Priviuslí, en El mundo al revés: Efrén, Zac, Ada, Pascual y Benjamín tienen un accidente de coche. Ada presenció cómo Pascual le ponía drogas en el cubata a Efrén, el conductor del coche accidentado. Pascual, consumidor habitual de varios tipos de drogas, salió ileso del accidente y ahora sus amigos no saben dónde está. Ada ha intentado localizarle por teléfono sin éxito.
En el piso compartido en el que vive Pascual junto a Efrén y Ofe ha entrado un nuevo compañero un tanto huraño. Luis no traga a Pascual. El pub donde van el primer día parece que no funciona muy bien, pero al grupo de amigos le gusta ir allí.
Pascual andaba por la calle sin rumbo alguno con expresión desorientada. Iba con su barba de una semana, sus pantalones caídos, su camiseta roja lisa, como a él le gustaba, sus muchos piercings y un poco descuidado de aspecto, como si hiciera días que no se duchase. Iba fumando un porro, o lo que quedaba de él, porque solía apurarlos mucho. En ese momento le sonó el móvil. Era Ada, pero no lo cogió.
(Pascual) ¡Joder! Y encima ésta sabe que fui yo quien le puso eso a Efrén. Seguro que me empieza a comer la cabeza. Por lo menos, si me llama es que está consciente, no como la vez que fui a verla al hospital…
Bueno, tito Pascu, otro día más en tu puta mierda de vida. Si me ven en casa, la pesada de Ofe me va a pedir el alquiler y no tengo ni un euro. Mejor voy a la zona esa de cruising en la que estuve el otro día…
Pero no podía continuar andando a su ritmo porque había un grupo de ancianas cogidas por el brazo que bloqueaba la acera, caminando a paso de “no tengo nada mejor que hacer en todo el día y no me importa si hay gente alrededor que a lo mejor tiene más prisa que yo”. Así que, Pascual las adelantó por la carretera y casi le atropelló un coche. Se quemó los dedos con el porro y lo tiró al suelo.
Cuando llegó a su destino, se puso a buscar entre la oscuridad de la maleza una silueta que le resultara lo suficientemente atractiva como para olvidarse un momento de los problemas que le inundaban. Pero de pronto se dio de bruces con un rostro conocido.
LUIS: Vaya, vaya. El señor desaparecido… Mucha gente está preguntando por ti, ¿sabes? —le dijo insinuantemente mientras se acercaba a él.
PASCUAL: Claro, necesitan a un muerto para cargarle con todas las culpas.
LUIS: ¿Qué culpas? ¿Qué hablas?
PASCUAL: Nada, nada. Cosas mías.
LUIS: Bueno, por si no lo sabes, Ada ya está en casa —decía mientras le rodeaba el cuello con ambos brazos para traerlo más cerca de él—. En silla de ruedas, pero se pondrá bien. Habrá que celebrarlo, tú sabes —y acercó su boca a la de él, pero Pascual lo apartó empujándolo.
PASCUAL: Me alegro que esté bien, tete, pero eso no significa que tú y yo vayamos a tener nada —marcó las distancias—. Ya te rechacé una vez y lo volveré a hacer. No por eso me tienes que odiar tanto delante de los demás, que canta mucho, rubia.
LUIS: Mira, “tete”, a mí nadie me rechaza —le dijo con mirada penetrante mientras se iba hacia otro lado—. ¡Te estás ganando un enemigo! —y desapareció en la oscuridad.
A Pascual le dio igual lo que decía Luis y también siguió en busca de otro hombre. Cuando dio con uno, se fueron a unos matorrales más apartados y practicaron todo tipo de sexo sin protección bajo los efectos otras drogas de recreo. Después, se quedó dormido en el suelo hasta el amanecer.
A la mañana siguiente, Pascual decidió pasar por el piso para asearse un poco y en el portal se encontró con la portera maruja.
—¡Pero bueno! ¡Qué mal aspecto tienes, chiquillo! Hace muchos días que no pasabas por aquí…
PASCUAL: Buenos días, señora —la saludó apresuradamente mientras llamaba el ascensor.
—¿Has visto a tu compañero que se ha quedado ciego? Pobre chiquito.
Y él se metió en el ascensor sin poder procesar lo que la mujer le estaba diciendo debido a una acusada resaca. Cuando entró en el piso lo primero que vio es la redondeada figura de Ofe, como si le estuviera esperando desde hace días, plantada en medio del comedor.
OFE: ¡Pascual! ¿Te parece normal no pasarte por aquí en una semana? ¿Sabes que ya hemos pagado el alquiler? Más te vale que me des tu parte o te vas de este piso. Así te lo digo —intentaba reñirle, pero con su fina voz no asustaba a Pascual.
PASCUAL: Vale, vale, teta. No te sulfures. Me pego una ducha y ahora hacemos cuentas.
(Pascual) Ya puedes esperar sentada.
Entonces se abrió la puerta del cuarto y apareció el nuevo compañero, que en esta ocasión, le dio tiempo a Ofelia a presentárselo a Pascual.
OFE: Por cierto, éste es Ulises, nuestro nuevo compañero —relajó ella un poco el tono de voz. Ulises, Pascual. Pascual, Ulises.
ULISES: Hola, que hay —dijo desganadamente a la vez que se dirigía a la cocina.
OFE: Es un poco rarito, no se lo tengas en cuenta —le susurró a Pascual—. Bueno yo me voy a trabajar. Luego hacemos cuentas, Pascual. Esta vez no te escapas —y Pascual ya estaba en la cocina intentando captar a un nuevo compañero de fechorías.
PASCUAL: Hola, tete. ¿Qué tal? ¿A qué te dedicas en la vida? —abrió la conversación muy amigablemente apoyándose en la pared, haciéndose el interesante.
ULISES: Pues estudio Arquitectura y te rogaría que no me molestases porque tengo mucho trabajo que hacer —contestó él muy tajante y siguió preparándose su comida.
PASCUAL: Aha. Pues disculpa, entonces —decía mientras se encendía un porro—. Me da a mí que eres un poco rarito: todo el día encerrado en tu habitación... ¿No serás un pervertido de esos que le gusta ver chochitos por internet, no?
ULISES: ¡Me insultas con sólo insinuar tal desfachatez! ¡Qué coño va a saber una ventosa con patas lo que le excita a un hombre! Vamos, es que es antinatural— afirmaba rotundo mientras se comía las uñas de las manos y seguía cocinando—. Bueno, ¿y tú qué estás fumando? —preguntó con curiosidad aunque con aires de indiferencia, y en ese momento se oyó el timbre de la casa.
ULISES: Abre, que llevo las manos sucias. Será Ofe, que se habrá olvidado las llaves.
Pascual abrió la puerta y para su sorpresa, no era Ofelia, era Ada en su silla de ruedas. Del susto se le cayó la colilla al suelo.
ADA: ¡Hombre! Por fin te encuentro. Apaga eso que se te ha caído, hazme el favor.
PASCUAL: Hola, Ada —le contestó resignado sabiendo que le iba a soltar la charla mientras ella entraba con su silla a la casa.
ADA: ¡Estás hecho un asco! ¿Y esos dilatadores? ¿Son nuevos? ¿Tú piensas en cómo se te van a quedar los lóbulos de las orejas cuando te los quites?
PASCUAL: Déjame en paz —recobró un poco de fuerza su tono de voz, ya que no le gustaba que le dijesen lo que tenía que hacer—. Eres peor que los padres que nunca tuve, coño.
ULISES: ¿Quién es, Pascual? —gritó desde la cocina al ver que no volvía.
PASCUAL: ¡Es una amiga! —chilló él también para que lo oyera, y sonrió al ver que Ulises se acordaba de su nombre.
ADA: Ya veo, ya. Si es que te veo venir de lejos. Te estás camelando a este pobre también, como hiciste con el pobre amigo de Zac. ¿Pues sabes dónde está ahora?
PASCUAL: ¿Se llamaba Benjamín, no?
ADA: Sí, Benjamín. Está desaparecido. Nadie sabe dónde está. No sé si tendrá algo que ver con la cocaína que os esnifasteis.
PASCUAL: ¿Me estás echando las culpas a mí? —se empezó a crecer Pascual y a sacar toda su chulería—. Si él se hizo lo que se hizo es porque le dio la gana. Yo no le puse una pipa en la cabeza para que lo hiciera. Me cago en la puta, lo que faltaba…
ADA: Mira, bastante deteriorado te veo ya como para cargarte con más cosas. No voy a decir lo de que fuiste tú quien puso drogas a Efrén, porque entre otras cosas parece que ni se acuerda de que estaba bajo los efectos de las drogas.
PASCUAL: No tengo nada que agradecerte. Haz lo que quieras, teta.
ADA: ¡Encima! ¡Adiós, idiota! —se dirigió hacia la puerta y se fue dejándola abierta porque no llegaba desde la silla, y Pascual la cerró y se fue a la ducha, influido por las palabras de Ada.
(Pascual) Me tengo que pirar de aquí antes de que vuelva la pesada de Ofelia, o me volverá a recordar lo de la pasta. Ya sé, pasaré la tarde por ahí y luego iré al pub aquel, que seguro que con toda la gente que conozco, alguien me presta algo.
Salió de la ducha y le dijo a Ulises que esa noche iría al pub, por si le apetecía probar lo que estaba fumando. Salió a la calle y una familia feliz que iba cogida de la mano taponando toda la acera le interrumpía el paso. Intentó pasar por un lado, no pudo. Por el otro, tampoco. Carraspeó la voz y no le hacían caso. Así que cortó las conexiones con su brazo y pasó, dejando atónita a la familia.
Por la noche, Pascual llegó al pub y se dio cuenta de que había mucho barullo. Luces, mucha gente, un letrero nuevo…
PASCUAL: ¿”Inframundo”? —leyó del cartel—. ¿Qué coño es eso? Habrán cambiado de dueños…
ULISES: ¿Con quién hablas? —apareció de la nada él— A ver si al final el rarito vas a ser tú —dijo seriamente con ese aire umbrío característico suyo.
PASCUAL: Pues ahora hablo contigo —le sonrió—. Qué pasa, tete. ¿Quieres un poco de esto? Y le enseñó lo que había pillado para esa noche.
Ulises miró con curiosidad y cogió dubitativo una pastilla, pero se la guardó en el bolsillo, no estando seguro de lo que estaba haciendo.
Ya en el interior, Pascual dio de lado a Ulises y se puso a saludar a todos sus amigos para intentar sacar algo de dinero, pero ninguno de ellos resultó ser el amigo que él pensaba. Empezó a tomarse un poco de todo lo que había pillado y se puso a montar un número delante de todo el mundo, subiéndose a la tarima, pegando codazos a la gente de alrededor y tirando cubatas al suelo.
Entre todo el desfase se dio cuenta cómo se abría la gente para dejar paso a dos seguratas acompañados de un rostro conocido, que iba agarrado a uno de ellos.
PASCUAL: Qué pasa, teteeee.
EFRÉN: Mira, Pascual, me han dicho que la estás liando y por ser tú no te voy a echar, pero compórtate un poco. No quiero altercados el día de la inauguración.
PASCUAL: ¿Pero de qué coño hablas, cegato? ¿Tú quién cojones te has creído que eres?
EFRÉN: Pues el dueño del local. Y no me toques las pelotas o te echo ahora mismo, tío.
Próximo episodio: lunes, 7 de febrero de 2011.