En la cuarta temporada de El mundo al revés: los protas
han descubierto al líder de los terroristas heterófobos, Noé, y su conexión con
los Discípulos de Asir, que a su vez tienen a la policía de su lado. Los han
declarado terroristas por la televisión para intentar deshacerse de ellos, pero
escaparon de la fiesta de disfraces a la que iban a ir en su barrio y acabaron
en el barrio del Cabañal huyendo de los DA, que les pisaban los talones antes
de caer rendidos por el peso de la Renovación.
Is abrió los ojos
súbitamente como si acabara de despertarse de la peor de sus pesadillas, para
cerrarlos al momento al molestarle una luz que le alumbraba la cara. Dejándola
entrar a través de sus párpados, la visión le fue otorgando poco a poco a su
alrededor la carretera de una oscura calle, en la que estaban parpadeando
algunas farolas que se acababan de encender.
Con su cara prieta
contra el asfalto y su peso muerto sobre él, se percató que sus últimos
recuerdos no pertenecían al mundo lírico, sino que eran acontecimientos que
había vivido antes de caer inconsciente por la Renovación. Al tratar de
levantarse se vio presa por los tobillos de una fuerza que se lo impedía.
Cuando se giró para comprobar cuál era la causa, se sobresaltó al comprobar que
el hombre corpulento, calvo y con perilla, que ahora recordaba que la seguía
antes de caer, tenía sus fuertes manos agarrando sus piernas. Aunque dio un
suspiro tranquilizador y una carcajada nerviosa al ver que aquel amasijo de
músculos parecía inerte. Se liberó de sus manos de una sacudida de piernas y
empezó a levantarse. Le daba la sensación de que había estado durmiendo años, y
la dificultad de movimiento al haber estado durmiendo veinticuatro horas sobre
la superficie granulada se hizo palpable con el letargo de sus acciones.
Antes de que
pudiera incorporarse del todo, vio como Eliseo abrió los ojos cogiendo aire y
nada más verla la agarró por las piernas, débil y confusamente. Ella se dio tal
susto que al reaccionar dándole una patada en la cara lo volvió a dejar
inconsciente. Se sintió orgullosa de haber vencido a la bestia y salió
corriendo y medio cojeando, mirando a su alrededor para asegurarse que nadie la
seguía.
Se alejó torpemente
del lugar para ponerse a salvo, notando sus miembros aún entumecidos y al
tocarse la cara sus dedos recorrían lo que había sido molde de los recovecos del
pavimento. Al creerse a resguardo se puso a repasar mentalmente los últimos
acontecimientos antes de quedarse dormida.
IS: ¡Ada! —le vino
a la cabeza la persona que había dejado tirada en la carretera cuando aquella
cayó y ella siguió a la carrera, huyendo del hombre que acababa de noquear.
Tenía dos
alternativas: volver a por Ada o dirigirse hacia donde creyó oír un disparo
antes de desmayarse. No era lo que ella hubiera elegido, pero su conciencia no
le dejó otra alternativa. Con sigilo se asomó por la esquina y vio a Ada tirada
en el suelo, conforme la dejó. Pero ahora estaba rodeada de otros cuerpos a su
alrededor que no reconocía. Los Discípulos de Asir que los perseguían.
Si tenía que hacer
algo sería mejor que lo hiciera pronto, antes de que los demás se despertasen o
antes de que la encontrasen. Se armó de valor y se acercó a ella, sorteando los
bultos humanos y pisando con extremo cuidado para no hacer el más mínimo ruido.
Una vez a su lado, trató de arrastrarla, pero pesaba demasiado para ella.
IS: Justamente
tenías que ser tú —pensó, iracunda de verse en el deber de tener que salvarla.
Al no poder
moverla, se agachó e intentó reanimarla agitándola un poco. No reaccionaba. Le
dio una pequeña palmada en la cara, pero tampoco. Is miraba a las personas
inconscientes que la rodeaban, pero por suerte parecían inmóviles. Las pequeñas
palmadas se convirtieron en bofetadas, canalizando el odio que sentía hacia
ella, y finalmente Ada abrió los ojos con asombro. Antes de que pudiera emitir
ningún ruido que las delatara, Is le tapó la boca. Demasiado tarde.
ADA: ¡Aaaaah! —gritó,
confusa como ella misma se había despertado hacía un momento.
Las cabezas de dos
de los Discípulos empezaron a moverse e Is agarró a Ada por los brazos,
levantándola y haciéndola correr, aunque sus movimientos no eran muy certeros
como acababa de experimentar ella misma. Ellas fueran más rápidas, gracias a la
rapidez de Is, y los DA no fueron capaces de seguirlas, debido a su
aturdimiento.
Al estar más
alejadas y cuando Ada recuperó la movilidad, Is empezó a correr desmarcándose
de ella, pero Ada la alcanzó y la cogió de una de sus trenzas de Caperucita.
ADA: ¿Adónde te
crees que vas? —le dijo enfadada sin soltarla todavía.
IS: ¡No me tires
del pelo! —se liberó de un empujón, que la empotró contra la pared de una casa
vieja.
ADA: ¿Se puede
saber por qué me odias tanto, que hasta en una situación de vida o muerte me
tienes que intentar dar esquinazo? —la empujó furiosa, pero sin elevar el tono
de voz para no delatarse.
IS: ¿De verdad lo
quieres saber? Además de lo impertinente y presumida que eres, no creo que seas
lo suficientemente buena para mi hermano. Y eso me revienta, porque él aspira a
algo mucho mejor —y la empujó de nuevo.
ADA: ¿Pero tú quién
te has creído que eres para valorar eso? ¡Y no me empujes! —le tiró de la
trenza derecha. Su tono era cada vez más beligerante, pero comedido y mirando a
su alrededor para comprobar que nadie las seguía.
IS: ¡Que no me
tires del pelo! —le dio una bofetada en la cara, pero Ada no la soltaba.
Is seguía pegándole
bofetadas y Ada se defendía y le tiraba de ambas trenzas con fuerza y le
arañaba la cara. Lo de Is eran más golpes secos.
Al ver que aquello
no llevaba a ninguna parte, la pelea se enfrió poco a poco. Se separaron y se
sentaron en silencio en el suelo, aún alteradas con su respiración agitada.
IS: Me has
arrancado mucho pelo. Peleas como las niñas.
ADA: Cállate y
vamos a buscar a los demás. No podemos quedarnos aquí. Por mucho que me odies
tendremos que colaborar —se levantó e Is la siguió a desgana.
Buscando el lugar
donde Is creyó oír un disparo, al girar una esquina se encontraron con Helios,
que estaba de pie llorando y mirando el cuerpo yaciente de David en el suelo
sobre un charco de sangre reseca, junto a otros cuerpos.
HELIOS: Lo he
matado. Lo he matado —decía para sí mismo en desesperación, cogiéndose la
cabeza.
Ellas se acercaron
corriendo y él se sorprendió y alegró al mismo tiempo de verlas. Las miraba
extrañado por esos pelos alborotados y arañazos en la cara, pero no preguntó la
causa. Se abrazaron los tres, y ellas, contemplando el cadáver de David, preguntaron
qué había pasado. Ada se puso la mano sobre la boca, incrédula y temblándole la
barbilla.
HELIOS: Estaba todo
muy oscuro. Y yo muy nervioso... y somnoliento —decía con los ojos mirando a la
nada—. Solo oí que alguien llegaba y disparé.
ADA: ¿Está muerto seguro?
¿Has comprobado el pulso? —inquirió con un ápice de esperanza.
HELIOS: No lo sé —su
cara era un poema. Se volvió a coger la cabeza en incredulidad—. Me acabo de
despertar y lo acabo de recordar todo.
Is se agachó y le
puso sus dedos índice y corazón sobre la yugular.
IS: Tiene pulso.
Ada, ayúdame.
Le dieron la vuelta
y lo pusieron boca arriba. Su camiseta estaba manchada de sangre seca, pero al
levantarla para ver de dónde provenía, no vieron ninguna herida. Al seguir
moviendo el cuerpo, David despertó, confuso.
DAVID: ¿Qué pasa?
¿Dónde estoy?
Helios se abalanzó
sobre él y lo abrazó, sin dejarle respirar, apartando a las chicas. Ellas les
dieron su momento.
DAVID: Pensaba que
te había perdido.
HELIOS: Pero
viniste a buscarme a pesar de todo. A pesar del riesgo.
DAVID: No te pienso
perder ahora que te he encontrado. No te pienso perder después de todo lo que
he pasado en mi vida —lo apretó fuerte contra su pecho y luego se apartó un
poco para comprobar que estaba bien.
DAVID: ¿Qué es toda
esta sangre? ¿Qué invento es este? —se tocaba la camiseta y ahora fue Ada la
que se acercó para abrazarlo.
Ada e Is levantaron
la mirada y vieron el otro cadáver de uno de los Discípulos, con sangre en el
pecho. Al mirar alrededor, comprobaron que todos los objetos y contenedores
cercanos parecían descolocados, hasta la basura esparcida por todas partes,
como si alguien lo hubiera arrojado todo sin ningún control.
IS: Parece que por
algún motivo aterrizaste sobre este charco de sangre, de esa persona a la que
seguramente disparaste, Helios. Pensaste que era David, pero vemos que no.
DAVID: Sería el
hombre que me estaba persiguiendo cuando venía hacia aquí —se incorporaba
palpándose la cabeza—. Lo llevaba pegado a mí.
ADA: ¿Osi estaba
aquí con vosotros? —interrumpió al acordarse de su novio y se levantó para
echar un vistazo alrededor— ¿Hizo esto él? Porque él hizo volar a varios
hombres ayer. ¡¿Dónde está ahora?! ¡¿Dónde está Osi?!
HELIOS: Estaba aquí
cuando yo caí dormido. No tengo ni idea.
IS: Ni podemos
localizarlo en el móvil porque los tiramos todos. Según Néstor nos encontraron
por GPS.
DAVID: ¿Y a
vosotras qué os ha pasado que lleváis esos pelos? ¿Os han atacado los DA? ¿Os
han hecho esos arañazos en la cara? —preguntó preocupado.
Ellas se lanzaron una mirada rápida y avergonzada y
enmudecieron.
ADA: No hay tiempo
de explicaciones.
IS: Eso. Vámonos de
aquí antes de que nos encuentren. ¿Sabéis algo de Ulises?
DAVID: Lo dejé
escondido en el contenedor de la flor amarilla de grafiti, al lado el coche. Él
tiene las llaves. Vamos para allá.
El grupo jugó con
las sombras de la noche a su favor para ocultarse de los miembros de los DA que
aún merodeaban por la zona y con mucha precaución arribaron al coche de David.
Pero la sorpresa fue abrir el contenedor y no encontrar a Ulises allí.
DAVID: ¡Estaba
aquí!
IS: Asir quiera que
no le haya pasado nada malo —suspiró, consternada.
HELIOS: ¿Y ahora
qué hacemos? No tenemos las llaves del coche ni tenemos manera de poder
localizar a Osi o a Ulises...
Se miraron unos a
los otros tensamente en busca de una solución, pero ninguno supo qué contestar.
La tensión fue rota de improvisto por unas pisadas que se acercaban intentando
no ser oídas.
Ulises se despertó en
la penumbra de la medianoche tirado en un callejón y con dolor en el cuello y
la mejilla que tenía contra el bordillo de la acera. Se incorporó lentamente y
nada más darse la vuelta vio a un hombre tirado en el suelo y un arma no muy
lejos de él. Parecía que le había robado un día más de vida a las garras de la
muerte.
Lo último que
recordaba era que estaba en el contenedor y alguien lo abrió, pero no sabía
cómo había llegado hasta allí. No parecía ni que estuviera en el mismo barrio
del Cabañal. Parecía un lugar apartado, como un polígono industrial. Se echó
las manos a los bolsillos en busca de su móvil, pero recordó que se deshizo de
él. Al volver a ver al hombre inconsciente, decidió arriesgarse a rebuscar en
sus bolsillos por si él tenía uno.
Con movimientos
felinos se acercó a él y empezó a palpar los bolsillos, cuando su mente aún
nublada le otorgó el recuerdo de que no solo él había tirado el móvil, sino que
sus amigos también. Por lo tanto no era necesario conseguir un teléfono.
ULISES: ¿Qué es
esto? —pensó al tocar un bulto metálico en la chaqueta del desconocido—. ¡Son
las llaves del coche de David! Me había olvidado que me las dio. ¡Y las tenía
el tipo este!
Se las sacó
cuidadosamente y luego miró el arma en el suelo y se la metió en el bolsillo,
por precaución, abandonando la escena y alejándose cuidadosamente de aquel
lugar.
Al toparse con un
taxi que parecía de servicio, a pesar de ser la madrugada posterior a la
Renovación cuando normalmente todo el mundo está durmiendo, decidió correr el
riesgo de cogerlo para salir en cuanto antes de aquel lugar que no sabía ni
donde estaba, con la esperanza de que el taxista no supiese sobre su condición
de supuesto terrorista. El vehículo estaba parado en el arcén sospechosamente y
sus dos ocupantes estaban a un costado, jadeando y moviendo un cuerpo contra el
otro en la penumbra. El hombrezuelo se percató de la presencia de Ulises y notó
la expresión de terror de que sin duda lo había reconocido. Paró al instante, y
la mujer que estaba penetrando se fue corriendo, vistiéndose por el camino.
—¡No me haga nada,
por favor! —levantó las manos en pavor, con los pantalones bajados y el miembro
viril erecto—. Tome todo el dinero que quiera pero no me haga nada! Tengo
marido e hijos, no soy un reproductor de esos. Por favor, no me haga daño —empezó
a llorar, histérico, a la vez que su pene se deshinchaba humillantemente.
Uli lo miró con
incredulidad al verlo teniendo sexo con una mujer, y luego pensó en sacar
tajada del miedo y respeto que parecía tenerle. Se sintió mal por un momento,
pero en esos instantes, su vida corría peligro. Se sacó la pistola del bolsillo
y aquello lo puso más nervioso todavía. Se orinó encima. Ulises no podía sentir
más vergüenza ajena y pena a la vez.
ULISES: Aléjese del
coche con las manos en alto y no haga ningún ruido. Deje las llaves sobre el
asiento del conductor.
Sin acabar de decir
esto, el temeroso hombre tiró las llaves al suelo, se subió los pantalones como
pudo y salió disparado como si no hubiera un mañana. Ulises se puso al volante
y salió de allí con un derrape sin ningún rumbo en concreto.
Osi despertó con el
fuerte sonido de la música.
"Despierta de la Renovación al ritmo de Los 40
Carcamales. Los mismos éxitos de los que pagan más, una y otra vez."
Apagó la radio del
coche en sentido lateral y como pudo, ya que el humo le dificultaba la visión.
A su izquierda pero a la vez arriba estaba Noé al volante, aunque ahora parecía
sin conocimiento y aguantado su peso por el cinturón de seguridad. Fue cuando
se dio cuenta que la gravedad lo empujaba hacia la derecha. El coche estaba
volcado. Se notó la frente pegajosa, y al pasarse la mano sintió la sangre seca
y las pequeñas heridas que debieron de causarle los cristales rotos que estaban
por todas partes. Se liberó del cinturón de seguridad, pero no podía salir por
su propia puerta. El humo le hacía toser y sentía la terrible necesidad de
salir de allí. Si quería escapar antes de que Noé se despertase tenía que pasar
por encima de él y salir por la puerta del conductor, que apuntaba hacia
arriba.
Con sigilo intentó
abrir la puerta, pero se la encontró atascada. Intentó usar sus dones como hizo
la noche de la Renovación, pero nada ocurrió. Se sintió impotente después de
tanto poder. Tenía la cara de Noé a pocos centímetros de la suya y el calor de
su aliento le corroboró que había sobrevivido. Su pelo canoso revuelto y su
bigote despeinado con rasguños y cristales por esa cara tan robusta le hacía
parecer hasta vulnerable. Su tremenda altura lo hacía parecer un gigante dentro
del coche, con su cabeza casi tocando el techo.
Volvió a insistir
con la manilla de la puerta y al final, con más maña que fuerza, consiguió
abrirla hacia arriba. Sonrió. Pesaba más de lo que imaginaba, al abrirla en una
dirección que normalmente no se hacía. Lo difícil ahora era escalar fuera del
coche intentando no despertar a Noé. Puso un pie sobre el volante y el otro
inevitablemente sobre el excura y cuando salió y saltó al suelo lo oyó gemir.
Se puso a correr siguiendo la carretera y no pasaba ni un solo coche. Cuando a
lo lejos vio llegar un coche blanco con el piloto verde en el techo indicando
que estaba libre. Iba a toda velocidad, pero su instinto le pedía salir de
allí.
No quería ser visto
ni que nadie lo reconociera como terrorista, pero su instinto de supervivencia
le hizo subir la mano en señal para pararlo. Tenía que salir de allí como fuese
y no parecía que pasaran muchos más coches. El taxi frenó en seco chirriando
las ruedas.
Al girarse vio como
Noé salía del coche accidentado y se movía con dificultad. Sin pensarlo dos
veces, se apresuró a meterse en el asiento trasero del taxi.
OSI: ¡¿Ulises?! —se
sorprendió y alegró al mismo tiempo al verlo al volante—. ¿Pero qué... pero
qué?
Un disparo impactó
muy cerca suyo y Ulises arrancó a toda velocidad, dejando a Noé atrás y
siguiendo disparando con ninguna suerte de alcanzarlos.
ULISES: Tenemos que
volver al coche de David. Yo tengo las llaves, así que no habrán podido ir a
ninguna parte. Tienen que estar allí.
OSI: Asir quiera
que estén allí... —se puso el cinturón del asiento trasero al ver cómo
aceleraba Ulises.
Al llegar al
contenedor de la flor amarilla el lugar parecía desierto. Dejaron el taxi
alejado y Ulises hasta dejó una nota de agradecimiento, ya que se sentía
bastante mal de haber robado un vehículo a punta de pistola y de aquella manera
tan humillante para su conductor.
Se acercaron al
coche de David con sigilo y no vieron a nadie.
ULISES: Tienen que
estar por aquí —paró de golpe y le tapó la boca a Osi—. ¿Oyes? —dijo tan bajito
que casi no pudo oírse.
Se acercaron más y
más tratando de no hacer ruido y antes de girar la esquina, Osi se encontró con
un arma apuntando a su frente a dos centímetros de él. En esos momentos solo
podía ver el arma, sus ojos no apuntaba a otra parte, pero poco a poco
empezaron a focalizar lo que había detrás, la persona que estaba apuntando.
ULISES: ¡Helios! —exclamó,
suspirando.
Helios bajó el arma
y los abrazó a los dos.
IS: Menos mal que
estáis bien —salió ella de detrás al oír a Ulises y lo abrazó también.
A ellos se le
unieron los demás, hasta que acabaron en un abrazo comunitario. Ada y Osi se dieron un tierno ósculo de manera más íntima.
OSI: ¿Qué te han hecho en la cara? —la tenía roja y con algunos moratones incipientes, mientras Ada bajaba la mirada.
ULISES: No hay
tiempo que perder —interrumpió él y les contó rápidamente cómo habían
llegado hasta allí—. No podemos olvidar que ahora somos fugitivos. Todo el
mundo nos va a reconocer. Lo que significa —abrió el maletero y señaló las
pelucas.
Todos se medio
disfrazaron de nuevo sabiendo que tenían que ocultar su identidad, y a
continuación se metieron en el coche.
ADA: Tu peluca no
es muy discreta —se dirigió a Ulises, que llevaba un crespado de Lobezno,
mientras se quitaba la camiseta de propaganda que cogió prestada de los
fugitivos, y se ponía una suya de su maleta y su peluca negra con flequillo, de
egipcia.
Uli se miró por el
espejo retrovisor y asintió.
ULISES: Sí, será
mejor que me la quite —y se puso la barba postiza en su lugar.
Una vez estuvieron
todos colocados y con sus cinturones de seguridad, David arrancó el motor pero
no metió ninguna marcha. En su lugar, se giró para dirigirse a los demás y su
peluca larga de rulos castaños se movió en el aire.
DAVID: Bueno,
sabiendo que los fugitivos nos dejaron bastante claro que no los podíamos
seguir, ya que entre otras cosas causamos que los DA los encontrasen y matasen
a su líder, Néstor, me queda la siguiente pregunta: ¿Adónde coño vamos?
Todos guardaron
unos minutos de silencio tratando de encontrar una solución a su complicada y
nueva vida. Is se tapaba la cabeza con la capucha roja de caperucita y se
tocaba el pelo dolorida por los tirones de Ada. Helios se bajaba su sombrero de
vaquero para taparse la cara. Osi no paraba de ajustarse las gafas negras de
pasta en su cara. Hasta que alguien les hizo prestar atención con el chasqueo
de sus dedos.
ULISES: Tengo una
idea.
Próximo episodio: lunes, 22 de abril de 2013 a
las 21:00.
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