lunes, 6 de junio de 2011

2x08 IS

Priviuslí, en El mundo al revés: Ada se dio por vencida con Osi y para paliar su dolor se acostó con un albañil. Su amigo Luis está conociendo por el chat a un chico llamado Jaime, pero le da vergüenza quedar con él por si no le gusta, al ser Luis bastante afeminado.

David y Osi encontraron a Tirso en un psiquiátrico y Osi parecía saber perfectamente cómo llegar hasta allí, porque ya había estado antes.

Pascual lleva unos meses siendo camello y para poder seguir vendiendo en varias zonas, hizo un trato con las madres de David, que secretamente también trafican y por eso tienen tanto dinero, y a cambio les dijo que no diría nada a su hijo.



La primavera ya se respiraba en el aire durante el mes de marzo en Valencia. Atrás quedaron las Fallas, los días eran más longevos y el tiempo un poco más caluroso. Los árboles caducifolios podados y pobres en follaje ya brotaban hojas verdes y algunas flores coloreaban el paisaje urbanita.

Sin embargo, Ada tenía que reprimirse de salir a la calle a disfrutar de este maravilloso día porque tenía que seguir estudiando para el MIR1. Menos mal que contaba con su amigo Luis, que amenizaba sus largos días de estudio con sus historias personales.

LUIS: Y cogí y me planté así vestido en la primera cita. ¿Qué te parece, mari?

ADA: Ais, pues no eres tú, ru… Vaya, desde que te teñiste de moreno otra vez ya no te puedo llamar rubia.

LUIS: Es mi color natural, nena. Es que con aquel rubio pollo ya me sentía antigua.

ADA: Tampoco te maquillas y llevas ropa más formal… Puedes relajarte, cari, no está Jaime delante ahora.

LUIS: Que no es por Jaime, tonta. Bueno… un poco sí. Pero no sé, me hace sentir diferente. Me siento cambiado. Aunque a veces se me ha escapado algún ramadazo y parece que no le molesta. No creo que le moleste la pluma… Lo que veo que le molesta un poco es… lo tuyo.

ADA: ¿Cómo que lo mío? ¿Qué sea mujer?

LUIS: Nooo, me refiero… a ya sabes, que te gusten los hombres.

ADA: Buff, lo que faltaba. Más heterófobos al barco. ¡Suban, suban, que aún no está lleno! ¡Hay sitio para más!

LUIS: Bueno, no exageres, nena —rió él restándole importancia—. No creo que sea para tanto. Para uno que encuentro que es decente… Además, que no sé cómo va a ir esto. De momento nos hemos liado un par de veces.

ADA: Ais… Bueno, voy a seguir con mi encierro.

LUIS: ¡Espera! ¿Cómo vas tú con tus rollos? ¿Novedades?

ADA: Bueeeno. ¡El otro día me acosté con un tío que estaba buenísimo —exclamó con entusiasmo.

LUIS: ¿El albañil otra vez?

ADA: ¡Qué va! Aquello sólo fue una vez. Han pasado algunos por la piedra desde entonces —rió ella con picardía.

LUIS: A ver si te vas a convertir en la puta del barrio, cari…

ADA: Ah, claro. Un hetero se acuesta con unos cuantos y es un putón, pero vosotros que siempre estáis con unos y con otros no, ¿verdad? No te fastidia…

LUIS: Vaya, mari. Toda la razón. Nunca lo había mirado así —se quedó meditando.

ADA: Voy a seguir con el estudio…

LUIS: Entonces, ¿ya no sientes nada por Osi?

ADA: ¿Ese personaje que me rompió el corazón y que ahora se supone que es gay? Me ofende tal pregunta. Como si tuviera que pensar yo en él todos los días. Seguro que él ni se acuerda de mí. Y ahora resulta que está con el Nacho ese. Pues me alegro, que lo disfrute —se metió en su habitación y dio un portazo porque se supone que no le importaba en absoluto.



Mientras tanto, David y Osi trataron de volver a entrar en el Centro Psiquiátrico Socol, donde habían encontrado previamente a Tirso. Sin embargo, esta vez lo intentaron a plena luz del día. Agazapados en unos arbustos cercanos cual escena militar, planeaban su estrategia.

OSI: Esta vez vamos a probar por la puerta trasera. Por aquí sólo salen algunos trabajadores.

DAVID: Ay, no sé, Osezno. Estoy nervioso y quiero un cigarro.

OSI: Cómete un chicle de esos de nicotina.

DAVID: Están asquerosos. Llevo meses comiéndolos y sigo teniendo ganas de fumar.

OSI: Bueno, pues haz lo que quieras. Volvamos a donde estábamos. La puerta.

DAVID: No sé, lo veo muy arriesgado. Ya hemos intentado venir otros días y al final no hemos entrado. Está claro que visitarle de manera legal no nos dejan. ¡Y así nos van a pillar!

OSI: ¡Santa Ast! ¡Ten un poco de fe! Lo tengo todo controlado, hazme caso. Nos escondemos detrás de esos arbustos y cuando salga alguien, cogemos la puerta corriendo antes de que se cierre. Tarda bastante en cerrarse.

DAVID: ¿Se puede saber por qué sabes tanto de este sitio?

OSI: ¡Corre, escóndete! Se está abriendo la puerta.

El dúo de detectives se camufló entre la maleza cercana a la puerta trasera y efectivamente, como dijo Osi, después de salir el trabajador, la puerta se cerraba lentamente, así que les dio tiempo suficiente para cogerla y colarse. Se dirigieron directamente a la habitación donde vieron a Tirso, no sin dificultades, ya que había algunos pacientes en el patio. Cuando llegaron a la habitación se la encontraron vacía. La cama estaba desecha y sobre ella, la pulsera que David le trajo a Tirso, que en un principio se la había regalado. Ambos se quedaron un poco extrañados, pero se sentaron un momento a pensar.

DAVID: Estará en el patio, seguro… Los pacientes no están todo el día en su cuarto…

OSI: Pero es un poco raro que se dejara la pulsera aquí. ¿No crees?

DAVID: Igual se le ha caído…

—¿Sois los de la funeraria? —entró una enfermera en la habitación de golpe.

DAVID: ¿Cómo?

OSI: Sí, somos nosotros —salió ávidamente del apuro y ella miró a Osi queriendo escuchar.

—El cuerpo está en la cámara frigorífica. Nos lo hemos encontrado esta mañana así… Pobre Tirso. No parecía tan trastornado como otros pacientes que tenemos aquí…

David se quedó blanco y no podía ni articular palabra, pero Osi siguió con su tapadera.

OSI: ¿Y cómo ocurrió la muerte del paciente?

La enfermera, que no solía compartir todo tipo de información con cualquiera, se sintió con la necesidad de contárselo.

—Pues mira, cariñet, no tengo ni idea. Ayer vinieron sus padres a verle y tan normal. Algunos han dicho que puede que se suicidara tomándose un montón de pastillas. Pero yo he sido su enfermera y te puedo asegurar que las pastillas estaban bien controladas y le daba sólo las que se tenía que tomar… Bueno síganme para recoger el cuerpo. ¿No traen la camilla?

OSI: Sí, sí. Qué despiste. Nos la hemos dejado en el coche. Lo tenemos en la parte de atrás. ¿Verdad, David?

David aún seguía en shock mirando al vacío, pero Osi le dio un codazo y reaccionó.

DAVID: Sí… sí. Vamos al coche.

OSI: Ahora volvemos…

Una vez fuera, ambos entraron al coche y se quedaron callados durante unos segundos.

DAVID: Pobre Tirso… No se merecía esto —dijo apenado.

OSI: Que Asir lo bendiga.

DAVID: Arrocha.

OSI: Creo que nos hemos metido demasiado. Igual esa pulsera que le diste lo delató…

DAVID: ¿Me estás culpando de algo? Si aquí hay alguien sospechoso eres tú. Que sabes demasiado de este sitio.

OSI: Yo sólo quería sacar a Tirso de aquí al igual que tú. Si sé más es porque vine unos días antes de venir contigo la primera vez para investigar por mi cuenta. Nada más.

DAVID: Bueno, sea lo que sea, no podemos seguir con este tema. ¡Una persona ha muerto! Es muy arriesgado… Al final resulta que tenía razón Zac y deberíamos de dejarlo. Tengo que decirle a Efrén que nunca más siga con la investigación ésta.

OSI: Opino lo mismo. Yo no quiero acabar muerto y que encima piensen que me he suicidado.

DAVID: ¿Y si se suicidó de verdad?

OSI: No lo creo… ¿Lo viste mal el otro día como para suicidarse? ¿De dónde sacó las pastillas? Ya has oído a la enfermera… Estoy seguro que fue cosa de sus padres… No querrían que hablase.

DAVID: ¡Mierda! ¿Es ésa la enfermera de antes? —dijo señalando a una mujer que salía por la puerta trasera.

OSI: No, qué va. Ésta es muchísimo más guapa. Qué ojos más bonitos…

DAVID: Pensaba que eras gay otra vez y que estabas con ese tal Nacho.

OSI: Y lo soy, lo soy —se apresuró a contestar—. ¿No puede un gay opinar sobre una chica guapa?

La enfermera salía de trabajar del Centro Psiquiátrico y cogió su coche. Parecía que llevara prisa para ir a otro sitio. Era una mujer joven, de unos 25 años. Llevaba el pelo suelto, ondulado, castaño y largo, con un flequillo ladeado hasta las cejas que hacía a cualquiera fijar la mirada en sus llamativos ojos. Unos ojos que, como decía Osi, destacaban en su cara más bien de un pálido pero saludable tono de piel. Eran de color verde claro. Un color que no era muy habitual y que la hacía más única incluso.

Is, que así le gustaba que la llamasen, trabajaba medio día en el Centro Psiquiátrico y otra media jornada en un hospital de Valencia. Todas las mañanas acababa su turno en Socol, se iba corriendo a comer a casa y ya entraba por las tardes en el hospital. Tenía algunos días libres, que utilizaba para su ocio, pero hoy no era uno de esos días, porque además salía tarde del Centro Psiquiátrico y se fue directa al hospital, a comer en la cafetería con algunos compañeros que comían allí.

—¿Hoy se va la de la 213, no? —le preguntó una compañera insinuante—. ¡La tenías en el bote!

IS: Anda, exagerada —sonrió ruborizada—. Lo que pasa es que yo soy muy amable con mis pacientes.

—Ya podías ser más amable conmigo y salir a cenar algún día.

IS: Qué cosas tienes, tonta.

—O si no quieres con ella, yo me ofrezco voluntaria —dijo otra compañera que estaba comiendo con el grupo.

—Tú cállate, pendón. A Is le viene mucho mejor una mujer como yo —replicó celosa la otra—. Con lo buena persona que es ella no le llegas ni a la suela de los zapatos.

IS: Venga, chicas. No os peleéis ni os digáis esas cosas tan feas la una a la otra.

—Eso, chicas. Que parecéis unas lobas —dijo el único chico de la mesa—. Ella es mía y sólo mía —bromeó él.

IS: Anda que decís tonterías. Yo no soy de nadie. Me reservo para la persona ideal, es todo. Tiene que estar por ahí, en alguna parte —y se puso a soñar despierta como si fuese a entonar una canción de Disney.

—Con lo buena tía que eres, lo guapa y trabajadora, estoy seguro de que te llegará —y le dio un beso en la mejilla—. ¡Eres la más curranta del hospital! Nunca estás de baja por enfermedad ni todas esas historias que la gente se inventa. Venga, vamos a currar, Isístrata.

IS: ¡No me llames así, tonto!

Al acabar su turno, había quedado en la misma cafetería para tomarse un café con su madre biológica, la cual se presentó y empezó a mantener el contacto con ella esporádicamente a raíz de la muerte de su madre adoptiva, hacía unos años ya.

—¿Cómo estás, querida?

IS: Hola, me alegro de verte —le dio un abrazo que su madre no correspondió y se separó precipitadamente—. No tengo mucho tiempo, me tengo que ir a casa a pagar al dueño el alquiler.

—Bueno, no pasa nada.

IS: Por lo menos nos vemos un poquito, que ya hacía tiempo.

—Sí, es cierto. Hacía mucho que no nos veíamos. Desde que nos volvimos a Madrid ya no hacemos muchos viajes. ¿Qué tal todo? —dijo sentándose en una de las mesas de la cafetería.

IS: Muy bien. Trabajando mucho… Pero ni aún así me da para llegar a fin de mes.

—¡Por Asir, qué tragedia!  ¿Quieres que yo te preste algo…? —dijo preocupada mientras se cogía un colgante con una mano pequeña blanca que llevaba al cuello.

IS: No, no, qué va. No era mi intención dar pena. Lo que voy a hacer es buscarme un piso compartido, porque yo no puedo con las facturas de la casa sólo yo. Mejor compartir gastos con compañeros.

—Sí, bueno. No es mala idea… ¿Sabes lo que podemos hacer? Como yo voy a estar unos días por aquí porque tengo cosas que hacer, podemos quedar para cenar mañana o cuando te venga bien y hablamos más tranquilamente.

IS: Muy bien. Me parece estupendo… mamá.

La mujer se quedó un poco cohibida al no esperar que la llamara así y le contestó antes de que hubiese lugar a dudas.

—Mira, querida. Prefiero que me llames por mi nombre. Tú tuviste una mamá estupenda y seguro que cuidó muy bien de ti. Yo no he venido aquí para sustituir a nadie. Sólo creí oportuno que mantuviéramos el contacto para saber la una de la otra.

IS: De acuerdo. Pues me parece estupendo que cenemos mañana. Si aún te parece buena idea.

—Claro que sí. Quiero saber qué haces y por donde te mueves en tu día a día.

IS. Eso suena muy controlador. Me recuerda a mi madre que siempre me estaba diciendo qué hacer y que no y siempre prohibiéndome cosas.

—Oh, no te preocupes, querida. Yo no te voy a decir qué hacer. Ya eres mayorcita.

IS: Espero que no.

—No te entretengo más, que llegarás tarde a eso. Mañana nos vemos.

IS: Pues hasta mañana, Soledad.

Is salió del hospital por la puerta trasera que daba a un callejón y se encontró con varios coches de policía haciendo sonar la sirena y luces giratorias azules y rojas. Estaban llevando a cabo una detención. Así que se lo pensó mejor y salió por la puerta principal.

La detención era, nada más y nada menos que del Tito Pascu. Un camello que no traficaba a grande escala, pero que se había hecho renombre en los círculos de la droga. Mientras le acorralaban, Pascual giró la cabeza y le pareció ver a Efrén en un rincón.

EFRÉN: Vaya, vaya. Al final vas a tener lo que te mereces. Por tu culpa casi nos matas a todos en un accidente, tío. ¡Arruinaste mi carrera futbolística!

PASCUAL: ¡Cállate! ¡Eso no fue culpa mía! ¡Te despistaste tú al volante!

Cuando se volvió a girar ya no estaba allí. La policía le tenía contra la pared y no tenía escapatoria. Intentaban tranquilizarle para que la detención fuera pacífica. Pascual miraba hacia todas partes y entre los policías le pareció ver a Ada.

PASCUAL: ¿Ada? ¡Ayúdame, por favor!

ADA: Ais, Pascual. Yo siempre intenté ayudarte, pero nunca quisiste mi ayuda. Sabes que tú tienes la culpa de todo, aunque te lo hayas negado a ti mismo siempre.

Se le puso una sonrisa maléfica en la cara y desapareció entre los policías. Pascual estaba esposado y cuando lo estaban metiendo en el coche patrulla empezó a gritar de impotencia.

PASCUAL: ¡Dejadme en paz! ¡No tenéis razón!

—No le haga caso, agente. Está teniendo alucinaciones —dijo uno de los policías que forcejeaba para meterlo en el coche—. Cuando le hemos detenido estaba fumando una pipa de crack.

PASCUAL: ¡Yo no estoy loco! ¡Sé perfectamente lo que digo! ¿Dónde está Farli? Seguro que le habéis asustado —dijo poniéndose a llorar—. ¡Farliii! ¡Farliii!

—Déjenlo en el calabozo que pase la noche y se le pase el ciego y mañana ya hablamos con él.



A la mañana siguiente, Pascual se levantó un poco más tranquilo en el calabozo de la comisaría, pero todavía algo alterado, ya que no había logrado pegar ojo en toda la noche sabiendo la que se le venía encima. Al cabo de un par de horas se lo llevaron a la sala de interrogatorios y un par de detectives le empezaron a hacer preguntas.

—¿Conoce usted a esta mujer?

El policía sacó del bolsillo interior de su chaqueta una foto de la madre de David traficando.

PASCUAL: No, no. ¿Quién es esa?

El otro hombre lo miró seriamente durante unos segundos y le dijo.

—Con mentiras no vamos a conseguir nada, señor Blanco.

Y sacó otra foto que se veía a Pascual hablando con ella, justo el día que la chantajeó para poder seguir vendiendo en su zona, a cambio de no delatarla delante de su hijo. Pascual optó por guardar silencio.

—No se preocupe. De aquí vamos a salir todos ganando.

—Verá, señor Blanco —puso un tono más amistoso el otro policía—, usted es un pececillo en el mar de los delitos y nosotros vamos detrás del tiburón desde hace mucho tiempo. Usted ha vendido sustancias químicas ilegales a pequeña escala, hecho que no nos preocupa demasiado si además nos puede ofrecer en bandeja a este otro pez. A cambio quedaría en libertad pagando una pequeña fianza.

PASCUAL: ¿Y si no quiero declarar?

—Irá usted a la peor cárcel en la que le podamos meter y esperará a un juicio que nos aseguraremos que le impongan la pena máxima. Es muy fácil que las pruebas de nuestra investigación agraven su caso o puede que mágicamente desaparezcan. ¿Qué nos dice?

PASCUAL: ¿Puedo empezar ya con mi declaración?



Próximo episodio: lunes 13 de junio de 2011 a las 21:00.

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