lunes, 30 de mayo de 2011

2x07 EFRÉN

Priviuslí, en El mundo al revés: Efrén va a tener un hijo de su amiga Ofelia.

Efrén y David (dejado hace un par de meses por Zac) averiguaron la matrícula de los padres de Tirso y Osi (que salvó a David cuando Tirso lo tenía secuestrado quitándole el cuchillo de manera inexplicable) se ofreció voluntario para averiguar datos sobre los titulares.

Zac está viviendo en la habitación de Efrén (en ese piso ahora son: Ofelia, Zac, Ulises y Osi), y éste duerme en casa de David mientras encuentra una casa para mudarse con el bebé.




Efrén pasaba de visita por su antiguo piso, ya que tenía que ir a ver una casa cerca de allí. Había estado meses mirando pisos para comprarse pero sin poner demasiado interés, ya que siempre le surgía alguna otra cosa que hacer, a la cual le daba prioridad.

Estando en el comedor charlando con Osi en el sofá, tocó a la puerta David, que había quedado con Osi para darle una valiosa información.

¡Ding dong!

DAVID: ¡Abre, Osezno! —le gritaba David desde el otro lado de la puerta.

OSI: ¿Por qué me llamas así? —decía él mientras le abría.

DAVID: Es que, qué nombre es ese, ¿Osi?

OSI: Pues es una abreviatura…

DAVID: ¡Anyway! —interrumpió egoístamente—. Dime el nombre de la persona que buscamos y su dirección. ¡Estoy de los nervios! ¡Has tardado un montón! Era sólo averiguar un nombre.

EFRÉN: Joder, tío. En qué poco tiempo has ganado la confianza. Ya vuelves a ser David…

DAVID: Ay, lo dices como si fuera algo negativo… Pues que sepas que desde que he aprendido a hacer unas cuantas llaves en autodefensa me siento mucho más seguro de mí mismo. ¡A ver quién me secuestra ahora! ¡Ja!

EFRÉN: ¡Bu! —le asustó él por detrás y David pegó un salto y gritó del susto.

DAVID: ¡Eres idiota! No tiene gracia.

EFRÉN: Perdooona. No ha sido para tanto, ¿no? Es que como ahora eres tan valiente…

DAVID: Bueno, ya está. No soy tan valiente ni mucho menos. Aún tengo algo de miedo de ir solo por la calle, pero por lo menos voy haciendo mis viajes y es verdad que me siento más seguro sabiendo que podría reducir a alguien si me intentara hacer algo.

EFRÉN: Que sí, David. Me alegro un montón —le dijo abrazándole.

DAVID: ¡Basta de sentimentalismos! —se soltó él en seguida y se dirigió a Osi—. Dime la dirección o los nombres de los padres de Tirso y nos vamos para allá ahora mismo —dijo mirando a Efrén, ya que él había sido el que le había acompañado en sus aventuras anteriormente.

EFRÉN: No va a poder ser, David. Yo tengo una cita para ver un piso ahora y luego clase. No me convence mucho lo de que tenga sólo un baño, pero bueno…

OSI: ¡Yo te puedo acompañar! —se abrió paso en la conversación, ya que había estado callado al margen, observando cómo hablaban él y David como un partido de tenis e intentando participar sin éxito—. Esta noche me quedo hasta tarde estudiando y así no pierdo el ritmo para el MIR.

Los dos lo miraron dudosos, pero poco a poco se les puso un rostro de aprobación, porque David no se iba a ir solo a una misión tan peligrosa. Y en esos momentos se cortó el silencio con el ruido que hizo la puerta de la antigua habitación de Efrén abriéndose, saliendo Zac de ella, que nadie sabía que estaba allí. Primero se cruzó su mirada con la de Efrén, que la apartó de inmediato con algo de enfado pero también tratando de mostrar tibieza. Después Zac miró a David, que también apartó la mirada, pero con mucha más tensión que Efrén.

ZAC: Yo… me voy a trabajar. Hasta luego.

Y se fue raudo de casa para no tener que soportar la tensión que se había creado en unos segundos en la sala. Efrén se quedó mirando a David, que seguía sin poner buena cara.

EFRÉN: ¿Cómo lo llevas, David?

DAVID: Pues mira, lo llevo. Unos días mejor y otros peor. Pero bueno, ya han pasado más de dos meses y me sigue pareciendo raro verle.

OSI: Es normal. A mí también me incomoda un poco ver a Ada…

DAVID: Por lo menos esto de la investigación me mantiene entretenido —dijo sin dejar acabar a Osi—. Venga, vámonos con el coche de mi madre y me llevas al sitio ese, Osezno.

OSI: ¡Qué es Osi!

EFRÉN: Haced el favor de tener cuidado. Si veis que la cosa se pone chunga, salid por patas. Luego te llamo y me lo cuentas todo, David.




Después de un par de horas de viaje y yendo David al volante, se puso a mascar chicle de nicotina y Osi le iba dando las instrucciones para llegar a la dirección que tenía, con una soltura tal que parecía como si ya hubiese pasado por allí.

DAVID: Ay, qué asco dan los chicles estos.

OSI: Gira ahora a la izquierda y luego sigue todo recto. Ya estamos llegando.

DAVID: ¿Quieres un chicle de nicotina?

OSI: No, gracias. Yo no estoy dejando de fumar.

DAVID: Ahá.

OSI: ¡Para! Son ellos. Ahí está el coche. ¡Esa es la matrícula!

DAVID: Coño, qué pronto lo has visto. Agáchate.

OSI: Están arrancando el coche. ¡Síguelos!

DAVID: ¡Calla! ¿Y si tienen a Tirso en esa casa?

OSI: ¡Tú síguelos!

DAVID: Vale, pero espera un poco —dijo agachándose para que no los vieran—. No podemos ir pegados a ellos. Ya aprendí el arte de espiar cuando los seguíamos Efrén y yo… Mierda, los he perdido.

OSI: Se tienen que haber ido por allá —se sentó bien en el asiento—. ¡Arranca!

DAVID: ¿Pero cómo sabes que se han ido para allá?

OSI: ¡Arranca!

Al cabo de un buen rato siguiéndoles la pista, el coche paró en el aparcamiento de unas instalaciones, salieron del coche y se metieron dentro. David aparcó el coche más alejado pero desde un sitio donde podían verlos. Además, el manto negro de la noche les proporcionaba la discreción necesaria.

DAVID: ¿Centro Psiquiátrico Socol? ¿No me digas que han metido al pobre Tirso en un manicomio?

OSI: David, ¿te recuerdo que te secuestró durante varias días y que si no entro yo a rescatarte casi te clava un cuchillo en el cuello? Ese chico no estaba bien.

DAVID: Yo no creo que estuviese loco. Fue un cúmulo de cosas. Sus padres le trataban fatal. Seguro que nunca le ha dado nadie cariño al pobre…

OSI: Bueno, cuando entremos se lo preguntas.

DAVID: ¿Pero cómo coño sabes que va a estar ahí dentro? Y lo que es más, ¿cómo vamos a entrar?

OSI: Tú no te preocupes, que tengo un plan. Sé cuando cambian el turno los guardas de seguridad. Nos colaremos justo en ese momento.

David se le quedó mirando asombrado de que supiese tanto de un sitio que se suponía que era la primera vez que iban.

DAVID: Osi, ¿has estado aquí antes?

OSI: ¿Yo? ¡Qué tontería! Eh… simplemente… supongo que para la hora de cenar cambiarán el turno. Suelen hacerlo así en el hospital en el que hacía prácticas.

DAVID: Ah, vale —respondió no muy convencido.

OSI: Esperaremos aquí hasta que salgan los padres de Tirso y luego cuando sea la hora, entraremos.

David seguía con cara de incredulidad al ver lo bien que tenía preparado el plan y entonces Osi se puso a hablarle de otra cosa.

OSI: Oye, ¿has visto a mi novio Nacho? —supo sacarle un tema que le atrajese lo suficiente la atención como para que dejase de pensar en ello.

DAVID: Ay, amor, muy mono él. A mí lo que me sorprendió es que pasases de un bando a otro tan rápidamente. ¿No te gustaban las mujeres?

OSI: No lo sé. Yo pensaba que sí, pero no creo que Asir lo quisiese así para mí. No creo que tenga nada de malo probar.

DAVID: ¡Cuidado! ¡Ya salen! Agáchate… Qué poco han tardado… Osi.

OSI: Qué.

DAVID: ¿No crees que éste es el momento para llamar a la policía? Efrén y yo no lo hicimos porque no queríamos que se llevasen a Tirso, pero si supuestamente está aquí y sabemos dónde están los padres también…

OSI: De ninguna manera. Si llamamos a la policía los encerrarán a todos  y no tendrás oportunidad de hablar con él. Vamos, que ya es el cambio de turno.

Y cuando los padres de Tirso se habían ido, salieron del coche y se colaron en el centro. David iba siguiendo a Osi, que parecía saber exactamente dónde iba.

DAVID: ¿Cómo sabes que es por aquí? —decía en voz baja para que nadie los oyera mientras le seguía.

OSI: Porque… he visto una lista con los pacientes por ahí y ponía el nombre de Tirso y el número de habitación.

DAVID: Qué potra tienes. Te está saliendo todo redondo hoy.

Iban por fuera de las instalaciones para no llamar la atención de algún trabajador y algunas habitaciones daban al jardín. Más que un centro psiquiátrico de alta seguridad, como se lo imaginaba David, era como una especie de residencia. Cuando llegaron a la ventana adecuada, Osi entró por una puerta exterior que daba al pasillo y abrió la puerta de la habitación de Tirso decidido a entrar. David, que iba un poco detrás, se paró un momento para asimilar la experiencia que estaba a punto de revivir, pero al final entró también. Se sacó la pulsera del bolsillo que en su día le dio a Tirso para devolvérsela, pero se le cayó al suelo en cuanto entró y lo vio tumbado en la camilla y durmiendo.

David se quedó un poco pasmado porque en realidad había perdido toda esperanza de volver a verlo y a la vez porque le vinieron a la mente algunos malos momentos de cuando lo tuvo retenido en su casa. Pero necesitaba hablar con él y liberarse de cierta carga que llevaba encima. Se agachó y cogió la pulsera justo en el instante en que se despertaba al oír que alguien había entrado en la habitación.

Tirso, que David lo recordaba un poco regordete, se veía mucho más delgado, pero en forma. Sin embargo su pelo albino parecía mucho más limpio y cuidado de lo que lo solía llevar él, lo que hizo pensar a David que lo estaban tratando bien. Ese era uno de sus grandes miedos: que no estuviese siendo tratado bien. Cuando retomó un poco más la conciencia, cosa que le costaba debido seguramente a que le habrían dado sedantes para dormir, se incorporó un poco.

TIRSO: ¿Quién anda ahí? —dijo somnoliento.

OSI: Ssshh. Baja la voz. ¿Quieres que te oigan?

TIRSO: Ah, hola. Eres tú. ¿Y tú, David?

DAVID: Hola, Tirso —dijo con respeto y un poco temeroso de su reacción—. Te he traído esto —le puso la pulsera que tenía en las manos en la suya, que estaba atada con correas.

TIRSO: Mi pulsera… bueno, tu pulsera.

DAVID: Es tuya.

TIRSO: Yo… yo… —parecía que pretendía arrancar una disculpa pero no sabía cómo empezar.

DAVID: No te preocupes. Te perdono —le dijo cogiéndole la mano.

TIRSO: No pretendía… se me fue de las manos. No estaba bien, David. Desde que tomo la medicación estoy mucho mejor. Pienso con más claridad. Algunos días…

DAVID: Yo siento muchísimo haberte tratado como una mierda. Nunca te escuchaba y nunca te di el cariño que necesitabas, con lo dura que tiene que haber sido tu infancia. Siento que las cosas acabasen así.

Tirso sonrió levemente con satisfacción y David se puso un poco emotivo.

DAVID: Voy al baño. ¿Tienes uno en la habitación?

OSI: Está ahí —señaló una puerta—. Pero no hagas ruido ni tires de la cadena. Si los pacientes están durmiendo atados no pueden ir al baño, ¿lo entiendes?

DAVID: Que sí, pesado —dijo secándose las lágrimas que le caían por las mejillas.

Estando David en el baño, Osi se puso a hablar en voz muy baja con Tirso.

OSI: Entonces no le dijiste eso a nadie, ¿no?

TIRSO: Ya te dije el otro día que no y que no se lo iba a decir a nadie.

OSI: Santa Ast, me tengo que asegurar. Seguro que si se enteran los del gobierno me cogen y me diseccionan o algo —se le acercó más al oído—. ¿Qué fue eso?

TIRSO: Escúchame —le agarró del suéter que lo tenía a la altura de su mano y se lo acercó a su cara—. Mis padres no querían llevarse a Benja, te querían a ti. Se lo llevaron a él porque tenía una mancha de boli negro en la nariz y lo confundieron con tu lunar.

OSI: Pero si yo ni iba en ese coche… ¿Por qué no me dijiste eso el otro día?

TIRSO: ¡Porque con las pastillas que me dan unos días estoy más grogui que otros! Me acabo de acordar de eso.

OSI: Pero entonces, si cogieron a la persona equivocada, ¿no se dieron cuenta? ¿Por qué lo retuvieron tanto tiempo y al final incluso se lo llevaron?

El sonido de la cisterna del váter les interrumpió y puso a Osi sobre aviso. David salió corriendo del baño.

DAVID: Lo siento, es la costumbre…

OSI: Vámonos, corre.

DAVID: Volveremos, Tirso. No te vamos a dejar aquí.

OSI: Corre, por aquí…




Al día siguiente, Efrén volvió al piso compartido para hablar con Ofelia sobre cómo llevaba el embarazo. Venía de jugar un partido de fútbol con unos amigos, algo que hacía de vez en cuando desde que le fue imposible continuar con el fútbol profesional. Lo que él no esperaba era que estuviese Sandra allí también, la recelosa novia de Ofe.

EFRÉN: Hola, chicas. ¿Qué tal?

—Muy bien. Gracias por preguntar —respondió con tirantez Sandra casi sin dejarle acabar.

Efrén se quedó un poco cortado por el comienzo tan tajante de la conversación, pero siguió hablando.

EFRÉN: ¿Cómo llevas el embarazo? ¿Todo bien en las últimas pruebas?

—Si la hubieras acompañado a alguna de ellas lo sabrías. Que va a ser tu hijo…

OFELIA: Vale, Sandra. Déjame hablar a mí —dijo en un tono conciliador—. Estando ya de 7 meses me queda todavía una ecografía a la que podrías venir. La tengo el viernes por la mañana. ¿Quieres venir conmigo? Sandra ha venido a todas conmigo.

EFRÉN: ¿El viernes por la mañana? Joder, no puedo. Tengo que volver a ver una casa que me ha gustado, pero la quiero ver de día para ver si hay luz y eso y ya he quedado con el de la inmobiliaria.

Sandra estaba al lado de Ofelia mordiéndose la lengua y conteniendo la rabia.

OFELIA: Efrén, llevas ya cuatro meses buscando casa. El niño va a nacer dentro de dos meses y no tienes ni casa ni todos los accesorios que necesita un bebé, como un carrito o una cuna.

EFRÉN: Bueno, no te preocupes —dijo él despreocupado—. Eso voy una tarde de compras y lo compro todo. Pero primero tengo que tener la casa, ¿verdad?

OFELIA: No te lo estás tomando en serio. Tener un hijo es algo muy importante que va a cambiar tu vida y no eres consciente de ello.

EFRÉN: Claro que soy…

OFELIA: Efrén. No firmamos papeles para la custodia y yo tengo serias dudas de que puedas ser buen padre. Te quedan dos meses para demostrarme que de verdad quieres este bebé.

Sandra puso cara de satisfacción y se reclinó en el sofá, relajando su siempre malhumorado rostro.

EFRÉN: ¿Pero cómo me dices eso, Ofe? ¡Habíamos hecho un trato!

OFELIA: No hay nada sentenciado. Piensa en lo que te he dicho —dijo intentando levantarse del sofá para irse.

—Muy bien cariño. Has estado muy bien. Le has dicho todo lo que le tenías que decir —le dijo en voz baja a Ofelia mientras la ayudaba a levantarse y se dirigían a la puerta.

EFRÉN: ¡Está bien, está bien! ¡Prometo que me lo tomaré en serio! Verás cómo me quedo esta casa que estoy viendo. Me gusta mucho. Es perfecta. Seguro que el viernes cierro el trato ya.

—Menos promesas y más demostraciones —amenazó Sandra con cara de malicia cerrando la puerta de casa detrás de ella.




Una semana después, Efrén ya se había comprado la casa que tenía mirada y empezó con la mudanza para tener todo arreglado en cuanto antes. Lo primero que quería hacer era llevarse las cosas que había dejado en su cuarto en el piso de Ofelia y los demás, ya que quería que se instalase bien Zacarías, y en parte, volver a verlo porque no le gustó cómo habían quedado las cosas entre ellos la última vez que hablaron, cuando dejó a David hace dos meses.

Toc, toc.

ZAC: ¡Pasa!

EFRÉN: Hola, Zacarías. ¿Cómo estás? —saludó en tono reconciliador.

ZAC: Ah, hola, Efrén. Pensaba que eras Ofelia. Pasa, pasa. No te quedes en la puerta. Me alegro de que hayas venido —y le dio un sentido abrazo que denotaba añoranza.

EFRÉN: Sí, yo también —se soltó en seguida del abrazo al sentirse un poco violento—. He venido a por mis últimas cosas que me quedan por aquí, que ya tengo la casa nueva.

ZAC: ¡Cuánto me alegro! A ver si haces una fiesta de inauguración o algo. Bueno, si quieres que vaya, si no, no pasa nada…

EFRÉN: También quería hablar de eso contigo.

ZAC: Sí, dime —y se sentaron ambos en la cama.

EFRÉN: No me gusta estar enfadado con nadie, y menos contigo… Siempre te he tenido un cariño especial, o algo más que eso, y es algo que no puedo explicar y que siempre va a seguir ahí… No me gusta cómo dejaste a David, pero aunque tarde, tomaste la decisión que debías. Y no sé si las cosas podrán ser iguales entre tú y yo de ahora en adelante, pero me gustaría que lo fuesen.

ZAC: A mí también.

Zac sonrió con los ojos llorosos de la emoción y esta vez fue Efrén quien tomó la iniciativa de darle un abrazo que selló su reconciliación. A continuación se puso a recoger sus bártulos con la ayuda de Zac y se los llevaron a la nueva casa de él, que estaba cerca de allí, donde Efrén pretendía no sólo estrenar casa, sino una nueva vida en la que la responsabilidad formaba gran parte de ella.


Próximo episodio: lunes, 6 de junio de 2011 a las 21:00.

lunes, 23 de mayo de 2011

2x06 ULISES

Priviuslí, en El mundo al revés: Ulises era un personaje un tanto huraño y descuidado cuando entró a vivir al piso de Ofelia, Efrén y Pascual el curso pasado, pero al empezar a conocer a este último pegó un cambio radical, yéndose completamente al otro extremo; ahora está musculoso, sale de fiesta a menudo y toma drogas por diversión. Estas drogas se las proporciona su camello y antes amigo, Pascual, el cual anda un poco perjudicado por consumir demasiada droga.

Ulises siempre ha tenido algunos arranques de ira y el vicio de morderse las uñas, pero situaciones como volver a su casa donde su familia le satura, le hace empeorar. Excepto por su hermana Alicia, discapacitada a causa de experimentos genéticos para poder ser hija de dos mujeres, a la cual le tiene mucho aprecio.

Además, Ulises ha tenido un desencuentro con Ada debido a su misoginia y su comportamiento de rechazo hacia los heterosexuales y parece que ha dejado un poco de lado su carrera de Arquitectura.




Era viernes por la tarde, Ulises salía orgulloso del gimnasio y al ver que todavía el sol brillaba molestamente se puso sus gafas de sol de marca. Llevaba sólo una camiseta de manga larga apretada, a pesar del frío que hacía en la calle en enero, la cual marcaba su vigorosa musculatura que había desarrollado en poco más de un año. Se había peinado su pelo rubio, rizado y corto a conciencia al salir de las duchas del gimnasio, como si de allí se fuese de fiesta directamente, pero en realidad se volvía a su pueblo con su familia a una de esas cenas familiares que celebraban de vez en cuando y que él tanto odiaba.

Una vez en su casa, le llamó su madre desde el trabajo para darle la lista de recados que tenía que hacer.

—Hola, cariño. ¿Qué tal los exámenes del primer cuatrimestre?

ULISES: Peor que otros años…

—Perdona, que ahora estoy ocupada, luego me lo cuentas. Te llamaba para decirte que vayas a comprar al Mercamona y de paso te llevas a tu hermana para que se dé un paseo. Ah, y coge el recibo que hay encima de la mesa de la cocina y me recoges unos trajes que llevé a la tintorería hace una semana y es que no he tenido tiempo de ir a recogerlo.

ULISES: Pero, mamá. ¿No puedes ir tú otro día?

—Desde luego, hijo, para un favor que te pido. Sabes que llego de trabajar cansadísima todos los días. Pero bueno ya lo haré yo otro día cuando pueda...

ULISES: Venga, está bien. Ya voy yo. ¿Algo más?

—Pues ahora que lo dices, pásate por casa del abuelo allá para la hora de cenar y te lo traes a casa. El pobre ya está mayor y es mejor que lo lleves del brazo.

ULISES: ¿Pero por qué no lo recoges tú luego con el coche cuando vuelvas de trabajar? —rechistó él.

—Mira, si no quieres no lo hagas. Yo hago estas cenas familiares para que el pobre hombre no esté solo y para que le deis conversación. Se aburre mucho todo el día en casa…

ULISES: Vale, vale, vale. Yo iré —la interrumpió resignado para que no hablase más.

—Si tu madre estuviese aquí, no tendrías que hacerlo tú todo. Pero como nos abandonó… ¿Tú sabes la faena que es cuidar de dos hijos una persona sola y encima una con el Síndrome?

ULISES: Ya lo sé, mamá. No hace falta que me lo recuerdes siempre —empezó a cabrearse por todo lo que le estaba diciendo, unido al rencor que le guardaba por ese tipo de comentarios.

—Bueno te dejo, que sigo aquí liada. Hasta luego.

Ulises colgó el teléfono y se empezó a morder las uñas, como de costumbre cuando se empezaba a poner nervioso. Cogió a su hermana mayor y se fue a hacer todos los recados que le había mandado su querida madre.

Cuando ya era casi de noche, Ulises salía de la tintorería con Alicia de la mano, cargado con cuatro trajes de su madre y las bolsas de la compra y dirigiéndose ya hacia su último destino: la casa de su abuelo.

—Tete.

ULISES: Qué —respondió secamente después de haber estado toda la tarde acumulando ira.

—Tengo pis.

ULISES: Ya me lo has dicho antes. Espérate a que lleguemos a casa del abuelo y haces pipí allí. Que ya eres mayorcita.

—¡Es que tengo mucho pis!

ULISES: ¡Cállate, Alicia! ¡Llevas toda la tarde así!

Ella se quedó cortada por la inesperada contestación de su adorado hermano, que lo tenía en un pedestal. Ulises recapacitó y se dio cuenta de que ella no tenía la culpa de nada, así que la miró para disculparse y se dio cuenta de que se había orinado encima.

ULISES: Pero Alicia, cariño —se paró y la abrazó—. Lo siento mucho.

—Vamos a casa, por favor —dijo haciendo pucheros y empezando a llorar.

ULISES: Tenemos que ir primero a por el abuelo —se puso en marcha otra vez cogiéndola de la mano—. Ahora en su casa te seco con el secador o algo. A ver si él tiene algo de ropa tuya.

Después de limpiar un poco a Alicia en casa de su abuelo, se fueron los tres caminando lentamente por la calle, cogiendo a su abuelo con su brazo izquierdo y con Alicia cogida de su mano derecha, y en ese mismo brazo llevaba los trajes de su madre. Las bolsas de la compra que no pesaban las llevaban Alicia y el abuelo y las demás las llevaba él como podía. Cuando llegaron a casa, la madre estaba ya preparando la cena y le cogió las bolsas para sacar lo que necesitaba. Alicia fue a ducharse y a cambiarse y él se sentó un momento en el sofá con el abuelo mientras la madre acababa de cocinar.

—Vaya, vaya. Pues se te han hecho unos buenos brazos, eh. Lo he notado por el camino.

ULISES: Sí, es que ahora voy bastante al gimnasio.

—Madre mía, lo que has cambiado en un año. Ahora seguro que tienes un novio. Con lo guapo que estás. Ven, cuéntaselo a tu abuelo.

ULISES: Que no, abuelo. Conozco a muchos chicos, pero no tengo novio.

—Pues, Ulises, deberías de probar ya. No querrás quedarte solo, ¿verdad?

ULISES: ¡Que me dejes en paz! ¡Que no tengo por qué tenerlo si no me da la gana! —gritó descargando parte de esa ira interior—. ¡Eres un pesado!

El abuelo se quedó mirándolo como si ya no conociese a esa persona y se calló, mientras que Ulises se quedó respirando hondo para calmarse un poco y se empezó a comer los padrastros porque uñas le quedaban bien pocas.

—¡Venga, Ulises! —le llamó su madre desde la cocina—. Pon la mesa que la cena ya está.

Ulises seguía en el sofá concentrado en sus pensamientos para no estallar. Se decía cosas para sí mismo que nadie podía escuchar y su abuelo lo miraba atónito desde el otro sofá.

—¡Ulises! ¡¿Estás sordo o qué?! —seguía chillándole y salió de la cocina para llamarlo—. ¡Que vengas a poner la mesa te he dicho!

Él no pudo aguantar más y se puso a temblar moviendo la cabeza hacia los lados.

ULISES: ¡¡Cállate de una puta vez!! ¡Cállate! ¡No te quiero oír! —se levantó del sofá y se cogió la cabeza histérico intentando controlarse y mirando hacia todos los lados.

—¡¿Pero esta falta de respeto de dónde sale?! ¡Yo no he educado a mis hijos para que me contesten así! ¡Ven a poner la mesa inmediatamente!

ULISES: ¡¡Que me dejes!! ¡No soy tu puto esclavo! —y le dio una patada a un jarrón, tirándolo al suelo y rompiéndolo en pedazos— ¡Estoy harto de que me mandes hacer mil cosas y luego ni siquiera me des las gracias!

La madre, el abuelo y Alicia, que bajaba por las escaleras ya duchada pero confusa por los gritos que se escuchaban, se quedaron mirándolo cada uno desde una punta de la habitación y todos un poco asustados por lo que pudiera hacer.

ULISES: ¡Estoy harto de esta casa y de que me cuelgues todas las responsabilidades cuando vengo! ¡Me voy! No puedo quedarme aquí más tiempo. ¡Joder!

Diciendo esto le dio otro venazo y tiró otras dos figuras al suelo violentamente antes de dirigirse hacia la puerta. Alicia lo miró con cara de decepción cuando salía y él la vio cómo lo miraba, cosa que le hizo sentir extraño en ese momento pero que no supo relacionar con su ataque de ira. Así que finalmente salió pegando un fuerte portazo.

Ulises se fue corriendo a coger el último metro de la noche para volver a la ciudad y estaba visiblemente alterado. Estuvo todo el camino agitándose y comiéndose las uñas y cuando llegó a Valencia pensó que debería de comprarse un bono para la próxima vez, ya que a veces iba con prisa para cogerlo y no le daba tiempo de sacar el billete. Al comprobar que la máquina no daba cambio se empezó a ofuscar otra vez y le pegó un golpe de impotencia con la mano abierta. Decidido a conseguir lo que quería, se dirigió malhumorado a la ventanilla, pero su trabajadora del metro “favorita” estaba hablando por teléfono como de costumbre y le dijo que esperara con la mano.

ULISES: ¡¡No me voy a esperar, hija de puta!! ¡¿Puedes hacer tu puto trabajo por una puta vez en la vida?! ¡Vaga de mierda! Todo el puto día hablando por teléfono. ¡Todo el puto día hablando por teléfono! —le gritaba dando manotazos en el cristal.

La honrada trabajadora se asustó y llamó a seguridad. Cuando llegaron los seguratas se empezó a pelear con ellos sin motivo aparente, pero ellos, que eran dos, lo redujeron en un momento, cebándose en exceso y dándole algún que otro puñetazo de más, al estilo de este tipo de personas que tienen un trabajo para descargar otras tensiones de su vida personal.

Ulises escapó de la pelea y acudió rápidamente al hospital más cercano para curarse las heridas abiertas que le habían hecho y por el camino fue recobrando un poco la cordura. Empezó a sentir que bajaba toda esa ira y el sentimiento de culpabilidad afloró, sobre todo cuando le contó cómo había pasado todo a la enfermera que lo estaba curando. Ulises no solía abrirse a los desconocidos, pero a esta chica se le veía muy dulce. Era una mujer joven, y a pesar de que él les tuviera un poco de manía a las hembras humanas, la vio bella. Llevaba una melena larga castaña y tenía los ojos claros y le hablaba con una quietud y un saber estar que casi lo hipnotizaba. Todo este trato amable por parte de la enfermera le hizo reflexionar más incluso de todo lo que había hecho a lo largo de ese día.

ULISES: ¿Usted cree que este comportamiento se puede achacar al consumo de drogas?

—Bueno, yo no soy quién para decirlo o darle un diagnóstico, pero definitivamente puede haber sido el detonante. Yo de usted tendría cuidado de ahora en adelante. No va a necesitar puntos por lo que veo… Así que ya hemos terminado —dijo acabando de curarle—. Ya se puede ir a casa.

Él, agradecido por el cariñoso trato le dio un abrazo, a lo cual la afable enfermera correspondió afectuosamente.




A la semana siguiente, Ulises se vistió para salir de fiesta con algunos remordimientos sobre lo que pasó hacía unos días, pero finalmente se fue a ver a Pascual para pillar lo que solía pillar todos los fines de semana. Una vez cerca del Inframundo se reunió con el Tito Pascu, que tenía en la mano su pipa de crack.

ULISES: ¿En serio sigues haciendo eso? —le dijo con cara de desaprobación.

PASCUAL: ¿Quieres lo de siempre o no?

ULISES: Eh —dudó durante unos segundos—. Sí. Venga sí, dámelo —dijo ansioso.

PASCUAL: A ver que lo encuentre…

Dijo él mientras se rebuscaba entre los bolsillos y sacó algo que vio Ulises.

ULISES: ¿También le das a la heroína ahora, Pascual? Esto es muy fuerte ya.

PASCUAL: Eso sólo lo vendo a algunos clientes. De todas maneras, mira quién habla. El que viene a por drogas para salir de fiestuqui porque si no, no se lo pasa bien… Ya está, toma.

Pascual encontró entre sus bolsillos lo que le quería dar y se lo ofreció, pero Ulises tenía las manos en los bolsillos y no hacía nada por cogerlo.

PASCUAL: ¡Venga! ¡Cógelo y dame la pasta, capullo!

Ulises le dio el dinero dubitativo y lo cogió, pero se le quedó mirando a Pascual con rostro compasivo.

ULISES: No deberías de tomar tantas drogas, Pascual. No creo que sea bueno para ti —le aconsejó sin poder evitar preocuparse por su deplorable estado de salud y por la amistad que algún día tuvieron.

PASCUAL: Mira, tete. Tú y yo ya dejamos claro que cada uno por su lado, así que menos movidas y esfúmate, que tengo que seguir currando.

Ulises se fue hacia el pub y no paraban de pasársele imágenes por la cabeza de la última semana y del número que montó en su casa con su familia, de lo cual ni siquiera se había disculpado. Recordaba perfectamente la cara de su hermana mirándolo salir de casa como si ocurriese a cámara lenta, expresando esa decepción que le caló hondo y que ahora supo ver con más claridad que en aquel momento. También se puso a pensar en lo mal que había acabado Pascual y en la charla que tuvo con aquella agradable enfermera. Así que se paró en seco y decidió no seguir la senda que llevaba su vida. Tiró las pastillas que acababa de comprar, pero entró de todas maneras en el Inframundo a pasárselo bien.

Una vez dentro se acercó a la barra en la que estaba su compañero de piso Osi para pedirle un cubata, ya que a menudo conseguía agenciarse un pequeño descuento. Allí se percató de la escena, ya que esta vez iba bien sereno para verlo: había un chico que se portaba muy cariñoso con Osi e incluso le dio un beso.

ULISES: Vaya, vaya. ¿Quién es tu amiguito? Yo pensaba que estabas en el bando de los desviados…

OSI: Se llama Nacho. ¿Qué te parece?

ULISES: Mucho mejor que la puta esa de Ada. Vaya bronca tuve con ella hace unas semanas… ¡Los hombres estamos hechos para estar con hombres! La heterosexualidad es antinatural.

OSI: Bueno, supongo que tienes razón. Así lo dice Asir… Bueno, ¿y qué tal vas con tu proyecto fin de carrera?

ULISES: Buf, fatal. El otro día me puse y no me concentraba de ninguna manera.

OSI: Bueno, pues mucho ánimo. Voy a seguir trabajando.




Al cabo de unos diez días de intentos fallidos de ponerse a trabajar en su proyecto y de hacer mucho el vago, una mañana Ulises se puso sin ton ni son a escribir muy motivado. Le venían las ideas como si una musa se le hubiera aparecido en su habitación. No paraba de escribir y sentía una euforia que ni con las drogas. Lo que le llevó a recapacitar lo que la enfermera le dijo y que a lo mejor eran ellas las causantes de su comportamiento errante. Así que se propuso a sí mismo no tomarlas nunca más, si a cambio podía obtener esos momentos de gloria como el que estaba teniendo. Además seguía acordándose de su hermana, que no la había visto desde ese día, así que la llamó por teléfono para hablar con ella y disculparse, lo que ella aceptó con tal de llevarse bien de nuevo con su querido hermano.

Después de eso, no paraban de ocurrírsele cosas que hacer y los pensamientos le seguían brotando como las flores en primavera y se sentía en la cima del mundo. De repente empezó a notar que la ropa le agobiaba. Quería sentirse libre y se quedó desnudo en su cuarto andando de un lado a otro enérgicamente y sentándose a escribir cuando paraba un poco su mente de manar iniciativas. Y así siguió un par de horas…



Próximo episodio: lunes, 30 de mayo de 2011 a las 21:00.



lunes, 16 de mayo de 2011

2x05 ADA

Priviuslí, en El mundo al revés: Osi dejó a Ada después de estar un mes con ella porque estaba confuso acerca de ser sexualidad. Sus madres, que lo echaron de casa al saber que era heterosexual, le llevaban semanalmente a una congregación a rezar cuando aún vivían en Valencia con él.

Ada parece muy centrada en estudiar para el MIR y apenas sale de casa. Ulises nunca le ha tenido demasiado aprecio por su condición sexual.

David vio a su madre en un barrio de pobres vestida como tal, pero al preguntarle al respecto lo negó todo.

Pascual se levantó descalzo en la calle hace unos meses y robó unas zapatillas que colgaban de un cable de la casa de un camello.




Ada decidió darse un descanso de estudiar esa noche y salió de fiesta con su amigo Efrén a su pub Inframundo, a sabiendas de que Osi estaría allí trabajando y tonteando con uno que le habían contado. Después de tomarse unos cubatas y de desinhibirse un poco, no le quitaba el ojo a Osi desde la distancia, que a la vez que ponía copas, el otro chico se le magreaba.

ADA: No puedo más, Ef. Voy a hablar con él —dijo con dificultad acabándose el cubata de golpe.

EFRÉN: No creo que vayas en condiciones de hacer nada. Déjalo y si mañana piensas lo mismo lo hablas con él tranquilamente.

ADA: Que no. Que tengo que hablar con él ahora. ¡Está cometiendo un error! ¿No lo ves?

Cuando se dispuso a cruzar la pista llena de gente para llegar hasta él, por el camino se topó con Ulises, habitual del pub desde hacía meses, que también iba ciego pero no sólo de alcohol.

ULISES: ¡Hombre! Mejor dicho, ¡mujer! —le impedía el paso con su enorme cuerpo que se había labrado en el gimnasio— ¿Qué haces tú fuera del ambiente, comepollas?

ADA: ¡Como si tú no hicieras felaciones, payaso! Esa afirmación es estúpida —dijo ella dignamente, que aunque iba borracha era capaz de recurrir al pensamiento racional con tal de dejar mal a un heterófobo—. ¡Aparta y no me toques!

ULISES: Aparta tú, mejillón andante. Mira que sois tontas las tías. Encima de tontas, creídas. A ti no te tocaba yo ni con un palo.

ADA: ¿Quién ha dicho nada de tocarme? ¡Déjame en paz! —exclamó esquivándolo como pudo.

ULISES: Reproductora de mierda —dijo para sí mismo lleno de desprecio. 

Ada evidentemente lo oyó y dicha frase le hizo eco en la cabeza, enfureciéndola por el camino. Intentó aprovechar el momento que el pretendiente de Osi salió a recoger vasos para llegar en cuanto antes donde estaba él. Siguió abriéndose paso entre la gente y se puso con cuidado su melena rubia hacia delante para que no se la ensuciasen hasta que llegó a la barra donde estaba Osi, que se atusó el pelo un poco para estar mona para que viera lo que había perdido.

ADA: ¡Hola! ¡¿Me pones una de heterosexualidad, por favor?! —gritó para que lo oyera al otro lado de la barra con todo el barullo y de paso todo el mundo.

OSI: Uy, hola, Ada. No sabía que estabas aquí. ¿Qué dices que querías?

ADA: ¡No te hagas el tonto! ¡Me has oído perfectamente!

Osi la cogió y se metieron en un cuartito para que nadie la oyera decir esas cosas y para poder hablar mejor.

ADA: Ya veo que has vuelto a los hombres —dijo en tono de burla—. No creo que los de tu secta aprobaran lo contrario…

OSI: ¿De qué hablas? ¿Qué secta? —disimuló pero se le notaba inquieto.

ADA: Los Discípulos de Asir, querido. El otro día llamaron a mi casa, que no sé por qué les diste ese teléfono, para preguntar por ti porque hacía tiempo que no te veían.

OSI: Eso no es asunto tuyo. Y para tu información, no es una secta —se puso a la defensiva.

ADA: ¡Tienes el cerebro lavado, Osi! Haz lo que te dé la gana sin que otras personas te digan cómo debes actuar.

OSI: Vale, estás muy borracha. Será mejor que te vayas.

ADA: ¡Eres heterosexual! ¿Es que no lo ves? No me creo que tengas dudas. Sé cómo eras cuando estabas conmigo.

Osi se fue del cuartito y siguió trabajando y Ada se fue a casa a dormir, superada por la situación.




A la mañana siguiente, Pascual se había ido a un barrio alejado del suyo, cerca del de la droga, para captar nuevos clientes. Allí se topó con una mujer de edad madura que iba vestida como los vagabundos, pero parecía más un disfraz. Se notaba que esa mujer no pertenecía a la calle. Ella se dirigió hacia donde estaba él directamente. Parecía muy serena y centrada. No era como el tipo de gente que suele pulular por allí. Como por ejemplo él mismo, que iba fumado en esos momentos.

—Perdona, sé lo que estás haciendo —le dijo la señora muy seriamente.

PASCUAL: ¿Qué dices, carroza?

—No te hagas el tonto conmigo. Esta zona no es tuya. No puedes vender aquí —afirmó autoritariamente como si alguien le hubiera otorgado ese poder.

PASCUAL: ¿Que qué? —la miró él a la cara y notó que le resultaba familiar, pero al ir colocado no conseguía recordar de qué.

—Ésta es mi zona, así que lárgate.

Y lo miraba ella también de arriba a abajo, hasta que llegó a sus zapatillas y se las quedó mirando. Él, que notó que estaba mirando a sus pies y recordó que las zapatillas eran robadas de una zona conflictiva pensó que lo mejor sería hacer caso a las amenazas y se fue corriendo dándole vueltas a ese rostro que recordaba haber visto en alguna parte.




En el piso de Ada, Luis se arreglaba para irse a clase mientras charraba con ella.

LUIS: Por cierto, acuérdate que ha dicho el dueño que mañana vienen los albañiles a cambiar las ventanas.

ADA: Vale, yo estaré aquí. Estudiando, como siempre.

LUIS: Es lo que toca —decía desde el baño.

ADA: Cari, ¿cómo vas con Jaime? Necesito recrearme con la vida sentimental de alguien, ya que la mía es un asco.

LUIS: Algo pasó en el Infra anoche, ¿no? Me ha enviado Efrén un SMS de madrugada.

ADA: Mejor hablamos de lo tuyo, cari —quiso desviar la conversación—. Qué, ¿no me digas que no has quedado todavía con él?

LUIS: No, mari. Llevamos hablando ya más de un mes por el chat. Me da palo quedar con él… ¿Y si no le gusto?

ADA: ¿Pero no os habéis enseñado fotos tampoco?

Luis miró hacia otra parte mientras iba de un lado a otro de la casa cogiendo sus cosas.

ADA: ¡Qué fuerte! Pues como no hagas algo ya, lo vas a perder. Si seguís hablando llegaréis al nivel de amigos y ya no hay vuelta atrás. Seguro que aunque sea le has dicho cómo eres y eso. No creo que se asuste cuando te vea.

Luis volvió a callar.

ADA: Le has dicho una sarta de mentiras. Cómo si lo viera.

LUIS: Tú sabes. ¿Qué le iba a decir? ¿Qué soy una reina? A muchos tíos no les gusta eso.

ADA: Tienes que decirle cómo eres y si no le gusta pues es que no vale la pena —y diciendo esto se dio cuenta que Luis no se maquillaba tanto como antes ni se arreglaba tanto el pelo.

LUIS: No sé, nena. A lo mejor necesito un cambio de imagen. Creo que me voy a deshacer de este rubio pollo que llevo y no voy a ir tanto a UVA, que he oído que da cánceres de esos.

ADA: Como que eso te lo he dicho yo un millón de veces y nunca me habías hecho caso.

LUIS: Pues eso, que me voy que llego tarde. Ciao.

Luis abrió la puerta de la casa y allí se encontró a Pascual delante, tan pordiosero como siempre, y con su gato en los brazos.

LUIS: ¿Pero qué haces tú aquí? Lárgate. No creo que Ada quiera verte ni yo tampoco desde lo del otro día.

ADA: Qué pasa, nena —preguntó desde dentro de la casa.

Ada se acercó a la puerta y vio a Pascual, que no lo había vuelto a ver desde el día de la Renovación. Se le quedó la cara descompuesta de comprobar el mal estado en el que estaba, como le había dicho Luis, y más aún de ver el gato que llevaba en brazos. Aunque esta vez parecía increíblemente sobrio y centrado en algo. Luis se los quedó mirando a los dos y se fue.

ADA: ¿Pascual?

PASCUAL: El Tito Pascu, si no te importa —dijo abriéndose paso y entrando en la casa como si estuviera buscando algo.

ADA: ¿Qué haces con ese gato? Me dan miedo los gatos. ¡Sácalo de aquí!

PASCUAL: Di hola, Farli —le cogió la patita e hizo con ella un gesto de saludo.

Pascual hizo caso omiso y siguió buscando por todas partes hasta que llegó a una estantería llena de fotos y se detuvo a mirar.

ADA: Bueno, ¿cómo estás? —dijo con tono de culpabilidad por sentirse causante en parte de su situación—. ¿Necesitas algo? Dinero, una ducha…

PASCUAL: No necesito tu pena —dijo sin inmutarse—. Sin tan sólo hubieras tenido tu bocaza cerrada y no le hubieras dicho a Efrén que le puse GHB, nunca hubiera sospechado nada. Me hubiera ahorrado un puñetazo en la cara.

ADA: Tenía que hacerlo, Pascual.

PASCUAL: Tito Pascu —la corrigió él.

ADA: ¡Es mi amigo! No podía guardarme eso para mí y seguir hablándole como si no supiera nada.

Pascual sonrió al haber encontrado lo que buscaba y se dirigió hacia la puerta tranquilamente.

PASCUAL: Sí, sí que podrías haberlo hecho, teta —le dijo desde el marco de la puerta seriamente y la cerró de golpe al salir.

Ada respiró por fin, ahora que se había ido él y sobre todo el gato.




Pascual se dirigió decidido y con una sonrisa maléfica a donde había visto a aquella señora esa mañana, con la seguridad de saber quién era y con un plan en la cabeza. Llevaba desde esa mañana sin meterse nada porque quería tener la mente despejada para este proyecto.

Después de estar unas horas buscándola por fin la vio a lo lejos. Pascual se sentó tranquilamente en unos cartones y la empezó a observar a lo lejos para comprobar que era ella. Volvió a coger a Farli en los brazos, que le había seguido cual fiel can, como siempre hacía. Empezó a acariciarlo y el gato se puso a ronronear.

PASCUAL: ¿Ves a esa señora de ahí, Farli? ¿La ves? Es una de las ricachonas madres de uno de mis ex amigos, David. Ya sabemos por qué tienen tanto dinero y por qué viven a todo tren: una casa, un piso donde vive David con sus compañeros Ada y Luis, una moto para su hijo, un coche de lujo y un monovolumen para ellas… Quédate aquí, que ahora vuelvo —le habló al gato dejándolo en el suelo—. Esto puede ser peligroso. ¡No te muevas, eh!

Pascual se acercó a ella confiado y le tocó el hombro por detrás.

—Vaya —se giró ella sorprendida—. Pensaba que te había dicho que no volvieras por aquí.

PASCUAL: ¡Cállate, abuela! —le gritó y la cogió del brazo—. Sé que eres la madre de David y estoy seguro de que él no sabe cómo te ganas la vida, ni creo que quieras que se entere.

—Y yo creo que no sabes con quién te estás metiendo —le dijo ella sintiéndose atacada y sorprendida de lo que acababa de descubrir, pero a la vez segura de sí misma.

Se sacudió y se soltó de Pascual y ambos quedaron frente a frente mirándose de manera amenazante.

—¿Qué es lo que quieres? —dijo ella cediendo pero intimidante, a sabiendas de que Pascual tenía la sartén por el mango.

PASCUAL: Quiero pasta.

—Ya claro. Todo el mundo quiere “pasta” —dijo ella riéndose.

PASCUAL: ¡Lo digo en serio, vieja!

—A ver, niñato. No eres el único que ha hecho los deberes. Esas zapatillas que llevas le desaparecieron a un “amigo” mío hace unos meses y no creo que le hiciera mucha gracia enterarse de ello. Ya no por el mero hecho de que sean unas zapatillas, sino que significa que has ido a su casa a robarle algo suyo y encima le diré que has vendido en su zona, cosa que le cabrearía mucho.

PASCUAL: Ya veo. O sea que cada uno tenía un as bajo la manga, ¿no?

La mujer sonrió orgullosa y se fue creciendo.

PASCUAL: De todas maneras, nada de esto me impide que vaya ahora mismo y se lo cuente todo a tu hijo —dijo dándose la vuelta e intentando irse para asustarla.

—¡Espera!

Fue Pascual ahora quien sonrió de espaldas a ella sabiendo que la había puesto entre la espada y la pared y se giró para escucharla.

—Te puedo dejar que vendas por aquí, pero no te pases. Lo que vendas serán clientes que me estarás quitando.

PASCUAL: Me parece un buen trato.




Al día siguiente, Ada se levantó sin ganas de estudiar por lo ocurrido los últimos días y se puso a mirar su álbum de fotos para recordar tiempos mejores. En algunas fotografías de hace años salía ella con Pascual. Las contempló melancólica y le dio pena pensar que una vez fueron amigos. Más pena le dio ver lo que había cambiado físicamente por tantos excesos, a peor, mucho peor.

Siguió pasando las páginas del álbum y llegó a las más nuevas, donde salía en muchas con Osi, de las semanas en las que estuvieron juntos. Inevitablemente le brotaron un par de lágrimas por las mejillas, pero se las secó rápidamente y pensó que ya era hora de seguir adelante con su vida, como Osi había hecho.

En ese momento se oyó el timbre de la puerta y ella fue a abrir, ya que Luis se había ido temprano a clase y David dormía últimamente en casa de sus madres, donde había camas de sobra para él y Efrén, que le había cedido su habitación a Zac en su piso.

ADA: ¿Quién es? —dijo sin abrir la puerta.

—Soy el albañil. Le avisé al dueño de que vendría hoy.

ADA: Ah, sí, sí. Pase.

Le abrió la puerta y no pudo evitar fijarse en que era un chico joven, que tenía un cuerpo de escándalo y además era guapo. Llevaba la típica camiseta blanca ajustada que parecía interior y unos pantalones viejos llenos de pintura seca, que se notaba que había usado ya muchas veces. A Ada normalmente le gustaban los chicos más intelectuales, pero en ese instante notaba como todo su cuerpo se encendía en respuesta a las feromonas, aún sin saber si sería hetero o no.

—Voy dejando estas cosas por aquí y ahora empiezo —dijo sonriente metiendo en la casa sacos de escayola y cerró la puerta—. Mis compañeros tardarán un rato, que primero van a hacer otro trabajo —y empezó a mirarla porque notaba que ella lo estaba mirando obscenamente.

ADA: ¿Te apetece un café o algo antes de ponerte manos a la obra?

—Venga, vale. Muchas gracias.

ADA: Siéntate en el sofá que…

Y cuando lo vio sentado en el sofá notó cómo le miraba las tetas y no pudo resistirse más. Se tiró encima de él y se empezó a quitar la camiseta. Él la empezó a besar y se quitó la camiseta también mostrando sus abdominales perfectamente marcados y ella lo empezó a manosear con recelo como si nunca hubiera tocado antes a un hombre. Él la miraba con lujuria y al quitarle el sujetador le agarró las tetas, la cogió de la cintura y se la puso encima suya, que ya se había quitado hasta los calzoncillos…


Próximo episodio: lunes 23 de mayo a las 21:00.

lunes, 9 de mayo de 2011

2x04 ZAC

Priviuslí, en El mundo al revés: Zac se entera a través de David que Benjamín estuvo secuestrado por los padres de Tirso, lo cual no se toma muy bien porque David está indagando en el tema, y por esto y otras cosas (como que fume bastante, aunque ha prometido dejar de fumar) decide darse un tiempo con él. Al darse esta situación, Zac hizo las maletas para marcharse de casa de David, pero no tiene a dónde ir.

Zac siempre se sintió atraído por Efrén, pero al ponerse a salir con David a raíz del accidente, le daba evasivas a éste cuando se le acercaba hace tiempo. Ahora que Efrén y David son muy amigos, parece que es Efrén el que evita a Zac.

Ofelia está embarazada de Efrén y le dará al hijo cuando lo tenga, según apalabraron. Además, se echó novia (Sandra) hace un par de meses.




ZAC: ¡Benjaaaaaaaaaaaaaa!

Zacarías se despertó exaltado gritando en el sofá de la casa de David, Ada y Luis con una terrible pesadilla. El corazón le latía con fuerza y estaba empapado en sudor. Cuando a los segundos se dio cuenta de que estaba soñando empezó a recuperar la calma. Ada salió de su cuarto al escuchar el alboroto, porque además era la única que había dormido allí.

ADA: ¿Te encuentras bien?

ZAC: Sí, sí. Estoy perfectamente —dijo esbozando una sonrisa e intentando transmitir tranquilidad como si nada hubiera pasado.

ADA: Ais, como te había oído gritar el nombre de Benja, pensaba que estabas soñando o algo.

ZAC: No sé si preferiría estar soñando que despierto. No sé si prefería no saber dónde estaba a ahora, que sé que está en malas manos o a saber qué le habrán hecho. Pero sí, estoy bien —afirmó otra vez tratando de sonreír con sosiego.

ADA: Es normal que esto te haya afectado. No tienes por qué ocultarlo…

ZAC: No, no. Si yo estoy bien. No importa. Tengo qué pasar página y mirar hacia delante —se propuso con ese fingido optimismo que le gusta a él.

ADA: Lo que deberías de hacer, y no es por echarte de aquí ni mucho menos, pero si te estás dando un tiempo con David, sería conveniente que estuvieseis separados. Ya sabes, buscarte un piso para ti. Ya tienes las maletas hechas y todo. Y ahora que llevas meses trabajando algo de dinero tendrás.

ZAC: Sí, bueno. Dinero no tengo mucho. No es que el sueldo de cajero me dé para algo, pero podría compartir piso…

En esos momentos sonó el teléfono y Ada lo cogió.

ADA: ¿Diga? No, aquí ya no vive Osi. Es más, ha vivido muy poco aquí. ¿De parte de quién? ¡¿La congregación de qué?! No, no. No se preocupe que yo se lo digo —y colgó el teléfono desconcertada, a la par que sorprendida.




Zacarías se vistió y acudió directamente a donde él pensaba que podría conseguir alojamiento…

EFRÉN: Y si te quedas en mi habitación, ¿dónde voy a dormir yo?

ZAC: Puedes dormir conmigo, si quieres —dijo en tono insinuante.

EFRÉN: No, no creo que sea una buena solución —se hizo el tonto como si la cosa no fuera con él.

ZAC: ¡Venga, hombre! Ya es casi diciembre. No me vas a dejar en la calle con el frío que hace —y puso cara de cordero degollado.

EFRÉN: Bueno, puedo dormir en casa de David o en la de sus madres.

ZAC: ¿Pero es que estáis liados? ¡¿Se puede saber porque ahora estás tan interesado en él y a mí no me haces caso?! —perdió la calma inundado por los celos.

EFRÉN: Vale, tranquilízate, tío. Vamos a hacer una cosa. Yo te dejo quedarte en mi habitación hasta que encuentres un piso. Sé que a estas alturas del curso va a ser difícil, pero inténtalo por favor. Yo estoy buscando casa para irme con el niño cuando nazca. Si la encuentro antes y me voy, te puedes quedar con el cuarto.

En esos momentos abrió la puerta Ofelia, que llegaba con su novia Sandra.

EFRÉN: ¡Hola! ¡Me alegro que sea niño, Ofe! —dijo dándole un beso en la barriga—. Aunque sabes que no me hubiera importado el sexo. Te prometo que a la próxima revisión te acompaño. ¡Me voy!

Efrén aprovechó la oportunidad para escaquearse de la incómoda situación en la que le estaba poniendo Zac y se fue porque había quedado con David. Zac se fue a recoger sus cosas de la casa de David viendo que tenía nuevo sitio donde quedarse. Sandra contempló la escena observante hasta que se quedaron solas.

—¿Es así siempre? —preguntó Sandra escéptica.

OFELIA: ¿Cómo que si es siempre así? ¿A qué te refieres?

—Me refiero a que si el futuro padre del niño que vas a tener está haciendo siempre este tipo de chiquilladas de ir de aquí para allá con sus amigos, además de vivir en un piso de estudiantes y de no acompañarte nunca al ginecólogo.

OFELIA: Lleva unas semanas buscando un piso para él…

—¿Y el comportamiento inmaduro también lo lleva desde hace semanas? No se preocupa en absoluto de cómo estás ni de cómo está el niño. Así son los hombres, pueden ser inmaduros durante toda su vida y vivir tan ingenuamente. No creo que vaya a ser un buen padre.

OFELIA: Bueno, Sandra. Tú tienes 38 años y lo ves todo desde otra perspectiva.

—Y tú tienes 25 y no tienes tantos pájaros en la cabeza. Los hombres no deberían de tener hijos.

OFELIA: Anda, no seas tan radical. Claro que pueden tener hijos. Además, yo accedí a tener el hijo para dárselo a Efrén y es lo que voy a hacer.

—Santa Ast, lo que hay que oír…




Efrén llegaba a la cafetería donde le estaba esperando David, ya sentado en una mesa pero mirando inquieto a todas partes y nervioso por encontrarse solo. Estaba mascando algo en la boca lentamente.

EFRÉN: ¡Hola! ¿No me digas que has venido tú solo aquí? —preguntó con esperanza.

DAVID: No, amor, me ha traído mi madre después de ir a clase. Pero llevo solo aquí cinco minutos y me estoy desquiciando. ¡Estoy harto! Estoy harto de sentir esta sensación que me aprieta el pecho y me ahoga. Estoy harto de tener que ir acompañado a todas partes… Pero no lo puedo remediar.

EFRÉN: Ey, tranquilo —le animó cogiéndole las manos—. Es normal. No todo el mundo ha pasado por un secuestro de varios días y no todo el mundo podría vivir con ello…

DAVID: Por eso me he apuntado a artes marciales —dijo masticando algo.

EFRÉN: ¿Qué dices? ¿Y eso?

DAVID: Quiero aprender autodefensa. Quiero sentirme más seguro cuando vaya por la calle y por supuesto, poder salir solo a la calle.

EFRÉN: Bueno, pues si te va bien, me alegro. Por cierto, ¿qué estás comiendo?

DAVID: Es un chicle de nicotina. ¡Está malísimo! Me han dicho que lo tengo que masticar despacio durante media hora.

EFRÉN: Me alegro que lo estés intentando. Pero, ¿esto lo haces por ti o por Zac?

David hizo un silencio que otorgaba más que si hubiera hablado.

Al cabo de unos minutos se presentó allí Osi, que había quedado con David en pasarse un rato porque le quería comentar algo.

OSI: Bueno, ¿y qué me querías decir?

DAVID: Verás, Efrén y yo hemos estado jugando a los detectives y hemos averiguado cosas de dónde podría estar Tirso.

OSI: ¿Ah sí? —pareció sorprendido y a la vez muy interesado—. ¿Y habéis ido a la policía con lo que tenéis?

EFRÉN: No, porque en realidad no tenemos mucho. Además, que tenemos miedo de que los padres de Tirso le puedan hacer algo malo a Tirso o a Benjamín si saben que la policía les sigue la pista.

OSI: Ahá. Bueno, ¿y qué sabéis entonces y por qué me comentáis esto? —preguntó ansioso.

DAVID: Pues lo que tenemos es una matrícula de coche y a mí me dijo un pajarito hace tiempo, llamado Ada, que una de tus madres trabajaba en Tráfico en Madrid…

OSI: Ya veo por dónde van los tiros… ¡De acuerdo! No prometo nada, pero yo les preguntaré disimuladamente, sin delatar lo que estáis haciendo, claro.

EFRÉN: ¡Genial, tío! Muchas gracias. A ver si conseguimos algo con todo esto.

OSI: ¿Os venís a casa? Yo voy para allá que tengo que seguir estudiando.

DAVID: Sí, venga vamos, bellos.




Cuando llegaron a la casa, Efrén se quedó hablando con David en el comedor y Osi siguió hablando por el móvil con su madre y se metió en su cuarto para salir a los pocos minutos.

OSI: ¡Chicos! ¡Que mi madre me ha dicho que puede mirar eso de la matrícula! ¿Os imagináis que encontramos a Tirso y Benjamín?

Y conforme decía esto salió Zac de la habitación de Efrén, que ahora era suya, y había estado escuchando los gritos de Osi.

ZAC: ¿Podemos hablar un momento, David?

DAVID: Si nos estamos dando un tiempo será mejor que no hablemos nada —le reprochó.

OSI: Yo mejor me voy a mi cuarto.

Y se metió en su cuarto seguido de Efrén, que les quisieron dar intimidad.

ZAC: Acabo de oír lo que estabais diciendo, ¿no te dije yo que dejaras el tema de la investigación?

DAVID: Ya lo sé, Zaqui, pero…

ZAC: ¡No me vuelvas a llamar así! —exclamó enfadado—. Sabes lo peligroso que puede ser si os involucráis. ¡Os podría pasar lo mismo!

DAVID: Es que…

ZAC: Lo siento, David. Yo ya te avisé. No puedo vivir con esto.  Hemos terminado.

DAVID: Pero, Zacarías. ¡No seas así! ¡Yo te necesito! —empezó a llorar dramáticamente.

ZAC: No me montes números que es lo último que necesito.

DAVID: ¡Si hasta estoy intentando dejar de fumar! ¡De verdad!

ZAC: Es demasiado tarde. Me voy a dar una vuelta que aquí el ambiente está muy cargado.

Se fue ligero por la puerta de casa pero Efrén, que lo había oído todo desde la habitación de Osi, salió corriendo detrás de él y lo alcanzó en el ascensor, mientras que David se quedó llorando desconsoladamente en el salón.

EFRÉN: ¿De qué vas, tío?

ZAC: ¿Cómo que de qué voy? Le dije que no siguiera investigando y lo ha seguido haciendo.

EFRÉN: A ti lo de la investigación te da igual. Hace mucho tiempo que no quieres a David, si es que alguna vez lo has querido, y ahora has encontrado la excusa perfecta para dejarle, ¿verdad?

ZAC: Eso no es del todo así.

EFRÉN: ¡Eres un cobarde! ¡Tenías que haberle dicho lo que sentías desde el principio y haber estado conmigo, que era lo que ambos queríamos! Ahora que es cuando más te necesita lo dejas en la estacada. Me has decepcionado por completo.

ZAC: Te estás equivocando, Efrén. Las cosas no son como tú las dices.

EFRÉN: Vete a dar una vuelta y yo me iré con David a su casa —dijo recuperando la calma—. Así podrás volver luego a dormir al cuarto que te he dejado. Para que veas que yo no soy como tú y no te doy la espalda cuando me necesitas.

Efrén se volvió a la casa a por David, que estaba más vulnerable que nunca, y se fueron ambos. Zacarías se dio una vuelta por la ciudad pensando en lo que había hecho y en que quizá Efrén tenía parte de razón en lo que había dicho, pero él sentía que lo que había pasado tenía que pasar tarde o temprano. Él ya no quería a David y continuar esa relación no era sano para ninguno de los dos. Se sentía liberado, pero a la vez culpable por no haber hecho las cosas bien desde el principio, como le dijo Efrén.

Al volver al cuarto de su nuevo piso, que aun tenía algunas cosas de Efrén por allí, se durmió dándole vueltas a la cabeza a todo lo que había sucedido y se volvió a despertar bruscamente en mitad de la noche gritando.

ZAC: ¡Benjaaaa!

Se incorporó sobresaltado y se dio cuenta de que había sido otra pesadilla. Estaba soñando que las personas que lo tenían le estaban haciendo daño y no podía soportarlo. Pero pensó que ese peso era algo que tendría que llevar consigo el resto de su vida e intentó apartarlo en algún lugar de su mente, para que algún día estuviese tan arrinconado que ya apenas se acordase. Creía que nada podía hacer y se propuso continuar con su vida. Empezar una nueva vida sin David y mirando al futuro. Pero poco tardaría en derrumbarse, porque esos venazos de positivismo le duraban más bien poco.



Próximo episodio: lunes 16 de mayo de 2011 a las 21:00.