lunes, 29 de abril de 2013

5x03 HELIOS


Priviuslí, en El mundo al revés: Helios siempre ha sido una persona muy activa y lo de estar encerrado no lo está llevando muy bien. Al mismo tiempo que se han creado tensiones dentro de la casa al no poder salir de ella los protagonistas.




Helios se despertó a las seis de la mañana abriendo los ojos de par en par, como si una alarma hubiese sonado dentro de su cabeza. Aún tenía el horario de policía que no pudo quitarse ni durante la baja que Ramos le obligó a tomarse antes de declararlos fugitivos.

HELIOS: Hija de puta —pensaba cada vez que se acordaba de lo mucho que trató de evitar que investigara sobre la muerte de Efrén y de que lo traicionara de esa manera, haciéndole parecer un terrorista. Él, que era la personificación de la justicia.

El amanecer tardaría aún un par de horas en dotar de colores lo que ahora era negro y gris, pero su cuerpo le pedía a diario ponerse en pie a esa hora y lo hacía alegremente. Comprobó a su derecha que David dormía con su antifaz y sus tapones para los oídos, con lo único que había podido conciliar el sueño desde que eran fugitivos, porque cualquier cosa lo despertaba. No ahora. Podía caer una bomba nuclear que David se daría la vuelta y seguiría durmiendo. Helios sabía que a él le gustaba levantarse tarde. De todas maneras, no tenían nada en que emplear su tiempo libre, enclaustrados en la casa día tras día. Todos habían prometido no salir al exterior por el riesgo de ser descubiertos, pero por una vez en la vida, Helios tenía que romper las normas.

Había encontrado una distracción en el deporte. No es que fuera algo nuevo para él, porque siempre había corrido e ido al gimnasio, pero ahora más que nunca se había convertido en su vía de escape. Hacer abdominales en la habitación ya no era suficiente. Acostumbrado como estaba él en Valencia a salir a la calle y ejercitar su resistencia física durante un par de horas, o simplemente, ir a trabajar y emplear su tiempo en algo en lo que sentirse útil, estos últimos meses de encierro se habían tornado en la prisión a la que había mandado a tantos criminales en sus días de miembro del cuerpo policial.

Sabiendo que jugaba con una ventaja de un par de horas, salió de la cama y se puso su ropa deportiva, que ni con las prisas de hacerse el equipaje cuando los declararon terroristas se había olvidado de meter en la maleta. Para él era como el maquillaje en el bolso de cualquier mujer: imprescindible.

Bajó las desgastadas escaleras de la antigua casa como si de un felino se tratase, pero la vieja estructura de madera no se quedaba tranquila si no se quejaba al menos con un inoportuno crujido. Helios quiso que la tierra lo tragase, pero siguió sigiloso hasta el recibidor, donde movió la madera que tapaba el agujero que daba a la parte de atrás, salió al corral y desde allí saltó el fácilmente escalable muro que lo separaba de su momentánea libertad diaria. Salir por la puerta delantera era demasiado arriesgado, ya que era más ruidosa incluso que las escaleras.

Aire puro de montaña. Se paró en medio del camino cuando ya llevaba un buen recorrido. Inspiró de nuevo y en su rostro se reflejó la felicidad. Olía no solo a naturaleza, era el olor de la libertad. Hizo varios ejercicios de flexiones, sentadillas y hasta ejercicios de levantar su propio peso con los brazos colgado de la rama de un árbol. Todo ello seguido de una tanda de estiramientos, para luego proseguir con su camino antes de que fuera demasiado tarde para volver y los demás se hubiesen despertado. Los primeros rayos de sol eran su indicativo de que su entrenamiento había acabado.

Llegar al cortijo de nuevo era el momento crítico. De todas las veces que se había levantado para hacer su rutina, ninguna de ellas había vuelto más tarde de las ocho de la mañana, sabiendo que el resto de la tropa se levantaba mucho más tarde. Todos excepto Is. La de la trenza no parecía dormir demasiado y desde bien temprano ya estaba leyendo en algún rincón tranquilo de la casa alguno de los muchos libros que encontraron en una habitación. Cada uno tenía su hobby: Helios salía a correr, ella leía. Desde siempre, pero ahora parecía que todos los sentimientos y todas las características de las personas se habían intensificado con el efecto búnker. Normalmente Is leía en su propio cuarto por las mañanas, pero alguna vez se la había encontrado saliendo al baño.

Helios trepó el bajo muro y cayó silenciosamente sobre el montón de piedras de la parte de dentro que aún lo ponía más fácil para escapar. La casa estaba en mal estado, y el muro de piedras que rodeaba la casa no se libraba. Entró por el agujero y volvió a poner la madera en su sitio para taparlo. Suspiró del alivio de saber que un día más se había salido con la suya. Sediento como estaba, se disponía a dirigirse a la cocina.

IS: ¿Quién anda ahí? —su voz curiosa provenía del comedor y sus pasos se acercaban rápidamente.

A Helios le dio tiempo de abrir la ruidosa puerta de entrada y volverla a cerrar, como si acabara de llegar, y de pasarse la mano por el pelo para levantarse su flequillo, por supuesto.

HELIOS: Soy yo —dijo cuando se la encontró de frente en el recibidor.

IS: ¿Qué haces a estas horas fuera de la casa?

HELIOS: He ido al garaje para coger una cosa que me había dejado en el coche.

IS: Ahá. Y de ir al garaje y volver vienes todo sudoroso, con una camiseta transpirable y pantalones cortos, con el frío que hace —replicó desconfiada y siguió cuestionando—. ¿Y por qué no has entrado por la puerta del garaje que da al recibidor?

Pero no pudieron seguir la conversación al bajar Ada en esos momentos las escaleras con cara de sueño y pelo alborotado. Is la vio, puso los ojos en blanco y bajó las escaleras hacia el sótano. Helios trató de disimular su pánico, al pensar que casi lo pillan y que hoy se estaban levantando todos demasiado pronto.

HELIOS: Buenos días —puso la mejor de sus sonrisas.

ADA: Buenos días —balbuceó, arrastrando los pies y dirigiéndose a la cocina—. ¿Qué hay para desayunar hoy?

HELIOS: ¡Unas ricas alubias en lata! —anunció con entusiasmo sarcástico, ya que poco más quedaba de aquella gran despensa de comida que habían encontrado el día que llegaron—. A no ser que te apetezcan unos de esos ricos tomates que cultivas en el huerto.

ADA: ¿A estas horas, recién levantada?

Ada torció la boca y siguió hacia la cocina, donde se sentó en la mesa, apoyó las manos sobre ella y luego dejó caer su cabeza, rendida. Helios la siguió y se puso a beber un vaso de agua que tanto necesitaba. Is entró en la cocina con una lata de alubias en la mano y ni una ni la otra se cruzaron una palabra. Mientras una abría la lata, la otra seguía con los ojos cerrados. Los segundos en los que Helios se llenaba un vaso de agua del grifo y se lo bebía, transcurrieron lentos como el crecimiento de una planta. El silencio hacía que solo se oyesen sus ansiosos tragos de agua y solo hacía que mirar hacia la ventana, para evitar la violenta escena de la cocina. Osi bajó a desayunar también, y nada más entrar en la cocina casi hubiera podido cortar la tensión con un cuchillo.

OSI: ¿Buenos días?

Helios levantó las cejas en señal de respuesta, pero siguió mirando por la ventana y bebiendo. Is respondió un poco seca y Ada ni se molestó.

OSI: Buenos días, diablilla —trataba de despertarla con pequeños toques con el dedo índice en sus costillas. Ada saltó y sonrió picarona.

OSI: No te he oído levantarte hoy —le dio un beso en la boca que la dejó embelesada.

Un golpe seco llamó la atención de todos, para comprobar que Is estaba tratando de sacar las alubias del bote, haciéndolo chocar con el plato.

ADA: Te lo vas a cargar.

IS: ¡Tú cállate!

OSI: Uy, uy, uy. Esto no me gusta nada. Lleváis un tiempo las dos como el perro y el gato. ¿Se puede saber qué pasa?

Helios se giró para presenciar el espectáculo, que se anunciaba fuerte.

IS: Es normal que haya un poco de tensión. Llevamos mucho tiempo sin salir de la casa. Y si no mira tú y David con lo del cigarro, que te pegó y todo.

OSI: Es cierto que estamos sometidos a cierta tensión —le sorprendió la brusca contestación—, pero entre vosotras especialmente. Y no es nuevo de ahora, esto viene desde la Renovación. ¿Hay algo que no me estéis contando?

Ada se puso a dormir de nuevo e Is tensó los labios y siguió sacando las legumbres de la lata con una cuchara. Al ver que el espectáculo no era lo prometido, Helios se fue a ducharse, antes de que alguien más se planteara qué hacía allí con pantalones cortos, en pleno noviembre, y empapado de sudor.

Una vez limpio, salió del baño solo con su toalla puesta y se fue al cuarto, para encontrarse con que David lo estaba esperando despierto.

DAVID: A ti te quería yo ver —enunció muy seriamente.

Helios dejó la ropa sucia en el suelo e intentó no delatarse con su expresión. Parecía que no podría escaparse un día más. No sabía ni cómo había conseguido irse todas las mañanas sin que lo notase hasta ahora, pero por la cara que ponía su novio, diría que las visitas mañaneras al bosque tenían los días contados.

Sin decir nada se acercó a la cama donde estaba sentado y bajó la mirada en espera de la reprimenda. David se levantó, cerró el pestillo de la puerta de la habitación y empujó a Helios contra la cama, quitándole la toalla de un estirón y poniéndose encima.

DAVID: Hazme el amor como nunca me lo has hecho, Heli-Heli.

No esperaba esa salida, y además del placer, le alivió saber que su rutina deportiva había esquivado otra bala y seguía sin descubrirse.

Más tarde, ambos bajaron a la cocina para desayunar-comer y se encontraron con Ada, Is y Osi, que aún seguían allí, aunque era solo él el que parecía estar hablando.

OSI: Entonces como no he sacado nada en claro y después de todo lo que ha pasado... David —saludó al verlo.

DAVID: Osezno —devolvió el saludo, algo tenso.

OSI: Lo del círculo de la amistad que aprendí con los Jóvenes Discípulos me parece la mejor idea.

ADA: No teníamos bastante con que nos quisiesen muertos como para que ahora nos vengas con estas técnicas de las facciones juveniles de los Discípulos de Asir.

OSI: Olvídate de que es de ellos. Es una buena manera de solucionar nuestros problemas. Si con todo lo que ha pasado nos volvemos unos contra los otros en vez de permanecer unidos, eso será nuestra perdición.

HELIOS: Estoy de acuerdo —apoyó la moción—. Estoy harto de lidiar con vuestras rabietas y de estar siempre en medio. Conozco el método: es ponerse en círculo y decir uno a uno lo que nos molesta de los demás, tratando de solucionar nuestros problemas. Será duro, y espero que seamos todos honestos, por muy brutal que sea la verdad, pero espero que sea para bien.

IS: De acuerdo —declaró con los brazos cruzados, preparada para la guerra.

ADA: Está bien —se levantó de la mesa—. Pero voy a cambiarme y a ducharme. No esperaréis que lo haga con estos pelos.

No solo Is puso los ojos en banco esta vez.

HELIOS: ¿Uli va a bajar de su cuarto?

IS: Lo dudo bastante. Solo sale para ir al baño.

OSI: Pues tendremos que hacerlo en su cuarto.

IS: No creo que esté por la labor.

HELIOS: Tendrá que estarlo. O al menos intentarlo —suspiró ante el reto por delante—. Tendremos que poner todos de nuestro parte.




La manta con la que solía taparse ya no era suficiente para el frío invernal de aquella habitación, observó Helios. Ahora Ulises se sentaba apoyado en la cabecera de la cama, pero tapado con el edredón por encima de sus hombros. Su pelo era como un nido de pájaros, y su expresión parecía ida, pero de vez en cuando alzaba la cabeza para escuchar lo que decían los demás. Is estaba a su lado y le daba la mano cada dos por tres. Acababan de empezar con el círculo de la amistad.

OSI: Esto es más tenso que la cuerda de un arco. ¿Me queréis decir por qué estáis de morros las dos?

ADA: Está bien —se levantó para enfatizar—. Aquí tu querida hermana me dijo que no era lo suficientemente buena para ti y que tú podrías tener algo mejor —dijo con orgullo sin ni siquiera mirar a la acusada.

Osi abrió la boca del shock y miró a Is, que parecía avergonzada de ello. Varios intercambios de miradas entre todos los presentes y largos segundos después, Osi se arrancó a hablar.

OSI: No sé qué decir... Lo primero, que me ha decepcionado un poco que le dijeras eso a mi novia, Is —al hablar se notaba que eso del círculo lo había hecho antes, porque los demás parecían más violentados—. Te aprecio como la hermana que eres, o más bien como la hermana que nunca tuve y que he aprendido a tener en estos tres años que nos conocemos, pero siento decirte que ni tú ni nadie tiene el derecho de juzgar mi relación con Ada. Ya bastante sufrí el juicio de mis madres sobre todo lo que hacía. Yo la elegí, yo la quiero, y tendrás que respetar mi opinión —Ada esbozó una sonrisa orgullosa—. Como hermano te lo pido.

IS: Pero es que yo...

OSI: Pero es que nada, Is —la interrumpió y se impuso como nunca había hecho—. Acéptalo y punto. Ada puede tener cosas que no te gusten, pero no la conoces en absoluto para saber todas las cosas buenas que tiene y todo lo bueno que me aporta.

Is torció la boca e inspiró profundamente.

IS: Lo haré por ti... A lo mejor es verdad —empezó a recapacitar—. Puede que me haya comportado como una cría celosa.

Ada parecía estar en éxtasis silencioso. Le faltaba gemir del placer.

OSI: Por Asir, Is. No tienes por qué estar celosa. Tu eres mi hermana y siempre lo serás. Y doy gracias a Asir por haberte encontrado y poder decir orgullosamente que eres parte de mi familia. Y como en todas las familias, se discute y luego nos reconciliamos. Anda, ven aquí —rompió la tensión dándole un abrazo.

Ella parecía reacia al principio, pero acabó abrazándolo también.

IS: Te quiero tanto —empezó a sollozar de la emoción—. Y me sentía tan sola en el mundo hasta que te encontré... No quiero perderte nunca.

OSI: Y nunca me perderás —hizo un gesto a Ada para que se acercara y aunque reticente le obedeció—. Creo que tú también deberías de disculparte.

ADA: Lo sé —pareció ablandársele el corazón al presenciar aquello y se acercó despacio—. Lo siento, Is. Yo también he sido un poco perrilla —dijo cabizbaja, avergonzada por su comportamiento.

IS: Lo siento yo también —se soltó de los brazos de Osi y se abrazó a Ada fuertemente sin parar de llorar. En su fuerza al apretarse la una contra la otra se pudo apreciar lo arrepentidas que parecían. Sobre todo en Is. Helios empatizó con la falta de cariño familiar que parecía, al ser huérfana como él.

HELIOS: ¿A quién le toca ahora? —le dio un codazo a David, cuando hubo pasado el tiempo oportuno para que Ada, Osi e Is solucionaran sus asuntos pendientes.

David lo miró enfadado, pero todos se habían comprometido a ello y Helios confiaba en que lo haría. Sabía que le fastidiaba que lo forzara a hacer cosas que no quería, pero era porque nadie hasta que él llegara lo había conseguido. David era un niño consentido, pero poco a poco había ido cambiando desde que lo conoció. Ese empujoncito suyo era todo lo que le hacía falta para hacer lo correcto.

DAVID: Lo siento, Osi. Siento haberte pegado porque te metiste donde no te llamaban —sonó como la falsa excusa que una madre obliga a un niño a decir.

Helios le dio otro codazo, al ver la comprensible cara de desacuerdo de Osi.

DAVID: Está bien —cambió de actitud y se relajó—. De verdad, que lo siento mucho —parecía más sincero esta vez—. Tú solo pretendías ayudar y yo me pasé al pegarte una hostia. Perdóname —bajó la mirada sin atreverse a mirarlo.

OSI: Estás más que perdonado. Y no te muerdas la lengua. Tienes razón. Yo me metí donde no me llamaban.

DAVID: Pero me gusta que lo hagas. Sé que me aprecias tanto como yo a ti, Osezno.

Osi sonrió y se dieron un abrazo. Luego David volvió al lado de Helios y entrelazaron sus manos. Si bien a David no le gustaba en un principio que Helios le obligase a ese tipo de disculpas, al final siempre se lo acababa agradeciendo a su manera.

DAVID: Ya no soy esa persona que solía ser. Ya no —lo miró con cariño y le dio un beso.

Ulises, que había permanecido callado hasta ahora, y nadie sabía si había escuchado algo de lo acontecido, arrancó una inesperada disculpa, como si le hubiese poseído un espíritu.

ULISES: Yo lo siento también. Por estar así. Sé que no lo estaréis pasando bien. Sobre todo Is —la miró y apretó fuerte su mano contra la suya.

IS: Tú no tienes nada de qué disculparte. Tu condición no es algo que puedas elegir. Y nosotros somos los culpables porque no hemos hecho nada para conseguirte la medicación. Y ya es hora de que lo hagamos —le besó la mano y se la apretó con la otra mano.

Ulises sonrió como nadie lo recordaba.

Toc, toc, toc.

Unos golpes lentos y secos se oyeron en la puerta de entrada y todos se asustaron. La felicidad momentánea de haber solucionado sus problemas se vio interrumpida por ese inesperado sonido.

DAVID: ¡¿Quién coño puede ser?! —bajó la voz, gesticulando exageradamente.

OSI: Oh, Asir, Asir. ¡Nos han encontrado, nos han encontrado! —su tono era contenido, pero la desesperación se reflejaba en su rostro.

IS: ¡Anda, hombre! ¿Crees que si los DA nos hubieran encontrado llamarían a la puerta?

Todos cogieron aire al unísono y Osi rió nerviosamente. Pero se notaba que ni aquella coherente respuesta lo había tranquilizado del todo. Al fin y al cabo Is y él eran los que tendrían que lidiar con lo que les pasara si les capturaran. Los demás morirían rápidamente. Según oyó de boca de los DA solo necesitaban vivos a los hermanos. La puerta volvió a sonar, esta vez más fuerte.

ADA: A lo mejor es el vecino.

DAVID: ¿Qué vecino? ¡La casa más próxima está a kilómetros!

ADA: Ais, no sé. El otro día vino un vecino a pedirme azúcar, pero no tenemos.

DAVID: ¿Y no te reconoció?

ADA: Esta gente de pueblo yo creo que ni ve la tele —relajó el tono de voz agitando la palma de la mano en el aire—. No te preocupes.

IS: Eso de que venga un vecino a por azúcar suena muy raro...

TOC, TOC, TOC.

Insistió el repique, más fuerte todavía. Helios se ofreció voluntario para abrir, cogiendo su arma con una mano y escondiéndola detrás de su espalda, pero sin soltarla. Los demás se quedaron arriba en silencio, pero cuando Helios salió del cuarto, salieron a las escaleras para ver quién era. Hasta Ulises, que nunca salía del cuarto, parecía preocupado.

Helios abrió la puerta de sopetón y se encontró con un anciano de apariencia amigable.

—Buenas tardes. Venía pa' ver si me pue's prestar unas pataticas —hablaba el hombre bastante fuerte y con notable acento manchego. 

La calma volvió a su cuerpo al ver al entrañable señor y soltó la pistola escondida en su espalda.

HELIOS: Pueees, andamos cortos de provisiones. Tenemos plantadas algunas en el huerto, pero no quedan muchas. Déjeme ver qué hay por aquí.

Helios se metió hacia la cocina y los demás respiraron tranquilos al ver que no era ninguna amenaza.

Unos minutos más tarde, el hombre salió de la casa con unas patatas en sus manos y se metió en una furgoneta. Otro hombre, de apariencia similar pero más joven, salió por la pequeña ventana de la casa que daba al sótano y se metió rápidamente en la furgoneta. Al alejarse del lugar, un humo negro se intuía por la ventana del sótano del cortijo para a continuación producirse una tremenda explosión que hizo saltar la casa entera por los aires y dejar los restos en llamas.



Próximo episodio: lunes, 6 de mayo de 2013 a las 21:00.

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