lunes, 29 de abril de 2013

5x03 HELIOS


Priviuslí, en El mundo al revés: Helios siempre ha sido una persona muy activa y lo de estar encerrado no lo está llevando muy bien. Al mismo tiempo que se han creado tensiones dentro de la casa al no poder salir de ella los protagonistas.




Helios se despertó a las seis de la mañana abriendo los ojos de par en par, como si una alarma hubiese sonado dentro de su cabeza. Aún tenía el horario de policía que no pudo quitarse ni durante la baja que Ramos le obligó a tomarse antes de declararlos fugitivos.

HELIOS: Hija de puta —pensaba cada vez que se acordaba de lo mucho que trató de evitar que investigara sobre la muerte de Efrén y de que lo traicionara de esa manera, haciéndole parecer un terrorista. Él, que era la personificación de la justicia.

El amanecer tardaría aún un par de horas en dotar de colores lo que ahora era negro y gris, pero su cuerpo le pedía a diario ponerse en pie a esa hora y lo hacía alegremente. Comprobó a su derecha que David dormía con su antifaz y sus tapones para los oídos, con lo único que había podido conciliar el sueño desde que eran fugitivos, porque cualquier cosa lo despertaba. No ahora. Podía caer una bomba nuclear que David se daría la vuelta y seguiría durmiendo. Helios sabía que a él le gustaba levantarse tarde. De todas maneras, no tenían nada en que emplear su tiempo libre, enclaustrados en la casa día tras día. Todos habían prometido no salir al exterior por el riesgo de ser descubiertos, pero por una vez en la vida, Helios tenía que romper las normas.

Había encontrado una distracción en el deporte. No es que fuera algo nuevo para él, porque siempre había corrido e ido al gimnasio, pero ahora más que nunca se había convertido en su vía de escape. Hacer abdominales en la habitación ya no era suficiente. Acostumbrado como estaba él en Valencia a salir a la calle y ejercitar su resistencia física durante un par de horas, o simplemente, ir a trabajar y emplear su tiempo en algo en lo que sentirse útil, estos últimos meses de encierro se habían tornado en la prisión a la que había mandado a tantos criminales en sus días de miembro del cuerpo policial.

Sabiendo que jugaba con una ventaja de un par de horas, salió de la cama y se puso su ropa deportiva, que ni con las prisas de hacerse el equipaje cuando los declararon terroristas se había olvidado de meter en la maleta. Para él era como el maquillaje en el bolso de cualquier mujer: imprescindible.

Bajó las desgastadas escaleras de la antigua casa como si de un felino se tratase, pero la vieja estructura de madera no se quedaba tranquila si no se quejaba al menos con un inoportuno crujido. Helios quiso que la tierra lo tragase, pero siguió sigiloso hasta el recibidor, donde movió la madera que tapaba el agujero que daba a la parte de atrás, salió al corral y desde allí saltó el fácilmente escalable muro que lo separaba de su momentánea libertad diaria. Salir por la puerta delantera era demasiado arriesgado, ya que era más ruidosa incluso que las escaleras.

Aire puro de montaña. Se paró en medio del camino cuando ya llevaba un buen recorrido. Inspiró de nuevo y en su rostro se reflejó la felicidad. Olía no solo a naturaleza, era el olor de la libertad. Hizo varios ejercicios de flexiones, sentadillas y hasta ejercicios de levantar su propio peso con los brazos colgado de la rama de un árbol. Todo ello seguido de una tanda de estiramientos, para luego proseguir con su camino antes de que fuera demasiado tarde para volver y los demás se hubiesen despertado. Los primeros rayos de sol eran su indicativo de que su entrenamiento había acabado.

Llegar al cortijo de nuevo era el momento crítico. De todas las veces que se había levantado para hacer su rutina, ninguna de ellas había vuelto más tarde de las ocho de la mañana, sabiendo que el resto de la tropa se levantaba mucho más tarde. Todos excepto Is. La de la trenza no parecía dormir demasiado y desde bien temprano ya estaba leyendo en algún rincón tranquilo de la casa alguno de los muchos libros que encontraron en una habitación. Cada uno tenía su hobby: Helios salía a correr, ella leía. Desde siempre, pero ahora parecía que todos los sentimientos y todas las características de las personas se habían intensificado con el efecto búnker. Normalmente Is leía en su propio cuarto por las mañanas, pero alguna vez se la había encontrado saliendo al baño.

Helios trepó el bajo muro y cayó silenciosamente sobre el montón de piedras de la parte de dentro que aún lo ponía más fácil para escapar. La casa estaba en mal estado, y el muro de piedras que rodeaba la casa no se libraba. Entró por el agujero y volvió a poner la madera en su sitio para taparlo. Suspiró del alivio de saber que un día más se había salido con la suya. Sediento como estaba, se disponía a dirigirse a la cocina.

IS: ¿Quién anda ahí? —su voz curiosa provenía del comedor y sus pasos se acercaban rápidamente.

A Helios le dio tiempo de abrir la ruidosa puerta de entrada y volverla a cerrar, como si acabara de llegar, y de pasarse la mano por el pelo para levantarse su flequillo, por supuesto.

HELIOS: Soy yo —dijo cuando se la encontró de frente en el recibidor.

IS: ¿Qué haces a estas horas fuera de la casa?

HELIOS: He ido al garaje para coger una cosa que me había dejado en el coche.

IS: Ahá. Y de ir al garaje y volver vienes todo sudoroso, con una camiseta transpirable y pantalones cortos, con el frío que hace —replicó desconfiada y siguió cuestionando—. ¿Y por qué no has entrado por la puerta del garaje que da al recibidor?

Pero no pudieron seguir la conversación al bajar Ada en esos momentos las escaleras con cara de sueño y pelo alborotado. Is la vio, puso los ojos en blanco y bajó las escaleras hacia el sótano. Helios trató de disimular su pánico, al pensar que casi lo pillan y que hoy se estaban levantando todos demasiado pronto.

HELIOS: Buenos días —puso la mejor de sus sonrisas.

ADA: Buenos días —balbuceó, arrastrando los pies y dirigiéndose a la cocina—. ¿Qué hay para desayunar hoy?

HELIOS: ¡Unas ricas alubias en lata! —anunció con entusiasmo sarcástico, ya que poco más quedaba de aquella gran despensa de comida que habían encontrado el día que llegaron—. A no ser que te apetezcan unos de esos ricos tomates que cultivas en el huerto.

ADA: ¿A estas horas, recién levantada?

Ada torció la boca y siguió hacia la cocina, donde se sentó en la mesa, apoyó las manos sobre ella y luego dejó caer su cabeza, rendida. Helios la siguió y se puso a beber un vaso de agua que tanto necesitaba. Is entró en la cocina con una lata de alubias en la mano y ni una ni la otra se cruzaron una palabra. Mientras una abría la lata, la otra seguía con los ojos cerrados. Los segundos en los que Helios se llenaba un vaso de agua del grifo y se lo bebía, transcurrieron lentos como el crecimiento de una planta. El silencio hacía que solo se oyesen sus ansiosos tragos de agua y solo hacía que mirar hacia la ventana, para evitar la violenta escena de la cocina. Osi bajó a desayunar también, y nada más entrar en la cocina casi hubiera podido cortar la tensión con un cuchillo.

OSI: ¿Buenos días?

Helios levantó las cejas en señal de respuesta, pero siguió mirando por la ventana y bebiendo. Is respondió un poco seca y Ada ni se molestó.

OSI: Buenos días, diablilla —trataba de despertarla con pequeños toques con el dedo índice en sus costillas. Ada saltó y sonrió picarona.

OSI: No te he oído levantarte hoy —le dio un beso en la boca que la dejó embelesada.

Un golpe seco llamó la atención de todos, para comprobar que Is estaba tratando de sacar las alubias del bote, haciéndolo chocar con el plato.

ADA: Te lo vas a cargar.

IS: ¡Tú cállate!

OSI: Uy, uy, uy. Esto no me gusta nada. Lleváis un tiempo las dos como el perro y el gato. ¿Se puede saber qué pasa?

Helios se giró para presenciar el espectáculo, que se anunciaba fuerte.

IS: Es normal que haya un poco de tensión. Llevamos mucho tiempo sin salir de la casa. Y si no mira tú y David con lo del cigarro, que te pegó y todo.

OSI: Es cierto que estamos sometidos a cierta tensión —le sorprendió la brusca contestación—, pero entre vosotras especialmente. Y no es nuevo de ahora, esto viene desde la Renovación. ¿Hay algo que no me estéis contando?

Ada se puso a dormir de nuevo e Is tensó los labios y siguió sacando las legumbres de la lata con una cuchara. Al ver que el espectáculo no era lo prometido, Helios se fue a ducharse, antes de que alguien más se planteara qué hacía allí con pantalones cortos, en pleno noviembre, y empapado de sudor.

Una vez limpio, salió del baño solo con su toalla puesta y se fue al cuarto, para encontrarse con que David lo estaba esperando despierto.

DAVID: A ti te quería yo ver —enunció muy seriamente.

Helios dejó la ropa sucia en el suelo e intentó no delatarse con su expresión. Parecía que no podría escaparse un día más. No sabía ni cómo había conseguido irse todas las mañanas sin que lo notase hasta ahora, pero por la cara que ponía su novio, diría que las visitas mañaneras al bosque tenían los días contados.

Sin decir nada se acercó a la cama donde estaba sentado y bajó la mirada en espera de la reprimenda. David se levantó, cerró el pestillo de la puerta de la habitación y empujó a Helios contra la cama, quitándole la toalla de un estirón y poniéndose encima.

DAVID: Hazme el amor como nunca me lo has hecho, Heli-Heli.

No esperaba esa salida, y además del placer, le alivió saber que su rutina deportiva había esquivado otra bala y seguía sin descubrirse.

Más tarde, ambos bajaron a la cocina para desayunar-comer y se encontraron con Ada, Is y Osi, que aún seguían allí, aunque era solo él el que parecía estar hablando.

OSI: Entonces como no he sacado nada en claro y después de todo lo que ha pasado... David —saludó al verlo.

DAVID: Osezno —devolvió el saludo, algo tenso.

OSI: Lo del círculo de la amistad que aprendí con los Jóvenes Discípulos me parece la mejor idea.

ADA: No teníamos bastante con que nos quisiesen muertos como para que ahora nos vengas con estas técnicas de las facciones juveniles de los Discípulos de Asir.

OSI: Olvídate de que es de ellos. Es una buena manera de solucionar nuestros problemas. Si con todo lo que ha pasado nos volvemos unos contra los otros en vez de permanecer unidos, eso será nuestra perdición.

HELIOS: Estoy de acuerdo —apoyó la moción—. Estoy harto de lidiar con vuestras rabietas y de estar siempre en medio. Conozco el método: es ponerse en círculo y decir uno a uno lo que nos molesta de los demás, tratando de solucionar nuestros problemas. Será duro, y espero que seamos todos honestos, por muy brutal que sea la verdad, pero espero que sea para bien.

IS: De acuerdo —declaró con los brazos cruzados, preparada para la guerra.

ADA: Está bien —se levantó de la mesa—. Pero voy a cambiarme y a ducharme. No esperaréis que lo haga con estos pelos.

No solo Is puso los ojos en banco esta vez.

HELIOS: ¿Uli va a bajar de su cuarto?

IS: Lo dudo bastante. Solo sale para ir al baño.

OSI: Pues tendremos que hacerlo en su cuarto.

IS: No creo que esté por la labor.

HELIOS: Tendrá que estarlo. O al menos intentarlo —suspiró ante el reto por delante—. Tendremos que poner todos de nuestro parte.




La manta con la que solía taparse ya no era suficiente para el frío invernal de aquella habitación, observó Helios. Ahora Ulises se sentaba apoyado en la cabecera de la cama, pero tapado con el edredón por encima de sus hombros. Su pelo era como un nido de pájaros, y su expresión parecía ida, pero de vez en cuando alzaba la cabeza para escuchar lo que decían los demás. Is estaba a su lado y le daba la mano cada dos por tres. Acababan de empezar con el círculo de la amistad.

OSI: Esto es más tenso que la cuerda de un arco. ¿Me queréis decir por qué estáis de morros las dos?

ADA: Está bien —se levantó para enfatizar—. Aquí tu querida hermana me dijo que no era lo suficientemente buena para ti y que tú podrías tener algo mejor —dijo con orgullo sin ni siquiera mirar a la acusada.

Osi abrió la boca del shock y miró a Is, que parecía avergonzada de ello. Varios intercambios de miradas entre todos los presentes y largos segundos después, Osi se arrancó a hablar.

OSI: No sé qué decir... Lo primero, que me ha decepcionado un poco que le dijeras eso a mi novia, Is —al hablar se notaba que eso del círculo lo había hecho antes, porque los demás parecían más violentados—. Te aprecio como la hermana que eres, o más bien como la hermana que nunca tuve y que he aprendido a tener en estos tres años que nos conocemos, pero siento decirte que ni tú ni nadie tiene el derecho de juzgar mi relación con Ada. Ya bastante sufrí el juicio de mis madres sobre todo lo que hacía. Yo la elegí, yo la quiero, y tendrás que respetar mi opinión —Ada esbozó una sonrisa orgullosa—. Como hermano te lo pido.

IS: Pero es que yo...

OSI: Pero es que nada, Is —la interrumpió y se impuso como nunca había hecho—. Acéptalo y punto. Ada puede tener cosas que no te gusten, pero no la conoces en absoluto para saber todas las cosas buenas que tiene y todo lo bueno que me aporta.

Is torció la boca e inspiró profundamente.

IS: Lo haré por ti... A lo mejor es verdad —empezó a recapacitar—. Puede que me haya comportado como una cría celosa.

Ada parecía estar en éxtasis silencioso. Le faltaba gemir del placer.

OSI: Por Asir, Is. No tienes por qué estar celosa. Tu eres mi hermana y siempre lo serás. Y doy gracias a Asir por haberte encontrado y poder decir orgullosamente que eres parte de mi familia. Y como en todas las familias, se discute y luego nos reconciliamos. Anda, ven aquí —rompió la tensión dándole un abrazo.

Ella parecía reacia al principio, pero acabó abrazándolo también.

IS: Te quiero tanto —empezó a sollozar de la emoción—. Y me sentía tan sola en el mundo hasta que te encontré... No quiero perderte nunca.

OSI: Y nunca me perderás —hizo un gesto a Ada para que se acercara y aunque reticente le obedeció—. Creo que tú también deberías de disculparte.

ADA: Lo sé —pareció ablandársele el corazón al presenciar aquello y se acercó despacio—. Lo siento, Is. Yo también he sido un poco perrilla —dijo cabizbaja, avergonzada por su comportamiento.

IS: Lo siento yo también —se soltó de los brazos de Osi y se abrazó a Ada fuertemente sin parar de llorar. En su fuerza al apretarse la una contra la otra se pudo apreciar lo arrepentidas que parecían. Sobre todo en Is. Helios empatizó con la falta de cariño familiar que parecía, al ser huérfana como él.

HELIOS: ¿A quién le toca ahora? —le dio un codazo a David, cuando hubo pasado el tiempo oportuno para que Ada, Osi e Is solucionaran sus asuntos pendientes.

David lo miró enfadado, pero todos se habían comprometido a ello y Helios confiaba en que lo haría. Sabía que le fastidiaba que lo forzara a hacer cosas que no quería, pero era porque nadie hasta que él llegara lo había conseguido. David era un niño consentido, pero poco a poco había ido cambiando desde que lo conoció. Ese empujoncito suyo era todo lo que le hacía falta para hacer lo correcto.

DAVID: Lo siento, Osi. Siento haberte pegado porque te metiste donde no te llamaban —sonó como la falsa excusa que una madre obliga a un niño a decir.

Helios le dio otro codazo, al ver la comprensible cara de desacuerdo de Osi.

DAVID: Está bien —cambió de actitud y se relajó—. De verdad, que lo siento mucho —parecía más sincero esta vez—. Tú solo pretendías ayudar y yo me pasé al pegarte una hostia. Perdóname —bajó la mirada sin atreverse a mirarlo.

OSI: Estás más que perdonado. Y no te muerdas la lengua. Tienes razón. Yo me metí donde no me llamaban.

DAVID: Pero me gusta que lo hagas. Sé que me aprecias tanto como yo a ti, Osezno.

Osi sonrió y se dieron un abrazo. Luego David volvió al lado de Helios y entrelazaron sus manos. Si bien a David no le gustaba en un principio que Helios le obligase a ese tipo de disculpas, al final siempre se lo acababa agradeciendo a su manera.

DAVID: Ya no soy esa persona que solía ser. Ya no —lo miró con cariño y le dio un beso.

Ulises, que había permanecido callado hasta ahora, y nadie sabía si había escuchado algo de lo acontecido, arrancó una inesperada disculpa, como si le hubiese poseído un espíritu.

ULISES: Yo lo siento también. Por estar así. Sé que no lo estaréis pasando bien. Sobre todo Is —la miró y apretó fuerte su mano contra la suya.

IS: Tú no tienes nada de qué disculparte. Tu condición no es algo que puedas elegir. Y nosotros somos los culpables porque no hemos hecho nada para conseguirte la medicación. Y ya es hora de que lo hagamos —le besó la mano y se la apretó con la otra mano.

Ulises sonrió como nadie lo recordaba.

Toc, toc, toc.

Unos golpes lentos y secos se oyeron en la puerta de entrada y todos se asustaron. La felicidad momentánea de haber solucionado sus problemas se vio interrumpida por ese inesperado sonido.

DAVID: ¡¿Quién coño puede ser?! —bajó la voz, gesticulando exageradamente.

OSI: Oh, Asir, Asir. ¡Nos han encontrado, nos han encontrado! —su tono era contenido, pero la desesperación se reflejaba en su rostro.

IS: ¡Anda, hombre! ¿Crees que si los DA nos hubieran encontrado llamarían a la puerta?

Todos cogieron aire al unísono y Osi rió nerviosamente. Pero se notaba que ni aquella coherente respuesta lo había tranquilizado del todo. Al fin y al cabo Is y él eran los que tendrían que lidiar con lo que les pasara si les capturaran. Los demás morirían rápidamente. Según oyó de boca de los DA solo necesitaban vivos a los hermanos. La puerta volvió a sonar, esta vez más fuerte.

ADA: A lo mejor es el vecino.

DAVID: ¿Qué vecino? ¡La casa más próxima está a kilómetros!

ADA: Ais, no sé. El otro día vino un vecino a pedirme azúcar, pero no tenemos.

DAVID: ¿Y no te reconoció?

ADA: Esta gente de pueblo yo creo que ni ve la tele —relajó el tono de voz agitando la palma de la mano en el aire—. No te preocupes.

IS: Eso de que venga un vecino a por azúcar suena muy raro...

TOC, TOC, TOC.

Insistió el repique, más fuerte todavía. Helios se ofreció voluntario para abrir, cogiendo su arma con una mano y escondiéndola detrás de su espalda, pero sin soltarla. Los demás se quedaron arriba en silencio, pero cuando Helios salió del cuarto, salieron a las escaleras para ver quién era. Hasta Ulises, que nunca salía del cuarto, parecía preocupado.

Helios abrió la puerta de sopetón y se encontró con un anciano de apariencia amigable.

—Buenas tardes. Venía pa' ver si me pue's prestar unas pataticas —hablaba el hombre bastante fuerte y con notable acento manchego. 

La calma volvió a su cuerpo al ver al entrañable señor y soltó la pistola escondida en su espalda.

HELIOS: Pueees, andamos cortos de provisiones. Tenemos plantadas algunas en el huerto, pero no quedan muchas. Déjeme ver qué hay por aquí.

Helios se metió hacia la cocina y los demás respiraron tranquilos al ver que no era ninguna amenaza.

Unos minutos más tarde, el hombre salió de la casa con unas patatas en sus manos y se metió en una furgoneta. Otro hombre, de apariencia similar pero más joven, salió por la pequeña ventana de la casa que daba al sótano y se metió rápidamente en la furgoneta. Al alejarse del lugar, un humo negro se intuía por la ventana del sótano del cortijo para a continuación producirse una tremenda explosión que hizo saltar la casa entera por los aires y dejar los restos en llamas.



Próximo episodio: lunes, 6 de mayo de 2013 a las 21:00.

lunes, 22 de abril de 2013

5x02 ULISES


Priviuslí, en El mundo al revés: los protas han dado esquinazo a los DA y al ser fugitivos no sabían dónde ir, hasta que Ulises tuvo una idea.




El grupo de amigos seguía en carretera y ya habían salido de la autovía hacía tiempo. Los caminos eran más y más estrechos hasta que dejaron de estar asfaltados. El paisaje árido montañés le estaba poniendo el estómago del revés a Ulises, que se había quitado la barba postiza del calor que hacía. O sería lo enrevesado de la ruta. Fuera lo que fuere, ya le estaba entrando mal cuerpo por los malos recuerdos que tenía de aquel lugar.

OSI: Entonces, por lo que recuerdo, había una despensa llena de comida.

ADA: Rollo pasta, arroz y cosas que duran mucho tiempo —se atusaba el pelo al quitarse la peluca negra y el sudor de la frente.

DAVID: Sí.

ADA: Y por lo que recuerdo, ni los GPS podían localizar la zona. Vaya tela lo que nos costó llegar aquella vez...

OSI: Asir quiera que los intransigentes que nos intentaron robar el coche no les dijeran a los Discípulos dónde se encontraba la casa.

ADA: ¿Por qué deberían? Uno de ellos, el novio de Noé, Israel, fue el que murió en el hospital. No sabía ni quiénes éramos por aquel entonces. Seguro que fuimos una operación más sin ninguna importancia para los terroristas.

Helios los miraba a todos sin poder seguir la conversación, pero Uli no se sentía con ganas de hablar.

IS: Sigo pensando que lo mejor sería encontrar a Set —interrumpió con esperanza en su voz, como si tan solo pensara en voz alta.

OSI: Is, ese hombre tira fuego por las manos. Es la personificación de Suty —reflejaba la amargura de los recuerdos de aquel día.

IS: ¡Y tú mueves cosas con tu mente! ¿Cuál es la diferencia?

Osi no supo qué contestar y Ada salió rápida a defenderlo.

ADA: Si querían ganarse su confianza, desde luego que secuestrándolo, drogándolo y atándolo no es la manera. Y además, tú lo único que quieres es conocerlo porque quieres una familia, y eso no es motivo para ponernos a todos en peligro.

Is le miró la nuca fijamente desde la parte trasera del coche, pero Ada no se giró. Luego dirigió la vista hacia la ventana y respiró profundamente. Sabía que nunca se habían llevado bien, pero parecía empeorarse a cada choque entre ellas.

ADA: Ya está decidido, pues.

IS: Como que ya estamos llegando —dijo para sí misma, deshaciéndose las trenzas y desprendiéndose algunos mechones de pelo. Los demás ya se habían quitado los restos de los disfraces, creyéndose a salvo.

ULISES: ¿Estás seguro que podemos ir a la casa? ¿No la usan los amigos de tus madres? —intentó hasta el último momento no tener que poner un pie en aquella casa.

David seguía conduciendo y miraba de reojo por el espejo retrovisor pero sin decir palabra.

ULISES: ¿Eh, David, eh?

DAVID: La casa es de mis madres en realidad —se mordió el labio mientras lo confesaba, avergonzado. A los demás tampoco pareció impactarles demasiado—. Era como un refugio que tenían sin declarar, en el caso de que tuvieran que huir si les pillaban. Pero las detuvieron tan repentinamente que ni tuvieron tiempo de usarla ni de escapar.

HELIOS: Pobretas, che, con lo bien que les iba el negocio de la droga —ironizó él, que había estado callado todo este tiempo sin poder opinar sobre nada de lo que hablaban, porque él no estuvo allí. Pero se arrepintió del comentario al clavársele los ojos de David en su cara.

IS: ¿Es esa casa, no?

DAVID: Sí —dijo en tono serio sin perder de vista todavía a Helios, que miraba hacia otro lado para no confrontarlo—, ya hemos llegado.

Pararon enfrente de la verja y antes de abrirla comprobaron que no les había seguido nadie, algo que ya habían estado haciendo individualmente durante todo el camino por los espejos retrovisores. Pero al verse los unos a los otros fuera del coche mirando a lo lejos en busca de posibles peligros, se miraron con alivio y rieron nerviosamente. Se estaban adaptando rápidamente a su nueva condición de fugitivos. Se volvieron a meter en el coche y entraron en la casa, dejando el vehículo dentro del garaje.

Ada fue la primera en entrar con su gran maleta por la puerta que daba al recibidor, y lo único que los demás vieron fue verla entrar alegremente y a los dos segundos verla volver al garaje con un grito muy agudo y soltando su maleta, desparramándose de nuevo toda su ropa por el suelo.

ADA: ¡Un gato negro! ¡Odio a los gatos! —se escondió detrás de Osi.

Ulises entró al recibidor casi con miedo de volverse a encontrar con los intransigentes. Detrás suyo venía David, que comprobó como un montón de piedras se habían desprendido de la pared, dejando un hueco de tamaño considerable que daba a la parte de atrás de la casa, por donde había entrado el felino. El suelo tenían tanto polvo y suciedad que parecía una propiedad abandonada. Echando un vistazo alrededor, David cogió una vieja tabla de madera que estaba en la otra parte de la pared y la colocó tapando el agujero.

DAVID: Parece que la casa no está en muy buenas condiciones. Hace dos años que no venía... Y ahora —cambió el tono de voz tratando de motivar al resto— si limpiamos un poco ya parecerá habitable.

Is entró al recibidor con su mochila a la espalda y su estómago se quejó de la falta de ingesta. Uli miró a Is, e Is miró a Uli. Con los nervios de todo lo acontecido desde el día de la Renovación ni se acordaban de la última vez que comieron algo sólido. Su complicidad habló sin palabras. Entusiasmados como dos niños que entran en una tienda de golosinas, soltaron las mochilas en el polvoriento suelo y corrieron escaleras abajo hacia el almacén de comida. David no había dado la luz todavía, pero entre la oscuridad se veía al fondo de la habitación, alumbrada por la tenue luz que penetraba por una pequeña ventana, una cantidad nada despreciable de bombonas de butano. Más cercano a las escaleras, se discernían las estanterías con las provisiones, una de ellas caída en el suelo con todos los alimentos esparcidos.

DAVID: Ah, eso fui yo —apareció por detrás—. Los heterófobos nos siguieron hasta el sótano a Zac y a mí y empujé la estantería para escapar de allí... ¡Mirad! —dijo cogiendo unos sobres coloridos de una de las estanterías— ¡Si hasta hay semillas de verduras para plantar en el huerto! ¡Y abono! Pesticidas, herramientas...

A Ulises se le pasó el apetito al oír nombrar a aquellos individuos. Los malos recuerdos de aquella experiencia en la que Ulises se golpeó la cabeza y casi no sobrevive le invadían la mente. Sabía que se dirigían a ese sitio, pero estar allí y respirar esa humedad de casa antigua mezclada con moho le regaló un amargo viaje en el tiempo.

Ulises subió cabizbajo a la entrada de la casa y miró al suelo en el lugar en el que se golpeó la cabeza años atrás. Con el pie apartó la suciedad y debajo de todo ello descubrió los restos de la mancha roja que dejó su sangre. Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo como si de repente se encontrara desnudo en el Polo Norte y hasta sintió náuseas.

IS: ¿Estás bien? —apareció por detrás y lo sobresaltó al tocarle el brazo.

ULISES: Sí... sí —respondió todavía en sus pensamientos.

ADA: Osi y yo no pudimos quitarlo del todo. Lo siento —entraba por el garaje detrás de su novio, aún escondiéndose del gato.

ULISES: No, no. No pasa nada.

El sonido de la televisión los atrajo hacia el comedor. David había dado la luz y Helios había puesto la tele en marcha, sorprendiéndose a sí mismo de que funcionara.

DAVID: Como para salir a hacer la compra al super —dijo mientras los otros llegaban para comprobar lo que estaban viendo.

"Recordamos la identidad de los peligrosos terroristas heterófobos —anunciaba la presentadora del telediario a la vez que mostraban fotos de ellos con sus nombres debajo—, que en su última escapada robaron un taxi violentamente a punta de pistola, dejando al pobre trabajador sin un medio para alimentar a su marido e hijos, que morirán de hambre debajo de un puente después de que, al no poder pagar la hipoteca, el banco se apropie de su casa."

ULISES: ¡¿Pero por qué dramatizan tanto las cosas en las noticias?! ¿Que no tendrá para alimentar a su familia? ¡Pero si se estaba follando a una pilingui!

HELIOS: Y además, dejamos el taxi para que pudieran encontrarlo en el barrio del Cabañal.

ULISES: Tampoco mencionan la nota de agradecimiento que dejé.

IS: Nada de eso importa, porque si la caja mágica dice que somos peligrosos terroristas, es lo que todo el mundo va a creer. Lo que la televisión dice es la verdad suprema en los ojos del populacho.

El telediario había terminado, pero dieron paso a un programa que parecía que habían estado emitiendo desde que dieran a conocer la identidad de los terroristas.

"Un día más en «Los terroristas eran mis amigos», os traemos los testimonios del entorno de este grupo de personas, que se hacían pasar por personas normales y corrientes"

DAVID: No, en realidad somos extraterrestres —dijo con sarcasmo.

"—Yo creía que era buena chica —declaraba una enfermera en la puerta del hospital La Caridad—, pero parece que nos tenía engañados a todos —espetó con desprecio."

IS: ¡Pero será...! ¡Uh!

OSI: ¿Esa no era tu compañera de planta, con la que te tomabas un café todos los días?

Pero Is, en vez de contestar, solo gruñía furiosa. El escenario cambió de lugar cuando la enfermera terminó con su declaración, y ahora la cámara se encontraba enfrente del portal del piso alquilado en el que vivían los amigos. Una señora vecina de la escalera se había vestido con sus mejores galas y joyas para brillar en su minuto de gloria por televisión.

"—Yo siempre sospeché de ellos. Tanta gente ahí metida en el piso, venga a entrar unos, a salir otros... —puso los ojos en blanco de indignación—. En solo unos años ha pasado más gente por ese piso que en un hotel —alzó la barbilla convencida de lo que decía."

OSI: Uy, anda que la señora Vicenta también...

"—Yo coincidía bastante con Ulises Alvea en el ascensor —se sorprendió Uli de ver al vecino con el que tonteaba— y yo notaba algo raro en él. Algo que me hacía desconfiar. Era como que no quería acercarse a mí por todo lo que estaban escondiendo. Panda de asesinos sin escrúpulos..."

Ulises no daba crédito a la cantidad de sandeces que estaba escuchando. Sin decir nada, se dirigió hacia el recibidor e inevitablemente dirigió la mirada hacia la mancha colorada una vez más. Otro escalofrío le recorrió el cuerpo. Cogió su mochila, que aún seguía en el suelo, y subió las escaleras hacia las habitaciones con palpable disgusto. Se sacó de un bolsillo de la mochila la caja de su medicación para el trastorno bipolar y comprobó con horror que solo le quedaba lo suficiente para una semana.

DAVID: Bueno, parece que esta será nuestra casa a partir de ahora —oyó decir antes de cerrar la puerta de una de las habitaciones.




Ulises estaba sentado en la cama, apoyándose en la pared y abrazándose las rodillas. El frescor estival del interior de la península le había hecho recurrir a una manta cuando el sol no alumbraba con sus rayos. Se la ponía por los hombros y se pasaba todo el día sentado en la cama. La habitación estaba ya habitable y limpia, no como el día que llegaron, pero él parecía todo lo contrario. El pelo le había crecido, pero ya ni se molestaba en tratar de peinarse sus bucles que le caían por la frente de manera alborotada y grasienta. Le había crecido una abundante barba rubia y en general, tenía un aspecto sucio debido a que no frecuentaba a menudo el lavabo. Ya no se ponía nunca las lentillas y llevaba sus gafas de pasta de manera despreocupada. Además, no se quitaba nunca el pijama viejo que le había encontrado David por los cajones de un armario de la casa. Todo ello unido a los visibles huesos de sus mejillas, resultado del habitual ayuno que practicaba, le hacía parecer un náufrago recién rescatado de una isla desierta.

Alguien tocó a la puerta despacio, y sin esperar a dársele el permiso, Is atravesó la puerta. A Uli no pareció abstraerlo de su estado letárgico, ni aun cuando se sentó a su lado con una bandeja de comida. Sus ojos de un penetrante azul claro seguían mirando al vacío.

IS: ¿No vas a comer nada tampoco hoy? No es que me queje, porque no es que quede mucho en la despensa —bromeó sin esperar respuesta, como si aquello fuera una situación habitual. Después dejó la bandeja en una mesita, cogiendo la que ya estaba allí, con comida exactamente como la dejó.

ULISES: Lo he perdido todo. No tengo vida. No tengo nada —decía agarrándose las rodillas como si fuera una reproducción de una grabación, enroscado en la manta que le cubría y sin mirarle a la cara a Is.

IS: Nada ha cambiado con respecto a ayer. Ni antes de ayer. Ni la semana pasada, ni la anterior, ni la anterior —trató de poner un tono reconfortante al principio, pero poco a poco iba perdiendo la compostura—. Me dices lo mismo todos los días y yo no sé qué más decirte... ¡Todos hemos perdido nuestras vidas! ¿Te crees que yo no me lo planteo también?

Is chasqueó con la lengua al ver a Uli en ese estado inerte y se recompuso.

IS: Lo siento, Uli. Esto es desesperante para mí también. Sé por lo que estás pasando y debe de ser muy duro. Encima de todo lo que ha pasado y el estar encerrados en este casa, llevas semanas sin tomar tus medicinas... Pero es que no podemos correr el riesgo de ir a buscarlas a ninguna parte. Si Ada u Osi te firman la receta médica, nos pillarán. Y no hay otro modo de comprarlas.

A él no le importaba. Solo quería su medicación.

ULISES: No tengo nada, lo he perdido todo —le caían lágrimas que Is delicadamente secó con un pañuelo.

IS: Bueno, te voy a contar las últimas noticias de la casa, para que te animes un poco.

Ulises alzó la cabeza y por primera vez desde que Is entró en la habitación, la miró a la cara. Los cotilleos era lo único que le subían el ánimo. Pero no tenía ni ganas ni fuerzas de bajar al comedor para vivirlos él mismo. Is se lo contaba siempre muy bien.

IS: Lo primero y como siempre, Ada se pasa el día en el huerto. La verdad es que si no lo hiciera pocas cosas para comer quedarían ya.

Eso no era muy interesante, miró por la ventana al más allá. Is cambió de tema bruscamente.

IS: Por otro lado, y como sabes, David lleva ya un tiempo bastante ansioso y queriendo volver a fumar. Pues bien, parece que desde que se lo dejara, se había guardado un cigarro por si las moscas, y el otro día cuando se lo iba a fumar, Osi intentó evitarlo... Tenías que haberlos visto discutir como si fuera el fin del mundo. David le dio empujones y hasta le pegó en la cara. Helios intentó intermediar, como siempre tan conciliador él, pero David acabó encendiéndose el cigarro. Pero adivina qué. En cuanto se lo encendió se puso a toser y lo tiró al suelo y lo apagó —rió ella e hizo sonreír a Ulises. Eso le hubiera gustado verlo con sus propios ojos.

Ulises se dio cuenta de lo mucho que lo estaba intentando ella, de lo mucho que se interesaba por él y de lo mucho que se lo agradecía. Por un momento salió de su cáscara y se preocupó por saber cómo se encontraba.

ULISES: ¿Y tú, como llevas todo esto? —preguntó en voz baja y sin mantener contacto con la mirada.

IS: Yo estoy bien —dijo poco convencida—. Siguen las tiranteces con Ada y cuando Osi no está delante se pone un poco más intenso. Pero siempre está Helios por ahí para poner paz —paró un momento, pensativa—. De hecho, creo que es Helios el que mejor lo está llevando —se puso los nudillos sobre la boca, recordando—. Se pasa el día haciendo ejercicio. Hey, míralo —lo saludó al verlo pasar por la puerta, tan alegre como siempre.

HELIOS: ¿Todo bien por aquí? —se asomó a la habitación con una sonrisa moderada y Ulises forzó una sonrisa educada, para no preocupar a todo el mundo por su estado.

IS: Todo bien, dentro de lo que cabe.

Helios pasó de largo y la felicidad se tornó en agotamiento. Llegó hasta el final del pasillo y volvió atrás, para luego retornar al mismo punto. Miraba las paredes que tantas veces había estudiado desde que llegaran al cortijo, y al subir la mirada y contemplar esos elevados techos de casa antigua, le pareció más infinito que nunca, como si las paredes se doblasen sobre sí mismas y fuera imposible encontrar una escapatoria. Se metió en su cuarto tratando de pensar en otra cosa, y aprovechando que David estaba en la cocina, se puso a hacer abdominales. Una vez hubo terminado, trabajó sus definidos pectorales, como había estado haciendo casi a diario. Fue incrementando la dificultad de los ejercicios hasta quedarse sin aliento, pero ni aún así se encontraba mejor. Le parecía que el techo se le venía encima y como si le faltara el aire, empezó a sentir presión en el corazón. Abrió la ventana para respirar aire puro, y lo único que le tranquilizó fue contemplar el bosque de la parte de atrás de la casa. Inspiró como si pudiera capturar la esencia de los árboles. El viento y los colores verdes le devolvieron a la vida. Oh, la libertad de la naturaleza. Lo que daría él por correr por esos bosques sintiendo ese viento fresco en la cara...




Próximo episodio: lunes, 29 de abril de 2013 a las 21:00.

lunes, 15 de abril de 2013

5x01 CAOS


En la cuarta temporada de El mundo al revés: los protas han descubierto al líder de los terroristas heterófobos, Noé, y su conexión con los Discípulos de Asir, que a su vez tienen a la policía de su lado. Los han declarado terroristas por la televisión para intentar deshacerse de ellos, pero escaparon de la fiesta de disfraces a la que iban a ir en su barrio y acabaron en el barrio del Cabañal huyendo de los DA, que les pisaban los talones antes de caer rendidos por el peso de la Renovación.




Is abrió los ojos súbitamente como si acabara de despertarse de la peor de sus pesadillas, para cerrarlos al momento al molestarle una luz que le alumbraba la cara. Dejándola entrar a través de sus párpados, la visión le fue otorgando poco a poco a su alrededor la carretera de una oscura calle, en la que estaban parpadeando algunas farolas que se acababan de encender.

Con su cara prieta contra el asfalto y su peso muerto sobre él, se percató que sus últimos recuerdos no pertenecían al mundo lírico, sino que eran acontecimientos que había vivido antes de caer inconsciente por la Renovación. Al tratar de levantarse se vio presa por los tobillos de una fuerza que se lo impedía. Cuando se giró para comprobar cuál era la causa, se sobresaltó al comprobar que el hombre corpulento, calvo y con perilla, que ahora recordaba que la seguía antes de caer, tenía sus fuertes manos agarrando sus piernas. Aunque dio un suspiro tranquilizador y una carcajada nerviosa al ver que aquel amasijo de músculos parecía inerte. Se liberó de sus manos de una sacudida de piernas y empezó a levantarse. Le daba la sensación de que había estado durmiendo años, y la dificultad de movimiento al haber estado durmiendo veinticuatro horas sobre la superficie granulada se hizo palpable con el letargo de sus acciones.

Antes de que pudiera incorporarse del todo, vio como Eliseo abrió los ojos cogiendo aire y nada más verla la agarró por las piernas, débil y confusamente. Ella se dio tal susto que al reaccionar dándole una patada en la cara lo volvió a dejar inconsciente. Se sintió orgullosa de haber vencido a la bestia y salió corriendo y medio cojeando, mirando a su alrededor para asegurarse que nadie la seguía.

Se alejó torpemente del lugar para ponerse a salvo, notando sus miembros aún entumecidos y al tocarse la cara sus dedos recorrían lo que había sido molde de los recovecos del pavimento. Al creerse a resguardo se puso a repasar mentalmente los últimos acontecimientos antes de quedarse dormida.

IS: ¡Ada! —le vino a la cabeza la persona que había dejado tirada en la carretera cuando aquella cayó y ella siguió a la carrera, huyendo del hombre que acababa de noquear.

Tenía dos alternativas: volver a por Ada o dirigirse hacia donde creyó oír un disparo antes de desmayarse. No era lo que ella hubiera elegido, pero su conciencia no le dejó otra alternativa. Con sigilo se asomó por la esquina y vio a Ada tirada en el suelo, conforme la dejó. Pero ahora estaba rodeada de otros cuerpos a su alrededor que no reconocía. Los Discípulos de Asir que los perseguían.

Si tenía que hacer algo sería mejor que lo hiciera pronto, antes de que los demás se despertasen o antes de que la encontrasen. Se armó de valor y se acercó a ella, sorteando los bultos humanos y pisando con extremo cuidado para no hacer el más mínimo ruido. Una vez a su lado, trató de arrastrarla, pero pesaba demasiado para ella.

IS: Justamente tenías que ser tú —pensó, iracunda de verse en el deber de tener que salvarla.

Al no poder moverla, se agachó e intentó reanimarla agitándola un poco. No reaccionaba. Le dio una pequeña palmada en la cara, pero tampoco. Is miraba a las personas inconscientes que la rodeaban, pero por suerte parecían inmóviles. Las pequeñas palmadas se convirtieron en bofetadas, canalizando el odio que sentía hacia ella, y finalmente Ada abrió los ojos con asombro. Antes de que pudiera emitir ningún ruido que las delatara, Is le tapó la boca. Demasiado tarde.

ADA: ¡Aaaaah! —gritó, confusa como ella misma se había despertado hacía un momento.

Las cabezas de dos de los Discípulos empezaron a moverse e Is agarró a Ada por los brazos, levantándola y haciéndola correr, aunque sus movimientos no eran muy certeros como acababa de experimentar ella misma. Ellas fueran más rápidas, gracias a la rapidez de Is, y los DA no fueron capaces de seguirlas, debido a su aturdimiento.

Al estar más alejadas y cuando Ada recuperó la movilidad, Is empezó a correr desmarcándose de ella, pero Ada la alcanzó y la cogió de una de sus trenzas de Caperucita.

ADA: ¿Adónde te crees que vas? —le dijo enfadada sin soltarla todavía.

IS: ¡No me tires del pelo! —se liberó de un empujón, que la empotró contra la pared de una casa vieja.

ADA: ¿Se puede saber por qué me odias tanto, que hasta en una situación de vida o muerte me tienes que intentar dar esquinazo? —la empujó furiosa, pero sin elevar el tono de voz para no delatarse.

IS: ¿De verdad lo quieres saber? Además de lo impertinente y presumida que eres, no creo que seas lo suficientemente buena para mi hermano. Y eso me revienta, porque él aspira a algo mucho mejor —y la empujó de nuevo.

ADA: ¿Pero tú quién te has creído que eres para valorar eso? ¡Y no me empujes! —le tiró de la trenza derecha. Su tono era cada vez más beligerante, pero comedido y mirando a su alrededor para comprobar que nadie las seguía.

IS: ¡Que no me tires del pelo! —le dio una bofetada en la cara, pero Ada no la soltaba.

Is seguía pegándole bofetadas y Ada se defendía y le tiraba de ambas trenzas con fuerza y le arañaba la cara. Lo de Is eran más golpes secos.

Al ver que aquello no llevaba a ninguna parte, la pelea se enfrió poco a poco. Se separaron y se sentaron en silencio en el suelo, aún alteradas con su respiración agitada.

IS: Me has arrancado mucho pelo. Peleas como las niñas.

ADA: Cállate y vamos a buscar a los demás. No podemos quedarnos aquí. Por mucho que me odies tendremos que colaborar —se levantó e Is la siguió a desgana.

Buscando el lugar donde Is creyó oír un disparo, al girar una esquina se encontraron con Helios, que estaba de pie llorando y mirando el cuerpo yaciente de David en el suelo sobre un charco de sangre reseca, junto a otros cuerpos.

HELIOS: Lo he matado. Lo he matado —decía para sí mismo en desesperación, cogiéndose la cabeza.

Ellas se acercaron corriendo y él se sorprendió y alegró al mismo tiempo de verlas. Las miraba extrañado por esos pelos alborotados y arañazos en la cara, pero no preguntó la causa. Se abrazaron los tres, y ellas, contemplando el cadáver de David, preguntaron qué había pasado. Ada se puso la mano sobre la boca, incrédula y temblándole la barbilla.

HELIOS: Estaba todo muy oscuro. Y yo muy nervioso... y somnoliento —decía con los ojos mirando a la nada—. Solo oí que alguien llegaba y disparé.

ADA: ¿Está muerto seguro? ¿Has comprobado el pulso? —inquirió con un ápice de esperanza.

HELIOS: No lo sé —su cara era un poema. Se volvió a coger la cabeza en incredulidad—. Me acabo de despertar y lo acabo de recordar todo.

Is se agachó y le puso sus dedos índice y corazón sobre la yugular.

IS: Tiene pulso. Ada, ayúdame.

Le dieron la vuelta y lo pusieron boca arriba. Su camiseta estaba manchada de sangre seca, pero al levantarla para ver de dónde provenía, no vieron ninguna herida. Al seguir moviendo el cuerpo, David despertó, confuso.

DAVID: ¿Qué pasa? ¿Dónde estoy?

Helios se abalanzó sobre él y lo abrazó, sin dejarle respirar, apartando a las chicas. Ellas les dieron su momento.

DAVID: Pensaba que te había perdido.

HELIOS: Pero viniste a buscarme a pesar de todo. A pesar del riesgo.

DAVID: No te pienso perder ahora que te he encontrado. No te pienso perder después de todo lo que he pasado en mi vida —lo apretó fuerte contra su pecho y luego se apartó un poco para comprobar que estaba bien.

DAVID: ¿Qué es toda esta sangre? ¿Qué invento es este? —se tocaba la camiseta y ahora fue Ada la que se acercó para abrazarlo.

Ada e Is levantaron la mirada y vieron el otro cadáver de uno de los Discípulos, con sangre en el pecho. Al mirar alrededor, comprobaron que todos los objetos y contenedores cercanos parecían descolocados, hasta la basura esparcida por todas partes, como si alguien lo hubiera arrojado todo sin ningún control.

IS: Parece que por algún motivo aterrizaste sobre este charco de sangre, de esa persona a la que seguramente disparaste, Helios. Pensaste que era David, pero vemos que no.

DAVID: Sería el hombre que me estaba persiguiendo cuando venía hacia aquí —se incorporaba palpándose la cabeza—. Lo llevaba pegado a mí.

ADA: ¿Osi estaba aquí con vosotros? —interrumpió al acordarse de su novio y se levantó para echar un vistazo alrededor— ¿Hizo esto él? Porque él hizo volar a varios hombres ayer. ¡¿Dónde está ahora?! ¡¿Dónde está Osi?!

HELIOS: Estaba aquí cuando yo caí dormido. No tengo ni idea.

IS: Ni podemos localizarlo en el móvil porque los tiramos todos. Según Néstor nos encontraron por GPS.

DAVID: ¿Y a vosotras qué os ha pasado que lleváis esos pelos? ¿Os han atacado los DA? ¿Os han hecho esos arañazos en la cara? —preguntó preocupado.

Ellas se lanzaron una mirada rápida y avergonzada y enmudecieron.

ADA: No hay tiempo de explicaciones.

IS: Eso. Vámonos de aquí antes de que nos encuentren. ¿Sabéis algo de Ulises?

DAVID: Lo dejé escondido en el contenedor de la flor amarilla de grafiti, al lado el coche. Él tiene las llaves. Vamos para allá.

El grupo jugó con las sombras de la noche a su favor para ocultarse de los miembros de los DA que aún merodeaban por la zona y con mucha precaución arribaron al coche de David. Pero la sorpresa fue abrir el contenedor y no encontrar a Ulises allí.

DAVID: ¡Estaba aquí!

IS: Asir quiera que no le haya pasado nada malo —suspiró, consternada.

HELIOS: ¿Y ahora qué hacemos? No tenemos las llaves del coche ni tenemos manera de poder localizar a Osi o a Ulises...

Se miraron unos a los otros tensamente en busca de una solución, pero ninguno supo qué contestar. La tensión fue rota de improvisto por unas pisadas que se acercaban intentando no ser oídas.




Ulises se despertó en la penumbra de la medianoche tirado en un callejón y con dolor en el cuello y la mejilla que tenía contra el bordillo de la acera. Se incorporó lentamente y nada más darse la vuelta vio a un hombre tirado en el suelo y un arma no muy lejos de él. Parecía que le había robado un día más de vida a las garras de la muerte.

Lo último que recordaba era que estaba en el contenedor y alguien lo abrió, pero no sabía cómo había llegado hasta allí. No parecía ni que estuviera en el mismo barrio del Cabañal. Parecía un lugar apartado, como un polígono industrial. Se echó las manos a los bolsillos en busca de su móvil, pero recordó que se deshizo de él. Al volver a ver al hombre inconsciente, decidió arriesgarse a rebuscar en sus bolsillos por si él tenía uno.

Con movimientos felinos se acercó a él y empezó a palpar los bolsillos, cuando su mente aún nublada le otorgó el recuerdo de que no solo él había tirado el móvil, sino que sus amigos también. Por lo tanto no era necesario conseguir un teléfono.

ULISES: ¿Qué es esto? —pensó al tocar un bulto metálico en la chaqueta del desconocido—. ¡Son las llaves del coche de David! Me había olvidado que me las dio. ¡Y las tenía el tipo este!

Se las sacó cuidadosamente y luego miró el arma en el suelo y se la metió en el bolsillo, por precaución, abandonando la escena y alejándose cuidadosamente de aquel lugar.

Al toparse con un taxi que parecía de servicio, a pesar de ser la madrugada posterior a la Renovación cuando normalmente todo el mundo está durmiendo, decidió correr el riesgo de cogerlo para salir en cuanto antes de aquel lugar que no sabía ni donde estaba, con la esperanza de que el taxista no supiese sobre su condición de supuesto terrorista. El vehículo estaba parado en el arcén sospechosamente y sus dos ocupantes estaban a un costado, jadeando y moviendo un cuerpo contra el otro en la penumbra. El hombrezuelo se percató de la presencia de Ulises y notó la expresión de terror de que sin duda lo había reconocido. Paró al instante, y la mujer que estaba penetrando se fue corriendo, vistiéndose por el camino.

—¡No me haga nada, por favor! —levantó las manos en pavor, con los pantalones bajados y el miembro viril erecto—. Tome todo el dinero que quiera pero no me haga nada! Tengo marido e hijos, no soy un reproductor de esos. Por favor, no me haga daño —empezó a llorar, histérico, a la vez que su pene se deshinchaba humillantemente.

Uli lo miró con incredulidad al verlo teniendo sexo con una mujer, y luego pensó en sacar tajada del miedo y respeto que parecía tenerle. Se sintió mal por un momento, pero en esos instantes, su vida corría peligro. Se sacó la pistola del bolsillo y aquello lo puso más nervioso todavía. Se orinó encima. Ulises no podía sentir más vergüenza ajena y pena a la vez.

ULISES: Aléjese del coche con las manos en alto y no haga ningún ruido. Deje las llaves sobre el asiento del conductor.

Sin acabar de decir esto, el temeroso hombre tiró las llaves al suelo, se subió los pantalones como pudo y salió disparado como si no hubiera un mañana. Ulises se puso al volante y salió de allí con un derrape sin ningún rumbo en concreto.




Osi despertó con el fuerte sonido de la música.

"Despierta de la Renovación al ritmo de Los 40 Carcamales. Los mismos éxitos de los que pagan más, una y otra vez."

Apagó la radio del coche en sentido lateral y como pudo, ya que el humo le dificultaba la visión. A su izquierda pero a la vez arriba estaba Noé al volante, aunque ahora parecía sin conocimiento y aguantado su peso por el cinturón de seguridad. Fue cuando se dio cuenta que la gravedad lo empujaba hacia la derecha. El coche estaba volcado. Se notó la frente pegajosa, y al pasarse la mano sintió la sangre seca y las pequeñas heridas que debieron de causarle los cristales rotos que estaban por todas partes. Se liberó del cinturón de seguridad, pero no podía salir por su propia puerta. El humo le hacía toser y sentía la terrible necesidad de salir de allí. Si quería escapar antes de que Noé se despertase tenía que pasar por encima de él y salir por la puerta del conductor, que apuntaba hacia arriba.

Con sigilo intentó abrir la puerta, pero se la encontró atascada. Intentó usar sus dones como hizo la noche de la Renovación, pero nada ocurrió. Se sintió impotente después de tanto poder. Tenía la cara de Noé a pocos centímetros de la suya y el calor de su aliento le corroboró que había sobrevivido. Su pelo canoso revuelto y su bigote despeinado con rasguños y cristales por esa cara tan robusta le hacía parecer hasta vulnerable. Su tremenda altura lo hacía parecer un gigante dentro del coche, con su cabeza casi tocando el techo.

Volvió a insistir con la manilla de la puerta y al final, con más maña que fuerza, consiguió abrirla hacia arriba. Sonrió. Pesaba más de lo que imaginaba, al abrirla en una dirección que normalmente no se hacía. Lo difícil ahora era escalar fuera del coche intentando no despertar a Noé. Puso un pie sobre el volante y el otro inevitablemente sobre el excura y cuando salió y saltó al suelo lo oyó gemir. Se puso a correr siguiendo la carretera y no pasaba ni un solo coche. Cuando a lo lejos vio llegar un coche blanco con el piloto verde en el techo indicando que estaba libre. Iba a toda velocidad, pero su instinto le pedía salir de allí.

No quería ser visto ni que nadie lo reconociera como terrorista, pero su instinto de supervivencia le hizo subir la mano en señal para pararlo. Tenía que salir de allí como fuese y no parecía que pasaran muchos más coches. El taxi frenó en seco chirriando las ruedas.

Al girarse vio como Noé salía del coche accidentado y se movía con dificultad. Sin pensarlo dos veces, se apresuró a meterse en el asiento trasero del taxi.

OSI: ¡¿Ulises?! —se sorprendió y alegró al mismo tiempo al verlo al volante—. ¿Pero qué... pero qué?

Un disparo impactó muy cerca suyo y Ulises arrancó a toda velocidad, dejando a Noé atrás y siguiendo disparando con ninguna suerte de alcanzarlos.

ULISES: Tenemos que volver al coche de David. Yo tengo las llaves, así que no habrán podido ir a ninguna parte. Tienen que estar allí.

OSI: Asir quiera que estén allí... —se puso el cinturón del asiento trasero al ver cómo aceleraba Ulises.




Al llegar al contenedor de la flor amarilla el lugar parecía desierto. Dejaron el taxi alejado y Ulises hasta dejó una nota de agradecimiento, ya que se sentía bastante mal de haber robado un vehículo a punta de pistola y de aquella manera tan humillante para su conductor.

Se acercaron al coche de David con sigilo y no vieron a nadie.

ULISES: Tienen que estar por aquí —paró de golpe y le tapó la boca a Osi—. ¿Oyes? —dijo tan bajito que casi no pudo oírse.

Se acercaron más y más tratando de no hacer ruido y antes de girar la esquina, Osi se encontró con un arma apuntando a su frente a dos centímetros de él. En esos momentos solo podía ver el arma, sus ojos no apuntaba a otra parte, pero poco a poco empezaron a focalizar lo que había detrás, la persona que estaba apuntando.

ULISES: ¡Helios! —exclamó, suspirando.

Helios bajó el arma y los abrazó a los dos.

IS: Menos mal que estáis bien —salió ella de detrás al oír a Ulises y lo abrazó también.

A ellos se le unieron los demás, hasta que acabaron en un abrazo comunitario. Ada y Osi se dieron un tierno ósculo de manera más íntima.

OSI: ¿Qué te han hecho en la cara? —la tenía roja y con algunos moratones incipientes, mientras Ada bajaba la mirada.

ULISES: No hay tiempo que perder —interrumpió él y les contó rápidamente cómo habían llegado hasta allí—. No podemos olvidar que ahora somos fugitivos. Todo el mundo nos va a reconocer. Lo que significa —abrió el maletero y señaló las pelucas.

Todos se medio disfrazaron de nuevo sabiendo que tenían que ocultar su identidad, y a continuación se metieron en el coche.

ADA: Tu peluca no es muy discreta —se dirigió a Ulises, que llevaba un crespado de Lobezno, mientras se quitaba la camiseta de propaganda que cogió prestada de los fugitivos, y se ponía una suya de su maleta y su peluca negra con flequillo, de egipcia.

Uli se miró por el espejo retrovisor y asintió.

ULISES: Sí, será mejor que me la quite —y se puso la barba postiza en su lugar.

Una vez estuvieron todos colocados y con sus cinturones de seguridad, David arrancó el motor pero no metió ninguna marcha. En su lugar, se giró para dirigirse a los demás y su peluca larga de rulos castaños se movió en el aire.

DAVID: Bueno, sabiendo que los fugitivos nos dejaron bastante claro que no los podíamos seguir, ya que entre otras cosas causamos que los DA los encontrasen y matasen a su líder, Néstor, me queda la siguiente pregunta: ¿Adónde coño vamos?

Todos guardaron unos minutos de silencio tratando de encontrar una solución a su complicada y nueva vida. Is se tapaba la cabeza con la capucha roja de caperucita y se tocaba el pelo dolorida por los tirones de Ada. Helios se bajaba su sombrero de vaquero para taparse la cara. Osi no paraba de ajustarse las gafas negras de pasta en su cara. Hasta que alguien les hizo prestar atención con el chasqueo de sus dedos.

ULISES: Tengo una idea.




Próximo episodio: lunes, 22 de abril de 2013 a las 21:00.