Priviuslí, en El mundo al revés: Efrén lleva tiempo investigando los papeles que encontró en la casa de Tirso y todo lo que averigua lo escribe en un diario. A uno de los puntos que llegó fue Noé, el que era cura de los DA de Valencia y ahora inquilino de David. Efrén se quedó a propósito con las llaves de su casa la última vez que fue junto a David a cobrarle el alquiler.
Zac lleva meses estudiando para sacarse el graduado en bachiller. Meses atrás recibió una carta de Benjamín diciéndole que estaba bien, y hace poco le escribió un SMS al móvil diciéndole que huyera de un lugar en el que estaba habiendo un tiroteo. Ambos hechos no dejan de darle vueltas en la cabeza a Zac, que no dormirá tranquilo hasta saber si Benja está sano y salvo. De momento, entre eso, sus estudios y cuidar al hijo de Efrén, es lo único que conoce.
Jaime forma parte de los terroristas, encabezados por Noé, pero a Jaime no le gusta lo que hacen, por lo que lleva tiempo desentendiéndose de sus actos. Además, siente remordimientos de tener que mentirle a Luis todo el tiempo cuando se va con ellos y quiere sincerarse con él.
Efrén había perdido la noción del tiempo, pero debería de llevar una hora inspeccionando la casa silenciosamente. Todavía no podía dejar de sorprenderse por la cantidad de materiales explosivos acumulados en el mismo pasillo. Sólo vio el interior de una habitación porque estaba abierta la puerta, y allí había un buen arsenal. Se acercó sigilosamente al sitio de donde provenían las voces y se resguardó detrás de una esquina del pasillo. No se atrevía a asomar la cabeza por si había alguien vigilando en la puerta y le veía, pero hizo el intento. Se le confirmó su sospecha: nadie estaba custodiando la habitación. Parecían tener la comodidad de saber que nadie entraba en esa casa, y eso se notaba por la tranquilidad con la que estaban las armas y explosivos por doquier, sin tratar de esconderlos. El caso es que aparte del anfitrión, ninguna voz le resultaba familiar y no se podía ir de allí sin averiguar alguna cosa aunque fuera. Por lo menos un dato importante tenía claro: la persona a la que había seguido la pista era el líder, o como tal lo trataban los demás. Por otra parte, el rato que estuvo escuchando le ayudó a familiarizarse con esas voces.
—¡Caramba! Pues es un buen balance hasta ahora, ¿no? —escuchó Efrén de pasada.
EFRÉN: ¿Caramba? —pensó él—. ¿Quién coño utiliza esa palabra hoy en día?
Se acercó de puntillas hacia el comedor, que parecía que era donde estaban teniendo esa reunión. Con la confianza de que aún estaba lejos de ellos, dio un paso en falso y el suelo del parquet crujió. Se quedó inmóvil con la esperanza de que no lo hubieran oído, pero la conversación paró en seco. Efrén estaba aterrorizado y lo único que se le ocurrió fue salir corriendo antes de que salieran de donde estaban y lo pillasen invadiendo una propiedad privada. Pero en el momento que se puso a correr para salir de la casa, oyó cómo se abría la puerta del fondo y unos pasos de una persona, que se paró primero, empezó a perseguirle a toda prisa.
8 horas antes
ZAC: ¡Por fin tengo el graduado en bachillerato! —exclamó de alegría cuando llegó a casa y vio a Efrén.
EFRÉN: Sabía que lo conseguirías, cariño —le dio un beso en los labios.
ZAC: ¡Habrá que celebrarlo esta noche! Podíamos salir a cenar a un restaurante…
EFRÉN: No, no, no —le cortó el rollo a Zac—. Esta noche no puedo… Tengo que ir al pub —improvisó una mentira—. Sí. Eso es. Tengo que ir al pub, que había quedado con Nacho para repasar unas cuentas.
ZAC: No, ni de coña. ¡Ya las repasarás otro día! —dijo intentando salvar la noche.
EFRÉN: No. No puedo, de verdad. Ya he quedado con él. Lo siento.
Zac se sentó en el sofá y puso pucheritos, pero ni con esas pudo hacerle cambiar de opinión. Para desviar la conversación, le preguntó sobre Benjamín y ese mensaje que recibió desde su móvil, para saber si podría relacionarlo con algo sobre su investigación. Pero lo único que consiguió fue hacerle recordar lo que no quería.
ZAC: No sé nada más, Efrén —respondió cabizbajo—. He intentado llamarle al móvil cien veces pero siempre lo tiene apagado o fuera de cobertura. No sé qué más hacer…
EFRÉN: No tienes que hacer nada —le ordenó viendo que podría inmiscuirse en lo que había averiguado—. Si te dijo en la carta que estaba bien, es que está bien.
Zac se calló, pero se puso melancólico por haberse acordado de Benjamín. Efrén, sin embargo, se sintió mal de prohibirle que investigara. Cuando lo disuadía para que no pensase en ello le recordaba siempre a cuando hacía un año Zac le amenazó a David con dejarlo si seguía investigando el mismo tema. Estaba siendo igual de controlador que lo fue él, pero pensaba que sería lo más oportuno para todos. Por lo menos hasta que averiguase algo sobre su amigo. Porque hasta ahora, todo eran datos sobre los Discípulos de Asir y nada sobre el secuestro de Benja.
ZAC: ¿Sabes? El otro día el chiquitín dio sus primeros pasitos.
EFRÉN: ¡¿Qué dices?! ¿Cómo no me lo habías dicho antes?
ZAC: Bueno, quería que tú le vieses dar sus primeros pasos antes que yo, pero como veo que a lo mejor no pasa porque ni siquiera pruebas...
EFRÉN: Hombre, con 13 meses ya era hora de que andara. Me hubiera gustado verlo.
ZAC: Yo lo pongo siempre contra la pared, me alejo un poco y le digo que venga. Al principio se caía, pero el otro día se soltó y vino hacia mí dando pasitos torpes y al final se cayó. Deberías probar.
Efrén se dio cuenta de que entre el pub y toda su investigación se estaba perdiendo momentos importantes de la infancia de su hijo. Pero es que muchas de las pistas que seguía lo llevaban a un callejón sin salida y perdía mucho tiempo.
Zac se fue al que fuera antes su piso de alquiler para contarles a sus ex compañeros las buenas noticias y Efrén se quedó cuidando de Bruno. No sólo tenía que ocuparse de su hijo, sino que tenía que preparar la fiesta sorpresa que tenían planeada para cuando Zacarías aprobase sus exámenes. Ideada por Efrén pero respaldada por todos sus amigos, tenían que tenerlo todo listo para esa noche. Por eso Efrén le tuvo que decir a Zac que no podía salir a celebrarlo.
Mientras preparaba algunas cosas, pero sin ponerlas a la vista porque aún tenía que volver el sorprendido luego, no dejaba de pensar en lo sospechoso de todo lo que concernía a Noé. ¿Qué estaría tramando en la casa de las madres de David que ni siquiera le dejaba entrar? ¿Qué tendría allí dentro? Otra cosa que le hacía sospechar era la de billetes que manejaba. De la cartera misma se sacó el dinero del alquiler y David le dijo que incluso una vez le dio 100€ de más para que se callase. ¿No era un cura? No sabía que los curas tuviesen tanto dinero.
Por otro lado, ¿qué más podría hacer él para paliar el sufrimiento de su novio? Había llegado a un punto muerto con toda la información recopilada y no sabía por dónde seguir. Lo único que le faltaba por hacer era algo que había estado evitando desde hacía semanas y que cada vez se vislumbraba más como única opción posible. Pensó en su momento que podría ser un último recurso, porque era arriesgado, pero había llegado la hora de usarlo porque no le quedaba otra alternativa.
Todos estos pensamientos se vieron interrumpidos por el llanto de Bruno, que estaba jugando con sus juguetes en su cuarto. Efrén lo estaba vigilando continuamente mientras preparaba la fiesta, pero no podía estar allí todo el rato porque si no, no le daría tiempo. Cuando fue a ver qué le pasaba, lo vio tendido en el suelo y no sabía qué le habría pasado. Lo cogió en brazos y cada día se asombraba más de lo mucho que crecía en tan poco tiempo. Lo calmó cantándole un poco.
EFRÉN: Vamos, hijo —lo dejó de pie apoyado en la pared y se alejó un poco para hacerle andar—. Tú puedes. Ven aquí. Soy tu papá.
Bruno lo miraba con curiosidad pero no se atrevía a soltarse.
EFRÉN: Venga, Brunito, yo sé que puedes. Ven con papá.
Al final se tiró al suelo y gateando se puso a jugar de nuevo con sus juguetes. Efrén se sintió un extraño en la vida de su propio hijo. Parecía que no confiara en él. Es más, parecía que ni lo reconociera como su padre. Y con mucha razón, pensó. Pasaba más tiempo con Zac que con él. Se sintió decepcionado y a la vez celoso de la relación tan estrecha que tenía Zac con el niño, pero a la vez sabía que se lo había ganado a pulso.
En cuanto llegó Zac a casa, le dijo que se llevara a Bruno al centro comercial a hacer unos recados, para tenerlo entretenido toda la tarde mientras los amigos le preparaban la fiesta. Yendo hacia la puerta de salida, le seguía comentando.
EFRÉN: Acabo de hablar con Ofelia por teléfono.
ZAC: ¿Ah, sí? ¿Y cómo está?
EFRÉN: Pues dice que les va muy bien a ella y a Sandra. Que se han montado una tienda de Todo a un euro.
ZAC: Bien por ellas —se alegró.
EFRÉN: Bueno, yo me voy ya a hablar con Nacho. A ver si puedo llegar pronto y lo celebramos de alguna manera —le insinuó.
ZAC: Vale —le contestó sin mirarlo, porque estaba pendiente de Bruno—. Mira qué grande está ya nuestro pequeño —dijo sentándolo en el carro.
EFRÉN: ¡¿Has dicho “nuestro”?! —interrumpió molesto.
ZAC: Perdona, no pretendía…
EFRÉN: Te voy a decir una cosa, te agradezco enormemente todo lo que lo cuidas, pero ten una cosa clara: Bruno es hijo mío y sólo mío. No es lo mismo que una pareja decida tener hijos, elija una matriz y los tenga, a que una persona soltera como era yo el año pasado lo tenga por su cuenta y luego se junte con alguien.
ZAC: Que sí, que tienes toda la razón. Perdona.
EFRÉN: Que lo tengas claro. Que si algún día no estamos juntos, el niño es mío y me lo llevaré yo.
ZAC: ¡Vale, vale! ¡Tampoco hace falta que te pongas tan desagradable! Ya me voy con TU hijo al puto centro comercial a hacer TUS putos recados.
Zac se fue y cerró la puerta de golpe. Efrén se arrepintió de haberle dicho aquello tan fríamente, pero fue el calor del momento. Él sabía todo lo que Zac cuidaba a Bruno y todo lo que apreciaba al niño. Pero por otro lado, le parecía como si se lo estuviera arrebatando. Lo suyo le costó a Ofelia ceder a ser su matriz y luego casi se queda con el bebé porque lo creyó incapaz de criarlo. Efrén no quería que nadie se adueñara de su hijo.
Al poco rato, Luis, Ada y Ulises llegaron con la compra para preparar la cena sorpresa y se pusieron a cocinar. Entretanto, Efrén ponía la mesa y reflexionaba sobre la discusión que acababa de tener con su novio. Una hora más tarde ya lo tenían todo listo y los amigos se fueron a sus respectivas casas a arreglarse para la fiesta. Efrén también se cambió de ropa, se sentó en el sofá y todavía le seguía dando vueltas al asunto. Al meterse las manos en los bolsillos dio con las llaves de casa de las madres de David, que se las había quedado desde la última vez que fueron y no le había dicho nada a David. En parte porque no se hablaban y le daba reparo.
Efrén tenía un par de horas hasta que llegaran los demás y pensó que tendría tiempo de sobra para pasarse por casa de Noé para ver si había alguien. Y si no lo había, entrar con las llaves y avanzar de una vez por todas en aquella investigación que parecía no acabar nunca. ¿Podría Noé tener a Benja y quizá más personas secuestradas en esa casa? Como no dejaba entrar a nadie, era una opción factible. Aunque pensándolo mejor, si los padres de Tirso fueron quienes raptaron a Benjamín y éstos tenían a Noé y otros establecimientos de los DA como objetivos, quizá los DA fueran enemigos de quien se llevó a Benja… Fuera lo que fuese, sus indagaciones le habían llevado hasta ahí y no se iba a quedar a medio camino.
Cuando llegó a casa de Noé y vio que las luces estaban apagadas y no se oía ningún ruido desde fuera, utilizó las llaves para abrir la puerta sigilosamente. Pero en cuanto entró se percató de su error: sí había alguien en la casa. Se oían voces en una habitación cerrada al fondo. Una de ellas era Noé seguro, y el resto de personas asentían o apenas participaban en lo que parecía una reunión importante. Como no oía bien lo que decían y parecía que aquello fuera para largo, echó un vistazo por el resto de la casa y apagó el móvil para no delatarse.
En el interior de la estancia, Noé comentaba los logros conseguidos hasta ahora por la banda terrorista. Jaime también estaba allí, pero no se sentía nada cómodo con su participación en lo que fuera que tuviera que ver con ellos. Pero llevaba tiempo evitando a Noé y ya no pudo escaquearse más.
—Entonces, como sabéis ya, camaradas míos, esto es sólo el principio. Que hayamos destruido su guarida no significa que no la vuelvan a reconstruir en otro lugar —afirmaba mientras se paseaba lentamente por la habitación para hacer llegar bien su mensaje a todos los presentes—. El Consejo no está de acuerdo con nuestros métodos, pero agradecen la recuperación lograda aunque los SS se hayan llevado a muchos más. Tenemos a El Consejo divido en opiniones y no tardarán en ceder para respaldarnos económicamente cuando vean los resultados de nuestras acciones. Mientras tanto tenemos que ceñirnos a nuestros planes para conseguir recursos. Y lo bueno es que ahora tendremos una herramienta que nos será de gran ayuda para averiguar toda la verdad una vez esté preparada —empezó a bajar el volumen hasta empezar a hablar para el cuello de su camisa—. Una vez la entrene, sabré quién fue el inútil que no pudo curar a mi Israel. Pagará por ello.
JAIME: ¡Caramba! Pues es un buen balance hasta ahora, ¿no? —quiso sacarlo de su ensimismamiento.
Pero todos se quedaron callados esperando a que su líder retomara la palabra. En ese mismo instante de silencio un crujido se oyó fuera de la habitación. Noé alzó la cabeza en señal de alerta, fue hacia la puerta y oyó como alguien corría por el pasillo. Abrió la puerta, localizó al intruso y fue corriendo hacia él. Sin embargo, Efrén ya había salido por la puerta y huía muy veloz, sacándole mucha ventaja. Noé se quedó en el marco de la puerta pensativo, pero luego puso una sonrisa muy siniestra.
En la otra parte de la ciudad, Ada, Osi, Is, Ulises, David y Luis llevaban un buen rato esperando en la puerta a que Efrén llegase, pero no paraban de llamarlo al móvil y no pudieron localizarlo a tiempo. David estaba resoplando porque no estaba muy convencido de estar allí. Aunque no se hablara con Efrén, le prometió a Zac el día del cortijo que le pondría voluntad para que fuesen amigos, y así lo estaba demostrando. Y mientras hablaban todos preocupados por no estar a tiempo para sorprender a Zac, éste se presentó allí con Bruno cuando se supone que todos deberían de estar dentro de la casa escondidos. Él no comprendía qué hacía tanta gente en el rellano, pero se alegró de ver a sus amigos.
ZAC: ¿Pero qué hacéis aquí?
Ada lo miró sin saber dónde meterse por la vergüenza de cómo había resultado todo y le dijo con una sonrisa que sonaba a disculpa.
ADA: ¿Sorpresa?
Entraron todos a la casa y Zac se alegró mucho al ver cómo lo habían preparado todo. Y más al enterarse que había sido idea de Efrén. Pero el agridulce momento era que lo había fastidiado al no estar allí. No le compensaba por la pelea que habían tenido antes.
Efrén llegó a la fiesta con el corazón en un puño. No sabía si le habían reconocido o por qué ni siquiera le habían seguido. No había hecho más que pensar por el camino cómo podría salir de aquello, pero su instinto de supervivencia sólo le decía que se fuese de allí. Que se fuese lejos, al menos durante una temporada. Pero él no estaba solo. Ahora tenía un hijo y un maravilloso novio al que a veces no trataba como se merecía. Lo quería tanto… Lo quería tanto que…
EFRÉN: Zac —lo encontró en la fiesta pero le apartó la mirada, así que él se acercó e hincó una rodilla en el suelo, mientras todo el mundo alrededor enmudeció y le abrieron un corro—. ¿Te quieres casar conmigo?
Zacarías se giró sorprendido y luego le propinó un buen tortazo en toda la cara.
ZAC: ¡Eres gilipollas! —le gritó muy enfadado por todos los feos que le había hecho a lo largo de ese día.
Efrén ni apartó la mirada esperando una respuesta, pero Zac seguía muy serio y mirando hacia otro lado. Todo el mundo los estaba mirando y nadie quiso interrumpir el momento. Poco a poco, Zac empezó a ablandar la expresión, mientras veía por el rabillo del ojo a Efrén, todavía arrodillado en el suelo, y no pudo evitar dejarse llevar por sus verdaderos sentimientos. Aunque ese día hubieran discutido, sabía que lo quería con locura.
ZAC: Sí —dijo en voz baja y luego repitió más alto a la vez que sonreía de la emoción—. Sí, Efrén. ¡Pues claro que me casaré contigo!
Efrén se levantó por fin del suelo, le besó en la boca tiernamente y después se abrazaron emotivamente. Todo el mundo se puso a aplaudir excepto David, que estaba en una esquina bebiendo alcohol y desaprobando con la mirada lo que acababa de pasar.
DAVID: Lo que me faltaba —dijo con desgana y le dio un trago al cubata.
Efrén estaba contento, pero a la vez seguía ansioso por desconocer qué iba a hacer con su vida.
EFRÉN: Perdona por lo de antes, cariño. Por lo de Bruno.
ZAC: No pasa nada. Te entiendo. Pero haz el favor de no hablarme más así.
EFRÉN: Sí, sí, tío. Te lo prometo. Quiero que nos casemos en cuanto antes y que nos vayamos por ahí de viaje. ¡Un crucero!
ZAC: ¿Pero para qué tanta prisa? Ya lo prepararemos con tiempo.
EFRÉN: No, no. Tiene que ser pronto. Quiero ser tu marido en cuanto antes.
Zac no comprendía la premura del asunto, pero pensó que quizás había cambiado de opinión sobre Bruno y a lo mejor quería formalizar la relación para que ambos fuesen los padres legalmente. Efrén, por su parte, tenía muy claros sus planes de desaparecer un tiempo, por lo menos hasta que se calmasen un poco las aguas, y hasta el momento parecía que todo se estaba cumpliendo. No sólo obtendría una luna de miel para escapar de allí, sino que además se casaría con la persona de la que siempre había estado enamorado.
Sin dejarles acabar de hablar, todos los amigos se acercaron a darles la enhorabuena, menos David, que seguía apartado del grupo.
LUIS: ¡Enhorabuena, caris! ¡Qué ganas de ir a un bodorrio y ponerme un traje!
EFRÉN: Gracias, rubia —le llamó recordando viejos tiempos—. Oye, ¿y tu novio Jaime? A este paso lo voy a conocer el día de la boda.
LUIS: Tenía hoy noche de urgencias. Tú sabes.
Mientras tanto, en casa de Noé seguía la asamblea, que se había visto abruptamente interrumpida. Noé se llevó a una esquina a Jaime para hablar con él a solas, que no había tenido la oportunidad desde hacía meses.
—Ya era hora de que te viese el pelo —le reprochó arisco—. A ver si me coges el teléfono cuando te llame.
JAIME: Yo no puedo más, Noé. No puedo más con todo este rollo de atentados y de tener que vivir una vida de mentiras.
—¿Qué estás diciendo? Son unas mentiras piadosas para no hacerle daño a tus seres queridos. Que en tu caso es sólo uno, aunque en un principio sólo fuera una misión —le reprochó.
JAIME: Estoy seguro de que Luis lo entendería si se lo contase. Él nos apoyaría, lo conozco.
—Jaime, éste no es un buen momento para discutir esto, pero NO. Si le cuentas lo que hacemos y reacciona mal, tendrías que liquidarlo. Y bastante tengo ya con aguantar ciertos asuntos…
JAIME: ¿Ciertos asuntos como qué?
—Estoy harto de muchas imposiciones. Como por ejemplo, proteger al desviado de Osi. Si no fuera porque con el dinero que donan sus madres a los DA estoy financiando nuestras actividades sin que nadie lo sepa... Y tú, ¿en todo este tiempo no has averiguado nada sobre él?
JAIME: No. Y mira que lo he intentado.
—Pues ya está. Seguiremos como estábamos. Y cambiando de tema, lo que vamos a hacer ahora con esta persona que se ha colado en mi casa es…
JAIME: No quiero saberlo, Noé. No quiero ser más partícipe de esto —dijo yéndose y dejándole con la palabra en la boca.
—¿Dónde te crees que vas? —inquirió agarrándole por el brazo— Nadie deja los DA.
JAIME: No he dicho que vaya a dejar la congregación. Pero no quiero participar más en estos actos.
Noé seguía sin soltarle el brazo y mirándolo de manera amenazante.
—Muy bien. Porque eres mi ex marido y por todo lo que has ayudado hasta ahora —se le acercó para decirle de cerca a la cara—. Pero me tienes que prometer una cosa: si averiguas algo sobre Osi, me lo harás saber.
JAIME: De acuerdo —le dijo algo dudoso, pero sabía que era su única salida—. Te lo haré saber. Me voy —se soltó de él sacudiéndose y remarcando su nueva independencia.
Jaime se fue y se quitó un peso de encima al saber que ya no tendría que volver a mentirle a Luis sobre sus salidas nocturnas. Noé se volvió a dirigir a los demás para retomar la reunión.
—Camaradas, este hombre —dijo enseñando una fotografía de Efrén en un proyector— es el que nos ha descubierto. No sabemos lo que habrá averiguado, pero con sólo el hecho de haber entrado en la casa, ya ha presenciado suficiente. Sabéis que tenemos nuestras espaldas cubiertas, por lo que trataremos de tenerlo vigilado de momento para que no desbarate nuestros planes.
Diario de Efrén
Estoy desesperado. No entiendo por qué no me han seguido. Seguro que Noé me reconoció de cuando fui el mes pasado con David y Osi a cobrarle el alquiler. Y ahora vendrán a por mí en cualquier momento. Menos mal que lo de la boda va para delante. Nos casaremos en unas semanas en un barco y lo empalmaremos con un crucero por el Mediterráneo. No puedo permanecer mucho tiempo en el mismo sitio.
Por otro lado, me queda la esperanza de pensar que a lo mejor he sido más rápido y no me han podido seguir por cualquier motivo. De todas maneras, no es seguro quedarse aquí. Lo del crucero ha sido una muy buena idea para empezar. Y menos mal que Zac no le pone pegas a nada.
Mañana mismo me iré a Reino Unido a contarles lo de la boda a mis padres, ya que no podrán venir. Lo que sé seguro es que Bruno se va a quedar allí con ellos una temporada. No me pienso volver con él y que le pase cualquier cosa. Aprovechando que mis padres ni lo conocen, les haré chantaje emocional y que se lo queden al menos durante la boda y la luna de miel.
A mi hermano Romeo prefiero no contarle lo de la boda hasta que acabe sus exámenes finales. Ahora que volvió a estudiar gracias a Zac, no quiero que pierda clases ni tiempo de estudio.
No voy a escribir más en este diario. Ya hay suficiente información para aportar pruebas si algún día me pasara algo.
Espero que Asir esté conmigo en estos tiempos tan difíciles que se avecinan…
Próximo episodio: lunes, 26 de diciembre de 2011 a las 21:00.
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