lunes, 14 de febrero de 2011

1x07 ULISES

Priviuslí, en El mundo al revés: Ulises entra nuevo en el piso de Ofelia-Efrén-Pascual. No se relaciona con los demás compañeros, excepto con Pascual, el cual parece despertar en él cierta curiosidad.
El pub donde salieron el primer día, ahora propiedad de Efrén y llamado Inframundo, parece que va mucha más gente que antes. Allí, Pascual le dio una pastilla a Ulises un día, pero se la guardó en el bolsillo.




Ulises entraba en la boca del metro con su maleta para volver a su pueblo por vacaciones de Natividad. Llevaba su pelo rubio natural, rizado y medio largo despeinado, su camiseta negra ancha que no disimulaba ni mucho menos su sobrepeso y esas gafas de montura de metal, de hacía unos cuantos años ya, que no dejaban apreciar bien sus preciosos ojos azules.

Caminaba cabizbajo pensando en la que le esperaba de vuelta a su casa con toda su familia. Al llegar a la taquilla del metro, la “trabajadora” le hizo un gesto con la mano para que esperase, mientras ella hablaba tranquilamente por teléfono, de un tema que evidentemente no era laboral. Él seguía esperando y comiéndose las uñas. Perdió el siguiente metro, así que ya no le importaba tener que esperar un poco más. Al final, decidió ir a la máquina y pagar un poco más por un billete sólo de ida.

Durante el viaje recibió una llamada en su móvil.

—¿Hola? —se oyó una ronca voz al otro lado del teléfono.

ULISES: Hola, ¿quién eres?

—Hola, tete, soy Pascu.

ULISES: Ah hola, Pascual. No tenía tu número —respondió sorprendido de recibir su llamada—. ¿Qué tal? ¿Cómo estás?

—La verdad, no estoy muy bien… No sé cómo decirte esto. Me da palo… No sabía a quién llamar.

ULISES: Dime, Pascual. No pasa nada —alentó a seguir la conversación con un tono amistoso.

—Creo que tengo una venérea, joder —dijo en voz baja como si le pudiera oír alguien—. Me pica ahí bajo y me sale algo por ahí…

ULISES: Ah, ¿estás seguro? —balbuceó nervioso Uli, interrumpiéndole para que no diera detalles—. Bueno eh… la verdad es que no tengo ni idea del tema. Lo mejor será que vayas al médico y de paso te hagas las pruebas para ver si es lo único que tienes…

—Joder, tete, no jodas. Me estás asustando. No lo había pensado —dijo nervioso.

ULISES: Hacemos una cosa: tú ve al médico y te haces las pruebas. Te darán algo para lo que tienes y luego tardan una semana en darte los resultados para lo otro. Como yo vuelvo de casa la semana que viene, te puedo acompañar si quieres.

—Buff, muchas gracias, tete. Tengo miedo —y en su tono de voz se dejó entrever una vulnerabilidad que Ulises no conocía.

ULISES: ¿Pero por qué tienes tanto miedo, Pascual? ¿Has tenido muchas relaciones sin protección?

En ese momento se anunciaba por megafonía la parada en la que bajaba Ulises.

ULISES: Bueno, Pascual, pues eso. Tú ve y la semana que viene nos vemos. Que tengo que colgar. Hasta luego.




Cuando Ulises llegó a su casa, su madre se estaba preparando para irse a trabajar.

—Hola, hijo —le dio un beso mientras seguía de un lado para otro cogiendo sus cosas con prisa—. Quédate con tu hermana, que está en el comedor y luego vais a comprar. Te he dejado ahí la lista —decía mientras se metía en el baño, y con la puerta cerrada seguía hablando—. Luego hazme el favor de limpiar la cristalería y pasas el aspirador, para que esté la casa aseada para esta noche, que viene el abuelo —salió del baño, se puso el abrigo y se dirigió hacia la puerta—. Compra algo para la niña —le susurró al oído—, que no me ha dado tiempo. Luego me cuentas qué tal la universidad —decía mientras cerraba la puerta, y Ulises se empezaba a comer las uñas.

ULISES: Hola, Alicia. ¿Me das un abrazito? ¿No tienes hoy clase?

—No, tengo vacaciones de Natividad —respondió mientras lo abrazaba.

ULISES: Muy bien, cariño. Ahora nos vamos a comprar y luego jugamos a algo mientras yo hago todo las cosas que me ha pedido la mamá, ¿vale?

—Sí, sí, ¡a comprar! —se puso contenta de poder pasar un rato con su hermano. ¿Esta noche nos damos los regalos, no?

ULISES: Sí, amor. Esta noche tendrás tu regalo —le decía mientras le limpiaba la baba que le caía de la boca.




Por la noche, Ulises tenía la casa limpia y la mesa preparada para la cena de Natividad. Llegó su abuelo, le dio un abrazo y le ayudó a sentarse en el sofá. Mientras llegaba su madre con la cena encargada, él escuchó las batallitas de su abuelo y le echaba un ojo a su hermana, que estaba jugando en el suelo.

—¿Qué, Ulises? ¿Ya tienes noviete por ahí o qué? —preguntó el abuelo—. Que ya tienes una edad para tenerlo…

ULISES: No, abuelo. Tengo mucho que estudiar.

Cuando llegó la madre se sentaron todos a cenar.

—Oh, Asir, damos gracias por los alimentos que nos das y por tener una familia con salud y unida, lo que queda de ella. Arrocha —bendecía el abuelo la mesa.

—Arrocha —respondieron todos.

—Bueno, papá, déjate de historias, que de salud no tenemos por qué estar agradecidos —reprochó la madre, que no era creyente en absoluto.

ULISES: Mamá, no vamos a sacar ahora ese tema aquí. Es Natividad. Vamos a disfrutar todos de una cena agradable.

—¿Agradable, hijo? ¿¿Todos??

ULISES: Mamá, no sigas, por favor —dijo él intentando apaciguarla.

—Si estuviéramos “todos”, estaría tu madre aquí también, que a saber en qué parte del mundo está ahora. ¡Reproductora de mierda! Si ella no me hubiera convencido para probar esas nuevas tecnologías para tener a tu hermana mayor, nada de esto hubiera pasado. ¡Pero si ni siquiera hoy en día lo tienen controlado! ¡¿Cómo iban a poder engendrar un bebé de dos mujeres hace 25 años?! Luego pasa lo que pasa: síndromes extraños y carga con tu hija el resto de tu vida, paga los colegios especiales… Y mientras, ¿dónde está ella? ¡Haciendo guarrerías con hombres por ahí!

Alicia se puso a llorar, porque aunque tenía algunos problemas de entendimiento, lo que estaba diciendo su madre lo había oído antes también.

ULISES: ¡Por favor, mamá! ¡¡Basta ya!! —le gritó con una ira incontrolada, lo que la hizo callar.

Cogió a su hermana y se la llevó al comedor. Pero no pudo aguantarse las lágrimas, así que se fue corriendo a su cuarto, donde estuvo llorando un rato y comiéndose las uñas. Después bajó y continuaron la cena como si nada hubiese pasado.




Después de una semana tensa en su casa, Ulises volvió al piso compartido en Valencia y se encontró con Ofelia entrando en el portal. Él iba cargando con su maleta.

OFELIA: Hola, ¿qué tal las vacaciones? ¿Te ayudo con eso?

ULISES: No hace falta. Las vacaciones… muy bien.

(Ulises) Mejor me callo, que si no empezará a preguntar y paso de contarle mi vida.

Cuando estaban dentro del portal, vieron a la portera que estaba fregando el suelo.

—Hola, guapa —se dirigió a Ofelia—. ¿Y este chico tan hermoso quién es? —le preguntó refiriéndose a Ulises.

OFELIA: Pues es nuestro nuevo compañero de piso. Ya se lo presenté hace tiempo.

—Ay, querida. Es que una tiene una edad que ya se me va todo.

OFELIA: Venga, hasta luego —se despidió de ella subiendo al ascensor.

ULISES: Qué pesada la mujer ésta. Tengo unas ganas de llegar a casa y ponerme a ver mis series… He estado todas las vacaciones sin internet y me va a dar algo. Por cierto, ¿habéis pagado ya el alquiler de enero?

OFELIA: No. Vienen a cobrarlo mañana. Y por cierto, si ves a Pascual, dile que pague el mes o lo echaremos del piso. El mes pasado lo tuve que poner yo y aun me lo debe.

ULISES: De acuerdo, yo se lo digo —respondió él un poco sorprendido por la falta de responsabilidad de Pascual.

OFELIA: No pienso tolerarle ni una más —decía entrando ya en casa, pero Ulises ya se estaba yendo hacia su cuarto con su maleta para encender el ordenador.

Y cuando lo encendió, se dio cuenta de que no funcionaba. Después de comprobar los enchufes, que había luz y algunas cosas más, seguía sin funcionar. Él intentaba relajarse respirando hondo, pero se le estaban acumulando muchas cosas.

(Ulises) Tranquilízate. Son pequeñas cosas, no tiene importancia. Respira hondo, respira hondo.

ULISES: Aaaaaaaaaaaaaaah —gritó con todas sus fuerzas.

Gritó tan fuerte que le temblaba todo el cuerpo, se le puso la cara roja y se le hincharon las venas del cuello. Le dio al botón para encender el ordenador y se seguía sin encender, así que cada vez le fue dando más fuerte y al final acabó por darle una patada. Seguía muy nervioso y respirando muy rápido, pero poco a poco se fue tranquilizando. A continuación se miró al espejo y empezó a respirar hondo otra vez. Notaba como una especie de euforia crecía dentro de él y una tormenta de ideas explotó en su cabeza.

(Ulises) Mírate. Si das pena. Con estas pintas es normal que no encuentre novio. Tiene razón el abuelo. Ya va siendo hora. Con 23 años y sigo virgen. ¡Eso tiene que cambiar! Ahora mismo voy y me apunto a un gimnasio. ¡Y me voy a cortar el pelo! Estoy harto de estos rizos indomables. Y estas gafas cutres de cuando iba al instituto… ¡Ya está bien! Necesito cambiar.

Y salió a la calle dispuesto a conseguir los objetivos que se había propuesto.




Varias horas más tarde quedó con Pascual en el hospital para ir a recoger los resultados de las pruebas de enfermedades venéreas.

ULISES: Hola, ¿cómo estás? ¿Qué tal el tratamiento?

PASCUAL: Ah, bien. Ya no me escuece. Está casi curado. Ahora lo que me tiene un poco mosca es si tengo algo más… —dijo consternado.

ULISES: Bueno, intenta pensar en positivo —le cogió de la mano para darle apoyo moral—. ¿Has visto que me he cortado el pelo?

—¿Pascual Blanco? —interrumpió la enfermera.

ULISES: Venga, suerte.

Al cabo de un rato Pascual  salió de la consulta sonriendo y le dio un abrazo a Ulises.

PASCUAL: Teteeeee. ¡Que estoy como una rosa! Bueno, aparte de la gonorrea. Me han dado una charla sobre usar protección y bla bla bla… ¡Qué pesados, coño!

ULISES: Me alegro que estés bien, de verdad.

PASCUAL: ¡Vente! ¡Ésto hay que celebrarlo!

ULISES: ¿A dónde?

PASCUAL: A pillar… ¡El Tito Pascu ha vuelto!




Pascual llevó a Ulises al barrio donde conseguía las drogas, ya que era peligroso ir solo por esos lares. Después de conseguir lo que necesitaba, se estaban yendo cuando Ulises vio unas zapatillas atadas la una a la otra por sus cordones y colgadas de un cable de electricidad.

ULISES: Mira, a alguien se le han caído las zapatillas ahí —dijo inocentemente.

PASCUAL: ¡Cómo eres! —se rió a carcajadas él—. Eres tronchante. Eso mejor no lo toques nunca. Eso lo ponen los camellos para que la gente sepa que aquí se vende temita.

ULISES: Ah… no tenía ni idea.

PASCUAL: Bueno, yo me piro. Nos vemos esta noche en el Inframundo.

ULISES: ¿Cómo que te piras? ¿Y me dejas aquí tirado en este barrio de mala muerte?

PASCUAL: Anda, ¡exagerado! Coge el bus un poco más para allá que te deja en casa. Yo me voy por ahí, a celebrar que estoy bien…

ULISES: Pascual, ¿llevas condones?... ¿Pascual?

Pero Pascual ya estaba lejos, dándole la espalda y no quiso escucharle.




Esa misma noche, Ulises se arregló para salir de fiesta como nunca se había arreglado. Entre otras cosas, porque muy pocas veces había salido de fiesta en su vida. No tenía apenas amigos.

Cuando llegó al pub, entró y se encontró a Efrén, que ya se desenvolvía sin ayuda del bastón. Estaba explicándole a Ada algunos cambios que estaba haciendo para atraer clientela. Ella iba con muletas casi andando sola, pero todavía las necesitaba para apoyarse. En ese momento se cruzó con Pascual.

ULISES: Hola, ¿qué tal la tarde?

PASCUAL: Muy bien. Por ahí, “haciendo amigos” —se rió exageradamente como si ya se hubiera tomado algo de lo que consiguió esa tarde —. Bueno, te dejo que estoy saludando a la peña. Ciao.

(Ulises) ¡Será capullo! Ni se ha fijado en mi corte de pelo, ni en que me he arreglado y encima, cuando me necesita bien que me llama lloriqueando, pero cuando no, le sobro. Maldito convenenciero...

¿Y ese que mira? ¿Me está mirando? ¡Me está mirando! Bueno, no es una belleza pero no está mal. Ya está, de esta noche no pasa. ¡Quiero estrenarme ya! Pero no sé. Me da palo…

Y al meterse la mano en el bolsillo sacó la pastilla que le dio Pascual hace tiempo. Se lo pensó un momento, pero decidió tomársela, dispuesto a hablar con el desconocido. A la salida del pub, Ulises salió acompañado de su nuevo fichaje y se cruzó con Pascual.

ULISES: Hasta luego, eh —le dice porque pasaba muy deprisa para no tener que saludar.

PASCUAL: Venga, tete. Hasta luego —y siguió caminando.

ULISES: ¿Dónde vas ahora?

PASCUAL: Pues ya sabes, a mis sitios de siempre… Creo que han abierto una sauna nueva por ahí —se parte de risa él solo otra vez mientras se gira y le dice adiós con la mano de espaldas.

(Ulises) ¡Ni se ha dado cuenta que me voy con éste! Vamos, el colmo. Pero no sé. En realidad me da pena. Se va solo, pobre… Madre mía. Me noto muy acelerado. Esto hay que aprovecharlo.

ULISES: Bueno, tú qué —le dijo picarón a su acompañante—. ¿Te vienes a tomar un café a mi casa?



Próximo capítulo: lunes, 21 de febrero de 2011.

3 comentarios:

  1. Joder, algún día le va a dar un chungo al Pascual este de tanto pasar de la protección... es que no entiendo a la gente así, en serio!

    Y por cierto, me está gustando Ulises. Parece un poco más complejo que otros personajes, a ver si vuelve a tocar otro capítulo de él un día de estos (o ya en la segunda temporada).

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  2. Así son algunas personas por desgracia...

    Y a mí también me gusta Ulises y tienes razón en que es más profundo que otros. Sin quererlo le fui dando cualidades y al final me ha quedado un personaje muy muy logrado, que tiene muchísimo que ofrecer.

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  3. Jajaja me he puesto al día de todo. No me gusta nada Pascual, pobre Ulises :(

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