lunes, 20 de junio de 2011

2x10 OSI

Priviuslí, en El mundo al revés: hace casi un año, Osi confesó a sus madres su heterosexualidad, pero ante el disgusto de éstas, que lo echaron de casa, y después de estar un mes con Ada, reculó y ahora dice que es gay y está con Nacho, un chico compañero suyo en el pub Inframundo. Por aquellas épocas, Osi también ayudó a salvar a David del secuestro de Tirso, atrayendo un cuchillo hacia su mano.

Con el paso del tiempo y al volver a cambiar de acera Osi, las madres retomaron el contacto con él. Ellas pertenecen al grupo religioso de los Discípulos de Asir, donde antes iban con Osi a misa a escuchar los sermones de Noé, el cura de la congregación.

Pascual, que vive de ocupa en una casa abandonada, ha sido puesto en libertad después de hacer un pacto con la policía al delatar a las madres de David como traficantes de drogas. Va de un lado a otro con su gato Farli y últimamente ha tenido alucinaciones debido al crack que fuma.




Eran mediados del mes de junio en Valencia y ya se notaba como algunas noches se pegaban las sábanas del calor. Osi se despertaba en su habitación y en poco tiempo ya estaba listo para ir a hacer el examen del MIR. Se puso su polo y sus mocasines para ir arreglado, como siempre le gustaba ir a él, y además porque sabía que vería a Ada en el examen. Pero antes de irse se entretuvo con un asunto pendiente. Algo que había intentado algunas veces ya. Puso un bolígrafo encima de su escritorio, donde no había nada más, se alejó un poco y estiró su mano. Parecía concentrado en el bolígrafo. Se pasaba así unos segundos mirándolo y casi haciendo fuerza con la mano.

OSI: ¡Vamos maldito boli! ¡Ven a mí! ¡Hoy es un día importante!

Unos minutos después se cansó de intentarlo. El desánimo de todos sus intentos fallidos anteriores le quitaba la esperanza de volver a atraer un objeto como lo hizo aquel día con el cuchillo de Tirso.

OSI: ¿Estaré loco? ¿Y si lo tiró él y me hizo creer algo? ¿Y si había un imán detrás?

Después de darle vueltas al asunto durante un rato, fue a la cocina a desayunar y allí estaba Zac.

ZAC: ¡Buenos días! ¿Cómo lo llevas? ¿Estás nervioso?

OSI: Un poco sí.

ZAC: Bueno, pues que tengas mucha suerte.

OSI: Gracias, Zac.

ZAC: Por cierto, mañana viene la nueva. Este piso parece un hostal. Entra y sale la gente con una facilidad…

OSI: Sí. Echaré de menos a Ofe. Ella era la que se encargaba de todas las gestiones de la casa y de hablar con el dueño y eso. Si no fuera por la pedante esa de Sandra seguro que se hubiera quedado. ¡Más mala que Suty!

ZAC: Anda, no creo que sea para tanto. Ella estaba tensa con Efrén desde hacía tiempo y ya que le dio al bebé, ya no tenía motivos para estar aquí.

OSI: ¿Y tú hablas con David o ya nada de nada?

ZAC: Pues me he enterado de que él y Luis han hecho los exámenes finales y si todo va bien, habrán acabado la carrera ya. Bueno también me he enterado de que vuelve a fumar. Pobre… Con todo lo que le ha pasado últimamente me gustaría ayudarle, pero es como que no. Ya no tengo nada con él. Ni siquiera una amistad.

OSI: Es una pena, pero qué te voy a contar yo si tampoco me hablo con Ada.

ZAC: Bueno, cosas que pasan… ¿Esta noche sales para celebrar que ya eres libre de tanto estudiar?

OSI: He quedado un rato con Nacho, pero no volveré tarde porque mañana por la mañana vienen mis madres de Madrid.

ZAC: ¿No estuvo tu madre Soledad aquí hace un par de meses?

OSI: Sí, aquello fue raro. Fue una visita sorpresa porque según ella había venido a Valencia para tratar unos asuntos. Las madres y su lenguaje, ya sabes…

ZAC: Yo soy huérfano.

OSI: ¡Santa Ast! ¡Perdóname, por favor! Se me había olvidado.

ZAC: No pasa nada, no te preocupes. Oye, ¿y con Nacho qué tal vas? Nunca hablas de él.

OSI: Sí, bueno. Ahí está. No sé realmente ni lo que estamos haciendo… Ni lo que estoy haciendo yo con mi vida… Esta noche vamos a hablar de lo nuestro.




Al día siguiente, Osi se reunió con sus madres, que le habían insistido infinitamente que las acompañara a la misa de los domingos de la congregación de Valencia, que desde que se fueron no habían vuelto. Pero Osi hacía tiempo también que no iba al templo y con su lío mental en esos momentos, no era propenso a inclinarse por la religión.

—¡Hijo mío! ¡Cuánto tiempo! Ven aquí que te dé un abrazo  —dijo eufórica Epifanía—. Mira qué mancha tienes en la frente. Trae que te limpie —se chupó un dedo y le limpió la cara, a lo que Osi puso cara de desagrado.

—¿Qué tal fue el examen? Seguro que muy bien. Dame un beso, cariño —dijo Soledad más sosegada, porque ella hacía menos tiempo que no le veía.

OSI: Pues el examen bien. Estaba muy difícil, pero creo que ha salido bien. Ahora a esperar los resultados.

—Cuánto me alegro. Ahora ven que te peine, que no quiero causar mala impresión en la congregación. Que hace tiempo que no nos ven.

Soledad sacó un peine del bolso y una botellita de agua, que usó para mojar el peine y hacerle la raya a un lado a Osi. Pero Osi se rebeló y se apartó.

OSI: Vale, ya está. Déjame que así voy bien —se sentía presionado por el sobreprotector trato de sus madres, del que pensaba que se había librado por no verlas tan a menudo.

—Bueno, bueno. No te pongas así. Vámonos ya para el coche o llegaremos tarde —dijo Epifanía poniéndose a andar.

—Y cuéntanos, ¿qué tal con tu novio Nacho? Queremos conocerle.

OSI: Aaah… pues… bien. Muy bien. Estamos muy bien.

—Oh, cuánto me alegro de oír eso, hijo. ¡Es tu primer novio!

—Yo también me alegro mucho. Qué buenas noticias.

Se regocijaban las madres de Osi de que confirmara que era gay como Asir mandaba, como si todo aquel capítulo de su vida en el que les confesara que era heterosexual y le echaran de casa nunca hubiera ocurrido realmente.

Una vez llegaron a la congregación, les recibió entusiasmado el cura, Noé.

—¡Bienvenidos, familia Saavedra-Pinar! ¡Cuantísimo tiempo! Y además, al completo.

—Nosotros también estamos encantados de poder asistir a uno de sus apasionados discursos de nuevo —le dijo Soledad, tan disciplinaria como ella era siempre.

—Con Osi he intentado contactar por teléfono para que viniera algún domingo, pero no pude hacerme con él…

OSI: Sí, bueno. He estado muy ocupado con el MIR.

—Bueno, cojan asiento, que en seguida va a empezar el sermón.

Después de recibir afectuosamente a todos los miembros de su orden, Noé se situó en su atril para comenzar con su discurso. Osi notó que la gente hablaba por lo bajo, como si la congregación estuviese algo alterada en general. Además, también se veía menos multitud de lo que él recordaba desde su última vez.

“Queridos hermanos asiristas. Hoy vamos a hablar del día en que Ast curó a los leprosos de Kazir. Como todos sabemos, antes de la liberación que los divinos hermanos propagaban, los indecentes paganos de los Antiguos vivían en pecado. ¡Esos malditos procreadores! Perdón…

Como decía, la santa de Ast curó a los enfermos del pueblo de Kazir, pero les advirtió que debían de cambiar sus costumbres hacia unas más civilizadas para controlar racionalmente la reproducción. Y eso hicieron. Pasaron de su anterior repugnante estilo de vida a empezar a hacer vida en parejas homosexuales, como siempre habían querido en el fondo de sus corazones. Porque lo contrario, no es correcto.”

OSI: ¿Y si ellos sentían que era correcto? —interrumpió el discurso ante la atónita mirada de sus madres y el silencio expectante de todos los asistentes—. ¿Y si dos personas se sienten a gusto juntas y son de sexos opuestos? ¿Por qué no pueden hacer lo que quieran?

Noé, que ya parecía muy tajante con la misa que estaba dando, se vio completamente superado por la impertinente pregunta, perdiendo por completo la compostura ante el murmullo creciente de fondo.

—¡¡Porque está mal!! —golpeó con fuerza el atril— ¡Eso no es lo que Asir querría! ¿Es que no te han enseñado nada tus madres?

Todo el mundo miraba a la familia y las madres de Osi no podían sentirse más avergonzadas.

—Hijo mío, te lo ruego. Las preguntas, luego a nosotras y en privado. ¿Cómo osas interrumpir al cura en medio de misa? Y encima delante de la congregación entera.

OSI: Y si en la antigüedad no había inseminación artificial como ahora, ¿cómo se reproducían? ¿Es que nadie piensa en ello?

—¡Ni lo nombres, te ordeno! ¡No blasfemes más! ¡Eso lo hacían porque era estrictamente necesario, insolente! —respondió indignado Noé, dándole una patada al atril, que cayó delante de una familia que estaba en primera fila— ¡Ya está, lo habéis conseguido! He perdido los nervios como todos lleváis murmurando que iba a pasar desde que mis sermones son mucho más apasionados —gritaba descontrolado mirando a todos sus feligreses—. Me despido de todos vosotros, que no apreciáis mi labor aquí y mi incuestionable fe.

Noé se fue hacia su despacho y lo cerró de golpe entre un mar de habladurías. Osi se hallaba perplejo, no más que sus madres, que estaban horrorizadas de que su hijo hubiera desatado todo ese revuelo. Así que decidieron esperar fuera a que todo el mundo se marchara para poder hablar con el cura de lo sucedido, pero una vez salió de su despacho les aconsejó que sería mejor hablar al día siguiente, cuando estuviera más relajado.




Ya era de noche y Pascual había encontrado a un hombre con el que saciar su apetito sexual. Como aquel vivía en la calle, e incluso tenía peor aspecto que Pascual, decidieron ir a su casa ocupa, ya que colocados como iban no podían ir mucho más lejos de allí.

PASCUAL: ¿Quieres un poco? —le ofreció la pipa de crack a su invitado.

—No, no, no. Paso. ¿Tienes heroína?

PASCUAL: Joder, tete. Vas muy a tope. Tengo un poco porque la paso, pero nunca me he hecho.

—Anda tráela y tú fúmate esa mierda.

Él le dio la heroína que llevaba y el otro se puso a prepararla, se sacó una jeringuilla y la dejó preparada. El indigente se tumbó en la cama y se desnudó mientras Pascual fumaba de su pipa.

—Ven aquí, hombretón.

ULISES: Gracias por meterme en toda tu mierda de las drogas.

PASCUAL: ¿Ulises?

—¿Qué dices? ¿Con quién hablas?

PASCUAL: Me… me… Me habías parecido otra persona —empezó a reír nerviosamente.

—Eso es que estás colocado. Anda ven aquí.

ULISES: ¿Sabes que voy a acabar como tú? Pero qué más da. La culpa fue sólo mía.

Pascual agitó la cabeza pensando que aquella imagen desaparecería de su pordiosera cama, pero allí seguía viendo a Ulises. Miró hacia otro lado y vio a Farli acurrucado en un sofá viejo y sabía que aquello era real, pero no lo parecía.

ULISES: ¿No quieres follarme?

Pascual cerró los ojos y se pasó la mano por la cara incrédulo de lo que estaba viendo.

—¿Qué coño haces? —decía el vagabundo—. ¡Te he dicho que me folles!

LUIS: Que me folles, te he dicho. Fóllame a pelo, que me gusta más —dijo un rubio platino Luis que se le apareció en la cama—. ¿No era lo que querías? Pues aprovecha.

Ambos practicaron sexo sin protección, que fue algo dificultoso por su estado y por las alucinaciones que tenía continuamente, y al acabar se quedaron tumbados en la cama. Pascual se encendió un porro y su acompañante se inyectó la heroína preparada previamente.

—Ha estado de puta madre, campeón. Me encanta follar a pelo. Aunque tengo que decirte…

Paró un momento por el éxtasis del chute y empezó a carcajearse.

PASCUAL: ¿Qué tienes que decir?

—Que tengo el SIDA. ¡Sorpresa! —siguió riéndose.

PASCUAL: ¡¿Qué qué?! ¡¡Hijo de puta!!

Se giró hacia él y empezó a pegarle puñetazos como podía, porque del colocón apenas controlaba sus movimientos.

—Vamos, vamos. A ti te da igual. Te da igual tu vida y te da igual todo. Si no, no lo hubieras hecho sin condón conmigo.

PASCUAL: ¡Maldito hijo de puta!

Se enfureció más incluso tomando conciencia de lo que había pasado y le propinaba puñetazos con más fuerza, sacándolo incluso de la cama en un momento en que cayó al suelo y se dio un golpe en la cabeza con unos escombros que había por allí, ya que la casa estaba en ruinas. El hombre quedó inconsciente y un charco de sangre brotó de debajo de su cabeza.

Pascual no sabía qué hacer. Se echó las manos a la cabeza lamentándose de lo que había hecho y en ese instante tocaron a la puerta de la calle, una de las pocas estructuras que se mantenía en pie de la casa.

—¡Policía! ¡Abra la puerta!




A la misma hora, las madres de Osi fueron a hablar con el cura Noé, ya que no iban a esperarse hasta el día siguiente porque se iban temprano.

—Ya le hemos dado un escarmiento. Créame. No se volverá a repetir. Pero por favor, no deje usted la congregación. Nos sentimos muy culpables —decía Soledad cogiéndose su colgante en forma de mano blanca.

—La culpa no es suya. Esto iba a pasar tarde o temprano de todas maneras.

—Pero aunque se marche, seguirá proporcionando la protección que hasta ahora ha llevado a cabo para nuestro hijo, ¿no es cierto?

—Dudo mucho que nuestra hermandad siga dándoles esos servicios, y más sabiendo que es una oveja descarriada. Es imposible que sea lo que considerábamos. Ese chico, como ustedes sospechaban, tiene el mal dentro. Es heterosexual, seguro.

—¡No, no! Ahora tiene novio, se lo aseguro. Aquello fue una etapa, pero estamos seguras de que sigue el camino de Asir. ¿Dónde va usted a estar mejor que aquí, entre los suyos?

—¡Los míos cada vez son menos! ¿No ha visto la misa de hoy? La gente cada día tiene menos fe y cada día hay más depravados en el mundo. Dar un sermón no es suficiente. Hay que ir un paso más allá y yo voy a tomar cartas en el asunto. Aunque ello implique usar la violencia.

—No diga eso, Noé. Mire, para asegurarnos todos de que las condiciones de protección para nuestro hijo siguen siendo las mismas, este mes donaremos una cantidad especialmente más que generosa para los Discípulos.

—Eso no va a cambiar el hecho de que abandono esta congregación. Pero lo de las condiciones se podría mirar… ¿Cuánto de generosa sería esa donación?




Mientras tanto, en la casa ocupa de Pascual.

—¡Policía! ¡Abra la puerta o la echaremos abajo! Sabemos que está ahí. Le hemos avisado otros días ya para que abandonara la propiedad. Tiene que abandonarla ahora mismo. Mañana van a demolerla.

Pascual seguía paralizado y mirando anonadado al vagabundo que yacía en el suelo rodeado de sangre, como si de un momento a otro fuera a despertarse de la pesadilla que estaba teniendo. Se empezó a pegar él mismo en la cara con la mano abierta para ver si esa alucinación pasaba pero todo seguía igual. Pascual trató de cogerle el pulso al indigente, pero no notaba nada y la policía cada vez tocaba a la puerta más insistente y más amenazante.

Se giró y vio a Farli, que se estaba poniendo intranquilo con tanto barullo. Se giró y vio la jeringuilla con heroína que se había inyectado el muerto y pensó que de esa no iba a salir. Aún si le declararan inocente del homicidio, de detenerle otra vez por tráfico o posesión de drogas sería reincidente e imposible de evadir, ya que ya no tenía un as bajo la manga como la otra vez. Así que cogió la jeringuilla, que aún contenía droga, le puso la tapa y se la guardó.

—¡Vamos a tirar la puerta abajo! Aléjese de la puerta.

Empezaron a dar golpes en la puerta mientras Pascual cogía a Farli para escaparse por la ventana trasera, pero el gato estaba muy nervioso y no se dejaba coger.

PASCUAL: Farli, ven aquí. Por lo que más quieras. Lo eres todo para mí. Eres lo único bueno en mi vida —decía persiguiéndolo.

Pero se dio cuenta de que la policía estaba a punto de derribar la puerta y se fue con todo el dolor en el corazón sin Farli. En el instante justo que Pascual salía por la ventana con los ojos vidriosos entró la policía y Farli salió corriendo por la puerta frontal, cruzó la carretera asustado y un coche le cegó con los focos, atropellándolo.

Pascual oyó el ruido y escuchó los fuertes maullidos de su gato, pero él ya estaba corriendo para alejarse de la escena del crimen. Sus ojos llorosos derramaron lágrimas que le caían por toda la barba mientras no dejaba de correr en dirección contraria.




A la mañana siguiente las madres de Osi se volvían a Madrid. Pero antes de irse trataron de hacerle entrar en razón y que volviera a pedir perdón a Noé. Pero Osi ya estaba harto de tanto hacer lo que no quería hacer.

OSI: No, mamás. No voy a pedir perdón por hacer una pregunta o por decir lo que pienso. No he hecho daño a nadie ni creo que lo haya hecho faltando al respeto.

—Pero hijo…

OSI: No, mamá. Se acabó —dijo seriamente zanjando la cuestión—. Yo no pertenezco a ese sitio. Creo en Asir, pero no creo que la religión deba de ser tan tajante con las preferencias sexuales de cada uno. He intentado hacer lo que todo el mundo hace, lo que vosotras creéis correcto, pero yo no soy así. No quiero a Nacho y nunca lo he querido y no pretendía hacerle más daño, así que lo hemos dejado.

—Bueno, cariño… Nosotras no te podemos decir nada más. Es tu vida. Vívela como quieras.

Afrontaron ellas la verdad que no querían ver y pensaron que si se volvían a Madrid no tendrían que verlo con sus propios ojos y les dolería menos que su hijo estuviese viviendo una vida que para Asir sería pecado. Así que se fueron dolidas sin insistir más en lo que seguramente daban por causa perdida.

Osi sabía que no reaccionarían bien, pero por lo menos ya habían aceptado que él es quien es y no podían cambiarlo, y eso para él era todo un éxito. Feliz como estaba de su logro, la única persona que tenía en mente para compartirlo, que a pesar de todo lo ocurrido nunca había dejado de pensar en ella, era Ada. Así que se fue corriendo hacia su casa con una sonrisa en la boca que no se podía quitar de la emoción y tocó a su puerta, abriéndole ella.

ADA: ¿Qué haces tú aquí? —preguntó malhumorada y contrariada al mismo tiempo.

OSI: Ada, ¡ya no estoy con Nacho! Tenías razón en todo lo que dijiste aquel día en el Infra. Soy hetero y eso no lo puedo cambiar. Quiero que volvamos a intentarlo.

—¿Vienes ya, tía, o qué? —se oyó una voz tosca de hombre que venía de dentro de la casa.

OSI: Uy, ¿quién es ese?

ADA: Mira, Osi. Me parece muy bien lo que dices, pero yo no quiero volver a intentar nada. Tuviste tu oportunidad y me lo hiciste pasar muy mal. Ahora hago lo que me da la gana y no tengo ataduras. ¿Y sabes qué? Soy la mar de feliz. Gracias por dejarme. Fue una liberación. Adiós.

Y le cerró la puerta en la cara sin dejarle ni contestar. Osi se quedó destrozado porque él imaginaba un final feliz, pero se dio media vuelta y volvió a su casa.

Una vez allí, se acordó de que era el día en que llegaba la nueva compañera de piso y fue a su cuarto para abrir las ventanas y que se ventilara un poco, pero cuando abrió la puerta la encontró allí en sujetador, porque estaba cambiándose.

OSI: ¡Asir mío! Lo siento muchísimo —se tapó inmediatamente los ojos, pero seguía parado y poniéndose como un tomate.

IS: ¡Vaya, qué mal comienzo! —dijo ella avergonzada también y poniéndose una camiseta—. Espera que me ponga algo. Ya está, ya puedes mirar.

Cuando Osi la miró la recordó al instante por esos preciosos ojos verdes que vio salir del psiquiátrico un día que fue con David y se sintió todavía más abrumado.

IS: Yo soy Is, encantada.

OSI: Hoo… hoola. Yo soy Osi.

IS: Anda, vaya dos nombres tenemos. No soy la única en el club de los nombres raros —dijo ella tocándose el pelo.

OSI: Bueeeno, bueno. Yo me voy que tengo que hacer cosas —le dijo nervioso.

IS: De acuerdo. Nos vemos por aquí a partir de ahora. Pero una cosa…

OSI: Sí, dime.

IS: A la próxima toca a la puerta antes de entrar.

OSI: Sí, sí. Yo normalmente… Es que yo pensaba… Bueno que sí. Que lo haré. Y lo siento otra vez.

IS: Hasta luego, Osi…



Próximo episodio: lunes 27 de junio de 2011 a las 21:00.


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1 comentario:

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