Priviuslí, en El mundo al revés: Tirso conoció a David en el hospital cuando éste estaba cuidando a Zac allí. Desde entonces David va junto a él a todas partes, aunque lo ningunea un poco y no parece saber demasiado ni mostrar interés sobre su vida (cosa que le hace discutir mucho con su novio Zac). Este hecho despierta la curiosidad de Luis, que le sigue sin éxito para ver dónde vive.
Efrén se siente muy atraído por Zac, que sabe que no está bien con David, y parece que esta atracción es mutua. Además, desde que se quedó ciego temporalmente, tenía un objetivo (que aun no ha desvelado) para hacer con su vida, después de ponerlo todo en orden.
Osi y Ada han tenido acercamientos varios, pero parece que Osi no está por la labor porque algo lo retiene.
Tirso estaba en el comedor de la casa de David esperando a que éste saliera de su cuarto. Llevaba su camisa a cuadros roja y azul, que llevaba muy a menudo, la cual resaltaba su tono lechoso de piel. Llevaba su pelo casi blanco largo y despeinado, como siempre. Y esos ojos azules claros, que entrecerraba siempre por su fotofobia natural al ser albino, cubiertos por sus gruesas gafas, y que a veces parpadeaba en forma de tic nervioso. Al minuto salió David de su habitación a la vez que llegaba Ada a casa.
ADA: ¡Por fin! ¡Soy libre! He acabado la carrera de Medicina —dijo soltando su bolso en el suelo con una amplia sonrisa y extendiendo los brazos—. Hoy he hecho el último examen y si todo sale bien, que más me vale porque este curso he sido muy aplicada, sólo tendré que estudiar para el MIR —y se agachó en seguida a recoger su preciado bolso que había soltado en un arrebato sin pensarlo demasiado.
DAVID: Me alegro, amor. Yo también terminé los exámenes finales y si sigo como voy, seré un señor abogado el año que viene. Aunque ya veremos si me pongo a trabajar. Mientras me mantengan mis mamás…
ADA: Bueno, cada uno aprovecha lo que tiene —respondió con resignación—. ¿Está Zac en casa?
DAVID: No. Se ha ido a trabajar. Llevamos un tiempo discutiendo demasiado —y hace un gesto señalando a Tirso, sin que él lo viera.
ADA: ¿Y Luis está? Voy un momento al baño.
DAVID: Sí, está en su cuarto —y Ada se fue para allá—. Yo me voy a clase en seguida. Bueno, Tirso —dijo mirándolo, que estaba sentado en el sofá—. Yo me voy. Ya nos vemos luego si eso. Ale, arreando. ¡Vete a tu casa! —le ordenó con un poco de desprecio.
Y en el momento que Tirso salió por la puerta, Luis, que había estado escuchando la conversación del salón, salió corriendo de su habitación y se fue detrás de él, pero sin que éste se diera cuenta. Esta vez había aprendido la lección de la ocasión anterior y no iba a ir tan cerca suyo ni a hacer ruidos delatadores. Así que, después de un largo camino andando en la distancia, Luis siguió a Tirso hasta la puerta de su casa y conforme entró éste, tocó a la puerta.
TIRSO: A ver si no os olvidáis las llaves… —abrió él la puerta esperando a otra persona—. ¿Y tú qué haces aquí? —dijo cuando vio a Luis.
LUIS: Pues que pasaba por el barrio y he decidido hacerte una visita. Puedo pasar, ¿verdad? —dijo abriéndose paso él mismo con descaro y entrando en la casa.
TIRSO: Eh, eh, pues —empezó a guiñar el ojo, nervioso de no saber qué hacer.
LUIS: Vaya, Tirso, ¡qué casa más simplona! Y digo esto por no ser más cruel, cari. No hay casi ni muebles. ¿Os acabáis de mudar o qué? —empezó a preguntar él mientras lo miraba todo en busca de detalles jugosos—. Mari, por lo menos es casa casa. No como los demás mortales que vivimos en pisos de mierda…
TIRSO: No, es que…
Cuando de repente se oyó un ruido como si un bulto muy pesado cayese al suelo en una habitación que tenía la puerta cerrada. Luis fue corriendo a averiguar qué era y cuando tenía la mano en el pomo de la puerta, Tirso se la cogió y se la apartó, pero le seguía apretando la mano disuasivamente.
TIRSO: Vete de aquí. Nadie te ha invitado —le dijo interponiéndose entre él y la puerta y sin soltarle la mano, a la vez que mostraba su nerviosismo con el tic en el ojo.
LUIS: ¡Pero bueno! ¡Qué maleducado eres! —intentó tornar el asunto contra él y se soltó.
TIRSO: ¡Fuera! ¡¡Que te vayas!! —perdió la compostura y le gritó como nunca le había oído ni visto Luis.
Luis se asustó y se fue corriendo de la casa y Tirso se quedó aliviado. A los pocos minutos llegaron sus padres a casa.
—Hombre, hijo. Por fin te vemos el pelo —dijo uno de ellos con retintín.
—Dejemos las formalidades a un lado, ¿qué nos cuentas hoy de tus amiguitos? —dijo el otro padre que fue directamente al grano—. Y espero no oír un éste está con aquel o a ésta le gusta aquella. ¡Información útil, Tirso! ¡Me tienes harto!
TIRSO: No sé, papá —dijo él nervioso—. Yo-yo-yo creo que no saben nada —tartamudeó.
—¿Que no saben nada? ¡Más vale que no sepan nada! Es difícil que averigües algo si no hablas con ellos. No sé para qué cojones te enviamos al hospital ese día. ¿Y ahora qué? ¿Sois super amiguitos, no? Eres un inútil.
—Escucha, Tirso —le amenazó el otro padre mientras le cogía por el cuello y lo estampaba contra la pared—. Queremos más información sobre lo que tú sabes o no nos sirves para nada. ¿Entendido?
Tirso asintió asustado, se soltó de su mano, cambió la expresión repentinamente de miedo a odio y les empezó a gritar descontrolada e inesperadamente.
TIRSO: ¡¿Cómo queréis que averigüe algo si nunca me contáis nada?! ¿Para qué tenéis...? —empezó a decir mientras señalaba la puerta del cuarto cerrado, pero su padre le abofeteó la cara.
—Vete a tu cuarto. ¡Ahora! ¡Tú no haces preguntas! Las preguntas las hago yo.
Mientras tanto, en la facultad de Medicina, Ada y Osi se cruzaron mirando en los tablones las notas de sus exámenes finales.
ADA: Hola, Osi. ¿Qué tal los exámenes?
OSI: Uy, hola —dijo el sorprendido—. Pues muy bien. Ahora nos queda estudiar y estudiar para el MIR.
ADA: Cierto. ¿Y tú, qué haces este verano? Porque si no hay clase, ya no sé cuándo nos vamos a volver a ver —dijo insinuante remolinándose su melena rubia con los dedos.
OSI: Pues verás, Ada, yo me volveré a Madrid.
ADA: ¿A pasar el verano en Madrid? Estás loco. Te vas a morir de calor. Aquí en Valencia por lo menos tenemos playa.
OSI: No, a pasar el verano no. Es que yo soy de allí. Me voy para quedarme.
ADA: Ah —se le cambió el rostro y dejó de tocarse el pelo—. Pensaba que tus madres se habían mudado aquí por cuestiones de trabajo. ¿No me dijiste eso el día que salí del hospital?
OSI: Sí, y lo siento. Asir me perdone —dijo para él mismo y siguió hablando—. En realidad, yo he estado de Séneca. Era sólo un año. Pensé que de esta manera podría vivir mi vida y que mis madres me dejarían un poco de libertad, pero al darme la beca, ellas se vinieron conmigo.
ADA: Vaya —dijo ella decepcionada—. ¿Y cuando te vuelves exactamente? Podrías al menos tomarte un café conmigo. Tómatelo como un café de despedida…
OSI: Santa Ast. Esto no está bien. No puedo seguir con esto —y se puso a andar rápido hacia la puerta de salida.
ADA: ¡Osi! —le llamó ella, que corrió y le empujó hacia dentro del baño—. Esta vez no te me escapas —le dijo besándole en los labios apasionadamente, a lo cual él no se resistió.
La empezó a abrazar y a acariciar el pelo. Se sentía vivo y liberado como nunca se había sentido. Notaba la adrenalina corriendo por sus venas mientras le besaba por el cuello y empezó a tocarla y a excitarse de una manera muy animal. Pero en seguida le vino a la mente la imagen autoritaria de sus madres y se apartó y salió corriendo del baño.
Efrén estaba en una cafetería tomándose algo con su amiga Ofe.
OFE: Vaya curso, ¿eh, chiquitín? De quedarte ciego y ser futbolista a retomar tu carrera de ADE y tener un pub de éxito.
EFRÉN: ¿Verdad? No me lo creo ni yo. Y menos mal que he recuperado la vista. Al final me acostumbré y en realidad me ha ayudado a apañármelas en la vida.
OFELIA: Bueno, ¿y qué era eso tan urgente que me habías dicho que me tenías que decir? —le interrumpió ella impaciente.
EFRÉN: Verás, Ofelia. Sabes que hace tiempo te dije que sabía lo que iba a hacer con mi vida, pero que primero necesitaba poner algunas cosas en orden. Y todo lo que me ha pasado desde el accidente me ha abierto los ojos. La vida es corta y yo quiero hacer muchas cosas y vivir muchas experiencias…
OFELIA: ¡Estás divagando! ¡Ve al grano!
EFRÉN: De acuerdo, tú lo has querido. No te asustes… Y no me tienes que decir nada ahora.
OFELIA: ¡Dímelo ya!
EFRÉN: ¿Quieres ser mi matriz?
OFELIA: ¿Era eso? —se rió ella respirando hondo—. Por favor, nunca lo habíamos hablado abiertamente, pero sabes que sí. Cuando estés preparado…
EFRÉN: No, Ofe. Me refiero ya. Quiero tener un hijo y quiero que lo tengas tú. Quiero ser padre ya.
A Ofelia le cambió la cara.
OFELIA: Joder, chiquitín. Es una pregunta muy gorda y me pilla de sopetón —dijo ella contrariada—. No te puedo contestar algo ahora… Te prometo que lo pensaré.
EFRÉN: Lo entiendo perfectamente. Tómate tu tiempo —le dijo comprensivamente cogiéndole del hombro—. Tú vete a casa y te lo piensas. Yo voy a ver a Zac ahora —y le besó en la mejilla despidiéndose.
Cuando Efrén llegó a casa de David y Zac, se encontró con Tirso, que le abrió la puerta y se sentó de nuevo en el salón, en el sillón donde solía sentarse él siempre, con su rostro habitual impasible. Dentro, en la habitación de David y Zacarías, se oía una discusión entre ambos muy subida de tono, y como siempre del tema por antonomasia: Tirso. Al momento salió David encendiéndose un cigarro y pegó un portazo, dejando a Zac dentro.
DAVID: Cómo no, tú aquí. —se dirigó a Efrén con cara de odio y echándole el humo en la cara—. Vámonos, Tirso —y le cogió por la camiseta arrastrándolo hasta la puerta de la calle y dando otro portazo.
Efrén entró en el cuarto de Zac y se lo encontró llorando de impotencia.
ZAC: No puedo más —decía entre sollozos—. No entiendo qué hace con él. No entiendo nada —y se abrazó a Efrén—. Menos mal que estás aquí. Tu siempre estás cuando te necesito.
Efrén lo miró, le cogió la cara por la barbilla y se la acercó a su cara.
EFRÉN: Tú te mereces algo mejor —le secó las lágrimas con sus manos tan varoniles y le besó, pero Zac se apartó dubitativamente.
ZAC: No es buen momento, Efrén.
Al mismo tiempo David iba por la calle despotricando sobre Zac y Tirso le seguía el paso un poco nervioso.
DAVID: ¡Vamos! Me va a decir a mí el pazguato éste lo que tengo que hacer yo con mi vida. ¡A mí!
Y seguía hablando sin dejar intervenir a Tirso, que empezó a guiñar el ojo.
DAVID: Estoy harto. ¿Me oyes? ¡Harto! Pensé que merecía la pena. Qué buen chiquito parecía cuando le conocí… ¡Pero de bueno nada! Es un entrometido. ¿O no, Tirso? Si es que da igual lo que digas…
(Tirso) Ya está otra vez. Dale, dale, dale. ¿Y qué opino yo sobre el asunto? ¡Qué más da! A nadie le importa lo que piense Tirso. Pero no me puedo enfadar con él. Míralo, aun diciendo todo eso es perfecto. Mira que cara tiene, qué ojos más bonitos, qué cejas más bien hechas, qué planta, qué bien vestido va siempre. “Averigua algo sobre ellos”. ¡Y una mierda! Mierda de padres. Siempre mandando sin dar explicaciones.
Ya sé. Seré David a partir de ahora… Sí, eso es. Quiero su vida. ¡Quiero ser él!
En ese instante que andando hacia ninguna parte se encontraban cerca de casa de Tirso, éste empujó a David a un callejón, le golpeó la cabeza fuertemente y lo dejó inconsciente. Paró un instante para pensar en lo que estaba haciendo y sintió remordimientos, pero ya no podía echarse atrás. Miró a ambos lados de la calle y no había nadie. Además ya era de noche y no se veía mucho en una noche sin luna. No sabía a dónde llevarlo y no paraba de guiñar los dos ojos de forma nerviosa, pero finalmente lo arrastró hasta su casa.
Próximo episodio: 7 de marzo de 2011 a las 21:00
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