En la segunda temporada de El mundo al revés: Pascual llevaba tiempo aislado de sus amigos y tuvo una mala racha desde que se hizo camello, consumiendo todo tipo de drogas. Tuvo relaciones sexuales con un vagabundo que tenía el SIDA y a continuación lo mató, golpeándole la cabeza sin querer. Después de días deambulando por la calle y teniendo alucinaciones debido al crack, trató de terminar su sufrimiento inyectándose una alta dosis de heroína.
Los protas se fueron a pasar la Renovación a una casa de campo de las madres de David y por el camino se encontraron con unos ladrones heterófobos que trataron de robarles el coche y luego les siguieron hasta la casa para torturarles/matarles porque pensaban que todos ellos eran heteros. Ulises intentó hacerles frente y se dio un golpe fuerte en la cabeza. Como sangraba mucho, Is se lo llevó corriendo a un hospital, pero ya había perdido mucha sangre y no sabía si lo podrían salvar. Is era consciente de algunos problemas de comportamiento que Ulises llevaba teniendo en el último año.
La madre de Ulises, que se llama Verónica, a menudo se queja de que su otra madre (Julia) los abandonó a ella y a sus hijos (Ulises y su hermana Alicia) y ahora no saben dónde está. Sólo saben que se fue y su madre la acusa de acostarse con hombres. Ulises tuvo una violenta trifulca en casa de su madre la última vez que estuvo y no ha vuelto a verla desde entonces.
Efrén y Zac se gustaban desde hace tiempo, pero por una serie de contratiempos nunca han estado juntos. Ahora a Efrén le da reparo empezar nada con el ex de su mejor amigo, David. Además, Efrén ahora es padre de su hijo Bruno, que se lo dejó finalmente Ofelia antes de marcharse.
Luis lleva tres meses saliendo con un chico un tanto heterófobo que conoció por internet que se llama Jaime. Nadie lo ha visto, pero él está muy contento con la primera relación que le dura un poco más de lo habitual.
Osi y Ada estuvieron un mes juntos hace un año, pero luego Osi empezó a dudar de su sexualidad y la dejó. Desde entonces pareció aclararse las ideas y quería volver con ella, pero Ada no cedió cuando le dijo que quería volver con ella.
Pascual abrió los ojos con dificultad, pareciendo que hacía milenios que no los tenía cerrados. Estaba tumbado en una especie de aposento y se incorporó para reconocer el entorno donde se encontraba. Escudriñó su alrededor con los ojos entrecerrados al molestarle la intensa luz blanca que inundaba la habitación y no veía nada más que superficies claras y mucho brillo. Se tapó los ojos con su mano pero la luz era tan fuerte que parecía hasta que la atravesara. Miró en todas direcciones pero estaba él solo. Así que, se volvió a tumbar confundido y cerró los ojos, pero de repente notó una presencia a su derecha y los volvió a abrir. Como si hubiera aparecido de la nada, a su lado se hallaba una mujer castaña con el pelo muy largo y ondulado. Parecía tan largo que le llegaba hasta donde la espalda pierde su casto nombre. Tenía la tez clara como si de una noble doncella se tratase y por lo poco que podía ver, parecía que lo miraba fijamente. Deducía por su aspecto que vestía un traje blanco del que no podía distinguir su forma, ya que se difuminaba con el ambiente porque todo relucía de una manera muy extraña. Pero bien podía ser desde un traje muy sencillo y como de novia de época hasta un uniforme de enfermera poco convencional.
Él intentó incorporarse de nuevo, pero se notó paralizado. Sus músculos no obedecían sus órdenes. Trató de articular palabra, pero su boca parecía no responder a sus impulsos. La mujer, de una edad indefinida ya que no podía apreciar exactamente su rostro, se acercó de súbito hacia su cara y ni siquiera de cerca podía verla bien. Era como si Pascual se encontrase despierto en un estado somnoliento o durmiendo y soñando con una situación realmente vívida.
La misteriosa fémina lo examinaba de cerca como analizándolo al detalle mientras Pascual yacía inmovilizado y cada vez más desconcertado. Y ahora que recuperaba algo de visión y debido a la cercanía de su cara, por fin podía apreciar el tono verde claro de sus ojos. Ella se pasó unos minutos mirándolo y por fin, después de esos interminables segundos, pronunció unas palabras.
—Hola, Pascual. Creo que no has sido muy bueno.
Él se sentía violento por lo próximo que notaba su rostro, pero finalmente notó cómo empezaba a articular su propia boca y podía hablar.
PASCUAL: ¿A-a-a-a qué te refieres? ¿Dónde estoy y-y-y-y quién eres tú? —tartamudeó nervioso.
—¡Responde! —su faz le resultó menos bella por un instante—. Yo he preguntado primero.
PASCUAL: Y-y-y-yo creo que sí he sido bueno…
—¡Y yo creo que mientes!
Por momentos parecía que cuando gritaba le desapareciera la piel de la cara dejando ver el músculo subyacente, lo cual ponía aún más nervioso a Pascual, que no comprendía qué estaba sucediendo ni dónde se encontraba. Su pulso comenzó a acelerarse y al instante llegó a un estado de excitación que le hizo perder el sentido sin motivo aparente.
Ulises entreabrió los ojos y apenas podía ver nada. Se encontraba muy débil y todo a su alrededor parecía brillar de claridad. No sabía dónde se encontraba y tampoco cómo había llegado hasta allí. Con dificultad trató de reconocer su alrededor y le pareció ver un rostro conocido. Ese pelo castaño ondulado, ese flequillo ladeado, esos ojos verdes y esa dulzura a la hora de hablar: tenía que ser Is.
ULISES: ¿Qué pasa? ¿Dónde estoy? —y al decir estas palabras notaba su garganta dolorida.
—Estás en el hospital… —sólo oía fragmentos de lo que decía— Quirófano… muchas horas… Han pasado… Casi mueres… te voy a…
Ulises apenas entendía lo que le trataba de comunicar y repentinamente sintió que los párpados le pesaban y apenas podía mantenerlos abiertos. Cuando se quedó solo en la habitación se respiraba una paz absoluta, como si se hubiera transportado a otra parte. En esos instantes las dudas se disiparon y sólo cabía un pletórico sosiego en él. A punto de perder el conocimiento se percató que se le acercaba alguien, pero no veía prácticamente nada por la minúscula abertura que le dejaban sus párpados. Era una mujer, que se acercó hasta su cama y se puso a hablarle tiernamente.
—Cariño. Soy yo, tu madre Julia… —volvía a escuchar frases entrecortadas—. Siempre he estado a tu lado…
ULISES: Ma-mm…
—No me puedo quedar mucho… Ya no formo parte de este mundo… Todo sucedió muy deprisa… Y después… Por eso no he podido…
ULISES: Estás… ¿Estamos muert-t-t…?
—Adiós… Sé que cuidarán bien de ti…
Ella abandonó la habitación en un parpadeo de ojos y Ulises derramó una lágrima silenciosa sin saber muy bien qué sucedía. Giró la cabeza hacia un lado y no pudo luchar más contra su cansancio, cayendo rendido. Sin embargo, y aún teniendo los ojos cerrados, hubiera jurado que vio a Pascual en otra camilla rodeado de una luz cegadora, pero en cuestión de segundos todas las imágenes desaparecieron, dando paso a un sueño profundo.
Cuando Pascual recobró la consciencia le pareció ver a su lado a Ulises, pero al igual que una imagen subliminal desapareció en un abrir y cerrar de ojos. No obstante, aquella enigmática presencia sí que permanecía a su otro lado contemplándolo de cerca. Y ahora la podía observar mejor a ella y a su entorno, ya que no le molestaba tanto la brillante luz blanca que emanaba de todas partes.
—Tenemos todo el tiempo del mundo —entonó con una desconcertante serenidad.
PASCUAL: ¿Qué quieres de mí?
—Para empezar, te portaste muy mal con las únicas personas que alguna vez te trataron bien. Tus amigos. ¿Puedes empezar por admitir eso?
Esta vez la miraba y ahora parecía una señora mayor, con su cabellera igual de larga pero un tanto canosa. ¿Sería otra persona? Ella se le acercó hasta casi tocar su nariz con la de él, pero Pascual no percibía ningún contacto. Al estar a pocos centímetros, además de seguir aterrado, pudo apreciar al detalle aquellos envejecidos contornos de esos ojos verdes que había visto antes. Lo que le llevó a reflexionar que la juventud le había parecido anteriormente debió de ser un espejismo. Ella siguió acercando su cara, pero por más próxima que estuviese no notaba su piel contra la suya.
—¡Contesta ahora!
PASCUAL: ¡Sí! Sí, tienes razón. No me porté bien con ellos —respondió lo que ella quería escuchar con tal de que se alejara un poco.
Ella en efecto se alejó de su rostro, pero permaneció quieta y de pie a su lado, inclinando la cabeza hacia un lado, expresando incredulidad.
—No lo dices de corazón…
PASCUAL: Estaba bajo los efectos de las drogas. No era yo —se sorprendía como ahora se notaba que razonaba con más celeridad.
—¿Alguien te obligó a tomar esas drogas, Tito Pascu? —se empezó a aproximar de nuevo con la cabeza en la misma posición y él ya estaba temiendo otro cambio de humor.
PASCUAL: N-n-n-no, pero…
—¿Crees que es lo único malo que has hecho? ¡¿O te tengo que recordar que has matado a un vagabundo?!
Diciendo esto su cara perdió la piel por completo en un segundo como si se evaporase cual agua hirviendo y a continuación desapareció el músculo. Sólo se le veía la abominable calavera, pero conservaba el pelo y todo lo demás. Pascual cerró los ojos aterrorizado y cuando los volvió a abrir ya no estaba al lado suyo, sino que la vio sentada, con su apariencia de señora normal y con una expresión apacible que inspiraba tranquilidad.
Ulises despertó del sopor en el que se hallaba sumergido y parecía que tenía la mente más despejada. Allí estaba Is atendiéndolo, así que supuso que la visita de su madre desaparecida, Julia, habría sido una alucinación.
ULISES: ¿Ha estado alguien más aquí? —preguntó aprovechando que se encontraba lúcido y antes de que le pusiera otro sedante.
IS: No. Sólo tu madre Verónica con Alicia. ¿Por qué preguntas?
Él se quedó extrañado y después de aquel día tan narcótico ya no sabía lo que era real y lo que no. Se palpó su pelo rizado rubio y lo tenía apelmazado. Por detrás de la cabeza se lo habían rapado para la intervención, supuso él, y sobre el cuero cabelludo había vendajes.
IS: Lo que tienes que hacer ahora es descansar y no preocuparte por nada más —dijo poniendo otra inyección en su vía que le causó paulatinamente un intenso letargo—. Acabas de tener… Casi te perdemos. Luego vendrá el médico…
Ella siguió trabajando y salió de la habitación para hablar con los familiares de Ulises. Él se incorporó un poco como pudo y miró con ansia por la rendija de la puerta entreabierta por si estaba su madre Julia, pero sólo vio a su madre Verónica, que llevaba a Alicia de la mano. Is cerró la puerta y el ruido le retumbó en la cabeza como un eco muy molesto. Empezaba a notarse somnoliento de nuevo. Ellos trataban de hablar en voz baja para que no les oyeran, pero Ulises puso todo de su parte para no caer dormido enseguida y escuchó frases sueltas.
IS: Se pondrá bien, pero por lo que he visto de él deberíais… Aquí no puede ser. Tendréis que llevarlo a… Por lo que me has contado…
—Creo que será lo mejor para él —dijo Verónica apenada.
IS: Te dejo que tengo otro paciente muy grave… Nos mantenemos en contacto…
Verónica abrió la puerta de la habitación y sin dejarla ni entrar, Ulises trató de gritar con las pocas fuerzas que le quedaban.
ULISES: ¡Fuera de aquí! ¡No te quiero ver! ¡Que vuelva mamá Julia!
Ella cerró la puerta y Ulises volvió a perder el conocimiento.
Pascual había perdido totalmente la noción del tiempo, pero el hecho de llevar horas y horas sin hacer nada le estaba empezando a impacientar. Lo único que hacía era observar a su recóndita acompañante, que permanecía sentada con el rostro sereno y mirando al vacío totalmente inmóvil. Sin embargo, ahora parecía una chica joven de nuevo, con su pelo completamente castaño.
—¿Estás dispuesto a hablar ahora de cuando drogaste a un amigo y tuvisteis un accidente de coche? ¿O de cuando delataste a las madres de otro amigo sin pensar en las consecuencias? ¿Te acuerdas de todas las veces que le has vendido droga a amigos tuyos?
Como veía que no obtenía respuestas, volvió a su estado de reposo, que consistía en una postura que transmitía bonanza. Pascual seguía sin entender qué estaba sucediendo ni dónde estaba y la situación le estaba crispando. El verla allí tan quieta le ponía nervioso y sabía que estaba esperando a que estuviese preparado para hablar. Pascual se empezó a exasperar debido a ese silencio, y todas sus malas obras a lo largo de su vida comenzaron a acecharle y hacerle mella en esa conciencia que creía inexistente. Unos minutos después, todas y cada una de sus cuestionables acciones comenzaron a cargarle de sobremanera. El peso de la culpa le aplastaba y finalmente explotó en forma de confesión.
PASCUAL: Tienes razón. La culpa es mía —empezó a llorar desmoronándose toda su dura fachada y admitiendo la responsabilidad de sus actos—. Yo no quería matar a ese hombre, pero después cogí la heroína… Recuerdo estar chutándomela… ¡Yo no quería intentar suicidarme! ¡Sólo quería que todo aquello acabara!
—Me alegra que lo hayas sacado todo afuera. ¿No te sientes mejor? —preguntó con dulzura y sonriendo.
PASCUAL: ¡Dime de una puta vez dónde estamos, teta! ¡Merezco saberlo! ¿Eres psiquiatra? ¿Eres policía? ¿Estoy acaso muerto?
—¡¡Estás donde deberías de estar!!
La mujer se levantó de su sereno estado y empezó a levitar aproximándose hacia él. Se le erizó el pelo y volvió a aparecer la cara de esqueleto que había visto antes con un ensordecedor grito que cada vez era más agudo conforme se le acercaba. De repente toda la brillante luz se tornó en tremenda penumbra y en ese instante le pareció que el mundo se replegaba sobre sí mismo. Una espiral de tinieblas recorría la estancia y el tenebroso ser se abalanzó sobre él, le posó las telas colgantes de su vestido encima de los ojos y se hizo una oscuridad absoluta.
OSI: Estamos aquí todos reunidos…
ADA: Anda, déjate de formalismos —le cortó el rollo a Osi, que no quería que aquel evento se convirtiera en algo demasiado formal ni asirista.
ZAC: Ha muerto una persona, Ada. Y no tenía a nadie más en el mundo, por eso estamos aquí. Menos mal que yo os tengo a vosotros para que vengáis a mi funeral, porque familia tampoco tengo.
EFRÉN: No digas tonterías, Zac —le dijo cogiéndole por el hombro ante la recelosa mirada de David—. Espero que éste sea el último funeral al que tenga que ir en mi vida. Aunque esto tampoco es un funeral, ¿verdad?
El pequeño Bruno, que estaba en el carrito, se puso a llorar y su padre Efrén lo cogió enseguida en brazos para calmarlo.
DAVID: Ay, no. Sólo vamos a arrojar sus cenizas al mar, ya que nadie las ha reclamado —dijo sosteniendo la urna donde las conservaba—. Qué menos que eso, aunque yo no tenía ninguna relación con él.
LUIS: Ya nadie tenía ninguna relación con él, cari. Se aisló tanto en el último año que apenas lo reconocía. Qué pena que una persona acabe así…
IS: Yo nunca lo conocí y no sé muy bien qué hago aquí. Lo único por lo que puedo estar agradecida es por haber llegado a tiempo al hospital con Ulises y no haber perdido a dos personas de golpe.
OSI: Arrocha.
Todos se habían reunido en la playa de la Patacona de Valencia para decir el último adiós al que una vez fuera amigo de algunos y enemigo de otros. Con el último rayo de sol, que se ocultaba ya entre los edificios que proyectaban sus largas sombras sobre la arena, se acercaron a la orilla para esparcir sus cenizas.
IS: ¿Alguien quiere decir algo? Yo no puedo decir mucho. Lo único que podría decir es malo, ya que según me ha contado Ulises, gracias a él empezó a tomar drogas…
LUIS: Yo podría decir que me ponía cachondo en su época buena —dijo seriamente.
Todos le dirigieron sus miradas con desaprobación, pero después se miraron entre ellos y se pusieron a reír.
EFRÉN: Yo puedo decir que me echó GHB en un cubata hace dos años y que casi nos matamos en un accidente de tráfico, del que encima él salió ileso —todos se pusieron serios de nuevo—. Me quedé ciego, Zac con amnesia y Ada en silla de ruedas. Tíos, ¿es que no os acordáis? Menos mal que mi ceguera sólo duró un tiempo.
ZAC: Lo que no fue temporal fue la desaparición de Benjamín. Nunca sabremos qué hubiera pasado si no hubiéramos tenido ese accidente. A lo mejor Benja estaría aquí con nosotros.
Efrén dejó a su bebé en el carrito y volvió a abrazar a Zac. David se incomodó de nuevo por el teatrillo que presenciaba entre su ex y su mejor amigo.
OSI: ¿Algo positivo? No lo estamos dejando en muy buen lugar.
EFRÉN: ¡Es que no estaba en un buen lugar! ¡No fue una buena persona en vida y no todas las personas que mueren son maravillosas!
Todos guardaron un silencio tenso sin saber qué más añadir.
DAVID: A lo mejor es que no se puede decir nada bueno sobre él —trató de romper la tirantez en el ambiente.
ADA: Yo puedo decir algo bueno —dijo cabizbaja y todos la miraron. Luego levantó la cabeza y comenzó a narrar—. Me acuerdo perfectamente cuando lo conocí por primera vez. En esa época yo estaba muy confusa respecto a mi sexualidad. Veía que todos los chicos salían con chicos y que todas las chicas empezaban a salir con otras chicas y yo no encontraba un sitio para mí en esa sociedad. La noche que se lo conté a mis padres tuvimos una fuerte discusión y yo como rebelde que era me escapé de casa y me fui de fiesta a un pub de ambiente hetero. Allí lo vi a él. Tenía ese aspecto de tío duro y chulesco que no me gustaba nada, pero no sé cómo empezamos a hablar y yo acabé llorando y contándole todas mis penas. Nunca había besado a un chico y yo había discutido con mis padres sobre algo que ni siquiera sabía seguro. Él me escuchó y en esos momentos era todo lo que necesitaba, pero además me besó de improvisto. Fue mi primer beso de verdad y fue muy tierno. Yo creía que él no era hetero y luego me aclaró que en efecto no lo era, pero en esos momentos me hizo sentir única y me ayudó a confirmar que me gustaban los hombres… Gracias, Pascual, por ese momento y otros muchos que trataré de recordar por encima de otros muchos amargos que enterraré en algún rincón de mi mente.
Ada cogió la urna de las cenizas que llevaba David y empezó a tirarlas a la orilla de la playa.
ADA: Descansa en paz.
OSI: Arrocha —le salió a Osi automáticamente aunque sabía que a ella no le gustaba el tema religioso.
Luis la cogió de la mano cuando hubo terminado y se fueron caminando por la arena hacia el paseo para volver a casa. Todos los amigos fueron detrás.
ADA: ¿No ha venido Jaime? Pensaba que después de los días que has pasado con él de Renovación la cosa iba en serio.
LUIS: Y va en serio, nena. Pero he creído que no era conveniente.
ADA: ¡Ais! ¡Voy a empezar a pensar que es un novio inventado! Aunque por los comentarios heterófobos que dices que hace es verdad que no hubiera sido oportuno. Después de lo que pasamos en la casa de campo de David… ¡Malditos intransigentes! ¡Pienso denunciarlos a la policía!
Efrén iba andando en la parte de detrás con David y se preocupó un poco por las consecuencias del episodio de terror en su cortijo.
EFRÉN: ¿Estarás bien, verdad? Espero que no te tires ahora dos meses encerrado en casa como el año pasado después de lo que pasó con Tirso.
DAVID: No te preocupes, Efrén. Ya lo tengo asimilado. El mundo está lleno de desgraciados. Si algún día me tiene que pasar algo malo, que me pase. No voy a vivir nunca más con miedo… Aparte de que desde que voy a autodefensa me siento mucho más independiente.
EFRÉN: Me alegro de oír eso.
Efrén le sonrió cariñosamente. Osi, que andaba enfrente de ellos muy pendiente de lo que decían Ada y Luis más hacia delante, se puso a su altura e intervino en la conversación.
OSI: ¿Tú crees que dos personas heterosexuales tienen que esconder siempre su amor por miedo a que pueda pasar algo como lo que nos pasó allí?
Luis se quedó parado y se unió al grupo de amigos que iban más atrasados, dejando solos a Ada y Osi para que hablaran, que seguían caminando.
ADA: Yo creo que tuvimos mala suerte y que es injusto que dos personas que comparten sentimientos no los puedan mostrar en público sólo por miedo a una represalia —hizo una pausa y le miró a los ojos—. Hay que ser valiente y actuar de manera natural. No puedes estar pensando en que te va a pasar algo malo, porque las mismas posibilidades hay de que te caiga un rayo.
Se pararon y se miraron de frente y los demás los sobrepasaron. Osi la cogió de la mano y siguieron andando, aunque los demás ya les habían adelantado un buen trecho.
OSI: Tienes mucha razón. Sabes lo que siento por ti y eso no va a ir a ninguna parte. Pensaré en todo esto durante el tiempo que esté fuera.
ADA. ¿De verdad te tienes que ir?
OSI: Se pasará volando, ya verás —le dijo afectuosamente—. Nos mantendremos en contacto.
DAVID: ¡Vaaamos, bellos! —gritó desde el paseo para que aligeraran el paso.
Próximo episodio: lunes, 24 de octubre de 2011 a las 21:00.
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Vaya, así que Pascual está definitivamente muerto... Sabe mal que haya acabado así la cosa! Él es como, sabes esa gente cabrona cabrona que a veces pasa por tu vida y que, aunque te hagan mucho daño y ya no te hables con ellos, de vez en cuando los echas de menos? Como que piensas: con lo que podría haber sido nuestra amistad si él/ella no lo hubiera jodido todo!
ResponderEliminarNo sé, yo creo que todos conocemos a alguien así, a quién en principio odiamos pero que en el fondo echas algo de menos. Y que no quiere decir que en algún momento de la vida volvamos a hablar con ellos, simplemente es como una espina que queda clavada ahí. Al menos a mí me ha pasado, oye!
En fin, muy chulo todo, can't wait for next monday ;)
Sip. Definitivamente lo está. Ha sido toda una espiral de destrucción que se ha prolongado más de lo que quería, pero era toda la historia que pretendía contar de Pascual. Era imposible reconectarlo con el resto de personajes después de todo lo que había hecho y para lo que viene ya no me cumple ningún papel.
ResponderEliminarEs cierto que aún con lo cabrón que ha sido yo también lo voy a echar de menos. Todos tenemos o hemos tenido un amigo así y siempre nos sabe mal que acaben de esa manera. Nos gustaría salvarlos o que algún día por arte de magia nos llevásemos bien con ellos otra vez, pero es que hay personas como Pascual que no quieren ser salvadas :S
Me alegro que te haya gustado! :D