PARTE 2
«El ex-futbolista que hace unos
años estuvo a punto de fichar por primera división, Efrén Martínez, ha tenido
un accidente de coche mortal. Parece ser que el joven conducía bajo los efectos
de las drogas y el alcohol, al igual que en el siniestro que le arrebató de las
manos ese contrato multimillonario años atrás. Tras horas en el quirófano los
médicos pudieron salvarle la vida, para luego acabar muriendo por
complicaciones derivadas de la cirugía. Y por último, los desparecidos de este
mes son…»
La televisión se apagó a manos de
Ada, que indignada comentaba lo que acababan de decir.
ADA: ¡Eso es mentira! ¡Lo de las
drogas fue porque Pascual se las echó! ¡Él nunca tomaba drogas! Ahora encima lo
hacen quedar como un alcohólico y un drogata.
ULISES: La prensa es así —le dijo
cogiéndola por los hombros—. Sólo les importa el morbo y el espectáculo y no la
información. Da igual que no sea verdad porque la gente se cree todo lo que
sale por la tele.
En el piso todos se estaban
vistiendo con colores oscuros para ir al funeral de Efrén. Llevaban un par de
noches sin pegar ojo, sobre todo David, que tenía unas marcadas ojeras en la
cara. Ada lo disimulaba mejor con maquillaje.
OSI: ¿Te recoge Helios o te
vienes con nosotros? —le puso la mano en la espalda cuidadosamente.
DAVID: Helios no puede venir.
Está de servicio, pero se pasará luego. Me ha estado apoyando tanto estos días…
IS: ¿Y qué va a ocurrir con
Bruno? Pobre crío. Con dos añitos que tiene y se le muere el padre.
Todos se callaron. El silencio
que se hizo parecía no molestar a nadie. El único sonido de fondo era una
retahíla de petardos, ya que la gente apuraba sus reservas de pólvora al ser esa
noche la que se quemaban las Fallas y por lo tanto, cuando acababan las fiestas.
En comisaría, Helios le estaba
dando vueltas a la cabeza a la cadena de sucesos que había provocado la muerte
de Efrén. Su instinto de policía le decía que algo pasaba ahí.
HELIOS: Vamos, Ferrer, no tiene
sentido que él fuera solo por esos caminos. No llevan a ninguna parte —le decía
al compañero que llevaba el caso. Le cogió el informe del accidente con toda la
confianza que tenía con él y se puso a leerlo.
—Recuerda que Ramos ha dicho que
no te puedes involucrar. Que conoces al fallecido.
HELIOS: Sí, sí. Claro —dijo sin
parar de leer.
—Te amenazó para que no siguieras
por tu cuenta —le advirtió quitándole los papeles de la mano.
HELIOS: Bueno, ya he visto todo
lo que necesitaba. Si me disculpas…
—¿No irás a mirar algo de lo que
hayas leído, no?
HELIOS: No. Voy al funeral del
pobre amigo de mi novio.
—Novio, ¿eh?
HELIOS: Suena raro decirlo, pero
sí. Es mi novio —anunció con orgullo.
El funeral consistió primero en
una pequeña oración asirista en el propio cementerio, pedida expresamente por
los padres de Efrén que vinieron de Reino Unido, seguido del depósito de sus
cenizas en la cripta familiar. Desde el momento en que llegaron le quitaron a su
nieto de los brazos a Zacarías y no se separaban de él ni un minuto. El hermano
del difunto, Romeo, también salió del internado para tan triste ocasión.
Incluso Ofelia, la que fuera matriz del pequeño Bruno y gran amiga de Efrén,
acudió junto a su novia Sandra. Todos los demás amigos estaban también. Osi lo
llevaba por dentro, manteniendo el tipo. Ada llevaba unas enormes gafas de sol
que le tapaban toda la cara, al igual que David. Ada se secaba la cara una y
otra vez, pero era sobre todo David el que más lloraba. Is y Ulises permanecían
más enteros a su lado, cogiéndolos de los hombros para mostrarles su apoyo,
aunque no parecía estar surtiendo ningún efecto. Zacarías estaba desconsolado
por haber perdido a su marido, pero en esos instantes no hacía más que mirar a
Bruno, en brazos de sus abuelos. Ulises lo vio y fue a hablar con él.
ULISES: ¿Por qué tienen ellos al
niño? ¿Es suya la custodia?
ZAC: Seguro que sí —contestó con
odio—. Efrén nunca quiso que yo fuese también el padre.
ULISES: No digas tonterías. Es
evidente que has sido un buen padre para él. Otra cosa es lo que digan los
papeles. Pero eso está por ver.
Le puso la mano en la espalda
para consolarlo.
ZAC: Era lo único que me podía
ayudar a seguir adelante y va y me lo a quitar.
ULISES: No seas tan negativo.
Esperemos a ver qué pasa.
A Zac se les escaparon varias
lágrimas que se quitó con las manos enseguida y lo miró sonriendo.
ZAC: Gracias por los ánimos. Si
es que en realidad eres el más sensato de todos.
Ulises vio cómo se acercaba su
amigo Saúl al cúmulo de gente que rodeaba la cripta y se excusó para ir en su
busca. Una vez lo vio, le dio un abrazo y se puso junto al resto de amigos.
ADA: ¿Es tu novio? —le preguntó
sonándose los mocos, llena de curiosidad, pero sin quitarse ni un momento las
gafas de sol.
ULISES: No. Es que no quiere —dijo
estando él a su lado.
—Ya lo hemos hablado —le
respondió a Ada con naturalidad—. No vamos a ser nada, no es nada nuevo. Estoy
aquí para apoyar a mi amigo.
Ada torció la boca confusa de que
trataran todo eso con tanta normalidad, mientras que por otro lado y sin que
ellos lo escucharan, Is hablaba bajito con Ulises, que miraba contento a Saúl.
IS: Llevas todo el año detrás de
él y solo sois amigos. No te ilusiones…
ULISES: No sé. Pero es que me
intriga. ¿Por qué sigue quedando conmigo entonces? Yo creo que me quiere. Lo
que pasa es que no quiere admitirlo.
Is puso los ojos en blanco y
sonrió a Saúl al ver que los miraba. Éste se acercó a ellos y David aprovechó
para abrazarse a Ada de nuevo, cuando volvieron a llenársele los ojos de
lágrimas.
DAVID: Ni siquiera pude hacer las
paces con él —decía entre sollozos—. Llevábamos mucho tiempo enfadados.
Helios apareció por detrás, con
su traje de ir a trabajar, y a David le pareció su salvación en aquellos
momentos. Lo abrazó fuertemente justo cuando el cura terminaba la ceremonia,
metiendo junto a los padres de Efrén sus cenizas en la cripta.
—Arrocha —sentenció el sacerdote,
como se acababan todos los ritos asiristas.
—Arrocha —dijeron todos al
unísono.
Zac hizo el amago de entrar
también, pero Ximo, el más alto y moreno, que siempre había sido el más hostil
de los dos, se giró y lo partió con la mirada antes de que pudiera poner un pie
dentro.
Al acabar, los asistentes dieron
el pésame a los padres y al marido del fallecido. Ofelia y Sandra se
despidieron de todos también. Estaban en un hotel y tenían que dejar la
habitación pronto para volver al pueblo, a llevar la tienda que regentaban.
ZAC: Aún os volveréis con uno
más.
OFELIA: ¿Pero qué dices,
chiquitín? ¿A qué te refieres?
ZAC: Nada, que no sé de quién
será la custodia de Bruno. No sé a quién se lo ha dejado Efrén y estaba
pensando que a lo mejor os lo ha dejado a vosotras. En unas horas lo sabremos,
que tenemos que ir a leer el testamento.
OFELIA: Por lo que hablábamos por
teléfono, Efrén me ha contado siempre que te ocupabas tú del niño. Que hasta
hacías mejor de padre que él. A mí no me lo habrá dejado, pero a sus padres ya
no sé —le cogió la cara con ambas manos—. Pero mucho ánimo. No me puedo creer
que ya no esté aquí —lo abrazó dando un gran suspiro para no volver a llorar.
ZAC: Preferiría que os lo
llevaseis vosotras y no ellos —cerró los ojos de emoción.
Andando por el cementerio en
silencio hacia la salida, la pesadumbre se palpaba en el ambiente.
DAVID: ¿Me llevas a casa? —le
preguntó a su novio.
HELIOS: Tengo que seguir
trabajando. Me he escapado un momento, pero tengo cosas que hacer.
DAVID: Muy bien —le dio un
cariñoso ósculo en los labios y se separaron a la salida.
Helios no estaba tan afectado
como el resto porque apenas conocía a Efrén, pero lo que le llamaba
tremendamente la atención era algunos cabos sueltos del accidente que causó su
prematura muerte. Habiendo memorizado todos los detalles del informe de su
compañero esa misma mañana, fue a inspeccionar el lugar del siniestro.
Tenía el ceño fruncido. Miraba el
barranco por donde cayó el coche y seguía frunciéndolo.
HELIOS: ¿No se supone que se
estampó con esa antena? En el informe pone que tanto el coche como la antena
estaban destrozados. ¡Es parte de lo que podía ser un escenario de un crimen! —Se
indignaba solo de pensarlo— ¿Por qué está ahí como si no hubiera pasado nada?
Además, es este el sitio, porque el monte está lleno todavía de pedazos de
chatarra del coche.
Prestando atención se dio cuenta
de que la estructura metálica que se alzaba imponente en medio del barranco parecía
muy reluciente, como si fuera nueva.
HELIOS: ¿Quiere decir que en dos
días han venido hasta aquí, y en ese lugar tan inaccesible han reparado la
antena? ¿Y de qué es esa antena?
No es que fuera la primera vez
que la viera, pero no tenía ni idea de para qué servía. Era como un repetidor
de telefonía móvil, pero de unas dimensiones mucho mayores. Vista de lejos ya
impresionaba, no quería imaginarse desde más cerca.
Observando el camino de tierra
que llegaba hasta allí, aún se apreciaban las huellas del coche de Efrén, y
otras de un fuerte frenazo justo en un camino que estaba a unos metros del
otro.
HELIOS: Estoy convencido de que
esto no fue un simple accidente —chasqueó
los dedos—. Tengo que echarle un vistazo al coche de Efrén que llevaron al
desguace.
Y sabía dónde estaba ese lugar.
Se acordaba de haberlo visto escrito en el informe de Ferrer, pero además
conocía el desguace de haberlo visto al lado de la carretera. No tuvo
demasiados problemas para entrar. Enseñar su placa le habría muchas puertas, ya
que desde que le ascendieron ya no llevaba el uniforme para trabajar, sino un
traje con corbata. Cuando localizó el amasijo de metal de lo que quedaba del
chasis perdió la esperanza de encontrar nada, pero al observarlo más de cerca, vio
unas marcas alargadas de pintura gris en los costados.
HELIOS: Esto no se hizo con el
choque con la antena —pensaba él—. Esto es pintura de otro coche… ¡No puede
ser!
La escena que parecía que
sucediese a cámara lenta le volvió a provocar el llanto a Zacarías. Creía que
ya no le quedaban más lágrimas que llorar, pero al ver a un padre tirando
petardos con su hijo, supo que ese tipo de cosas se las iba a perder con Bruno.
ZAC: Al menos me dejaréis verlo,
¿no?
Los padres lo miraron altivo con
el niño en brazos y Romeo, que iba al lado de ellos, le miró con compasión mientras
subían unas escaleras hacia el despacho del abogado.
—Ya bastante te habrá dejado de
todas sus pertenencias —contestó Quim.
—Eres un cazafortunas —espetó
Ximo, que llevaba a Bruno en sus brazos— y este plan te ha salido mal. No te
vas a quedar con nada nuestro, aunque te vayas a quedar con lo que te haya
dejado suyo.
—¡Basta ya! —Gritó Romeo y se
paró en medio de las escaleras—. Él está sufriendo lo mismo que nosotros.
Los padres de Efrén se quedaron
callados y siguieron andando hasta entrar en el despacho. Se sentaron todos y
el abogado procedió a leer el testamento.
Los ojos como platos y la
mandíbula desencajada, tanto de Ximo y Quim como de Zac, cuando el abogado leyó
el punto en el que la custodia de Bruno quedaba en manos de su marido, Zacarías
Huerta Jiménez, además de su casa en Valencia y todos sus ahorros. El pub se lo
había dejado a su hermano Romeo, que también se quedó harto sorprendido.
ZAC: Confiaba en mí —dijo para sí
mismo—. Para que fuera su padre.
—¡No puede ser! —Se levantó
indignado de la silla Ximo, mientras Quim seguía sentado, cogiendo en brazos a
Bruno. Luego le quitó el testamento de las manos al abogado y se puso a leerlo.
—¡Pero si llevan casados nada! ¡Y
seguro que tampoco hacía mucho que se conocían! —miraba Quim con desprecio a
Zac—. ¿Cómo no nos va a dejar nada, si somos sus padres?
Zacarías seguía sentado, pero al
ver lo favorable que había sido la sentencia para él, se creció en un momento, se
levantó de la silla y los miró a la cara a los dos, mientras Romeo se echó a un
lado.
ZAC: Puede que no conociera a
Efrén desde hace muchos años. Puede que no lleváramos juntos mucho tiempo. Pero
en tan poco tiempo, les puedo asegurar que lo quise y le conocí mucho más que
ustedes en toda su vida, que nunca han tenido el más mínimo interés en él. Y
ahora si me disculpan —dijo cogiendo a Bruno de sus brazos—, denme a mi hijo.
Cogió todas las cosas del niño y
salió del despacho, haciéndole una seña a Romeo para que le acompañara, ante la
impotente mirada de los padres de Efrén.
—Cuánto me alegro que las cosas
hayan salido bien —le dio un abrazo.
ZAC: Yo también. Lo di por
perdido —miró al niño, que lo llevaba en brazos— y ahora es mi hijo.
—De verdad que me alegro —le dio
un abrazo—. Lo que no sé es qué voy a hacer yo con el pub. No tengo ni idea de
cómo llevarlo.
ZAC: Tu hermano te lo dejó a ti
por alguna razón. Confío en su criterio. Y no te preocupes por el pub, que el
encargado, Nacho, te lo enseñará todo.
—Menos mal que ya estoy acabando
el bachillerato. Pero de todas maneras, no tengo ni dónde vivir.
ZAC: De eso quería hablarte.
Verás, llevo desde esta mañana pensando… Yo no puedo vivir más en esa casa.
Todo me recuerda a él —paró un instante al sentirse emocionado—. El piso, esta
ciudad… todo. Me quiero ir de Valencia. Y por lo que ha dicho el abogado, Efrén
ha sido generoso en dejarme tanto dinero… Así que había pensado en dejarte a ti
la casa. Para que vivas y desde aquí puedas hacerte cargo del Inframundo.
—¡Pero qué dices! ¡No puedo
aceptar esa oferta! Al menos, déjame pagarte un alquiler. O te la voy pagando
hasta que sea mía.
ZAC: Bueno —se lo pensó unos
segundos—, no te voy a decir que no. Allá donde vaya me tendré que comprar otra
casa —le salió una risa espontánea.
Se dieron un abrazo con Bruno de
por medio y su tío le dio un beso de despedida en la frente al pequeño.
Muy acelerado estuvo Helios desde
que creyó hacer un gran avance en la investigación del accidente de coche que
causó la muerte de Efrén. Pero tenía que andar con cuidado ya que, según la
comisario, no podía involucrarse. Por ello se llevó al desguace a su compañero
Ferrer, que era el que se ocupaba del caso, para mostrarle los restos del
automóvil siniestrado. Pero al llegar al lugar al que había estado hacía unas
horas, se encontró con que en el lugar donde estaba el vehículo, había otro.
HELIOS: ¡Pero no puede ser!
¡Estaba aquí! ¿Dónde está?
—Yo no tengo ni idea, Villalba.
Todavía no lo había visto.
HELIOS: ¿Se le ha hecho autopsia
al cadáver? —preguntó echándose las manos a la cabeza.
—¿Qué? ¿Autopsia? ¿Para qué? ¡Si
murió de postoperatorio!
Helios miraba con incredulidad el
sitio donde debería de estar el coche de Efrén y no estaba.
—¿Qué está pasando? ¿Hay algo que
no me estés contando?
Él lo miró con desconfianza y
prefirió callarse.
HELIOS: No, nada.
—Te recuerdo además que no puedes
inmiscuirte en este caso. Orden de la jefa.
HELIOS: Con ella voy a hablar
ahora mismo.
Derecho fue a su despacho en
cuanto llegó a comisaría y lo abrió de par en par, haciendo caer una de las
manos blancas que colgaban de la pared.
—¡Pero bueno, Villalba, a ver si
haces el favor de tocar a la puerta antes de entrar! ¡Menuda falta de respeto!
Mientras ella se levantaba de su
asiento para recoger la mano blanca, símbolo del Asirismo, pero que a menudo la
gente asociaba con los Discípulos de Asir, Helios empezó a hablar
nerviosamente.
HELIOS: ¿Habéis mirado las
cámaras de seguridad del hospital?
—¿De qué estás hablando?
HELIOS: Del caso de Efrén
Martínez.
Ella lo miró intolerante, se
agachó a por la mano y la colgó en la pared. Luego se sentó en su asiento y le
invitó a que se sentara él en la otra silla al otro lado de la mesa.
HELIOS: ¡Hay que mirar si recibió
alguna visita! —seguía alterado hablando sin parar y moviendo la pierna. Ella
lo miraba tranquila.
—Te dije que no investigaras este
caso. No es tuyo.
HELIOS: Pero…
—Nada —lo interrumpió—. No hay
pruebas de que fuera un crimen, como sugieres. Y ya te dije que no metieras tus
narices —se incorporó amenazante—. Te la estás jugando, Villalba.
HELIOS: Ramos, es que yo…
—Sal esta noche —volvió a
reclinarse en su asiento con un fajo de papeles en su mano sin hacer caso de lo
que decía—. Hoy es la cremà. Sal y diviértete. Desconecta.
Él se levantó de la silla con impotencia
de no poder ayudar y se fue.
La mecha se prendió y una hilera de
petardos explotó alrededor de la Falla prendiéndole fuego. Ada, Osi, Ulises,
Is, David y Helios se habían reunido para ver quemar el monumento del barrio. Sus
rostros eran cenizos, pero todos necesitaban una distracción, aunque solo fuera
momentánea. Las llamas empezaban a crecer y a dar calor y la gente iba haciendo
el círculo a su alrededor cada vez más grande. Todos contemplaban la escena en
un lúgubre mutismo. Osi vio las caras de abatimiento y trató de sacar
conversación.
OSI: Después de cuatro años aquí,
sigo sin entender para qué se hacen las Fallas. Se gastan millones y tardan un
año entero en hacer los monumentos, para luego quemarlas.
ADA: Pues para empezar es una tradición
—contestó ella, que era la que más sabía al respecto—. Hay varias teorías de
cómo empezó todo. La más aceptada dice que era la quema de las sobras de los
talleres de los carpinteros que se hacía todos los años en una hoguera
purificadora. Luego fueron aumentando en complejidad hasta lo que son hoy en
día. Y por supuesto, los asiristas tuvieron que meter sus narizotas para hacer
de una fiesta que se suponía pagana para dar la bienvenida a la primavera, en
algo religioso —sonrió a Osi—. Sin ofender.
OSI: No me ofende —dijo sacándole
la lengua que le arrancó una sonrisa al menos.
DAVID: El año pasado vimos la
cremà todos… Lo voy a echar mucho de menos —escondió sus lágrimas en los brazos
de Helios.
ADA: Y a Zac también lo echaremos
mucho de menos. Hasta al pequeño Bruno —estaba medio llorando y medio riendo.
IS: Lo que no entiendo es para
qué tiene que marcharse. Los expertos recomiendan no hacer grandes cambios
después de una pérdida así.
HELIOS: Sus motivos tendrá. Sus
motivos tendrá —se quedó pensativo mirando a la nada y abrazando a su novio.
El fuego empezaba a avivarse y
cogía altura, dando luz y calor a su alrededor, provocando que la gente se
alejara cada vez más.
ULISES: Bueno, yo me voy a casa. Tengo
series que ver. Y la verdad es que nunca me han entusiasmado las Fallas.
IS: ¿Quieres que te acompañe?
ULISES: No. No hace falta.
Quédate con ellos.
Al llegar a casa, lo primero que
se encontró al abrir la puerta fue un sobre que ponía su nombre. Al girarlo vio
que en el remite ponía “Zacarías”.
ULISES: ¿Para qué me ha dejado
una nota si ya se ha despedido de nosotros antes?
En la carta se incluía un mapa
con un punto que indicaba un lugar dentro de la Universidad Politécnica.
«Sé que eres la persona más sensata que conozco y es por ello que me gustaría
encargarte esta tarea. Hace tiempo que ayudo a unas pobres personas llevándoles
comida una vez a la semana. Te agradecería que continuases esa labor. No te
puedo contar mucho más, solo que son fugitivos de algo que ni yo sé. Comprobarás
que son reacios a hablar si preguntas sobre ellos, pero entiendo que serás
discreto en cuanto al tema y que por favor no le comentes a nadie lo que haces
o dónde están. Me sabía mal dejarlos de esta manera.
Ni yo mismo sé por qué empecé a ayudarles, porque fueron bastante
desagradables al principio. Quizás tenía la esperanza en el fondo de mi corazón
de que supiesen algo sobre Benjamín, pero creo que ya me doy por rendido con el
tema. Tendré que afrontar que desapareció y nunca más va a volver.
Espero que todo os vaya muy bien. Un beso.»
Zac no quiso perderse la cremà de
la Falla del Ayuntamiento, ya que era posible que no viera Fallas en algunos
años. Se metió en el tumulto de gente con el carro de Bruno y cuando las llamas
eran tan grandes como los edificios colindantes, se acercó un momento y lanzó
todos los papeles que tenía de Efrén y su diario.
ZAC: Al menos si buscan, no van a
encontrar pruebas de nada —pensó—. Yéndome de aquí por lo menos evitaré más
problemas, para mí y para mis amigos.
Se apoyó en el carro de Bruno y
lo miró apenado, pero ya no le quedaban más lágrimas que llorar. Una
conversación entre dos señoras le distrajo unos instantes.
—Qué buena alcaldesa tenemos.
Mírala ahí, en el balcón del Ayuntamiento.
—Tan campechana ella.
—¿Qué está haciendo?
—Chica, está animando a las
Falleras Mayores. Que están llorando porque su reinado se ha acabado.
—Hay que ver, qué buena mujer.
—¿Has oído alguna vez la historia
esa del novio que se dice que tiene?
—Siempre se ha rumoreado que es heterosexual
de esos.
—Pues se ve que tiene al amante
encerrado en casa sin poder salir.
—¿Pero qué me cuentas?
—Como te lo cuento. Y hay más.
Dicen que hasta hay un túnel secreto entre el Ayuntamiento y un pub de ambiente
heterosexual que hay en la calle de al lado.
—¡No! —dijo boquiabierta.
Zac se fue de allí y una vez más,
le resbalaron lágrimas por las mejillas. Parecía que no podía haber más allá de
donde venían, pero conforme se alejaba con el carrito y Bruno, se las tenía que
quitar de la cara.
ZAC: Purificación. Renovación.
Hasta siempre, Efrén. Hasta siempre, Benjamín. Hasta siempre, Valencia.
Próximo episodio: lunes, 30 de abril de 2012 a
las 21:00.