lunes, 28 de febrero de 2011

1x09 TIRSO

Priviuslí, en El mundo al revés: Tirso conoció a David en el hospital cuando éste estaba cuidando a Zac allí. Desde entonces David va junto a él a todas partes, aunque lo ningunea un poco y no parece saber demasiado ni mostrar interés sobre su vida (cosa que le hace discutir mucho con su novio Zac). Este hecho despierta la curiosidad de Luis, que le sigue sin éxito para ver dónde vive.

Efrén se siente muy atraído por Zac, que sabe que no está bien con David, y parece que esta atracción es mutua. Además, desde que se quedó ciego temporalmente, tenía un objetivo (que aun no ha desvelado) para hacer con su vida, después de ponerlo todo en orden.

Osi y Ada han tenido acercamientos varios, pero parece que Osi no está por la labor porque algo lo retiene.




Tirso estaba en el comedor de la casa de David esperando a que éste saliera de su cuarto. Llevaba su camisa a cuadros roja y azul, que llevaba muy a menudo, la cual resaltaba su tono lechoso de piel. Llevaba su pelo casi blanco largo y despeinado, como siempre. Y esos ojos azules claros, que entrecerraba siempre por su fotofobia natural al ser albino, cubiertos por sus gruesas gafas, y que a veces parpadeaba en forma de tic nervioso. Al minuto salió David de su habitación a la vez que llegaba Ada a casa.

ADA: ¡Por fin! ¡Soy libre! He acabado la carrera de Medicina —dijo soltando su bolso en el suelo con una amplia sonrisa y extendiendo los brazos—. Hoy he hecho el último examen y si todo sale bien, que más me vale porque este curso he sido muy aplicada, sólo tendré que estudiar para el MIR —y se agachó en seguida a recoger su preciado bolso que había soltado en un arrebato sin pensarlo demasiado.

DAVID: Me alegro, amor. Yo también terminé los exámenes finales y si sigo como voy, seré un señor abogado el año que viene. Aunque ya veremos si me pongo a trabajar. Mientras me mantengan mis mamás…

ADA: Bueno, cada uno aprovecha lo que tiene —respondió con resignación—. ¿Está Zac en casa?

DAVID: No. Se ha ido a trabajar. Llevamos un tiempo discutiendo demasiado —y hace un gesto señalando a Tirso, sin que él lo viera.

ADA: ¿Y Luis está? Voy un momento al baño.

DAVID: Sí, está en su cuarto —y Ada se fue para allá—. Yo me voy a clase en seguida. Bueno, Tirso —dijo mirándolo, que estaba sentado en el sofá—. Yo me voy. Ya nos vemos luego si eso. Ale, arreando. ¡Vete a tu casa! —le ordenó con un poco de desprecio.

Y en el momento que Tirso salió por la puerta, Luis, que había estado escuchando la conversación del salón, salió corriendo de su habitación y se fue detrás de él, pero sin que éste se diera cuenta. Esta vez había aprendido la lección de la ocasión anterior y no iba a ir tan cerca suyo ni a hacer ruidos delatadores. Así que, después de un largo camino andando en la distancia, Luis siguió a Tirso hasta la puerta de su casa y conforme entró éste, tocó a la puerta.

TIRSO: A ver si no os olvidáis las llaves… —abrió él la puerta esperando a otra persona—. ¿Y tú qué haces aquí? —dijo cuando vio a Luis.

LUIS: Pues que pasaba por el barrio y he decidido hacerte una visita. Puedo pasar, ¿verdad? —dijo abriéndose paso él mismo con descaro y entrando en la casa.

TIRSO: Eh, eh, pues —empezó a guiñar el ojo, nervioso de no saber qué hacer.

LUIS: Vaya, Tirso, ¡qué casa más simplona! Y digo esto por no ser más cruel, cari. No hay casi ni muebles. ¿Os acabáis de mudar o qué? —empezó a preguntar él mientras lo miraba todo en busca de detalles jugosos—. Mari, por lo menos es casa casa. No como los demás mortales que vivimos en pisos de mierda…

TIRSO: No, es que…

Cuando de repente se oyó un ruido como si un bulto muy pesado cayese al suelo en una habitación que tenía la puerta cerrada. Luis fue corriendo a averiguar qué era y cuando tenía la mano en el pomo de la puerta, Tirso se la cogió y se la apartó, pero le seguía apretando la mano disuasivamente.

TIRSO: Vete de aquí. Nadie te ha invitado —le dijo interponiéndose entre él y la puerta y sin soltarle la mano, a la vez que mostraba su nerviosismo con el tic en el ojo.

LUIS: ¡Pero bueno! ¡Qué maleducado eres! —intentó tornar el asunto contra él y se soltó.

TIRSO: ¡Fuera! ¡¡Que te vayas!! —perdió la compostura y le gritó como nunca le había oído ni visto Luis.

Luis se asustó y se fue corriendo de la casa y Tirso se quedó aliviado. A los pocos minutos llegaron sus padres a casa.

—Hombre, hijo. Por fin te vemos el pelo —dijo uno de ellos con retintín.

—Dejemos las formalidades a un lado, ¿qué nos cuentas hoy de tus amiguitos? —dijo el otro padre que fue directamente al grano—. Y espero no oír un éste está con aquel o a ésta le gusta aquella. ¡Información útil, Tirso! ¡Me tienes harto!

TIRSO: No sé, papá —dijo él nervioso—. Yo-yo-yo creo que no saben nada —tartamudeó.

—¿Que no saben nada? ¡Más vale que no sepan nada! Es difícil que averigües algo si no hablas con ellos. No sé para qué cojones te enviamos al hospital ese día. ¿Y ahora qué? ¿Sois super amiguitos, no? Eres un inútil.

—Escucha, Tirso —le amenazó el otro padre mientras le cogía por el cuello y lo estampaba contra la pared—. Queremos más información sobre lo que tú sabes o no nos sirves para nada. ¿Entendido?

Tirso asintió asustado, se soltó de su mano, cambió la expresión repentinamente de miedo a odio y les empezó a gritar descontrolada e inesperadamente.

TIRSO: ¡¿Cómo queréis que averigüe algo si nunca me contáis nada?! ¿Para qué tenéis...? —empezó a decir mientras señalaba la puerta del cuarto cerrado, pero su padre le abofeteó la cara.

—Vete a tu cuarto. ¡Ahora! ¡Tú no haces preguntas! Las preguntas las hago yo.




Mientras tanto, en la facultad de Medicina, Ada y Osi se cruzaron mirando en los tablones las notas de sus exámenes finales.

ADA: Hola, Osi. ¿Qué tal los exámenes?

OSI: Uy, hola —dijo el sorprendido—. Pues muy bien. Ahora nos queda estudiar y estudiar para el MIR.

ADA: Cierto. ¿Y tú, qué haces este verano? Porque si no hay clase, ya no sé cuándo nos vamos a volver a ver —dijo insinuante remolinándose su melena rubia con los dedos.

OSI: Pues verás, Ada, yo me volveré a Madrid.

ADA: ¿A pasar el verano en Madrid? Estás loco. Te vas a morir de calor. Aquí en Valencia por lo menos tenemos playa.

OSI: No, a pasar el verano no. Es que yo soy de allí. Me voy para quedarme.

ADA: Ah —se le cambió el rostro y dejó de tocarse el pelo—. Pensaba que tus madres se habían mudado aquí por cuestiones de trabajo. ¿No me dijiste eso el día que salí del hospital?

OSI: Sí, y lo siento. Asir me perdone —dijo para él mismo y siguió hablando—. En realidad, yo he estado de Séneca. Era sólo un año. Pensé que de esta manera podría vivir mi vida y que mis madres me dejarían un poco de libertad, pero al darme la beca, ellas se vinieron conmigo.

ADA: Vaya —dijo ella decepcionada—. ¿Y cuando te vuelves exactamente? Podrías al menos tomarte un café conmigo. Tómatelo como un café de despedida…

OSI: Santa Ast. Esto no está bien. No puedo seguir con esto —y se puso a andar rápido hacia la puerta de salida.

ADA: ¡Osi! —le llamó ella, que corrió y le empujó hacia dentro del baño—. Esta vez no te me escapas —le dijo besándole en los labios apasionadamente, a lo cual él no se resistió.

La empezó a abrazar y a acariciar el pelo. Se sentía vivo y liberado como nunca se había sentido. Notaba la adrenalina corriendo por sus venas mientras le besaba por el cuello y empezó a tocarla y a excitarse de una manera muy animal. Pero en seguida le vino a la mente la imagen autoritaria de sus madres y se apartó y salió corriendo del baño.




Efrén estaba en una cafetería tomándose algo con su amiga Ofe.

OFE: Vaya curso, ¿eh, chiquitín? De quedarte ciego y ser futbolista a retomar tu carrera de ADE y tener un pub de éxito.

EFRÉN: ¿Verdad? No me lo creo ni yo. Y menos mal que he recuperado la vista. Al final me acostumbré y en realidad me ha ayudado a apañármelas en la vida.

OFELIA: Bueno, ¿y qué era eso tan urgente que me habías dicho que me tenías que decir? —le interrumpió ella impaciente.

EFRÉN: Verás, Ofelia. Sabes que hace tiempo te dije que sabía lo que iba a hacer con mi vida, pero que primero necesitaba poner algunas cosas en orden. Y todo lo que me ha pasado desde el accidente me ha abierto los ojos. La vida es corta y yo quiero hacer muchas cosas y vivir muchas experiencias…

OFELIA: ¡Estás divagando! ¡Ve al grano!

EFRÉN: De acuerdo, tú lo has querido. No te asustes… Y no me tienes que decir nada ahora.

OFELIA: ¡Dímelo ya!

EFRÉN: ¿Quieres ser mi matriz?

OFELIA: ¿Era eso? —se rió ella respirando hondo—. Por favor, nunca lo habíamos hablado abiertamente, pero sabes que sí. Cuando estés preparado…

EFRÉN: No, Ofe. Me refiero ya. Quiero tener un hijo y quiero que lo tengas tú. Quiero ser padre ya.

A Ofelia le cambió la cara.

OFELIA: Joder, chiquitín. Es una pregunta muy gorda y me pilla de sopetón —dijo ella contrariada—. No te puedo contestar algo ahora… Te prometo que lo pensaré.

EFRÉN: Lo entiendo perfectamente. Tómate tu tiempo —le dijo comprensivamente cogiéndole del hombro—. Tú vete a casa y te lo piensas. Yo voy a ver a Zac ahora —y le besó en la mejilla despidiéndose.




Cuando Efrén llegó a casa de David y Zac, se encontró con Tirso, que le abrió la puerta y se sentó de nuevo en el salón, en el sillón donde solía sentarse él siempre, con su rostro habitual impasible. Dentro, en la habitación de David y Zacarías, se oía una discusión entre ambos muy subida de tono, y como siempre del tema por antonomasia: Tirso. Al momento salió David encendiéndose un cigarro y pegó un portazo, dejando a Zac dentro.

DAVID: Cómo no, tú aquí. —se dirigó a Efrén con cara de odio y echándole el humo en la cara—. Vámonos, Tirso —y le cogió por la camiseta arrastrándolo hasta la puerta de la calle y dando otro portazo.

Efrén entró en el cuarto de Zac y se lo encontró llorando de impotencia.

ZAC: No puedo más —decía entre sollozos—. No entiendo qué hace con él. No entiendo nada —y se abrazó a Efrén—. Menos mal que estás aquí. Tu siempre estás cuando te necesito.

Efrén lo miró, le cogió la cara por la barbilla y se la acercó a su cara.

EFRÉN: Tú te mereces algo mejor —le secó las lágrimas con sus manos tan varoniles y le besó, pero Zac se apartó dubitativamente.

ZAC: No es buen momento, Efrén.




Al mismo tiempo David iba por la calle despotricando sobre Zac y Tirso le seguía el paso un poco nervioso.

DAVID: ¡Vamos! Me va a decir a mí el pazguato éste lo que tengo que hacer yo con mi vida. ¡A mí!

Y seguía hablando sin dejar intervenir a Tirso, que empezó a guiñar el ojo.

DAVID: Estoy harto. ¿Me oyes? ¡Harto! Pensé que merecía la pena. Qué buen chiquito parecía cuando le conocí… ¡Pero de bueno nada! Es un entrometido. ¿O no, Tirso? Si es que da igual lo que digas…

(Tirso) Ya está otra vez. Dale, dale, dale. ¿Y qué opino yo sobre el asunto? ¡Qué más da! A nadie le importa lo que piense Tirso. Pero no me puedo enfadar con él. Míralo, aun diciendo todo eso es perfecto. Mira que cara tiene, qué ojos más bonitos, qué cejas más bien hechas, qué planta, qué bien vestido va siempre. “Averigua algo sobre ellos”. ¡Y una mierda! Mierda de padres. Siempre mandando sin dar explicaciones.

Ya sé. Seré David a partir de ahora… Sí, eso es. Quiero su vida. ¡Quiero ser él!

En ese instante que andando hacia ninguna parte se encontraban cerca de casa de Tirso, éste empujó a David a un callejón, le golpeó la cabeza fuertemente y lo dejó inconsciente. Paró un instante para pensar en lo que estaba haciendo y sintió remordimientos, pero ya no podía echarse atrás. Miró a ambos lados de la calle y no había nadie. Además ya era de noche y no se veía mucho en una noche sin luna. No sabía a dónde llevarlo y no paraba de guiñar los dos ojos de forma nerviosa, pero finalmente lo arrastró hasta su casa.


Próximo episodio: 7 de marzo de 2011 a las 21:00


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lunes, 21 de febrero de 2011

1x08 OSI

Priviuslí, en El mundo al revés: Ada ficha a un chico con un lunar en la nariz el día del accidente y luego descubre que se llama Osi porque va a verla cuando vuelve del hospital. Parece que hay cierta química entre los dos, aunque él es muy religioso y un poco esquivo y ella muy atea. Ella decide tomarse más en serio su carrera de Medicina, entre otras cosas para cruzarse con Osi en clase más a menudo, y ya anda con muletas después de una larga rehabilitación debido al accidente. Esto le ha hecho dejar de lado su carrera paralela como modelo, mundillo que apasiona a su amigo y compañero de piso, Luis.

Zac lleva meses saliendo con David (ambos, compañeros de piso de Ada también) sin estar muy convencido del asunto, porque parece más colgado de Efrén. Además, David últimamente se ha hecho amigo de un chico un tanto extraño llamado Tirso.

Benjamín, el quinto pasajero del coche el trágico día, sigue desaparecido. Después de intentar localizarle Zac, no ha conseguido demasiada información, salvo que dos hombres se quedaron con él esperando a una ambulancia que nunca llegó a recogerlo.




En el interior de una casa poco amueblada y muy descuidada se oía el sonido de la televisión.

—Para finalizar y como todos los principios de mes, a día 1 de marzo, la lista de desaparecidos con sus respectivas fotografías es la siguiente: Benjamín Ríos Lizarte…

El hombre que estaba viendo la tele dejó caer al suelo atónito el vaso de cristal del que estaba bebiendo agua.

—No es él. Te lo dije —le recriminó al otro hombre que estaba al lado suyo.

—Venga, vámonos ya —le contestó poniéndose la chaqueta—. Tenemos que conseguir al verdadero antes de que venga a por él.




Era domingo, y en casa de Osi se preparaban para asistir a misa, como todas las semanas. Las madres de Osi eran dos personas muy tradicionales y muy sencillas. Como el asirismo instruía, no pecaban de abalorios excesivos a la hora de vestir. Llevaban el pelo largo y no solían llevar casi maquillaje. Su madre Soledad llevaba una melena rizada castaña por los hombros y siempre llevaba consigo colgado del cuello un colgante con forma de mano blanca, del tamaño de una uña, símbolo de su religión. Su madre Epifanía llevaba el pelo más largo, rubio y liso. Ella era más seria y más autoritaria.

La familia asistía a misa como todo creyente, pero en vez de ir al templo como los demás, ellos iban a un sitio diferente.

OSI: Mamá Epi, es que no entiendo por qué tenemos que ir hasta allá para ir a misa. ¿No podemos ir al templo del barrio como todo el mundo?

—No, cariño. Ven aquí que te haga la raya del pelo. Así —le decía mientras le mojaba el pelo y le peinaba con un peine.

—Nosotros pertenecemos a una congregación y formamos parte de ella allá donde vayamos. Aquí en Valencia hay una como en Madrid, por suerte. Así que seguiremos yendo —sentenció su otra madre—. Además, que nos han acogido muy bien.

OSI: Pues a mí me parece más bien una secta.

—¡Pero niño! ¿Qué estás diciendo? Ni se te ocurra volver a decir una sandez así —le ordena Epifanía—. Y menos delante de tus amigos. ¡Qué imagen podríamos dar!




Cuando llegaron a la congregación les recibió muy atentamente Noé, el cura.

—Bienvenidos familia Saavedra-Pinar. Me alegra mucho verles por aquí de nuevo.

—El placer es nuestro, padre —responde Soledad, la otra madre de Osi, mientras cogen asiento los tres para escuchar el sermón.

El cura se colocó en su atril y comenzó a hablar para su congregación:

“Queridos hermanos asiristas. Hoy vamos a hablar de los capítulos finales de la vida de Asir, ya que dentro de pocos meses se acerca tan carismática e importante fecha para todas nuestras vidas.

Este apartado de la vida de nuestro Señor comienza cuando, después de años propagando su fe homosexual en la cruzada junto a su hermana Ast, en el mundo de los hostiles imperios paganos que sólo hacían que procrear con personas del sexo opuesto, se allegaron a un pueblo aparentemente pacífico. Pero he ahí la astucia de Suty, su diabólico hermano, que intentando siempre desbaratar sus planes, receloso de que escaparan de pequeños de su cuidado, se había adelantado a ellos pretendiendo detener a toda costa la buena obra que estaban llevando a cabo, liberando a las gentes de la opresión sexual de los Antiguos.

El perverso Suty había amenazado a los humildes pueblerinos con que quemaría todo el poblado con sus artes malignas si no le obedecían. Así que los pobres desgraciados e ignorantes de sus actos, salieron en emboscada a la llegada de los santos hermanos, que iban acompañados de su fiel Dyehuty, compañero de por vida y que tanto amaba nuestro Señor, Asir.

Suty tomó como rehén a Dyehuty, mientras un ejército de hombres formado por los aldeanos los rodearon y amenazaron con flechas. Suty exigió a sus hermanos que detuvieran su cruzada de propagar su fe o mataba al amante de Asir. En esos momentos, los escritos cuentan que los niños y mujeres del pueblo intentaron sabotear sus planes gritando a sus maridos, hermanos e hijos que arrojaran las flechas al suelo. ¡Arrocha, hermanos!”

—Arrocha —respondió la congregación al unísono.

“Pero Asir y Ast no podían detener su causa divina y no podían ceder ante el chantaje de su malvado hermano. Así que éste, ordenó el lanzamiento de las flechas a Dyehuty. Sin embargo, la santa Ast no podía permitir que le hicieran eso al compañero de por vida de su querido hermano, así que intentó salvarlo interponiéndose en el camino de las flechas. Y entonces nuestro divino Señor, que tampoco podía permitir que su hermana muriese, usó su poder divino para desviar las flechas, que finalmente alcanzaron a su hermano Suty y a él mismo, dándoles la muerte.

La santa de Ast intentó revivir a su hermano Asir con sus manos sanadoras, pero los escritos dicen que de tanto esfuerzo y agotamiento de intentarlo una y otra vez sin descanso, falleció junto a sus dos hermanos en ese trágico día, un 28 de junio.

Y desde entonces nuestro Señor Asir junto a su hermana Ast, custodian las puertas del Paraíso para recibir a todos sus discípulos, y el ingrato de su hermano Suty, reina en el Infierno, donde van todos los pecadores heterosexuales y demás hombres y mujeres de mala fe. Arrocha”

—Arrocha —respondió la congregación de nuevo.

Cuando acabó el servicio, Noé se acercó a la familia de nuevo para agradecer su asistencia.

—Me alegro de verles, y especialmente a ti, Osi. Es bueno que la gente joven siga promoviendo los buenos valores de la religión, para que no se pierda —se empezó a dirigir únicamente a él mientras le daba la mano—. Estoy aquí para lo que necesites. Si tienes inquietudes o preguntas que quieras hacer, puedes hablar conmigo cuando quieras.

Osi sonrió diplomáticamente intentando aflojar la mano para ver si se la soltaba, hasta que finalmente lo hizo. Ellos volvieron a su casa a tener su comida familiar, como hacían todos los domingos.




Al día siguiente, Osi fue a clase y allí se encontró con Ada. Había estado un tiempo evitándola, pero esta vez se dio de bruces con ella.

OSI: Uy, hola. ¿Qué tal? Ya veo que andas perfectamente. Ya no necesitas ni las muletas, ¿no?

ADA: Hola —respondió ella con ilusión—. ¿Has visto qué bien? Parece que ya estoy completamente recuperada.

(Osi) Asir bendito. Qué guapa es. ¿Por qué esto tiene que estar tan mal? ¡Ella es una mujer! ¿Por qué me pasa esto a mí? Yo solo me meto en estos líos… Además, si cuando acabe el curso vuelvo a Madrid, para qué liarme.

OSI: ¡Gracias a Asir! Me alegro muchísimo, de verdad. A veces las cosas suceden por un motivo. Quizás Asir te haya puesto a prueba.

ADA: Sí, quizá —contestó ella un poco desmotivada por la teológica afirmación.

LUIS: Hola —apareció Luis de la nada y sorprendió a Osi por detrás—. Cómo estamos. Y no es una pregunta...

ADA: Anda, nena, cállate —lo cogió y lo puso a su lado para que no le incomodara más a Osi.

LUIS: ¿Pero qué tenemos aquí? ¡Qué reina es ella! ¡Pero si ya estás perfectamente, mari! Hacía días que no te veía por casa… Así que, ya puedes volver a la agencia de modelos, ¿verdad? Sabes que necesito saraos en vena, ¡pero ya! Tengo mono de famosos.

ADA: Bueno, Osi, perdona pero me tengo que ir. Hasta luego.

Y Osi se fue para clase.

LUIS: Cari —se dirigió a Ada—, que lo he oído hablando de religión desde la otra punta de la sala. ¿Por qué te embelesa tanto el monaguillo éste si tu eres tan atea y tan moderna, tú?

ADA: Calla, mari, que te quiero contar una cosa. Es algo que te quería decir hace tiempo, pero no encontraba la manera, pero es que si no te lo digo voy a estallar. Porque claro, tú sabes que eres mi mejor amigo…

LUIS: ¡Ay, por favor! Desconecta la maquinita. Parece que te hayan dado cuerda. ¿Qué pasa? Sabes que tú a mí me lo puedes contar todo.

ADA: Es que, verás, no voy a volver a la agencia —dijo ella entrecerrando los ojos esperando un grito de Luis.

LUIS: ¿Y eso es todo? Por favor, pensaba que me ibas a decir algo malo —contestó restándole importancia—. Bueno, supongo que no pasa nada… Me joderé y veré los cotilleos por la tele.

ADA: Menos mal. Pensaba que iba a perderte.

LUIS: Cari, ¿cómo dices esas cosas? Soy superficial, pero no tanto. Tú y yo seremos las rubias forever and ever.

Y Ada sonrió y lo abrazó muy aliviada.

ADA: Vamos a casa, anda.




Mientras tanto, Efrén con su recuperada visión, observaba a su compañero de piso Ulises, que se metió en la ducha sin camiseta y se notaba que se estaba poniendo en forma en muy poco tiempo. Pero decidió centrarse y hacerle una visita a Zac.

Cuando llegó a la casa de Zac y David (de Ada y Luis también), escuchó gritos de una discusión entre Zac y David. Tirso le abrió la puerta del piso, pero no dijo nada más. Así que él entró. A través de la puerta de su habitación se oía discutir a la pareja.

ZAC: ¡Es que no entiendo por qué sigues yendo con él si no sabes nada de él!

DAVID: ¡¿Quieres dejarme en paz de una vez?! Yo hago lo que me da la gana.

ZAC: ¿Y se puede saber por qué tiene que estar todo el día en casa?

DAVID: Qué más te da, Zacarías. ¡Si ésta ni siquiera es tu casa!

ZAC: ¿Pero cómo eres capaz de decirme algo así? —hizo una pausa dramática él—. ¿No sabes lo que me ha costado venirme aquí y lo incómodo que me sentía? Eso me ha llegado al corazón, David.

Y abrió la puerta del cuarto, encontrándose a Efrén que estaba escuchando, y Tirso que estaba sentado en el sofá, como de costumbre.

ZAC: ¡Y tú! ¡Estoy harto! —le dijo a Tirso—. ¡Fuera de aquí de una vez! ¿Es que no tienes casa?

En ese instante se abrió la puerta de casa, que llegaban Ada y Luis.

LUIS: Uuuuh, ¡dramas! ¿Otra vez la historia del niño raro?

ZAC: Cállate, Luis, hazme el favor que no estoy de humor.

A Tirso le empezó a dar el tic en el ojo y se fue de casa y Luis se quedó pensativo por este bizarro personaje, porque es verdad que ni sabían dónde vivía. Así que, como su curiosidad innata lo estaba matando, decidió seguirlo pero sin contárselo a nadie.

LUIS: Bueno, yo también me voy que tengo que hacer unas cosas y no aguanto vuestros dramas.

Y cerró la puerta de casa, dejando allí a Ada, Efrén, que permanecía inmóvil y sin decir palabra, Zac, que se metió en el baño, y David, encerrado en su cuarto.

EFRÉN: Bueno… yo mejor me voy —dijo yéndose incómodo por la situación.

Luis empezó a seguir a Tirso por la calle, que cada vez andaba más deprisa, como si supiese que lo estuvieran siguiendo. Luis intentaba no ser visto y hacía el menor ruido posible, pero el ruido de sus pisadas en un callejón de la ciudad se escuchaba demasiado. Así que decidió darle un poco de ventaja a Tirso, pero cuando se quiso dar cuenta lo perdió de vista. Al volver a casa se encontró por el camino a Osi, que caminaba cabizbajo.

LUIS: Vaya, vaya, vaya. ¿A quién tenemos aquí?

OSI: ¡Santa Ast! Qué susto me has dado. Hola, Luis.

LUIS: ¿A dónde vas a estas horas, querido?

OSI: Pues vengo de una práctica de la facultad que se ha hecho eterna. Pero ya me voy para casa.

LUIS: Venga, chato. Buenas noches.

OSI: Sí, hasta luego.

Osi siguió caminado por las oscuras calles que llevaban a su casa y pasado un rato, notó como alguien le seguía. Él aceleró el paso, pero la persona que iba detrás también lo hizo. Empezó a mirar a todos los locales cercanos para ver si había alguno abierto para poderse resguardar, pero era muy tarde y ya estaba todo cerrado. Su pulso se aceleraba, el corazón le iba a cien y notaba como el cuerpo se le empapaba de un sudor frío que cada vez era más abundante. Comenzó a callejear para intentar despistarlo, pero fue peor el remedio que la enfermedad: de la oscuridad salió otro hombre encapuchado vestido de negro que le puso una bolsa en la cabeza mientras el otro hombre que le seguía se acercó corriendo y le cogió de los brazos para impedir que escapara.

OSI: ¡Pero qué hacéis! ¡Socorro! ¡Socorro! —gritaba él en busca de auxilio, pataleando y forcejeando—. No tengo nada de valor. No llevo dinero. Por favor, soltadme.

Y forcejeando le dio un codazo en el ojo a uno y aprovechó para dar patadas en el aire, patadas que le dieron al otro encapuchado. Osi aprovechó la situación para quitarse la bolsa de la cabeza.

—¡Eh! ¡¿Qué está pasando ahí?! —un hombre se acercó corriendo y los encapuchados salieron despavoridos—. ¿Estás bien, chico?

(Osi) ¡Asir bendito! ¿Qué ha sido eso? ¿Ha sido un castigo por mi pecaminoso capricho? Vamos, sé realista. Seguramente querrían mi reloj, que tiene pinta de caro. Otra cosa no se me ocurre. Tengo que tener más cuidado cuando vuelvo a casa tan de noche.

Osi ni contestó. Estaba aterrorizado. Salió corriendo hacia su casa y subió, se metió en su cuarto y no nombró nada a sus sobreprotectoras madres. Intentó no pensar mucho en ello para procurar suprimir ese recuerdo tormentoso de su mente, como él solía hacer con éxito con otras situaciones traumatizantes de su vida.

lunes, 14 de febrero de 2011

1x07 ULISES

Priviuslí, en El mundo al revés: Ulises entra nuevo en el piso de Ofelia-Efrén-Pascual. No se relaciona con los demás compañeros, excepto con Pascual, el cual parece despertar en él cierta curiosidad.
El pub donde salieron el primer día, ahora propiedad de Efrén y llamado Inframundo, parece que va mucha más gente que antes. Allí, Pascual le dio una pastilla a Ulises un día, pero se la guardó en el bolsillo.




Ulises entraba en la boca del metro con su maleta para volver a su pueblo por vacaciones de Natividad. Llevaba su pelo rubio natural, rizado y medio largo despeinado, su camiseta negra ancha que no disimulaba ni mucho menos su sobrepeso y esas gafas de montura de metal, de hacía unos cuantos años ya, que no dejaban apreciar bien sus preciosos ojos azules.

Caminaba cabizbajo pensando en la que le esperaba de vuelta a su casa con toda su familia. Al llegar a la taquilla del metro, la “trabajadora” le hizo un gesto con la mano para que esperase, mientras ella hablaba tranquilamente por teléfono, de un tema que evidentemente no era laboral. Él seguía esperando y comiéndose las uñas. Perdió el siguiente metro, así que ya no le importaba tener que esperar un poco más. Al final, decidió ir a la máquina y pagar un poco más por un billete sólo de ida.

Durante el viaje recibió una llamada en su móvil.

—¿Hola? —se oyó una ronca voz al otro lado del teléfono.

ULISES: Hola, ¿quién eres?

—Hola, tete, soy Pascu.

ULISES: Ah hola, Pascual. No tenía tu número —respondió sorprendido de recibir su llamada—. ¿Qué tal? ¿Cómo estás?

—La verdad, no estoy muy bien… No sé cómo decirte esto. Me da palo… No sabía a quién llamar.

ULISES: Dime, Pascual. No pasa nada —alentó a seguir la conversación con un tono amistoso.

—Creo que tengo una venérea, joder —dijo en voz baja como si le pudiera oír alguien—. Me pica ahí bajo y me sale algo por ahí…

ULISES: Ah, ¿estás seguro? —balbuceó nervioso Uli, interrumpiéndole para que no diera detalles—. Bueno eh… la verdad es que no tengo ni idea del tema. Lo mejor será que vayas al médico y de paso te hagas las pruebas para ver si es lo único que tienes…

—Joder, tete, no jodas. Me estás asustando. No lo había pensado —dijo nervioso.

ULISES: Hacemos una cosa: tú ve al médico y te haces las pruebas. Te darán algo para lo que tienes y luego tardan una semana en darte los resultados para lo otro. Como yo vuelvo de casa la semana que viene, te puedo acompañar si quieres.

—Buff, muchas gracias, tete. Tengo miedo —y en su tono de voz se dejó entrever una vulnerabilidad que Ulises no conocía.

ULISES: ¿Pero por qué tienes tanto miedo, Pascual? ¿Has tenido muchas relaciones sin protección?

En ese momento se anunciaba por megafonía la parada en la que bajaba Ulises.

ULISES: Bueno, Pascual, pues eso. Tú ve y la semana que viene nos vemos. Que tengo que colgar. Hasta luego.




Cuando Ulises llegó a su casa, su madre se estaba preparando para irse a trabajar.

—Hola, hijo —le dio un beso mientras seguía de un lado para otro cogiendo sus cosas con prisa—. Quédate con tu hermana, que está en el comedor y luego vais a comprar. Te he dejado ahí la lista —decía mientras se metía en el baño, y con la puerta cerrada seguía hablando—. Luego hazme el favor de limpiar la cristalería y pasas el aspirador, para que esté la casa aseada para esta noche, que viene el abuelo —salió del baño, se puso el abrigo y se dirigió hacia la puerta—. Compra algo para la niña —le susurró al oído—, que no me ha dado tiempo. Luego me cuentas qué tal la universidad —decía mientras cerraba la puerta, y Ulises se empezaba a comer las uñas.

ULISES: Hola, Alicia. ¿Me das un abrazito? ¿No tienes hoy clase?

—No, tengo vacaciones de Natividad —respondió mientras lo abrazaba.

ULISES: Muy bien, cariño. Ahora nos vamos a comprar y luego jugamos a algo mientras yo hago todo las cosas que me ha pedido la mamá, ¿vale?

—Sí, sí, ¡a comprar! —se puso contenta de poder pasar un rato con su hermano. ¿Esta noche nos damos los regalos, no?

ULISES: Sí, amor. Esta noche tendrás tu regalo —le decía mientras le limpiaba la baba que le caía de la boca.




Por la noche, Ulises tenía la casa limpia y la mesa preparada para la cena de Natividad. Llegó su abuelo, le dio un abrazo y le ayudó a sentarse en el sofá. Mientras llegaba su madre con la cena encargada, él escuchó las batallitas de su abuelo y le echaba un ojo a su hermana, que estaba jugando en el suelo.

—¿Qué, Ulises? ¿Ya tienes noviete por ahí o qué? —preguntó el abuelo—. Que ya tienes una edad para tenerlo…

ULISES: No, abuelo. Tengo mucho que estudiar.

Cuando llegó la madre se sentaron todos a cenar.

—Oh, Asir, damos gracias por los alimentos que nos das y por tener una familia con salud y unida, lo que queda de ella. Arrocha —bendecía el abuelo la mesa.

—Arrocha —respondieron todos.

—Bueno, papá, déjate de historias, que de salud no tenemos por qué estar agradecidos —reprochó la madre, que no era creyente en absoluto.

ULISES: Mamá, no vamos a sacar ahora ese tema aquí. Es Natividad. Vamos a disfrutar todos de una cena agradable.

—¿Agradable, hijo? ¿¿Todos??

ULISES: Mamá, no sigas, por favor —dijo él intentando apaciguarla.

—Si estuviéramos “todos”, estaría tu madre aquí también, que a saber en qué parte del mundo está ahora. ¡Reproductora de mierda! Si ella no me hubiera convencido para probar esas nuevas tecnologías para tener a tu hermana mayor, nada de esto hubiera pasado. ¡Pero si ni siquiera hoy en día lo tienen controlado! ¡¿Cómo iban a poder engendrar un bebé de dos mujeres hace 25 años?! Luego pasa lo que pasa: síndromes extraños y carga con tu hija el resto de tu vida, paga los colegios especiales… Y mientras, ¿dónde está ella? ¡Haciendo guarrerías con hombres por ahí!

Alicia se puso a llorar, porque aunque tenía algunos problemas de entendimiento, lo que estaba diciendo su madre lo había oído antes también.

ULISES: ¡Por favor, mamá! ¡¡Basta ya!! —le gritó con una ira incontrolada, lo que la hizo callar.

Cogió a su hermana y se la llevó al comedor. Pero no pudo aguantarse las lágrimas, así que se fue corriendo a su cuarto, donde estuvo llorando un rato y comiéndose las uñas. Después bajó y continuaron la cena como si nada hubiese pasado.




Después de una semana tensa en su casa, Ulises volvió al piso compartido en Valencia y se encontró con Ofelia entrando en el portal. Él iba cargando con su maleta.

OFELIA: Hola, ¿qué tal las vacaciones? ¿Te ayudo con eso?

ULISES: No hace falta. Las vacaciones… muy bien.

(Ulises) Mejor me callo, que si no empezará a preguntar y paso de contarle mi vida.

Cuando estaban dentro del portal, vieron a la portera que estaba fregando el suelo.

—Hola, guapa —se dirigió a Ofelia—. ¿Y este chico tan hermoso quién es? —le preguntó refiriéndose a Ulises.

OFELIA: Pues es nuestro nuevo compañero de piso. Ya se lo presenté hace tiempo.

—Ay, querida. Es que una tiene una edad que ya se me va todo.

OFELIA: Venga, hasta luego —se despidió de ella subiendo al ascensor.

ULISES: Qué pesada la mujer ésta. Tengo unas ganas de llegar a casa y ponerme a ver mis series… He estado todas las vacaciones sin internet y me va a dar algo. Por cierto, ¿habéis pagado ya el alquiler de enero?

OFELIA: No. Vienen a cobrarlo mañana. Y por cierto, si ves a Pascual, dile que pague el mes o lo echaremos del piso. El mes pasado lo tuve que poner yo y aun me lo debe.

ULISES: De acuerdo, yo se lo digo —respondió él un poco sorprendido por la falta de responsabilidad de Pascual.

OFELIA: No pienso tolerarle ni una más —decía entrando ya en casa, pero Ulises ya se estaba yendo hacia su cuarto con su maleta para encender el ordenador.

Y cuando lo encendió, se dio cuenta de que no funcionaba. Después de comprobar los enchufes, que había luz y algunas cosas más, seguía sin funcionar. Él intentaba relajarse respirando hondo, pero se le estaban acumulando muchas cosas.

(Ulises) Tranquilízate. Son pequeñas cosas, no tiene importancia. Respira hondo, respira hondo.

ULISES: Aaaaaaaaaaaaaaah —gritó con todas sus fuerzas.

Gritó tan fuerte que le temblaba todo el cuerpo, se le puso la cara roja y se le hincharon las venas del cuello. Le dio al botón para encender el ordenador y se seguía sin encender, así que cada vez le fue dando más fuerte y al final acabó por darle una patada. Seguía muy nervioso y respirando muy rápido, pero poco a poco se fue tranquilizando. A continuación se miró al espejo y empezó a respirar hondo otra vez. Notaba como una especie de euforia crecía dentro de él y una tormenta de ideas explotó en su cabeza.

(Ulises) Mírate. Si das pena. Con estas pintas es normal que no encuentre novio. Tiene razón el abuelo. Ya va siendo hora. Con 23 años y sigo virgen. ¡Eso tiene que cambiar! Ahora mismo voy y me apunto a un gimnasio. ¡Y me voy a cortar el pelo! Estoy harto de estos rizos indomables. Y estas gafas cutres de cuando iba al instituto… ¡Ya está bien! Necesito cambiar.

Y salió a la calle dispuesto a conseguir los objetivos que se había propuesto.




Varias horas más tarde quedó con Pascual en el hospital para ir a recoger los resultados de las pruebas de enfermedades venéreas.

ULISES: Hola, ¿cómo estás? ¿Qué tal el tratamiento?

PASCUAL: Ah, bien. Ya no me escuece. Está casi curado. Ahora lo que me tiene un poco mosca es si tengo algo más… —dijo consternado.

ULISES: Bueno, intenta pensar en positivo —le cogió de la mano para darle apoyo moral—. ¿Has visto que me he cortado el pelo?

—¿Pascual Blanco? —interrumpió la enfermera.

ULISES: Venga, suerte.

Al cabo de un rato Pascual  salió de la consulta sonriendo y le dio un abrazo a Ulises.

PASCUAL: Teteeeee. ¡Que estoy como una rosa! Bueno, aparte de la gonorrea. Me han dado una charla sobre usar protección y bla bla bla… ¡Qué pesados, coño!

ULISES: Me alegro que estés bien, de verdad.

PASCUAL: ¡Vente! ¡Ésto hay que celebrarlo!

ULISES: ¿A dónde?

PASCUAL: A pillar… ¡El Tito Pascu ha vuelto!




Pascual llevó a Ulises al barrio donde conseguía las drogas, ya que era peligroso ir solo por esos lares. Después de conseguir lo que necesitaba, se estaban yendo cuando Ulises vio unas zapatillas atadas la una a la otra por sus cordones y colgadas de un cable de electricidad.

ULISES: Mira, a alguien se le han caído las zapatillas ahí —dijo inocentemente.

PASCUAL: ¡Cómo eres! —se rió a carcajadas él—. Eres tronchante. Eso mejor no lo toques nunca. Eso lo ponen los camellos para que la gente sepa que aquí se vende temita.

ULISES: Ah… no tenía ni idea.

PASCUAL: Bueno, yo me piro. Nos vemos esta noche en el Inframundo.

ULISES: ¿Cómo que te piras? ¿Y me dejas aquí tirado en este barrio de mala muerte?

PASCUAL: Anda, ¡exagerado! Coge el bus un poco más para allá que te deja en casa. Yo me voy por ahí, a celebrar que estoy bien…

ULISES: Pascual, ¿llevas condones?... ¿Pascual?

Pero Pascual ya estaba lejos, dándole la espalda y no quiso escucharle.




Esa misma noche, Ulises se arregló para salir de fiesta como nunca se había arreglado. Entre otras cosas, porque muy pocas veces había salido de fiesta en su vida. No tenía apenas amigos.

Cuando llegó al pub, entró y se encontró a Efrén, que ya se desenvolvía sin ayuda del bastón. Estaba explicándole a Ada algunos cambios que estaba haciendo para atraer clientela. Ella iba con muletas casi andando sola, pero todavía las necesitaba para apoyarse. En ese momento se cruzó con Pascual.

ULISES: Hola, ¿qué tal la tarde?

PASCUAL: Muy bien. Por ahí, “haciendo amigos” —se rió exageradamente como si ya se hubiera tomado algo de lo que consiguió esa tarde —. Bueno, te dejo que estoy saludando a la peña. Ciao.

(Ulises) ¡Será capullo! Ni se ha fijado en mi corte de pelo, ni en que me he arreglado y encima, cuando me necesita bien que me llama lloriqueando, pero cuando no, le sobro. Maldito convenenciero...

¿Y ese que mira? ¿Me está mirando? ¡Me está mirando! Bueno, no es una belleza pero no está mal. Ya está, de esta noche no pasa. ¡Quiero estrenarme ya! Pero no sé. Me da palo…

Y al meterse la mano en el bolsillo sacó la pastilla que le dio Pascual hace tiempo. Se lo pensó un momento, pero decidió tomársela, dispuesto a hablar con el desconocido. A la salida del pub, Ulises salió acompañado de su nuevo fichaje y se cruzó con Pascual.

ULISES: Hasta luego, eh —le dice porque pasaba muy deprisa para no tener que saludar.

PASCUAL: Venga, tete. Hasta luego —y siguió caminando.

ULISES: ¿Dónde vas ahora?

PASCUAL: Pues ya sabes, a mis sitios de siempre… Creo que han abierto una sauna nueva por ahí —se parte de risa él solo otra vez mientras se gira y le dice adiós con la mano de espaldas.

(Ulises) ¡Ni se ha dado cuenta que me voy con éste! Vamos, el colmo. Pero no sé. En realidad me da pena. Se va solo, pobre… Madre mía. Me noto muy acelerado. Esto hay que aprovecharlo.

ULISES: Bueno, tú qué —le dijo picarón a su acompañante—. ¿Te vienes a tomar un café a mi casa?



Próximo capítulo: lunes, 21 de febrero de 2011.

lunes, 7 de febrero de 2011

1x06 ZACARÍAS

Priviuslí, en El mundo al revés: Zac tuvo el accidente con los demás y a consecuencia de ello partes de su memoria siguen borrosas. Al salir del centro de acogida en el que estaba por cumplir la mayoría de edad no tenía a donde ir, así que ahora vive en el piso compartido de David (con Luis y Ada), con quien mantiene una relación a raíz del accidente. Aunque parece que Zac siente algo por Efrén, con quien tuvo un rollo hace tiempo, el cual desconoce esta nueva relación.

Por otro lado, después de desaparecer Benjamín, su compañero del centro de acogida, Zacarías  no ha querido admitir que le haya pasado algo malo, pensando que él debe de estar por ahí…




David despertó a Zacarías en la habitación de su piso compartido a besos y con segundas intenciones.

DAVID: Mmm, me encantan tus ojos color miel, tu nariz angulosa de modelo —susurraba mientras le acariciaba—, tu cuerpecito fibrado —decía mientras seguía besándole todo el cuerpo en dirección hacia abajo.

ZAC: Vaya, vaya. ¿Otra vez? ¿Tú es que no te cansas nunca? —decía dejándose hacer.

DAVID: Tú calla y disfruta.

Después de un rato y de su placentero despertar, David se encendió su imprescindible cigarro postcoital, lo cual no entusiasmaba a Zac.

(Zac) Joder, qué pesado con el puto tabaco.

ZAC: ¿De verdad es necesario que siempre estés fumando, David? —sugirió de buenas maneras.

DAVID: Sí —asintió secamente mientras exhalaba el humo del tabaco—. Tú ya sabías lo que había cuando empezamos nuestra relación.

ZAC: Realmente no recuerdo bien cómo fue eso. Fue antes del accidente y aún tengo lagunas.

DAVID: Ay, amor. Tampoco hay mucho que recordar —dijo con risa tonta intentando restarle importancia y dejó el cigarro en el cenicero—. Y por cierto, hoy hacemos dos meses —desvió el tema de conversación a la vez que le daba un pico y se levantaba de la cama.

ZAC: Ah, sí. Es cierto. Se me había olvidado —contestó con un poco de indiferencia tumbado todavía—. ¿Te vas a clase ya?

DAVID: Sí, Zaqui-Zac. Alguno de los dos se tendrá que ganar el pan de la casa cuando seamos mayores y vivamos juntos —decía mientras cogía sus cosas para meterse en la ducha y cogió el cigarro.

ZAC: Perdona, señor abogado, que yo llevo trabajando ya en Mercamona un mes.

DAVID: Claro, claro —dijo altanero, abriendo la puerta del cuarto para ir al baño.

Y conforme la abría se encontró con Tirso de frente mirándole de cara, plantado delante de él.

DAVID: ¡Coño! ¡Qué susto me has dado! —se sobresaltó David— Anda, espérate en el sofá y cuando salga de la ducha me acompañas a clase, como todos los días… Por cierto, ¿dónde está la pulsera que te regalé? Seguro que la has tirado.

TIRSO: La tengo en casa.

DAVID: ¡Pues no sé para qué te la di entonces!

Zac estaba atónito en la cama presenciando la escena. David se fue a la ducha y él se levantó para ir detrás, pero se topó con Tirso en la puerta, que no se había movido del sitio. Lo esquivó y se metió al baño con él, que ya estaba dentro de la ducha. Tenía el cigarro en la mano izquierda, con el brazo levantado, y se lavaba con el otro.

ZAC: David, ¿no crees que pasas mucho tiempo con Tirso? —le preguntaba desde fuera de la ducha.

DAVID: Jajaja. No me digas que estás celoso. Mi Zaqui… ¡Para comérselo!

ZAC: No estoy celoso, David. Es que creo que siempre está muy pegado a ti y tú apenas sabes nada de él. ¿Sabes quiénes son sus padres? ¿Sabes dónde vive o a qué se dedica?

DAVID: Ay, amor. ¡Qué más da! Me hace compañía —paró un momento para dar otra calada al cigarro y siguió duchándose—. No me entretengas que llego tarde.

Zac salió del baño y en el comedor estaba Tirso sentado en un sofá y Luis, que ya se había levantado, estaba usando el teléfono, pero miró a Zac con cara de haber oído su conversación con David, confirmado después de mirarle a él y luego a Tirso con cara de extrañeza y curiosidad a la vez.

LUIS: Qué pasa, “Zaqui” —quiso hacer burla de cómo le llamaba David—. ¿Problemas en el paraíso?

ZAC: No, rubia cotilla —replicó amistosamente mientras se sentaba en el sofá—. Sólo hablábamos de cierto personaje —y aunque era obvio que hablaban de Tirso, sentado al lado de él, éste ni se inmutó—. Y tú, qué. ¿Hablando con alguien que acabas de conocer en el chat? —le quiso devolver la broma.

LUIS: Buf, qué gracia y qué chispa —respondió irónicamente—. Estoy llamando al Ministerio de Educación y me veo que me van a tener todo el día pasándome de una extensión a otra —se empezó a oír una voz al otro lado del teléfono—. Sí, hola. Llamaba para…

Y Zac se levantó del sofá y se fue a la habitación de David para vestirse e irse a trabajar.




Al salir de trabajar, Efrén lo estaba esperando en la puerta, solo, pero con bastón.

ZAC: ¡Hola, Ef! ¡Qué sorpresa! Menos mal que te he visto, si no te quedas aquí esperando —bromeó sobre su ceguera.

EFRÉN: Hola, Zacarías. Lo cierto es que a lo mejor te hubiera visto. Desprendes luz allá por donde pasas, cual estrella.

ZAC: Anda, anda, qué tonto eres —se sonrojó Zac.

(Zac) Qué guapo es. Me encanta cuando tiene esos detalles…

EFRÉN: No, tío, ahora en serio. Me las apaño mucho mejor yo solo ahora. Además, tengo una buena noticia.

ZAC: Ah, ¿sí? Cuenta, cuenta —alentó con expectación.

EFRÉN: ¡Pues que estoy recuperando la vista! Veo algo de luz —dijo con una sonrisa de oreja a oreja.

ZAC: ¡Genial, Efrén! Me alegro mucho por ti —decía mientras le abrazaba.

Al soltarse se quedaron muy cerca sus caras y Zac miró a los ojos a Efrén, pero en seguida se alejó.

EFRÉN: Bueno, ¿y qué tal con David?

ZAC: ¿La convivencia, dices? Muy bien. Somos buenos compañeros de piso —se puso nervioso por la pregunta.

EFRÉN: Vamos, Zac. Sé que estáis juntos. Me lo ha dicho Ofe. ¿Pensabas que porque no veo no me iba a enterar?

ZAC: Lo siento, Efrén… No es eso… Es que yo pensaba que me gustabas tú, pero como luego me dijo David que estaba con él antes del accidente, no sabía qué pensar…

EFRÉN: ¡¿Que David te dijo qué?!

ZAC: Pues eso, que antes del accidente ya estábamos saliendo.

EFRÉN: Qué fuerte me parece. Pues que sepas que es mentira. Tú no estabas con nadie antes del accidente. Para que veas cómo es tu “novio”…

ZAC: Bueno, será mejor que me vaya a casa —dijo con cara de shock, sin saber reaccionar—. ¿Sabrás volver a tu casa, no?

EFRÉN: Sí, sí. No te preocupes. Y oye Zac, que aquí estoy para lo que quieras —pero Zac ya se estaba yendo.

(Zac) ¡Hijo de puta! Sabía que algo no cuadraba. Mierda, mierda, mierda. Ahora lo recuerdo todo. Él iba detrás de mí, pero a mí nunca me gustó mucho. Joder, ahora qué hago. ¡Si estoy viviendo con él! ¡No tengo a dónde ir!




Cuando llegó a casa, Luis seguía tirado en el sofá hablando por teléfono.

ZAC: ¿No me digas que aún estás con lo del Ministerio?

LUIS: Sí, mari. Me han pasado de un teléfono a otro y he explicado la misma cosa mil veces. ¡Estoy hasta el coño ya!

ZAC: Bueno, paciencia. No se puede hacer otra cosa…

LUIS: Y tú, qué. ¿Y esa cara larga? ¿No sabes nada de tu amigo Benja todavía? ¿Estás preocupado por eso? —preguntaba curioso mientras aguantaba el teléfono con la otra oreja.

ZAC: Yo creo que no era tan amigo mío —intentó restarle importancia al asunto sin tener demasiado aclarada la memoria también—. Lo conocía de allí y punto. Aunque me siento un poco responsable porque según David, me siguió a mí —y antes de mostrar su verdadera preocupación intentó pensar en positivo—. ¡Seguro que está bien!

LUIS: Pero, ¿has probado a llamar a sus amigos o has buscado en los sitios donde solía ir él?

ZAC: Sí, todo eso ya lo hice. Lo único que se me ocurre es preguntar a los de la ambulancia que nos recogieron el día del accidente. Ellos fueron los últimos en verlo.

LUIS: Y si no, cari, tendrás que darle por desaparecido. Tú sabes… Nadie más lo va a hacer si no tiene familia ni nadie a quien le importe.

ZAC: ¡Me voy ahora mismo al hospital! —dijo con decisión y esperanzado por encontrar alguna pista.

LUIS: ¡Muy bien! Yo seguiré aquí. Hoy voy a soñar con la musiquita de espera ésta…




Después de un rato buscando por el hospital y preguntando a mucha gente, Zac logró localizar a los que les encontraron en la carretera y además, se acordaban del accidente porque fue bastante aparatoso.

—Oh, sí. Recuerdo que erais cinco personas y no pudimos recogeros a todos y luego fue un compañero a recoger al que faltaba, pero allí no había nadie.

ZAC: ¿Cómo que no había nadie? O sea, ¿qué ni siquiera estuvo en el hospital? ¡Pero si estaba inconsciente antes del accidente! —Zac se sorprendió a sí mismo porque acababa de recordar algo de ese día que hasta ahora no había recordado—. Se desmayó y todos nos pusimos muy nerviosos —dijo para sí mismo.

—Mira, chaval. Yo no te puedo decir más. Lo único que recuerdo es que pararon dos hombres con un coche cuando llegamos y dijeron que se esperarían a que llegase la ambulancia. Se iría con ellos, o a lo mejor lo llevaron a otro hospital o vete tú a saber. Aunque de eso ya hace meses, así que yo de ti lo daba por desaparecido.

ZAC: ¡Santa Ast! Una persona ha desparecido, ¿y usted se queda tan tranquilo?

—Es el mundo en el que vivimos, chaval. Aquí desparece gente todos los días. Si me tuviera que preocupar cada vez que alguien desaparece me hubiera muerto ya del estrés.




Al volver a casa ya de noche, Zac vio a Luis en el sofá, que seguía al teléfono pero ya se había dormido.

ZAC: Rubia, rubia —le dijo bajito para despertarlo sin sobresaltos.

LUIS: Eh, ah hola. Me he quedado dormido —dijo entre bostezos.

ZAC: Las horas que son, no creo que haya nadie trabajando en el Ministerio ya.

LUIS: Mierda de Ministerio. ¡Encima es un 902! Bueno, ya llamaré mañana —dijo colgando el teléfono resignado—. ¿Has averiguado algo de Benja?

ZAC: Algo. No sé dónde puede estar. Voy a buscar un poco más y si en unos meses no sé nada de él, lo daré por desaparecido. Oye, ¿y Ada dónde está?

LUIS: Pues estaba en rehabilitación y luego se iba con unas amigas a dar una vuelta.

ZAC: ¿Y David?

LUIS: Pues la muy mari se ha ido con su inseparable Tirso a que le haga unas fotos en la playa. ¿No crees que pasan mucho tiempo juntos? —intentó malmeter con malicia por lo que había escuchado esa mañana.

Y en ese momento entró David por la puerta.

DAVID: ¡Hola! ¿Cómo está el Zaqui más Zaqui de todos?

Y Luis que estaba de espaldas a él le hizo burla con la cara mirando a Zac. Pero Zac estaba inmerso en sus pensamientos.

(Zac) Qué cabrón. ¿Y ahora cómo actúo delante suya? No puedo decirle nada. Bastante regular está la relación como para meter más leña al fuego. Venga Zac, finge una sonrisa y haz como si nada hubiese pasado o me veo de patitas en la calle.

ZAC: Hola, David —le dijo cariñosamente mientras se levantaba del sofá con una sonrisa y le besaba.



Próximo episodio: lunes, 14 de febrero de 2011.