Priviuslí, en El mundo al revés: los protas han dado
esquinazo a los DA y al ser fugitivos no sabían dónde ir, hasta que Ulises tuvo
una idea.
El grupo de amigos
seguía en carretera y ya habían salido de la autovía hacía tiempo. Los caminos
eran más y más estrechos hasta que dejaron de estar asfaltados. El paisaje
árido montañés le estaba poniendo el estómago del revés a Ulises, que se había
quitado la barba postiza del calor que hacía. O sería lo enrevesado de la ruta.
Fuera lo que fuere, ya le estaba entrando mal cuerpo por los malos recuerdos
que tenía de aquel lugar.
OSI: Entonces, por
lo que recuerdo, había una despensa llena de comida.
ADA: Rollo pasta,
arroz y cosas que duran mucho tiempo —se atusaba el pelo al quitarse la peluca
negra y el sudor de la frente.
DAVID: Sí.
ADA: Y por lo que
recuerdo, ni los GPS podían localizar la zona. Vaya tela lo que nos costó
llegar aquella vez...
OSI: Asir quiera
que los intransigentes que nos intentaron robar el coche no les dijeran a los
Discípulos dónde se encontraba la casa.
ADA: ¿Por qué
deberían? Uno de ellos, el novio de Noé, Israel, fue el que murió en el
hospital. No sabía ni quiénes éramos por aquel entonces. Seguro que fuimos una
operación más sin ninguna importancia para los terroristas.
Helios los miraba a
todos sin poder seguir la conversación, pero Uli no se sentía con ganas de
hablar.
IS: Sigo pensando
que lo mejor sería encontrar a Set —interrumpió con esperanza en su voz, como
si tan solo pensara en voz alta.
OSI: Is, ese hombre
tira fuego por las manos. Es la personificación de Suty —reflejaba la amargura de
los recuerdos de aquel día.
IS: ¡Y tú mueves
cosas con tu mente! ¿Cuál es la diferencia?
Osi no supo qué
contestar y Ada salió rápida a defenderlo.
ADA: Si querían
ganarse su confianza, desde luego que secuestrándolo, drogándolo y atándolo no
es la manera. Y además, tú lo único que quieres es conocerlo porque quieres una
familia, y eso no es motivo para ponernos a todos en peligro.
Is le miró la nuca fijamente
desde la parte trasera del coche, pero Ada no se giró. Luego dirigió la vista
hacia la ventana y respiró profundamente. Sabía que nunca se habían llevado
bien, pero parecía empeorarse a cada choque entre ellas.
ADA: Ya está
decidido, pues.
IS: Como que ya
estamos llegando —dijo para sí misma, deshaciéndose las trenzas y
desprendiéndose algunos mechones de pelo. Los demás ya se habían quitado los
restos de los disfraces, creyéndose a salvo.
ULISES: ¿Estás
seguro que podemos ir a la casa? ¿No la usan los amigos de tus madres? —intentó
hasta el último momento no tener que poner un pie en aquella casa.
David seguía
conduciendo y miraba de reojo por el espejo retrovisor pero sin decir palabra.
ULISES: ¿Eh, David,
eh?
DAVID: La casa es
de mis madres en realidad —se mordió el labio mientras lo confesaba,
avergonzado. A los demás tampoco pareció impactarles demasiado—. Era como un
refugio que tenían sin declarar, en el caso de que tuvieran que huir si les
pillaban. Pero las detuvieron tan repentinamente que ni tuvieron tiempo de
usarla ni de escapar.
HELIOS: Pobretas, che,
con lo bien que les iba el negocio de la droga —ironizó él, que había estado
callado todo este tiempo sin poder opinar sobre nada de lo que hablaban, porque
él no estuvo allí. Pero se arrepintió del comentario al clavársele los ojos de
David en su cara.
IS: ¿Es esa casa,
no?
DAVID: Sí —dijo en
tono serio sin perder de vista todavía a Helios, que miraba hacia otro lado
para no confrontarlo—, ya hemos llegado.
Pararon enfrente de
la verja y antes de abrirla comprobaron que no les había seguido nadie, algo
que ya habían estado haciendo individualmente durante todo el camino por los
espejos retrovisores. Pero al verse los unos a los otros fuera del coche
mirando a lo lejos en busca de posibles peligros, se miraron con alivio y
rieron nerviosamente. Se estaban adaptando rápidamente a su nueva condición de
fugitivos. Se volvieron a meter en el coche y entraron en la casa, dejando el
vehículo dentro del garaje.
Ada fue la primera
en entrar con su gran maleta por la puerta que daba al recibidor, y lo único
que los demás vieron fue verla entrar alegremente y a los dos segundos verla volver
al garaje con un grito muy agudo y soltando su maleta, desparramándose de nuevo
toda su ropa por el suelo.
ADA: ¡Un gato
negro! ¡Odio a los gatos! —se escondió detrás de Osi.
Ulises entró al
recibidor casi con miedo de volverse a encontrar con los intransigentes. Detrás
suyo venía David, que comprobó como un montón de piedras se habían desprendido
de la pared, dejando un hueco de tamaño considerable que daba a la parte de
atrás de la casa, por donde había entrado el felino. El suelo tenían tanto
polvo y suciedad que parecía una propiedad abandonada. Echando un vistazo
alrededor, David cogió una vieja tabla de madera que estaba en la otra parte de
la pared y la colocó tapando el agujero.
DAVID: Parece que
la casa no está en muy buenas condiciones. Hace dos años que no venía... Y
ahora —cambió el tono de voz tratando de motivar al resto— si limpiamos un poco
ya parecerá habitable.
Is entró al
recibidor con su mochila a la espalda y su estómago se quejó de la falta de
ingesta. Uli miró a Is, e Is miró a Uli. Con los nervios de todo lo acontecido
desde el día de la Renovación ni se acordaban de la última vez que comieron
algo sólido. Su complicidad habló sin palabras. Entusiasmados como dos niños
que entran en una tienda de golosinas, soltaron las mochilas en el polvoriento
suelo y corrieron escaleras abajo hacia el almacén de comida. David no había
dado la luz todavía, pero entre la oscuridad se veía al fondo de la habitación,
alumbrada por la tenue luz que penetraba por una pequeña ventana, una cantidad
nada despreciable de bombonas de butano. Más cercano a las escaleras, se discernían
las estanterías con las provisiones, una de ellas caída en el suelo con todos
los alimentos esparcidos.
DAVID: Ah, eso fui
yo —apareció por detrás—. Los heterófobos nos siguieron hasta el sótano a Zac y
a mí y empujé la estantería para escapar de allí... ¡Mirad! —dijo cogiendo unos
sobres coloridos de una de las estanterías— ¡Si hasta hay semillas de verduras
para plantar en el huerto! ¡Y abono! Pesticidas, herramientas...
A Ulises se le pasó
el apetito al oír nombrar a aquellos individuos. Los malos recuerdos de aquella
experiencia en la que Ulises se golpeó la cabeza y casi no sobrevive le
invadían la mente. Sabía que se dirigían a ese sitio, pero estar allí y
respirar esa humedad de casa antigua mezclada con moho le regaló un amargo
viaje en el tiempo.
Ulises subió cabizbajo
a la entrada de la casa y miró al suelo en el lugar en el que se golpeó la
cabeza años atrás. Con el pie apartó la suciedad y debajo de todo ello
descubrió los restos de la mancha roja que dejó su sangre. Un escalofrío le
recorrió todo el cuerpo como si de repente se encontrara desnudo en el Polo
Norte y hasta sintió náuseas.
IS: ¿Estás bien? —apareció
por detrás y lo sobresaltó al tocarle el brazo.
ULISES: Sí... sí —respondió
todavía en sus pensamientos.
ADA: Osi y yo no
pudimos quitarlo del todo. Lo siento —entraba por el garaje detrás de su novio,
aún escondiéndose del gato.
ULISES: No, no. No
pasa nada.
El sonido de la
televisión los atrajo hacia el comedor. David había dado la luz y Helios había
puesto la tele en marcha, sorprendiéndose a sí mismo de que funcionara.
DAVID: Como para
salir a hacer la compra al super —dijo mientras los otros llegaban para
comprobar lo que estaban viendo.
"Recordamos la identidad de los peligrosos
terroristas heterófobos —anunciaba la presentadora del
telediario a la vez que mostraban fotos de ellos con sus nombres debajo—, que en su última escapada robaron un taxi
violentamente a punta de pistola, dejando al pobre trabajador sin un medio para
alimentar a su marido e hijos, que morirán de hambre debajo de un puente
después de que, al no poder pagar la hipoteca, el banco se apropie de su casa."
ULISES: ¡¿Pero por qué
dramatizan tanto las cosas en las noticias?! ¿Que no tendrá para alimentar a su
familia? ¡Pero si se estaba follando a una pilingui!
HELIOS: Y además,
dejamos el taxi para que pudieran encontrarlo en el barrio del Cabañal.
ULISES: Tampoco
mencionan la nota de agradecimiento que dejé.
IS: Nada de eso
importa, porque si la caja mágica dice que somos peligrosos terroristas, es lo
que todo el mundo va a creer. Lo que la televisión dice es la verdad suprema en
los ojos del populacho.
El telediario había
terminado, pero dieron paso a un programa que parecía que habían estado
emitiendo desde que dieran a conocer la identidad de los terroristas.
"Un día más en «Los terroristas eran mis amigos», os
traemos los testimonios del entorno de este grupo de personas, que se hacían
pasar por personas normales y corrientes"
DAVID: No, en
realidad somos extraterrestres —dijo con sarcasmo.
"—Yo creía que era buena chica —declaraba una enfermera en la puerta del hospital La Caridad—, pero parece que nos tenía engañados a todos
—espetó con desprecio."
IS: ¡Pero será...!
¡Uh!
OSI: ¿Esa no era tu
compañera de planta, con la que te tomabas un café todos los días?
Pero Is, en vez de
contestar, solo gruñía furiosa. El escenario cambió de lugar cuando la
enfermera terminó con su declaración, y ahora la cámara se encontraba enfrente
del portal del piso alquilado en el que vivían los amigos. Una señora vecina de
la escalera se había vestido con sus mejores galas y joyas para brillar en su
minuto de gloria por televisión.
"—Yo siempre sospeché de ellos. Tanta gente ahí
metida en el piso, venga a entrar unos, a salir otros... —puso los ojos en blanco de indignación—. En solo unos años ha pasado más gente por ese piso que en un hotel —alzó
la barbilla convencida de lo que decía."
OSI: Uy, anda que
la señora Vicenta también...
"—Yo coincidía bastante con Ulises Alvea en el
ascensor —se sorprendió Uli de ver al vecino con el
que tonteaba— y yo notaba algo raro en
él. Algo que me hacía desconfiar. Era como que no quería acercarse a mí por
todo lo que estaban escondiendo. Panda de asesinos sin escrúpulos..."
Ulises no daba
crédito a la cantidad de sandeces que estaba escuchando. Sin decir nada, se
dirigió hacia el recibidor e inevitablemente dirigió la mirada hacia la mancha
colorada una vez más. Otro escalofrío le recorrió el cuerpo. Cogió su mochila,
que aún seguía en el suelo, y subió las escaleras hacia las habitaciones con
palpable disgusto. Se sacó de un bolsillo de la mochila la caja de su
medicación para el trastorno bipolar y comprobó con horror que solo le quedaba
lo suficiente para una semana.
DAVID: Bueno,
parece que esta será nuestra casa a partir de ahora —oyó decir antes de cerrar
la puerta de una de las habitaciones.
Ulises estaba
sentado en la cama, apoyándose en la pared y abrazándose las rodillas. El
frescor estival del interior de la península le había hecho recurrir a una
manta cuando el sol no alumbraba con sus rayos. Se la ponía por los hombros y
se pasaba todo el día sentado en la cama. La habitación estaba ya habitable y
limpia, no como el día que llegaron, pero él parecía todo lo contrario. El pelo
le había crecido, pero ya ni se molestaba en tratar de peinarse sus bucles que
le caían por la frente de manera alborotada y grasienta. Le había crecido una
abundante barba rubia y en general, tenía un aspecto sucio debido a que no
frecuentaba a menudo el lavabo. Ya no se ponía nunca las lentillas y llevaba
sus gafas de pasta de manera despreocupada. Además, no se quitaba nunca el
pijama viejo que le había encontrado David por los cajones de un armario de la
casa. Todo ello unido a los visibles huesos de sus mejillas, resultado del
habitual ayuno que practicaba, le hacía parecer un náufrago recién rescatado de
una isla desierta.
Alguien tocó a la
puerta despacio, y sin esperar a dársele el permiso, Is atravesó la puerta. A
Uli no pareció abstraerlo de su estado letárgico, ni aun cuando se sentó a su
lado con una bandeja de comida. Sus ojos de un penetrante azul claro seguían
mirando al vacío.
IS: ¿No vas a comer
nada tampoco hoy? No es que me queje, porque no es que quede mucho en la
despensa —bromeó sin esperar respuesta, como si aquello fuera una situación
habitual. Después dejó la bandeja en una mesita, cogiendo la que ya estaba
allí, con comida exactamente como la dejó.
ULISES: Lo he
perdido todo. No tengo vida. No tengo nada —decía agarrándose las rodillas como
si fuera una reproducción de una grabación, enroscado en la manta que le cubría
y sin mirarle a la cara a Is.
IS: Nada ha
cambiado con respecto a ayer. Ni antes de ayer. Ni la semana pasada, ni la
anterior, ni la anterior —trató de poner un tono reconfortante al principio,
pero poco a poco iba perdiendo la compostura—. Me dices lo mismo todos los días
y yo no sé qué más decirte... ¡Todos hemos perdido nuestras vidas! ¿Te crees
que yo no me lo planteo también?
Is chasqueó con la
lengua al ver a Uli en ese estado inerte y se recompuso.
IS: Lo siento, Uli.
Esto es desesperante para mí también. Sé por lo que estás pasando y debe de ser
muy duro. Encima de todo lo que ha pasado y el estar encerrados en este casa,
llevas semanas sin tomar tus medicinas... Pero es que no podemos correr el
riesgo de ir a buscarlas a ninguna parte. Si Ada u Osi te firman la receta
médica, nos pillarán. Y no hay otro modo de comprarlas.
A él no le
importaba. Solo quería su medicación.
ULISES: No tengo
nada, lo he perdido todo —le caían lágrimas que Is delicadamente secó con un
pañuelo.
IS: Bueno, te voy a
contar las últimas noticias de la casa, para que te animes un poco.
Ulises alzó la
cabeza y por primera vez desde que Is entró en la habitación, la miró a la
cara. Los cotilleos era lo único que le subían el ánimo. Pero no tenía ni ganas
ni fuerzas de bajar al comedor para vivirlos él mismo. Is se lo contaba siempre
muy bien.
IS: Lo primero y
como siempre, Ada se pasa el día en el huerto. La verdad es que si no lo
hiciera pocas cosas para comer quedarían ya.
Eso no era muy
interesante, miró por la ventana al más allá. Is cambió de tema bruscamente.
IS: Por otro lado,
y como sabes, David lleva ya un tiempo bastante ansioso y queriendo volver a
fumar. Pues bien, parece que desde que se lo dejara, se había guardado un
cigarro por si las moscas, y el otro día cuando se lo iba a fumar, Osi intentó
evitarlo... Tenías que haberlos visto discutir como si fuera el fin del mundo.
David le dio empujones y hasta le pegó en la cara. Helios intentó intermediar,
como siempre tan conciliador él, pero David acabó encendiéndose el cigarro.
Pero adivina qué. En cuanto se lo encendió se puso a toser y lo tiró al suelo y
lo apagó —rió ella e hizo sonreír a Ulises. Eso le hubiera gustado verlo con
sus propios ojos.
Ulises se dio
cuenta de lo mucho que lo estaba intentando ella, de lo mucho que se interesaba
por él y de lo mucho que se lo agradecía. Por un momento salió de su cáscara y
se preocupó por saber cómo se encontraba.
ULISES: ¿Y tú, como
llevas todo esto? —preguntó en voz baja y sin mantener contacto con la mirada.
IS: Yo estoy bien —dijo
poco convencida—. Siguen las tiranteces con Ada y cuando Osi no está delante se
pone un poco más intenso. Pero siempre está Helios por ahí para poner paz —paró
un momento, pensativa—. De hecho, creo que es Helios el que mejor lo está
llevando —se puso los nudillos sobre la boca, recordando—. Se pasa el día
haciendo ejercicio. Hey, míralo —lo saludó al verlo pasar por la puerta, tan
alegre como siempre.
HELIOS: ¿Todo bien
por aquí? —se asomó a la habitación con una sonrisa moderada y Ulises forzó una
sonrisa educada, para no preocupar a todo el mundo por su estado.
IS: Todo bien,
dentro de lo que cabe.
Helios pasó de
largo y la felicidad se tornó en agotamiento. Llegó hasta el final del pasillo
y volvió atrás, para luego retornar al mismo punto. Miraba las paredes que
tantas veces había estudiado desde que llegaran al cortijo, y al subir la
mirada y contemplar esos elevados techos de casa antigua, le pareció más infinito
que nunca, como si las paredes se doblasen sobre sí mismas y fuera imposible
encontrar una escapatoria. Se metió en su cuarto tratando de pensar en otra
cosa, y aprovechando que David estaba en la cocina, se puso a hacer
abdominales. Una vez hubo terminado, trabajó sus definidos pectorales, como
había estado haciendo casi a diario. Fue incrementando la dificultad de los
ejercicios hasta quedarse sin aliento, pero ni aún así se encontraba mejor. Le
parecía que el techo se le venía encima y como si le faltara el aire, empezó a
sentir presión en el corazón. Abrió la ventana para respirar aire puro, y lo
único que le tranquilizó fue contemplar el bosque de la parte de atrás de la
casa. Inspiró como si pudiera capturar la esencia de los árboles. El viento y
los colores verdes le devolvieron a la vida. Oh, la libertad de la naturaleza.
Lo que daría él por correr por esos bosques sintiendo ese viento fresco en la
cara...
Próximo episodio: lunes, 29 de abril de 2013 a
las 21:00.
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