lunes, 13 de junio de 2011

2x09 OFELIA

Priviuslí, en El mundo al revés: Ofelia accedió a ser la matriz para Efrén y tener un hijo suyo, pero el comportamiento inmaduro que ella está observando en él junto a los argumentos que aporta su novia Sandra en su contra, le están haciendo replantearse si darle el hijo o no, ya que no firmaron los papeles para la custodia.

Pascual ha declarado en contra de la madre de David, acusándola de traficante de drogas.




Dicen que en el mes de abril, aguas mil. Debe de ser que no viven en Valencia, porque poco llueve en esa ciudad.

Ofelia fue al hospital a hacer una visita a una persona a la que había estado viendo desde hacía meses. Cuando en una de sus citas con el ginecólogo del hospital hacía meses se topó con ella por los pasillos, no supo qué decir. Primero bajó la cabeza, pero aquella no era una de esas señoras que dejasen ir sin más a alguien sin enredarle primero en una conversación acerca de su vida personal. O al menos lo intentaba siempre. Y con este pretexto, unido a la soledad que sentía Ofelia muy a menudo, a pesar de estar saliendo ahora con Sandra, y con un poco de compasión, aquel encuentro fortuito se fue convirtiendo en una forjada amistad simbiótica con el paso del tiempo.

—¡Uuuuh, chiquilla! ¡Estás preñadísima ya! —exclamó emocionada cuando la vio entrar por la puerta de su habitación del hospital, pero aún así no se podía incorporar—. Tienes cara de dar a luz. Te lo digo yo.

OFELIA: Hola, señora Amelia. Salgo de cuentas en tres días. ¿Y usted cómo está hoy?

—Ay, hija. Yo como siempre. Menos mal que viene la enfermera a ponerme las benditas indiciones que me quitan un poco este dolor. Pero me han dado poco tiempo más los médicos. Aunque ya sabes cómo son. Lo mismo me dijeron hace meses después de la última operación… Bueno, ¿y tú qué? ¿Ya estarás de baja no? Porque anda que no te han explotado en la oficina esa. ¡Trabajas mucho!

OFELIA: Yo he ido porque he querido. La oficina es lo único que tengo. Siempre he trabajado allí y no conozco otra cosa. Aunque empiezo a estar un poco harta de la rutina de todos los días. Quizá piense en si voy a volver cuando me den el alta. Ahora tampoco es que tenga mucho más que hacer, aparte de estar con Sandra y cuidar de este bebé.

—Estás haciendo algo bueno por ese chiquito. ¿Recuerdas lo tristón que estaba cuando volvió del hospital y estaba ciego? Uuuuh. Con aquellos vendajes y todo. Ahora al menos tiene ilusión por vivir.

OFELIA: Sí, bueno… Sandra y yo hemos estado hablando de quedarnos al niño. Ella quiere volverse a su pueblo a montar un pequeño negocio…

—No, querida. Eso estaría muy feo. Tú hablaste con tu amigo Efrén de darle al niño y aunque no hayáis hecho papeles ni ahora seáis tan buenos amigos, sabes que es lo que tienes que hacer. Esa Sandra sabe lo que se dice, no te lo voy a negar, porque ese chico no es del todo responsable, pero las cosas como son… Y dime, ¿algún vecino nuevo en mi escalera? Ay, como echo de menos pasarme las horas limpiando y hablando con la gente que entra y sale. ¡Eso me daba la vida!

OFELIA: Pues vecinos nuevos no, pero en mi piso ahora vivimos Ulises, Zacarías, Osi y yo.

—Oy oy oy oy oy. Me pierdo con tanto nombre nuevo. ¿Y quiénes son todos esos?

OFELIA: No se preocupe, señora Amelia, seguro que los conoce algún día.

—Ay, guapa. No creo que eso vaya a pasar. Voy a morir sola en una cama de hospital.

OFELIA: No diga eso. Yo vendré a visitarla todos los días —le dijo cogiéndole la mano e intentando animarla un poco.

La que un día fuera limpiadora de su portal la miró con cara de querer contarle algo y así lo hizo.

—Escúchame chiquilla. Déjate de tanto trabajo en la oficina y vive tu vida. Cásate y ten tus propios hijos. Esa Sandra parece muy buena mujer. Seguro que te hace mucho bien. A mí se me murió mi querida esposa tan joven y desde entonces sólo hice que trabajar y trabajar. Y mírame a dónde me ha llevado. Aquí postrada en una cama esperando mi hora. Sola. No cometas el mismo error que yo. Hay cosas más importantes en la vida que el trabajo. ¡Arriesga por amor o nunca ganarás nada!

Diciendo esta última frase reveladora para Ofelia, una enfermera entró en la habitación para darle su medicación y entró también un auxiliar para asearla un poco. Ella se fue a levantar de la silla con su barrigón a punto de estallar y en ese instante notó como si se orinara encima. Había roto aguas.




Al otro lado de la ciudad, David estaba con Efrén en su piso compartido recopilando toda la información que habían encontrado de los padres de Tirso, sobre todo del primer día que entraron en su casa y se llevaron alguna documentación.

DAVID: Todo esto es tabú —decía recogiendo todos los folios y metiéndolos en un cajón—. ¡Malditos papeles! Hasta dónde nos han llevado y hasta donde hemos metido nuestras putas narices.

EFRÉN: Tranquilízate un poco, David. Hace ya un mes que os encontrasteis a Tirso muerto y nadie ha venido detrás de nosotros ni nada por el estilo.

DAVID: Vale, pero aquí está todo lo que averiguamos y es mucho. Hay papeles que cogimos aquel día que ni los he leído. Pero no los voy a leer nunca. ¡La curiosidad mató al gato!

EFRÉN: Y si no los vas a leer, ¿por qué no los tiras?

DAVID: Esto es nuestro seguro, amor —dijo abrazando los papeles y metiéndolos en un cajón—. Si alguna vez nos pasa algo, seguro que con esto podrían relacionarlo.

EFRÉN: Anda, anda. Tú ves muchas pelis de espionaje, tío.

Sonó el móvil de Efrén pero colgó para seguir la conversación con David.

DAVID: Yo veré muchas películas, pero ahí queda la cosa. Tú sabes dónde están ahora. Los dejo aquí. ¡Pero este cajón no se tiene que abrir nunca más! ¿Vale?

EFRÉN: ¡Que sí! No te voy a decir que yo no estoy algo preocupado, porque lo estoy, pero tampoco creo que haya que poner nivel de alarma 5. Seguro que algo se nos ha escapado… o quizá ojeando esos papeles otra vez…

DAVID: ¡¡Que no!!

Justo en ese instante el móvil de David empezó a sonar. Era una llamada entrante de un número desconocido. Efrén aprovechó para mirar la llamada suya también y vio que era Sandra. Le dio tanta pereza que pensó en llamarla luego.

DAVID: Ah, hola mamá. Me tengo que pasar por casa, que hace días que no os veo, sí… ¿Cómo? ¡¿Que estáis en la cárcel?! Pero… Voy ahora mismo… ¡¿Cómo que no puedo?! ¡Me cago en Asir! Perdona, Efrén.

EFRÉN: No pasa nada —entendió que la blasfemia era por la tensión del momento.

DAVID: Vale, vale… De acuerdo… Sí… ¿Y ahora que hago yo?… Bueno, pues iré a hablar con él. Adiós.
David colgó el teléfono y empezó a respirar rápido. Llevaba una mala racha desde que encontraron a Tirso muerto y esto añadía más leña al fuego. Efrén le dio un abrazo esperando a que le contara lo que pasaba, pero en vez de eso se puso a llorar abrazándole fuerte y él sólo quiso estar ahí para David.

Al cabo de un rato se calmó un poco, sacó un paquete de tabaco de un escondite y se fue a encender un cigarro, pero Efrén se lo quitó junto al paquete.

DAVID: ¡¿Qué haces?! ¡¡Lo necesito!!

EFRÉN: Llevas meses sin fumar y no lo vas a echar ahora todo a perder.

DAVID: ¡Déjame! ¡¡Lo necesito!! ¡Dámelo! —empezó a forcejear para quitárselo y comenzó a llorar del nerviosismo—. ¡¡¡Que me lo des!!!

EFRÉN: Escúchame, ahora estás nervioso y a lo mejor es lo que tu cuerpo te pide, pero tienes que tratar de vencer tus impulsos. Mira te lo dejo aquí —y lo puso en un sitio alto donde no lo alcanzara—. Si quieres cogerlo, cógelo, pero atente a las consecuencias.

ADA: ¿Pero qué es esto? ¿Qué invento es éste? —se asombraba ella de los gritos que escuchaba entrando por la puerta junto a un irreconocible Luis, de lo neutral que iba vestido.

DAVID: Yo me voy a artes marciales. Necesito descargarme. Luego nos vemos —se despidió saliendo ya por la puerta.

Volvió a llamar Sandra a Efrén y esta vez decidió cogerlo, no fuera que fuese algo importante.




Mientras tanto, Sandra estaba ya haciendo compañía a Ofelia, que llevaba un rato sin tener contracciones.

—Ya he llamado a don irresponsable y dice que ya viene para acá. ¿Te crees que me ha colgado antes sólo porque estaba hablando con un amigo?

OFELIA: Buf, no te pongas ahora así, te lo ruego. Me duele mucho y tengo contracciones cada dos por tres.

—Sigo pensando que ese hijo es nuestro… ¡Vámonos a mi pueblo a vivir y montemos una tiendecita! ¿Tú sabes lo bien que se criaría un niño con tanto aire fresco? Tengo ganas de volver allí y respirarlo día a día.

OFELIA: La verdad que no es mala idea. Yo estoy harta de la oficina y me encantaría cambiar de aires. Ayyy —paró un momento que le venía una contracción.

—Tú piensa en tu hijito correteando por el monte...




Efrén conducía el coche de Ada a toda prisa hacia el hospital y con él iban Ada y Luis, que decidieron acompañarle.

ADA: Aiss, no corras tanto, Ef. Nos vamos a estrellar…

LUIS: Otra vez —dijo para sí mismo pero de manera que lo oyeron los demás.

El comentario de Luis advirtió al conductor y deceleró un poco. Al pararse en un semáforo, se paró un momento a mirar a Luis por el espejo retrovisor, que con los nervios ni se había dado cuenta de su cambio de look.

EFRÉN: ¿Y tú quién eres? ¿Luis o su hermano gemelo hetero? Ese pelo moreno natural…

LUIS: Aj aj aj. Me parto. Yo me siento muy cómodo con mi nueva imagen. Va más con el nuevo Luis. Y por cierto, no hagas esos comentarios delante de Jaime porque no le haría nada de gracia que insinuases que me gustan las mujeres…

ADA: Sí, Efrén, como lo oyes… Otro heterófobo que añadir a la lista. ¡Lapídenme, señores fervorosos de la religión!

LUIS: Es un buen chico y confío en él. Nunca había durado más de un mes con alguien. Y no seas exagerada que no es para tanto, mari… ¡María! Ay, que me confundo de nombre.

Y Efrén y Ada se miraron sabiendo que Luis había intentando disimular que aún se le escapaban esas expresiones.

EFRÉN: ¿Y tú qué tal con tus líos miles?

ADA: Pues este finde me lié con uno super guapo. Y nada, hemos quedado un par de veces…

EFRÉN: Y con quedar te refieres a…

LUIS: ¡Yo doy fe de ello! A ver si te cambias de colchón, bonita —y conforme dijo esto se tapó la boca pensando que se le había vuelto a escapar.

ADA: Bueno, Ef. Y hablando de tu hijo, no te preocupes que todo va a salir bien. Aquí tienes a la tía Ada si algún día necesitas que me quede con él.

LUIS: Y al tío Luis.

EFRÉN: Todo si no pasa nada…

Ada y Luis se callaron pensando que se refería a alguna complicación durante el parto, pero en realidad Efrén pensaba en si al final Sandra y Ofelia cumplirían con sus amenazas de llevarse a su hijo. Una vez llegaron al hospital, Efrén tuvo que quedarse en la sala de espera, ya que Sandra había entrado con Ofelia a modo de su pareja, lo cual lo impacientó más incluso.

Para despejarse un poco decidió llamar a David para ver cómo lo llevaba, pero no le alentó saber que éste había cogido el tabaco y ya se había fumado unos cuantos cigarros. Por otra parte entendió que si él estaba nervioso con lo suyo, mucho peor estaría David con todo lo que estaba pasando, así que pensó en darle un respiro.

Cuando colgó el teléfono recibió un mensaje de apoyo de Zacarías, que se había enterado de que Ofe estaba de parto, lo cual sí animó bastante al, en este momento, decaído Efrén.




Al mismo tiempo, Sandra salió a la sala de espera con gesto de disconformidad para comunicarle a Efrén que ya podía entrar a ver al niño y le faltó tiempo para volar hasta allí. Entró en la habitación como un torbellino y vio a Ofe con cara de agotamiento.

EFRÉN: ¿Cómo estás? ¿Ha salido todo bien? —le dijo cogiéndole de la mano y dándole un beso en la frente.

OFELIA: Ha ido todo bien. Aquí traen al bebé. Cógelo.

Con esta expresión Efrén se sintió confiado de pensar que al final había decidido darle al niño, como en un principio habían hablado. La matrona le puso en los brazos al recién nacido, ya lavado y con su ropita y Efrén no pudo evitar derramar una lágrima de la emoción. No hacía más que mirarlo, pero Ofelia interrumpió su momento de felicidad.

OFELIA: Efrén, Sandra y yo nos vamos a su pueblo.

EFRÉN: Ah, muy bien. Te vendrá bien descansar unos días.

OFELIA: No, no. Me refiero que nos vamos para siempre. Me voy a vivir con ella allí y vamos a abrir un pequeño negocio, pero aún no sabemos cuál.

Efrén se quedó bastante sorprendido porque no esperaba una salida así.

EFRÉN: Pero, ¿por qué? ¿He hecho algo malo? ¿Algo que te molestara? Tú y yo éramos mejores amigos, por eso te elegí como mi matriz.

OFELIA: Tú lo has dicho, Efrén: éramos. Aquí en Valencia no me queda nada ni nadie y quiero empezar una vida junto a Sandra.

EFRÉN: Pero…

OFELIA: No estoy enfadada. Tú y yo seremos siempre amigos aunque estemos sin hablar meses o aunque ahora nos distanciemos un poco. He vivido mucho tiempo a través de los demás y sobre todo de ti y ahora tengo que empezar a labrarme mi propia vida.

Efrén dejó al bebé en la cuna y se acercó a Ofelia y le dio un abrazo.

EFRÉN: Te voy a echar de menos.

OFELIA: Y yo a ti, chiquitín.




Después de varios días ingresada en el hospital, en los cuales Efrén la visitó a menudo y muchas veces con encuentros incómodos con Sandra, que tampoco se separaba de ella, llegó el día en que le daban el alta a Ofelia y al bebé. Efrén llegó con un ramo de flores a la habitación donde solían estar, pero para su asombro se la encontró vacía. Miraba la cama con incredulidad como si fuera a aparecer de la nada y dejó caer las flores al suelo. Sus temores, que creía olvidados por esos días en los que todo transcurrió con normalidad, se tornaron realidad en cuestión de segundos. Ofelia se había llevado a su hijo.
Lo primero que intentó fue llamarla al móvil, pero no le daba tono.


Mientras tanto, en el mismo hospital pero en otra planta, Ofelia le enseñaba a su hijo a la señora Amelia, que hoy más que nunca la encontraba muy débil de salud.

—Qué hermoso es. Es igual de moreno que su padre. Y tiene el pelo igual de negro y liso que él —dijo con dificultad.

OFELIA: Sí que es muy guapo. Sí lo es.

—Pues nada, chiquilla. Me alegro mucho que al final todo haya salido bien. Echaré de menos tus visitas.

OFELIA: Cuídese mucho, señora Amelia —le dijo dándole un abrazo—. ¿Puede echarle un ojo al bebé? Lo dejo aquí en su carrito un momento que voy a poner este cartel. A ver si encuentro a alguien que me sustituya en el piso.

Pero antes de poner el cartel en el corcho que había lleno de anuncios en la pared del pasillo, pasó una enfermera y se lo quedó mirando.

IS: Perdona, ¿buscas a alguien para compartir piso?

OFELIA: Sí, bueno. No para compartirlo conmigo, sino para sustituirme.

IS: Ah, muy bien. Es que yo estoy buscando un piso para compartir y me gustaría echarle un vistazo. ¿Qué tal los compañeros?

OFELIA: Muy bien. Son todos muy majos. Zac es un chico muy trabajador, Osi estudia Medicina, seguro que podéis hablar de cosas, y Ulises… Últimamente hace algunas locuras, pero bien.

IS: ¿Cómo que algunas locuras?

OFELIA: Digamos que ha dejado un poco de lado su proyecto fin de carrera y el otro día me dijeron que se quedó desnudo en el pub de un amigo nuestro y se puso a correr por ahí sin ton ni son. Unos días se le oye llorar en su cuarto y otros días está muy contento. Antes tomaba drogas, pero ahora dice que no toma nada. Pero no quiero que te asustes. Es muy buen chaval y paga siempre a tiempo el alquiler —intentó arreglar ella, dándose cuenta que había dado demasiada información.

Lejos de intimidar estos hechos a Is, le incitó más aún a conocer más detalles sobre el caso y acrecentó su instinto de enfermera de cuidar a los necesitados.

IS: Mañana mismo por la tarde me paso a verlo.

OFELIA: Muy bien. Y a mí me viene genial porque me voy en unos días a vivir fuera con mi novia.

IS: Me alegro por ti, enhorabuena. Yo me voy que ando liada. Mañana nos vemos.

Cuando Ofelia volvió a la habitación de Amelia para despedirse, yacía en su cama y el monitor indicaba que sus constantes vitales habían desaparecido. Le puso la mano sobre sus párpados y se los cerró.

OFELIA: Descanse en paz, señora Amelia. Yo y toda la escalera la echaremos mucho de menos. Yo voy a comenzar una nueva vida, como usted me dijo. Y no se preocupe, que al final el hijo es para Efrén —siguió hablándole como si pudiera escucharle—. Usted tenía razón, es lo que tenía que hacer. Ese hijo es suyo como acordamos en un principio. Yo ya tendré los míos cuando tenga que hacerlo con mi pareja, Sandra —le caían lágrimas por las mejillas—. El muy tonto de Efrén ha llegado tarde a recogerme, como siempre. Ahora lo llamaré… Vaya, se me ha acabado la batería… Se estará volviendo loco pensando que me he marchado —rió entre sollozos—. Bueno, esté donde esté, señora Amelia, espero que esté bien. Adiós y que Asir la bendiga.

Después cogió al niño y abandonó la habitación lentamente, hablándole al bebé probablemente por última vez.

OFELIA: Y a ti… con tu nuevo papá… te va a ir muy bien. Te va a querer mucho. Cuida tú también de él, chiquitín.



Próximo episodio: lunes, 20 de junio de 2011 a las 21:00. 

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