Priviuslí, en El mundo al revés: Ulises vivía con su madre Verónica y
su hermana Alicia antes de independizarse. Su madre Julia los abandonó cuando
era pequeño para irse con hombres, según Verónica.
Las actividades de los terroristas las subvencionan, entre otros, las
madres de Osi.
La vida siguió en Valencia
después de la muerte de Efrén. Pasaron las semanas y casi todos volvieron a su
rutina diaria, unos más afectados que otros. A Ulises no le varió demasiado el
día a día. Hacía muchos planes con Is, más caseros, de ver películas o series,
y quedaba con Saúl, con el que tenía una extraña relación. Sin embargo, tenía
una nueva tarea en su vida. Una vez a la semana, después de salir de la firma
de arquitectos en la que hacía las prácticas, cogía su bici y se iba a darles
de comer a esas personas que le indicó Zacarías en una nota antes de marcharse.
Se puso su sombrero sobre su pelo corto rizado para no despeinarse por el viento,
que aunque pareciese que lo llevase sin peinar, era un rizo en seco muy
calculado y se puso en marcha.
No sabía muy bien qué hacían
allí, escondidos en un edificio de la universidad pública al que no entraba
nadie. Suponía que era un buen sitio para esconderse al ser una zona periférica
y no solía haber ni un alma.
Trató de hablar con el líder,
Néstor, para averiguar de qué huían. Pero como ya le advirtió Zac, no soltaba
prenda y se ponía muy reacio si le insinuaba algo.
Después de varias semanas yendo,
nunca había visto entrar al edificio a nadie más. Los que estaban dentro
parecían no salir nunca. Pero ese día vio como una misteriosa mujer entraba,
pretendiendo no ser vista.
ULISES: ¿Querrá hacerles daño a
esta pobre gente? —pensó— Ya me avisó Zac de que huían de algo… Es solo una
mujer y va sola. Aparte de esa mochila que lleva no parece ir ni armada. Voy a
hacerle un placaje en cuanto entre por la puerta y así seguro que Néstor me
ayuda a retenerla.
Entró al edificio e hizo contacto
visual con el vigilante de la ventana.
ULISES: ¡No la han visto!
Conforme atravesó la puerta subió
corriendo las escaleras y justo antes de entrar alcanzó a la mujer por detrás. Ella
abrió la puerta y Ulises se le echó encima.
ULISES: ¡Ya la tengo! —gritó
reteniéndola.
Pero ella se revolvió y lo puso
habilidosamente a él boca arriba y contra el suelo, sacó un arma y le apuntó a
la cara.
ULISES: ¡¿Mamá Julia?!
—¿Hijo? —lo miró con los ojos
bien abiertos. Lentamente retiró la pistola y le dio un abrazo en el suelo. Él
se dejó abrazar, confuso.
Después se levantaron y Uli la
miraba analizando cada centímetro de su cara. Casi era una extraña para él. La
recuerda sobre todo por fotos que le enseñaba su madre Verónica.
ULISES: ¿Qué haces tú aquí?
¿Dónde has estado todos estos años? ¡¿Por qué te fuiste?!
—Hijo mío —le cogió de las manos
y lo miró con ternura—. Cuántas ganas tenía de verte —lo apretó de nuevo contra
su pecho, casi asfixiándolo—. Vengo a darles comida a estas personas.
—Sí —dijo Néstor en tono de
desconfianza cogiendo las cosas que se habían salido de la bolsa que llevaba—.
Gracias. No le quites ojo —se dirigió a un hombre que estaba cerca de la
puerta.
ULISES: Pero, pero…
—Fui yo la que fue a verte al
hospital. Cuando te hiciste la herida esa tan grave en la cabeza hace un par de
años.
ULISES: ¡Lo recuerdo! Pensaba que
había sido un sueño. Pero eras tú. Yo te vi.
—Creía que no lo superarías y fui
a verte, por si no te volvía a ver nunca más.
ULISES: ¿Y qué hay de Alicia? —le
reprochó enfadándose de repente—. Tu otra hija, ¿te acuerdas de ella? Fuiste tú
quien le insistió a mamá Verónica para tenerla mediante ingeniería genética y
luego la pobre nació con el Síndrome.
Julia dirigió la mirada hacia el
suelo, no pareciendo muy orgullosa de aquello.
—Verás. Tengo mucho que
explicarte, hijo. Tenemos que ponernos al día. Yo no puedo mantener el contacto
con nadie, por eso os abandoné. Pero… qué coño. ¡Me da igual! Ahora que ya me
has visto…
Ulises la siguió mirando,
desconfiado.
—Lo que pasa es que ahora me
tengo que ir. Me están esperando con el coche.
ULISES: ¿Pero adónde vas? ¡Si
acabas de llegar!
—Te prometo que te lo explicaré
todo. ¿Nos vemos esta noche, sobre las 10, aquí mismo?
ULISES: Vale —se conformó.
Julia salió de la habitación, asintiéndole
a Néstor, que no le había quitado el ojo de encima desde que entró, al igual
que el otro hombre de la puerta. Uli la vio marchar y no supo ni qué hacer.
Demasiadas emociones encontradas y contrariadas.
Nada más salir de allí, la
primera persona que se le vino a la mente con la que podía compartir tan
grandes noticias fue Is. Pero estaba trabajando. La segunda fue su otra madre y
su hermana. Pero, ¿qué les iba a decir si tampoco tenía nada que decirles?
Mejor las llamaría después de hablar con ella… Saúl. Tenía que contárselo a
Saúl. Y se fue emocionado para contarle aquello. Cogió su bici y pedaleó a toda
prisa hasta la casa de él, y conforme abrió la puerta se abalanzó encima suyo.
—¿Pero qué haces? —le apartó con
poca fuerza mientras Uli le besaba los labios y lo cogía fuertemente.
ULISES: Déjame. Sabes que quieres
—le seguía forzando, al notar que tampoco oponía mucha resistencia.
—Suéltame —le apartó la cara para
que no lo besara. Pero las manos de Ulises ya le estaban desabrochando la
bragueta y Saúl se dejó hacer. Aunque sin devolverle nada a cambio.
El momento fue eufórico. Casi
había olvidado lo que quería contarle. Pero la confusión posterior le quitó las
ganas.
ULISES: Qué estoy haciendo con mi
vida —pensaba él, estando tumbado al lado de Saúl, que permanecía en silencio
desde que acabó—. Me ha dado sexo por compasión. ¡Ni me ha tocado! Yo sé que él
quería… Bueno, se ha dejado… ¿Por qué no me siento bien? Quería que pasara
desde hace tanto tiempo, pero no es lo que imaginaba.
—Estarás contento —le dijo
levantándose del sofá y se dirigió al baño.
ULISES: Pues no —dijo para sí
mismo sin que pudiera oírle—. No lo estoy.
Se levantó y se fue sin
despedirse.
Eliseo iba al volante, como
siempre cuando llevaba a Noé a la sede del Consejo. Aunque parecía más bien un
taxista, porque luego una vez llegaban, Eliseo lo esperaba en el coche hasta
que saliera. Pocas personas tenían permiso para entrar libremente a las
instalaciones y Noé se había ganado ese derecho desde que fuera elegido
miembro.
NOÉ: No podemos seguir buscando a
ciegas a los puñeteros Siervos —decía retorciéndose el bigote—. Tienen que
estar en alguna parte. Su anterior base era bastante grande. Eso no se esconde
así como así.
—Llevamos meses buscando y nada,
ninguna pista que seguir.
NOÉ: ¡Algo tiene que haber!
—Por lo menos nos libramos del
chivato ese.
NOÉ: Gracias a que yo tuve que
acabar la faena. Es que no haces nada bien —le dio un cachete en su reluciente
calva. Él perdió un poco el control del volante y casi se sale por el barranco
que daba al río. Pero encogió la cabeza y siguió conduciendo.
—Igual con la operación de esta
tarde se soluciona algo —trató de animar a su superior.
NOÉ: Tengo esa esperanza —admitió—.
Si no llega a ser por ese idiota… Mira que acercarse al sitio aquel en el
Politécnico sin ningún miramiento… Estoy convencido que no sabe ni a quién está
ayudando. Sabía que tenía que mantener vigilados a los amiguitos.
—Sí, jaja —respaldó satisfecho de
haber acertado con el comentario.
Cuando llegaron a la sede de los
Discípulos de Asir, Eliseo esperó en el coche mientras Noé hacía a pie el tramo
hasta llegar y entraba y participaba en una importante votación interna del
Consejo. Sabía que con la manera radical de actuar de su grupo de terroristas
no contaba con la simpatía de todas las congregaciones de los DA, ni tampoco
con la del propio Consejo. Pero esa votación marcaría un antes y un después, y
él estaba allí para asegurarse de que todo se tornase en su favor.
Acabado el proceso de votación al
que por primera vez asistía en persona, Epifanía, que era miembro también, se
acercó para darle la enhorabuena.
—Me alegro de que a partir de
ahora vayamos a subvencionar entre todos vuestras operaciones —le dio la mano
muy correcta. Y a pesar de que la temperatura era más bien alta, no se había
quitado la manga larga que llevaba y que ocultaba sus quemaduras—. Por un voto
solo, seguro que el tuyo. Porque siempre que se había hecho antes había salido
que no. Pero bueno, por fin tienes lo que querías. Que entre lo que poníamos mi
mujer y yo solo, no se podía hacer mucho.
NOÉ: No te engañes —le dijo
fríamente—. Ambos sabemos que me dabas ese dinero para proteger a tu hijo y que
no se lo llevasen los Siervos de Suty.
—Pero aunque ahora no te paguemos
más nosotras directamente, ¿seguirás protegiendo a Osi, no? —preguntó
pareciendo preocupada—. No le sentaría nada bien a Soledad un disgusto así.
NOÉ: Sí, claro. Claro que lo
seguiremos protegiendo —sonrió misteriosamente.
Ulises se tomó su medicación para
tratar su trastorno bipolar, como todos los días, y en ese momento llegaba su
buena amiga Is. Necesitaba desahogarse con alguien, ya que con Saúl solo había
conseguido confundirse más. Suceso que también le contó a continuación.
ULISES: Es que no sé. Acabé y me
sentí como una mierda.
IS: Vaya, al final va a resultar
que tenía razón David cuando te dijo eso de que solo te gusta lo que no puedes
tener.
ULISES: No sé para qué te conté
eso.
IS: Porque sabes que en el fondo
puede tener razón.
ULISES: Puede ser. Pero este caso
es diferente. Ha accedido a tener sexo, pero él no me ha correspondido. Solo se
ha dejado hacer. Me ha hecho sentir como una puta.
IS: Eso es porque evidentemente
no está interesado en ti. Se ha dejado llevar por la lujuria, pero ya está.
Aunque haya pasado esto, no cambia nada. Yo no creo que vaya a estar contigo
nunca. Ya sea por su parte, que no está interesado, o por la tuya, que te
gustan las cosas imposibles, pero solo mientras lo sean.
ULISES: Estoy confuso. Y tú, podrías
apoyarme un poco de vez en cuando en vez de estar atacándome continuamente —le
reprochó molesto.
IS: Tú también te metiste conmigo
el otro día por lo de la chica que estoy conociendo —subió el tono de voz.
ULISES: Yo te doy mi opinión si
me la pides. Y esa es mi opinión.
IS: ¡Pues lo mismo te he dicho
yo! ¡Lo que pienso! ¡Porque tenemos confianza!
ULISES: ¿Pues sabes qué? ¡Que la
confianza da asco!
Ni la miró más después de decirle
aquello, ni ella le contestó tampoco. Se levantó del sofá y se fue de casa. Al
mirar el reloj se dio cuenta de que casi era la hora de quedar con su madre y
se fue derecho hacia allí. Se moría de ganas por tener por fin algunas
respuestas a grandes interrogantes que le habían perseguido a lo largo de su
vida.
Pero llegando con la bici al
edificio donde estaban los fugitivos, no notó tanta quietud como de costumbre. La
dejó aparcada un poco más lejos de lo habitual y continuó a pie. Acercándose al
lugar, vio que tampoco estaba el vigilante de la ventana y se oía mucho jaleo arriba.
Subió corriendo las escaleras y al mirar por la puerta donde solían estar, vio
a hombres armados que forcejeaban con los otros. De pronto el primer tiro.
Néstor había disparado a un individuo que trataba de apresar a uno de los suyos
y todos salieron corriendo por la misma puerta en la que estaba él.
—¡Por tu culpa nos han
encontrado! —le gritó lleno de furia Néstor cuando lo vio en la puerta—. Se ve
que te han seguido. O a ti o a tu madre.
ULISES: ¿Puedo hacer algo por
vosotros? —ofreció su ayuda al sentirse culpable de la situación que ni
entendía.
—¡Ya has hecho bastante! ¡Lárgate
de aquí, si no quieres que te disparen a ti también!
El segundo tiro lo puso todavía
más taquicárdico. Uno de los propios fugitivos se había suicidado al ver que lo
tenían rodeado en la habitación de la que seguían saliendo más y más personas.
Pasaron por delante suyo una madre con su hija.
ULISES: ¿Pero adónde iréis ahora?
—¡Eso no es asunto tuyo! —respondió
Néstor, que estaba asegurándose de que salieran todos de allí—. ¡Ya bastante
nos has jodido!
La madre, que tenía especial
cariño con Zac, lo miró apenada porque sabía que Ulises solo pretendía ayudar. Siguieron
todos corriendo y Ulises vio que dentro de la sala solo quedaban los que
parecían sus enemigos y algunos que habían atrapado, así que salió corriendo
detrás del grupo que dirigía Néstor.
Al salir a la calle se
encontraron con más hombres armados de cara a ellos que empezaron a disparar.
Todos se dispersaron y se escondieron menos una persona, que fue alcanzada y
cayó al suelo.
Fue uno de esos momentos en la
vida que se viven a cámara lenta. Ulises oyó el ruido del disparo, vio una
persona de pie, y al instante era su madre Julia esa persona que estaba cayendo
al suelo, alcanzada por la bala. Vio hasta la expresión de miedo en su cara y
cómo se desplomaba contra el césped. El hombre que le disparó se acercó para
identificar a su víctima y otros compañeros suyos lo siguieron. Al mirar Uli a
su alrededor comprobó que los fugitivos ya se habían marchado y que solo quedaba
él, que se había escondido detrás de unos arbustos. No parecía que Julia
hubiera sobrevivido al impacto y antes de que bajaran los demás del edificio
prefirió huir sigilosamente de allí, al dar por perdida la única esperanza de
conocer el motivo de abandono de su madre la desaparecida.
El camino del Politécnico hasta
su casa fue automático. No podía ni procesar toda la información repentina de
ese día tan agitado. Aparece su madre después de tantos años y le dice que le
iba a explicar dónde había estado. Consigue por fin tener relaciones íntimas
con Saúl, después de tantos meses intentándolo, pero al final no ocurre como él
esperaba. Discute con su mejor amiga. Y para colmo, ve morir a su madre delante
de sus narices, a manos de unos hombres que ni sabe los motivos que tenían para
matarla.
Su cara era un poema. Conforme
entró por la puerta, Is seguía de morros por la conversación de antes, pero
nada más verlo se acercó para ver qué le pasaba.
ULISES: ¡¡Aaaaahhhh!! —chilló con
toda la fuerza de sus pulmones y luego tiró todo lo que había encima de la mesa
violentamente—. ¡¡¡Aaaaaaaaaahhhhhh!!! —volvió a gritar apretando los puños,
esta vez más fuerte y más desgarrado.
Is lo miraba sin saber qué hacer
o qué decir, pero finalmente Ulises se derrumbó. Se puso a sollozar y luego a
llorar sin parar, echándose al suelo. Ella se acercó y lo abrazó, y él se lo
agradeció devolviéndole el abrazo.
Saliendo de la sede de los DA,
Noé no podía estar más henchido. La votación había salido como él esperaba y
todo iba según lo previsto. Eliseo arrancó el coche nada más verlo y se fueron
de inmediato.
—La operación ha salido bien. Han
atrapado a unos cuantos.
NOÉ: Tenían que haberlos atrapado
a todos. Inútiles —espetó con desprecio.
—¿Ha ido bien la votación? —entrecerró
los ojos como si esperara una contestación negativa y de paso una reprimenda.
NOÉ: Estupendamente, señor.
Mañana informaré de que le quitamos la protección a Osi de inmediato.
—¿Y eso? —lo miró, apartando la
vista de la carretera.
NOÉ: ¡Mira adelante! Que bastante
peligrosa es esta carretera —le dio un empujón en sus amplios hombros—. Con lo
de Osi lo que conseguimos es matar dos pájaros de un tiro: nos deshacemos del
pequeño reproductor, ya que no nos sirve de nada ni ha mostrado sus poderes, y
que vaya al Infierno donde debe de estar con todos los desviados. Y por otra
parte… ¿Y yo por qué te estoy contando todo esto?
—¿Porque soy tu socio?
NOÉ: ¿Mi socio? —sonrió fríamente—.
Calla y conduce —le dio una colleja.
Al día siguiente y después de una
mala noche en la que a Ulises le costó conciliar el sueño, Saúl fue a su casa
para hablar con él. Uli le dejó pasar y se sentaron ambos en el sofá con una
tensión palpable.
—Voy a ir al grano —rompió el
silencio Saúl—. No estoy orgulloso de lo que pasó ayer. Nuestra relación se ha
vuelto enfermiza y no quiero que juegues más con mi falta de sexo para volver a
llevarme a la cama.
ULISES: Mira, Saúl —le dijo
rendido de cansancio y sin sentirse con fuerzas—. No tengo ganas de hablar de
esto ahora. Ayer…
—Déjame hablar. Tengo que decirte
todo lo que te quiero decir y me voy.
Ulises le otorgó la palabra para
que se fuera en cuanto antes.
—No quiero que nos veamos más.
Necesito poner distancia de por medio.
ULISES: ¡Si necesitas poner
distancia es que me quieres! ¡Yo-yo-yo creo que te quiero! —se puso a llorar
por la tensión acumulada y lo que llevaba todavía arrastrando de su madre.
Saúl bajó la mirada y le volvió a
mirar a los ojos.
—Yo a ti no te quiero, Ulises.
Entiéndelo.
ULISES: ¡Pero es que yo te
necesito ahora! Te necesito más que nunca —le cogió las manos, pero él las
soltó enseguida.
—Lo siento. Esto es el cuento de
nunca acabar. Además, no sé si somos amigos realmente o solo eras tú intentando
que yo te quisiera —se levantó y se fue hacia la puerta—. Te deseo de corazón
que te vaya bien. Adiós.
Ulises cogió un almohadón del
sofá y se lo apretó fuerte contra la cara porque ya no quería llorar más. Pero
Is, que se había quedado en el cuarto esperando para salir cuando acabaran la
conversación, salió y lo consoló, como la noche anterior.
IS: Ha sido lo mejor, Uli. Él
nunca te iba a querer como tú te mereces. Y tú te mereces algo mejor.
ULISES: Tú también te mereces a
alguien mejor que la pedorra esa con la que estás saliendo —replicó para no
ahondar en lo acababa de pasar e Is se lo concedió, comprendiendo cómo se
encontraba en ese momento.
IS: Sé que no te gusta y yo
tampoco sé a dónde llevará esto. Pero por favor, no decidas por mí y déjame
vivir mis propios errores. Aunque esto no me lleve a nada, por lo menos lo
disfrutaré todo lo que pueda. No soy de cristal. Sé que solo quieres lo mejor
para mí, al igual que yo lo mejor para ti, pero este control mutuo tiene que
acabar. Que cada uno haga lo que quiera a partir de ahora y sin juzgar. ¿Trato?
ULISES: Trato —dijo sonriendo y
sorbiendo los mocos de cara al cojín, mirándola por encima de él, que aún lo
tenía en toda la cara. Después soltó el almohadón y la abrazó—. Ojalá fueras un
hombre. Serías mi pareja perfecta. Nadie me entiende como tú.
IS: Es mejor una amistad. Y una
como la nuestra puede durar toda la vida. Las parejas van y vienen. Oye —le
dijo apartándose de él—, a ver si al final resulta que me quieres a mí.
ULISES: ¡Serás pedorra! —Rio
indignado—. Sí te quiero, Is. Pero en la cama… ¡No te tocaría ni con un palo!
Ambos rieron y se volvieron a
abrazar.
Próximo episodio: lunes, 7 de mayo de 2012 a las
21:00.
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