lunes, 5 de diciembre de 2011

3X08 DAVID

Priviuslí, en El mundo al revés: David se ha hecho amigo de Mariana, una conocida de Ulises por haber coincidido en terapia (pero sólo Is sabe que Uli ha ido a terapia), que a pesar de parecer hetero tiene mujer y una hija. Pero parece muy interesada por David y algo desequilibrada. Ante la insistencia de ésta, él fue a decirle a su mujer Eva que creía que Mariana era heterosexual, pero ella le dijo que estaban bien.

Hacía cosa de un mes, los terroristas perpetraron su primer gran atentado contra la sede de los Siervos de Suty. Liderados por Noé, explosionaron sus instalaciones, pero Israel, el novio de éste, salió gravemente herido de allí. Al ir a urgencias, Ada no quiso atenderle porque lo recordó de ser uno de los que les acosó en el cortijo de David y el paciente murió. Ada fue despedida, pero el hospital encubrió la negligencia con tal de no ganarse mala reputación.

Noé a su vez es el inquilino de la casa de las madres de David y ha tenido algunas discusiones con éste cada vez que va a cobrarle el alquiler. Entre otras cosas, Noé se hace sus propias reformas porque no quiere que nadie entre en su casa, ya que es base de la celda terrorista.

Efrén sigue investigando los papeles que David y él recuperaron de la casa de los padres de Tirso y sus descubrimientos los va anotando en un diario.



El mes de marzo trajo consigo los primeros días calurosos a Valencia y David no podía permitirse vestir con ropa de la temporada pasada. De modo que se fue de compras antes de que el calor le pillara sin nada nuevo que ponerse. Iba con su pelo encerado como siempre y unas gafas de sol que le tapaban toda la cara. Sólo dejaban sobresalir entre ellas la puntita de su pequeña nariz puntiaguda. Como ya empezaba a hacer buen tiempo, aprovechó para ponerse un buen escote que dejaba al descubierto parte de su depilado pecho. Andando por la calle recibió una llamada de Mariana. Cada vez estaba más pesada y era más dependiente de él, pero David no le quería dar la espalda. Aún sentía algo, y sólo algo, de culpabilidad de cuando Tirso acabó en una espiral de locura, por lo que no quería dejar que algo malo le pasase a su nueva amiga. Sobre todo desde que fuese a hablar con su mujer Eva y ésta estuviese algo tirante con Mariana desde entonces. Sabía que se había entrometido, pero pensaba que abriéndole los ojos la dejaría. Nada más lejos de la realidad porque siguieron juntas, aunque con comentarios punzantes.

—¿David? —dijo con voz asustada desde el otro lado de la línea.

DAVID: Hola, Mariana. Qué pasa —preguntó de manera desinteresada, ya que siempre lo llamaba para contarle cualquier chorrada.

—Eva se ha ido. Y se ha llevado a la chiquilla.

DAVID: ¿Pero qué dices? ¡Si estabais tan bien! —fingió tremendamente mal.

—¿A que sí? —dijo rompiendo a llorar—. Pues dice que ya no cree que me guste. Que lo nota desde que fuiste a hablar con ella.

DAVID: Siento aquello, amor —se disculpó falsamente cuando seguía pensando que llevaba la razón.

—No pasa nada. Te perdono porque eres tú —se oían ruidos de fondo como de cubiertos chocando—. Pero yo no puedo vivir más así. Esta opresión me está matando.

DAVID: ¿Qué es todo ese ruido?

—David… ¡Yo te quiero! Pero no como tú piensas —se apresuró a retractarse después de su arranque emocional y el ruido paró.

DAVID: ¿Qué estás haciendo, Mariana?

—Me voy a quitar la vida —afirmó con seriedad—. No puedo seguir viviendo así. No puedo tener lo que quiero porque estoy enferma y no es sano, pero tampoco puedo tener a mi mujer. ¡Lo he perdido todo!

David se había quedado parado en medio de la calle y soltó las bolsas que llevaba en la mano. No sabía qué decir, pero no podía dejar que cometiese una insensatez. Cogió las bolsas de nuevo y se dirigió hacia su casa, que no estaba lejos de allí.

DAVID: A ver, Mariana. No me digas estas cosas que me asusto. ¿Estás en casa, no?

—¡No vengas! No quiero que me veas así… Estoy hecha un asco.
David se metió en el coche y sin colgarle el teléfono, puso el manos libres y condujo rápidamente hacia su casa.

DAVID: ¿Por qué te quieres quitar la vida? ¿No quieres que nos veamos más? —intentó jugar con sus sentimientos para no tener que cargar con otra muerte a sus espaldas.

—¡Sí! Eso es lo que más pena me daría —parecía insegura de lo que iba a hacer—. Pero no tengo a nadie más.

DAVID: ¡Calla! ¿Cómo que no? Tu mujer y tu hija te quieren mucho. Estáis pasando por una mala racha. ¿Pero qué matrimonio no las tiene?

—¡¡Se han ido, David!! ¡Y yo sé que tú no me quieres de la misma manera! —volvió a perder la calma— Mi vida no vale la pena. Nadie me va a echar de menos si me voy…

DAVID: ¡Sí! ¡Yo te echaría de menos! —mezcló la mentira con un poco de verdadera preocupación.

—Adiós, David —se despidió y colgó el teléfono.

David estaba tan nervioso que no sabía qué hacer, pero lo primero que hizo fue llamar a una ambulancia y a la policía. En el tiempo que tardó en llegar a casa de Mariana ellos ya estaban allí. Intentó volverla a llamar al móvil, pero lo tenía apagado. Subió a toda prisa y la policía había forzado la puerta para entrar. Dentro estaba el cuerpo yacente de Mariana, con las muñecas cortadas por un cuchillo que tenía en la mano, y los ATS estaban intentando reanimarla. Todo el suelo estaba encharcado de sangre y David se desmayó de la impresión y de toda la tensión acumulada. Cuando despertó un policía le estaba intentando hacer volver en sí.

—Señor De la Torre. ¿Se encuentra bien? —le preguntó agachado a su altura, que estaba tumbado en el suelo.

DAVID: ¿Qué ha pasado? ¿Quién es usted? —balbuceó confuso e incorporándose.

—Soy el agente de policía Villalba —le dijo poniéndole una mano sobre el hombro para tranquilizarlo—. Se han llevado en una ambulancia a su amiga. Los ATS han podido salvarla.

DAVID: ¿Sí? Ay, menos mal —suspiró aliviado y luego miró a la cara al policía y se levantó—. Yo a usted lo conozco. Estaba en la comisaría a la que iba a ver a mis madres antes de que se las llevaran a la cárcel —le empezó a cambiar el rostro al reconocer al atractivo agente, que se puso de pie también.

—Sí, puede ser. Veo a mucha gente a lo largo del día. No recuerdo a todo el mundo. Si me disculpa —se excusó para evadirse.

David se quedó un poco cortado pero luego recordó por qué estaba allí y se puso a recapacitar. Lo primero que hizo fue encenderse un cigarro con el pulso tembloroso todavía y al dar la primera calada se sintió más relajado. Tenía suerte de haberle salvado la vida, ¿pero por qué todos los locos tenían que acudir a él? ¿No fue bastante todo lo que pasó con Tirso? Ya había sido suficientemente bueno y paciente para pagar su deuda y creía que él no merecía eso. Recordó cómo había llegado a esa situación y le vino a la mente cómo Ulises no quiso contarle de qué conocía a Mariana. David se empezó a plantear qué había detrás de todo eso y quería respuestas. Indignado como estaba, fue a casa de Uli a exigirle una explicación y de paso a contarle lo que casi le ocurre a la que fuera su amiga.

DAVID: ¡Si todo esto te parece normal a mí no! ¡Me la encasquetaste y he tenido que apechugar yo con todo! ¡Dime ahora mismo de qué conoces a esta persona!

ULISES: De acuerdo, tienes razón. Esta chica no estaba bien de la azotea. Yo la conocí en terapia. Ella iba a que le tratasen varios problemas, entre ellos su falta de atracción sexual hacia su mujer. Los de la clínica, asiristas de los DA, estaban convencidos de que la podían curar, pero ya sabemos cómo funcionan estas cosas.

DAVID: ¿Operándole el cerebro o poniéndole inyecciones?

ULISES: Ni idea. Pero yo también vi esos pinchazos y la cicatriz de la cabeza. Se ve que lleva años yendo y viniendo a esa clínica. No tengo ni idea de lo que le hacen allí…

DAVID: Pobre mujer —se apiadó de su desgracia y pronto reaccionó sobre lo que le había dicho sobre ir a terapia— Oye, ¿y tú a qué ibas a terapia? —preguntó humildemente al darse por satisfecho con la respuesta sobre Mariana y algo preocupado por su amigo Ulises.

ULISES: Esa era la pregunta que trataba de evitar no contándote de qué la conocía. Pero ya que te lo he dicho, no te voy a dejar a mitad.

Después de confesarle su trastorno bipolar y de por qué sólo sabían de ello su familia e Is, David empatizó con el pobre Ulises, que había tenido que comerse también él solo sus propios problemas. Casi tan gordos o más que tener que aguantar a una perturbada suicida. También sintió alivio al comprobar que Mariana era una persona conflictiva y que él no tenía la culpa de que hubiera acabado de esa manera. Por suerte para su conciencia, había logrado que no muriese. Le quedaba la reconfortante sensación de que algo bueno había hecho.




Zac llevaba meses estudiando para sacarse el título en bachillerato, ya que dejó sus estudios sin finalizar cuando se fue del centro de acogida de huérfanos. Viviendo ahora en casa de Efrén y cuidando de Bruno cuando éste no estaba, tenía bastante tiempo para estudiar. Además, casi siempre llevaba un aspecto más descuidado que de normal. Ya que siempre se manchaba cuidando del niño, últimamente no se quitaba las camisetas de propaganda para estar por casa. Le apetecía cambiar de aires aunque fuera sólo de vez en cuando. Y a veces entre tanto berrido con un bebé en casa, le costaba concentrarse en lo que de verdad debería de estar haciendo.

ZAC: Cariño, si tú estás cuidando de Bruno, yo me podría ir a estudiar a otra parte. Aquí no puedo concentrarme y cada vez está más cerca la fecha del examen.

EFRÉN: Vale, muy bien. ¿Por qué no vas a la biblioteca del barrio? —aconsejó entusiasmado.

ZAC: Es muy pequeña y la gente siempre está hablando.

EFRÉN: ¡Ya sé! Yo iba a un sitio en la Universidad Politécnica que se estudiaba muy bien. Y mañana domingo no habrá casi nadie.

ZAC: ¿En serio abre el Politécnico un domingo por la mañana?

EFRÉN: Yo creo que sí. Antes iba a estudiar allí los findes.

ZAC: La verdad que ir a estudiar a la universidad me hace sentir importante. Es como si fuera universitario.

EFRÉN: Claro, guapo. Y puedes serlo si todo sale bien —le animó dándole un beso—. Espera que te explique dónde está.

Efrén pensó que alejándolo de casa podría dedicarle más tiempo a investigar el paradero de Benjamín, ya que estando Zac siempre presente era difícil sacar tiempo para hacerlo.




David salía de clases de autodefensa muy desahogado. Sabía que unas cuantas llaves y otras cuantas patadas serían la terapia perfecta para liberar todo el estrés que había pasado el día anterior. Aunque ya no sentía una responsabilidad hacia Mariana, seguía pensando en ella y si se habría recuperado. Para sacarse el tema de la cabeza, se acordó de que le tocaba ir a cobrarle a su amable inquilino, al que cada vez le tenía más respeto. Pero sabía que la casa de sus madres era difícil de alquilar y encima cara, así que prefirió tener el seguro de recibir un dinero todos los meses, el cual le sustentaba.

Ding dong

—¿Quién es? —respondió Noé desganado al otro lado de la puerta.

DAVID: Soy yo, el casero —contestó David todo lo agradablemente que pudo para intentar empezar con buen pie.

—Espérate un momento que me vista —dijo sorbiendo los mocos y de muy mala gana.

David seguía delante de la puerta ensayando su sonrisa de buena persona, aunque sabía que sus conversaciones con él siempre acababan mal, pero estaba dispuesto a probar. Noé abrió la puerta y David se quedó bastante sorprendido de verlo muy desmejorado de repente. Él, que siempre llevaba su raya del pelo al lado y su bigote bien recortado, iba despeinado y con barba de una semana por lo menos. Y en vez de recibirlo con sus chinos y su camisa, llevaba un batín abierto que le tapaba algo, pero dejaba al descubierto unos calzones por la rodilla y una camiseta interior blanca de tirantes. Además llevaba una cerveza en la mano que la cogía con ansia. Noé lo miró con una mezcla de cansancio, cogorza y odio, pero aún así David no pudo evitar preguntarle si estaba bien.

—¿Tengo pinta de estar bien? —preguntó en un obvio estado de embriaguez— Hace poco he perdido a alguien querido por culpa de un  estúpido médico y según ellos no se podía hacer nada por él. ¡Y una mierda que no! —hizo una pausa para dar un trago al botellín de cerveza—. Pero no saben con quién están tratando. ¡No saben quién soy yo! Todavía no…

DAVID: Vaya, lo siento mucho de verdad. Yo venía a cobrarte el alquiler, pero mejor vuelvo en otro momento. Además, también quería ver la casa por si habías alterado la estructura con los arreglos esos que estabas haciendo —dejó caer aunque sabía que no era buen momento.

—Esta casa es mía porque te pago por ella y tú no puedes entrar —movía las manos exageradamente para recalcar lo que decía—. ¿Te queda claro?

David había tratado de ser amable para no discutir con él y menos en la situación en la que se encontraba, pero estaba cansado de ser humillado cada vez que se iba de allí. Por lo que decidió contestarle.

DAVID: Esta casa es mía, porque aunque me estés pagando por estar aquí no hemos ni firmado un contrato, ya que no te dio la real gana.

Noé lo miró con desprecio, le cerró la puerta en las narices y volvió para darle todo el dinero del alquiler, que se lo puso en la mano billete a billete y con malas maneras.

—Aquí tienes tu puto dinero. Y toma, 100€ de regalo para que no te metas en mis reformas. Que te puedo asegurar que “no he alterado la estructura de la casa” —se mofó de sus palabras.

DAVID: No hace falta que seas tan grosero. Todos tenemos malos momentos, pero no por eso tienes que ser más desagradable de lo normal —dijo casi para sí mismo alejándose de la puerta.

—¡Que te jodan! —le gritó cuando ya estaba más lejos y le arrojó el botellín, que impactó contra el suelo destrozándose en pedazos.

David no podía creer lo que estaba viendo, pero por otro lado ese dinero extra que le había dado le vendría muy bien para comprarse más ropa. Así que pensó que conforme se habían puesto las cosas, mejor sería que al mes siguiente le acompañara algún amigo suyo, para que Noé no se envalentonara tanto.

Noé cerró la puerta de su casa, se apoyó de espaldas contra ella y se agachó hasta llegar al suelo, quedándose de cuclillas. Se sentía impotente por haber perdido a su novio en una misión que él mismo había planeado y que creía casi sin riesgos, pero prefería dirigir su furia a la incompetencia de los médicos que creía que había sido la causa de su muerte. No podía colgarse la culpa o acabaría destruyéndolo. Golpeó el suelo con los puños y reprimió su dolor. Pensó en llamar a Jaime para proponerle el siguiente atentado terrorista, pero hacía tiempo que no le devolvía las llamadas. De todas maneras, probó suerte y al saltar el contestador le dejó un mensaje para que lo llamara. Sabía que Jaime no se sentía a gusto realizando actos violentos y la muerte de uno de los miembros de la banda lo había disuadido incluso más de seguir haciéndolo.




A la mañana siguiente, Zac se despertó temprano y se vistió por fin sin sus camisetas de estar por casa para ir a estudiar a la Universidad Politécnica. Nunca había estado, pero sólo con pensar en mezclarse entre los estudiantes universitarios ya le hacía sentirse importante. No obstante, cuando llegó, a pesar de que estaba abierto, allí no había ni Asir. Era normal al ser domingo por la mañana. De todas maneras, decidió seguir las instrucciones de Efrén para llegar a aquel sitio que le prometió que era perfecto para estudiar, pero como aquello es un laberinto para toda persona que no lo conozca, acabó perdiéndose. Por la huerta que divisaba tras algunos edificios, parecía que se encontrase ya a las afueras de la zona universitaria. Hacía un buen rato que no veía a nadie y al ver una persona a través de una ventana le dio esperanzas de que no era el único que había ido a estudiar allí. Lo que lo dejó patidifuso fue cuando de repente oyó una pequeña explosión, como si fuese un petardo. Aunque le resultaba extraño, porque las Fallas ya habían pasado y después de las fiestas raramente alguien tira petardos hasta el año siguiente.

Se giró rápidamente y vio como una bala impactaba contra el suelo muy cerca de él. Definitivamente no eran petardos. No sabía de dónde procedían, pero era seguro que desde algún punto del edificio que tenía enfrente donde había visto a aquella persona. Era un bloque  que parecía abandonado. O al menos muy poco cuidado. Tan desprevenido como estaba, lo único que se le ocurrió fue tirarse al suelo y esconderse detrás de un coche, cerca de un parque. No podía creer que alguien le estuviese disparando en la universidad pública y pensó que sería un error. Cuando fue a salir de su escondite, los arbustos cercanos del parque se movieron y le dio un susto de muerte. Pero más se asustó cuando sonó el tono de mensaje en su móvil, que yacía sobre el suelo. Suponía que se le había caído al tirarse precipitadamente. Al ir a meterse el móvil en el bolsillo para irse, tenía la pantalla desbloqueada y vio que el mensaje procedía del móvil de Benjamín. Se volvió a esconder totalmente sobrecogido por el momento y abrió el mensaje, que simplemente decía “HUYE!”. Los arbustos se volvieron a mover y en ese mismo instante volvieron a repetirse los disparos desde las alturas, que estaban rompiendo los cristales del coche de donde Zac se estaba escondiendo. Sin pensárselo dos veces, salió corriendo y se escondió detrás de todo lo que podía mientras los disparos se repetían y se acercaban peligrosamente a él, pero al final logró salir de allí.

Volvió a casa a contárselo todo a Efrén y éste pensó que se habría cruzado con algún delincuente por casualidad, pero nunca hubiera pensado que algo así sucedería en la universidad. Al comentarle lo del mensaje de Benjamín se quedó más extrañado, pero no quiso seguirle el juego. Sabía que eso le quitaría más el sueño y simplemente le dijo que dondequiera que esté, era como si fuese su ángel de la guarda. Y como dijo en su carta: estaba bien. Al intentar llamar al móvil de Benja una y otra vez, lo tenía siempre apagado.




David llevaba días pensando qué habría sido de Mariana. Aunque hubiera sido dada de alta al poco tiempo, seguramente no tendría a nadie que le hiciese compañía, ya que su mujer y su hija la abandonaron. A sabiendas que con su visita podría empeorar las cosas, decidió ir a su casa a interesarse por su estado de salud. De camino se fumó un cigarro porque estaba ansioso, pero ya no fumaba ni mucho menos lo que fumaba antes. La sorpresa al llegar fue cuando la mujer de Mariana, Eva, le abrió la puerta.

DAVID: Anda, esto sí que no me lo esperaba…

—¿Qué quieres, David? ¿No has hecho ya bastante daño a esta familia?

DAVID: ¡Yo sólo intenté arreglar vuestra familia! Por si no te has dado cuenta, aquí tienes las consecuencias de intentar convencer a una persona de lo que no es. Mariana es heterosexual y eso no lo vas a poder cambiar ni tú ni tu hija, por mucho que os quiera a su manera.

—Te equivocas. Ella nos ha elegido. Ha dicho que quiere estar con nosotros y nosotros la vamos a apoyar en estos duros momentos. Seguirá yendo a terapia para vencer a sus demonios hasta que se recupere.

DAVID: No me puedo creer lo que estoy oyendo…

—Pues créetelo y deja de meterte donde no te llaman.

DAVID: ¿De verdad no has aprendido nada de todo esto?

—Sí, he aprendido una cosa: no tengo que dejar más que personas como tú se acerquen a mi mujer. Ni Mariana ni yo queremos volver a verte en tu puta vida —le dijo cerrándole la puerta en la cara, algo a lo que ya se estaba acostumbrando por desgracia.

David se volvió a su casa suponiendo que Mariana estaría bien y por un lado se quitó un peso de encima al no tener que volver a preocuparse por esa cargante persona nunca más. Aunque de todo ello se llevaba una lección bien aprendida. Y es que si en algo tenía razón Eva de todo lo que le había dicho, era que no tenía que meterse en asuntos que no le conciernen.


Diario de Efrén

Gracias a todo el tiempo que Zac le dedica al estudio, por fin he podido dedicarle más tiempo a estudiar estos papeles. Hay tanta información que es complicado discernir lo que es importante de lo que no, pero una cosa parece despuntar de todo ello: en conjunto, los objetivos de estos mercenarios parecían tener algún tipo de relación nada más y nada menos que con la secta de Osi, los Discípulos de Asir.

El otro día, inventándome la excusa de que tenía que hablar con unos proveedores, dejé a Bruno al cuidado de Zac y encontré la localización de la sede de los DA en Valencia. De allí vi salir al que según estas fichas es el cura de la congregación, pero después lo vi hablando con otro cura que se quedó allí. ¿Habrán varios curas o es que este hombre ya no realiza esas tareas? Esta persona que se fue parecía que sólo estaba allí para realizar algún tipo de gestión. El caso es que lo seguí con el coche y lo más asombroso es que ¡me llevó hasta la casa de las madres de David! Sabía que la tenía alquilada, pero ¡menuda coincidencia!

¿Tendrá algo que ver esta persona con el secuestro de Benjamín? Y Benjamín, ¿por qué seguía poniéndose en contacto con Zac de esa manera? Es como prolongar la agonía de la muerte. Si puede contactar con él, no entiendo por qué no simplemente le dice dónde está y qué está pasando en realidad. El pobre Zac va a estar teniendo pesadillas hasta que llegue al fondo de esto. Y llegaré…


Próximo episodio: lunes, 12 de diciembre de 2011 a las 21:00.

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