martes, 24 de abril de 2012

4x07 VIDA O MUERTE (Segunda parte)


PARTE 2


«El ex-futbolista que hace unos años estuvo a punto de fichar por primera división, Efrén Martínez, ha tenido un accidente de coche mortal. Parece ser que el joven conducía bajo los efectos de las drogas y el alcohol, al igual que en el siniestro que le arrebató de las manos ese contrato multimillonario años atrás. Tras horas en el quirófano los médicos pudieron salvarle la vida, para luego acabar muriendo por complicaciones derivadas de la cirugía. Y por último, los desparecidos de este mes son…»

La televisión se apagó a manos de Ada, que indignada comentaba lo que acababan de decir.

ADA: ¡Eso es mentira! ¡Lo de las drogas fue porque Pascual se las echó! ¡Él nunca tomaba drogas! Ahora encima lo hacen quedar como un alcohólico y un drogata.

ULISES: La prensa es así —le dijo cogiéndola por los hombros—. Sólo les importa el morbo y el espectáculo y no la información. Da igual que no sea verdad porque la gente se cree todo lo que sale por la tele.

En el piso todos se estaban vistiendo con colores oscuros para ir al funeral de Efrén. Llevaban un par de noches sin pegar ojo, sobre todo David, que tenía unas marcadas ojeras en la cara. Ada lo disimulaba mejor con maquillaje.

OSI: ¿Te recoge Helios o te vienes con nosotros? —le puso la mano en la espalda cuidadosamente.

DAVID: Helios no puede venir. Está de servicio, pero se pasará luego. Me ha estado apoyando tanto estos días…

IS: ¿Y qué va a ocurrir con Bruno? Pobre crío. Con dos añitos que tiene y se le muere el padre.

Todos se callaron. El silencio que se hizo parecía no molestar a nadie. El único sonido de fondo era una retahíla de petardos, ya que la gente apuraba sus reservas de pólvora al ser esa noche la que se quemaban las Fallas y por lo tanto, cuando acababan las fiestas.




En comisaría, Helios le estaba dando vueltas a la cabeza a la cadena de sucesos que había provocado la muerte de Efrén. Su instinto de policía le decía que algo pasaba ahí.

HELIOS: Vamos, Ferrer, no tiene sentido que él fuera solo por esos caminos. No llevan a ninguna parte —le decía al compañero que llevaba el caso. Le cogió el informe del accidente con toda la confianza que tenía con él y se puso a leerlo.

—Recuerda que Ramos ha dicho que no te puedes involucrar. Que conoces al fallecido.

HELIOS: Sí, sí. Claro —dijo sin parar de leer.

—Te amenazó para que no siguieras por tu cuenta —le advirtió quitándole los papeles de la mano.

HELIOS: Bueno, ya he visto todo lo que necesitaba. Si me disculpas…

—¿No irás a mirar algo de lo que hayas leído, no?

HELIOS: No. Voy al funeral del pobre amigo de mi novio.

—Novio, ¿eh?

HELIOS: Suena raro decirlo, pero sí. Es mi novio —anunció con orgullo.




El funeral consistió primero en una pequeña oración asirista en el propio cementerio, pedida expresamente por los padres de Efrén que vinieron de Reino Unido, seguido del depósito de sus cenizas en la cripta familiar. Desde el momento en que llegaron le quitaron a su nieto de los brazos a Zacarías y no se separaban de él ni un minuto. El hermano del difunto, Romeo, también salió del internado para tan triste ocasión. Incluso Ofelia, la que fuera matriz del pequeño Bruno y gran amiga de Efrén, acudió junto a su novia Sandra. Todos los demás amigos estaban también. Osi lo llevaba por dentro, manteniendo el tipo. Ada llevaba unas enormes gafas de sol que le tapaban toda la cara, al igual que David. Ada se secaba la cara una y otra vez, pero era sobre todo David el que más lloraba. Is y Ulises permanecían más enteros a su lado, cogiéndolos de los hombros para mostrarles su apoyo, aunque no parecía estar surtiendo ningún efecto. Zacarías estaba desconsolado por haber perdido a su marido, pero en esos instantes no hacía más que mirar a Bruno, en brazos de sus abuelos. Ulises lo vio y fue a hablar con él.

ULISES: ¿Por qué tienen ellos al niño? ¿Es suya la custodia?

ZAC: Seguro que sí —contestó con odio—. Efrén nunca quiso que yo fuese también el padre.

ULISES: No digas tonterías. Es evidente que has sido un buen padre para él. Otra cosa es lo que digan los papeles. Pero eso está por ver.

Le puso la mano en la espalda para consolarlo.

ZAC: Era lo único que me podía ayudar a seguir adelante y va y me lo a quitar.

ULISES: No seas tan negativo. Esperemos a ver qué pasa.

A Zac se les escaparon varias lágrimas que se quitó con las manos enseguida y lo miró sonriendo.

ZAC: Gracias por los ánimos. Si es que en realidad eres el más sensato de todos.

Ulises vio cómo se acercaba su amigo Saúl al cúmulo de gente que rodeaba la cripta y se excusó para ir en su busca. Una vez lo vio, le dio un abrazo y se puso junto al resto de amigos.

ADA: ¿Es tu novio? —le preguntó sonándose los mocos, llena de curiosidad, pero sin quitarse ni un momento las gafas de sol.

ULISES: No. Es que no quiere —dijo estando él a su lado.

—Ya lo hemos hablado —le respondió a Ada con naturalidad—. No vamos a ser nada, no es nada nuevo. Estoy aquí para apoyar a mi amigo.

Ada torció la boca confusa de que trataran todo eso con tanta normalidad, mientras que por otro lado y sin que ellos lo escucharan, Is hablaba bajito con Ulises, que miraba contento a Saúl.

IS: Llevas todo el año detrás de él y solo sois amigos. No te ilusiones…

ULISES: No sé. Pero es que me intriga. ¿Por qué sigue quedando conmigo entonces? Yo creo que me quiere. Lo que pasa es que no quiere admitirlo.

Is puso los ojos en blanco y sonrió a Saúl al ver que los miraba. Éste se acercó a ellos y David aprovechó para abrazarse a Ada de nuevo, cuando volvieron a llenársele los ojos de lágrimas.

DAVID: Ni siquiera pude hacer las paces con él —decía entre sollozos—. Llevábamos mucho tiempo enfadados.

Helios apareció por detrás, con su traje de ir a trabajar, y a David le pareció su salvación en aquellos momentos. Lo abrazó fuertemente justo cuando el cura terminaba la ceremonia, metiendo junto a los padres de Efrén sus cenizas en la cripta.

—Arrocha —sentenció el sacerdote, como se acababan todos los ritos asiristas.

—Arrocha —dijeron todos al unísono.

Zac hizo el amago de entrar también, pero Ximo, el más alto y moreno, que siempre había sido el más hostil de los dos, se giró y lo partió con la mirada antes de que pudiera poner un pie dentro.

Al acabar, los asistentes dieron el pésame a los padres y al marido del fallecido. Ofelia y Sandra se despidieron de todos también. Estaban en un hotel y tenían que dejar la habitación pronto para volver al pueblo, a llevar la tienda que regentaban.

ZAC: Aún os volveréis con uno más.

OFELIA: ¿Pero qué dices, chiquitín? ¿A qué te refieres?

ZAC: Nada, que no sé de quién será la custodia de Bruno. No sé a quién se lo ha dejado Efrén y estaba pensando que a lo mejor os lo ha dejado a vosotras. En unas horas lo sabremos, que tenemos que ir a leer el testamento.

OFELIA: Por lo que hablábamos por teléfono, Efrén me ha contado siempre que te ocupabas tú del niño. Que hasta hacías mejor de padre que él. A mí no me lo habrá dejado, pero a sus padres ya no sé —le cogió la cara con ambas manos—. Pero mucho ánimo. No me puedo creer que ya no esté aquí —lo abrazó dando un gran suspiro para no volver a llorar.

ZAC: Preferiría que os lo llevaseis vosotras y no ellos —cerró los ojos de emoción.

Andando por el cementerio en silencio hacia la salida, la pesadumbre se palpaba en el ambiente.

DAVID: ¿Me llevas a casa? —le preguntó a su novio.

HELIOS: Tengo que seguir trabajando. Me he escapado un momento, pero tengo cosas que hacer.

DAVID: Muy bien —le dio un cariñoso ósculo en los labios y se separaron a la salida.

Helios no estaba tan afectado como el resto porque apenas conocía a Efrén, pero lo que le llamaba tremendamente la atención era algunos cabos sueltos del accidente que causó su prematura muerte. Habiendo memorizado todos los detalles del informe de su compañero esa misma mañana, fue a inspeccionar el lugar del siniestro.

Tenía el ceño fruncido. Miraba el barranco por donde cayó el coche y seguía frunciéndolo.

HELIOS: ¿No se supone que se estampó con esa antena? En el informe pone que tanto el coche como la antena estaban destrozados. ¡Es parte de lo que podía ser un escenario de un crimen! —Se indignaba solo de pensarlo— ¿Por qué está ahí como si no hubiera pasado nada? Además, es este el sitio, porque el monte está lleno todavía de pedazos de chatarra del coche.

Prestando atención se dio cuenta de que la estructura metálica que se alzaba imponente en medio del barranco parecía muy reluciente, como si fuera nueva.

HELIOS: ¿Quiere decir que en dos días han venido hasta aquí, y en ese lugar tan inaccesible han reparado la antena? ¿Y de qué es esa antena?

No es que fuera la primera vez que la viera, pero no tenía ni idea de para qué servía. Era como un repetidor de telefonía móvil, pero de unas dimensiones mucho mayores. Vista de lejos ya impresionaba, no quería imaginarse desde más cerca.

Observando el camino de tierra que llegaba hasta allí, aún se apreciaban las huellas del coche de Efrén, y otras de un fuerte frenazo justo en un camino que estaba a unos metros del otro.

HELIOS: Estoy convencido de que esto no fue un simple accidente  —chasqueó los dedos—. Tengo que echarle un vistazo al coche de Efrén que llevaron al desguace.

Y sabía dónde estaba ese lugar. Se acordaba de haberlo visto escrito en el informe de Ferrer, pero además conocía el desguace de haberlo visto al lado de la carretera. No tuvo demasiados problemas para entrar. Enseñar su placa le habría muchas puertas, ya que desde que le ascendieron ya no llevaba el uniforme para trabajar, sino un traje con corbata. Cuando localizó el amasijo de metal de lo que quedaba del chasis perdió la esperanza de encontrar nada, pero al observarlo más de cerca, vio unas marcas alargadas de pintura gris en los costados.

HELIOS: Esto no se hizo con el choque con la antena —pensaba él—. Esto es pintura de otro coche… ¡No puede ser!




La escena que parecía que sucediese a cámara lenta le volvió a provocar el llanto a Zacarías. Creía que ya no le quedaban más lágrimas que llorar, pero al ver a un padre tirando petardos con su hijo, supo que ese tipo de cosas se las iba a perder con Bruno.

ZAC: Al menos me dejaréis verlo, ¿no?

Los padres lo miraron altivo con el niño en brazos y Romeo, que iba al lado de ellos, le miró con compasión mientras subían unas escaleras hacia el despacho del abogado.

—Ya bastante te habrá dejado de todas sus pertenencias —contestó Quim.

—Eres un cazafortunas —espetó Ximo, que llevaba a Bruno en sus brazos— y este plan te ha salido mal. No te vas a quedar con nada nuestro, aunque te vayas a quedar con lo que te haya dejado suyo.

—¡Basta ya! —Gritó Romeo y se paró en medio de las escaleras—. Él está sufriendo lo mismo que nosotros.

Los padres de Efrén se quedaron callados y siguieron andando hasta entrar en el despacho. Se sentaron todos y el abogado procedió a leer el testamento.

Los ojos como platos y la mandíbula desencajada, tanto de Ximo y Quim como de Zac, cuando el abogado leyó el punto en el que la custodia de Bruno quedaba en manos de su marido, Zacarías Huerta Jiménez, además de su casa en Valencia y todos sus ahorros. El pub se lo había dejado a su hermano Romeo, que también se quedó harto sorprendido.

ZAC: Confiaba en mí —dijo para sí mismo—. Para que fuera su padre.

—¡No puede ser! —Se levantó indignado de la silla Ximo, mientras Quim seguía sentado, cogiendo en brazos a Bruno. Luego le quitó el testamento de las manos al abogado y se puso a leerlo.

—¡Pero si llevan casados nada! ¡Y seguro que tampoco hacía mucho que se conocían! —miraba Quim con desprecio a Zac—. ¿Cómo no nos va a dejar nada, si somos sus padres?

Zacarías seguía sentado, pero al ver lo favorable que había sido la sentencia para él, se creció en un momento, se levantó de la silla y los miró a la cara a los dos, mientras Romeo se echó a un lado.

ZAC: Puede que no conociera a Efrén desde hace muchos años. Puede que no lleváramos juntos mucho tiempo. Pero en tan poco tiempo, les puedo asegurar que lo quise y le conocí mucho más que ustedes en toda su vida, que nunca han tenido el más mínimo interés en él. Y ahora si me disculpan —dijo cogiendo a Bruno de sus brazos—, denme a mi hijo.

Cogió todas las cosas del niño y salió del despacho, haciéndole una seña a Romeo para que le acompañara, ante la impotente mirada de los padres de Efrén.

—Cuánto me alegro que las cosas hayan salido bien —le dio un abrazo.

ZAC: Yo también. Lo di por perdido —miró al niño, que lo llevaba en brazos— y ahora es mi hijo.

—De verdad que me alegro —le dio un abrazo—. Lo que no sé es qué voy a hacer yo con el pub. No tengo ni idea de cómo llevarlo.

ZAC: Tu hermano te lo dejó a ti por alguna razón. Confío en su criterio. Y no te preocupes por el pub, que el encargado, Nacho, te lo enseñará todo.

—Menos mal que ya estoy acabando el bachillerato. Pero de todas maneras, no tengo ni dónde vivir.

ZAC: De eso quería hablarte. Verás, llevo desde esta mañana pensando… Yo no puedo vivir más en esa casa. Todo me recuerda a él —paró un instante al sentirse emocionado—. El piso, esta ciudad… todo. Me quiero ir de Valencia. Y por lo que ha dicho el abogado, Efrén ha sido generoso en dejarme tanto dinero… Así que había pensado en dejarte a ti la casa. Para que vivas y desde aquí puedas hacerte cargo del Inframundo.

—¡Pero qué dices! ¡No puedo aceptar esa oferta! Al menos, déjame pagarte un alquiler. O te la voy pagando hasta que sea mía.

ZAC: Bueno —se lo pensó unos segundos—, no te voy a decir que no. Allá donde vaya me tendré que comprar otra casa —le salió una risa espontánea.

Se dieron un abrazo con Bruno de por medio y su tío le dio un beso de despedida en la frente al pequeño.




Muy acelerado estuvo Helios desde que creyó hacer un gran avance en la investigación del accidente de coche que causó la muerte de Efrén. Pero tenía que andar con cuidado ya que, según la comisario, no podía involucrarse. Por ello se llevó al desguace a su compañero Ferrer, que era el que se ocupaba del caso, para mostrarle los restos del automóvil siniestrado. Pero al llegar al lugar al que había estado hacía unas horas, se encontró con que en el lugar donde estaba el vehículo, había otro.

HELIOS: ¡Pero no puede ser! ¡Estaba aquí! ¿Dónde está?

—Yo no tengo ni idea, Villalba. Todavía no lo había visto.

HELIOS: ¿Se le ha hecho autopsia al cadáver? —preguntó echándose las manos a la cabeza.

—¿Qué? ¿Autopsia? ¿Para qué? ¡Si murió de postoperatorio!

Helios miraba con incredulidad el sitio donde debería de estar el coche de Efrén y no estaba.

—¿Qué está pasando? ¿Hay algo que no me estés contando?

Él lo miró con desconfianza y prefirió callarse.

HELIOS: No, nada.

—Te recuerdo además que no puedes inmiscuirte en este caso. Orden de la jefa.

HELIOS: Con ella voy a hablar ahora mismo.

Derecho fue a su despacho en cuanto llegó a comisaría y lo abrió de par en par, haciendo caer una de las manos blancas que colgaban de la pared.

—¡Pero bueno, Villalba, a ver si haces el favor de tocar a la puerta antes de entrar! ¡Menuda falta de respeto!

Mientras ella se levantaba de su asiento para recoger la mano blanca, símbolo del Asirismo, pero que a menudo la gente asociaba con los Discípulos de Asir, Helios empezó a hablar nerviosamente.

HELIOS: ¿Habéis mirado las cámaras de seguridad del hospital?

—¿De qué estás hablando?

HELIOS: Del caso de Efrén Martínez.

Ella lo miró intolerante, se agachó a por la mano y la colgó en la pared. Luego se sentó en su asiento y le invitó a que se sentara él en la otra silla al otro lado de la mesa.

HELIOS: ¡Hay que mirar si recibió alguna visita! —seguía alterado hablando sin parar y moviendo la pierna. Ella lo miraba tranquila.

—Te dije que no investigaras este caso. No es tuyo.

HELIOS: Pero…

—Nada —lo interrumpió—. No hay pruebas de que fuera un crimen, como sugieres. Y ya te dije que no metieras tus narices —se incorporó amenazante—. Te la estás jugando, Villalba.

HELIOS: Ramos, es que yo…

—Sal esta noche —volvió a reclinarse en su asiento con un fajo de papeles en su mano sin hacer caso de lo que decía—. Hoy es la cremà. Sal y diviértete. Desconecta.

Él se levantó de la silla con impotencia de no poder ayudar y se fue.




La mecha se prendió y una hilera de petardos explotó alrededor de la Falla prendiéndole fuego. Ada, Osi, Ulises, Is, David y Helios se habían reunido para ver quemar el monumento del barrio. Sus rostros eran cenizos, pero todos necesitaban una distracción, aunque solo fuera momentánea. Las llamas empezaban a crecer y a dar calor y la gente iba haciendo el círculo a su alrededor cada vez más grande. Todos contemplaban la escena en un lúgubre mutismo. Osi vio las caras de abatimiento y trató de sacar conversación.

OSI: Después de cuatro años aquí, sigo sin entender para qué se hacen las Fallas. Se gastan millones y tardan un año entero en hacer los monumentos, para luego quemarlas.

ADA: Pues para empezar es una tradición —contestó ella, que era la que más sabía al respecto—. Hay varias teorías de cómo empezó todo. La más aceptada dice que era la quema de las sobras de los talleres de los carpinteros que se hacía todos los años en una hoguera purificadora. Luego fueron aumentando en complejidad hasta lo que son hoy en día. Y por supuesto, los asiristas tuvieron que meter sus narizotas para hacer de una fiesta que se suponía pagana para dar la bienvenida a la primavera, en algo religioso —sonrió a Osi—. Sin ofender.

OSI: No me ofende —dijo sacándole la lengua que le arrancó una sonrisa al menos.

DAVID: El año pasado vimos la cremà todos… Lo voy a echar mucho de menos —escondió sus lágrimas en los brazos de Helios.

ADA: Y a Zac también lo echaremos mucho de menos. Hasta al pequeño Bruno —estaba medio llorando y medio riendo.

IS: Lo que no entiendo es para qué tiene que marcharse. Los expertos recomiendan no hacer grandes cambios después de una pérdida así.

HELIOS: Sus motivos tendrá. Sus motivos tendrá —se quedó pensativo mirando a la nada y abrazando a su novio.

El fuego empezaba a avivarse y cogía altura, dando luz y calor a su alrededor, provocando que la gente se alejara cada vez más.

ULISES: Bueno, yo me voy a casa. Tengo series que ver. Y la verdad es que nunca me han entusiasmado las Fallas.

IS: ¿Quieres que te acompañe?

ULISES: No. No hace falta. Quédate con ellos.

Al llegar a casa, lo primero que se encontró al abrir la puerta fue un sobre que ponía su nombre. Al girarlo vio que en el remite ponía “Zacarías”.

ULISES: ¿Para qué me ha dejado una nota si ya se ha despedido de nosotros antes?

En la carta se incluía un mapa con un punto que indicaba un lugar dentro de la Universidad Politécnica.

«Sé que eres la persona más sensata que conozco y es por ello que me gustaría encargarte esta tarea. Hace tiempo que ayudo a unas pobres personas llevándoles comida una vez a la semana. Te agradecería que continuases esa labor. No te puedo contar mucho más, solo que son fugitivos de algo que ni yo sé. Comprobarás que son reacios a hablar si preguntas sobre ellos, pero entiendo que serás discreto en cuanto al tema y que por favor no le comentes a nadie lo que haces o dónde están. Me sabía mal dejarlos de esta manera.

Ni yo mismo sé por qué empecé a ayudarles, porque fueron bastante desagradables al principio. Quizás tenía la esperanza en el fondo de mi corazón de que supiesen algo sobre Benjamín, pero creo que ya me doy por rendido con el tema. Tendré que afrontar que desapareció y nunca más va a volver.

Espero que todo os vaya muy bien. Un beso.»




Zac no quiso perderse la cremà de la Falla del Ayuntamiento, ya que era posible que no viera Fallas en algunos años. Se metió en el tumulto de gente con el carro de Bruno y cuando las llamas eran tan grandes como los edificios colindantes, se acercó un momento y lanzó todos los papeles que tenía de Efrén y su diario.

ZAC: Al menos si buscan, no van a encontrar pruebas de nada —pensó—. Yéndome de aquí por lo menos evitaré más problemas, para mí y para mis amigos.

Se apoyó en el carro de Bruno y lo miró apenado, pero ya no le quedaban más lágrimas que llorar. Una conversación entre dos señoras le distrajo unos instantes.

—Qué buena alcaldesa tenemos. Mírala ahí, en el balcón del Ayuntamiento.

—Tan campechana ella.

—¿Qué está haciendo?

—Chica, está animando a las Falleras Mayores. Que están llorando porque su reinado se ha acabado.

—Hay que ver, qué buena mujer.

—¿Has oído alguna vez la historia esa del novio que se dice que tiene?

—Siempre se ha rumoreado que es heterosexual de esos.

—Pues se ve que tiene al amante encerrado en casa sin poder salir.

—¿Pero qué me cuentas?

—Como te lo cuento. Y hay más. Dicen que hasta hay un túnel secreto entre el Ayuntamiento y un pub de ambiente heterosexual que hay en la calle de al lado.

—¡No! —dijo boquiabierta.

Zac se fue de allí y una vez más, le resbalaron lágrimas por las mejillas. Parecía que no podía haber más allá de donde venían, pero conforme se alejaba con el carrito y Bruno, se las tenía que quitar de la cara.

ZAC: Purificación. Renovación. Hasta siempre, Efrén. Hasta siempre, Benjamín. Hasta siempre, Valencia.



Próximo episodio: lunes, 30 de abril de 2012 a las 21:00.

lunes, 16 de abril de 2012

4x07 VIDA O MUERTE (Primera parte)


Priviuslí, en El mundo al revés: Efrén confesó a la policía lo que sabía sobre Noé y los terroristas y a continuación alguien le provocó un accidente con su coche.

Los padres de Efrén, Quim y Ximo, viven y trabajan en Reino Unido. Y su hermano, Romeo, estudia en un internado.




PARTE 1


La ambulancia que llevaba a Efrén a urgencias llegó rápidamente al hospital La Caridad. En la entrada estaba esperando Zac, que era el contacto de emergencia que los ATS habían encontrado en el móvil del accidentado. Por el camino habían logrado reanimarlo, pero su condición era muy grave.

ZAC: Te quiero —le dijo cogiéndole de la mano a su marido entre lágrimas, mientras corría al lado de su camilla, que la estaban metiendo en quirófano.

Efrén sonrió levemente, pero pese a sus esfuerzos no fue capaz de articular palabra. Cuando traspasaron unas puertas no dejaron continuar a Zacarías, que se quedó en la sala de espera. Un enfermero se le acercó y le pidió el seguro de su marido, ya que aquello era un hospital privado. Zac se fue corriendo a casa a buscarlo, sabiendo que no estaba lejos y que la cirugía tardaría, según le dijeron los médicos antes de entrar.

Una vez llegó corriendo a la casa de ambos, se puso a rebuscar entre los cajones y al coger un pequeño tomo que parecía un diario, una hoja de papel cayó de dentro. La cogió para dejarla donde estaba, pero al abrirse no pudo evitar leerla:

«Si vas a la policía o se lo cuentas a alguien, tu marido y tu hijo están muertos. Sabes a lo que me refiero. Disfruta de la Renovación. Puede ser tu última.

Ya sabes quién soy.»

ZAC: Qué extraño —pensó—. Parece una amenaza muy seria… ¿O será una broma? No lo creo… ¿Sería esto lo que me quería decir?

Le echó una ojeada al diario y supo que lo que le ocultaba era algo muy gordo, como bien le había dicho en la nota que dejó Efrén antes de tener el accidente.

ZAC: Me siento mal. No debería de mirar esto. Es un diario personal —dijo en voz alta, metiendo el papel que se había caído dentro y cerrándolo de nuevo—. Que me lo cuente él. Confío en él. Aquí están los papeles del seguro…

—¿Hablas con alguien? —preguntó una chica desde el comedor.

ZAC: No, no. Me vuelvo al hospital, que ya tengo los papeles. Tú cuida del niño, que no me parece un buen lugar para que esté allí. Ya te pagaré según las horas que hagas.

—Muy bien, no te preocupes. Me puedo quedar aquí el tiempo que sea.

Zac se metió los papeles del seguro en una bolsa, pero cogió también el diario. Prefería llevarlo consigo antes que dejarlo allí.

Al volver al hospital, todos los amigos estaban ya en la sala de espera.  Le ofrecieron sus ánimos y todos parecían muy preocupados, pero fue David el primero en darle un abrazo. El cirujano salió para informarle a Zacarías de que Efrén había sido operado con éxito, pero permanecía en cuidados intensivos, con pronóstico reservado. No sabía si se iba a despertar. Todos se quedaron hechos polvo al conocer la noticia, especialmente su marido, pero insistió en que se fueran a casa. Era casi mediodía y llevaban allí desde la madrugada anterior. Al marcharse los demás y sentarse a esperar él solo, volvieron sus pensamientos sobre la nota que había descubierto y el diario. Se le pasó lo peor por la cabeza y pensó que quizá no despertaría para contarle eso.

ZAC: ¿Y si eso que esconde es la causa de ese accidente de coche tan extraño en el sitio ese tan apartado? —meditaba él—. ¿Y si no fue un accidente y fue provocado? ¿Y si con ello puedo averiguar los culpables de esto?

Demasiadas preguntas y una sola manera de resolverlas: abrió el diario desde el principio y se puso a leerlo. Conforme pasaba las páginas experimentó un diverso arco de emociones. Primero de amor hacia su marido, que empezó a investigar con el fin de poder encontrar a Benjamín. Benjamín. Hacía tiempo que no pensaba en él, pero nunca se podría olvidar de aquella misteriosa desaparición. Estaba claro que la gente desaparecía periódicamente. Era algo normal. Pero no imaginaba que un día le tocaría tan de cerca. Después sintió curiosidad. Los padres de Tirso trabajaban para alguien que tenía como objetivo a los Discípulos de Asir. Lo que él pensaba que era una simple secta resulta que conforme seguía leyendo se convertía en una entidad más y más poderosa, con tentáculos en todos los ramales de la sociedad.

ZAC: Un momento —pensó—. ¿Pueden ser ellos los culpables de que las personas a las que voy a dar comida estén escondidas? Según dijo Néstor por culpa de esos cabrones… Y luego se calló. ¡Y le dijo a la madre que por qué nombraba a Asir! ¡Santa Ast! —Se alegró por un momento de haber llegado a esa conclusión él solo—. Mierda. Mierda, mierda y más mierda —cayó en las repercusiones—. Y por ello a lo mejor Efrén tuvo este accidente. ¡Se lo provocaron! O si no, ¿para qué iría él por ese camino a esas horas de la noche? Me dijo que me quería contar algo y va y justo le pasa eso…

Un bostezo le interrumpió el hilo de pensamientos y justo en ese momento llegaba Osi con su pijama de médico y su bata. Él estaba trabajando esa noche y se pasaba de vez en cuando para ver si había novedades.

OSI: ¿Alguna noticia?

ZAC: No, qué va —volvió a bostezar.

OSI: ¿Desde cuándo no duermes?

ZAC: ¿Cómo? Pues… Desde…

OSI: Anda, hazte un favor a ti mismo y vete a casa a dormir un poco. Lo tienes aquí al lado. Aunque solo sean unas horas. Is y yo estaremos por aquí, y si hay cualquier progreso te avisamos enseguida.

ZAC: No sé yo si…

OSI: Venga, hombre —le dijo levantándolo de la silla y empujándolo para que se fuera—. Descansa un poco, que estas sillas son mortales para dormir.

Después de oír las palabras sabias de su amigo se iba a ir a su casa, pero su curiosidad le llevó a otra parte. Una vez en la Universidad Politécnica, despertó a las personas a las que llevaba comida con un sobresalto, por las horas de la madrugada que eran. Al confesarle a Néstor lo que había averiguado su marido Efrén y lo que le había pasado, él no tardó en darle la razón. Ellos también huían de los DA.

—Algunos de nosotros averiguaron, como tu marido, cosas que no debíamos. Otros tienen motivos diferentes para estar aquí. Pero el resultado de saber lo que no deberías es lo que le ha pasado a tu esposo. Ten mucho cuidado a partir de ahora. O podrías acabar viviendo una vida como la nuestra…

ZAC: Se podría decir que sois fugitivos…

—Llámalo así si quieres.

Zacarías se fue asustado hacia su casa. Estaba pegando cabezazos a la vez que andaba hacia su piso, pero el sonido de los petardos, incluso a esas horas, lo devolvía a la realidad. Llamó a Osi para ver si había novedades, pero todo seguía igual, así que en cuanto llegó a casa y su oreja tocó la almohada, cayó rendido.

Mientras tanto en el hospital, Osi se había puesto su ropa de calle para marcharse ya, pero se encontró con David.

OSI: ¿Pero qué haces aquí a estas horas?

DAVID: Ay, Osezno. Que estaba en casa de Helios durmiendo y no podía pegar ojo. Le he dicho que me trajera para ver cómo iba.

OSI: Pues sigue igual. De momento no ha recuperado la consciencia.

DAVID: Qué mal, Osi. ¿Y si no despierta y no tengo la ocasión de arreglarme con él? ¿Sabes el tiempo que llevábamos enfadados? Creo que no podría con eso…

OSI: Podemos hacer una cosa —dijo pensativo—. Te puedo colar sin que se entere nadie y tú lo ves, pero a través de un cristal. Como he hecho antes con Zac. Pero un momentito solo.

DAVID: ¡Muchas gracias! —le dio un abrazo, emocionado.

Osi se fue a su casa y dejó a David a solas con Efrén para que le dijese lo que quisiese a través de un cristal. Solo de verlo en esas condiciones le partía el corazón. Pero necesitaba hacerlo.

DAVID: Espero poder decirte esto cuando te despiertes. Eras tan buen amigo mío y de repente… En fin. Que os deseo todo lo mejor para ti y para Zac. Os queréis y eso se nota. Seguro que cuando recuperes la consciencia os ponéis a tener hijos como conejos y sois felices hasta que seáis abuelitos —notó que se le humedecían los ojos—. He sido egoísta. Espero que puedas oírme. De verdad que lo siento. Tienes que entenderme. Tienes que entender por qué me sentó tan mal lo tuyo con Zac. No solo porque fuera mi ex, es que yo… Yo te quer…

¡Pip!

Una de las máquinas hizo un pitido y a David le pareció ver que Efrén movía un dedo.

HELIOS: ¡David! —apareció por detrás—. Por fin he aparcado. ¿Sigue igual entonces, no? —preguntó apenado. Cuando se giró se dio cuenta de que tenía los ojos llorosos—. ¿Estás bien?

DAVID: No. No estoy bien —le acarició la cara—. Mejor nos vamos. Aquí no podemos hacer nada. Bastante mal me sabe que me hayas traído aquí en medio de la noche. Que tú mañana trabajas.

HELIOS: Che, no pasa na. La situación es entendible. ¿Te vuelves a mi casa?

DAVID: Mejor llévame a la mía. No quiero molestarte más.

HELIOS: Que no me molestas, tonto —le dio un beso cariñoso en los labios y se fueron abrazados.

La escena la estaba contemplando Noé desde su escondite. Leocadia estaba detrás de él y la niña parecía la mar de contenta de haber salido por fin a la calle. Esperaron a que la enfermera que había dejado pasar a David se fuera al baño, y cogió una cuña de madera y la apretó contra la puerta para que no pudiera salir. Después se colaron en la habitación donde estaba aislado Efrén.

NOÉ: Vaya, vaya, vaya. Con que estás inconsciente. Espero que puedas hacer algo —le dijo severamente a la niña, luego siguió dirigiéndose a Efrén—. Casi lo consigue Eliseo. Hace un buen trabajo, el hombre. Pero al final, si quieres que algo se haga bien, lo tienes que hacer tú mismo… Luego saldrás en las noticias como todos esos casos de misteriosas desapariciones o de muertes en extrañas circunstancias. No… ya arreglaré yo eso. Los Discípulos nos ocupamos de borrar el rastro de nuestros secuestros o de nuestras liquidaciones. A ver si te crees que eres el primero en meter las narices en nuestros asuntos. Que desaparezca gente hoy en día se ve como algo normal, y todo gracias a nosotros. Bueno, no te creas que los matamos a todos. Algunos nos los quedamos. Pero eso ya no es asunto tuyo… Qué chispa que tengo, aquí contándote mi vida —dijo retorciéndose su canoso bigote—. Por cierto, que sepas que no tenemos a tu hermano. Era un farol. Pero me alegro de que picaras el anzuelo. ¡Leocadia! Empieza con las preguntas.

—Está durmiendo. No puedo.

NOÉ: Podrás.

La niña lo intentó, pero Efrén evidentemente no contestaba. Noé la forzó a que lo intentara otra vez y le dio un cachete en la cabeza. Ella ponía todo su empeño tratando de demostrar que podía. Pero después de unas cuantas tortas de Noé, se puso a llorar de impotencia. Él le tapó la boca.

NOÉ: ¡Basta! —le dijo bajando la voz—. No podemos llamar la atención. ¡Vuelve a preguntarle!

Leocadia se concentró y puso todo su empeño en la pregunta.

—¿Le has contado a alguien más, aparte de a la policía, lo que has averiguado sobre los Discípulos de Asir?

Los labios de Efrén se movieron solos, sin abrir los ojos. Solo las constantes vitales parecieron indicar mayor actividad cerebral.

EFRÉN: No —contestó a duras penas.

NOÉ: Mejor —sonrió maléficamente—. Así solo me tendré que ocupar de uno —sacó una jeringuilla con algo de líquido blanquinoso que llevaba en la chaqueta preparada—. Va a ser bastante fácil hacer creer a la gente que moriste de un accidente de tráfico. Ya estoy viendo los titulares —gesticuló estirando la palma de la mano derecha—. “Ex futbolista muere en accidente de coche, teniendo antecedentes de conducir bajo el efecto de las drogas tres años antes.” Queda bien, ¿verdad? Encima ayer, un sábado por la noche y en Fallas. La gente sacará sus propias conclusiones —clavó la aguja en su vía e inoculó el líquido dentro—. Las muertes post quirúrgicas son muy habituales. Nadie sospechará nada.

Bum, bum, bum. Se oían golpes en la puerta del baño por la enfermera que no podía salir. Él miró y se apresuró.

NOÉ: Podrías haber sido un gran archienemigo. Pero no podemos arriesgarnos más. Es un caso de vida o muerte. Y al final… la curiosidad mató al gato.

Cuando las máquinas dejaron de monitorear el pulso y pasaron a emitir un molesto pitido, cogió a Leocadia de la mano, que estaba roja de llorar y del esfuerzo que había hecho, fue a la puerta del baño y quitó la cuña dándole una patada y apartándola bien lejos para que la enfermera no la viera.

NOÉ: ¿Está usted bien? —preguntó amablemente cuando salió la enfermera del baño, apurada.

Al ver a un hombre canoso con bigote, tan bien vestido y con una niña de la mano se tranquilizó.

—Gracias por sacarme.

NOÉ: De nada. Se habría atascado la puerta. Por cierto, viene un pitido de por allí —dijo señalando hacia la habitación de Efrén y siguió caminando cogiendo a Leocadia de la mano.

Las horas habían pasado y Zac por lo menos había descansado algo. Se había despertado optimista. Creía que esa actitud ayudaría a la recuperación de su marido. Además, tenía ganas de contarle lo que había averiguado. Tenía ganas de compartir eso con él y de arreglar las cosas. Ya no tenían que haber más secretos entre ellos. Ni por una parte ni por la otra. Pero al llegar a la habitación y encontrársela vacía, se temió lo peor. Y acertó. El mundo se le vino encima. Si aquello eran las consecuencias de lo que sabía, mejor que no se enterase nadie más. No podía contárselo a nadie. Y mucho menos a sus amigos.


Próximo episodio: lunes, 23 de abril de 2012 a las 21:00.

lunes, 9 de abril de 2012

4x06 NOÉ


Priviuslí, en El mundo al revés: Noé fue cura de la congregación valenciana de los Discípulos de Asir donde iba Osi con sus madres, pero más tarde se radicalizó y decidió pasar a la acción, formando una banda que atentaba contra objetivos relacionados con el colectivo heterosexual. Además, el año pasado destruyeron las instalaciones de sus enemigos, los Siervos de Suty, para recuperar lo que era suyo. Entre lo cual, Noé se quedó con un “arma” que necesitaba entrenar y que le haría saber la verdad sobre la muerte de su novio Israel, que resultó malherido durante esta operación y no fue atendido por Ada en el hospital para salvarle la vida.

El Consejo es la autoridad máxima de los Discípulos de Asir y es ante los cuales responde Noé.

Efrén descubrió a Noé como líder de los terroristas, pero no puede confesar a la policía porque lo han amenazado con matar a su marido Zac y a su hijo. Efrén tiene un hermano que se llama Romeo estudiando en un internado.




Pleno mes de marzo y la plaza del Ayuntamiento de Valencia estaba abarrotada de gente. La multitud, formada tanto por valencianos como por miles de turistas que visitaban la ciudad por esas fechas, estaba esperando a que se pronunciaran las palabras que daban comienzo al espectáculo. La megafonía se encendió y la Fallera Mayor, desde el balcón del Ayuntamiento, dio permiso para empezar, a las dos en punto del mediodía.

«Senyor pirotècnic, pot començar la mascletà (Señor pirotécnico, puede empezar la mascletà)»

La pólvora empezó a retumbar en los tímpanos de los asistentes en una rítmica danza que hace disfrutar con el vibrar de todo el cuerpo. La multitud miraba atenta hacia arriba y algunos niños pequeños, que posiblemente presenciaban su primera mascletà, lloraban de miedo. Sus padres los tranquilizaban a la vez que se reían y les decían que abriesen la boca, para evitar problemas auditivos. Después de minutos de acordes retumbantes en la esfera azul, el ritmo se empezó a acelerar, anunciando que se acercaba el estruendo final. Pero además del bombardeado cielo, otras explosiones se empezaron a escuchar entre el público. Seguido de gritos y alarmas de algunos establecimientos, un par de estallidos lanzaron a decenas de personas por los aires, aunque cuando cayeron ya solo eran partes de ellas.

Todo el mundo empezó a correr hacia todas partes y el ya de por sí caos se convirtió en una marabunta de gente chocándose entre sí. Nadie paraba. Si alguien caía al suelo le pasaban por encima. La mascletà seguía en su tramo final, pero los gritos de las personas quedaban ahogados ante tal fragor. Desde las alturas se podía ver una gran zona donde no había movimiento, porque estaba repleta de cuerpos yaciendo en el suelo. Pero toda la otra parte de la plaza ni se había enterado de lo que estaba pasando.

—¿Será que ha caído un petardo allí al medio? —le decía una señora a otra mientras lo daban todo intentando escapar.

De entre la multitud apareció Noé a contracorriente de todos. Caminando con seguridad y sacándose una pistola de la espalda, se acercó a la zona donde aún quedaban personas agonizando en el suelo. Se agachó y le puso la pistola en la frente a un chico.

—No me mates, por favor. Te lo ruego —le suplicó desde el suelo y ensangrentado.

NOÉ: Te he visto besando a una mujer. Siempre os ponéis en el mismo sitio en las mascletàs. Maldito desviado.

Apretó el gatillo sin dudarlo un momento y no le hizo falta ni usar un silenciador, ya que el alboroto general sumado al apoteósico desenlace lo encubrían. Noé se limpió el arma y empezó a arrastrar a otro hombre que estaba en el suelo y que parecía consciente. El trágico panorama de muerte y desolación contrastaban con los aplausos y el jolgorio de los espectadores del otro lado, que celebraban el término de la mascletà, ajenos a lo que estaba pasando.

Pronto apareció un hombre muy corpulento y calvo con perilla, y entre la confusión de la gente que seguía corriendo, ayudó a Noé a meter a aquel hombre en una furgoneta que tenían aparcada en un callejón asiduo. Lo ataron y lo amordazaron, ya apartados de la multitud, cerraron las puertas y se fueron de allí.

—Una gran operación —proclamaba contento el hombre que parecía un rinoceronte—. Con esas bombas nos hemos quitado a uno cuantos fabricaniños de encima. Deberían de morir todos…

NOÉ: Sin duda, señor —se miraba en el espejo retrovisor y no se le había movido ni un pelo de color salpimentado de su clásico peinado de raya al lado—. Pero todas estas cosas no nos acercan a las nuevas instalaciones de los Siervos de Suty. Tienen que haberse ido a alguna parte. Y se me están agotando los recursos… Tenemos que recuperar lo que nos pertenece. Lo que aún se llevaron —recalcó, hablando iracundo entre dientes.

—Dentro de poco, estoy seguro.

NOÉ: Por lo menos tenemos que intentar no llamar la atención en nuestro día a día. Yo antes me llevaba muy mal con mi casero y por culpa de eso nos descubrió el otro pazguato. El día que trasladamos todo el material para esta operación, le dejé entrar para que viera que no oculto nada.

—¿A Efrén Martínez?

NOÉ: ¡No! —le dijo dándole un cachete en la calva. Sabía que era diez veces más fuerte que él, pero también sabía que lo tenía dominado—. Me refiero a mi casero, David. Ahora nos llevamos de maravilla y así me evito problemas.

—¿Cómo va tu arma secreta? Si puede saberse…

Noé lo miró desdeñoso, advirtiendo que la pregunta había sido un poco inoportuna, pero quiso contestarle.

NOÉ: Tenemos suerte de tenerla —se retorcía su canoso bigote—. El Consejo me permitió quedármela por conseguir a los otros, y si no fuera por ella, ahora mismo no tendría esperanzas de encontrar a esas ratas de los SS.

El hombretón seguía conduciendo, aunque muy atento a lo que le decía.

NOÉ: He sido pionero en entrenarla. Hacía siglos que no se hacía. Antes incluso los entrenaban para ser telequinéticos. Imagínate que arma tan poderosa podría ser. Pero ahora no se puede por lo que tú ya sabes… Israel estaría orgulloso de mí.

—Ya hace más de un año, ¿no?

Noé, que normalmente no permitiría ese tipo de preguntas personales, se ablandó al recordar al que pudo haber sido el amor de su vida.

NOÉ: Sí. Y no me acuerdo de él todo lo que debiera…

Por fin llegaron a la casa de Noé, aparcaron la furgoneta en la parte trasera y entre ambos sacaron al secuestrado maniatado.

NOÉ: Eliseo, quédate aquí mientras voy a por ella —le mandó, y él obedeció.

Se dirigió a una habitación que tenía muchas cerraduras y pestillos y las fue abriendo una a una. Cuando terminó, abrió la puerta y ante él apareció una niña, que tendría unos ocho años, y que llevaba una muñeca pordiosera y sucia en las manos. La habitación por dentro disponía de las comodidades básicas, aun siendo muy simple. La niña fue a salir del cuarto como si supiese perfectamente qué iba a hacer. Tenía un aspecto saludable, sin embargo, algunos pequeños moratones en la cara y en las piernas asustaron un poco a Eliseo cuando la vio por primera vez.

NOÉ: Es hora de entrenar. Ya sabes dónde tienes que ir.

La niña asintió muy seria y se dirigió sin vacilar a otra habitación de la casa, donde al abrir la puerta encontró al hombre que se habían llevado de la mascletà. A la niña no pareció impresionarle que estuviera atado a una silla y amordazado. Al quitarle la mordaza Noé, preguntó y suplicó que no le hicieran daño.

NOÉ: Adelante, Leocadia. Hazlo. Y esta vez más te vale que lo hagas bien.

Eliseo presenciaba la escena desde la puerta mientras Noé cogía la cabeza del hombre para que no forcejeara. La niña se puso delante del hombre mirándolo y le preguntó muy fríamente, casi dándole una orden.

—¿Cómo te llamas?

—Tomás —le salió de la boca y él mismo se sorprendía de haberlo dicho.

—Tomás qué más —inquirió la siniestra niña.

—Tomás Sánchez Mora —parecía que decía casi en trance.

Noé sonreía mientras comprobaba que su nombre coincidía con el que llevaba en su DNI y le echó una mirada cómplice a Eliseo.

—Funciona —sonreía satisfecho y fascinado Eliseo.

—¡¿Pero qué me estáis haciendo?! —preguntó nervioso el rehén al ver que no tenía control sobre lo que decía.

NOÉ: Ahora el PIN —le ordenó a la niña enseñándole una tarjeta de crédito que había sacado de la cartera también.

—Dime tu número secreto de esa tarjeta.

El maniatado la miró frustrado e hizo un esfuerzo por no abrir la boca. Se mordió la lengua para no contestar, pero sus labios ya se estaban moviendo solos, proporcionándoles los números que necesitaban oír sus raptores.

Una vez Noé hubo comprobado con el ordenador y el acceso a su cuenta bancaria mediante internet que el número era correcto, volvió a la habitación, contento.

NOÉ: Encárgate de él —le mandó a Eliseo—. Y tú —se dirigía a la niña mientras salían del cuarto y se oyó un tiro disparado con un silenciador—, buen trabajo. Después de un año de entrenamiento, por fin ha dado resultado. Hoy no necesitas escarmiento, así que vuelve a tu habitación. Ahora te llevo tu bandeja con la cena.

—¿Cuándo podré salir del cuarto? —preguntó Leocadia ante la dura mirada de Noé—. Son Fallas y se oyen petardos por todas partes. Cuando eran Fallas mi madre y yo tirábamos petardos…

NOÉ: Verás, Leo —se puso de cuclillas para mirarla a la cara y le contestó amablemente—. Tú eres como una joya muy preciada. Si la gente descubriese lo que eres capaz de hacer y que te tengo aquí, todo el mundo querría tenerte. Y entonces correrías un grave peligro.

—Yo no se lo diré a nadie. Lo prometo —suplicó la niña.

Antes de que acabara de hablar, a Noé se le acabó esa poca paciencia de la que disponía y le cruzó la cara. Ella, en vez de venirse abajo, parecía acostumbrada a ese trato y solo se puso la mano sobre la mejilla.

NOÉ: Al final te he tenido que pegar. Bastante es con que me haya ocupado de ti desde que murió tu madre el día de las explosiones.

—La tenías que haber salvado a ella también de esos hombres malos que nos atacaron —dijo en voz baja y más sumisa.

NOÉ: Por lo menos te salvamos a ti —puso un tono afable de nuevo—. Y da gracias que dio la casualidad de que pasábamos por allí. Intentamos salvar a tu madre, pero no pudo ser.

—Vale… papá.

NOÉ: ¡No soy tu padre! —encolerizó de repente—. ¡No soy tu padre! ¡Te dije que solo fui tu simiente! Ni siquiera conocía a tu madre. ¡A tu cuarto! —le dijo cogiéndola del brazo. La metió dentro y cerró los cerrojos—. ¡Hoy te quedas sin cenar!




Al día siguiente Noé fue a la sede del Consejo, ya que una importante votación estaba llevándose a cabo. Era un lugar bastante recóndito que se encontraba en la frontera entre Albacete y Valencia. Se trataba de un edificio que formaba parte de un pequeño poblado abandonado, que en su tiempo tuvo el fin de albergar a los trabajadores que construyeron una presa hidrológica. Un refugio perfecto por donde nadie pasaba hoy en día. Estaba cerca de un río y para bajar desde arriba de la montaña la carretera era estrecha y estaba en malas condiciones. Noé conocía el camino por haber estado antes. No obstante, tuvo mucho cuidado al conducir por aquellos estrechos carriles de doble sentido. Al acabar la carretera, todavía tenía que hacer un buen tramo a pie.

Una vez allí se produjo la votación en privado y él esperó en una sala contigua. Al acabar, la madre de Osi, Epifanía, le informó que había sido elegido para formar parte del Consejo de los Discípulos de Asir, la máxima autoridad dentro de la secta.

—Bienvenido y enhorabuena —le dijo cogiéndole las dos manos—. Ha sido una votación apretada. No todo el mundo quería que vosotros los terroristas pasarais a tomar parte de las importantes decisiones, aunque yo por mi parte, creo que ya era hora de que alguien pasara a la acción.

NOÉ: Muchas gracias, Epifanía —le devolvió el apretón de ambas manos, y al tocarle un poco el brazo notó sus cicatrices de quemaduras. Epifanía se soltó y se bajó la manga deprisa—. Siendo tú uno de los miembros más antiguos del Consejo, me honra que me des la bienvenida.

—A partir de ahora puedes entrar en las instalaciones libremente. Aquí tienes tu pase —le entregó una tarjeta de seguridad—. Pero recuerda que solo funciona si la usas a la vez junto a otra tarjeta de otro miembro. No puedes entrar tú solo. Ya sabes, medidas de seguridad para que nadie tome decisiones por su cuenta.

Ese tipo de restricciones le molestaban un poco a Noé. No obstante, lo tenía que aceptar. Ella se dio la vuelta para marcharse, pero conforme se iba se giró otra vez.

—Ah, y enhorabuena por la operación de ayer. Un lugar muy bien escogido para poner explosivos. Seguro que esos procreadores no se lo esperaban…




Al día siguiente, en la televisión, todavía seguían conmocionados por el atentado.

«La policía sigue investigando el paradero de la banda terrorista heterófoba que ocasionó cuarenta y dos muertos en la mascletà. Apenas se sabe nada de este grupo radical, ya que son muy cuidadosos. Tampoco se han puesto nombre ni han manifestado exigencias. Por lo que se sabe, sus objetivos siempre están relacionados con personas del colectivo heterosexual, por lo que los medios de comunicación los han bautizado como los terroristas heterófobos.

Pasando finalmente a nombrar la lista de desaparecidos con sus fotos correspondientes…»

Efrén apagó la televisión desde el salón de su casa. Se sentía culpable, porque él sabía quién era el responsable y no estaba haciendo nada al respecto. Se sacó la amenaza de Noé del bolsillo y la volvió a leer: “Si vas a la policía o se lo cuentas a alguien, tu marido y tu hijo están muertos. Sabes a lo que me refiero. Disfruta de la Renovación. Puede ser tu última. Ya sabes quién soy.”  Sintió el mismo miedo que le recorría todo el cuerpo cada vez que la leía, pero por culpa de tener que ocultar lo que vio, su matrimonio se había convertido en un infierno. Se levantó decidido del sofá, dejó la nota dentro del diario donde había escrito todo lo que había averiguado sobre los DA, y antes de ir a comisaría a confesarlo todo, dejó una nota para Zac, diciéndole que tenían que hablar y que cuando volviera le tenía que contar una cosa que le había estado ocultando y que era importante.

Después de prestar declaración en la comisaría, Efrén se sintió como nuevo. Sabía que estaba haciendo lo correcto, pero seguía sintiendo el poder de coacción de Noé a cada movimiento sospechoso de cualquier persona por la calle. A esas horas de la noche no había casi nadie. Solo se oían petardos lejanos, ya que en Fallas es habitual. Antes de subirse al coche se le ocurrió mirar debajo, por si le habían puesto una bomba. Al agacharse, un estruendo que provenía del otro lado del coche le hizo pegar un salto. Dos niños habían tirado un petardo y se iban corriendo y riéndose. Cuando se levantó le entró una risa nerviosa.

EFRÉN: Efrén, ves muchas películas —pensó para sí mismo—. Quizás estuviera exagerando.

Se montó al coche y se dirigió a casa. En la calle se respiraba ambiente de fiesta. Según por donde pasara, había verbenas repletas de gente, y otras calles estaban llenas de falleros borrachos tirando petardos o bailando al son de cualquier música cercana. De repente, el sonido de que le había llegado un SMS rompió su aparente estado de quietud.

“Soy Noé. Sabemos lo que has hecho. Te lo advertí. Tenemos a tu hermano Romeo como rehén. Acude a este punto”.

Las pulsaciones las notaba hasta en las sienes, pero tenía que seguir conduciendo. De un volantazo cambió de dirección bruscamente y se fue hacia las afueras de la ciudad. El sitio indicado en el mapa estaba apartado de toda civilización. Ni se había planteado qué ocurriría cuando llegase allí, pero estaba dispuesto a dar su vida por la de su hermano.

Circulando ya por la carretera que accedía al lugar señalado, notó en las malas condiciones que estaba. Con la oscuridad que había y la escasa iluminación era muy peligroso…

¡Bum!

El cinturón de seguridad evitó que se golpeara la cabeza con el volante del impacto que le habían propinado por detrás. De la nada apareció un coche gris que le estaba empujando violentamente. Fue entonces cuando se percató de que un barranco se abría a su derecha. Sin dejar de conducir, intentó arrimarse a la izquierda, pero el otro vehículo fue más rápido y al posicionarse a su lado lo empujó hacia el precipicio. La rueda trasera derecha del coche de Efrén se salió de la carretera, no obstante logró subirse de nuevo al seguir acelerando y consiguió dejar el otro coche atrás. Sin embargo, lo seguía muy de cerca y continuaba colisionando con él, aunque ya no lo podía empujar hacia el barranco. Hundió su pie sobre el pedal del acelerador, pero la carretera se bifurcaba en ese punto y con un giro hábil de volante se desvió por un camino de tierra. El otro automóvil derrapó para evitar estamparse contra un árbol en medio de la bifurcación y giró hacia el otro lado. Efrén seguía conduciendo y respiró tranquilo al haberlo perdido de vista, aunque el camino empezó a estrecharse. Había más y más baches y tremendos agujeros. No se había planteado a dónde llevaría aquel recorrido. Los árboles a ambos lados le tapaban la visión periférica, y al ver un claro a su izquierda apareció de repente el coche gris, que iba a su misma velocidad, paralelo a él, por otro camino muy cercano. Cuando volvió a mirar al frente su camino se había acabado. El otro conductor frenó de golpe y sus reflejos hicieron lo mismo, pero no pudo detener el coche y se metió en pleno monte descendiente. Esquivando árboles tan rápido como podía bajando la pendiente a toda velocidad, la montaña se acabó también, dando paso al barranco, que estaba a unos metros de desnivel. Sintió volar y fue como si el tiempo se hubiese ralentizado durante unos instantes. Sintió paz. Luego colisionó contra el suelo y dio un par de vueltas de campana antes de chocar contra una especie de antena gigante. Fue cuando todo se tornó negro.


Próximo episodio: lunes, 16 de abril de 2012 a las 21:00.

lunes, 2 de abril de 2012

4x05 ZAC


Priviuslí, en El mundo al revés: Zac y Efrén han estado de luna de miel desde verano y al final Zac convenció a Efrén para que fueran a casa de sus padres en Reino Unido, para ver al pequeño Bruno y porque estaba harto de viajar. Lo que él no sabe es que Efrén pretendía mantenerse alejado de España porque los terroristas lo amenazaron para que no delatara al líder, Noé.

Estando en Reino Unido, Zac sorprendió a Efrén encerrado en un cuarto y llorando. Él evadió sus preguntas y le dijo que hablaría de ello cuando estuviese preparado.

Efrén pareció identificar la voz de Jaime el día que se coló en la casa de Noé y estaba preocupado por Luis, al haberse ido juntos al extranjero.

El año anterior, un día que Zac fue a estudiar al Politécnico, alguien le disparó desde un edificio de una zona poca transitada y él se marchó de allí al recibir un mensaje desde el móvil de Benjamín, advirtiéndole de que huyera.




Al quitar una sábana que cubría los muebles del salón, una nube de polvo inundó la habitación. Ambos tosieron e hicieron gestos con las manos para apartarlo, pero estaba por todas partes. Zac abrió el balcón mientras Efrén seguía destapando muebles y el sofá.

ZAC: ¡Si es que es normal! Teníamos que haber contratado a alguien para que limpiara mientras no estábamos.

EFRÉN: No hacía falta. Ahora nos dedicamos un par de días a limpiar y ya está.

El pequeño Bruno empezó a toser y Zac se lo llevó a su dormitorio, pero no podían escapar del polvo en ninguna estancia de la casa. Cerró la puerta y abrió la ventana, dejando entrar los matutinos rayos de sol.

ZAC: Si hubiéramos venido antes por lo menos… Mira que decirme que íbamos a volver y aún estuvimos en casa de tus padres otro mes más —le gritaba encerrado en el cuarto—. Menos mal que aguantaron un poco los caballos, porque el primer día fue la muerte. ¿O no? ¿Efrén, me oyes?

EFRÉN: Sí, sí. Estaba hablando con Ada por teléfono para decirle que ya estamos aquí —se fue acercando hasta que abrió la puerta—. Me ha dicho que les enviamos una postal desde Atenas —se paró a la altura de la puerta y mirándolo con desaprobación.

ZAC: Sí, ¿vale? Se la envié yo. Pensé que estarían preocupados.

EFRÉN: ¿Y por qué lo hiciste cuando te pedí específicamente que no lo hicieras?

ZAC: ¡Porque yo hago lo que me da la gana, Efrén! —estalló después de estar mucho tiempo acumulando ira— ¡Que no soy tu esclavo! Pienso por mí mismo.

EFRÉN: Vale, vale. No hace falta que te pongas así —intentó apaciguar.

ZAC: Estoy harto de vivir a tu sombra. Y estoy harto de tanto viaje.

EFRÉN: ¿Pero de dónde viene todo eso?

ZAC: ¡Viene de una luna de miel que se ha alargado siete meses!

EFRÉN: Pero, guapo… —le cogió de la barbilla cariñosamente pero él se liberó.

ZAC: Necesito espacio, Efrén. Necesito respirar —decía mientras se ponía su chaqueta lisa azul, que parecía más bien un chubasquero de pescador—. Hemos pasado demasiado tiempo juntos… Voy a dar una vuelta —puso un tono más amable—. ¿Te quedas con Bruno, no? Que para eso eres tú el padre y solo tú —empezó a reprochar de nuevo.

Efrén lo miró sin gesticular en absoluto y Zac no esperaba otra cosa.

ZAC: Como imaginaba. A ver si lo cuidas tú más a menudo a partir de ahora. Me voy a dar una vuelta.

EFRÉN: ¿Pero adónde vas a ir con el frío que hace?

ZAC: A mí también me gusta salir de casa, ¿sabes?

EFRÉN: Pero si no tienes a donde ir —notó que le vacilaba. Y sabía que tenía razón, pero quería salir de allí.

Se metió en una mochila un poco de comida y se fue sin dar más explicaciones. Salió tal cual iba: con su pelo secado al viento, un suéter bien grande con su chaqueta encima y unos vaqueros anchos y sin forma.

Andando por la ciudad estaba tan perdido que no sabía ni cuál era su rumbo. Cavilando todo lo que había ocurrido se puso a caminar con el piloto automático y a la que se dio cuenta estaba en el Politécnico. Era un camino que había hecho muchas veces cuando iba a estudiar a la biblioteca de la universidad. Incluso a pesar del tiroteo que hubo y del mensaje de Benjamín que le decía que huyera. Nunca se había olvidado de su amigo desaparecido. Ni estando de viaje.

Pensando y andando acabó en el mismo edificio donde le dispararon. Aquello ocurrió un domingo y la zona universitaria estaba desierta, pero un día entre semana como aquel no pensaba que le fuera a pasar nada. Aunque mirando alrededor era un lugar tan apartado que no se veía a nadie por allí.

Bang bang

Se volvieron a repetir los tiros para su asombro y no sabía ni dónde meterse. Del susto se le cayó la mochila y se abrió, esparciendo toda la comida que llevaba por el suelo. Zac se resguardó sentado detrás de un coche.

ZAC: ¡Mierda, mierda, mierda! ¿Para qué me meto en estos líos yo solo?

No sabía por qué su instinto lo había llevado hasta ese peligroso lugar. Pero quizás es que necesitaba un poco de aventura. Emoción en su vida.

—Deja la mochila con la comida en la puerta del edificio y lárgate —ordenó una fuerte voz de hombre que le gritó desde una ventana.

ZAC: ¡No! ¡Que seguro que me disparáis!

—¡Hazlo! —le gritó y volvió a disparar cerca suyo.

Con el mismo impacto en el suelo dio un salto y por inercia salió de su escondite, cogió la mochila y metió todo lo que había por el suelo. Luego la llevó corriendo a la puerta del edificio de donde provenía la voz y se volvió a esconder. Una mujer sobre la cuarentena de edad salió a cogerla tan veloz como el viento, y al instante otra bala golpeó el suelo, cerca de donde estaba Zac.

—¡Que te largues, he dicho! —exclamó más cabreado incluso y Zac se fue corriendo.




Al poner un pie dentro de la estancia, Zac todavía se sentía fuera de lugar. Solo habían pasado un par de semanas desde que decidieron dejarle ayudar, ya que la primera vez prácticamente le robaron la comida que se le cayó al suelo. Desconocía el origen o la causa de aquel conjunto de gente, pero su instinto le decía que estaba haciendo una buena obra ayudando a unas pobres personas que fuera por lo que fuere, no tenían ni para comer.

ZAC: Toma, Néstor —le dijo al que era el líder. Era un hombre alto y delgado. Un poco desgarbado. Con el pelo negro y una barba muy descuidada. No se lo podía reprochar, viviendo en esas condiciones—. Te he traído fruta, leche y unas magdalenas.

—Gracias —sonó agradecido pero a la vez gélido—. Aunque todavía no estoy de acuerdo con que vengas aquí a traernos nada. Hay muchas más probabilidades de que nos localicen.

—Yo te cojo eso —llegó la mujer que salió a por la comida la primera vez que les ayudó. Le cogió la bolsa y le dedicó una sonrisa amable. Sacó una manzana de la bolsa y se la dio a su hija, que estaba sentada en una de las muchas sillas de mobiliario escolar que había en la amplia habitación. Todos los demás permanecían lejos de las ventanas, excepto el que vigilaba en ese momento, armado con una escopeta. No debería de haber más de veinte personas en total—. No le hagas caso a Néstor. Tu ayuda nos viene muy bien. Lo que nos traen no es suficiente para todos.

El jefe se fue hacia otra parte sintiéndose desautorizado y la mujer se quedó hablando un poco con Zac.

ZAC: ¿Todo bien…? —quiso llamarla por su nombre pero nunca se lo había preguntado.

—Sí. Como siempre.

ZAC: ¿Cómo te llamas? Lo digo para poder llamarte por tu nombre y eso.

Néstor estaba en la otra punta de la estancia, pero enseguida levantó una ceja, suspicaz.

—No hace falta. Creo que bastante ha hecho él con decirte el suyo —le dijo en voz baja refiriéndose al líder, lo cual lo hizo levantarse de donde estaba y empezó a aproximarse disimuladamente a ellos—. Ya fue bastante duro dejar nuestras vidas atrás, pero no tuvimos remedio. De lo contrario, estaríamos muertas.

A Zacarías le crecía por momentos el deseo curioso de saber por qué esas personas estaban viviendo allí de esa manera.

 ZAC: Pero… —y al ver que se acercaba Néstor a toda velocidad, otra pregunta le sorprendió a él mismo pronunciándose sola—. ¿Conocéis por casualidad a un chico que se llama Benj…?

—Solo tienes que traer comida —interrumpió Néstor, que ya se había plantado al lado suyo.




Pasaron unas semanas y Zacarías seguía haciendo el mismo trayecto que acababa en aquel sitio. Pero primero tenía que recargar provisiones.

EFRÉN: ¿Adónde vas siempre con la mochila esa tan cargada?

ZAC: ¿Podré hacer lo que me dé la gana, Efrén? Voy a dar un paseo.

EFRÉN: Puedes hacer lo que quieras. Siempre. Pero es que últimamente ya ni hablamos…

ZAC: ¿Quieres hablar? Vale. ¿Por qué no me cuentas lo de aquella vez cuando te pillé llorando en casa de tus padres? Me dijiste que ya lo hablaríamos y todavía estoy esperando a que llegue ese momento adecuado.

EFRÉN: ¿Cómo eres tan rencoroso, tío?

ZAC: ¿Rencoroso yo? Ahora sabes lo que se siente cuando haces una pregunta y no te contestan. O cuando sabes que alguien oculta algo y no te lo quiere contar.

EFRÉN: No es lo que tú piensas.

ZAC: ¡Pues si no es lo que yo pienso, dímelo! Eso y todas las movidas que te traes últimamente con tus abogados. ¿Estás preparando los papeles del divorcio?

EFRÉN: ¡Pero, Zac! ¿Qué estás diciendo? Yo te quiero. Son cosas del pub. Nada más.

ZAC: Ya, claro —seguía desconfiado—. No tendrás por ahí algún putón… Que ya me han dicho que antes de conocernos tenías una vida sexual muy movidita.

EFRÉN: ¿Te lo ha dicho la perla de David, verdad?

ZAC: Eso no viene a cuento —se puso su chaqueta y una bufanda finita de algodón a rayas y cuando iba a dar un portazo para hacer su salida triunfal, apareció Ada. La dejó pasar y fue entonces cuando cerró la puerta de golpe.

Ella se quedó extrañada. Miró la puerta y luego miró a Efrén.

ADA: Ais, a veces ese temperamento me recuerda a Luis. ¡Por cierto! He hablado con él y dice que están muy bien.

EFRÉN: ¿Jaime y él? ¿Los dos?

ADA: Claro que los dos. ¿Por qué preguntas eso?

EFRÉN: Debí de confundir a Jaime con otra persona, pero me lo imaginaba peor.

ADA: Yo también le tenía manía. Pero al parecer son felices —fue directa a coger a Bruno—. ¡Madre mía lo que pesa ya! Dentro de poco no puedo ni cogerte.

—Teta Ada —dijo el niño y ellos se quedaron desconcertados.

EFRÉN: Mejor llámala “tía” Ada, cariño. Que lo de “teta” nos recuerda a otra persona que no quiero recordar —dijo esto último con la boca de lado.

El niño empezó a impacientarse de estar en brazos y Ada lo dejó en la alfombra con sus juguetes mientras se sentaba en el sofá para charlar con Efrén.

EFRÉN: ¿Cómo está David? No hemos hablado casi nada desde que volvimos…

ADA: Ais… ya sabes cómo es. Todavía sigue “enfadado” por lo de que estés con Zac. Pero por lo demás, muy bien. Está medio saliendo con el policía este. Es un chico muy majo.

EFRÉN: Me alegro que por lo menos le vaya bien. No como a mí…

ADA: ¿A qué te refieres? ¿Qué pasa?

EFRÉN: No sé. Zacarías lleva unas semanas que se va con una mochila y no me dice ni a dónde se va. Y encima se atreve a insinuarme que si tengo una aventura… Creo que esa luna de miel tan larga nos hizo mella.

ADA: ¿Es que a quién se le ocurre hacer un viaje tan largo? Es normal que te hartes de la otra persona después de tanto tiempo juntos día y noche. Pero ya os arreglaréis… ¿Tú no crees que te esté engañando él, no?

EFRÉN: No, no lo creo. Zac no es así.

ADA: Pues entonces deberíais de hablarlo. Si dejáis que esto siga así de mal, se pondrá peor. La clave para que una pareja funcione es la comunicación.

EFRÉN: Sí —se quedó pensativo—. Desde luego algo tengo que hacer al respecto. Las cosas no pueden seguir así…

Mientras tanto, Zac ya había llegado al Politécnico y le estaba dando los alimentos que había comprado a la madre de la hija, que siempre era mucho más cariñosa que Néstor.

—¡Uuuh! ¡Por Asir! Pasteles y todo —dijo emocionada.

—¿Cómo eres capaz de seguir diciendo esas cosas? —le reprochó el líder.

—He sido toda la vida de los Discípulos de Asir y creyente. No puedo quitarme esas expresiones de sopetón.

—¡Pues por culpa de esos cabrones…! —miró a Zac y se mordió la lengua, dándose la vuelta y golpeándose la palma de la mano contra el puño.

ZAC: ¿Se puede saber qué pasa? ¿Por qué estáis aquí? ¿De qué os escondéis? ¿De qué huís?

La sala enmudeció y todos, hasta el que estaba de guardia en la ventana se le quedaron mirando.

—No metas tus narices donde no te llaman y nunca tendrás que llevar una vida como nosotros —le amenazó Néstor señalándolo con el dedo índice—. Es mejor que no te involucres. Esas son las condiciones.


Próximo episodio: lunes, 9 de abril de 2012 a las 21:00.