lunes, 31 de octubre de 2011

3x03 ZAC

Priviuslí, en El mundo al revés: Zac salió hace un par de años del centro de acogida en el que vivía y estudiaba, y se puso a trabajar en el Mercamona. Siempre le había gustado Efrén, pero no había sido hasta hacía poco tiempo que se habían puesto a salir juntos.

Benjamín desapareció en un accidente de tráfico hace dos años y no han sabido nada de él desde entonces. Su amigo Zac ha tenido pesadillas desde aquel día porque no sabe dónde está.

Efrén acabó su carrera de ADE. También tiene un hermano que se llama Romeo y estudia en un internado, pero que nunca ve.

Osi se fue para dar ayuda médica a países en vías de desarrollo con tal de ganarse un puesto en el hospital privado al que han destinado a Ada, y se ha mantenido en contacto telefónico con ella estos meses. De momento sólo son amigos, pero el tema religioso por parte de Osi siempre le ha molestado a Ada, que es atea convencida.

David y Efrén averiguaron cosas sobre los padres de Tirso el año pasado, rastro que les llevó hasta Tirso y que luego hallaron muerto, por lo que dejaron de investigar por parecerles peligroso.




Zac volvía de trabajar al piso que compartía con Osi, Ulises e Is. Sólo llevaba puesto su austero uniforme del Mercamona, ya que aunque fuera ya el mes de octubre, en Valencia se podía ir perfectamente de manga corta. Entró al portal y cogió las cartas del buzón. Le llamó la atención en especial un sobre que estaba escrito a mano. Por un segundo le pareció la letra de Benjamín, pero pensó que no podía ser. Sumergido en estos pensamientos y justo cuando entraba a su piso, Efrén le llamó por teléfono para decirle que fuera a su casa. Sonaba algo malhumorado, así que dejó todas las cartas en la cocina, y primero se dio una ducha rápida. Se vistió con sus vaqueros más bien holgados y rectos que le gustaba llevar y una camiseta verde y lisa, porque poca ropa más tenía. No era por cuestión de dinero, sino que al contrario que Efrén, a Zac no le importaba demasiado lo que se ponía o lo que se dejaba de poner. Él con un par de vaqueros y unas camisetas se bastaba. Salió de casa con su pelo mojado, como siempre hacía, y ya se le iría secando por el camino. Quizá esa sencillez es lo que le atraía a Efrén, pensaba él a veces cuando se quería explicar por qué un chico tan guapo estaba con un tipo tan sencillo como él.

Una vez llegó a la puerta de la casa de Efrén, desde fuera ya se podía escuchar una discusión entre dos personas. Una de ellas era su novio y la otra era de una persona joven, pero no lo conocía. Cuando le abrió la puerta Efrén, le dio un beso rápido y le tocó la cabeza amablemente, que ya llevaba el pelo seco, lacio y sin peinar, su habitual aspecto. Luego siguió discutiendo con esa persona sin explicarle nada al recién llegado Zac, que no sabía lo que estaba pasando.

EFRÉN: ¡¿Pero cómo no vas a seguir estudiando, tío?! ¡Que hayas cumplido 18 años no te da derecho a largarte de allí y dejar a medias tus estudios! Yo acabo de terminar ADE ahora con 27 años y ojalá me hubiera puesto antes. ¿Has hablado con los papás?

—Ellos no lo saben todavía. Están muy ocupados trabajando en Reino Unido… Pero bueno, puedo encontrar un currito rollo el Mercamona y mientras busco piso, me quedo aquí.

EFRÉN: ¡De eso nada, Romeo! Tú te vas a volver al internado ahora mismo. Yo te llevo.

Por primera vez desde que había llegado Zac, que esperaba de pie cerca de la puerta, Efrén se dirigió a él.

EFRÉN: ¿Me haces el favor de cuidarme a Bruno un rato? La niñera no podía hoy y se me ha presentado este asunto. No se me ha ocurrido nadie más de fiar.

ZAC: Sí, sí. No te preocupes. Yo en el centro de acogida a veces cuidaba a algunos niños pequeños.

—¡Que no voy a volver al internado! —interrumpió Romeo viendo que estaban haciendo planes por él—. Déjame quedarme aquí unos días y si no encuentro trabajo me llevas al internado otra vez.

Efrén pareció pensárselo y creyó que sería una buena idea que viera lo mal que estaba el panorama laboral para que volviese corriendo a estudiar, y aceptó la propuesta de que se quedase en su casa.

Como ya no necesitaba que Zac cuidara a su bebé, le invitó a cenar y se pusieron manos a la obra en la cocina mientras su hermano Romeo deshacía su equipaje y le puso al día con todo lo que había pasado.

ZAC: Bueno, y aparte de esto qué tal el día —le dijo cariñosamente.

EFRÉN: Pues ya sabes, un poco aburrido desde que acabé la carrera. A veces tengo historias con los proveedores y alguna noche me paso por el pub. Pero la verdad es que Nacho lo lleva muy bien.

ZAC: ¿Nacho el que estuvo un tiempo con Osi en su etapa experimental con los hombres?

EFRÉN: Sí, ese mismo. Entró de recoge cubatas pero el chaval es una máquina. Lo lleva casi todo él. He delegado mucho en él para estar más tiempo con Bruno. Bueno, ¿y tú qué tal el curro?

ZAC: Pues bien. Aunque hay rumores de que van a despedir a gente y yo soy de los últimos en haber llegado.

EFRÉN: Seguro que no te despiden. Anímate, guapo —le sonrió y le guiñó un ojo mientras le cogía la barbilla con afecto para animarle antes de que se pusiera pesimista, que ya lo conocía bastante y sabía que estaba a punto.

Zac se quedó a dormir en casa de Efrén, algo que cada vez hacía más a menudo, y a la mañana siguiente cuando llegó al trabajo sus temores se hicieron realidad: lo habían despedido por recorte de plantilla en Mercamona. Sin querer pensar demasiado en lo malo, imprimió un montón de currículos y los echó en sitios diversos, aunque en muchos ni se lo cogían porque no necesitaban a nadie. Para ser honestos, Zac no tenía ni el graduado escolar y eso hacía que estuviera por debajo de muchos otros candidatos. Así que volvió al piso compartido a comer después de una dura mañana y se encontró con la carta escrita a mano. La abrió y en ella se leía lo siguiente:

“Querido Zac:

¡Qué antiguo suena eso! ¿Te acuerdas cuando nos escribíamos cartas de pequeños con este encabezado cuando nos mandaban a pasar el verano con familias? Qué recuerdos aquellos. Fueron tiempos felices, aunque no lo creyésemos.

Supongo que a estas alturas ya habrás reconocido mi letra. Sólo quería decirte que me acuerdo mucho de ti y entiendo si estuvieses preocupado, pero no lo estés. Quería hacerte saber que estoy bien. No quiero que me busques ni que padezcas por mí, porque estoy en un buen sitio. En el lugar que creo que tengo que estar. Siento no poder decirte más, pero confía en mi palabra. Ya estoy violando algunas reglas sólo con escribirte esta carta. Ojalá algún día pueda darte la explicación que te mereces.

Estás siempre en mis recuerdos. Un abrazo.

Tu amigo siempre, Benjamín.”

ZAC: ¡Mierda, mierda, mierda!

Le estalló en la cara toda la racha de mala suerte que llevaba desde esa misma mañana, que se había enterado que ya no tenía trabajo. Y encima, cada vez que pensaba que se había olvidado de la desaparición de su amigo Benja, algo volvía para recordárselo. Aunque esta vez fuera el propio suso dicho, no podía dejar de pensar en algo retorcido sobre esa carta que releyó una y otra vez por si podía interpretarla de otra manera. ¿Y si alguien le había obligado a escribirla? ¿Y si después de escribirla lo mataron?




Osi volvió por fin de su odisea veraniega ayudando a los más necesitados, y como le había dicho a Ada, gracias a ello tenía un puesto en el hospital como residente de primer año en Oftalmología. Ada, por su parte, había conseguido entrar como residente en Cirugía Cardiovascular gracias a sus buenas notas. El hospital la Caridad tenía influencias de los Discípulos de Asir, así que mientras trabajaban sólo se podían ver a escondidas. Por su propio bien. Y es que, después de mucho hablar del tema, decidieron darse una segunda oportunidad, empezando desde cero y teniendo citas a la antigua usanza. Ese día se fueron de picnic a El Saler, a una pinada cercana a la ciudad. Osi guardaba muy buenos recuerdos por veranear allí todos los años con sus madres cuando era pequeño.

OSI: ¿Tú sabes que por eso elegí Valencia como destino cuando me vine de Séneca hace dos años? Tengo buenos recuerdos de este sitio. ¿A que es bonito?

ADA: Es súper bonito. Y siendo valenciana, no había estado nunca. Me gusta mucho que la carretera sea de cemento y que dentro de la pinada todos los caminos sean de tablas de madera, como en la playa. Se respeta el medio ambiente.

OSI: Sí, es todo como muy natural —dijo inspirando profundamente—. Este olor a pino me trae muchos recuerdos. Mis madres me traían aquí a merendar algunos días, pero casi siempre estábamos en la playa.

ADA: Tus benditas madres —dijo ella con ironía—. No me las imagino pasando un día normal y alegre en la playa.

A Osi le vino a la mente lo mucho que sus madres disfrutaban de la playa, sobre todo Soledad. A Epifanía no le gustaba demasiado, ya que nunca se bañaba y a veces ni siquiera se quitaba la camiseta. Tenía quemaduras por todo el cuerpo debido a un incendio que destruyó su casa cuando él aún no había nacido. Pensó en no contarle algo tan íntimo de su madre a Ada, sabiendo además que no les tenía ningún aprecio, y simplemente asintió.

ADA: ¿Cómo están? ¿Ya no te obligan a ir a la secta, no?

OSI: No, ya dejamos eso claro. Pero eso no quiere decir que yo haya dejado de creer en Asir —le advirtió antes de que ella misma sacara el tema a relucir. Que sabía que lo haría.

ADA: ¿Cómo puedes creer en algo que desprecia lo que eres? —inquirió indignada, como cada vez que se hablaba de religión.

OSI: Pues porque a lo mejor yo soy una persona más espiritual y me gusta pensar que Asir me va a recibir en el Cielo cuando muera.

ADA: Por favor. Tú míranos en el hospital. Nos escondemos como si fuésemos ratas o estuviésemos haciendo algo prohibido. Ya bastante mal me hicieron sentir aquellos tipos en la casa de campo de David. No quiero sentirme así nunca más. Ya tengo suficiente con que me hayan dado plaza en La Caridad. Parece una gran ironía contra mi vida. Si no fuese porque es uno de los mejores hospitales…

OSI: Tú puedes hacer lo que quieras, Ada. Yo no te digo que creas o dejes de creer. ¿Por qué no puedes respetarme?

ADA: Yo te respeto, Osi. Pero la cuestión religiosa la veo una contradicción con nuestro estilo de vida. ¡Somos heterosexuales! Creo que para que tengamos una buena relación debemos de estar los dos en el mismo punto. Los dos tenemos que estar de acuerdo en esto y no me gusta que reces o nombres a Ast cada dos por tres.

OSI: Pues lo siento, pero yo soy así y esto es lo que hay. No voy a renunciar a mis creencias.

Osi se impuso con su opinión y no estaba dispuesto a dejar de creer en Asir sólo porque Ada quisiese. Ya bastante se había dejado mangonear por sus madres durante toda su vida y estaba dispuesto a luchar por lo que creía. Desde que el año pasado les plantó cara, Osi se había vuelto más decidido y no iba a dar su brazo a torcer ante nadie por una causa en la que creía ciegamente. Ambos se miraron con tensión porque ninguno estaba dispuesto a ceder, pero como la atracción era evidente, decidieron mirar a otro lado y hablar de otras cosas que les recordaran por qué estaban allí. Aunque no fue fácil salir de ese hondo atolladero.




Al cabo de unos días, Efrén volvió a requerir la ayuda de Zac para cuidar a Bruno mientras resolvía unos asuntos de su pub el Inframundo. No se fiaba de casi nadie para realizar esta tarea. Ni siquiera de su hermano que estaba todavía en su casa sin encontrar trabajo. Y a ello se le sumaba que cada vez la niñera le fallaba más o se tenía que ir a mitad de tarde. Zac tampoco había tenido mucha suerte buscando trabajo y no le había dicho a Efrén lo de la carta de Benjamín, porque no quería que se preocupase él también. Aunque lo cierto es que le estaba comiendo por dentro.

Cuando Zac llegó a casa de Efrén se encontró con que Romeo estaba cuidando a Bruno, pero no paraba de llorar. Zac cogió al bebé y en seguida calló después de darle el biberón.

—La niñera se acaba de ir ahora mismo. Tenía prisa para hacer no se qué…

ZAC: Ya está, no pasa nada —dijo acostándolo en su habitación y volviendo luego al comedor donde estaba Romeo—. ¿Cómo va lo de buscar curro?

—Pues mal, pero quién sabe. Mañana puede ser el día.

ZAC: Ojalá —dijo para sí mismo refiriéndose a su situación de desempleo, pero Romeo pensó que se refería a él.

—Sí, gracias. A ver si hay suerte. ¿Y tú has encontrado algo?

ZAC: No, aunque sólo llevo unos días buscando. La cosa está muy mal. ¿Seguro que no quieres seguir estudiando? Es la cosa más cómoda del mundo.

—¿Seguiste estudiando tú? —preguntó desafiante, conociendo la respuesta de antemano.

Él no quiso responder porque sabía que le estaría dando la razón. Es cierto que en su momento dejó sus estudios a medias sin mirar atrás. Pero en la situación en la que se encontraba en la actualidad, desearía poder hacer retroceder el tiempo, zarandear al Zac del pasado e insistirle para que no lo hiciera. Llevaba casi dos años trabajando en el Mercamona y nunca se había planteado qué haría si lo despidiesen. Nunca se había parado a pensar en su futuro y eso era lo que trataba de advertirle a Romeo. Ahora era cuando se había dado cuenta de que él también desoyó los consejos que le dieron.

Al ver que el hermano de Efrén no atendía a razones, al igual que hizo el joven Zac en su día, no le insistió más y se pusieron a charlar de otros asuntos. No quería ser el típico cuñado aborrecible. Estuvieron hablando hasta que Romeo se fue de fiesta con unos amigos. A Zac le parecía la viva imagen de él mismo hacía un par de años: saliendo con sus colegas, pareciendo tener las cosas tan claras, escapando de su educación, queriendo trabajar… Ahora no sabía ni lo que quería y lo que era peor, es que ni siquiera tendría un trabajo que le gustase de verdad, tal cual estaba la situación.

Ya de madrugada Efrén llegó a su casa y Zac se había quedado dormido en el sofá cuidando de Bruno. Efrén le dijo de quedarse a dormir otra vez porque ya era muy tarde. Lo vio muy pensativo, y es que a lo largo de la noche había estado cavilando lo de la carta de Benjamín, y ya no se lo pudo callar más. Se lo confesó todo.

ZAC: ¿Qué opinas entonces?

EFRÉN: Es bastante fuerte lo que me cuentas. Pero parece una carta escrita con todas las buenas intenciones, ¿no?

ZAC: Yo ya no sé qué pensar. Llevo días dándole vueltas a la cabeza y ya no sé qué hacer —gimoteó de impotencia.

Efrén lo abrazó y le besó en la frente para tranquilizarlo.

EFRÉN: Vamos a la cama, que necesitas descansar. Intenta calmarte un poco y confía en que si te ha dicho que está bien, es que está bien —trataba de consolarlo aunque a veces ni él creía sus propias palabras.

Después de un par de horas acostados, Zac consiguió dormirse abrazado a su pareja. Pero poco tiempo le duró el sueño. Se empezó a mover bruscamente y a dar vueltas, lo cual despertó a Efrén. Zac parecía estar teniendo una terrible pesadilla y entre gemidos nombraba a Benja, como solía hacer tiempo atrás. Él lo miraba preocupado y decidió despertarlo.

EFRÉN: Zac, Zac —decía en voz baja para que no se sobresaltase—. Despierta.

ZAC: ¡Benja! —gritó mientras se despertaba de golpe.

EFRÉN: Estabas teniendo una pesadilla, pero ya está. Era sólo un sueño —le dijo rodeándolo con sus brazos.

ZAC: Sí, sobre Benja otra vez —decía aún con acelerada respiración y abrazando a Efrén con todas sus fuerzas como si acabase de volver de otro mundo—. Hacía mucho tiempo…

Zac se levantó de la cama y fue a beber un vaso de agua a la cocina. Efrén se quedó sentado en la cama y apoyado en la pared, viendo como su novio lo pasaba mal. Le vino a la mente cuando  hacía un año David y él averiguaron cosas sobre los padres de Tirso, que fueron quienes se llevaron a Benjamín. Sabía que muchos de los papeles que encontraron en la casa de Tirso ni siquiera los habían leído y pensó en echarles un vistazo con tal de averiguar algo que pudiera calmar el sufrimiento de Zac. Y sabía perfectamente dónde buscar…


Diario de Efrén

He decidido empezar este diario para ir recopilando toda la información que averigüe y para que de alguna forma sirva como prueba en el caso de que me sucediese algo como al pobre Tirso.

Lo primero que tenía que hacer era conseguir los papeles que encontramos David y yo en la casa de Tirso. Puesto que ya no me hablo con David desde que empecé con Zac, no se los puedo pedir. Y mucho menos porque me hizo prometer que no seguiría investigando por la peligrosidad que ello conllevaba. Aunque no creo que ahora se preocupe mucho por mi bienestar. Yo le sigo teniendo mucho cariño, pero él se niega a hablar conmigo.

El otro día fui a casa de Ada a estar un rato con ella para que viese a Bruno y aprovechando que David no estaba, me metí en su cuarto y cogí los papeles de ese cajón que me dijo que no tocara. Con la excusa de que necesitaba comprar pañales urgentemente, me bajé a la calle y los fotocopié, para después devolver los originales a su sitio y que David no se diese cuenta que le faltaban. Había un buen tacazo de folios. ¡Vaya pasta me he gastado en fotocopias!

Una vez tengo toda la información en mi poder, voy a leerlo todo detenidamente porque de aquí ni leímos la mitad. Veremos si saco algo en claro de todo esto.

Lo único que sé es que no quiero ver sufrir más a Zac. Ha vuelto a tener pesadillas sobre Benja y ahora que no trabaja me da miedo que se obsesione con el tema y toque fondo.


Próximo episodio: lunes, 7 de noviembre de 2011 a las 21:00.

lunes, 24 de octubre de 2011

3x02 SÉ LO QUE HICISTÉIS ESTE VERANO

Priviuslí, en El mundo al revés: Pascual ha muerto. Osi parece que se tiene que ir a alguna parte y dice que se mantendrá en contacto con Ada, que de momento sólo son amigos. En la casa de campo, Osi consiguió deshacerse de los intransigentes diciéndoles simplemente que se marchasen.

Osi, Ulises, Zac e Is comparten piso por un lado, y Ada, Luis y David viven en otro. Efrén se había independizado para criar a su hijo en condiciones.

David y Luis acabaron sus carreras de Derecho e Historia del Arte respectivamente.

Ulises se salvó del golpe en la cabeza del cual casi muere si no llega a ser porque Is (con David al volante) le llevó corriendo al hospital.




Julio

Is estaba en la cola de la caja del Mercamona y se puso en la que atendía Zac. No lo veía mucho en casa por incompatibilidad de horarios, pero quería llevarse bien con sus compañeros de piso y por su afán de congeniar con todo el mundo. Mientras Zac le pasaba la compra por la caja se puso a hablar con ella.

ZAC: Hola, Is. Desde lo de Pascual no te he visto casi el pelo por casa.

IS: Sí bueno, es que trabajo por las mañanas en el hospital La Caridad y por las tardes en la clínica Socol.

ZAC: Ah, sí. En La Caridad es donde han mandado a Ada, que me lo ha dicho. Y Socol… ¿Eso es un loquero, no? —preguntó inocentemente a la vez que iba pasando los artículos por el lector de código de barras.

Is se sintió un poco incómoda por el término que había empleado para describir su lugar de trabajo, que estando allí había aprendido a apreciar a sus pacientes y a respetarlos, y decidió corregirlo para que no lo volviera a decir.

IS: Llamémoslo institución mental, para no ofender a nadie.

ZAC: Oh, disculpa —puso cara de haber metido la pata.

IS: No, no pasa nada…

ZAC: Oye —siguió él para desviar el tema, puesto que aún le quedaban productos en la cinta transportadora—, ¿y Uli como está? Nos dijiste que no podíamos verle cuando estuvo en el hospital y cuando le dieron el alta no volvió a casa.

IS: Ah, sí… Es que se ha ido a pasar una temporada… a casa de sus tíos. Eso. Quería… despejarse un poco, ¿sabes? Pero volverá al piso, no te preocupes.

Zac quiso creerse lo que le estaba diciendo de manera muy sospechosa, porque además, en ese instante acabó de pasar su compra. Le cobró y se fue.

El que no había dejado de comprar a pesar de no tener un sustento mensual y sólo disponer de una cuenta con algo de dinero que le dejaron sus madres antes de entrar en la cárcel era David. Pero no compraba artículos de primera necesidad, sino ropa. Vaya, como habitualmente hacía. Además de pagarse sus lujosos caprichos o sus clases de artes marciales. Llegando al piso que compartía con Luis y Ada, allí le esperaba Efrén para pasar la tarde con Bruno, algo que habitualmente hacía por su cercana amistad. Efrén ya había cogido su oscuro bronceado de todos los años que le hacía parecer mulato, pero a él le encantaba. Además, que teniendo a Bruno no había perdido ocasión de ir a la playa para jugar en la arena con el pequeño. No había desperdiciado ni un momento de estar con su bebé desde que se lo dejó Ofelia. Luis oyó la puerta y salió a cotillear. Cuando vio la de bolsas que traía David puso los ojos en blanco y se dirigió a él.

LUIS: Cari, sí que traes bolsas ahí. Menos mal que no te queda mucho dinero —le advirtió en forma de sarcasmo.

DAVID: Ahora sí que sí —sonrió pícaramente—. No, en serio, no sabes el esfuerzo que tengo que hacer para comprar menos ropa que antes…

LUIS: Pues menos mal…

EFRÉN: ¿Has visto al tete David? —dijo dirigiéndose a Bruno, que lo tenía en su carrito.

LUIS: Cari, no uses la palabra “tete”, que me recuerda al difunto Pascual —y le dio un escalofrío mientras Efrén seguía haciendo como si hablara con su hijo.

EFRÉN: No tiene dinero y sigue con su nivel de vida de antes.

DAVID: Ay, basta ya. Dejadme en paz. Estoy buscando curro desde que me dijeron que había acabado la carrera por fin. Algo saldrá.

LUIS: Ya, claro. Yo también llevo un par de semanas buscando por todas partes y ya estoy hasta el coño de que me pidan experiencia para trabajar en cualquier parte. ¡Hasta para recoger limones piden experiencia demostrable! ¿Alguien se ha parado a pensar que si nadie nos da una oportunidad para mostrar lo que valemos no cogeremos experiencia nunca? ¡La experiencia no aparece por arte de magia! Y como no encuentre un curro pronto no creo que mis padres me paguen mucho más este piso…

EFRÉN: ¿Habéis probado a buscar curritos que no sean de lo vuestro? No sería el fin del mundo.

David y Luis se miraron por el rabillo del ojo sabiendo que ellos no se iban a rebajar a eso y Luis se fue hacia su cuarto.

LUIS: Yo me voy a seguir apuntándome a ofertas de empleo en las que ya hay un millón de personas inscritas y de las cuales no me van a coger porque siempre habrá alguien que sea mejor que yo —se quejaba mientras cerraba la puerta de su habitación.

EFRÉN: ¿Has ido a ver a tus madres a la cárcel?

DAVID: No. Este mes no. No me apetece verlas. Me decepcionaron mucho por todo aquello. Ya iré el mes que viene. ¡Mira que no pensar en las consecuencias de si les pillaban! Me han dejado solo en el mundo y sin un euro…

EFRÉN: Bueno, venga, vamos al parque —le dijo para sacarlo de su dramatismo—. Que Bruno se impacienta.

DAVID: ¿Y por qué no te das una vuelta con Zac? —sugirió con retintineo— Os vi muy unidos en el funeral de Pascual. Bueno, funeral… Lo que sea.

EFRÉN: No digas tonterías, tío.

DAVID: Anda ya. Se nota que te gusta —dijo insinuante con una media sonrisa maquiavélica.

EFRÉN: David, tú eres mi amigo y me doy una vuelta contigo y con mi hijo porque me apetece.

DAVID: No lo hagas por mí. No me importaría —insistió en el asunto para saber qué pensaba al respecto.

Efrén miró a los grandes y expresivos ojos azul mar de David y prefirió cambiar de tema porque sabía que sí le molestaría.

EFRÉN: Mejor nos vamos ya. A ver si conozco a algún pimpollín en el parque. Que el rollo padre triunfa. Y más con lo bien que me he quedado después del embarazo —bromeó frotándose sus abdominales con la mano, lo que David ignoró como siempre, para que no se le subiera más el ego.

DAVID: Yo creo que tengo un fichaje, pero no lo sé seguro. Ahora no está por aquí, pero es de esas personas que te das cuenta que están bien y nunca te habías percatado de ello.

EFRÉN: Creo que sé a quién te refieres y yo también le había echado el ojo…

DAVID: ¡Serás zorra! ¡Más te vale que no!

Efrén se empezó a reír y entre todo el escándalo salió Ada de su habitación. Iba muy de estar por casa con su moñete mal hecho y su pijama tan cuco como ella de colores pasteles.

ADA: ¿Queréis dejar de hacer ruido? Estoy hablando con Osi y la señal desde allí es muy mala —se quedó mirándolos severamente y luego cambió la cara cuando vio al pequeño que le miraba—. ¡Adiós Bruno! —dijo con amabilidad y cerró la puerta de su habitación con una mueca para el niño mientras ellos se iban del piso.

ADA: Aissss. David-Efrén, Efrén-David. ¿Qué me estabas diciendo?

—Pues nada, eso —hablaba Osi al otro lado de la línea y se oía lejano—. Mucho trabajo aquí todos los días. No sólo de poner vacunas. Y con el sol que pega estoy cogiendo un morenito camionero, que cuando me quito la camiseta parece que aún la llevo puesta…

ADA: Pero tú no evangelizas, ¿no? —lo interrumpió con curiosidad— Porque los Discípulos de Asir van allí para eso.

—No, no. Yo sólo hago de médico y ayudo un poco en algunas tareas, pero nada más. Eso de convertir al Asirismo lo hacen los misioneros, que están con nosotros. Aunque en realidad sólo se dedican a instruir a la población en las enseñanzas de Asir. Tampoco obligan a nada.

ADA: Pero Osi, ¿tú no dijiste que no querías saber nada más de tu secta? Es que no entiendo muy bien el propósito de este viaje…

—Te lo he explicado mil veces, Ada. Lo hago porque así podré trabajar en el hospital La Caridad contigo. Sabes que ellos tienen muchos contactos y me han prometido que cuando vuelva, empezaré allí.

ADA: Bueno, vale. Lo entiendo. Lo que pasa es que no me gusta esta gente. Son una panda de intransigentes heterófobos… Por cierto, hablando de eso. El otro día fui a la comisaría más cercana desde la casa de campo de David para denunciar lo de los tipos estos y la policía pasó de mi cara.

—Uy, ¿y por qué?

ADA: Dicen que no tenemos pruebas. Que tampoco nos pasó nada y que nos lo podíamos haber inventado.

—Santa Ast, vaya sarta de sandeces.

ADA: En realidad el nombrar todo el tema de la heterofobia no ayudó mucho. Ya sabes cómo es la policía a veces para esas cosas, que parece que estén de su lado. Pero yo te digo una cosa, de las caras de los que nos hicieron eso no me olvido. ¡Nos lo hicieron pasar muy mal sólo para entretenerse!

—Bueno, es posible que nos hubieran matado.

ADA: También. Pero si los vuelvo a ver en alguna parte… ¡No sé ni lo que haría!




Agosto

David estaba sentado en una mesa de un restaurante con Ulises esperando a que les sirvieran la comida. El vino ya lo había pedido él con el fin de achisparse un poco y de paso para quitarle la timidez a Ulises. Se había encaprichado con él. Quizá porque era uno de los miembros más nuevos del grupo. Quizá porque estaba aburrido y necesitaba amor en su vida. Quizá porque hacía tiempo que no practicaba sexo… Quién sabe. Ulises pensaba que era una simple cena de bienvenida a casa e iba vestido mucho más informal. Llevaba el pelo rizado y corto secado al viento, pero muy cuidado. Vestía moderno, con una camiseta de tirantes con dibujos psicodélicos, que David había observado que le gustaba últimamente ponerse mucho, y unos pantalones de pitillo pero no ajustados. David sin embargo, iba preparado a conciencia con su peinado inamovible, zapatos y camisa. La conversación entre ellos era escasa, como la de dos personas que apenas se conocen y tampoco tienen mucho en común. David bebió de su copa de vino y prolongó el momento mientras pensaba de qué hablarle, pero finalmente se le ocurrió algo.

DAVID: Entonces todo bien en casa de tus tíos este mes que has pasado allí, ¿no?

ULISES: ¿En casa de mis tíos?

DAVID: Bueno, eso me dijo Is hace poco.

ULISES: Sí, sí… Es que no sabía que te lo había contado.

Se hizo otro silencio incómodo y apareció Efrén vestido para la ocasión ante el asombro de David.

EFRÉN: ¡Muy buenas! Me alegro de verte, Uli. Se te ha echado de menos por aquí —dijo con esa seguridad en sí mismo que le caracterizaba mientras le daba dos besos.

DAVID: ¿Se puede saber qué haces aquí? —le dedicó una mirada llena de odio con un tono acorde a ésta—. ¿Y Bruno?

EFRÉN: Está con la niñera. Como dijiste que había cena con Ulises.

DAVID: ¡Dije que YO iba a cenar con Ulises, zorra! —no se pudo reprimir lo que pensaba.

Ulises se sintió incómodo y se levantó para marcharse ante las curiosas miradas del resto de comensales que había en el restaurante.

EFRÉN: ¿Te vas de fiesta o algo esta noche? —le preguntó a Ulises para que no se fuera tan precipitadamente apoyándose en el respaldo de la silla de manera insinuante.

ULISES: No, yo ya no salgo de fiesta —David y Efrén se miraron sorprendidos porque sabían que antes lo hacía a menudo—. Me voy a casa. C-c-creo que ha habido un malentendido. Yo no venía en plan cita y m-m-me está dando la sensación de que era eso —se trababa un poco al descubrir el plan maestro de David y se dirigió a él—. Lo siento mucho. Hasta luego.

David se levantó en vano para tratar de convencerlo, pero se volvió a sentar viendo cómo se marchaba y miró a Efrén que estaba ya acomodado en otra silla.

EFRÉN: Bueno, qué, ¿cenamos?

DAVID: ¡Serás puta! —le gritó tirándole una servilleta de tela al pecho— ¡Sabías que me gustaba y has venido a joderme la cita y encima tratando de seducirle!

EFRÉN: Pero, David. Si ni él sabía que era una cita. ¿Por qué te gusta jugar con la gente de esa manera?

DAVID: ¡¿Y a ti por qué coño te tiene que gustar todo lo que me gusta a mí?! ¡Pareces un crío celoso! ¡Primero Zacarías y ahora Ulises!

EFRÉN: A mí Zac me gustaba de antes, eh —afirmó serenamente intentando mantener la calma y cogió la copa de vino de Ulises para dar un sorbo.

DAVID: Así que lo admites. ¡Admites que te gusta! —se levantó melodramáticamente y se dirigió hacia la salida, seguido por Efrén— ¿Por qué me haces esto Efrén? ¡Es mi ex! ¡Y tú eras mi mejor amigo!

EFRÉN: ¿Era? ¡Mira, David, he hecho lo humanamente posible para olvidarme de Zac pero nunca he podido! ¡Y lo he hecho todo por ti y por nuestra amistad! Hasta he intentado que me gustara Uli para no pensar en él.

David salió por la puerta del restaurante y se encendió un cigarro.

DAVID: Vaya, hombre. Qué buena persona eres —ironizó gesticulando exageradamente—. ¿Pues sabes qué? ¡Que hagas lo que te dé la gana! Ve a por él si tanto te gusta.

EFRÉN: ¡Pues eso haré! —elevó el tono por primera vez.

DAVID: ¡Pues que os vaya muy bien! —exclamó muy cerca de él y le exhaló el humo en la cara a mala leche antes de marcharse airadamente.


Dos semanas después, Zac y Ada quedaron con Luis para conocer a Jaime en persona y tomarse algo en una terracita de verano nocturna. Según pudo comprobar Ada por primera vez, Jaime era un hombre corpulento, aunque no musculoso. Uno de los tantos prototipos que ella no hubiera rechazado. Según le dijo Luis, tenía 28 años, pero al verlo tan elegante aparentaba más edad. Llevaba su pelo de color negro azabache engominado hacia atrás y lo suficientemente largo para que se le quedara pegado a la cabeza, dándole un toque muy distinguido. Era de piel morena y con unas facciones muy varoniles. Vestía una camisa y unos pantalones de pinzas que le hacían parecer recién salido de una oficina, pero en realidad era su manera de vestir.

Estaban ya todos sentados y charlando un rato, pero Ada no entendía muy bien qué hacía una persona así con alguien tan moderno como Luis. Debe de ser que los extremos se atraen.

ZAC: En fin, que Efrén me tiene hipnotizado. No sé cómo ha pasado todo tan rápido, pero vino al piso un día muy decidido, nos besamos apasionadamente sin decir nada más y en poco tiempo parece que estamos saliendo. Fue tan romántico —parecía que revivía aquel momento cuando lo contaba, mirando al vacío enchochado.

ADA: Pues me alegro que os vaya bien. Siempre habíais querido estar juntos.

ZAC: Es como si hubiera estado esperando su orden para lanzarme a él. Fue todo muy directo. Al igual que hizo Osi con aquellos ladrones en la casa de campo. Les dijo que se fueran… ¡Y se fueron! Nunca entenderé aquello y mira que Osi me ha dado todo tipo de explicaciones.

Jaime estaba algo distraído, pero al escuchar ese comentario se incorporó y mostró interés.

ADA: No hay nada que explicar. Él razonó con ellos y se fueron. No hay más.

JAIME: ¡Caramba con los heteritos! Mira que tienen cosas raras —comentó con desprecio y a la vez sorpresa—. Podría ser brujería…

Ada lo fulminó con la mirada y Jaime, lejos de hacerle caso alguno, se acercó hacia el centro de la mesa apoyando los antebrazos sobre ella, como si fuera a contar alguna intimidad. Pero en realidad, lo único que pretendía era causar expectación.

JAIME: ¿Alguna vez habéis tenido alguna experiencia sobrenatural?

ADA: Veo que te interesa mucho el tema —opinó con indiferencia—. Pero… ¿por qué no nos cuentas algo de tu vida? ¿A qué te dedicas?

La voz de Ada fue interrumpida por el tono de llamada del teléfono de Jaime, que se apartó del grupo para atender la llamada. A los pocos minutos volvió a la mesa y le dio un beso de despedida a Luis.

JAIME: Una urgencia veterinaria, chicos. Ya sabes a qué me dedico, Ada —dijo mientras le guiñaba un ojo con recochineo—. Ah, y no os preocupéis que ya lo dejo yo todo pagado a la salida. Nos vemos.

Ada asintió neutralmente por el detalle que había tenido, pero en cuanto lo perdió de vista le faltó tiempo para criticarlo.

ADA: ¿Qué sabes realmente sobre esta persona, Luis?

LUIS: Nena, pues no sé. Sé que es veterinario.

ADA: ¿Y por qué viste como si fuera un tipo rico o algo? No lo entiendo.

ZAC: A ti no te gusta por el comentario despectivo que ha hecho a los de tu gremio.

ADA: Puede ser. No te lo voy a negar. De todas maneras, no me da buena espina…




Septiembre

Ulises estaba en un baño público lavándose las manos y mirándose al espejo. Había cambiado mucho desde hacía un par de meses: ya no se comía las uñas y había perdido bastante musculatura porque ya no iba tan a menudo al gimnasio. Aunque seguía manteniéndose en forma, eso sí. Ahora se dejaba el pelo más suelto. Ya no lo llevaba tan apelmazado con productos fijadores. Tampoco vestía tan ceñido como antes. Llevaba ya una temporada concentrado en acabar su proyecto fin de carrera, y al ritmo que iba lo acabaría en poco tiempo. Seguía mirando su reflejo inmerso en sus pensamientos y parte de él no se reconocía. Se notaba muy controlado. Pero luego sacó una foto de su cartera de su hermana Alicia y se le derritió el corazón. Sacó una caja de pastillas, la miró dubitativo durante unos eternos segundos y al final se tomó una.

ULISES: Esa puta de Is —murmuró con desprecio y salió del baño.

Estaba en una especie de consultorio médico. Era una habitación bastante simple en la cual destacaba un cuadro con una mano blanca, símbolo del Asirismo. Al visualizar la salida y avanzar hacia ella se chocó con una chica que salía de otra consulta.

—¡Hola, Ulises! ¡No sabía que tenías hoy sesión! Te dije que me avisases para tomarnos ese café. Venga, vamos ahora.

La mujer hablaba muy rápido y parecía algo molesta de oír. A Ulises no le agradó toparse con ella, pero trató que no se le notase demasiado. Más que nada por educación.

ULISES: Hola, Mariana. Lo cierto es que no tengo mucho tiempo porque…

—¡Venga ya! Es un cafetito y ya te dejo en paz. Quiero ver esos bonitos ojos azules tuyos más de cerca.

Ulises accedió y estando sentados en la terraza de una cafetería, dio la casualidad de que pasaba por allí David con bolsas de tiendas de ropa. Ulises no perdió la ocasión de que se uniera a ellos. Hubiera hecho cualquier cosa con tal de soportar un poco mejor a su acompañante. Una vez sentado y ante la lasciva pero discreta mirada de Mariana, David se puso a hablar.

DAVID: Pues al final he tenido que vender mi moto y el Mercedes de mis madres. Total, estaban ahí parados…

ULISES: Y con ese dinero te has comprado ropa —espetó sin importarle la posible respuesta.

DAVID: Amor, también he alquilado la casa de mis madres. Es que si no, no llegaba a fin de mes.

Ulises miró las bolsas que llevaba de ropa y prefirió no sermonear a una persona que no conocía demasiado. Así que se evadió pensando en sus cosas.

DAVID: El hombre que me la ha alquilado es un poco raro. Me ha dicho de pagar en negro, que no es algo tan raro, y a mí me viene muy bien que me lo dé ya.

—¿Y si te hace falta dinero, por qué no te vas a vivir allí y así no gastas? —preguntó Mariana.

DAVID: ¡Calla, porque estaría muy solo! No me gustaría vivir solo.

—Yo puedo ir a hacerte cuantas visitas quieras —insinuó mordiéndose el labio.

David se sintió cohibido por la directa de aquella desconocida y buscó la mirada de Ulises, pero él estaba tomándose su café y mirando hacia otro lado.

DAVID: Pues eso. Si tuviera novio… —recalcó que no era hetero para espantar a Mariana—. Pero me dejó y ahora resulta que está con mi mejor amigo. ¡Bueno, mi ex mejor amigo! ¡Vaya par de pedorras!

Se calló y vio como Mariana le seguía mirando fijamente y Ulises seguía a su rollo, así que tenía que seguir dando conversación para que no se produjera otro tenso silencio.

DAVID: Una prima de una amiga ha desaparecido. Pobrecilla. Era de los DA como Osi. Era una chica joven.

—Bueno, estas cosas pasan a diario. Desaparece mucha gente, es normal. Cualquier día nos puede tocar a nosotros…

ULISES: Bueno, yo me voy —interrumpió viendo que no podía soportar más la situación.

—Pero si casi no te has acabado el café. Anda, siéntate —insistió ella. Pero él, estando sentado todavía, se acercó a David para decirle algo en confidencia.

ULISES: Oye, David, siento haberme marchado así hace unas semanas en aquel restaurante. Lo cierto es que no estaba interesado en ninguno de los dos y fue muy tenso veros discutir. Me sentí muy incómodo…

DAVID: Ay, no pasa nada. Yo solo me meto en esos líos. Siento haberte hecho sentir así —se disculpó él, que al comprobar aquel día que no estaba por la labor, se olvidó de él tan rápido como se encaprichó.

Ulises se levantó y se acercó a David por detrás para susurrarle al oído.

ULISES: Si me hicieras el favor de quedarte un poco con ella…

David fue incapaz de negarse y después de irse Uli, vio como Mariana lo seguía mirando a la vez que esbozaba una sonrisa ambigua. Al ver como él se ruborizaba un poco trató de romper el hielo.

—¡No pienses mal, hombre! Que no soy hetero. Tengo mujer y una hija. Lo que pasa es que no me puedo resistir a unos ojos tan bonitos como los tuyos. Tengo debilidad por los ojos claros.

David quedó más confuso todavía con aquella afirmación que a la vez era un poco contradictoria. Pero como estaba casada, eso significaba que era lesbiana.



Próximo episodio: lunes, 31 de octubre de 2011 a las 21:00.


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lunes, 17 de octubre de 2011

3x01 ENTREMUNDOS

En la segunda temporada de El mundo al revés: Pascual llevaba tiempo aislado de sus amigos y tuvo una mala racha desde que se hizo camello, consumiendo todo tipo de drogas. Tuvo relaciones sexuales con un vagabundo que tenía el SIDA y a continuación lo mató, golpeándole la cabeza sin querer. Después de días deambulando por la calle y teniendo alucinaciones debido al crack, trató de terminar su sufrimiento inyectándose una alta dosis de heroína.

Los protas se fueron a pasar la Renovación a una casa de campo de las madres de David y por el camino se encontraron con unos ladrones heterófobos que trataron de robarles el coche y luego les siguieron hasta la casa para torturarles/matarles porque pensaban que todos ellos eran heteros. Ulises intentó hacerles frente y se dio un golpe fuerte en la cabeza. Como sangraba mucho, Is se lo llevó corriendo a un hospital, pero ya había perdido mucha sangre y no sabía si lo podrían salvar. Is era consciente de algunos problemas de comportamiento que Ulises llevaba teniendo en el último año.

La madre de Ulises, que se llama Verónica, a menudo se queja de que su otra madre (Julia) los abandonó a ella y a sus hijos (Ulises y su hermana Alicia) y ahora no saben dónde está. Sólo saben que se fue y su madre la acusa de acostarse con hombres. Ulises tuvo una violenta trifulca en casa de su madre la última vez que estuvo y no ha vuelto a verla desde entonces.

Efrén y Zac se gustaban desde hace tiempo, pero por una serie de contratiempos nunca han estado juntos. Ahora a Efrén  le da reparo empezar nada con el ex de su mejor amigo, David. Además, Efrén ahora es padre de su hijo Bruno, que se lo dejó finalmente Ofelia antes de marcharse.

Luis lleva tres meses saliendo con un chico un tanto heterófobo que conoció por internet que se llama Jaime. Nadie lo ha visto, pero él está muy contento con la primera relación que le dura un poco más de lo habitual.

Osi y Ada estuvieron un mes juntos hace un año, pero luego Osi empezó a dudar de su sexualidad y la dejó. Desde entonces pareció aclararse las ideas y quería volver con ella, pero Ada no cedió cuando le dijo que quería volver con ella.




Pascual abrió los ojos con dificultad, pareciendo que hacía milenios que no los tenía cerrados. Estaba tumbado en una especie de aposento y se incorporó para reconocer el entorno donde se encontraba. Escudriñó su alrededor con los ojos entrecerrados al molestarle la intensa luz blanca que inundaba la habitación y no veía nada más que superficies claras y mucho brillo. Se tapó los ojos con su mano pero la luz era tan fuerte que parecía hasta que la atravesara. Miró en todas direcciones pero estaba él solo. Así que, se volvió a tumbar confundido y cerró los ojos, pero de repente notó una presencia a su derecha y los volvió a abrir. Como si hubiera aparecido de la nada, a su lado se hallaba una mujer castaña con el pelo muy largo y ondulado. Parecía tan largo que le llegaba hasta donde la espalda pierde su casto nombre. Tenía la tez clara como si de una noble doncella se tratase y por lo poco que podía ver, parecía que lo miraba fijamente. Deducía por su aspecto que vestía un traje blanco del que no podía distinguir su forma, ya que se difuminaba con el ambiente porque todo relucía de una manera muy extraña. Pero bien podía ser desde un traje muy sencillo y como de novia de época hasta un uniforme de enfermera poco convencional.

Él intentó incorporarse de nuevo, pero se notó paralizado. Sus músculos no obedecían sus órdenes. Trató de articular palabra, pero su boca parecía no responder a sus impulsos. La mujer, de una edad indefinida ya que no podía apreciar exactamente su rostro, se acercó de súbito hacia su cara y ni siquiera de cerca podía verla bien. Era como si Pascual se encontrase despierto en un estado somnoliento o durmiendo y soñando con una situación realmente vívida.

La misteriosa fémina lo examinaba de cerca como analizándolo al detalle mientras Pascual yacía inmovilizado y cada vez más desconcertado. Y ahora que recuperaba algo de visión y debido a la cercanía de su cara, por fin podía apreciar el tono verde claro de sus ojos. Ella se pasó unos minutos mirándolo y por fin, después de esos interminables segundos, pronunció unas palabras.

—Hola, Pascual. Creo que no has sido muy bueno.

Él se sentía violento por lo próximo que notaba su rostro, pero finalmente notó cómo empezaba a articular su propia boca y podía hablar.

PASCUAL: ¿A-a-a-a qué te refieres? ¿Dónde estoy y-y-y-y quién eres tú? —tartamudeó nervioso.

—¡Responde! —su faz le resultó menos bella por un instante—. Yo he preguntado primero.

PASCUAL: Y-y-y-yo creo que sí he sido bueno…

—¡Y yo creo que mientes!

Por momentos parecía que cuando gritaba le desapareciera la piel de la cara dejando ver el músculo subyacente, lo cual ponía aún más nervioso a Pascual, que no comprendía qué estaba sucediendo ni dónde se encontraba. Su pulso comenzó a acelerarse y al instante llegó a un estado de excitación que le hizo perder el sentido sin motivo aparente.




Ulises entreabrió los ojos y apenas podía ver nada. Se encontraba muy débil y todo a su alrededor parecía brillar de claridad. No sabía dónde se encontraba y tampoco cómo había llegado hasta allí. Con dificultad trató de reconocer su alrededor y le pareció ver un rostro conocido. Ese pelo castaño ondulado, ese flequillo ladeado, esos ojos verdes y esa dulzura a la hora de hablar: tenía que ser Is.

ULISES: ¿Qué pasa? ¿Dónde estoy? —y al decir estas palabras notaba su garganta dolorida.

—Estás en el hospital… —sólo oía fragmentos de lo que decía— Quirófano… muchas horas… Han pasado… Casi mueres… te voy a…

Ulises apenas entendía lo que le trataba de comunicar y repentinamente sintió que los párpados le pesaban y apenas podía mantenerlos abiertos. Cuando se quedó solo en la habitación se respiraba una paz absoluta, como si se hubiera transportado a otra parte. En esos instantes las dudas se disiparon y sólo cabía un pletórico sosiego en él. A punto de perder el conocimiento se percató que se le acercaba alguien, pero no veía prácticamente nada por la minúscula abertura que le dejaban sus párpados. Era una mujer, que se acercó hasta su cama y se puso a hablarle tiernamente.

—Cariño. Soy yo, tu madre Julia… —volvía a escuchar frases entrecortadas—. Siempre he estado a tu lado…

ULISES: Ma-mm…

—No me puedo quedar mucho… Ya no formo parte de este mundo… Todo sucedió muy deprisa… Y después… Por eso no he podido…

ULISES: Estás… ¿Estamos muert-t-t…?

—Adiós… Sé que cuidarán bien de ti…

Ella abandonó la habitación en un parpadeo de ojos y Ulises derramó una lágrima silenciosa sin saber muy bien qué sucedía. Giró la cabeza hacia un lado y no pudo luchar más contra su cansancio, cayendo rendido. Sin embargo, y aún teniendo los ojos cerrados, hubiera jurado que vio a Pascual en otra camilla rodeado de una luz cegadora, pero en cuestión de segundos todas las imágenes desaparecieron, dando paso a un sueño profundo.




Cuando Pascual recobró la consciencia le pareció ver a su lado a Ulises, pero al igual que una imagen subliminal desapareció en un abrir y cerrar de ojos. No obstante, aquella enigmática presencia sí que permanecía a su otro lado contemplándolo de cerca. Y ahora la podía observar mejor a ella y a su entorno, ya que no le molestaba tanto la brillante luz blanca que emanaba de todas partes.

—Tenemos todo el tiempo del mundo —entonó con una desconcertante serenidad.

PASCUAL: ¿Qué quieres de mí?

—Para empezar, te portaste muy mal con las únicas personas que alguna vez te trataron bien. Tus amigos. ¿Puedes empezar por admitir eso?

Esta vez la miraba y ahora parecía una señora mayor, con su cabellera igual de larga pero un tanto canosa. ¿Sería otra persona? Ella se le acercó hasta casi tocar su nariz con la de él, pero Pascual no percibía ningún contacto. Al estar a pocos centímetros, además de seguir aterrado, pudo apreciar al detalle aquellos envejecidos contornos de esos ojos verdes que había visto antes. Lo que le llevó a reflexionar que la juventud le había parecido anteriormente debió de ser un espejismo. Ella siguió acercando su cara, pero por más próxima que estuviese no notaba su piel contra la suya.

—¡Contesta ahora!

PASCUAL: ¡Sí! Sí, tienes razón. No me porté bien con ellos —respondió lo que ella quería escuchar con tal de que se alejara un poco.

Ella en efecto se alejó de su rostro, pero permaneció quieta y de pie a su lado, inclinando la cabeza hacia un lado, expresando incredulidad.

—No lo dices de corazón…

PASCUAL: Estaba bajo los efectos de las drogas. No era yo —se sorprendía como ahora se notaba que razonaba con más celeridad.

—¿Alguien te obligó a tomar esas drogas, Tito Pascu? —se empezó a aproximar de nuevo con la cabeza en la misma posición y él ya estaba temiendo otro cambio de humor.

PASCUAL: N-n-n-no, pero…

—¿Crees que es lo único malo que has hecho? ¡¿O te tengo que recordar que has matado a un vagabundo?!

Diciendo esto su cara perdió la piel por completo en un segundo como si se evaporase cual agua hirviendo y a continuación desapareció el músculo. Sólo se le veía la abominable calavera, pero conservaba el pelo y todo lo demás. Pascual cerró los ojos aterrorizado y cuando los volvió a abrir ya no estaba al lado suyo, sino que la vio sentada, con su apariencia de señora normal y con una expresión apacible que inspiraba tranquilidad.




Ulises despertó del sopor en el que se hallaba sumergido y parecía que tenía la mente más despejada. Allí estaba Is atendiéndolo, así que supuso que la visita de su madre desaparecida, Julia, habría sido una alucinación.

ULISES: ¿Ha estado alguien más aquí? —preguntó aprovechando que se encontraba lúcido y antes de que le pusiera otro sedante.

IS: No. Sólo tu madre Verónica con Alicia. ¿Por qué preguntas?

Él se quedó extrañado y después de aquel día tan narcótico ya no sabía lo que era real y lo que no. Se palpó su pelo rizado rubio y lo tenía apelmazado. Por detrás de la cabeza se lo habían rapado para la intervención, supuso él, y sobre el cuero cabelludo había vendajes.

IS: Lo que tienes que hacer ahora es descansar y no preocuparte por nada más —dijo poniendo otra inyección en su vía que le causó paulatinamente un intenso letargo—. Acabas de tener… Casi te perdemos. Luego vendrá el médico…

Ella siguió trabajando y salió de la habitación para hablar con los familiares de Ulises. Él se incorporó un poco como pudo y miró con ansia por la rendija de la puerta entreabierta por si estaba su madre Julia, pero sólo vio a su madre Verónica, que llevaba a Alicia de la mano. Is cerró la puerta y el ruido le retumbó en la cabeza como un eco muy molesto. Empezaba a notarse somnoliento de nuevo. Ellos trataban de hablar en voz baja para que no les oyeran, pero Ulises puso todo de su parte para no caer dormido enseguida y escuchó frases sueltas.

IS: Se pondrá bien, pero por lo que he visto de él deberíais… Aquí no puede ser. Tendréis que llevarlo a… Por lo que me has contado…

—Creo que será lo mejor para él —dijo Verónica apenada.

IS: Te dejo que tengo otro paciente muy grave… Nos mantenemos en contacto…

Verónica abrió la puerta de la habitación y sin dejarla ni entrar, Ulises trató de gritar con las pocas fuerzas que le quedaban.

ULISES: ¡Fuera de aquí! ¡No te quiero ver! ¡Que vuelva mamá Julia!

Ella cerró la puerta y Ulises volvió a perder el conocimiento.




Pascual había perdido totalmente la noción del tiempo, pero el hecho de llevar horas y horas sin hacer nada le estaba empezando a impacientar. Lo único que hacía era observar a su recóndita acompañante, que permanecía sentada con el rostro sereno y mirando al vacío totalmente inmóvil. Sin embargo, ahora parecía una chica joven de nuevo, con su pelo completamente castaño.

—¿Estás dispuesto a hablar ahora de cuando drogaste a un amigo y tuvisteis un accidente de coche? ¿O de cuando delataste a las madres de otro amigo sin pensar en las consecuencias? ¿Te acuerdas de todas las veces que le has vendido droga a amigos tuyos?

Como veía que no obtenía respuestas, volvió a su estado de reposo, que consistía en una postura que transmitía bonanza. Pascual seguía sin entender qué estaba sucediendo ni dónde estaba y la situación le estaba crispando. El verla allí tan quieta le ponía nervioso y sabía que estaba esperando a que estuviese preparado para hablar. Pascual se empezó a exasperar debido a ese silencio, y todas sus malas obras a lo largo de su vida comenzaron a acecharle y hacerle mella en esa conciencia que creía inexistente. Unos minutos después, todas y cada una de sus cuestionables acciones comenzaron a cargarle de sobremanera. El peso de la culpa le aplastaba y finalmente explotó en forma de confesión.

PASCUAL: Tienes razón. La culpa es mía —empezó a llorar desmoronándose toda su dura fachada y admitiendo la responsabilidad de sus actos—. Yo no quería matar a ese hombre, pero después cogí la heroína… Recuerdo estar chutándomela… ¡Yo no quería intentar suicidarme! ¡Sólo quería que todo aquello acabara!

—Me alegra que lo hayas sacado todo afuera. ¿No te sientes mejor? —preguntó con dulzura y sonriendo.

PASCUAL: ¡Dime de una puta vez dónde estamos, teta! ¡Merezco saberlo! ¿Eres psiquiatra? ¿Eres policía? ¿Estoy acaso muerto?

—¡¡Estás donde deberías de estar!!

La mujer se levantó de su sereno estado y empezó a levitar aproximándose hacia él. Se le erizó el pelo y volvió a aparecer la cara de esqueleto que había visto antes con un ensordecedor grito que cada vez era más agudo conforme se le acercaba. De repente toda la brillante luz se tornó en tremenda penumbra y en ese instante le pareció que el mundo se replegaba sobre sí mismo. Una espiral de tinieblas recorría la estancia y el tenebroso ser se abalanzó sobre él, le posó las telas colgantes de su vestido encima de los ojos y se hizo una oscuridad absoluta.




OSI: Estamos aquí todos reunidos…

ADA: Anda, déjate de formalismos —le cortó el rollo a Osi, que no quería que aquel evento se convirtiera en algo demasiado formal ni asirista.

ZAC: Ha muerto una persona, Ada. Y no tenía a nadie más en el mundo, por eso estamos aquí. Menos mal que yo os tengo a vosotros para que vengáis a mi funeral, porque familia tampoco tengo.

EFRÉN: No digas tonterías, Zac —le dijo cogiéndole por el hombro ante la recelosa mirada de David—. Espero que éste sea el último funeral al que tenga que ir en mi vida. Aunque esto tampoco es un funeral, ¿verdad?

El pequeño Bruno, que estaba en el carrito, se puso a llorar y su padre Efrén lo cogió enseguida en brazos para calmarlo.

DAVID: Ay, no. Sólo vamos a arrojar sus cenizas al mar, ya que nadie las ha reclamado —dijo sosteniendo la urna donde las conservaba—. Qué menos que eso, aunque yo no tenía ninguna relación con él.

LUIS: Ya nadie tenía ninguna relación con él, cari. Se aisló tanto en el último año que apenas lo reconocía. Qué pena que una persona acabe así…

IS: Yo nunca lo conocí y no sé muy bien qué hago aquí. Lo único por lo que puedo estar agradecida es por haber llegado a tiempo al hospital con Ulises y no haber perdido a dos personas de golpe.

OSI: Arrocha.

Todos se habían reunido en la playa de la Patacona de Valencia para decir el último adiós al que una vez fuera amigo de algunos y enemigo de otros. Con el último rayo de sol, que se ocultaba ya entre los edificios que proyectaban sus largas sombras sobre la arena, se acercaron a la orilla para esparcir sus cenizas.

IS: ¿Alguien quiere decir algo? Yo no puedo decir mucho. Lo único que podría decir es malo, ya que según me ha contado Ulises, gracias a él empezó a tomar drogas…

LUIS: Yo podría decir que me ponía cachondo en su época buena —dijo seriamente.

Todos le dirigieron sus miradas con desaprobación, pero después se miraron entre ellos y se pusieron a reír.

EFRÉN: Yo puedo decir que me echó GHB en un cubata hace dos años y que casi nos matamos en un accidente de tráfico, del que encima él salió ileso —todos se pusieron serios de nuevo—. Me quedé ciego, Zac con amnesia y Ada en silla de ruedas. Tíos, ¿es que no os acordáis? Menos mal que mi ceguera sólo duró un tiempo.

ZAC: Lo que no fue temporal fue la desaparición de Benjamín. Nunca sabremos qué hubiera pasado si no hubiéramos tenido ese accidente. A lo mejor Benja estaría aquí con nosotros.

Efrén dejó a su bebé en el carrito y volvió a abrazar a Zac. David se incomodó de nuevo por el teatrillo que presenciaba entre su ex y su mejor amigo.

OSI: ¿Algo positivo? No lo estamos dejando en muy buen lugar.

EFRÉN: ¡Es que no estaba en un buen lugar! ¡No fue una buena persona en vida y no todas las personas que mueren son maravillosas!

Todos guardaron un silencio tenso sin saber qué más añadir.

DAVID: A lo mejor es que no se puede decir nada bueno sobre él —trató de romper la tirantez en el ambiente.

ADA: Yo puedo decir algo bueno —dijo cabizbaja y todos la miraron. Luego levantó la cabeza y comenzó a narrar—. Me acuerdo perfectamente cuando lo conocí por primera vez. En esa época yo estaba muy confusa respecto a mi sexualidad. Veía que todos los chicos salían con chicos y que todas las chicas empezaban a salir con otras chicas y yo no encontraba un sitio para mí en esa sociedad. La noche que se lo conté a mis padres tuvimos una fuerte discusión y yo como rebelde que era me escapé de casa y me fui de fiesta a un pub de ambiente hetero. Allí lo vi a él. Tenía ese aspecto de tío duro y chulesco que no me gustaba nada, pero no sé cómo empezamos a hablar y yo acabé llorando y contándole todas mis penas. Nunca había besado a un chico y yo había discutido con mis padres sobre algo que ni siquiera sabía seguro. Él me escuchó y en esos momentos era todo lo que necesitaba, pero además me besó de improvisto. Fue mi primer beso de verdad y fue muy tierno. Yo creía que él no era hetero y luego me aclaró que en efecto no lo era, pero en esos momentos me hizo sentir única y me ayudó a confirmar que me gustaban los hombres… Gracias, Pascual, por ese momento y otros muchos que trataré de recordar por encima de otros muchos amargos que enterraré en algún rincón de mi mente.

Ada cogió la urna de las cenizas que llevaba David y empezó a tirarlas a la orilla de la playa.

ADA: Descansa en paz.

OSI: Arrocha —le salió a Osi automáticamente aunque sabía que a ella no le gustaba el tema religioso.

Luis la cogió de la mano cuando hubo terminado y se fueron caminando por la arena hacia el paseo para volver a casa. Todos los amigos fueron detrás.

ADA: ¿No ha venido Jaime? Pensaba que después de los días que has pasado con él de Renovación la cosa iba en serio.

LUIS: Y va en serio, nena. Pero he creído que no era conveniente.

ADA: ¡Ais! ¡Voy a empezar a pensar que es un novio inventado! Aunque por los comentarios heterófobos que dices que hace es verdad que no hubiera sido oportuno. Después de lo que pasamos en la casa de campo de David… ¡Malditos intransigentes! ¡Pienso denunciarlos a la policía!

Efrén iba andando en la parte de detrás con David y se preocupó un poco por las consecuencias del episodio de terror en su cortijo.

EFRÉN: ¿Estarás bien, verdad? Espero que no te tires ahora dos meses encerrado en casa como el año pasado después de lo que pasó con Tirso.

DAVID: No te preocupes, Efrén. Ya lo tengo asimilado. El mundo está lleno de desgraciados. Si algún día me tiene que pasar algo malo, que me pase. No voy a vivir nunca más con miedo… Aparte de que desde que voy a autodefensa me siento mucho más independiente.

EFRÉN: Me alegro de oír eso.

Efrén le sonrió cariñosamente. Osi, que andaba enfrente de ellos muy pendiente de lo que decían Ada y Luis más hacia delante, se puso a su altura e intervino en la conversación.

OSI: ¿Tú crees que dos personas heterosexuales tienen que esconder siempre su amor por miedo a que pueda pasar algo como lo que nos pasó allí?

Luis se quedó parado y se unió al grupo de amigos que iban más atrasados, dejando solos a Ada y Osi para que hablaran, que seguían caminando.

ADA: Yo creo que tuvimos mala suerte y que es injusto que dos personas que comparten sentimientos no los puedan mostrar en público sólo por miedo a una represalia —hizo una pausa y le miró a los ojos—. Hay que ser valiente y actuar de manera natural. No puedes estar pensando en que te va a pasar algo malo, porque las mismas posibilidades hay de que te caiga un rayo.

Se pararon y se miraron de frente y los demás los sobrepasaron. Osi la cogió de la mano y siguieron andando, aunque los demás ya les habían adelantado un buen trecho.

OSI: Tienes mucha razón. Sabes lo que siento por ti y eso no va a ir a ninguna parte. Pensaré en todo esto durante el tiempo que esté fuera.

ADA. ¿De verdad te tienes que ir?

OSI: Se pasará volando, ya verás —le dijo afectuosamente—. Nos mantendremos en contacto.

DAVID: ¡Vaaamos, bellos! —gritó desde el paseo para que aligeraran el paso.




Próximo episodio: lunes, 24 de octubre de 2011 a las 21:00.


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