lunes, 30 de mayo de 2011

2x07 EFRÉN

Priviuslí, en El mundo al revés: Efrén va a tener un hijo de su amiga Ofelia.

Efrén y David (dejado hace un par de meses por Zac) averiguaron la matrícula de los padres de Tirso y Osi (que salvó a David cuando Tirso lo tenía secuestrado quitándole el cuchillo de manera inexplicable) se ofreció voluntario para averiguar datos sobre los titulares.

Zac está viviendo en la habitación de Efrén (en ese piso ahora son: Ofelia, Zac, Ulises y Osi), y éste duerme en casa de David mientras encuentra una casa para mudarse con el bebé.




Efrén pasaba de visita por su antiguo piso, ya que tenía que ir a ver una casa cerca de allí. Había estado meses mirando pisos para comprarse pero sin poner demasiado interés, ya que siempre le surgía alguna otra cosa que hacer, a la cual le daba prioridad.

Estando en el comedor charlando con Osi en el sofá, tocó a la puerta David, que había quedado con Osi para darle una valiosa información.

¡Ding dong!

DAVID: ¡Abre, Osezno! —le gritaba David desde el otro lado de la puerta.

OSI: ¿Por qué me llamas así? —decía él mientras le abría.

DAVID: Es que, qué nombre es ese, ¿Osi?

OSI: Pues es una abreviatura…

DAVID: ¡Anyway! —interrumpió egoístamente—. Dime el nombre de la persona que buscamos y su dirección. ¡Estoy de los nervios! ¡Has tardado un montón! Era sólo averiguar un nombre.

EFRÉN: Joder, tío. En qué poco tiempo has ganado la confianza. Ya vuelves a ser David…

DAVID: Ay, lo dices como si fuera algo negativo… Pues que sepas que desde que he aprendido a hacer unas cuantas llaves en autodefensa me siento mucho más seguro de mí mismo. ¡A ver quién me secuestra ahora! ¡Ja!

EFRÉN: ¡Bu! —le asustó él por detrás y David pegó un salto y gritó del susto.

DAVID: ¡Eres idiota! No tiene gracia.

EFRÉN: Perdooona. No ha sido para tanto, ¿no? Es que como ahora eres tan valiente…

DAVID: Bueno, ya está. No soy tan valiente ni mucho menos. Aún tengo algo de miedo de ir solo por la calle, pero por lo menos voy haciendo mis viajes y es verdad que me siento más seguro sabiendo que podría reducir a alguien si me intentara hacer algo.

EFRÉN: Que sí, David. Me alegro un montón —le dijo abrazándole.

DAVID: ¡Basta de sentimentalismos! —se soltó él en seguida y se dirigió a Osi—. Dime la dirección o los nombres de los padres de Tirso y nos vamos para allá ahora mismo —dijo mirando a Efrén, ya que él había sido el que le había acompañado en sus aventuras anteriormente.

EFRÉN: No va a poder ser, David. Yo tengo una cita para ver un piso ahora y luego clase. No me convence mucho lo de que tenga sólo un baño, pero bueno…

OSI: ¡Yo te puedo acompañar! —se abrió paso en la conversación, ya que había estado callado al margen, observando cómo hablaban él y David como un partido de tenis e intentando participar sin éxito—. Esta noche me quedo hasta tarde estudiando y así no pierdo el ritmo para el MIR.

Los dos lo miraron dudosos, pero poco a poco se les puso un rostro de aprobación, porque David no se iba a ir solo a una misión tan peligrosa. Y en esos momentos se cortó el silencio con el ruido que hizo la puerta de la antigua habitación de Efrén abriéndose, saliendo Zac de ella, que nadie sabía que estaba allí. Primero se cruzó su mirada con la de Efrén, que la apartó de inmediato con algo de enfado pero también tratando de mostrar tibieza. Después Zac miró a David, que también apartó la mirada, pero con mucha más tensión que Efrén.

ZAC: Yo… me voy a trabajar. Hasta luego.

Y se fue raudo de casa para no tener que soportar la tensión que se había creado en unos segundos en la sala. Efrén se quedó mirando a David, que seguía sin poner buena cara.

EFRÉN: ¿Cómo lo llevas, David?

DAVID: Pues mira, lo llevo. Unos días mejor y otros peor. Pero bueno, ya han pasado más de dos meses y me sigue pareciendo raro verle.

OSI: Es normal. A mí también me incomoda un poco ver a Ada…

DAVID: Por lo menos esto de la investigación me mantiene entretenido —dijo sin dejar acabar a Osi—. Venga, vámonos con el coche de mi madre y me llevas al sitio ese, Osezno.

OSI: ¡Qué es Osi!

EFRÉN: Haced el favor de tener cuidado. Si veis que la cosa se pone chunga, salid por patas. Luego te llamo y me lo cuentas todo, David.




Después de un par de horas de viaje y yendo David al volante, se puso a mascar chicle de nicotina y Osi le iba dando las instrucciones para llegar a la dirección que tenía, con una soltura tal que parecía como si ya hubiese pasado por allí.

DAVID: Ay, qué asco dan los chicles estos.

OSI: Gira ahora a la izquierda y luego sigue todo recto. Ya estamos llegando.

DAVID: ¿Quieres un chicle de nicotina?

OSI: No, gracias. Yo no estoy dejando de fumar.

DAVID: Ahá.

OSI: ¡Para! Son ellos. Ahí está el coche. ¡Esa es la matrícula!

DAVID: Coño, qué pronto lo has visto. Agáchate.

OSI: Están arrancando el coche. ¡Síguelos!

DAVID: ¡Calla! ¿Y si tienen a Tirso en esa casa?

OSI: ¡Tú síguelos!

DAVID: Vale, pero espera un poco —dijo agachándose para que no los vieran—. No podemos ir pegados a ellos. Ya aprendí el arte de espiar cuando los seguíamos Efrén y yo… Mierda, los he perdido.

OSI: Se tienen que haber ido por allá —se sentó bien en el asiento—. ¡Arranca!

DAVID: ¿Pero cómo sabes que se han ido para allá?

OSI: ¡Arranca!

Al cabo de un buen rato siguiéndoles la pista, el coche paró en el aparcamiento de unas instalaciones, salieron del coche y se metieron dentro. David aparcó el coche más alejado pero desde un sitio donde podían verlos. Además, el manto negro de la noche les proporcionaba la discreción necesaria.

DAVID: ¿Centro Psiquiátrico Socol? ¿No me digas que han metido al pobre Tirso en un manicomio?

OSI: David, ¿te recuerdo que te secuestró durante varias días y que si no entro yo a rescatarte casi te clava un cuchillo en el cuello? Ese chico no estaba bien.

DAVID: Yo no creo que estuviese loco. Fue un cúmulo de cosas. Sus padres le trataban fatal. Seguro que nunca le ha dado nadie cariño al pobre…

OSI: Bueno, cuando entremos se lo preguntas.

DAVID: ¿Pero cómo coño sabes que va a estar ahí dentro? Y lo que es más, ¿cómo vamos a entrar?

OSI: Tú no te preocupes, que tengo un plan. Sé cuando cambian el turno los guardas de seguridad. Nos colaremos justo en ese momento.

David se le quedó mirando asombrado de que supiese tanto de un sitio que se suponía que era la primera vez que iban.

DAVID: Osi, ¿has estado aquí antes?

OSI: ¿Yo? ¡Qué tontería! Eh… simplemente… supongo que para la hora de cenar cambiarán el turno. Suelen hacerlo así en el hospital en el que hacía prácticas.

DAVID: Ah, vale —respondió no muy convencido.

OSI: Esperaremos aquí hasta que salgan los padres de Tirso y luego cuando sea la hora, entraremos.

David seguía con cara de incredulidad al ver lo bien que tenía preparado el plan y entonces Osi se puso a hablarle de otra cosa.

OSI: Oye, ¿has visto a mi novio Nacho? —supo sacarle un tema que le atrajese lo suficiente la atención como para que dejase de pensar en ello.

DAVID: Ay, amor, muy mono él. A mí lo que me sorprendió es que pasases de un bando a otro tan rápidamente. ¿No te gustaban las mujeres?

OSI: No lo sé. Yo pensaba que sí, pero no creo que Asir lo quisiese así para mí. No creo que tenga nada de malo probar.

DAVID: ¡Cuidado! ¡Ya salen! Agáchate… Qué poco han tardado… Osi.

OSI: Qué.

DAVID: ¿No crees que éste es el momento para llamar a la policía? Efrén y yo no lo hicimos porque no queríamos que se llevasen a Tirso, pero si supuestamente está aquí y sabemos dónde están los padres también…

OSI: De ninguna manera. Si llamamos a la policía los encerrarán a todos  y no tendrás oportunidad de hablar con él. Vamos, que ya es el cambio de turno.

Y cuando los padres de Tirso se habían ido, salieron del coche y se colaron en el centro. David iba siguiendo a Osi, que parecía saber exactamente dónde iba.

DAVID: ¿Cómo sabes que es por aquí? —decía en voz baja para que nadie los oyera mientras le seguía.

OSI: Porque… he visto una lista con los pacientes por ahí y ponía el nombre de Tirso y el número de habitación.

DAVID: Qué potra tienes. Te está saliendo todo redondo hoy.

Iban por fuera de las instalaciones para no llamar la atención de algún trabajador y algunas habitaciones daban al jardín. Más que un centro psiquiátrico de alta seguridad, como se lo imaginaba David, era como una especie de residencia. Cuando llegaron a la ventana adecuada, Osi entró por una puerta exterior que daba al pasillo y abrió la puerta de la habitación de Tirso decidido a entrar. David, que iba un poco detrás, se paró un momento para asimilar la experiencia que estaba a punto de revivir, pero al final entró también. Se sacó la pulsera del bolsillo que en su día le dio a Tirso para devolvérsela, pero se le cayó al suelo en cuanto entró y lo vio tumbado en la camilla y durmiendo.

David se quedó un poco pasmado porque en realidad había perdido toda esperanza de volver a verlo y a la vez porque le vinieron a la mente algunos malos momentos de cuando lo tuvo retenido en su casa. Pero necesitaba hablar con él y liberarse de cierta carga que llevaba encima. Se agachó y cogió la pulsera justo en el instante en que se despertaba al oír que alguien había entrado en la habitación.

Tirso, que David lo recordaba un poco regordete, se veía mucho más delgado, pero en forma. Sin embargo su pelo albino parecía mucho más limpio y cuidado de lo que lo solía llevar él, lo que hizo pensar a David que lo estaban tratando bien. Ese era uno de sus grandes miedos: que no estuviese siendo tratado bien. Cuando retomó un poco más la conciencia, cosa que le costaba debido seguramente a que le habrían dado sedantes para dormir, se incorporó un poco.

TIRSO: ¿Quién anda ahí? —dijo somnoliento.

OSI: Ssshh. Baja la voz. ¿Quieres que te oigan?

TIRSO: Ah, hola. Eres tú. ¿Y tú, David?

DAVID: Hola, Tirso —dijo con respeto y un poco temeroso de su reacción—. Te he traído esto —le puso la pulsera que tenía en las manos en la suya, que estaba atada con correas.

TIRSO: Mi pulsera… bueno, tu pulsera.

DAVID: Es tuya.

TIRSO: Yo… yo… —parecía que pretendía arrancar una disculpa pero no sabía cómo empezar.

DAVID: No te preocupes. Te perdono —le dijo cogiéndole la mano.

TIRSO: No pretendía… se me fue de las manos. No estaba bien, David. Desde que tomo la medicación estoy mucho mejor. Pienso con más claridad. Algunos días…

DAVID: Yo siento muchísimo haberte tratado como una mierda. Nunca te escuchaba y nunca te di el cariño que necesitabas, con lo dura que tiene que haber sido tu infancia. Siento que las cosas acabasen así.

Tirso sonrió levemente con satisfacción y David se puso un poco emotivo.

DAVID: Voy al baño. ¿Tienes uno en la habitación?

OSI: Está ahí —señaló una puerta—. Pero no hagas ruido ni tires de la cadena. Si los pacientes están durmiendo atados no pueden ir al baño, ¿lo entiendes?

DAVID: Que sí, pesado —dijo secándose las lágrimas que le caían por las mejillas.

Estando David en el baño, Osi se puso a hablar en voz muy baja con Tirso.

OSI: Entonces no le dijiste eso a nadie, ¿no?

TIRSO: Ya te dije el otro día que no y que no se lo iba a decir a nadie.

OSI: Santa Ast, me tengo que asegurar. Seguro que si se enteran los del gobierno me cogen y me diseccionan o algo —se le acercó más al oído—. ¿Qué fue eso?

TIRSO: Escúchame —le agarró del suéter que lo tenía a la altura de su mano y se lo acercó a su cara—. Mis padres no querían llevarse a Benja, te querían a ti. Se lo llevaron a él porque tenía una mancha de boli negro en la nariz y lo confundieron con tu lunar.

OSI: Pero si yo ni iba en ese coche… ¿Por qué no me dijiste eso el otro día?

TIRSO: ¡Porque con las pastillas que me dan unos días estoy más grogui que otros! Me acabo de acordar de eso.

OSI: Pero entonces, si cogieron a la persona equivocada, ¿no se dieron cuenta? ¿Por qué lo retuvieron tanto tiempo y al final incluso se lo llevaron?

El sonido de la cisterna del váter les interrumpió y puso a Osi sobre aviso. David salió corriendo del baño.

DAVID: Lo siento, es la costumbre…

OSI: Vámonos, corre.

DAVID: Volveremos, Tirso. No te vamos a dejar aquí.

OSI: Corre, por aquí…




Al día siguiente, Efrén volvió al piso compartido para hablar con Ofelia sobre cómo llevaba el embarazo. Venía de jugar un partido de fútbol con unos amigos, algo que hacía de vez en cuando desde que le fue imposible continuar con el fútbol profesional. Lo que él no esperaba era que estuviese Sandra allí también, la recelosa novia de Ofe.

EFRÉN: Hola, chicas. ¿Qué tal?

—Muy bien. Gracias por preguntar —respondió con tirantez Sandra casi sin dejarle acabar.

Efrén se quedó un poco cortado por el comienzo tan tajante de la conversación, pero siguió hablando.

EFRÉN: ¿Cómo llevas el embarazo? ¿Todo bien en las últimas pruebas?

—Si la hubieras acompañado a alguna de ellas lo sabrías. Que va a ser tu hijo…

OFELIA: Vale, Sandra. Déjame hablar a mí —dijo en un tono conciliador—. Estando ya de 7 meses me queda todavía una ecografía a la que podrías venir. La tengo el viernes por la mañana. ¿Quieres venir conmigo? Sandra ha venido a todas conmigo.

EFRÉN: ¿El viernes por la mañana? Joder, no puedo. Tengo que volver a ver una casa que me ha gustado, pero la quiero ver de día para ver si hay luz y eso y ya he quedado con el de la inmobiliaria.

Sandra estaba al lado de Ofelia mordiéndose la lengua y conteniendo la rabia.

OFELIA: Efrén, llevas ya cuatro meses buscando casa. El niño va a nacer dentro de dos meses y no tienes ni casa ni todos los accesorios que necesita un bebé, como un carrito o una cuna.

EFRÉN: Bueno, no te preocupes —dijo él despreocupado—. Eso voy una tarde de compras y lo compro todo. Pero primero tengo que tener la casa, ¿verdad?

OFELIA: No te lo estás tomando en serio. Tener un hijo es algo muy importante que va a cambiar tu vida y no eres consciente de ello.

EFRÉN: Claro que soy…

OFELIA: Efrén. No firmamos papeles para la custodia y yo tengo serias dudas de que puedas ser buen padre. Te quedan dos meses para demostrarme que de verdad quieres este bebé.

Sandra puso cara de satisfacción y se reclinó en el sofá, relajando su siempre malhumorado rostro.

EFRÉN: ¿Pero cómo me dices eso, Ofe? ¡Habíamos hecho un trato!

OFELIA: No hay nada sentenciado. Piensa en lo que te he dicho —dijo intentando levantarse del sofá para irse.

—Muy bien cariño. Has estado muy bien. Le has dicho todo lo que le tenías que decir —le dijo en voz baja a Ofelia mientras la ayudaba a levantarse y se dirigían a la puerta.

EFRÉN: ¡Está bien, está bien! ¡Prometo que me lo tomaré en serio! Verás cómo me quedo esta casa que estoy viendo. Me gusta mucho. Es perfecta. Seguro que el viernes cierro el trato ya.

—Menos promesas y más demostraciones —amenazó Sandra con cara de malicia cerrando la puerta de casa detrás de ella.




Una semana después, Efrén ya se había comprado la casa que tenía mirada y empezó con la mudanza para tener todo arreglado en cuanto antes. Lo primero que quería hacer era llevarse las cosas que había dejado en su cuarto en el piso de Ofelia y los demás, ya que quería que se instalase bien Zacarías, y en parte, volver a verlo porque no le gustó cómo habían quedado las cosas entre ellos la última vez que hablaron, cuando dejó a David hace dos meses.

Toc, toc.

ZAC: ¡Pasa!

EFRÉN: Hola, Zacarías. ¿Cómo estás? —saludó en tono reconciliador.

ZAC: Ah, hola, Efrén. Pensaba que eras Ofelia. Pasa, pasa. No te quedes en la puerta. Me alegro de que hayas venido —y le dio un sentido abrazo que denotaba añoranza.

EFRÉN: Sí, yo también —se soltó en seguida del abrazo al sentirse un poco violento—. He venido a por mis últimas cosas que me quedan por aquí, que ya tengo la casa nueva.

ZAC: ¡Cuánto me alegro! A ver si haces una fiesta de inauguración o algo. Bueno, si quieres que vaya, si no, no pasa nada…

EFRÉN: También quería hablar de eso contigo.

ZAC: Sí, dime —y se sentaron ambos en la cama.

EFRÉN: No me gusta estar enfadado con nadie, y menos contigo… Siempre te he tenido un cariño especial, o algo más que eso, y es algo que no puedo explicar y que siempre va a seguir ahí… No me gusta cómo dejaste a David, pero aunque tarde, tomaste la decisión que debías. Y no sé si las cosas podrán ser iguales entre tú y yo de ahora en adelante, pero me gustaría que lo fuesen.

ZAC: A mí también.

Zac sonrió con los ojos llorosos de la emoción y esta vez fue Efrén quien tomó la iniciativa de darle un abrazo que selló su reconciliación. A continuación se puso a recoger sus bártulos con la ayuda de Zac y se los llevaron a la nueva casa de él, que estaba cerca de allí, donde Efrén pretendía no sólo estrenar casa, sino una nueva vida en la que la responsabilidad formaba gran parte de ella.


Próximo episodio: lunes, 6 de junio de 2011 a las 21:00.

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