Priviuslí, en El mundo al revés: Zac salió hace un par de años del centro de acogida en el que vivía y estudiaba, y se puso a trabajar en el Mercamona. Siempre le había gustado Efrén, pero no había sido hasta hacía poco tiempo que se habían puesto a salir juntos.
Benjamín desapareció en un accidente de tráfico hace dos años y no han sabido nada de él desde entonces. Su amigo Zac ha tenido pesadillas desde aquel día porque no sabe dónde está.
Efrén acabó su carrera de ADE. También tiene un hermano que se llama Romeo y estudia en un internado, pero que nunca ve.
Osi se fue para dar ayuda médica a países en vías de desarrollo con tal de ganarse un puesto en el hospital privado al que han destinado a Ada, y se ha mantenido en contacto telefónico con ella estos meses. De momento sólo son amigos, pero el tema religioso por parte de Osi siempre le ha molestado a Ada, que es atea convencida.
David y Efrén averiguaron cosas sobre los padres de Tirso el año pasado, rastro que les llevó hasta Tirso y que luego hallaron muerto, por lo que dejaron de investigar por parecerles peligroso.
Zac volvía de trabajar al piso que compartía con Osi, Ulises e Is. Sólo llevaba puesto su austero uniforme del Mercamona, ya que aunque fuera ya el mes de octubre, en Valencia se podía ir perfectamente de manga corta. Entró al portal y cogió las cartas del buzón. Le llamó la atención en especial un sobre que estaba escrito a mano. Por un segundo le pareció la letra de Benjamín, pero pensó que no podía ser. Sumergido en estos pensamientos y justo cuando entraba a su piso, Efrén le llamó por teléfono para decirle que fuera a su casa. Sonaba algo malhumorado, así que dejó todas las cartas en la cocina, y primero se dio una ducha rápida. Se vistió con sus vaqueros más bien holgados y rectos que le gustaba llevar y una camiseta verde y lisa, porque poca ropa más tenía. No era por cuestión de dinero, sino que al contrario que Efrén, a Zac no le importaba demasiado lo que se ponía o lo que se dejaba de poner. Él con un par de vaqueros y unas camisetas se bastaba. Salió de casa con su pelo mojado, como siempre hacía, y ya se le iría secando por el camino. Quizá esa sencillez es lo que le atraía a Efrén, pensaba él a veces cuando se quería explicar por qué un chico tan guapo estaba con un tipo tan sencillo como él.
Una vez llegó a la puerta de la casa de Efrén, desde fuera ya se podía escuchar una discusión entre dos personas. Una de ellas era su novio y la otra era de una persona joven, pero no lo conocía. Cuando le abrió la puerta Efrén, le dio un beso rápido y le tocó la cabeza amablemente, que ya llevaba el pelo seco, lacio y sin peinar, su habitual aspecto. Luego siguió discutiendo con esa persona sin explicarle nada al recién llegado Zac, que no sabía lo que estaba pasando.
EFRÉN: ¡¿Pero cómo no vas a seguir estudiando, tío?! ¡Que hayas cumplido 18 años no te da derecho a largarte de allí y dejar a medias tus estudios! Yo acabo de terminar ADE ahora con 27 años y ojalá me hubiera puesto antes. ¿Has hablado con los papás?
—Ellos no lo saben todavía. Están muy ocupados trabajando en Reino Unido… Pero bueno, puedo encontrar un currito rollo el Mercamona y mientras busco piso, me quedo aquí.
EFRÉN: ¡De eso nada, Romeo! Tú te vas a volver al internado ahora mismo. Yo te llevo.
Por primera vez desde que había llegado Zac, que esperaba de pie cerca de la puerta, Efrén se dirigió a él.
EFRÉN: ¿Me haces el favor de cuidarme a Bruno un rato? La niñera no podía hoy y se me ha presentado este asunto. No se me ha ocurrido nadie más de fiar.
ZAC: Sí, sí. No te preocupes. Yo en el centro de acogida a veces cuidaba a algunos niños pequeños.
—¡Que no voy a volver al internado! —interrumpió Romeo viendo que estaban haciendo planes por él—. Déjame quedarme aquí unos días y si no encuentro trabajo me llevas al internado otra vez.
Efrén pareció pensárselo y creyó que sería una buena idea que viera lo mal que estaba el panorama laboral para que volviese corriendo a estudiar, y aceptó la propuesta de que se quedase en su casa.
Como ya no necesitaba que Zac cuidara a su bebé, le invitó a cenar y se pusieron manos a la obra en la cocina mientras su hermano Romeo deshacía su equipaje y le puso al día con todo lo que había pasado.
ZAC: Bueno, y aparte de esto qué tal el día —le dijo cariñosamente.
EFRÉN: Pues ya sabes, un poco aburrido desde que acabé la carrera. A veces tengo historias con los proveedores y alguna noche me paso por el pub. Pero la verdad es que Nacho lo lleva muy bien.
ZAC: ¿Nacho el que estuvo un tiempo con Osi en su etapa experimental con los hombres?
EFRÉN: Sí, ese mismo. Entró de recoge cubatas pero el chaval es una máquina. Lo lleva casi todo él. He delegado mucho en él para estar más tiempo con Bruno. Bueno, ¿y tú qué tal el curro?
ZAC: Pues bien. Aunque hay rumores de que van a despedir a gente y yo soy de los últimos en haber llegado.
EFRÉN: Seguro que no te despiden. Anímate, guapo —le sonrió y le guiñó un ojo mientras le cogía la barbilla con afecto para animarle antes de que se pusiera pesimista, que ya lo conocía bastante y sabía que estaba a punto.
Zac se quedó a dormir en casa de Efrén, algo que cada vez hacía más a menudo, y a la mañana siguiente cuando llegó al trabajo sus temores se hicieron realidad: lo habían despedido por recorte de plantilla en Mercamona. Sin querer pensar demasiado en lo malo, imprimió un montón de currículos y los echó en sitios diversos, aunque en muchos ni se lo cogían porque no necesitaban a nadie. Para ser honestos, Zac no tenía ni el graduado escolar y eso hacía que estuviera por debajo de muchos otros candidatos. Así que volvió al piso compartido a comer después de una dura mañana y se encontró con la carta escrita a mano. La abrió y en ella se leía lo siguiente:
“Querido Zac:
¡Qué antiguo suena eso! ¿Te acuerdas cuando nos escribíamos cartas de pequeños con este encabezado cuando nos mandaban a pasar el verano con familias? Qué recuerdos aquellos. Fueron tiempos felices, aunque no lo creyésemos.
Supongo que a estas alturas ya habrás reconocido mi letra. Sólo quería decirte que me acuerdo mucho de ti y entiendo si estuvieses preocupado, pero no lo estés. Quería hacerte saber que estoy bien. No quiero que me busques ni que padezcas por mí, porque estoy en un buen sitio. En el lugar que creo que tengo que estar. Siento no poder decirte más, pero confía en mi palabra. Ya estoy violando algunas reglas sólo con escribirte esta carta. Ojalá algún día pueda darte la explicación que te mereces.
Estás siempre en mis recuerdos. Un abrazo.
Tu amigo siempre, Benjamín.”
ZAC: ¡Mierda, mierda, mierda!
Le estalló en la cara toda la racha de mala suerte que llevaba desde esa misma mañana, que se había enterado que ya no tenía trabajo. Y encima, cada vez que pensaba que se había olvidado de la desaparición de su amigo Benja, algo volvía para recordárselo. Aunque esta vez fuera el propio suso dicho, no podía dejar de pensar en algo retorcido sobre esa carta que releyó una y otra vez por si podía interpretarla de otra manera. ¿Y si alguien le había obligado a escribirla? ¿Y si después de escribirla lo mataron?
Osi volvió por fin de su odisea veraniega ayudando a los más necesitados, y como le había dicho a Ada, gracias a ello tenía un puesto en el hospital como residente de primer año en Oftalmología. Ada, por su parte, había conseguido entrar como residente en Cirugía Cardiovascular gracias a sus buenas notas. El hospital la Caridad tenía influencias de los Discípulos de Asir, así que mientras trabajaban sólo se podían ver a escondidas. Por su propio bien. Y es que, después de mucho hablar del tema, decidieron darse una segunda oportunidad, empezando desde cero y teniendo citas a la antigua usanza. Ese día se fueron de picnic a El Saler, a una pinada cercana a la ciudad. Osi guardaba muy buenos recuerdos por veranear allí todos los años con sus madres cuando era pequeño.
OSI: ¿Tú sabes que por eso elegí Valencia como destino cuando me vine de Séneca hace dos años? Tengo buenos recuerdos de este sitio. ¿A que es bonito?
ADA: Es súper bonito. Y siendo valenciana, no había estado nunca. Me gusta mucho que la carretera sea de cemento y que dentro de la pinada todos los caminos sean de tablas de madera, como en la playa. Se respeta el medio ambiente.
OSI: Sí, es todo como muy natural —dijo inspirando profundamente—. Este olor a pino me trae muchos recuerdos. Mis madres me traían aquí a merendar algunos días, pero casi siempre estábamos en la playa.
ADA: Tus benditas madres —dijo ella con ironía—. No me las imagino pasando un día normal y alegre en la playa.
A Osi le vino a la mente lo mucho que sus madres disfrutaban de la playa, sobre todo Soledad. A Epifanía no le gustaba demasiado, ya que nunca se bañaba y a veces ni siquiera se quitaba la camiseta. Tenía quemaduras por todo el cuerpo debido a un incendio que destruyó su casa cuando él aún no había nacido. Pensó en no contarle algo tan íntimo de su madre a Ada, sabiendo además que no les tenía ningún aprecio, y simplemente asintió.
ADA: ¿Cómo están? ¿Ya no te obligan a ir a la secta, no?
OSI: No, ya dejamos eso claro. Pero eso no quiere decir que yo haya dejado de creer en Asir —le advirtió antes de que ella misma sacara el tema a relucir. Que sabía que lo haría.
ADA: ¿Cómo puedes creer en algo que desprecia lo que eres? —inquirió indignada, como cada vez que se hablaba de religión.
OSI: Pues porque a lo mejor yo soy una persona más espiritual y me gusta pensar que Asir me va a recibir en el Cielo cuando muera.
ADA: Por favor. Tú míranos en el hospital. Nos escondemos como si fuésemos ratas o estuviésemos haciendo algo prohibido. Ya bastante mal me hicieron sentir aquellos tipos en la casa de campo de David. No quiero sentirme así nunca más. Ya tengo suficiente con que me hayan dado plaza en La Caridad. Parece una gran ironía contra mi vida. Si no fuese porque es uno de los mejores hospitales…
OSI: Tú puedes hacer lo que quieras, Ada. Yo no te digo que creas o dejes de creer. ¿Por qué no puedes respetarme?
ADA: Yo te respeto, Osi. Pero la cuestión religiosa la veo una contradicción con nuestro estilo de vida. ¡Somos heterosexuales! Creo que para que tengamos una buena relación debemos de estar los dos en el mismo punto. Los dos tenemos que estar de acuerdo en esto y no me gusta que reces o nombres a Ast cada dos por tres.
OSI: Pues lo siento, pero yo soy así y esto es lo que hay. No voy a renunciar a mis creencias.
Osi se impuso con su opinión y no estaba dispuesto a dejar de creer en Asir sólo porque Ada quisiese. Ya bastante se había dejado mangonear por sus madres durante toda su vida y estaba dispuesto a luchar por lo que creía. Desde que el año pasado les plantó cara, Osi se había vuelto más decidido y no iba a dar su brazo a torcer ante nadie por una causa en la que creía ciegamente. Ambos se miraron con tensión porque ninguno estaba dispuesto a ceder, pero como la atracción era evidente, decidieron mirar a otro lado y hablar de otras cosas que les recordaran por qué estaban allí. Aunque no fue fácil salir de ese hondo atolladero.
Al cabo de unos días, Efrén volvió a requerir la ayuda de Zac para cuidar a Bruno mientras resolvía unos asuntos de su pub el Inframundo. No se fiaba de casi nadie para realizar esta tarea. Ni siquiera de su hermano que estaba todavía en su casa sin encontrar trabajo. Y a ello se le sumaba que cada vez la niñera le fallaba más o se tenía que ir a mitad de tarde. Zac tampoco había tenido mucha suerte buscando trabajo y no le había dicho a Efrén lo de la carta de Benjamín, porque no quería que se preocupase él también. Aunque lo cierto es que le estaba comiendo por dentro.
Cuando Zac llegó a casa de Efrén se encontró con que Romeo estaba cuidando a Bruno, pero no paraba de llorar. Zac cogió al bebé y en seguida calló después de darle el biberón.
—La niñera se acaba de ir ahora mismo. Tenía prisa para hacer no se qué…
ZAC: Ya está, no pasa nada —dijo acostándolo en su habitación y volviendo luego al comedor donde estaba Romeo—. ¿Cómo va lo de buscar curro?
—Pues mal, pero quién sabe. Mañana puede ser el día.
ZAC: Ojalá —dijo para sí mismo refiriéndose a su situación de desempleo, pero Romeo pensó que se refería a él.
—Sí, gracias. A ver si hay suerte. ¿Y tú has encontrado algo?
ZAC: No, aunque sólo llevo unos días buscando. La cosa está muy mal. ¿Seguro que no quieres seguir estudiando? Es la cosa más cómoda del mundo.
—¿Seguiste estudiando tú? —preguntó desafiante, conociendo la respuesta de antemano.
Él no quiso responder porque sabía que le estaría dando la razón. Es cierto que en su momento dejó sus estudios a medias sin mirar atrás. Pero en la situación en la que se encontraba en la actualidad, desearía poder hacer retroceder el tiempo, zarandear al Zac del pasado e insistirle para que no lo hiciera. Llevaba casi dos años trabajando en el Mercamona y nunca se había planteado qué haría si lo despidiesen. Nunca se había parado a pensar en su futuro y eso era lo que trataba de advertirle a Romeo. Ahora era cuando se había dado cuenta de que él también desoyó los consejos que le dieron.
Al ver que el hermano de Efrén no atendía a razones, al igual que hizo el joven Zac en su día, no le insistió más y se pusieron a charlar de otros asuntos. No quería ser el típico cuñado aborrecible. Estuvieron hablando hasta que Romeo se fue de fiesta con unos amigos. A Zac le parecía la viva imagen de él mismo hacía un par de años: saliendo con sus colegas, pareciendo tener las cosas tan claras, escapando de su educación, queriendo trabajar… Ahora no sabía ni lo que quería y lo que era peor, es que ni siquiera tendría un trabajo que le gustase de verdad, tal cual estaba la situación.
Ya de madrugada Efrén llegó a su casa y Zac se había quedado dormido en el sofá cuidando de Bruno. Efrén le dijo de quedarse a dormir otra vez porque ya era muy tarde. Lo vio muy pensativo, y es que a lo largo de la noche había estado cavilando lo de la carta de Benjamín, y ya no se lo pudo callar más. Se lo confesó todo.
ZAC: ¿Qué opinas entonces?
EFRÉN: Es bastante fuerte lo que me cuentas. Pero parece una carta escrita con todas las buenas intenciones, ¿no?
ZAC: Yo ya no sé qué pensar. Llevo días dándole vueltas a la cabeza y ya no sé qué hacer —gimoteó de impotencia.
Efrén lo abrazó y le besó en la frente para tranquilizarlo.
EFRÉN: Vamos a la cama, que necesitas descansar. Intenta calmarte un poco y confía en que si te ha dicho que está bien, es que está bien —trataba de consolarlo aunque a veces ni él creía sus propias palabras.
Después de un par de horas acostados, Zac consiguió dormirse abrazado a su pareja. Pero poco tiempo le duró el sueño. Se empezó a mover bruscamente y a dar vueltas, lo cual despertó a Efrén. Zac parecía estar teniendo una terrible pesadilla y entre gemidos nombraba a Benja, como solía hacer tiempo atrás. Él lo miraba preocupado y decidió despertarlo.
EFRÉN: Zac, Zac —decía en voz baja para que no se sobresaltase—. Despierta.
ZAC: ¡Benja! —gritó mientras se despertaba de golpe.
EFRÉN: Estabas teniendo una pesadilla, pero ya está. Era sólo un sueño —le dijo rodeándolo con sus brazos.
ZAC: Sí, sobre Benja otra vez —decía aún con acelerada respiración y abrazando a Efrén con todas sus fuerzas como si acabase de volver de otro mundo—. Hacía mucho tiempo…
Zac se levantó de la cama y fue a beber un vaso de agua a la cocina. Efrén se quedó sentado en la cama y apoyado en la pared, viendo como su novio lo pasaba mal. Le vino a la mente cuando hacía un año David y él averiguaron cosas sobre los padres de Tirso, que fueron quienes se llevaron a Benjamín. Sabía que muchos de los papeles que encontraron en la casa de Tirso ni siquiera los habían leído y pensó en echarles un vistazo con tal de averiguar algo que pudiera calmar el sufrimiento de Zac. Y sabía perfectamente dónde buscar…
Diario de Efrén
He decidido empezar este diario para ir recopilando toda la información que averigüe y para que de alguna forma sirva como prueba en el caso de que me sucediese algo como al pobre Tirso.
Lo primero que tenía que hacer era conseguir los papeles que encontramos David y yo en la casa de Tirso. Puesto que ya no me hablo con David desde que empecé con Zac, no se los puedo pedir. Y mucho menos porque me hizo prometer que no seguiría investigando por la peligrosidad que ello conllevaba. Aunque no creo que ahora se preocupe mucho por mi bienestar. Yo le sigo teniendo mucho cariño, pero él se niega a hablar conmigo.
El otro día fui a casa de Ada a estar un rato con ella para que viese a Bruno y aprovechando que David no estaba, me metí en su cuarto y cogí los papeles de ese cajón que me dijo que no tocara. Con la excusa de que necesitaba comprar pañales urgentemente, me bajé a la calle y los fotocopié, para después devolver los originales a su sitio y que David no se diese cuenta que le faltaban. Había un buen tacazo de folios. ¡Vaya pasta me he gastado en fotocopias!
Una vez tengo toda la información en mi poder, voy a leerlo todo detenidamente porque de aquí ni leímos la mitad. Veremos si saco algo en claro de todo esto.
Lo único que sé es que no quiero ver sufrir más a Zac. Ha vuelto a tener pesadillas sobre Benja y ahora que no trabaja me da miedo que se obsesione con el tema y toque fondo.
Próximo episodio: lunes, 7 de noviembre de 2011 a las 21:00.