otro sonsacaba información a todos los vecinos con preguntas inocentes, pero que hacía sentir obligado a responder por educación.

—Uuuh, pero bueno, chiquillo —exclamó dramáticamente al ver a Efrén entrar al portal del brazo de Ofelia—. ¿Qué son esos vendajes de la cabeza? ¿Qué te ha pasado?

EFRÉN: Nada, mujer. Usted estese tranquila, que en unas semanas estaré como nuevo —se dirigió a ella mientras se apresuraban para coger el ascensor en cuanto antes.

—Pero bueno, estando así al final no dejarás el piso para irte a vivir solo como querías, ¿no? En las noticias han dicho que no se sabe nada de tu contrato con el club de fútbol...

OFELIA: ¡Hasta luego! —se despidieron ellos mientras se cerraban las puertas del ascensor—. Qué pesadilla de mujer.

Efrén se había puesto reflexivo al recordarle la portera que no tenía contrato ni rumbo en la vida. A continuación, al entrar en el piso se encontraron con su nuevo compañero.

OFELIA: Ay, mira. Efrén, éste es…

Y sin dejarle acabar la frase, se encerró en su cuarto sin decir nada.

EFRÉN: Tío, vaya elemento —dijo él con cara estupefacta—. ¿Qué razones tienes tú para coger a un compañero de piso?

OFELIA: Pues mira, chiquitín, hizo dos comentarios heterófobos y me conquistó.

EFRÉN: Desde luego, que basta eres. Seguro que querías un amiguito para meterte con Ada.

OFELIA: Sabes que no puedo con ella, su heterismo y su divinismo. Y sí, el chico es un poco raro. Sólo lo he visto salir de su cuarto para ir a clase y para coger la comida. Después se mete en su habitación y se queda allí todo el día…

Ofelia volvió a ver a Efrén pensativo y se preocupó por él.

OFELIA: Es duro, toda la información que has tenido que asimilar en un día. No tienes por qué pensar nada más ahora. Ya nos enteraremos de cómo están Ada y Zac.

EFRÉN: No es sólo eso, Ofe. ¿Qué hago con mi vida ahora? ¿Y cómo voy a sobrevivir hasta que recupere la vista? Me encuentro muy solo… Y además, seguro que voy hecho un asco.

OFELIA: Mira, chiquitín, yo voy a cuidar de ti —le alentó a la vez que lo abrazaba por detrás—. Cuando salga de la oficina todos los días, claro. Y que sepas que sigues igual de guapo. Con tus ojos y tu pelo negros, tu naricilla redondeada graciosísima, esa piel con ese bronceado todo el año. Eres alto, eres guapo, tienes un cuerpazo de deportista, ¿qué más quieres? Yo te peinaré con tu gomina como a ti te gusta hasta que recuperes la vista. Y ya está —le dijo mientras lo llevaba hasta su cuarto—. Ahora descansa, que es lo que tienes que hacer.

Ofelia se fue a su habitación y al cabo del rato se oyeron unos ruidos aparatosos en el comedor. Ella salió corriendo y vio a Efrén riéndose en el suelo, que se había caído.

OFELIA: ¿Qué haces? ¿Por qué no me has llamado? —dijo ella preocupada.

EFRÉN: ¡Ofe! —exclamó él muy contento—. Iba para tu cuarto. He estado pensando y ya sé lo que voy a hacer con mi vida. ¡Estoy muy ilusionado! Creo que es lo que siempre he querido, pero nunca me había dado cuenta —dijo mientras se levantaba con la ayuda de Ofelia—. Pero primero, tengo que poner algunas cosas en orden. Para empezar, voy a seguir con mi carrera de Administración y Dirección de Empresas que nunca acabé. Lo demás ya te lo contaré…


Próximo capítulo: lunes 17 de enero a las 21:00.

martes, 4 de enero de 2011

1x01 PILOTO

En un centro de acogida de huérfanos de la ciudad de Valencia, se oían las Noticias en la tele.

—Finalizando los deportes, el jugador de fútbol de segunda división, Efrén Martínez, ha recibido una oferta multimillonaria de primera división gracias al ascenso meteórico de su carrera futbolística. Se rumorea que mañana se firmará ese contrato.

—Y por último, la lista de desaparecidos del mes con las fotos para su identificación es la siguiente: Estefan Carrillo Rodríguez, Lorena Villanueva Martínez, Jaime Dávila Mora…

La cuidadora apagó la televisión.

ZAC: ¡Qué haces! ¿Y si conocía a alguien?

—Tú calla, que ya te vas mañana por fin —dijo la mujer, harta de su trabajo desde hacía años—. ¡Hora de dormir! A la cama todos.

BENJA: ¿Te vas a volver a escapar hoy, Zac? Yo quiero salir de fiesta con vosotros, porfa, porfa —le decía mientras se iban todos—. Que tus amigos son muy guapos…

ZAC: Ni de coña. Te lo he dicho cien veces —sentenció con su firme voz—. Además, no creo que le gustases a ninguno —dijo con bordería para quitarle las ganas—. ¡Y que es mi último día y no quiero movidas!

BENJA: ¿Y por eso mismo no deberías de quedarte hoy en vez de escaparte?

ZAC: ¡Cállate, enano! Yo hago lo que me da la gana —replicó Zac.

BENJA: ¡Oye! De enano nada, que yo ya cumplo los 18 en unos días también y me iré como tú.

ZAC: Quiero celebrar mi mayoría de edad y punto —dijo él haciendo caso omiso a lo que decía—. ¡Mañana empieza una nueva vida para mí! Y me va a ir genial, ya lo verás —saliéndole esa vena optimista que pretende adoptar de vez en cuando.

—¡He dicho que a la cama ya! ¡Por Asir! Y aún me quedan 8 años para jubilarme…




Al mismo tiempo, sus amigos Pascual, Efrén, Ada y Luis iban calentando motores haciendo botellón en la calle, antes de entrar al pub al que iban siempre.

PASCUAL: Oye, tetes, ¿entramos ya o qué? —dijo él impaciente con su voz de carajillero y apagando el porro que se estaba fumando.

EFRÉN: Estamos esperando a Zacarías, que tiene que estar al caer —mientras miraba hacia los lados por si venía.

ADA: Tú entra ya si quieres. Si total, últimamente está un poco vacío a la hora que vayas —y antes de que acabara la frase, Pascual ya se estaba yendo.

LUIS: Es que es imbécil el pobre —dijo resoplando.

EFRÉN: Déjalo, tío. Es que necesita su dosis de la mierda que se quiera meter hoy. ¿Por qué te crees que entra tan rápido? Porque va a pillar…

LUIS: Uuuuuuh, qué pereza de persona, mari. Vamos para dentro a cotillear quién hay.

ADA: Vamos, ¡que me hago pis!

EFRÉN: Id vosotras, rubias —refiriéndose a Ada que tenía una melena rubia larga, y a Luis, que llevaba el pelo rubio platino, rapado por los lados y largo por arriba—. Yo me espero un poco más a ver si viene éste. Mira, por ahí llega David —dijo entre dientes como si no le hiciera mucha gracia.

DAVID: ¿Qué pasa, bellos? —llegó con su moto y un cigarro en la mano—. Dadme dos besos y ya os vais para dentro, que os veo ansiosos.

LUIS: Nena, tú sabes. Las mujeres y su mini vejiga —y a la vez que hacía el comentario le daba dos besos.

ADA: ¡Serás…! Eres tú el que quieres cotillear —mientras le daba ella dos besos y se iban hacia el pub.

DAVID: Ay, estas rubias. ¡Hasta ahora!

LUIS: Mari, ¿éstas no se tirarán de los pelos? —le susurró al oído a Ada mientras se alejaban.

ADA: No, no, no. Efrén se lió con Zac, pero no hubo nada más. Al que de verdad le gusta es a David.

LUIS: Y con lo putón que es Ef, seguro que encuentra a otro esta noche —seguían hablando ya en la lejanía.

DAVID: ¿Qué pasa? ¿Que está lleno el local, como siempre? —rompió David la tensión en el ambiente con su ironía característica.

EFRÉN: Tío, ¿no puedes dejar de fumar ni 5 minutos para conducir? Y sí, está vacío hoy. Es una pena. A mí me encanta el sitio.

DAVID: Aha, aha. ¿Y por qué no lo compras con toda la pasta que te van a pagar? —dijo en voz  insinuante mientras exhalaba el humo del tabaco—. Sabes que las carreras futbolísticas duran unos años y luego… fiu. Todo va para abajo —dijo él con maldad haciendo un gesto de caída con el cigarro.

EFRÉN: Hasta que no firme el contrato mañana no hay nada seguro, aunque ya me han adelantado unos milloncejos así como por debajo de la mesa —presumió para recelar a David—. Y por cierto, habló el que su mamá le regala una moto por su cumple, ¿verdad?

DAVID: ¡Zaqui! ¡Míralo qué guapo! —le interrumpió a la vez que se veía llegar a Zac, con su aspecto casual y su pelo a lo pollito, como recién salido de la ducha sin peinarse.

EFRÉN: Hola, ¿qué tal? —le dijo reservado a Zac cuando estaba ya cerca y él le correspondió con una sonrisa.

ZAC: Te he visto por la tele…

DAVID: ¿Y ese quién es? ¿El botones o qué? —señaló David con el cigarro a un chico que venía por detrás.

ZAC: Mierda, mierda y más mierda. ¡Te he dicho que no te vinieras! —le chilló enfadado.

BENJA: Jopé, es que tenía ganas de conocer a tus amigos —dijo con cara de no haber roto un plato.

EFRÉN: ¿Qué es? ¿Del centro también? Qué más da. Un día es un día —intentó apaciguar él  mientras Zac miraba a Benja con cara de odio.

DAVID: Venga, vamos para dentro, que ya están allí todos —dijo apagando el cigarro.




Mientras tanto, en el piso de arriba dentro del pub, Ada y Luis estaban situados estratégicamente para ver lo que estaba haciendo todo el mundo y empezaron su sesión de critiqueo a la vez que se acababan su cuarto cubata de la noche.

LUIS: Nena, mira al cerdo de Pascu trapicheando. Sabía que iba a pillar algo.

ADA: ¿Qué más te da, mari? No entiendo por qué lo odias tanto.

LUIS: Pues porque sí, ¡y punto! —se enfurruñó él y siguió hablando—. Míralo, lo único que sabe hacer es saludar a todo el mundo para mantener contactos. ¿Se piensa que conoce a mucha gente o qué? Le cae mal a medio pub…

ADA: ¿Has visto al chico ese tan guapo del lunar en la nariz? —dijo ella para interrumpirle—. Ais, me encanta. Con su polito, sus chinos, sus mocasines, repeinado… Lo he visto algunas veces por la facul durante esta primera semana de clases. Aunque bueno, entre desfile y desfile, porque tú sabes que no voy mucho a clase. ¿Será de fuera? —habla para sí misma, cuando de repente se sobresalta— ¡Ay! ¡Creo que mira para acá!

LUIS: Mari, ¿qué me estás contando? Esto no es un pub de heteros. Ese me está mirando a mí.

ADA: Eso habrá que verlo…

LUIS: Mira, por fin han entrado éstos —no le dejó acabar—.  Se están pidiendo unos cubatas ¿Y ese que viene con Zac quién es? ¡Carne fresca! —exclamó excitado Luis—. Voy a ficharlo —y se fue dejando a Ada sola.

En ese momento se acercó Pascual al grupo y le metió un líquido transparente a Efrén en el cubata. Los demás no lo vieron, pero la posición elevada de Ada le hizo verlo y quedarse estupefacta.

—Hola —sorprendió por detrás el chico del lunar a Ada.

ADA: Ah, hola… me has dado un susto… —Ada se quedó embobada y no supo cómo reaccionar—. Espera un momento que ahora vengo.

A pesar de tener la mente nublada por el alcohol, sabía que tenía que ir a avisar a Efrén. Así que bajó despacito las escaleras, para que no le pasase nada a sus bonitas y largas piernas de modelo, que con borrachera, minifalda y taconazos no era fácil, y llegó hasta donde estaban los demás.

DAVID: Uno, dos y tres, ¡para dentro! —y acto seguido se bebieron el cubata de golpe justo antes de que llegara Ada, todos menos Benja, que no le dejó Zac y estaba apartado en una esquina.
Ella miró a Pascual con cara de desaprobación y se acercó a él.

ADA: Te he visto, idiota. Sabes que Efrén nunca toma cosas de esas.

PASCUAL: No pasa nada, teta. Se merece una buena fiesta por su ascenso en el mundo del deporte. Tengo más, ¿quieres? ¿O prefieres rememorar viejos tiempos?

ADA: Mira, en la vida me pienso volver a enrollar contigo. Fuiste tú quien te me echaste encima. Además, si se supone que tú eres gay, no sé qué estás hablando. Las drogas pueden hacer que te líes hasta con una chica, ¿no? Y por tu bien y mi reputación, que no se entere nadie de eso —finalizó ella la conversación marchándose airosa, como si estuviera en uno de sus desfiles de moda.

Pascual se acercó al grupo para ver cómo iba Efrén y vio al chico nuevo, que le estaban dando de lado. Se acercó a Benjamín tratando de ganar un compañero de batallas, ya que notaba que poca gente estaba de su parte.

PASCUAL: Hola, qué tal, tete. Yo me llamo Pascual. El tito Pascu, para los amigos —le dijo a Benja mientras le guiñaba un ojo—. ¿Me acompañas al baño? Sólo será un segundo…

Benja, al ver que Zac y el resto del grupo lo ignoraban, se fue con él. Al cabo del rato, cuando volvieron con los demás, Ada vio a Benja con una mancha negra en la nariz.

Ada apartó del grupo a Pascual antes de que llegara, con cara de cabreada.

ADA: ¿Se ha hecho cocaína? ¿Se puede saber qué pasa contigo? —preguntó ella borracha e indignada—. ¡Es menor de edad!

PASCUAL: ¿Has visto que gracioso? Ha cogido un boli y quería esnifar la farli sin quitar la mina —se reía a carcajadas él mientras Benja iba ya como una moto y unos ojos que alumbraban el pub entero.

ADA: Ef, vámonos ya. Pascu está haciendo de las suyas —pensó ella que si se iban antes no le haría efecto la droga que le puso él.

EFRÉN: ¡Tío! ¡Pero si llevamos aquí nada! Y yo voy de subidón. ¡Sólo con un cubata! —dijo eufórico.

LUIS: Mari —se dirigió a ella—, yo me voy con David, que el muy marica se quiere ir ya, que si no, no tengo cómo volver a casa. ¡Espérame, zorra! —le gritó a David como un borracho mientras iba hacia la puerta y corrió hacia él.

DAVID: Date prisa que me fumo encima —y salieron los dos por la puerta.

EFRÉN: Bueno, vale. Vámonos —le dijo a Ada de nuevo—, que me estoy empezando a encontrar raro. ¡Venga, todo el que quiera volver a casa cómodamente sentado en mi coche que levante la mano!

Salieron todos del pub y Ada seguía preocupada por si le hacía efecto lo que fuera que le puso Pascual a Efrén. David se fue en la moto con Luis. Ada, Pascual, Zac y Benja se subieron en el coche con Efrén.




Conduciendo él de camino a casa del primer tripulante, empezó a acelerar demasiado, sintiéndose muy confiado al volante. Por otro lado, Benja no podía estar más hiperactivo, Pascual con su tranquilidad sin remordimientos que le caracteriza y Zac medio durmiendo. Ada se empezó a poner nerviosa, mientras los demás estaban un poco somnolientos. De modo que intentó sacar conversación.

ADA: ¿Sabéis qué? Hoy he visto a un chico de mi facul super mono y ha venido a hablarme y todo.

PASCUAL: Claro, teta —respondió un poco receloso e irónico él—, como si en ese pub hubiera algún hetero. Desde luego como sois los heterosexuales. Se piensa el ladrón que todos son de su misma condición…

ZAC: ¿Te imaginas que los heteros fuesen la mayoría y los gays sólo fuésemos ese 10%? —dice mientras le sale la risa floja.

ADA: Ja, ja, ja, el mundo al revés. ¡No te fastidia! —dijo con sarcasmo—. Y para tu información, yo creo que hay muchos más heterosexuales de lo que dicen. Si cuentas a los bis también.

EFRÉN: Sí. ¡Te fliparía saber la de futbolistas que son realmente heteros y están en el armario! —gritó sin motivo alguno.

En eso que Benja se puso a saltar y a hacer cosas sin sentido y de pronto cayó desplomado contra el asiento de delante, Efrén se asustó y pegó un volantazo que casi les saca de la carretera, pero siguió conduciendo y acelerando.

EFRÉN: ¡Tío! ¿Qué coño ha pasado? ¿Queréis que nos matemos o qué?

ZAC: ¡Mierda, mierda y más mierda! ¡Se ha desmayado! —gritó perdiendo los nervios—. Si es que no se tenía que haber venido, ¡No se tenía que haber venido! —poniéndose pesimista como siempre en las situaciones extremas.

ADA: Efrén, ¡para cuando puedas! ¡Pero ya! —en el coche se respiraba desesperación y aliento a alcohol.

ZAC: ¿Que pare? ¡No! ¡Vamos a llevarle a un hospital! —gritó desquiciado ya.

PASCUAL: Callaos todos y tranquilizaos un momento —intentó apaciguar él.

ZAC: ¡Santa Ast! ¿Que me calle? Esto es culpa tuya, imbécil, ¿o te crees que no se nota que se ha hecho algo contigo?

PASCUAL: Chis chis. Tranquilidad, tete, que yo no obligo a nadie a nada…

Y cuando decía esto, Efrén empezó a mover la cabeza y los ojos como si estuviera viendo cosas delante de él, perdió el control del coche y pegó otro volantazo, saliéndose de la carretera y chocándose a toda velocidad contra un árbol.




A los 5 minutos llegaron dos ambulancias que llamaron unos conductores que presenciaron el accidente y en ese momento paró un coche particular que había visto el coche siniestrado.

—Madre mía, otro accidente por exceso de alcohol. No sé en qué piensan los jóvenes de hoy en día —dice el conductor de una ambulancia mientras se apresuraron a sacarlos a todos del coche y meterlos en la ambulancia. 

— ¿Pueden ustedes quedarse aquí hasta que llegue la otra ambulancia? —le dijo el otro conductor de ambulancia a la pareja de hombres que había parado a ayudar—. Es que sólo nos podemos llevar a cuatro, pero en seguida llegan mis compañeros.

—Sin problemas —contestó el buen samaritano.

Las ambulancias se marcharon rápidamente al hospital, dejando a Benjamín al cargo de unos desconocidos, pero lejos de obedecer sus órdenes, éstos cogieron al chico, aprovechando que estaba inconsciente, lo metieron en el coche y se fueron en dirección contraria.