Priviuslí, en El mundo al revés: David, después de pasar por un año de
calamidades, coincidió varias veces con el agente de policía Villalba (aunque
le dijo que lo llamara Helios) y este acabó salvándole la vida de un ladrón de
órganos.
David es fumador empedernido. Trató de dejarlo para que Zac volviera
con él, pero acabó volviendo al hábito. Lo que no ha dejado de hacer desde que
lo raptó Tirso es asistir a sus clases de artes marciales.
David salía de clases de
autodefensa y ya era bastante de noche, aunque no demasiado tarde. Pero en
noviembre ya se empezaba a notar el recorte otoñal de horas de luz y el día se acababa
muy pronto. Giró una esquina para atravesar un espeluznante callejón para
llegar hasta su coche. Siempre pasaba por él y no había ocasión en que no le
diera mala espina, pero prefería atajar por ese camino a tener que dar toda la
vuelta a la manzana. La estrecha calle era oscura y no se veía ni Asir por
allí. De repente le pareció oír algo, así que aligeró el paso, pero sin echarse
a correr. Miró hacia atrás para asegurarse de que nadie lo seguía y se apresuró
para sacar las llaves del coche, que justo no las encontraba en su mochila. Cuando
ya las tenía en la mano y justo antes de abrir la puerta, una mano le tocó el
hombro. Él reaccionó violentamente y lo agarró por el brazo, lanzándolo por
encima suyo gracias a la potencia de la adrenalina, ya que al levantar a aquel
hombre le pareció mucho más pesado que él. Una vez lo vio en el suelo con mueca
de dolor, supo reconocer ese pelo rubio y ese tupé ladeado inconfundible.
DAVID: ¡Ay, cuánto lo siento! No
pretendía…
HELIOS: No pasa na. Ha sido un
poco culpa mía —dijo levantándose y sacudiéndose los pantalones de chándal y el
plumífero que llevaba puesto. También llevaba unas deportivas y tenía un
aspecto sudoroso.
DAVID: ¿Un poco, solo? —empezó a
arreglarse el pelo, que recién salido de artes marciales no lo llevaba tan
repeinado al milímetro como solía hacer—. ¿Pero tú qué haces aquí?
HELIOS: Vale, perdona por el
susto.
DAVID: ¡No te vuelvas a acercar a
mí así! Desde una cosa que me pasó con un pirado hace unos años he desarrollado
un reflejo de presa que salta en cuanto veo peligro.
HELIOS: Y no veas si salta.
Porque me has pillado desprevenido, que si no…
DAVID: Si no, también habría
podido contigo —le salió una mueca coqueta a la vez que chulesca.
HELIOS: Bueno, no he venido aquí
a discutir —cambió de tema diplomáticamente y se metió las manos en los
bolsillos porque hacía un poco de frío—. Quería contarte una cosa. Como no nos
veíamos desde el crucero…
DAVID: Sí… Te fuiste un poco
raro. No supe qué pensar. Te agradezco de nuevo que vinieras a salvarme —se le
puso carita de tonto.
HELIOS: Pues de eso en parte te
quería hablar —empezó a contar ilusionado—. Verás, gracias a la detención de aquel
individuo pudimos rastrear al resto de la banda de ladrones de órganos, que ya
te comenté algo aquel día.
DAVID: ¡Calla! ¡Lo vi en las
noticias! ¿No me digas que estaban relacionados?
HELIOS: Sí. Y además, gracias a
eso y a unos exámenes que he aprobado, me han ascendido en el cuerpo —anunció tímidamente
mirando de lado, mostrando su dentadura perfecta.
DAVID: ¿Qué me dices? —le dio un
espontáneo abrazo—. Me alegro de que mis desgracias sirvan a alguien por lo menos.
HELIOS: Na, hombre, será para
menos.
Y cuando se separaron se cruzaron
las miradas muy de cerca. Ante la tensión sexual del momento, se soltaron del
todo y David sacó su tabaco.
DAVID: Bueno, si vamos a estar
aquí de charreta, mejor me enciendo un piti.
Al dar las primeras caladas,
David tosió varias veces, pero siguió fumando.
DAVID: No sé lo que me pasa
últimamente que me pica la garganta.
HELIOS: Bueno —se le notaba
incómodo—. Yo mejor me voy que estaba corriendo un poco y me estoy quedando
frío.
DAVID: No te puedes ir así otra
vez —le cogió del brazo—. No después del cruce de miradas que acabamos de
tener. No lo entiendo.
HELIOS: Mejor me voy. Lo siento.
Se soltó de su brazo y se fue
casi corriendo. David se quedó confuso mirando cómo se iba, se volvió a guardar
el cigarro que había sacado y se metió enseguida dentro del coche para refugiarse
del frescor nocturno.
A la mañana siguiente, David se
fue de compras improvisadas. Ya que no ejercía como abogado, algo tenía que
hacer con todo ese tiempo libre. E ir de compras era su hobby favorito. Después
de que su tarjeta de crédito le dijera basta, paró a tomarse un cafetito en una
terraza al sol. Y por supuesto a fumarse un cigarro. Al encenderlo volvió a
toser un par de veces. Era algo que le llevaba pasando últimamente, pero no le
dio importancia porque al poco se iba. Esta vez no fue así. Siguió tosiendo fuertemente
y en una de esas que se puso la mano delante, se dio cuenta que había tosido
sangre. David se alarmó como este fluido rojo siempre sobresalta a todas las
personas. Se limpió con un pañuelo y lo tiró a la basura, mirando hacia ambos
lados como temiendo que le hubiera visto alguien. Desde allí se fue directo a
urgencias. Estaba muy preocupado.
DAVID: Cáncer —pensó de inmediato—.
Llevo ya más de diez años fumando y cada vez más jóvenes tienen cáncer… En las
películas cuando sueltan sangre por la boca es siempre cáncer.
Horas más tarde y tras someterse
a un par de pruebas, el doctor le dijo el diagnóstico.
—Señor De la Torre, no debe
preocuparse. Solo es un pequeño quiste en la faringe que ha tenido la mala
suerte de reventarse. ¿Fuma usted o tiene algún otro hábito que pueda provocar
irritación de garganta?
DAVID: Sí, soy fumador —respondió
todavía asustado.
—Debería de evitar el tabaco hasta
por lo menos un tiempo después de la intervención.
DAVID: ¿Qué intervención? ¡¿Es
cáncer?! No me engañe eh, doctor. Que sé que los médicos muchas veces suavizan
la verdad. ¡Dígame la verdad!
—No, no es cáncer, señor De la
Torre. Solo es un bultito de grasa que le vamos a quitar con anestesia local.
Vaya al mostrador y dele este volante para que le den la fecha.
Él cogió el papel y al entregarlo
le dieron hora en un par de días para que le quitaran el quiste. Lo que no se
le quitó fue el susto del cuerpo en todo el día.
DAVID: Podría haber sido cáncer.
Pero no lo es —recapacitó.
Cuando salió del hospital sacó el
paquete de tabaco por inercia, pero nada más sacarlo lo volvió a guardar. Pensó
por un instante en tirarlo a la basura, pero no se atrevió a dar ese paso.
La intervención sucedió con toda
normalidad y prefirió no contárselo a nadie para no alarmar a sus amigos. Y tampoco
se lo comentó a sus madres en la visita a la cárcel que solía hacerles una vez
al mes. Pasado ya el mal trago, se sintió aliviado de haber sorteado aquel
problema de salud, pero solo se había atrevido a fumar un par de veces, por
muchas ganas que tuviera.
Una semana después, David llegó a
su piso compartido con Osi, Ulises e Is. Había ocupado la habitación de Zac,
que había quedado libre desde que se fue a vivir a casa de Efrén.
DAVID: A ver si el señor Uliginoso
limpia cuando le toca. En mi piso éramos mucho más severos para eso.
Ulises pasó por su lado, le sacó
la lengua y se metió en su cuarto.
OSI: ¿Le tienes que cambiar el nombre
a todo el mundo?
DAVID: Tú calla, Osezno.
OSI: ¿Sabes? —continuó sin
inmutarse— Te podías haber ido a vivir a la casa de tus madres, que es mucho
más grande que esta. Yo entiendo que te tuvieras que ir del otro piso. Ada se
fue a África y Luis se fue con Jaime a saber dónde. ¿Por qué no te mudaste a tu
casa?
DAVID: Porque allí está viviendo
Noé y me paga muy bien por ello. Hoy en día es lo que me sustenta. Y además, no
sé por qué, pero desde hace meses está de un amable que no me lo creo. Surtiría
efecto aquella intimidación de llevaros a ti y a Ef…
David se quedó a mitad de la
frase y se fue hacia su cuarto.
OSI: Vamos, David —lo siguió y se
apoyó en el marco de su puerta—. Seguirán de viaje.
DAVID: No creas que estoy
preocupado —se paró dramáticamente y se giró para contestarle—. Porque no lo
estoy.
OSI: Llevan más de cuatro meses
de luna de miel y sin dar señales de vida. Yo también estoy preocupado. Es
normal.
El teléfono de David empezó a
sonar y lo miró confuso. Era un número desconocido. Pensó que podría ser del
hospital donde le operaron y se temió lo peor. Ya estaba hasta pensando que le
iban a decir que era cáncer, aunque el doctor se lo negara. Le hizo señas a Osi
de que se tirase hacia atrás y cerró la puerta para tener más intimidad.
—¿David?
DAVID: Sí, soy yo. ¿Quién llama?
—Soy Helios. Oye, perdona por cómo
me marché aquel día.
DAVID: ¿Cómo has conseguido mi
número? —se tranquilizó un poco al comprobar que no era el médico.
—Bueno. Soy policía… Tengo mis
recursos —se le notó vergonzoso de confesarlo.
DAVID: Pues sí, te fuiste un poco
raro —respondió, rencoroso, porque ya en el crucero le hizo la misma.
—Pues eso. Que de verdad lo
siento. Me gustaría invitarte a cenar para hablar sobre ello, si te apetece.
A David ya se le había puesto una
sonrisa de oreja a oreja, pero no quería ilusionarse demasiado. Sabía que algo
pasaba y no estaba al 100% seguro del motivo de esa cena. Le vinieron todo tipo
de pensamientos contradictorios en un segundo, pero su corazón habló a través
de sus labios.
DAVID: Ahá, por qué no —se hizo
el duro—. A las 22:00 me recoges en mi casa. Que como tienes tus fuentes,
supongo que estarás informado de dónde está.
—Aaah, ¿un reto, no?
DAVID: Ya lo sabes. Hasta luego —le
colgó, orgulloso de llevar la sartén por el mango.
Salió corriendo de su habitación
para contárselo a Osi, que desde verano casi se había convertido en su mejor
amigo.
DAVID: ¡El policía me ha invitado
a cenar!
OSI: ¿Qué policía? ¿El del
crucero? ¿El agente Villalba?
DAVID: Sí, bueno. Se llama
Helios.
OSI: ¿Pero no habéis hablado
desde aquel día que te dijo eso de que lo habían ascendido, no?
DAVID: Ya, pero me acaba de
llamar y me ha invitado a cenar —dijo no muy convencido.
OSI: Pues nada, genial. Me alegro
mucho —dijo sonriente.
DAVID: Ay, Osezno —se le sentó a
su lado en el sofá y apoyó la cabeza sobre su hombro—. No sé, en realidad.
OSI: ¿Qué no sabes?
DAVID: Es que está tan bueno… Es
tan perfecto… ¿Has visto su sonrisa? Dientes blancos y bien rectos. Ese
flequillo enlacado, ese bonito tono dorado de piel. Esos músculos… Mmmmm
OSI: ¿Y?
DAVID: Que no me creo que alguien
así esté por mí. Es demasiado bonito para ser verdad. Seguro que me quiere
decir algo de lo del ladrón de órganos.
OSI: Qué dices. Si fuera así te
hubiera citado en comisaría —David se sintió aliviado de que pensara lo mismo
que había pensado él.
DAVID: Pues no sé qué me querrá
decir…
OSI: Pues nada. Quedar contigo.
Cenar. ¿Por qué no? Tienes derecho a que te pase algo bueno después de todo lo
que has pasado estos años. Créetelo y disfrútalo.
DAVID: Gracias, Os —le dio un
abrazo—. No sé qué haría sin ti…
Después de que Osi se fuera a
trabajar de turno de noche, David se puso a arreglarse y al oír el timbre supo
que Helios había encontrado su casa, como confiaba que haría. Lo recogió en su
coche y se lo llevó a cenar. David estaba muy reticente en cuestión de irse con
ningún desconocido después de que le intentaran quitar un riñón, pero confiaba
en el agente de policía ciegamente.
Llevaba ropa de estreno, como le
gustaba hacer cuando tenía alguna cita. Y hacía mucho tiempo que no tenía
ninguna. Para la ocasión se puso unos pantalones formales, zapatos y una camisa
bien abierta, que dejaba parte de su pecho depilado al descubierto.
Tuvieron una cena agradable y
hablaron de muchas cosas. Él tenía miedo de quedarse sin tema de conversación,
pero las palabras fluían naturalmente. Lo que no pudo quitarse de la cabeza
durante toda la velada fue ese asunto del que quería tratar. Sabía que igual
rompía la armonía del momento, pero iba a reventar si no se lo preguntaba.
HELIOS: Ah, sí. Verás —se empezó
a poner tenso—. Yo… Mi padre —se arrancó a decir—. Mi padre murió de cáncer de
laringe cuando yo tenía 20 años.
DAVID: Vaya, cuánto lo siento —lo
consoló tocándole la mano y de paso le invadieron los demonios de los días que
había vivido la semana pasada.
HELIOS: No te preocupes. Ya han
pasado siete años… El caso es que, era mi único padre. Fue padre soltero. Y lo
voy a echar de menos siempre. Ya no tengo más familia.
David escuchaba de forma empática
lo que le estaba contando y a la vez reviviendo su historia personal, pero no
veía a dónde quería llegar con todo eso.
HELIOS: Total, que el cáncer se
lo provocó el tabaco.
En ese momento y como un torrente
de pensamientos, a David le vinieron a la memoria como flashes todos los
encuentros que había tenido con Helios y recordó todas las veces que se había
ido de su lado repentinamente. En todos ellos estaba fumando.
HELIOS: Y desde entonces —prosiguió
su discurso— no puedo soportarlo. Lo siento. Me recuerda a él y todo lo que
pasamos cuando enfermó. He aprendido a convivir con fumadores en mi día a día,
pero nunca he estado con nadie que fumara en toda mi vida. Aunque tampoco he
tenido relaciones muy largas… Pero luego estás tú. Estás tú y no sé lo que
provocas en mí, pero aquí estás —dijo con la mirada baja y sus mejillas enrojecidas.
A David le hacían los ojos
chirivías y no se lo podía creer. Por una parte el que podría ser un príncipe
de cuento se le estaba declarando. Todavía seguía en las nubes y no sabía qué
decir. Pero por otra, parecía una confluencia del universo lo de su quiste y la
historia de su padre.
HELIOS: Quiero que sepas, que
estoy dispuesto a intentarlo. A superar esa fobia al tabaco para poder
conocerte mejor.
A David ya se le cayó el coño al
suelo de ver como una persona tan maravillosa encima estaba dispuesta a
sacrificar hasta sus principios para estar con él. Y en ese instante lo
interrumpió.
DAVID: Tú no tienes que intentar
nada. Yo soy el que lo voy a intentar.
HELIOS: ¿El qué?
DAVID: Dejar de fumar. Ya está
bien. Ya lo hice una vez y puedo volver a hacerlo.
HELIOS: Pero, David. Esto era lo
que yo no quería. No quería cambiar tu vida.
DAVID: La estás cambiando, pero
para bien —le dijo volviéndole a tocar la mano y Helios, con todo lo grande que
era, se estremeció—. Hace poco le he visto las orejas al lobo y no quiero vivir
con ese temor el resto de mi vida. Lo voy a hacer por ti, pero sobre todo por
mí.
Al salir del restaurante y caminando
hacia el coche, ambos cruzaban miradas que apartaban tímidamente. A Helios
parecían intimidarle los grandes y expresivos ojos azules de David. Se
acercaban y se alejaban mientras seguían conversando. Cuando se pararon frente
al coche se volvieron a mirar a los ojos y esta vez no apartaron la vista. Sin
embargo, la emoción del momento la rompió una limusina blanca que pasó,
haciendo ruido con latas que llevaba arrastrando. Eran dos recién casadas.
HELIOS: ¿Qué tal les va a tus
amigos que se casaron en el barco?
DAVID: Pues a saber. Puede que
estén muertos —bromeó macabramente.
HELIOS: Che, no digas eso, que
está muy feo —la regañina puso recto a David, que no estaba acostumbrado a que
le replicaran sus bordes comentarios—. ¿Por qué piensas eso?
DAVID: Porque desde que se fueron
con el crucero no han vuelto y no sabemos nada de ellos —dijo resentido.
HELIOS: Seguro que están bien —abrió
el coche y se metieron dentro.
DAVID: Calla y bésame —no esperó ni
a que se acomodara en el asiento para darle un beso.
Su puntiaguda nariz fue a
tropezarse con la estridente pero estilizada nariz de Helios y al segundo
intento le besó sin querer la barbilla. Ambos rieron nerviosos y se apartaron.
Pero al volver a intentarlo, por fin sus labios se unieron en armonía y las
mariposas le revolotearon a David por el estómago. Los carnosos labios de
Helios abarcaban los finos labios de David y sus manos le acariciaban la cara,
mientras que las de David le tocaban sus definidos pectorales. Y luego la
acción bajó más hacia el sur.
Próximo episodio: lunes, 19 de marzo de 2012 a
las 21:00.
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