Priviuslí, en El mundo al revés: Helios fue retirado del caso que
investigaba la muerte de Efrén, pero ha estado curioseando datos a través de su
compañero, Ferrer, y tiene sospechas. La comisario, Ramos, le advirtió que no se
entrometiera.
Ada perdió su puesto de trabajo en el hospital La Caridad cuando dejó
morir voluntariamente a Israel, el novio de Noé y terrorista entonces, ya que ella
lo recordaba como el que les hizo pasar a Ada y sus amigos un episodio de
terror en el cortijo de las madres de David. Una enfermera muy asirista declaró
en su contra para asegurarse de que la despedían y ha estado metiéndose con Is
y Osi desde entonces por ser hetero/bi. Noé nunca supo que su novio murió por
una negligencia, ni mucho menos a manos de Ada, pero no se quedó satisfecho con
la explicación del doctor.
Ada se fue a dar ayuda humanitaria a África, pensando que así
recuperaría su trabajo en el hospital de fuertes influencias asiristas, pero al
volver no tuvo esa suerte. Lo único que consiguió es sentirse un poco mejor
consigo misma al confesarse con un cura y obtener su perdón.
Después de una cena romántica,
habían aprovechado que estaban solos en el piso un ratito para “acostarse” un
rato. En el proceso apasionado de desvestirse, David notó algo duro en los
pantalones de Helios.
DAVID: ¿Pero qué es esto que
tenemos aquí? —dijo con una sonrisa pícara.
HELIOS: Eso es mi pistola —se la
sacó y la dejó sobre el escritorio.
DAVID: ¡Uuuh! ¡Qué susto me has
dado! —pararon de manosearse—. ¿Por qué la llevas encima si no estás de
servicio?
HELIOS: Esta es la mía propia, no
la de policía. Vengo de prácticas de tiro. Lo hago a menudo.
DAVID: Madre mía, las cosas que
aprende uno de su novio después de meses saliendo.
HELIOS: Tú vas a tus clases de
artes marciales para defenderte. Es parecido.
DAVID: Ya, ya.
HELIOS: No sé, me gustan las
armas. Para protegerme a mí y a los míos. Pero me gusta más esta arma que tengo
aquí —le bajó la bragueta y empezó a quitarle los pantalones.
Cuando acabaron de intimar, se
quedaron tendidos sobre la cama hablando. Helios como siempre se retiraba el
flequillo de la cara y se lo intentaba levantar, como lo solía llevar él. David
miraba sus abdominales perfectamente marcados, como todo el resto de su fibrado
cuerpo. Aunque él no se quedaba lejos. Desde que empezara hace años a
ejercitarse en autodefensa había mejorado mucho su forma física.
DAVID: Siempre tienes muchas
cosas que hacer por lo que veo, Heli-Heli.
HELIOS: Me gusta estar ocupado —le
miró de lado y le acarició la cara.
DAVID: ¿Qué tal el trabajo?
¿Alguna detención interesante?
HELIOS: Sabes que no puedo hablar
de ello —se dio media vuelta en la cama—. Y bastante me cuesta aguantarme, che.
DAVID: Venga, ven aquí —le cogió
juguetón por el hombro para darle la vuelta.
HELIOS: Déjameee —se empezó a
reír.
Y entre tanto tocamiento acabaron
con las manos en la masa otra vez.
HELIOS: ¿Subimos a la terraza a
ver las estrellas, como el otro día? —propuso una vez rematada la faena.
DAVID: ¡Ay, qué tarde es ya! ¡Ada
me estará esperando! —se levantó de la cama y se puso a vestirse.
HELIOS: No te preocupes, yo
mañana también me tengo que levantar temprano. ¿Vais a salir por el ambiente
hetero?
DAVID: Sí, la voy a acompañar. La
pobre necesita animarse un poco. Entre lo de Efrén y que casi pierde a su novio
también.
HELIOS: ¿Y él no sale con
vosotros?
DAVID: Tiene guardia. Además de
mucho miedo desde aquel día.
HELIOS: ¿No ha denunciado
tampoco?
DAVID: Se ve que tiene miedo
también de quien lo tirara por el barranco. Está muy hermético al respecto.
HELIOS: Yo lo denuncio en su
nombre, pues.
DAVID: No te metas en esto, por
favor. Deja que haga lo que crea conveniente —le dio un beso y se puso la
chaqueta.
HELIOS: Es junio. Hace calor.
DAVID: ¡Calla! —le sacó la lengua—.
Yo es que soy muy friolero. Cierra bien cuando salgas.
HELIOS: Yo me iré a correr un
rato.
DAVID: Y por lo que veo vas
preparado —hizo alusión a su ropa deportiva, que siempre llevaba cuando no
estaba de servicio.
HELIOS: ¿Tienes alguna objeción
sobre mi forma de vestir? —le cogió y le empezó a hacer cosquillas.
Ada llevaba un rato bebiendo
cubatas ella sola dentro del pub y salió a un callejón a mear, ya que los baños
de mujeres del pub de heteros estaban abarrotados. Habitualmente los baños eran
unisex, pero en el ambiente estaban siempre separados para evitar encuentros
sexuales. Miró que no hubiese nadie cerca y se agachó entre dos coches. Pronto
sintió el alivio de le evacuación de orina y en cuanto se subió las bragas una
mano le tocó por detrás. No alcanzó a ver más que un grupo de personas que
estaban encapuchados y con las caras tapadas segundos antes de recibir el
primer puñetazo en la cara. Del impulso cayó de espaldas y se apoyó sobre el
capó de un coche, es cuando recibió otra patada en las piernas que la derribó.
A partir de ahí fue recibiendo una sucesión de patadas a la vez que oía cómo la
insultaban por ser heterosexual. Había voces de mujeres y de hombres.
—¡Procreadora coneja! ¿A cuántos
hombres te vas a follar para tener sus hijos? ¡Guarra! —oía al tiempo que
recibía otro golpe en las costillas.
—Puta desviada —se le acercó una
mujer para decírselo a la cara, pero Ada sacó fuerzas de donde no las tenía y
le quitó el pañuelo que le tapaba la cara.
ADA: ¿Tú? —y le dieron otro
puntapié por detrás.
Pronto notó como se hizo el
silencio y los insultos cesaron.
ADA: ¡Socorro! —aprovechó para
pedir ayuda, pero le dolieron tanto las costillas al hacer el esfuerzo que se
calló al instante.
—¡Eeeeeh! —gritó una voz
masculina de fondo.
Ada giró la cabeza desde el suelo
y vio como llegaba David corriendo y de una zancadilla redujo a uno. Los demás
salieron corriendo, pero David alcanzó a tumbar a otro más, cogiéndolo del
brazo y poniéndolo boca abajo en un ágil movimiento. Un montón de gente salió
del pub y vieron como se dispersaban los agresores. Salieron varios hombres
musculosos y se pusieron a perseguirles, atrapando a un par finalmente. Otros lo
único que hicieron, al ver a Ada en el suelo fue gritarles. Aunque algunos les
lanzaron hasta vasos de cristal para que se fueran.
Entre todos consiguieron retener
a varios y la policía se encargó de ellos. David ya se había ido con Ada al
hospital La Caridad, donde Osi los recibió acojonado. Después de atenderla
otros médicos en urgencias, la subieron a planta para tenerla en observación.
OSI: ¡Santa Ast! ¡¡Santa Ast!!
¡Tú fíjate las desgracias que nos están pasando últimamente! Asir me está
castigando por este estilo de vida. ¿Será este el mal camino del que me hablaba
esa mujer?
ADA: Osi, aquello fue una alucinación
—le dijo tumbada en la camilla y medio sedada—. Y apenas te acuerdas de nada
más de lo que te dijo. No seas como esos locos que aseguran que se les ha
aparecido Ast.
OSI: Por lo menos estás bien y
solo tienes unas costillas rotas —decía histérico mientras la abrazaba
suavemente, para no hacerle daño y haciendo caso omiso de su comentario—. Vamos
a tener que tener cuidado a partir de ahora. No podemos hacernos muestras de
cariño por la calle.
ADA: ¿Quién ha dicho eso? —replicó
despacio, por la medicación y el dolor—. Yo no me pienso achantar por lo que me
ha pasado. Ha sido mala suerte y ya está. Le puede pasar a cualquiera y hay
miles de motivos de desprecio en el mundo como la heterofobia. No voy a dejar
de ser yo misma por lo que ha pasado.
OSI: Qué valiente eres, cariño —le
dio un beso en la frente, en la única parte que no tenía un moratón o una
herida abierta—. No sé si eres tú o los calmantes los que hablan, pero siempre
has sido valiente por los dos. Te quiero.
ADA: Y yo.
Al día siguiente, Helios se
tomaba un café con su compañero Ferrer en comisaría. Después de charlar sobre
cosas triviales, Helios se quedó mirándolo pensativo.
HELIOS: Perdona que te saque el
tema otra vez, pero es que no entiendo cómo cerraron el caso.
—Villalba —saltó sin que dijera
nada más—. Hace un mes que el caso de Efrén Martínez está cerrado. Y sabes lo
que opina Ramos al respecto.
HELIOS: ¿Pero dónde está el
coche?
—Escúchame —se le acercó y cerró
la puerta de la sala de descanso—. Llevando este caso me he enterado de cosas
que es mejor que no sepas. Se rumorea que Ramos y todos los superiores son de
los Discípulos de Asir, y con esa gente mejor no meterse.
HELIOS: No creo que…
—¡Ferrer, Villalba! —llamó la
comisario Ramos desde su despacho y ellos abrieron la puerta de la sala y
fueron hacia ella con el café en la mano—. Reunid a un equipo y os encargáis de
la detención de un grupillo que ayer propinó una paliza chica. Salid ya para
allá.
Ambos dejaron el café en la
primera mesa que pillaron y salieron corriendo.
—Menos mal que no le dijiste que
a esa chica también la conoces. Si no, te retira del caso también.
HELIOS: De esta detención voy a
disfrutar mucho —dijo cargando su arma.
Tras una exitosa operación, Helios
fue a La Caridad para comunicárselo a Ada en persona.
Primero saludó a Is, que estaba
flirteando con el guardia de seguridad de la entrada, el que llevaba el control
de las cámaras de seguridad. Luego fue derecho a la habitación donde estaba
Ada, ya menos sedada y casi con el alta en sus manos.
HELIOS: Si no llega a ser por la
descripción que nos diste y los testimonios de los que retuvieron David y
otros, hubiera sido imposible localizar al resto.
ADA: A veces me sorprende lo ágil
que es David. Se ve tan delgadito y luego hace unas llaves…
HELIOS: A mí también me sorprende
a menudo —sonrió.
ADA: ¿Y se sabe algo sobre si tienen
algo que ver con los terroristas heterófobos? ¿Eran ellos?
HELIOS: Pues sí que era una banda
heterófoba, pero no se ha demostrado que tengan ningún tipo de conexión con los
terroristas.
Ella enfureció de repente, como
si reviviera lo que le pasó.
ADA: Esa put…
Toc, toc, toc.
Un médico entró por la puerta y
Helios se despidió y se fue para dejarlos que hablaran a solas.
—Me alegra que no haya sido nada
grave y de que estés bien —le dijo el que fuera hace unos años su adjunto y
tutor—. Evidentemente, como imaginarás, la enfermera que participó en la paliza
ha sido despedida —refiriéndose a la que identificó Ada, que era la que siempre
se había metido con ella en el hospital—. Independientemente de cómo quede el
juicio o lo que sea.
ADA: No esperaba menos.
—Y quiero que sepas, que el
hospital ha decidido ofrecerte tu antiguo puesto, si aún lo deseas.
ADA: ¿Mi qué? —se echó a reír y
al dolerle las costillas gimió y paró de inmediato.
—Sentimos el malentendido que
hubo con lo de aquel paciente que supuestamente no atendiste. Pero viendo que
el testimonio de esta enfermera no fue parcial, hemos pensado que quizá eso
influyera demasiado a la hora de tomar la decisión de despedirte.
ADA: De acuerdo —dijo incrédula
sin saber cómo reaccionar.
—No es que aprobemos tu estilo de vida, pero no queremos más
atención sobre este caso. Sabes que este es un hospital de renombre… Así que en
cuanto te recuperes, estás autorizada para volver a ejercer la Medicina en este
hospital. Yo sigo creyendo que eres una importante promesa —sonrió tibiamente.
Ada por fin se permitió el lujo
de sonreír, pero pronto se le torció la sonrisa, para convertirse en una amarga
expresión de duda.
Era ya casi de madrugada y Helios
se había quedado hasta tarde trabajando en la comisaría. Había un par de
compañeros más que se acababan de ir y cuando se quedó solo, entró en el cuarto
donde guardaban los archivos de los casos. Encendió la luz y se puso a mirar en
los archivadores. Pero al oír acercarse unos tacones no le dio ni tiempo a
esconderse. Ramos estaba en la puerta con los brazos cruzados.
—¿Qué haces aquí, Villalba? —se
le acercó y le quitó lo que estaba leyendo—. ¿Efrén Martínez? ¿En serio?
HELIOS: Ramos, es que…
—Te lo advertí. Te lo advertí un
par de veces… Te vas a tener que tomar unas vacaciones, Villalba.
Al agacharse para depositar el
archivo donde estaba, vio que un colgante con una pequeña mano blanca le salió
del escote y rápidamente se lo volvió a meter.
HELIOS: ¿Cómo que unas
vacaciones? ¡No puedes hacerme esto! ¡Mi trabajo lo es todo para mí!
—Eres muy buen policía, Villalba.
No quiero perjudicarte escribiendo nada en tu expediente. Creo que necesitas
desconectar un poco. Es todo.
Helios no quiso insistirle por
las advertencias que le había dado su compañero, y su comprobación al verle ese
collar. Todo cuadraba también con las manos blancas que tenía en la pared de su
despacho. No era algo exclusivo de los DA, porque solo era un símbolo del
Asirismo, pero mayoritariamente indicaba que pertenecían a ese culto.
Dos semanas después, Ada volvía
de su primer día de trabajo en el hospital. Ya recuperada visiblemente de sus
lesiones, pero preparada para incorporarse al mundo laboral. Conforme cerró la
puerta de casa, David la vio entrar y su cara la delató.
DAVID: ¿No deberías de estar
contenta de no tener que trabajar nunca más en los curros esos de la ETT?
ADA: Tengo que contarte una cosa.
Ella se confesó con el que antes
solo era un amigo más, pero que últimamente se estaba convirtiendo en su mayor
apoyo. Le contó toda la historia que ocurrió hacía ya más de un año y de la que
solo se enteraron Is y Osi. Después de escuchar todo lo que tenía que decir y
de consolarla un poco, David tenía claro cuál era la solución.
Todo lo que supo ella fue que al
día siguiente se encontró conduciendo y llegando a un cementerio, donde
averiguó que estaba enterrado Israel. La idea de David de disculparse con la
víctima, aunque fuera en la post vida, quizá le daría algo de paz.
ADA: No sé muy bien qué hago aquí
—empezó a decir una vez estuvo delante de la lápida—. No sé si mi intervención
hubiera ayudado, porque estabas muy grave cuando llegaste a urgencias, pero
desde luego no estuvo bien dejarte morir. No sabes CUÁNTO lo siento. No hay día
que no me venga a la cabeza. Aunque solo sea una milésima de segundo —cogió
aire para seguir—. Todos los días… Si pudiera volver atrás, no dudes que
hubiera hecho algo. Me arrepiento muchísimo. Y ahora mismo me siento un poco
estúpida hablando con una piedra —soltó una carcajada y luego se puso seria—,
pero creo que necesitaba hacer esto. No creo que puedas escucharme, pero si lo
haces, espero que allá donde estés me perdones. Adiós —se despidió dejando unas
flores.
Presenciando toda la escena se
encontraba Noé a la vuelta de la esquina, que no alcanzó a oír lo que decía.
Había ido a visitar al que fuera su novio y se encontró con la novia de Osi. No
la había visto hasta ahora en persona, pero desde lo de Efrén había recopilado
información sobre todo el grupo de amigos y sabía quién era ella. Lo que se
preguntaba era cuál sería su relación con Israel.
NOÉ: Ella es médico y trabajaba
en La Caridad —razonó—. Seguramente su adjunto estuvo implicado en la muerte de
Israel y ahora la manda a ella para no levantar sospechas. Lo que él no sabe es
que ahora tengo un arma para averiguar la verdad…
NOÉ: ¡¿Cómo que Ada Valero?!
—Eso ha dicho —le contestó
Leocadia.
—¿Me puedo ir ya? —dijo el
adjunto muerto de miedo, que lo tenía cogido del cuello Noé.
NOÉ: Pregúntale si está aquí
ahora.
—¿Está aquí Ada Valero?
La boca del médico se movió sola,
sin que pareciera que pudiera controlarla.
—No.
NOÉ: ¡Maldita reproductora! —soltó
al médico, que cayó al suelo—. ¡Vámonos!
Cogió a la niña de la mano y
salieron del cuartito del hospital donde habían interrogado al doctor. Noé
estaba furioso y andaba de forma exagerada. Al doblar un pasillo se chocó con
Helios. Leocadia se soltó de su mano, pero Noé acabó de bruces en el suelo.
Helios intentó ayudarlo a levantarse, pero él se soltó con desdén.
HELIOS: Perdona, ¿se ha hecho
daño?
NOÉ: Pues claro que me he hecho
daño —le espetó junto a una mirada fulminante. Cogió a Leocadia y se fue.
Con una camiseta, unos pantalones
cortos de deporte y unas chanclas, Helios se acercó al hospital para hablar con
Is. Se veía muy informal sin su traje, con el que había ido a La Caridad la
última vez. Pero lo que siempre llevaba peinado era su pelo enlacado.
IS: ¿Todavía no te han dejado
volver al trabajo?
HELIOS: Estoy que me subo por las
paredes. Todo el día en casa…
IS: ¿Vives solo?
HELIOS: Sí, bueno. Tengo un
pequeño estudio alquilado. Pero para mí solo me sobra.
IS: ¿Y no tienes familia a la que
visitar o algo? Así te entretienes.
HELIOS: No tengo familia. Mi
padre murió hace años y estoy solo en el mundo.
IS: Te entiendo perfectamente. Yo
porque tengo a Osi, pero antes estaba igual que tú —le puso una mano sobre el
hombro.
HELIOS: Además de que el caso de
Efrén me está matando, porque sé que ahí hay gato encerrado —esto último lo
pensó, porque sabía que no podía compartir esa información.
IS: Pues nada, aquí me tienes
para lo que quieras.
HELIOS: Pues ahora que lo dices…
Creo que te llevas muy bien con el guardia de seguridad que lleva lo de las
cámaras, ¿no? El caso es que si lo tuvieras entretenido un rato…
HELIOS: ¡Acabo de verlo, Ramos! —entró
en su despacho como un torbellino.
—¿De qué hablas? Según me consta
sigues de vacaciones.
HELIOS: Lo sé. Pero acabo de ver
las grabaciones de seguridad del hospital del día en que Efrén Martínez
falleció, y recibió una visita de un hombre y una niña y me los acabo de cruzar
otra vez allí mismo.
—Estás interfiriendo en un caso
investigado que además está cerrado. Te ordené que no lo hicieras.
HELIOS: ¡Ese hombre anda suelto y
puede ser un asesino! —se apoyó sobre su mesa envalentonado—. No sé su nombre,
pero era mi deber comunicarte lo que he averiguado. Aunque me cueste mi puesto
de trabajo.
—¡Ya está bien! —se levantó de su
silla—. Si eso es lo que quieres, ya lo tienes. Quedas suspendido de empleo y
sueldo. Devuélveme tu placa y tu arma.
HELIOS: Aquí las tienes —las dejó
con rabia sobre la mesa. Había pasado por casa para cogerlas, sabiendo que
aquello podía suceder. Pero no podía quedarse callado ante tal injusticia. Sin
decir nada más, salió del despacho y se dejó la puerta abierta.
Ramos siguió de pie viendo como
se marchaba y cuando lo vio salir por la puerta de la comisaría, cogió el
teléfono e hizo una llamada.
—Te han descubierto. Destruye
todas las pruebas. No puede haber nada que los lleve hasta nosotros tampoco.
Helios fue a ver a David para
contarle lo que había pasado, pero antes de llegar a su piso lo llamó y le dijo
que estaba yendo a la casa que era de sus madres y que fuera para allá, dándole
la dirección. Él fue, intrigado, pero aproximándose a la zona lo que le llamó
la atención fue una columna de humo. Conforme se acercaba a la casa, más cerca
la veía. Hasta que llegó y comprobó que era la fuente de donde provenía el humo,
al estar en llamas. David la miraba destrozado desde fuera mientras los
bomberos trataban de sofocar el fuego, pero las llamas consumían la casa entera
y hasta salían a respirar por las ventanas.
DAVID: La casa de mis madres. Mi
única fuente de ingresos… Y el hijo de puta de Noé se ha pirado sin más. ¡No sé
ni sus apellidos, Helios! ¡No puedo ni denunciarlo! Mi casa…
HELIOS: ¿No tenía contrato de
alquiler?
David se lo negó con la cabeza.
DAVID: Me lo pagaba en negro. Y
en mano. Culpa mía, lo sé. No sé para qué estudié Derecho si luego soy el
primero en infringir todas las leyes.
—Disculpe, señor De La Torre,
¿puede al menos describirnos al sujeto? —le preguntó un policía que había
acudido y le sonrió a Helios, que lo había saludado al llegar él.
DAVID: Claro que sí.
El informe con la descripción del
tal Noé llegó a la mesa de Ramos, que al leerlo lo hizo trizas y lo tiró a la
basura.
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