Priviuslí, en El mundo al revés: Helios siempre ha sido
una persona muy activa y lo de estar encerrado no lo está llevando muy bien. Al
mismo tiempo que se han creado tensiones dentro de la casa al no poder salir de
ella los protagonistas.
Helios se despertó
a las seis de la mañana abriendo los ojos de par en par, como si una alarma
hubiese sonado dentro de su cabeza. Aún tenía el horario de policía que no pudo
quitarse ni durante la baja que Ramos le obligó a tomarse antes de declararlos
fugitivos.
HELIOS: Hija de
puta —pensaba cada vez que se acordaba de lo mucho que trató de evitar que
investigara sobre la muerte de Efrén y de que lo traicionara de esa manera,
haciéndole parecer un terrorista. Él, que era la personificación de la
justicia.
El amanecer
tardaría aún un par de horas en dotar de colores lo que ahora era negro y gris,
pero su cuerpo le pedía a diario ponerse en pie a esa hora y lo hacía
alegremente. Comprobó a su derecha que David dormía con su antifaz y sus tapones
para los oídos, con lo único que había podido conciliar el sueño desde que eran
fugitivos, porque cualquier cosa lo despertaba. No ahora. Podía caer una bomba
nuclear que David se daría la vuelta y seguiría durmiendo. Helios sabía que a
él le gustaba levantarse tarde. De todas maneras, no tenían nada en que emplear
su tiempo libre, enclaustrados en la casa día tras día. Todos habían prometido
no salir al exterior por el riesgo de ser descubiertos, pero por una vez en la
vida, Helios tenía que romper las normas.
Había encontrado
una distracción en el deporte. No es que fuera algo nuevo para él, porque
siempre había corrido e ido al gimnasio, pero ahora más que nunca se había
convertido en su vía de escape. Hacer abdominales en la habitación ya no era suficiente.
Acostumbrado como estaba él en Valencia a salir a la calle y ejercitar su
resistencia física durante un par de horas, o simplemente, ir a trabajar y
emplear su tiempo en algo en lo que sentirse útil, estos últimos meses de
encierro se habían tornado en la prisión a la que había mandado a tantos
criminales en sus días de miembro del cuerpo policial.
Sabiendo que jugaba
con una ventaja de un par de horas, salió de la cama y se puso su ropa
deportiva, que ni con las prisas de hacerse el equipaje cuando los declararon
terroristas se había olvidado de meter en la maleta. Para él era como el
maquillaje en el bolso de cualquier mujer: imprescindible.
Bajó las desgastadas
escaleras de la antigua casa como si de un felino se tratase, pero la vieja
estructura de madera no se quedaba tranquila si no se quejaba al menos con un
inoportuno crujido. Helios quiso que la tierra lo tragase, pero siguió sigiloso
hasta el recibidor, donde movió la madera que tapaba el agujero que daba a la
parte de atrás, salió al corral y desde allí saltó el fácilmente escalable muro
que lo separaba de su momentánea libertad diaria. Salir por la puerta delantera
era demasiado arriesgado, ya que era más ruidosa incluso que las escaleras.
Aire puro de
montaña. Se paró en medio del camino cuando ya llevaba un buen recorrido.
Inspiró de nuevo y en su rostro se reflejó la felicidad. Olía no solo a
naturaleza, era el olor de la libertad. Hizo varios ejercicios de flexiones,
sentadillas y hasta ejercicios de levantar su propio peso con los brazos colgado
de la rama de un árbol. Todo ello seguido de una tanda de estiramientos, para
luego proseguir con su camino antes de que fuera demasiado tarde para volver y
los demás se hubiesen despertado. Los primeros rayos de sol eran su indicativo
de que su entrenamiento había acabado.
Llegar al cortijo
de nuevo era el momento crítico. De todas las veces que se había levantado para
hacer su rutina, ninguna de ellas había vuelto más tarde de las ocho de la
mañana, sabiendo que el resto de la tropa se levantaba mucho más tarde. Todos
excepto Is. La de la trenza no parecía dormir demasiado y desde bien temprano
ya estaba leyendo en algún rincón tranquilo de la casa alguno de los muchos
libros que encontraron en una habitación. Cada uno tenía su hobby: Helios salía
a correr, ella leía. Desde siempre, pero ahora parecía que todos los
sentimientos y todas las características de las personas se habían
intensificado con el efecto búnker. Normalmente Is leía en su propio cuarto por
las mañanas, pero alguna vez se la había encontrado saliendo al baño.
Helios trepó el
bajo muro y cayó silenciosamente sobre el montón de piedras de la parte de
dentro que aún lo ponía más fácil para escapar. La casa estaba en mal estado, y
el muro de piedras que rodeaba la casa no se libraba. Entró por el agujero y
volvió a poner la madera en su sitio para taparlo. Suspiró del alivio de saber
que un día más se había salido con la suya. Sediento como estaba, se disponía a
dirigirse a la cocina.
IS: ¿Quién anda
ahí? —su voz curiosa provenía del comedor y sus pasos se acercaban rápidamente.
A Helios le dio
tiempo de abrir la ruidosa puerta de entrada y volverla a cerrar, como si
acabara de llegar, y de pasarse la mano por el pelo para levantarse su
flequillo, por supuesto.
HELIOS: Soy yo —dijo
cuando se la encontró de frente en el recibidor.
IS: ¿Qué haces a
estas horas fuera de la casa?
HELIOS: He ido al
garaje para coger una cosa que me había dejado en el coche.
IS: Ahá. Y de ir al
garaje y volver vienes todo sudoroso, con una camiseta transpirable y
pantalones cortos, con el frío que hace —replicó desconfiada y siguió
cuestionando—. ¿Y por qué no has entrado por la puerta del garaje que da al
recibidor?
Pero no pudieron
seguir la conversación al bajar Ada en esos momentos las escaleras con cara de
sueño y pelo alborotado. Is la vio, puso los ojos en blanco y bajó las
escaleras hacia el sótano. Helios trató de disimular su pánico, al pensar que
casi lo pillan y que hoy se estaban levantando todos demasiado pronto.
HELIOS: Buenos días
—puso la mejor de sus sonrisas.
ADA: Buenos días —balbuceó,
arrastrando los pies y dirigiéndose a la cocina—. ¿Qué hay para desayunar hoy?
HELIOS: ¡Unas ricas
alubias en lata! —anunció con entusiasmo sarcástico, ya que poco más quedaba de
aquella gran despensa de comida que habían encontrado el día que llegaron—. A
no ser que te apetezcan unos de esos ricos tomates que cultivas en el huerto.
ADA: ¿A estas
horas, recién levantada?
Ada torció la boca
y siguió hacia la cocina, donde se sentó en la mesa, apoyó las manos sobre ella
y luego dejó caer su cabeza, rendida. Helios la siguió y se puso a beber un
vaso de agua que tanto necesitaba. Is entró en la cocina con una lata de alubias
en la mano y ni una ni la otra se cruzaron una palabra. Mientras una abría la
lata, la otra seguía con los ojos cerrados. Los segundos en los que Helios se
llenaba un vaso de agua del grifo y se lo bebía, transcurrieron lentos como el
crecimiento de una planta. El silencio hacía que solo se oyesen sus ansiosos
tragos de agua y solo hacía que mirar hacia la ventana, para evitar la violenta
escena de la cocina. Osi bajó a desayunar también, y nada más entrar en la
cocina casi hubiera podido cortar la tensión con un cuchillo.
OSI: ¿Buenos días?
Helios levantó las
cejas en señal de respuesta, pero siguió mirando por la ventana y bebiendo. Is
respondió un poco seca y Ada ni se molestó.
OSI: Buenos días,
diablilla —trataba de despertarla con pequeños toques con el dedo índice en sus
costillas. Ada saltó y sonrió
picarona.
OSI: No te he oído
levantarte hoy —le dio un beso en la boca que la dejó embelesada.
Un golpe seco llamó
la atención de todos, para comprobar que Is estaba tratando de sacar las
alubias del bote, haciéndolo chocar con el plato.
ADA: Te lo vas a
cargar.
IS: ¡Tú cállate!
OSI: Uy, uy, uy.
Esto no me gusta nada. Lleváis un tiempo las dos como el perro y el gato. ¿Se
puede saber qué pasa?
Helios se giró para
presenciar el espectáculo, que se anunciaba fuerte.
IS: Es normal que
haya un poco de tensión. Llevamos mucho tiempo sin salir de la casa. Y si no
mira tú y David con lo del cigarro, que te pegó y todo.
OSI: Es cierto que
estamos sometidos a cierta tensión —le sorprendió la brusca contestación—, pero
entre vosotras especialmente. Y no es nuevo de ahora, esto viene desde la
Renovación. ¿Hay algo que no me estéis contando?
Ada se puso a
dormir de nuevo e Is tensó los labios y siguió sacando las legumbres de la lata
con una cuchara. Al ver que el espectáculo no era lo prometido, Helios se fue a
ducharse, antes de que alguien más se planteara qué hacía allí con pantalones
cortos, en pleno noviembre, y empapado de sudor.
Una vez limpio,
salió del baño solo con su toalla puesta y se fue al cuarto, para encontrarse
con que David lo estaba esperando despierto.
DAVID: A ti te
quería yo ver —enunció muy seriamente.
Helios dejó la ropa
sucia en el suelo e intentó no delatarse con su expresión. Parecía que no
podría escaparse un día más. No sabía ni cómo había conseguido irse todas las
mañanas sin que lo notase hasta ahora, pero por la cara que ponía su novio,
diría que las visitas mañaneras al bosque tenían los días contados.
Sin decir nada se
acercó a la cama donde estaba sentado y bajó la mirada en espera de la
reprimenda. David se levantó, cerró el pestillo de la puerta de la habitación y
empujó a Helios contra la cama, quitándole la toalla de un estirón y poniéndose
encima.
DAVID: Hazme el
amor como nunca me lo has hecho, Heli-Heli.
No esperaba esa
salida, y además del placer, le alivió saber que su rutina deportiva había
esquivado otra bala y seguía sin descubrirse.
Más tarde, ambos
bajaron a la cocina para desayunar-comer y se encontraron con Ada, Is y Osi,
que aún seguían allí, aunque era solo él el que parecía estar hablando.
OSI: Entonces como
no he sacado nada en claro y después de todo lo que ha pasado... David —saludó
al verlo.
DAVID: Osezno —devolvió
el saludo, algo tenso.
OSI: Lo del círculo
de la amistad que aprendí con los Jóvenes Discípulos me parece la mejor idea.
ADA: No teníamos
bastante con que nos quisiesen muertos como para que ahora nos vengas con estas
técnicas de las facciones juveniles de los Discípulos de Asir.
OSI: Olvídate de
que es de ellos. Es una buena manera de solucionar nuestros problemas. Si con
todo lo que ha pasado nos volvemos unos contra los otros en vez de permanecer
unidos, eso será nuestra perdición.
HELIOS: Estoy de
acuerdo —apoyó la moción—. Estoy harto de lidiar con vuestras rabietas y de
estar siempre en medio. Conozco el método: es ponerse en círculo y decir uno a
uno lo que nos molesta de los demás, tratando de solucionar nuestros problemas.
Será duro, y espero que seamos todos honestos, por muy brutal que sea la
verdad, pero espero que sea para bien.
IS: De acuerdo —declaró
con los brazos cruzados, preparada para la guerra.
ADA: Está bien —se
levantó de la mesa—. Pero voy a cambiarme y a ducharme. No esperaréis que lo
haga con estos pelos.
No solo Is puso los
ojos en banco esta vez.
HELIOS: ¿Uli va a
bajar de su cuarto?
IS: Lo dudo
bastante. Solo sale para ir al baño.
OSI: Pues tendremos
que hacerlo en su cuarto.
IS: No creo que
esté por la labor.
HELIOS: Tendrá que
estarlo. O al menos intentarlo —suspiró ante el reto por delante—. Tendremos
que poner todos de nuestro parte.
La manta con la que
solía taparse ya no era suficiente para el frío invernal de aquella habitación,
observó Helios. Ahora Ulises se sentaba apoyado en la cabecera de la cama, pero
tapado con el edredón por encima de sus hombros. Su pelo era como un nido de
pájaros, y su expresión parecía ida, pero de vez en cuando alzaba la cabeza
para escuchar lo que decían los demás. Is estaba a su lado y le daba la mano
cada dos por tres. Acababan de empezar con el círculo de la amistad.
OSI: Esto es más
tenso que la cuerda de un arco. ¿Me queréis decir por qué estáis de morros las
dos?
ADA: Está bien —se
levantó para enfatizar—. Aquí tu querida hermana me dijo que no era lo
suficientemente buena para ti y que tú podrías tener algo mejor —dijo con
orgullo sin ni siquiera mirar a la acusada.
Osi abrió la boca
del shock y miró a Is, que parecía avergonzada de ello. Varios intercambios de
miradas entre todos los presentes y largos segundos después, Osi se arrancó a
hablar.
OSI: No sé qué decir...
Lo primero, que me ha decepcionado un poco que le dijeras eso a mi novia, Is —al
hablar se notaba que eso del círculo lo había hecho antes, porque los demás
parecían más violentados—. Te aprecio como la hermana que eres, o más bien como
la hermana que nunca tuve y que he aprendido a tener en estos tres años que nos
conocemos, pero siento decirte que ni tú ni nadie tiene el derecho de juzgar mi
relación con Ada. Ya bastante sufrí el juicio de mis madres sobre todo lo que
hacía. Yo la elegí, yo la quiero, y tendrás que respetar mi opinión —Ada esbozó
una sonrisa orgullosa—. Como hermano te lo pido.
IS: Pero es que
yo...
OSI: Pero es que
nada, Is —la interrumpió y se impuso como nunca había hecho—. Acéptalo y punto.
Ada puede tener cosas que no te gusten, pero no la conoces en absoluto para
saber todas las cosas buenas que tiene y todo lo bueno que me aporta.
Is torció la boca e
inspiró profundamente.
IS: Lo haré por
ti... A lo mejor es verdad —empezó a recapacitar—. Puede que me haya comportado
como una cría celosa.
Ada parecía estar
en éxtasis silencioso. Le faltaba gemir del placer.
OSI: Por Asir, Is.
No tienes por qué estar celosa. Tu eres mi hermana y siempre lo serás. Y doy
gracias a Asir por haberte encontrado y poder decir orgullosamente que eres parte
de mi familia. Y como en todas las familias, se discute y luego nos
reconciliamos. Anda, ven aquí —rompió la tensión dándole un abrazo.
Ella parecía reacia
al principio, pero acabó abrazándolo también.
IS: Te quiero tanto
—empezó a sollozar de la emoción—. Y me sentía tan sola en el mundo hasta que
te encontré... No quiero perderte nunca.
OSI: Y nunca me
perderás —hizo un gesto a Ada para que se acercara y aunque reticente le
obedeció—. Creo que tú también deberías de disculparte.
ADA: Lo sé —pareció
ablandársele el corazón al presenciar aquello y se acercó despacio—. Lo siento,
Is. Yo también he sido un poco perrilla —dijo cabizbaja, avergonzada por su
comportamiento.
IS: Lo siento yo
también —se soltó de los brazos de Osi y se abrazó a Ada fuertemente sin parar
de llorar. En su fuerza al apretarse la una contra la otra se pudo apreciar lo
arrepentidas que parecían. Sobre todo en Is. Helios empatizó con la falta de
cariño familiar que parecía, al ser huérfana como él.
HELIOS: ¿A quién le
toca ahora? —le dio un codazo a David, cuando hubo pasado el tiempo oportuno
para que Ada, Osi e Is solucionaran sus asuntos pendientes.
David lo miró
enfadado, pero todos se habían comprometido a ello y Helios confiaba en que lo
haría. Sabía que le fastidiaba que lo forzara a hacer cosas que no quería, pero
era porque nadie hasta que él llegara lo había conseguido. David era un niño
consentido, pero poco a poco había ido cambiando desde que lo conoció. Ese
empujoncito suyo era todo lo que le hacía falta para hacer lo correcto.
DAVID: Lo siento,
Osi. Siento haberte pegado porque te metiste donde no te llamaban —sonó como la
falsa excusa que una madre obliga a un niño a decir.
Helios le dio otro
codazo, al ver la comprensible cara de desacuerdo de Osi.
DAVID: Está bien —cambió
de actitud y se relajó—. De verdad, que lo siento mucho —parecía más sincero
esta vez—. Tú solo pretendías ayudar y yo me pasé al pegarte una hostia.
Perdóname —bajó la mirada sin atreverse a mirarlo.
OSI: Estás más que
perdonado. Y no te muerdas la lengua. Tienes razón. Yo me metí donde no me
llamaban.
DAVID: Pero me
gusta que lo hagas. Sé que me aprecias tanto como yo a ti, Osezno.
Osi sonrió y se
dieron un abrazo. Luego David volvió al lado de Helios y entrelazaron sus manos.
Si bien a David no le gustaba en un principio que Helios le obligase a ese tipo
de disculpas, al final siempre se lo acababa agradeciendo a su manera.
DAVID: Ya no soy
esa persona que solía ser. Ya no —lo miró con cariño y le dio un beso.
Ulises, que había
permanecido callado hasta ahora, y nadie sabía si había escuchado algo de lo
acontecido, arrancó una inesperada disculpa, como si le hubiese poseído un
espíritu.
ULISES: Yo lo
siento también. Por estar así. Sé que no lo estaréis pasando bien. Sobre todo
Is —la miró y apretó fuerte su mano contra la suya.
IS: Tú no tienes
nada de qué disculparte. Tu condición no es algo que puedas elegir. Y nosotros
somos los culpables porque no hemos hecho nada para conseguirte la medicación.
Y ya es hora de que lo hagamos —le besó la mano y se la apretó con la otra
mano.
Ulises sonrió como
nadie lo recordaba.
Toc, toc, toc.
Unos golpes lentos
y secos se oyeron en la puerta de entrada y todos se asustaron. La felicidad
momentánea de haber solucionado sus problemas se vio interrumpida por ese inesperado
sonido.
DAVID: ¡¿Quién coño
puede ser?! —bajó la voz, gesticulando exageradamente.
OSI: Oh, Asir,
Asir. ¡Nos han encontrado, nos han encontrado! —su tono era contenido, pero la
desesperación se reflejaba en su rostro.
IS: ¡Anda, hombre!
¿Crees que si los DA nos hubieran encontrado llamarían a la puerta?
Todos cogieron aire
al unísono y Osi rió nerviosamente. Pero se notaba que ni aquella coherente
respuesta lo había tranquilizado del todo. Al fin y al cabo Is y él eran los
que tendrían que lidiar con lo que les pasara si les capturaran. Los demás
morirían rápidamente. Según oyó de boca de los DA solo necesitaban vivos a los
hermanos. La puerta volvió a sonar, esta vez más fuerte.
ADA: A lo mejor es
el vecino.
DAVID: ¿Qué vecino?
¡La casa más próxima está a kilómetros!
ADA: Ais, no sé. El
otro día vino un vecino a pedirme azúcar, pero no tenemos.
DAVID: ¿Y no te
reconoció?
ADA: Esta gente de
pueblo yo creo que ni ve la tele —relajó el tono de voz agitando la palma de la
mano en el aire—. No te preocupes.
IS: Eso de que
venga un vecino a por azúcar suena muy raro...
TOC, TOC, TOC.
Insistió el
repique, más fuerte todavía. Helios se ofreció voluntario para abrir, cogiendo
su arma con una mano y escondiéndola detrás de su espalda, pero sin soltarla.
Los demás se quedaron arriba en silencio, pero cuando Helios salió del cuarto,
salieron a las escaleras para ver quién era. Hasta Ulises, que nunca salía del
cuarto, parecía preocupado.
Helios abrió la
puerta de sopetón y se encontró con un anciano de apariencia amigable.
—Buenas tardes.
Venía pa' ver si me pue's prestar unas pataticas —hablaba el hombre bastante
fuerte y con notable acento manchego.
La calma volvió a
su cuerpo al ver al entrañable señor y soltó la pistola escondida en su
espalda.
HELIOS: Pueees,
andamos cortos de provisiones. Tenemos plantadas algunas en el huerto, pero no
quedan muchas. Déjeme ver qué hay por aquí.
Helios se metió
hacia la cocina y los demás respiraron tranquilos al ver que no era ninguna
amenaza.
Unos minutos más
tarde, el hombre salió de la casa con unas patatas en sus manos y se metió en
una furgoneta. Otro hombre, de apariencia similar pero más joven, salió por la
pequeña ventana de la casa que daba al sótano y se metió rápidamente en la
furgoneta. Al alejarse del lugar, un humo negro se intuía por la ventana del
sótano del cortijo para a continuación producirse una tremenda explosión que
hizo saltar la casa entera por los aires y dejar los restos en llamas.
Próximo episodio: lunes, 6 de mayo de 2013 a las
21:00.