Priviuslí, en El mundo al revés: Is sigue siendo virgen a sus veintisiete
años porque según ella está esperando al hombre ideal.
Osi e Is se enteraron de que son hermanos mellizos, siendo Soledad, una
de las madres de Osi, la madre biológica de Is. No quiso soltar prenda cuando
le preguntó al respecto, aunque luego le contaron a Osi una historia de que
tuvieron que separarlos de pequeños porque los Discípulos de Asir opinaron que
al ser drogadictas, según ellas, no podían tener dos hijos.
Ada está en África dando ayuda humanitaria, pensando que de esa manera
le devolverían su trabajo como médico en La Caridad, donde no atendió a un
paciente que acabó falleciendo. Is sermoneó a Ada por incumplir su juramento
hipocrático, pero ella no parecía muy arrepentida de dejar morir al heterófobo
que los acosó en el cortijo de David.
Is, Ulises y otro chico salían de un centro comercial e iban
caminando por la calle.
IS: Bueno, entonces luego
empezamos la serie esa nueva que quieres ver, ¿no?
ULISES: ¡Sí! Verás cómo te gusta.
IS: Me han hablado bien de ella.
¿Tú la conocías, Gustavo? —le preguntó al chico con un tono muy dulce de voz.
—¿Eh? —levantó el chico la cabeza
porque estaba trasteando con el móvil.
IS: Nada, déjalo —dijo decepcionada.
ULISES: Al menos te habrá gustado
la peli que acabamos de ver en el cine, ¿no?
—Bueeeno. Las pelis de
superhéroes y de ciencia ficción no me gustan mucho.
ULISES: Ah, vaya —puso cara de
asco.
—Yo cojo el bus aquí —le dio un
rápido pico a Is—. Ya hablamos.
IS: Hasta luego —se tocó ella el
pelo coquetona, que se lo había dejado suelto para la ocasión con su flequillo
ladeado, y lo vio subir al autobús.
Cuando se giró ella, vio como
Ulises la miraba con incredulidad.
IS: ¿Qué? ¿No te ha gustado, no? Como
si lo viera venir…
ULISES: Yo no te digo nada —miró
al suelo, metiéndose las manos en los bolsillos.
IS: En esta estación de
Valenbishit no hay bicis —interrumpió un momento la conversación—. Vamos
andando a la siguiente.
ULISES: Vamos —siguieron caminando.
IS: Bastante me ha costado
soltarme la melena —prosiguió con el tema de antes— y empezar a quedar con
chicos y chicas como para que ahora vengas tú y no te guste ninguna de mis
citas.
ULISES: No es eso. Es que… No sé.
Este chico pasa de ti. ¿O es que no lo ves? Además, que no lo veo de fiar. No
me da buena espina…
IS: ¿No tendrás todavía problemas
con que yo sea bi y esté quedando con chicos también?
ULISES: No, no, no. Te lo
prometo. Pero, ¿tan en serio va lo vuestro? Os conocéis de hace un par de
semanas.
IS: Sí, pero de momento va bien.
ULISES: ¿Te ha desvirgado ya el
tipo este?
IS: ¡Animal! ¡No! Tengo que
encontrar a la persona adecuada y el momento adecuado.
ULISES: ¡Oh! ¡Milagro de Asir!
Hay tres bicis en esta estación —divisaron otro punto de anclajes del sistema
de alquiler de bicicletas de Valencia.
IS: Uf, espera. Esta no tiene
sillín.
ULISES: ¿Por qué no la pruebas? A
lo mejor te gusta…
IS: ¿Por qué no te la metes tú
por el blas? —le dio un empujón.
ULISES: Estas dos parece que
están bien. Voy a pasar mi tarjeta.
IS: Esta tiene la cadena suelta.
Ulises volvió de identificarse en
la máquina y al intentar desanclar la última bici que parecía estar en buenas
condiciones, no pudo quitarla. Al tercer intento se rindió.
IS: No cojo el coche para ahorrar
gasolina, pero creo que esto del Valenbishit no vale mucho la pena…
Siguieron andando hacia casa y se
hizo un incómodo silencio.
ULISES: ¿Te pasa algo, pedorra?
IS: No —contestó fríamente.
ULISES: Vamos, que cuando las
mujeres decís que no os pasa algo, es que sí.
IS: Pues nada, Uli, que no te
gustan mis citas y ya está. Me gustaría que me apoyases. Yo siempre te apoyo, a
pesar de que tus cosas nunca van a ningún lado —se le abrió la boca a él—. Solo
haces que marearlos a todos y cada vez te los buscas más imposibles.
ULISES: ¿Disculpa? ¡¿Disculpa?! A
mí lo que me pasa es que no encuentro lo que quiero. Que es algo bien
diferente.
IS: No. Jugueteas con todos y a
veces eres hasta cruel —Ulises seguía con la boca abierta—. Por lo menos ese
tal Saúl te pone los puntos sobre las íes.
ULISES: Siempre me rechaza. Pero
no sé por qué sigue quedando conmigo.
IS: Pues porque no tiene más
amigos…
ULISES: Ya hemos llegado a casa —la
interrumpió—. Y mira, tiene cojones que esta estación de Valenbishit está llena
de bicis.
IS: Para matarlos.
Cuando subieron a casa se
encontraron con Ada, que acababa de llegar de África. Y se notaba. En vez de su
glamurosa ropa habitual, vestía un colorido atuendo africano. Y el pelo… rubio,
como siempre, pero de un color más blanquecino. Traía solo una maleta y se
estaba instalando en la habitación de Osi, ya que era la única de la casa de
matrimonio.
IS: Éramos pocos y parió la
abuela —soltó de mala gana cuando se enteró de que se quedaba. Nunca se había
llevado especialmente bien con ella. Y menos desde que dejó morir a aquel
hombre.
Ada se giró y evidentemente la
broma no le había sentado muy bien, así que ella lo intentó arreglar.
IS: Que no, mujer. Donde comen
cuatro, comen cinco.
ADA: Gracias, cuñá —bromeó—. No
es que tenga muchas alternativas. Como David se fue de nuestro piso y se vino
aquí, yo me quedé sin piso también.
ULISES: ¿Qué tal por África?
ADA: Súper bien. Ha sido una
experiencia enriquecedora. Me ha cambiado por completo.
IS: A ver si es verdad —dijo para
el cuello de su camisa y Ada siguió hablando.
ADA: Mañana mismo voy al hospital
a ver si me devuelven mi empleo. Después de cinco meses de altruismo, de algo
me tendrá que beneficiar.
IS: Si te beneficiaras de ello no
sería altruismo.
ADA: Ya claro, es verdad —le
sonrió, arisca—. Con vuestro permiso, voy a ducharme y ponerme ropa normal. No
sé si voy a saber andar con tacones después de tanto tiempo —rio ella sola e Is
le sonrió falsamente.
Osi estaba encerrado en una sala
del hospital La Caridad y puso un rotulador encima de una mesa. Trató de
moverlo como había movido incluso al ladrón de órganos el día de la Renovación,
pero todo intento fue inútil. Se cabreó y tiró todo abajo de la mesa. Y
viéndose con ira lo intentó otra vez, pero ni con aquellas. Is abrió la puerta
y se encontró todo por el suelo. Iba con su uniforme de enfermera y su trenza
bien casta, que le llegaba a mitad de espalda. Como andaba casi como si volara,
Osi no la oyó ni llegar, pero cuando abrió la puerta solo lo vio a él un poco
colorado del esfuerzo.
IS: ¿Se puede saber qué haces?
Anda, te invito a comer en la cafetería del hospi.
Bajando a la cafetería iban
charlando alegremente cuando por el camino se encontraron a la enfermera
asirista.
—Vaya, el desviado que se follaba
a la que despidieron y la otra. ¿Qué? ¿A follar a un cuartito?
Osi siempre se callaba y agachaba
la cabeza, pero a Is no la amedrentaba nadie.
IS: Es mi hermano, degenerada.
Igual tú sí que haces esas cosas con tus hermanas.
—Ya os cogerá Suty y os hará
pagar por vuestros pecados…
La mujer siguió caminando hacia
su lado y se distanciaron.
IS: No la aguanto. ¿Se cansará
algún día de meterse con nosotros?
OSI: Y no creo que la cosa vaya a
mejor si vuelven a coger a Ada.
IS: ¿Cómo? —preguntó indignada.
OSI: No lo sé, eh. Ella va a
hablar con su adjunto y con la junta.
IS: No la van a coger después de
lo que hizo. Pero menos todavía por saber que es hetero. Tanta mano blanca por
ahí es bastante indicativo de que estamos en un hospital religioso.
Una vez estaban ya sentados y
comiendo, Is le sacó el tema de sus madres a su hermano.
IS: Pues yo no sé nada de Soledad
desde aquello. Contigo sí que habla, ¿no?
OSI: Sí, pero ese tema es tabú.
Hacen como si nunca hubiera pasado. Como si no supiese que tengo una hermana.
Es muy típico de ellas hacer como que algo no ha ocurrido y así que parezca que
no es real. Como cuando les dije que era hetero. ¿Crees que se puede hablar de
ello o de Ada cuando estoy con ellas?
IS: Ya veo. Bueno, mi madre
verdadera fue mi madre adoptiva. Ella fue la que me crió. Y murió.
OSI: Pues ya está, entonces.
Ahora te quedo yo, que soy tu hermano —le cogió de la mano y le dedicó una
cariñosa sonrisa.
IS: Gracias. Siento como que
tengo una familia otra vez… Tú eres mi hermano, y ella es mi madre, pero no la
pienso volver a llamar. Creo que ya está bien de tonterías.
Ada salía con los ojos llorosos
del despacho del que fue su médico adjunto y el hombre intentaba deshacerse de
ella.
ADA: ¡Pero he estado muchos meses
ayudando con los misioneros! ¡He aprendido mucho! Y usted mismo decía lo buena
que era. Que era una promesa de la Medicina.
—Lo siento, querida —le cerró la
puerta finalmente.
—Si es que cada uno tiene lo que
se merece. Y a Asir no lo has engañado con tus jugarretas —una voz vino de
detrás de ella y cuando se dio la vuelta vio a la enfermera asirista.
ADA: Déjame en paz. ¿No tenías
suficiente con que me despidieran?
—No. Quería que no volvieras. Y
me alegro que no te hayan dejado. Eres una falsa. Solo te has ido con los
pobres para ir de buena y hacer que te volvieran a coger. Pero te ha salido mal
la jugada.
ADA: Mira, será cierto que a lo
mejor me fui con esa mentalidad, pero la experiencia me ha cambiado. Y he
disfrutado ayudando a los que más lo necesitan.
—Y yo he disfrutando viendo como
tu plan te salía mal —sentenció antes de irse de allí dejando a Ada con las
lágrimas ya cayéndole por las mejillas.
Ella no sabía ni dónde meterse
porque no le gustaba montar números. Se había puesto sus tacones y un bonito
vestido para impresionar al jefe, pero ni eso. Se volvió corriendo a casa y se
encontró allí con David, que ya lo había visto esa misma tarde. Estaba sentado
en el sofá y ella se sentó a su lado. Después de contarle todo lo que había
pasado, él trató de consolarla.
DAVID: Entiendo que estés fatal,
pero te digo una cosa. No es el fin del mundo si coges y te apuntas a una
Empresa de Trabajo Temporal para currar de lo que te salga. De alguna manera
tendrás que pagar el piso si no quieres volver al pueblo con tus padres.
ADA: No me puedo creer que tú
entre todas las personas me estés diciendo eso. ¿Una ETT?
DAVID: Sí, sí —asintió con la
cabeza—. Yo mismo me apunté a una. Pero me han llamado un par de veces para
trabajar de no sé qué y he dicho que no. Con lo del alquiler de Noé tengo
bastante. Pero si quieres te puedo decir el nombre de la ETT… Eso sí, nunca
pierdas de vista tu meta final: ser médico.
ADA: Aiss, David —se apoyó ella sobre
su pecho—. Echo tanto de menos a Luis. Seguro que ahora él me estaría animando
como tú.
DAVID: Yo también, cari —se
rieron ambos, recordando sus expresiones.
ADA: Después de vivir tantos años
nosotros tres, aquí me siento rara.
DAVID: ¡Calla! Ya te acostumbrarás.
Yo me he adaptado muy bien.
ADA: ¿Esta noche vendrá a la cena
tu novio?
DAVID: Bueno, mi novio… No sé lo
que somos, amor. Él es un poco raro en ese aspecto. Nunca había tenido una
relación. Pero yo creo que sí estamos saliendo.
ADA: Me dijo Osi que dejaste de
fumar por estar con él.
David asintió contento.
DAVID: Y por mi salud también. Es
lo mejor que he podido hacer. Fue duro al principio y no te voy a negar que a
veces me encendería uno y me moriría de gusto, pero no. Estoy mucho mejor así.
ADA: ¿Sabes qué entretiene de
todas esas tentaciones?
DAVID: ¿El qué?
ADA: ¡Una tarde de compras! Perdieron
mis maletas en el viaje de ida y me he quedado con casi nada de ropa. Lo poco
que me dejé aquí.
DAVID: Ahá… Y yo que pensaba que
venías cambiada.
ADA: ¡Y he cambiado mucho! Pero
algunas cosas no cambiarán nunca —sonrió muy pilla ella.
Is llegaba a casa montada en una
bici de Valenbishit. Llevaba solo una funda de un mango, el cambio de marchas
roto, por lo que iba pedaleando en el aire para avanzar un poco, y encima el
manillar torcido. Así que llevaba mucho cuidado de mantenerlo recto. Era la
única bici que quedaba libre cuando la cogió, así que no tuvo alternativa. Lo
que peor le supo fue llegar a la estación más cercana al piso y que no hubiera
sitio. Situación habitual, pero a la que nunca se acostumbraba. Se tuvo que ir
tres estaciones más allá para encontrar un hueco libre y dejarla.
IS: Para eso me vengo andando,
joder —pensó.
Teniendo tanto tiempo hasta
volver a llegar a casa decidió llamar por teléfono a Gustavo por el camino.
Quería invitarlo a la cena de esa noche en su casa. No es que le entusiasmara
la idea, pero juntándolo con más amigos quería ver si terminaba de cuajar lo
que fuera que estaban teniendo.
—¿Sí? Quita un momento —le decía
a alguien mientras se oía una risita de mujer.
IS: Hola, Gus. ¿Qué haces esta
noche? —preguntó, aunque extrañada.
—¿Puedes parar un momento? —seguía
hablándole a su acompañante femenina, que reía juguetona.
IS: ¿Se puede saber con quién
estás?
—Mira, Isa.
IS: Es Is.
—Pues eso. Que… he quedado con
una amiga y nada… Ya sabes. Oye, siento que no funcionara lo nuestro. Adiós.
Le colgó tan pronto que ni tuvo
oportunidad de reaccionar. Pasó de la ilusión de querer proponerle conocer a
sus amigos a la decepción de ser traicionada de esa manera tan despreocupada. En
cuanto llegó a casa fue al cuarto de Ulises, que estaba con la luz apagada
viendo series y se lo contó todo.
IS: Tenías razón —le dijo
sentándose a su lado en la cama.
ULISES: No es eso, Is. Yo no es
que quisiera tenerla. Pero al chico ese se le veía. No estaba interesado en ti.
Yo solo quiero lo mejor para ti. ¿Lo sabes, no?
IS: Lo sé —se apoyó en su hombro
y él la cogió por detrás para consolarla—. Odio a los hombres.
ULISES: Yo a veces también los
odio.
IS: Es que tengo mala suerte con
ellos… Creo que voy a intentarlo con una mujer para la próxima.
ULISES: ¡Pero qué pedorra eres! ¿Tienes
una lista de espera o qué?
IS: No una lista —sonrió,
traviesa—, pero me presentaron a mucha gente el año pasado en mi cumpleaños.
ULISES: Así me gusta. Que
pruebes. Se aprende mucho con unos y otros…
IS: Sí que es verdad. Pero de
momento a lo mejor prefiero estar sola un tiempo.
ADA: ¡Chicoooos! —se oyó desde el
otro lado de la puerta—. La cena ya está lista. ¡Salid todos!
IS: ¿Ha preparado la cena ella?
ULISES: Eso parece. Dice que ha
preparado recetas típicas de allí. Es para celebrar que ha vuelto.
IS: Menuda celebración…
ULISES: Anda, no seas mala que
ahora tenemos que convivir todos aquí. Vamos a cenar.
En el comedor ya estaban Osi,
David y Helios, que por primera vez lo presentaba oficialmente a sus amigos.
Ada iba saliendo de la cocina con platos en la mano y David fue a ayudarla.
Cuando estuvo todo preparado, rodearon la mesa y levantaron todos sus copas.
ADA: Brindo por una sana
convivencia y por los retornos. A ver si pronto celebramos otra cuando vuelvan
Zac y Efrén —David ladeó la mirada—. No ha sido un retorno como yo esperaba,
pero me alegro de estar rodeada de amigos de nuevo. Chinchín.
—Chinchín —dijeron todos al
unísono.
Próximo episodio: lunes, 2 de abril de 2012 a las
21:00.