Priviuslí, en El mundo al revés: Zac y Efrén han estado de luna de miel
desde verano y al final Zac convenció a Efrén para que fueran a casa de sus
padres en Reino Unido, para ver al pequeño Bruno y porque estaba harto de
viajar. Lo que él no sabe es que Efrén pretendía mantenerse alejado de España
porque los terroristas lo amenazaron para que no delatara al líder, Noé.
Estando en Reino Unido, Zac sorprendió a Efrén encerrado en un cuarto y
llorando. Él evadió sus preguntas y le dijo que hablaría de ello cuando
estuviese preparado.
Efrén pareció identificar la voz de Jaime el día que se coló en la casa
de Noé y estaba preocupado por Luis, al haberse ido juntos al extranjero.
El año anterior, un día que Zac fue a estudiar al Politécnico, alguien
le disparó desde un edificio de una zona poca transitada y él se marchó de allí
al recibir un mensaje desde el móvil de Benjamín, advirtiéndole de que huyera.
Al quitar una sábana que cubría
los muebles del salón, una nube de polvo inundó la habitación. Ambos tosieron e
hicieron gestos con las manos para apartarlo, pero estaba por todas partes. Zac
abrió el balcón mientras Efrén seguía destapando muebles y el sofá.
ZAC: ¡Si es que es normal!
Teníamos que haber contratado a alguien para que limpiara mientras no
estábamos.
EFRÉN: No hacía falta. Ahora nos
dedicamos un par de días a limpiar y ya está.
El pequeño Bruno empezó a toser y
Zac se lo llevó a su dormitorio, pero no podían escapar del polvo en ninguna
estancia de la casa. Cerró la puerta y abrió la ventana, dejando entrar los
matutinos rayos de sol.
ZAC: Si hubiéramos venido antes
por lo menos… Mira que decirme que íbamos a volver y aún estuvimos en casa de
tus padres otro mes más —le gritaba encerrado en el cuarto—. Menos mal que aguantaron
un poco los caballos, porque el primer día fue la muerte. ¿O no? ¿Efrén, me
oyes?
EFRÉN: Sí, sí. Estaba hablando
con Ada por teléfono para decirle que ya estamos aquí —se fue acercando hasta
que abrió la puerta—. Me ha dicho que les enviamos una postal desde Atenas —se paró
a la altura de la puerta y mirándolo con desaprobación.
ZAC: Sí, ¿vale? Se la envié yo.
Pensé que estarían preocupados.
EFRÉN: ¿Y por qué lo hiciste
cuando te pedí específicamente que no lo hicieras?
ZAC: ¡Porque yo hago lo que me da
la gana, Efrén! —estalló después de estar mucho tiempo acumulando ira— ¡Que no
soy tu esclavo! Pienso por mí mismo.
EFRÉN: Vale, vale. No hace falta
que te pongas así —intentó apaciguar.
ZAC: Estoy harto de vivir a tu
sombra. Y estoy harto de tanto viaje.
EFRÉN: ¿Pero de dónde viene todo
eso?
ZAC: ¡Viene de una luna de miel
que se ha alargado siete meses!
EFRÉN: Pero, guapo… —le cogió de
la barbilla cariñosamente pero él se liberó.
ZAC: Necesito espacio, Efrén.
Necesito respirar —decía mientras se ponía su chaqueta lisa azul, que parecía
más bien un chubasquero de pescador—. Hemos pasado demasiado tiempo juntos… Voy
a dar una vuelta —puso un tono más amable—. ¿Te quedas con Bruno, no? Que para
eso eres tú el padre y solo tú —empezó a reprochar de nuevo.
Efrén lo miró sin gesticular en
absoluto y Zac no esperaba otra cosa.
ZAC: Como imaginaba. A ver si lo
cuidas tú más a menudo a partir de ahora. Me voy a dar una vuelta.
EFRÉN: ¿Pero adónde vas a ir con
el frío que hace?
ZAC: A mí también me gusta salir
de casa, ¿sabes?
EFRÉN: Pero si no tienes a donde
ir —notó que le vacilaba. Y sabía que tenía razón, pero quería salir de allí.
Se metió en una mochila un poco
de comida y se fue sin dar más explicaciones. Salió tal cual iba: con su pelo
secado al viento, un suéter bien grande con su chaqueta encima y unos vaqueros
anchos y sin forma.
Andando por la ciudad estaba tan
perdido que no sabía ni cuál era su rumbo. Cavilando todo lo que había ocurrido
se puso a caminar con el piloto automático y a la que se dio cuenta estaba en
el Politécnico. Era un camino que había hecho muchas veces cuando iba a
estudiar a la biblioteca de la universidad. Incluso a pesar del tiroteo que
hubo y del mensaje de Benjamín que le decía que huyera. Nunca se había olvidado
de su amigo desaparecido. Ni estando de viaje.
Pensando y andando acabó en el
mismo edificio donde le dispararon. Aquello ocurrió un domingo y la zona
universitaria estaba desierta, pero un día entre semana como aquel no pensaba
que le fuera a pasar nada. Aunque mirando alrededor era un lugar tan apartado
que no se veía a nadie por allí.
Bang bang
Se volvieron a repetir los tiros
para su asombro y no sabía ni dónde meterse. Del susto se le cayó la mochila y
se abrió, esparciendo toda la comida que llevaba por el suelo. Zac se resguardó
sentado detrás de un coche.
ZAC: ¡Mierda, mierda, mierda!
¿Para qué me meto en estos líos yo solo?
No sabía por qué su instinto lo
había llevado hasta ese peligroso lugar. Pero quizás es que necesitaba un poco
de aventura. Emoción en su vida.
—Deja la mochila con la comida en
la puerta del edificio y lárgate —ordenó una fuerte voz de hombre que le gritó
desde una ventana.
ZAC: ¡No! ¡Que seguro que me
disparáis!
—¡Hazlo! —le gritó y volvió a
disparar cerca suyo.
Con el mismo impacto en el suelo
dio un salto y por inercia salió de su escondite, cogió la mochila y metió todo
lo que había por el suelo. Luego la llevó corriendo a la puerta del edificio de
donde provenía la voz y se volvió a esconder. Una mujer sobre la cuarentena de
edad salió a cogerla tan veloz como el viento, y al instante otra bala golpeó
el suelo, cerca de donde estaba Zac.
—¡Que te largues, he dicho! —exclamó
más cabreado incluso y Zac se fue corriendo.
Al poner un pie dentro de la
estancia, Zac todavía se sentía fuera de lugar. Solo habían pasado un par de
semanas desde que decidieron dejarle ayudar, ya que la primera vez
prácticamente le robaron la comida que se le cayó al suelo. Desconocía el
origen o la causa de aquel conjunto de gente, pero su instinto le decía que
estaba haciendo una buena obra ayudando a unas pobres personas que fuera por lo
que fuere, no tenían ni para comer.
ZAC: Toma, Néstor —le dijo al que
era el líder. Era un hombre alto y delgado. Un poco desgarbado. Con el pelo
negro y una barba muy descuidada. No se lo podía reprochar, viviendo en esas
condiciones—. Te he traído fruta, leche y unas magdalenas.
—Gracias —sonó agradecido pero a
la vez gélido—. Aunque todavía no estoy de acuerdo con que vengas aquí a
traernos nada. Hay muchas más probabilidades de que nos localicen.
—Yo te cojo eso —llegó la mujer
que salió a por la comida la primera vez que les ayudó. Le cogió la bolsa y le
dedicó una sonrisa amable. Sacó una manzana de la bolsa y se la dio a su hija,
que estaba sentada en una de las muchas sillas de mobiliario escolar que había
en la amplia habitación. Todos los demás permanecían lejos de las ventanas,
excepto el que vigilaba en ese momento, armado con una escopeta. No debería de
haber más de veinte personas en total—. No le hagas caso a Néstor. Tu ayuda nos
viene muy bien. Lo que nos traen no es suficiente para todos.
El jefe se fue hacia otra parte
sintiéndose desautorizado y la mujer se quedó hablando un poco con Zac.
ZAC: ¿Todo bien…? —quiso llamarla
por su nombre pero nunca se lo había preguntado.
—Sí. Como siempre.
ZAC: ¿Cómo te llamas? Lo digo
para poder llamarte por tu nombre y eso.
Néstor estaba en la otra punta de
la estancia, pero enseguida levantó una ceja, suspicaz.
—No hace falta. Creo que bastante
ha hecho él con decirte el suyo —le dijo en voz baja refiriéndose al líder, lo
cual lo hizo levantarse de donde estaba y empezó a aproximarse disimuladamente
a ellos—. Ya fue bastante duro dejar nuestras vidas atrás, pero no tuvimos
remedio. De lo contrario, estaríamos muertas.
A Zacarías le crecía por momentos
el deseo curioso de saber por qué esas personas estaban viviendo allí de esa
manera.
ZAC: Pero… —y al ver que se acercaba Néstor a
toda velocidad, otra pregunta le sorprendió a él mismo pronunciándose sola—.
¿Conocéis por casualidad a un chico que se llama Benj…?
—Solo tienes que traer comida —interrumpió
Néstor, que ya se había plantado al lado suyo.
Pasaron unas semanas y Zacarías
seguía haciendo el mismo trayecto que acababa en aquel sitio. Pero primero
tenía que recargar provisiones.
EFRÉN: ¿Adónde vas siempre con la
mochila esa tan cargada?
ZAC: ¿Podré hacer lo que me dé la
gana, Efrén? Voy a dar un paseo.
EFRÉN: Puedes hacer lo que quieras.
Siempre. Pero es que últimamente ya ni hablamos…
ZAC: ¿Quieres hablar? Vale. ¿Por
qué no me cuentas lo de aquella vez cuando te pillé llorando en casa de tus
padres? Me dijiste que ya lo hablaríamos y todavía estoy esperando a que llegue
ese momento adecuado.
EFRÉN: ¿Cómo eres tan rencoroso,
tío?
ZAC: ¿Rencoroso yo? Ahora sabes
lo que se siente cuando haces una pregunta y no te contestan. O cuando sabes
que alguien oculta algo y no te lo quiere contar.
EFRÉN: No es lo que tú piensas.
ZAC: ¡Pues si no es lo que yo
pienso, dímelo! Eso y todas las movidas que te traes últimamente con tus
abogados. ¿Estás preparando los papeles del divorcio?
EFRÉN: ¡Pero, Zac! ¿Qué estás diciendo?
Yo te quiero. Son cosas del pub. Nada más.
ZAC: Ya, claro —seguía
desconfiado—. No tendrás por ahí algún putón… Que ya me han dicho que antes de
conocernos tenías una vida sexual muy movidita.
EFRÉN: ¿Te lo ha dicho la perla
de David, verdad?
ZAC: Eso no viene a cuento —se
puso su chaqueta y una bufanda finita de algodón a rayas y cuando iba a dar un
portazo para hacer su salida triunfal, apareció Ada. La dejó pasar y fue
entonces cuando cerró la puerta de golpe.
Ella se quedó extrañada. Miró la
puerta y luego miró a Efrén.
ADA: Ais, a veces ese
temperamento me recuerda a Luis. ¡Por cierto! He hablado con él y dice que
están muy bien.
EFRÉN: ¿Jaime y él? ¿Los dos?
ADA: Claro que los dos. ¿Por qué
preguntas eso?
EFRÉN: Debí de confundir a Jaime
con otra persona, pero me lo imaginaba peor.
ADA: Yo también le tenía manía.
Pero al parecer son felices —fue directa a coger a Bruno—. ¡Madre mía lo que
pesa ya! Dentro de poco no puedo ni cogerte.
—Teta Ada —dijo el niño y ellos
se quedaron desconcertados.
EFRÉN: Mejor llámala “tía” Ada,
cariño. Que lo de “teta” nos recuerda a otra persona que no quiero recordar —dijo
esto último con la boca de lado.
El niño empezó a impacientarse de
estar en brazos y Ada lo dejó en la alfombra con sus juguetes mientras se sentaba
en el sofá para charlar con Efrén.
EFRÉN: ¿Cómo está David? No hemos
hablado casi nada desde que volvimos…
ADA: Ais… ya sabes cómo es.
Todavía sigue “enfadado” por lo de que estés con Zac. Pero por lo demás, muy
bien. Está medio saliendo con el policía este. Es un chico muy majo.
EFRÉN: Me alegro que por lo menos
le vaya bien. No como a mí…
ADA: ¿A qué te refieres? ¿Qué
pasa?
EFRÉN: No sé. Zacarías lleva unas
semanas que se va con una mochila y no me dice ni a dónde se va. Y encima se
atreve a insinuarme que si tengo una aventura… Creo que esa luna de miel tan
larga nos hizo mella.
ADA: ¿Es que a quién se le ocurre
hacer un viaje tan largo? Es normal que te hartes de la otra persona después de
tanto tiempo juntos día y noche. Pero ya os arreglaréis… ¿Tú no crees que te
esté engañando él, no?
EFRÉN: No, no lo creo. Zac no es
así.
ADA: Pues entonces deberíais de
hablarlo. Si dejáis que esto siga así de mal, se pondrá peor. La clave para que
una pareja funcione es la comunicación.
EFRÉN: Sí —se quedó pensativo—.
Desde luego algo tengo que hacer al respecto. Las cosas no pueden seguir así…
Mientras tanto, Zac ya había
llegado al Politécnico y le estaba dando los alimentos que había comprado a la
madre de la hija, que siempre era mucho más cariñosa que Néstor.
—¡Uuuh! ¡Por Asir! Pasteles y
todo —dijo emocionada.
—¿Cómo eres capaz de seguir
diciendo esas cosas? —le reprochó el líder.
—He sido toda la vida de los
Discípulos de Asir y creyente. No puedo quitarme esas expresiones de sopetón.
—¡Pues por culpa de esos
cabrones…! —miró a Zac y se mordió la lengua, dándose la vuelta y golpeándose
la palma de la mano contra el puño.
ZAC: ¿Se puede saber qué pasa?
¿Por qué estáis aquí? ¿De qué os escondéis? ¿De qué huís?
La sala enmudeció y todos, hasta
el que estaba de guardia en la ventana se le quedaron mirando.
—No metas tus narices donde no te
llaman y nunca tendrás que llevar una vida como nosotros —le amenazó Néstor señalándolo
con el dedo índice—. Es mejor que no te involucres. Esas son las condiciones.
Próximo episodio: lunes, 9 de abril de 2012 a las
21:00.
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