Priviuslí, en El mundo al revés: los amigos se unieron a
Set y los Seguidores de Suty y se esconden en sus instalaciones, ya que son
fugitivos de la justicia y los DA también los persiguen.
La tensión en el
coche era palpable. Ya no era solo que se sintiese ridícula con la peluca negra
y larga, ni que Osi pareciese un niño que se iba de excursión con aquella gorra
y las gafas de pega, es que no quería volver y nadie la había escuchado.
OSI: Este Set —trataba
de dar conversación—. Cambia las matrículas y pone nuevas para que no nos
pillen con este coche que nos ha dejado. Lo tiene todo pensado...
ADA: No deberíamos
volver —interrumpió—. Es demasiado peligroso.
OSI: Set dijo que
no tenía alternativa. Tenía que ser yo. Si las cosas se ponen feas yo puedo
defenderme con mis poderes. Tú eres la que no tendrías que haber venido.
ADA: Tengo mi
pistola —la tocó, haciéndole sentir segura—. Y no pensarías que te iba a dejar
solo, ¿verdad?
A pesar de que estaba
enfadada con él por haber aceptado, le puso la mano sobre la suya, que la tenía
en el cambio de marchas. Él cambió de marcha y le devolvió el apretón. Ambos
sabían que era arriesgado, pero la causa lo merecía. Lo que al principio
parecía un relato de ciencia ficción, acabó convirtiéndose en la lucha en la
que ellos también creían y ya formaban parte. ¿Los convertía aquello en
miembros de los Seguidores de Suty? Prefería no pensarlo. A Osi le llevó más
tiempo que a ella aceptarlo, pero al final le dio la espalda a su religión.
Algo que creía que nunca haría. Las pruebas que Set había aportado respaldando
su versión eran aplastantes. Ahora era ella la que defendía a una
"secta" como hacía Osi al principio de su relación con los DA.
ADA: Tendremos que
tener mucho cuidado. Ya no solo nos busca la policía, que en Valencia la hay
para parar un carro, sino que nos podemos encontrar también con los DA. O peor,
con el propio Noé.
OSI: No te
preocupes. Set ha estado planeando esto durante meses. El día que entremos en
su casa él no va a estar allí. Conocen sus movimientos. Y además, vamos de
incógnito —se tocó la gorra.
ADA: Por mucho
incógnito que vayamos tu lunar de la nariz te delata a kilómetros. Luego te
pondré maquillaje.
Otro silencio se
hizo mientras la respiración intranquila de Ada era lo único que lo rompía.
ADA: Lo único bueno
de esta visita es que por lo menos los veremos a ellos un ratito —sonrió,
melancólica—. Todavía no me lo creo.
OSI: ¿Lo sigues
echando de menos, no?
ADA: Ya no tanto
como al principio, pero ya sabes. Juntos desde parvulitos y la separación fue
tan brusca...
Esta vez fue Osi
quien la confortó tocándole la pierna. Aún con todas las veces que habían
discutido, sus mil diferencias y lo insoportable que ella misma reconocía que
había sido en ocasiones, él seguía a su lado.
Después de conducir
por carreteras lo más apartadas posible de la civilización, llegaron a la
pequeña aldea donde habían quedado. Ni un alma por la calle, lo cual jugaba a
su favor. Aparcaron el coche y se dirigieron al parque, pero en una esquina a
lo lejos un hombre con el pelo largo pareció asustarse al verlos y se dio a la
fuga.
ADA: ¿Nos ha
reconocido alguien desde tan lejos e incluso con la peluca y todo?
OSI: No lo sé, pero
no podemos dejarle ir —se ajustó la gorra y las gafas y se puso a correr. Ella
lo siguió.
ADA: ¿Y qué piensas
hacerle si lo alcanzamos? ¿Lo vas a matar?
OSI: No lo sé, Ada.
De momento tenemos que cogerle o todos nuestros planes se irán al garete.
ADA: Lánzalo con
tus poderes —empezaba a fatigarse. Seguirle el ritmo a Osi era difícil. Ya
corría bastante rápido antes, pero desde el entrenamiento con Set se había
convertido casi en un atleta. Y en su cuerpo también se notaba, para su
disfrute.
OSI: No puedo
lanzarlo a ninguna parte si no lo veo. Y menos de tan lejos.
ADA: Yo te espero
aquí —se paró casi asfixiada. Mientras Osi había estado entrenando ella había
estado aposentando su trasero en el sofá y viendo la tele. Poco más había que
hacer en las instalaciones de los SS una vez le enseñaron cómo manejar un arma.
En unos segundos
que agachó la cabeza para respirar ya lo había perdido de vista. Pero en su
lugar notó una presencia detrás suya, para a continuación oír el sonido de cómo
quitaba el seguro de un arma. Ada levantó las manos y se dio la vuelta poco a
poco, pero no estaba dispuesta a tirar la toalla llegados a este punto. Sin
pensárselo dos veces y sin mirar, se tiró a los pies del atacante para
desequilibrarlo, cayendo los dos al suelo. Le cogió la muñeca para que soltara
el arma y le dio un codazo en la cara, pero ya era demasiado tarde para echarse
atrás. Ada se puso las manos sobre la boca.
LUIS: ¡Loca del
coño! ¿Qué haces con esa peluca negra? —su cara cambió del dolor a la alegría—.
Pensaba que eras de los DA.
Aún revolcados por
el suelo se dieron un abrazo.
ADA: No me puedo
creer que seas tú —se apartó un poco y lo miró. Estaba cambiado. Más serio. Más
adulto. Con un corte de pelo tan formal que no era propio ni del antiguo Luis.
Hasta llevaba el pelo de su color moreno natural—. Con esa ropa de pordiosero
no te había reconocido.
LUIS: Nena, si te
parece me pongo mis mejores galas para venir de incógnito. ¿Te apartas de
encima? —Ada se levantó avergonzada—. Gracias.
ADA: No sabía que
los DA os seguían a vosotros también.
LUIS: Y en teoría
no lo hacen, pero hay que estar preparado por si les da por ahí. Estoy seguro
que a Noé no le hizo ni pizca de gracia que aquí su exmarido dejara la
organización de aquella manera.
Por detrás
aparecieron Osi y Jaime, que era el hombre del pelo largo que había seguido
antes. Luis se tocó la cara donde Ada le había golpeado y gesticuló de dolor.
ADA: ¡Hombre! Sin
tu pelo engominado hacia atrás no te había reconocido —se había prometido a sí
misma que no le reprocharía lo maleducado que fue Jaime cuando se puso a salir
con Luis y no respetaba a los heterosexuales, pero a veces le costaba intentar
ser agradable con las personas que no lo habían sido con ella.
Jaime le dio un
abrazo inesperado y ella se dejó abrazar.
JAIME: Siento mucho
que me comportara como un capullo.
Ada abrió los ojos
sorprendida y lo rodeó con los brazos. Miró a Luis por encima de su hombro y él
la miraba satisfecho con lo que tenía pinta de haber sido todo obra suya.
JAIME: Me siento
tan culpable de casi decirle a Noé lo de los poderes de Osi...
ADA: No te
preocupes, Luis me lo ha ido contando todo por teléfono. Lo importante es que
al final tomaste la elección adecuada.
Después de las
salutaciones, se apartaron a un lugar más recóndito, aunque el pueblo lo era de
por sí.
OSI: Imagino que ya
habrás visto a tus padres, Luis.
LUIS: Sí. Venimos
de vez en cuando a hacerles una visita. Pero no mucho. No quiero que Noé se
entere de que Jaime anda por aquí otra vez —entrelazaron las manos.
JAIME: Es muy
protector conmigo desde que nos fuimos de España —puso su mano sobre la suya.
Se les veía no solo
enamorados, sino compenetrados como si fueran un solo ente.
LUIS: ¿Y vosotros
cómo estáis? Desde que os vi por la tele como los terroristas supe que os
habríais involucrado de alguna manera. El pobre Efrén tuvo que pagar el pato.
A Ada se le
retorció el estómago. Hacía tiempo que no se acordaba de él.
OSI: Por lo menos
Bruno se quedó con Zac y ahora están los dos a salvo. Pero no se saldrá con la
suya. Nos vengaremos de Noé en nombre de Efrén y de todas sus víctimas
inocentes.
Todos sonrieron tratando
de ahogar la amargura de aquel triste recuerdo.
JAIME: Bueno, basta
de cháchara y vayamos al grano. No podemos quedarnos aquí mucho tiempo —sacó un
papel escrito de su bolsillo—. Esta es la combinación de la caja fuerte de Noé.
OSI: ¿Estás seguro
de que no la habrá cambiado?
Jaime resopló, gesticulando.
JAIME: ¡Caramba! Con
lo de ideas inamovibles que es él, estoy seguro que no. No creo que sepa ni que
yo sabía la clave. Simplemente la abría delante mío y yo me di cuenta que era
muy fácil.
Ada cogió el papel
y se lo guardó.
ADA: ¿Seguro que no
queréis volver con nosotros cuando acabemos con esto? Allí estaríais seguros y
no tendríais que estar mirando quien os vigila y quien no.
LUIS: No —miró a su
novio de manera cómplice—. A pesar de esa seguridad, no queremos involucrarnos
en vuestra lucha. Y aunque sea egoísta, nos gusta el mundo como está.
OSI: Pero puede que
el mundo no siga así durante mucho tiempo.
Jaime volvió a
mirar a Luis con esa compenetración y ese lenguaje corporal que emanaban.
JAIME: Si lo
cambiáis, ya veremos lo que pasa —sonrió de nuevo.
ADA: Bueno, chicos.
Nos vemos cuando todo este jaleo pase.
LUIS: ¿Eso crees de
verdad? —se despidió con otro abrazo.
ADA: Estoy segura.
LUIS: Con esos
codazos que pegas como para que alguien se enfrente a ti.
ADA: Tonto —le
frotó la cabeza con pena de tener que separarse de nuevo.
Después de la
despedida, Ada y Osi se dirigieron a lo que Set les había indicado que era la
nueva casa de Noé. Por suerte para ellos, en una pedanía a las afueras de la
ciudad. Suponía que no querría llamar la atención. Después de que lo delatara
Efrén habría tenido más cuidado. Después de todo, la jugada de incendiar la
casa que le había alquilado a David le podría haber salido mal si algunos de
los papeles hubieran sobrevivido a las llamas.
Jaime y Luis se
fueron por su lado y Jaime se percató de lo preocupado que parecía Luis.
JAIME: Estás
preocupado por ellos, ¿no?
Luis lo miró
confuso de que él hubiera leído tan claramente lo que pasaba por su cabeza,
pero asintió en silencio.
JAIME: Yo tampoco
estoy convencido de que vaya a ser tan fácil entrar en casa de Noé... Pero se
me ocurre...
LUIS: No —le
prohibió sin dejarle terminar.
JAIME: Sabes lo
culpable que me siento de lo imbécil que fui con ellos al principio...
LUIS: He dicho que
no. Dijimos que no nos involucraríamos en su lucha. Y esto puede ser el motivo
por el que Noé se entere de que aún sigues por aquí.
Ahora fue el turno
de Jaime de permanecer callado, con ojos de cordero degollado.
LUIS: No te pongas
así.
Jaime lo volvió a
mirar con esos ojos y Luis suspiró.
LUIS: Ya veo. Hasta
que no hagas algo por ellos no te vas a sentir bien. Pues vale —se cruzó de
brazos—, haz lo que quieras. Pero que no implique el que te pongas en peligro.
Él le sonrió
satisfecho y empezó a hablar como si ya lo tuviera todo planeado.
JAIME: Solo voy a
crear una maniobra de distracción para despejar la zona de personal de
seguridad y que entren de una forma más sencilla.
LUIS: Te esperaré
en el coche. No pienses que te voy a dejar hacer ninguna locura.
Jaime le besó en la
mejilla y luego le cogió la cara con ambas manos y le dio otro beso en los
labios. Luis le hizo lo mismo y se tocaron frente con frente de manera
cariñosa.
Ada y Osi no daban
crédito a lo que estaban viendo. Como si tuvieran la peste, allá donde se
acercaran dentro del perímetro de la casa de Noé, los seguratas parecían irse
hacia otra parte. Según oyeron por los walkie talkies había ocurrido algo que
tenían que acudir a ver.
Sin moros en la
costa, seguir las instrucciones que Set les había dado para entrar en la casa
sin activar las alarmas fue coser y cantar. La duda aún rondaba sobre la
contraseña de la caja fuerte.
Como si de ladrones
de guante blanco se tratase, Ada y Osi seguían fieles a sus disfraces, pero
además se habían vestido de negro y puesto guantes, para no dejar huellas que
los pudieran incriminar en más crímenes todavía.
Allí estaba
exactamente donde su cuñado les había dicho que estaría. La caja fuerte estaba
escondida detrás de un cuadro, como en las mansiones de los ricos.
ADA: Es que es
clásico hasta para eso.
Introducir la
contraseña fue tan meticulosamente calculado como desactivar una bomba. Parecía
que si lo hacían despacio la incertidumbre de si funcionaría o no se disiparía
a un ritmo que pudieran asimilar.
Clac. La caja se abrió para sorpresa
de ambos. Sonrieron de alivio y volvieron a respirar en lo que pareció un
minuto bajo el agua.
Pip, pip, pip. Ese otro sonido
no les gustó tanto. Una cuenta atrás de un minuto se puso en marcha y un
mensaje apareció en una pantalla en el fondo de la caja fuerte:
"Introduzca huella dactilar".
Ada se tapó la boca
con las manos.
OSI: Estamos
perdidos —a pesar de todo lo fuerte que se había vuelto esa inseguridad suya
nunca se le iría del todo.
ADA: Mírame —le
cogió la cara—. No hay nada perdido. Encuentra la tarjeta entre todo este
papeleo y nos vamos.
Los dos revolvieron
todo el contenido de la caja y como si fuera un milagro de Asir, la tarjeta
como se la había descrito su hermano cayó de un sobre. La cogieron y se
marcharon por donde habían venido. Aún les quedaban treinta segundos y la casa
no era tremendamente grande. Lo que ya no sabían era qué pasaría al acabarse el
temporizador. Ellos se apresuraron por si acaso el clásico Noé, pero
modernizado según comprobó, se hubiera puesto en el extremo y la casa volase
por los aires. No sería la primera vez que recurría al fuego para destruir
pruebas.
Saliendo ya de la
casa a toda prisa una alarma empezó a sonar. Pero nadie acudió, que ellos
pudieran ver. Una suerte que aquella distracción ocurriese justo cuando tenían
que entrar.
Cuando llegaron al
coche llamaron desde una cabina de teléfono cercana a Jaime para contarles que
todo había salido bien y para darle las gracias.
JAIME: Suerte
consiguiendo la otra tarjeta.
OSI: ¿Qué otra
tarjeta?
JAIME: La otra que
necesitáis para entrar en el Consejo. Pensaba que lo sabíais y que tendríais la
otra. O al menos un plan para conseguirla.
Ambos enmudecieron
de decepción. Se despidieron de Jaime y Luis sin saber la ayuda que les habían
proporcionado y se dirigieron hacia el coche en el más absoluto silencio.
ADA: ¿Estás
diciendo que después del riesgo de venir hasta aquí no ha servido para nada?
Osi estaba allí
pero no parecía estar escuchando.
ADA: ¿Me oyes?
OSI: Creo que sé
cómo conseguir la otra tarjeta.
Su mirada perdida
se transformó en decisión, penetrando en los ojos de ella y dándole la
respuesta que no tuvo que pronunciar. Luis y Jaime no eran los únicos en
disfrutar de esa complicidad que solo se construye con los años.
ADA: Tu madre
Epifanía.
OSI: Mi madre —hizo
una pausa reflexiva—. Ella es del Consejo. Ella tiene que tener otra tarjeta.
Dejando la
conversación inacabada, al girar la esquina una mujer de mal aspecto merodeaba
por su coche. A Ada no se la iban a dar con queso otra vez y sacó su arma
apuntándole directamente. La mujer se dio la vuelta y sacó su pistola también.
Pero antes de que pudiera levantarla, Ada ya le había dado una patada en la
mano que la había dejado desarmada. Sin embargo, lo que más la distrajo fue
reconocer aquel rostro desagradablemente conocido.
ADA: ¡TÚ! —gritó atónita,
pero sin bajar la pistola.
—Entre todas las
personas con las que me podía encontrar en el mundo y me tengo que encontrar
contigo —no parecía acobardada por el arma que le apuntaba a la cabeza—. Ni con
esa peluca barata puedes esconder tu cara de pecadora. Asir provee y tú serás
castigada por reproductora y por terrorista.
ADA: Cállate la
boca, hija de puta.
La forma en que
abrió los ojos Osi le confirmó lo resentida que tenía que estar con ella para
haber dicho una palabrota que nunca decía. Pero el sentimiento se avivó como la
gasolina a las llamas al recordar de golpe todo lo vivido por su culpa.
—Vamos, dispárame.
Es tu manera de solucionar las cosas —se le acercó envalentonada—. Matar a la
gente que no piensa lo mismo que tú.
ADA: Lo de Israel
fue una muy mala decisión y si pudiera volver atrás cambiaría lo que hice. Tú
trataste de destruir mi vida y eso es algo que se hace a conciencia, no en un
acto reflejo como me pasó a mí. ¿No tuviste bastante con pegarme una paliza con
tus amiguitos a la salida del pub de ambiente?
—No, te mereces eso
y más —seguía provocándola.
OSI: No la
escuches, Ada. Vámonos.
—Eso, eso. Vete.
Cobarde. Acaba lo que empezaste y mátame —se puso tan cerca que su pecho ya
tocaba la pistola.
Ada se retiró, pero
no dejaba de apuntarla.
ADA: Un momento.
Qué haces aquí en la calle como una vagabunda —se paró un instante a observar
su deplorable apariencia—. Por qué no estás en la cárcel.
—¿La cárcel? —resopló—.
Cuatro palabritas y cuatro buenas acciones en el nombre de Asir y una vez
finges estar arrepentida te dejan salir enseguida.
Algo seguía sin
cuadrarle y se movía inquieta de un pie a otro.
OSI: ¡Baja el arma
y vámonos! Pueden estar cerca —miraba desconfiado hacia los lados.
—Remata la faena y
vete tranquila. Nadie me iba a echar de menos. Desde que salí de la cárcel me
ha sido imposible encontrar trabajo, así que sobrevivo de lo que pesco en la
basura. Y esa comida que lleváis dentro del coche me hubiera servido. Pero
ahora que estoy muerta me da igual. Dispara —se volvió a acercar a ella como
suplicando un acto de caridad, ya sin rabia.
ADA: No —bajó el
arma—. Yo no soy así. Aquello fue un error. Un error que estuve pagando con
horas de insomnio hasta que lo superé. Un error mortal. Pero de los errores se
aprende. Y yo no voy a ser quien termine con la patética vida que tú misma te
has buscado.
La exenfermera
intentó atacarle, pero Ada le propinó un golpe en la cabeza con la culata de la
pistola que le salió del alma. Al menos obtuvo satisfacción. La mujer cayó al
suelo y Ada y Osi se metieron finalmente en el coche.
ADA: Al menos esto
nos hará ganar unos minutos hasta que nos delate.
OSI: Estoy muy
orgulloso de ti —le dio un abrazo antes de arrancar el motor.
Próximo
episodio: lunes, 3 de junio de 2013 a las 21:00.