lunes, 15 de abril de 2013

5x01 CAOS


En la cuarta temporada de El mundo al revés: los protas han descubierto al líder de los terroristas heterófobos, Noé, y su conexión con los Discípulos de Asir, que a su vez tienen a la policía de su lado. Los han declarado terroristas por la televisión para intentar deshacerse de ellos, pero escaparon de la fiesta de disfraces a la que iban a ir en su barrio y acabaron en el barrio del Cabañal huyendo de los DA, que les pisaban los talones antes de caer rendidos por el peso de la Renovación.




Is abrió los ojos súbitamente como si acabara de despertarse de la peor de sus pesadillas, para cerrarlos al momento al molestarle una luz que le alumbraba la cara. Dejándola entrar a través de sus párpados, la visión le fue otorgando poco a poco a su alrededor la carretera de una oscura calle, en la que estaban parpadeando algunas farolas que se acababan de encender.

Con su cara prieta contra el asfalto y su peso muerto sobre él, se percató que sus últimos recuerdos no pertenecían al mundo lírico, sino que eran acontecimientos que había vivido antes de caer inconsciente por la Renovación. Al tratar de levantarse se vio presa por los tobillos de una fuerza que se lo impedía. Cuando se giró para comprobar cuál era la causa, se sobresaltó al comprobar que el hombre corpulento, calvo y con perilla, que ahora recordaba que la seguía antes de caer, tenía sus fuertes manos agarrando sus piernas. Aunque dio un suspiro tranquilizador y una carcajada nerviosa al ver que aquel amasijo de músculos parecía inerte. Se liberó de sus manos de una sacudida de piernas y empezó a levantarse. Le daba la sensación de que había estado durmiendo años, y la dificultad de movimiento al haber estado durmiendo veinticuatro horas sobre la superficie granulada se hizo palpable con el letargo de sus acciones.

Antes de que pudiera incorporarse del todo, vio como Eliseo abrió los ojos cogiendo aire y nada más verla la agarró por las piernas, débil y confusamente. Ella se dio tal susto que al reaccionar dándole una patada en la cara lo volvió a dejar inconsciente. Se sintió orgullosa de haber vencido a la bestia y salió corriendo y medio cojeando, mirando a su alrededor para asegurarse que nadie la seguía.

Se alejó torpemente del lugar para ponerse a salvo, notando sus miembros aún entumecidos y al tocarse la cara sus dedos recorrían lo que había sido molde de los recovecos del pavimento. Al creerse a resguardo se puso a repasar mentalmente los últimos acontecimientos antes de quedarse dormida.

IS: ¡Ada! —le vino a la cabeza la persona que había dejado tirada en la carretera cuando aquella cayó y ella siguió a la carrera, huyendo del hombre que acababa de noquear.

Tenía dos alternativas: volver a por Ada o dirigirse hacia donde creyó oír un disparo antes de desmayarse. No era lo que ella hubiera elegido, pero su conciencia no le dejó otra alternativa. Con sigilo se asomó por la esquina y vio a Ada tirada en el suelo, conforme la dejó. Pero ahora estaba rodeada de otros cuerpos a su alrededor que no reconocía. Los Discípulos de Asir que los perseguían.

Si tenía que hacer algo sería mejor que lo hiciera pronto, antes de que los demás se despertasen o antes de que la encontrasen. Se armó de valor y se acercó a ella, sorteando los bultos humanos y pisando con extremo cuidado para no hacer el más mínimo ruido. Una vez a su lado, trató de arrastrarla, pero pesaba demasiado para ella.

IS: Justamente tenías que ser tú —pensó, iracunda de verse en el deber de tener que salvarla.

Al no poder moverla, se agachó e intentó reanimarla agitándola un poco. No reaccionaba. Le dio una pequeña palmada en la cara, pero tampoco. Is miraba a las personas inconscientes que la rodeaban, pero por suerte parecían inmóviles. Las pequeñas palmadas se convirtieron en bofetadas, canalizando el odio que sentía hacia ella, y finalmente Ada abrió los ojos con asombro. Antes de que pudiera emitir ningún ruido que las delatara, Is le tapó la boca. Demasiado tarde.

ADA: ¡Aaaaah! —gritó, confusa como ella misma se había despertado hacía un momento.

Las cabezas de dos de los Discípulos empezaron a moverse e Is agarró a Ada por los brazos, levantándola y haciéndola correr, aunque sus movimientos no eran muy certeros como acababa de experimentar ella misma. Ellas fueran más rápidas, gracias a la rapidez de Is, y los DA no fueron capaces de seguirlas, debido a su aturdimiento.

Al estar más alejadas y cuando Ada recuperó la movilidad, Is empezó a correr desmarcándose de ella, pero Ada la alcanzó y la cogió de una de sus trenzas de Caperucita.

ADA: ¿Adónde te crees que vas? —le dijo enfadada sin soltarla todavía.

IS: ¡No me tires del pelo! —se liberó de un empujón, que la empotró contra la pared de una casa vieja.

ADA: ¿Se puede saber por qué me odias tanto, que hasta en una situación de vida o muerte me tienes que intentar dar esquinazo? —la empujó furiosa, pero sin elevar el tono de voz para no delatarse.

IS: ¿De verdad lo quieres saber? Además de lo impertinente y presumida que eres, no creo que seas lo suficientemente buena para mi hermano. Y eso me revienta, porque él aspira a algo mucho mejor —y la empujó de nuevo.

ADA: ¿Pero tú quién te has creído que eres para valorar eso? ¡Y no me empujes! —le tiró de la trenza derecha. Su tono era cada vez más beligerante, pero comedido y mirando a su alrededor para comprobar que nadie las seguía.

IS: ¡Que no me tires del pelo! —le dio una bofetada en la cara, pero Ada no la soltaba.

Is seguía pegándole bofetadas y Ada se defendía y le tiraba de ambas trenzas con fuerza y le arañaba la cara. Lo de Is eran más golpes secos.

Al ver que aquello no llevaba a ninguna parte, la pelea se enfrió poco a poco. Se separaron y se sentaron en silencio en el suelo, aún alteradas con su respiración agitada.

IS: Me has arrancado mucho pelo. Peleas como las niñas.

ADA: Cállate y vamos a buscar a los demás. No podemos quedarnos aquí. Por mucho que me odies tendremos que colaborar —se levantó e Is la siguió a desgana.

Buscando el lugar donde Is creyó oír un disparo, al girar una esquina se encontraron con Helios, que estaba de pie llorando y mirando el cuerpo yaciente de David en el suelo sobre un charco de sangre reseca, junto a otros cuerpos.

HELIOS: Lo he matado. Lo he matado —decía para sí mismo en desesperación, cogiéndose la cabeza.

Ellas se acercaron corriendo y él se sorprendió y alegró al mismo tiempo de verlas. Las miraba extrañado por esos pelos alborotados y arañazos en la cara, pero no preguntó la causa. Se abrazaron los tres, y ellas, contemplando el cadáver de David, preguntaron qué había pasado. Ada se puso la mano sobre la boca, incrédula y temblándole la barbilla.

HELIOS: Estaba todo muy oscuro. Y yo muy nervioso... y somnoliento —decía con los ojos mirando a la nada—. Solo oí que alguien llegaba y disparé.

ADA: ¿Está muerto seguro? ¿Has comprobado el pulso? —inquirió con un ápice de esperanza.

HELIOS: No lo sé —su cara era un poema. Se volvió a coger la cabeza en incredulidad—. Me acabo de despertar y lo acabo de recordar todo.

Is se agachó y le puso sus dedos índice y corazón sobre la yugular.

IS: Tiene pulso. Ada, ayúdame.

Le dieron la vuelta y lo pusieron boca arriba. Su camiseta estaba manchada de sangre seca, pero al levantarla para ver de dónde provenía, no vieron ninguna herida. Al seguir moviendo el cuerpo, David despertó, confuso.

DAVID: ¿Qué pasa? ¿Dónde estoy?

Helios se abalanzó sobre él y lo abrazó, sin dejarle respirar, apartando a las chicas. Ellas les dieron su momento.

DAVID: Pensaba que te había perdido.

HELIOS: Pero viniste a buscarme a pesar de todo. A pesar del riesgo.

DAVID: No te pienso perder ahora que te he encontrado. No te pienso perder después de todo lo que he pasado en mi vida —lo apretó fuerte contra su pecho y luego se apartó un poco para comprobar que estaba bien.

DAVID: ¿Qué es toda esta sangre? ¿Qué invento es este? —se tocaba la camiseta y ahora fue Ada la que se acercó para abrazarlo.

Ada e Is levantaron la mirada y vieron el otro cadáver de uno de los Discípulos, con sangre en el pecho. Al mirar alrededor, comprobaron que todos los objetos y contenedores cercanos parecían descolocados, hasta la basura esparcida por todas partes, como si alguien lo hubiera arrojado todo sin ningún control.

IS: Parece que por algún motivo aterrizaste sobre este charco de sangre, de esa persona a la que seguramente disparaste, Helios. Pensaste que era David, pero vemos que no.

DAVID: Sería el hombre que me estaba persiguiendo cuando venía hacia aquí —se incorporaba palpándose la cabeza—. Lo llevaba pegado a mí.

ADA: ¿Osi estaba aquí con vosotros? —interrumpió al acordarse de su novio y se levantó para echar un vistazo alrededor— ¿Hizo esto él? Porque él hizo volar a varios hombres ayer. ¡¿Dónde está ahora?! ¡¿Dónde está Osi?!

HELIOS: Estaba aquí cuando yo caí dormido. No tengo ni idea.

IS: Ni podemos localizarlo en el móvil porque los tiramos todos. Según Néstor nos encontraron por GPS.

DAVID: ¿Y a vosotras qué os ha pasado que lleváis esos pelos? ¿Os han atacado los DA? ¿Os han hecho esos arañazos en la cara? —preguntó preocupado.

Ellas se lanzaron una mirada rápida y avergonzada y enmudecieron.

ADA: No hay tiempo de explicaciones.

IS: Eso. Vámonos de aquí antes de que nos encuentren. ¿Sabéis algo de Ulises?

DAVID: Lo dejé escondido en el contenedor de la flor amarilla de grafiti, al lado el coche. Él tiene las llaves. Vamos para allá.

El grupo jugó con las sombras de la noche a su favor para ocultarse de los miembros de los DA que aún merodeaban por la zona y con mucha precaución arribaron al coche de David. Pero la sorpresa fue abrir el contenedor y no encontrar a Ulises allí.

DAVID: ¡Estaba aquí!

IS: Asir quiera que no le haya pasado nada malo —suspiró, consternada.

HELIOS: ¿Y ahora qué hacemos? No tenemos las llaves del coche ni tenemos manera de poder localizar a Osi o a Ulises...

Se miraron unos a los otros tensamente en busca de una solución, pero ninguno supo qué contestar. La tensión fue rota de improvisto por unas pisadas que se acercaban intentando no ser oídas.




Ulises se despertó en la penumbra de la medianoche tirado en un callejón y con dolor en el cuello y la mejilla que tenía contra el bordillo de la acera. Se incorporó lentamente y nada más darse la vuelta vio a un hombre tirado en el suelo y un arma no muy lejos de él. Parecía que le había robado un día más de vida a las garras de la muerte.

Lo último que recordaba era que estaba en el contenedor y alguien lo abrió, pero no sabía cómo había llegado hasta allí. No parecía ni que estuviera en el mismo barrio del Cabañal. Parecía un lugar apartado, como un polígono industrial. Se echó las manos a los bolsillos en busca de su móvil, pero recordó que se deshizo de él. Al volver a ver al hombre inconsciente, decidió arriesgarse a rebuscar en sus bolsillos por si él tenía uno.

Con movimientos felinos se acercó a él y empezó a palpar los bolsillos, cuando su mente aún nublada le otorgó el recuerdo de que no solo él había tirado el móvil, sino que sus amigos también. Por lo tanto no era necesario conseguir un teléfono.

ULISES: ¿Qué es esto? —pensó al tocar un bulto metálico en la chaqueta del desconocido—. ¡Son las llaves del coche de David! Me había olvidado que me las dio. ¡Y las tenía el tipo este!

Se las sacó cuidadosamente y luego miró el arma en el suelo y se la metió en el bolsillo, por precaución, abandonando la escena y alejándose cuidadosamente de aquel lugar.

Al toparse con un taxi que parecía de servicio, a pesar de ser la madrugada posterior a la Renovación cuando normalmente todo el mundo está durmiendo, decidió correr el riesgo de cogerlo para salir en cuanto antes de aquel lugar que no sabía ni donde estaba, con la esperanza de que el taxista no supiese sobre su condición de supuesto terrorista. El vehículo estaba parado en el arcén sospechosamente y sus dos ocupantes estaban a un costado, jadeando y moviendo un cuerpo contra el otro en la penumbra. El hombrezuelo se percató de la presencia de Ulises y notó la expresión de terror de que sin duda lo había reconocido. Paró al instante, y la mujer que estaba penetrando se fue corriendo, vistiéndose por el camino.

—¡No me haga nada, por favor! —levantó las manos en pavor, con los pantalones bajados y el miembro viril erecto—. Tome todo el dinero que quiera pero no me haga nada! Tengo marido e hijos, no soy un reproductor de esos. Por favor, no me haga daño —empezó a llorar, histérico, a la vez que su pene se deshinchaba humillantemente.

Uli lo miró con incredulidad al verlo teniendo sexo con una mujer, y luego pensó en sacar tajada del miedo y respeto que parecía tenerle. Se sintió mal por un momento, pero en esos instantes, su vida corría peligro. Se sacó la pistola del bolsillo y aquello lo puso más nervioso todavía. Se orinó encima. Ulises no podía sentir más vergüenza ajena y pena a la vez.

ULISES: Aléjese del coche con las manos en alto y no haga ningún ruido. Deje las llaves sobre el asiento del conductor.

Sin acabar de decir esto, el temeroso hombre tiró las llaves al suelo, se subió los pantalones como pudo y salió disparado como si no hubiera un mañana. Ulises se puso al volante y salió de allí con un derrape sin ningún rumbo en concreto.




Osi despertó con el fuerte sonido de la música.

"Despierta de la Renovación al ritmo de Los 40 Carcamales. Los mismos éxitos de los que pagan más, una y otra vez."

Apagó la radio del coche en sentido lateral y como pudo, ya que el humo le dificultaba la visión. A su izquierda pero a la vez arriba estaba Noé al volante, aunque ahora parecía sin conocimiento y aguantado su peso por el cinturón de seguridad. Fue cuando se dio cuenta que la gravedad lo empujaba hacia la derecha. El coche estaba volcado. Se notó la frente pegajosa, y al pasarse la mano sintió la sangre seca y las pequeñas heridas que debieron de causarle los cristales rotos que estaban por todas partes. Se liberó del cinturón de seguridad, pero no podía salir por su propia puerta. El humo le hacía toser y sentía la terrible necesidad de salir de allí. Si quería escapar antes de que Noé se despertase tenía que pasar por encima de él y salir por la puerta del conductor, que apuntaba hacia arriba.

Con sigilo intentó abrir la puerta, pero se la encontró atascada. Intentó usar sus dones como hizo la noche de la Renovación, pero nada ocurrió. Se sintió impotente después de tanto poder. Tenía la cara de Noé a pocos centímetros de la suya y el calor de su aliento le corroboró que había sobrevivido. Su pelo canoso revuelto y su bigote despeinado con rasguños y cristales por esa cara tan robusta le hacía parecer hasta vulnerable. Su tremenda altura lo hacía parecer un gigante dentro del coche, con su cabeza casi tocando el techo.

Volvió a insistir con la manilla de la puerta y al final, con más maña que fuerza, consiguió abrirla hacia arriba. Sonrió. Pesaba más de lo que imaginaba, al abrirla en una dirección que normalmente no se hacía. Lo difícil ahora era escalar fuera del coche intentando no despertar a Noé. Puso un pie sobre el volante y el otro inevitablemente sobre el excura y cuando salió y saltó al suelo lo oyó gemir. Se puso a correr siguiendo la carretera y no pasaba ni un solo coche. Cuando a lo lejos vio llegar un coche blanco con el piloto verde en el techo indicando que estaba libre. Iba a toda velocidad, pero su instinto le pedía salir de allí.

No quería ser visto ni que nadie lo reconociera como terrorista, pero su instinto de supervivencia le hizo subir la mano en señal para pararlo. Tenía que salir de allí como fuese y no parecía que pasaran muchos más coches. El taxi frenó en seco chirriando las ruedas.

Al girarse vio como Noé salía del coche accidentado y se movía con dificultad. Sin pensarlo dos veces, se apresuró a meterse en el asiento trasero del taxi.

OSI: ¡¿Ulises?! —se sorprendió y alegró al mismo tiempo al verlo al volante—. ¿Pero qué... pero qué?

Un disparo impactó muy cerca suyo y Ulises arrancó a toda velocidad, dejando a Noé atrás y siguiendo disparando con ninguna suerte de alcanzarlos.

ULISES: Tenemos que volver al coche de David. Yo tengo las llaves, así que no habrán podido ir a ninguna parte. Tienen que estar allí.

OSI: Asir quiera que estén allí... —se puso el cinturón del asiento trasero al ver cómo aceleraba Ulises.




Al llegar al contenedor de la flor amarilla el lugar parecía desierto. Dejaron el taxi alejado y Ulises hasta dejó una nota de agradecimiento, ya que se sentía bastante mal de haber robado un vehículo a punta de pistola y de aquella manera tan humillante para su conductor.

Se acercaron al coche de David con sigilo y no vieron a nadie.

ULISES: Tienen que estar por aquí —paró de golpe y le tapó la boca a Osi—. ¿Oyes? —dijo tan bajito que casi no pudo oírse.

Se acercaron más y más tratando de no hacer ruido y antes de girar la esquina, Osi se encontró con un arma apuntando a su frente a dos centímetros de él. En esos momentos solo podía ver el arma, sus ojos no apuntaba a otra parte, pero poco a poco empezaron a focalizar lo que había detrás, la persona que estaba apuntando.

ULISES: ¡Helios! —exclamó, suspirando.

Helios bajó el arma y los abrazó a los dos.

IS: Menos mal que estáis bien —salió ella de detrás al oír a Ulises y lo abrazó también.

A ellos se le unieron los demás, hasta que acabaron en un abrazo comunitario. Ada y Osi se dieron un tierno ósculo de manera más íntima.

OSI: ¿Qué te han hecho en la cara? —la tenía roja y con algunos moratones incipientes, mientras Ada bajaba la mirada.

ULISES: No hay tiempo que perder —interrumpió él y les contó rápidamente cómo habían llegado hasta allí—. No podemos olvidar que ahora somos fugitivos. Todo el mundo nos va a reconocer. Lo que significa —abrió el maletero y señaló las pelucas.

Todos se medio disfrazaron de nuevo sabiendo que tenían que ocultar su identidad, y a continuación se metieron en el coche.

ADA: Tu peluca no es muy discreta —se dirigió a Ulises, que llevaba un crespado de Lobezno, mientras se quitaba la camiseta de propaganda que cogió prestada de los fugitivos, y se ponía una suya de su maleta y su peluca negra con flequillo, de egipcia.

Uli se miró por el espejo retrovisor y asintió.

ULISES: Sí, será mejor que me la quite —y se puso la barba postiza en su lugar.

Una vez estuvieron todos colocados y con sus cinturones de seguridad, David arrancó el motor pero no metió ninguna marcha. En su lugar, se giró para dirigirse a los demás y su peluca larga de rulos castaños se movió en el aire.

DAVID: Bueno, sabiendo que los fugitivos nos dejaron bastante claro que no los podíamos seguir, ya que entre otras cosas causamos que los DA los encontrasen y matasen a su líder, Néstor, me queda la siguiente pregunta: ¿Adónde coño vamos?

Todos guardaron unos minutos de silencio tratando de encontrar una solución a su complicada y nueva vida. Is se tapaba la cabeza con la capucha roja de caperucita y se tocaba el pelo dolorida por los tirones de Ada. Helios se bajaba su sombrero de vaquero para taparse la cara. Osi no paraba de ajustarse las gafas negras de pasta en su cara. Hasta que alguien les hizo prestar atención con el chasqueo de sus dedos.

ULISES: Tengo una idea.




Próximo episodio: lunes, 22 de abril de 2013 a las 21:00.

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