Priviuslí, en El mundo al revés: Ulises sufrió un fuerte golpe en la cabeza durante la última Renovación e Is lo llevó a un hospital donde tuvo que pasar por quirófano para que le salvaran la vida. Después de eso, Is contó a los amigos que Uli había pasado un mes en casa de unos tíos suyos y luego ya volvió al piso, aunque parecía no llevarse bien con la que fuera muy amiga suya.
A su vuelta, David se lo llevó de cena pretendiendo ser una cita, pero apareció Efrén y ambos discutieron por su trofeo, Uli, haciendo que éste se marchara. Un tiempo después, Ulises intentó desentenderse de una conocida suya, Mariana, y le dijo a David que se quedara con ella tomando un café a cambio de aquel malentendido con Efrén. Esta chica parecía interesada en David, aunque le dijo que estaba casada.
Por otra parte, Ulises toma una medicación desde que salió del hospital con la que parece no sentirse a gusto. Llevaba desde el curso pasado sin concentrarse en su proyecto fin de carrera debido a su comportamiento errático. Y debido a ese comportamiento, tuvo una fuerte discusión con su madre Verónica y desde entonces no se habla con ella.
Zac y Romeo, el hermano pequeño de Efrén que se escapó de un internado, están buscando trabajo sin éxito. Zac cuida mucho del hijo de Efrén y pasa mucho tiempo en su casa por este motivo.
Ulises estaba acabando la presentación de su proyecto fin de carrera de Arquitectura. Se había arreglado un poco más de lo que últimamente hacía y aunque no lo pareciera y daba la sensación de que llevaba lo primero que había cogido de su armario, en realidad empezaba a tener un estilo muy definido. Hacía un par de años era regordete y un poco friki, luego pasó por su época gimnasio y empezó a llevar ropa apretada que marcara sus músculos tonificados. Pero desde que salió del hospital había vuelto un poco al estado friki inicial, aunque esta vez mucho más cuidado. Más evolucionado. Era como si por fin hubiera encontrado su propio estilo. Solía llevar su pelo rubio y rizado bastante corto y a veces se lo cubría con modernos sombreros. Ya no le daba tanta vergüenza llevar gafas, porque se había hecho unas nuevas negras de pasta, aunque también le seguía gustando llevar lentillas a veces. Y pese a que no hiciera frío, casi siempre llevaba algún tipo de pañuelo o palestina al cuello, que se lo ponía holgado para que no le molestara, casi como caído. En verano le dio por llevar camisetas de tirantes grandes con motivos llamativos, pero ahora que el frío de noviembre apretaba, se ponía alguna camisa a cuadros o una chaqueta desgastada.
Ese día se había puesto las gafas para parecer más intelectual. Agradeciendo al tribunal su presencia y dada por finalizada su intervención, la luz del cañón que proyectaba su presentación le dio en la cara y le hizo recordar.
Flashback de Ulises
—Señor Alvea, ¿ha comprendido lo que le estoy diciendo? —le preguntó viéndolo distraído.
ULISES: Sí, claro que lo comprendo, doctor —apartó la vista de un foco del techo de la consulta que siempre le llamaba la atención—. Qué puedo hacer yo sino aceptarlo.
—Tiene usted un trastorno bipolar y ha estado mucho tiempo sin diagnosticar. Dé gracias a que no ha acabado con su vida con algunos de esos accidentes que me han reportado.
ULISES: ¿Y me está diciendo que esto es para el resto de mi vida y que no se va a curar?
—Pero con la medicación que le voy a recetar puede llevar una vida completamente normal.
ULISES: Medicación de por vida también.
—Me temo que sí.
Después de un rato, salió y allí estaba esperándolo su amiga Is. Pero lejos de darle un cálido abrazo él la miró con desprecio, culpándola de que le hubieran internado un mes en el centro psiquiátrico Socol, donde ella trabajaba y trató de cuidar de él, y de que le hubieran diagnosticado aquel inconveniente, que le acompañaría hasta la tumba.
Fin del flashback
El tribunal felicitó a Ulises por su trabajo y éste se fue satisfecho a casa, donde se encontró con Is, a la cual había estado evitando desde que salió de Socol. Nada más entrar por la puerta ya se puso a regañarle.
IS: ¿Te has tomado la pastilla, verdad? Esta mañana me he encontrado la caja en el baño.
ULISES: ¡Déjame en paz! ¡No eres mi madre y sé cuidarme solito! —dijo con todo el rencor que aún le guardaba y se metió al baño dando un portazo.
Una lágrima le resbaló por su mejilla derecha pero trató de contenerse porque no quería que Is pensase que estaba depresivo. Había estado muy pendiente de él desde que salió de Socol, pero más que ayudarle, a Ulises le agobiaba. Se sentía superado por la situación y muy controlado por su medicación. Era como si su vida se hubiera vuelto gris y falta de emociones. Todo lo hacía de manera automática. Se puso a pensar que habiendo presentado ya su proyecto ya no necesitaba concentrarse más y ya podía prescindir de la medicación que lo encorsetaba. Se metió una pastilla en la boca, pero se miró al espejo no reconociéndose a sí mismo y la tiró a la basura, al igual que toda la caja. Sintió un alivio y una liberación sólo con ese acto de rebeldía que hacía meses que no experimentaba. Se secó la cara de lágrimas y sonrió de satisfacción, para luego irse a su cuarto a ver series.
Al cabo de unos días, Mariana, la conocida de Ulises por compartir consulta psiquiátrica post Socol, se encontró de nuevo con éste al salir de su sesión. Ulises tenía un aspecto algo descuidado y parecía que se estaba dejando barba. También llevaba una especie de gorro, debajo del cual se veía un pelo muy enmarañado.
Mariana era una mujer de unos treinta y pocos años, con una melena rizada recta y muy larga, casi por la cintura, lo cual le daba un aspecto algo bohemio. Era castaña y siempre llevaba el pelo bufado, sin demasiada forma. Vestía ropa del mismo estilo, como hecha a mano o comprada en mercadillos. Con respecto a su forma de ser, era evidente que aparentaba ser una persona alegre, pero debajo de esa superficie se escondía una vida llena de problemas que trataba de sortear sin afrontarlos. Ulises observó que llevaba los brazos arremangados y varios pinchazos de agujas que le acabarían de hacer en ambos brazos, a lo que una vez le comentó que era parte de su tratamiento. Se bajó las mangas rápidamente antes de llegar a su encuentro.
—¡Hombre! ¡Por fin nos encontramos! Parece como si quisieras evitarme, ¿eh?
ULISES: No, no parece. Lo es —dijo seriamente pero Mariana pensó que estaba de broma.
—¡Qué simpático eres! —rió ella— Oye, ya no te veo nunca por aquí.
ULISES: Es que por suerte ya no tengo que venir más. He venido a pagar lo que debía. Estas clínicas privadas no sé dónde invierten tanto dinero. Bueno sí, en todos esos cuadros y figuras sobre el Asirismo. Me pone un poco los pelos de punta.
—Sí, es un poco fuerte toda esta religiosidad… Por cierto, te podías venir con David y conmigo a tomarte algo. Hace un par de meses que nos presentaste y no te has venido con nosotros desde entonces.
Él bajó la cabeza y la miró por encima de las gafas con indiferencia.
ULISES: Vaya, podría inventarme alguna excusa, pero no me apetece —espetó con desdén.
—Qué guapo es —siguió hablando ella embelesada—. Tiene unos ojos… Te estoy muy agradecida de que me lo presentases.
ULISES: Me voy. Hasta luego.
Y la despachó rápidamente porque no le importaba lo más mínimo y ya no sentía la necesidad de mentir para quedar bien. De allí se fue a casa a seguir con la maratón de series que llevaba desde hacía unos días. Apenas salía de casa, no más que para lo necesario.
Mariana fue a la terracita donde se veía con David y casi parecía que lo hacía de incógnito, como si estuviera haciendo algo malo. Aunque a la vez, sentía como una inyección de adrenalina cuando estaba con él. David, sin embargo, parecía que quedaba con ella por compromiso. Pero a la vez por pura conveniencia, ya que desde que perdió el contacto con Efrén ya no tenía una vida social muy ajetreada ni nadie a quien contarle sus penas. Era consciente de que parecía una persona un poco desequilibrada, pero quería escucharla y ayudarla para redimirse de lo que le pasó con Tirso. A aquel pobre diablo David lo usó como amigo-florero pero nunca lo escuchó en realidad y todo ello desembocó en su secuestro y casi asesinato.
DAVID. ¿Qué tal la sesión? ¿Algún avance en tus historias con tu mujer?
—Mira, David, yo a mi mujer Eva y a mi hija las quiero con toda el alma, pero algo malo sucede dentro de mí que no está bien. Debe de ser Suty, que quiere que me vaya con él cuando me llegue el día.
DAVID: ¿Y no es más fácil aceptar que eres heterosexual? —le dijo dándole un sorbo con tranquilidad a su café, ya que lo veía demasiado evidente.
—¡Yo no soy ninguna procreadora! —reaccionó a la defensiva— ¡Que te quede claro! Soy una mujer creyente que tiene sus dudas. Pero para eso voy a terapia.
DAVID: Whatever —interrumpió con un desaire que no pudo reprimir mientras se encendía un cigarro.
—¿Y tú qué tal el día, guapo?
DAVID: Pues he ido a mi clase de artes marciales y luego le he cobrado el alquiler a mi inquilino. Tan simpático como siempre. ¡Qué hombre más rancio! —se incorporó hacia la mesa, ya que el tema lo enardecía— Menos mal que me paga bien…
Mientras hablaba, Mariana lo miraba con deseo contenido y apenas escuchaba lo que decía, hasta que había algo que creía una amenaza para la relación que tenía con él. Era celosa e insegura y se creía con el derecho de poseer personas como si fueran objetos. David se había dado cuenta, pero no le daba demasiada importancia.
DAVID: … Y me he encontrado a un tipo en el metro que me ha dado su número de teléfono —dijo entusiasmado.
—¡Pero será posible! Cómo zorrea la gente hoy en día. ¿Quién es ese hombre? Que me entere yo.
DAVID: Calla, no te preocupes. Seguro que al final ni lo llamo —dijo con una sonrisa traviesa que delataba lo contrario mientras exhalaba lentamente el humo del tabaco.
—Mira, David, ahora mismo te necesito a mi lado. ¡Sabes por todo lo que estoy pasando! ¡No puedes echarte novio! —se le exigió tan alterada que se le cayó el bolso al suelo.
David se quedó algo sorprendido por la exacerbada reacción de Mariana, pero pensó que estaría de broma. Al agacharse a por su bolso, David, que es muy observador, le vio una cicatriz en la cabeza. Ella tenía una buena mata de pelo, pero era una calva importante y recta, como una cicatriz quirúrgica en la zona de la coronilla. Aprovechando la interrupción para cambiar de tema, le preguntó al respecto.
DAVID: ¿Y eso? —dijo señalando el hueco que apenas se veía.
—¿El qué? ¡Ah, la cicatriz! Se me olvida de que la tengo. Tantos años ya…
DAVID: Pues no parece tan antigua. Aunque tampoco reciente.
—Pues nada, que me caí de pequeña y me hice una brecha.
David desconfió de la respuesta, ya que evidentemente era una marca recta y parecía de alguna cirugía, pero prefirió no entrometerse si ella no quería contárselo, ya que tampoco eran tan íntimos ni mucho menos.
Zac llevaba más de un mes buscando trabajo sin éxito y lo único que hacía era cuidar de Bruno. Romeo, el hermano de Efrén, todavía seguía en su casa tratando de encontrar empleo también. Zac estaba muy frustrado y cada vez más arrepentido de haber dejado sus estudios y veía que Romeo estaba repitiendo sus mismos errores. Sabía que él estaba empeñado en trabajar, pero después de fracasar en su búsqueda de un puesto de trabajo, sabía que su muro de obstinación se estaba desquebrajando.
ZAC: Romeo, esto no va a mejorar. Ahora mismo está muy difícil encontrar nada y tú lo tienes muy fácil para volver y seguir con tus estudios.
—No me des la charla, que tú hiciste lo mismo, cuñao.
ZAC: Y mira cómo estoy ahora.
A Romeo se le bajó un poco la actitud chulesca y recapacitó. Sabía que lo que decía era cierto y ya lo había intentado durante un tiempo.
—En parte tienes razón. Es tan sencillo ir a clase y ya está… Echo de menos a mis compañeros.
ZAC: Claro que sí. Yo ni siquiera me despedí bien de algunos cuando me fui. Tú tienes la oportunidad de volver y de acabar aunque sea el bachillerato. Ojalá hubiera hecho caso cuando me aconsejaron lo mismo…
—Pues nunca es tarde, Zac. Si tú sólo tienes un par de años más que yo. Qué tienes, ¿20?
A Zac se le planteó de repente la ocasión de retomar sus estudios y es algo que ni se le había pasado por la mente, pero puesto de ese modo le animó a salir de la actitud negativa que estaba teniendo las últimas semanas.
ZAC: Creo que no es una mala idea…
Ulises llegó a su piso compartido y llevaba una barba que le hacía parecer un náufrago. Aunque lo que más llamaba la atención en él era un moratón en su pómulo derecho. Is lo vio entrar por la puerta y habiendo notado que no salía del cuarto últimamente se acercó a preguntarle, aún a sabiendas de que no quería verla ni en pintura.
IS: ¿Qué te ha pasado en la cara? —preguntó con dulzura.
ULISES: ¡Un gilipollas en el gimnasio! ¡Cuánto chulito hay por el mundo y cuántas hostias tienen que ser repartidas! Si es que lo mejor es que me quede en mi habitación. Yo con mis series soy el más feliz y nadie nos molesta.
IS: ¿Cuánto tiempo llevas sin tomarte la medicación? —inquirió pacíficamente.
ULISES: ¡Te dije que me dejaras en paz! ¡No eres mi madre! —a cada frase iba incrementando su ira— ¡Por tu puta culpa estoy así! ¡Yo era feliz antes de saber que era bipolar! ¡¡Eres una zorra y te odio!!
Le gritó perdiendo el control y arrojándole toda clase de objetos que se encontraba por el piso. Is se protegía pero no dejaba de seguirle, pese a que algunos le estaban haciendo daño porque cada vez los lanzaba con más fuerza.
IS: No me voy a ir de aquí —afirmó mientras esquivaba todo lo que le tiraba y sin lograrlo muchas veces—. Puedes seguir tirándome lo que quieras, pero no me voy a ir de tu lado.
ULISES: ¡Aaaaaahhhhh! —gritó con todas sus fuerzas estallando en llanto y tirando unos libros al suelo.
Ulises estaba tan furioso que le lanzó el mando de la tele a la cara y notó que le había hecho daño porque ella se puso las manos encima y se agachó. Se detuvo en seco y se tranquilizó un poco. Progresivamente su expresión cambió del enfado a la pena, reconoció a la buena amiga que tenía delante suyo y la abrazó. Is le devolvió el abrazo y se lo puso en el pecho tratando de calmarlo, ya que se puso a llorar de nuevo, pero esta vez liberando toda la tensión que tenía acumulada.
ULISES: Perdóname, por favor —decía entre sollozos—. Te has convertido en mi mejor amiga en poco tiempo y yo sólo he rechazado tu ayuda.
IS: No pasa nada. Es duro. Es un brusco cambio en tu vida y yo te voy a apoyar en todo.
ULISES: No es culpa tuya que yo esté así. De verdad, gracias —se separó de su pecho y la miró a los ojos arrepentido. Ella le cogió la cabeza con ambas manos y le habló con ternura.
IS: Creo que hay alguien más a quien deberías de pedir perdón.
Ulises se quedó pensativo, se quitó las lágrimas de la cara y en seguida le vino a la mente lo que debía de hacer.
Zac y Efrén se despedían de Romeo, que lo acababan de dejar en el internado y se volvieron con el coche a casa de Efrén. Por el camino, Zac aprovechó para contarle lo que tenía planeado hacer.
ZAC: Había pensado… que como no encuentro trabajo y nunca acabé el bachillerato, me gustaría sacármelo. ¿Qué te parece?
EFRÉN: ¿En serio? Pues me parece genial, amor.
ZAC: Y había pensado también, que ya que casi siempre duermo en tu casa y tengo casi todas mis cosas allí, ¿qué te parece si me voy a vivir contigo?
A Efrén pareció pillarle por sorpresa, pero luego lo pensó mejor y habían estado tanto tiempo queriendo estar juntos, que por qué no iban a aprovecharlo al máximo.
EFRÉN: Pues me parece genial, Zac. Así además puedes cuidar de Bruno cuando me tenga que ir de casa y no hace falta ni que busques más trabajo. Céntrate en tus estudios y yo me ocupo del dinero. Con lo que me da el pub tenemos más que suficiente.
Zac le dio un medio abrazo muy emocionado, pero no quería interrumpirle mientras conducía.
EFRÉN: Yo te metería a currar al Infra, pero prefiero no mezclar negocios con placer. Además, necesitaba a alguien y ya cogí a Luis. El pobre, que tampoco encuentra nada. Desde que Osi volvió y ahora trabaja de médico ya no volvió a trabajar en el pub.
Zac no decía nada, pero sonreía de felicidad. Apoyó su cabeza sobre el hombro de Efrén, pero al moverse para conducir la quitó para volver a su sitio. Lo que no perdió en todo el resto del día fue la sonrisa de la cara. Por fin su vida tenía rumbo.
Uli iba recién afeitado y hacía un trayecto en metro que hacía tiempo que no recorría. Cuando llegó a su destino, tocó a la puerta nervioso y le abrió su madre Verónica. Los dos se quedaron parados sin saber qué decir, pero al ver ella la cara de arrepentimiento de su hijo se abalanzó sobre él fundiéndose en un abrazo muy sentido. Ambos se pusieron a llorar de la emoción.
ULISES: Lo siento muchísimo, mamá.
—No, hijo mío. No tienes nada que sentir —decía abrazándolo fuerte—. Ese no eras tú, pero ya por fin veo a mi hijo.
Le dio un beso en la mejilla y lo siguió abrazando y tocándole el pelo, ahora ya más calmados ambos.
—Abusé de tu ayuda muchas veces y nunca te di las gracias. Así que lo siento y te prometo que las cosas van a cambiar a partir de ahora.
ULISES: ¡Más te vale! —bromeó gimoteando.
Su hermana Alicia oyó el jaleo y bajó de su cuarto. Cuando vio a su hermano Ulises fue corriendo y le dio un abrazo.
—¿Por qué lloráis? ¿Qué pasa? —preguntó confusa, ya que el Síndrome la privaba de una inteligencia corriente.
ULISES: Nada, cariño, que me quedo a cenar.
—¿Te quedas a cenar? Hacía mucho que no venías —se emocionó su hermana mayor.
ULISES: Sí. Pero a partir de ahora me verás más a menudo —le sonrió y todos entraron en la casa.
Próximo episodio: lunes, 14 de noviembre de 2011 a las 21:00.
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