Priviuslí, en El mundo al revés: Is sigue pensando que algún
día encontrará a su hombre ideal y se reserva virginal hasta ese momento.
Mientras tanto, la casa donde se escondía junto a los demás ha explotado con
ellos dentro.
Nada más cerrarle
Helios la puerta al vecino, Is fue la primera en bajar las escaleras para ver por
una ventana cómo se alejaba de la casa. Todo aquel asunto de un vecino que les
pide azúcar o patatas le daba muy mala espina. Fue cuando comprobó que otro hombre
que no habían visto y parecía provenir de la casa, se subía a la furgoneta. Is
olió el humo y al ver que subía del sótano recordó la reserva almacenada de
bombonas de butano.
IS: ¡Es una
trampa! ¡La casa va a explotar!
Los demás bajaron
corriendo al recibidor y al poner David la mano en el pomo de la puerta, Helios
se lo impidió, mostrándoles el camino por el agujero detrás de la madera. Todos
pasaron rápidamente y saltaron el muro ayudados por Helios, que insistió en ir
el último. Pero Is había tomado las riendas de la escapatoria y se sentía
responsable. Por ello insistió en saltar la última. Justo cuando se disponía a
bajar desde la parte de arriba del muro, la onda expansiva de la explosión la
lanzó por los aires, cayendo sobre unos matorrales. Los otros se encontraban
algo más alejados y no sufrieron las consecuencias, pero Ulises se acercó a
ayudarla, aún con la manta sobre sus hombros, de la que no se había separado.
Desde la parte
trasera de lo que fuera el cortijo de las madres de David, el calor del fuego y
el amarillo resplandeciente alumbraba sus desesperanzados rostros, que
observaban su destrozado refugio arder sin ningún remedio.
DAVID: Mi coche estaba
dentro del garaje —dijo en tono apático, como si aún no hubiera asimilado lo
que acababa de pasar.
ADA: ¡Mis
maletas! ¡Mi ropa! —se echó las manos a la cabeza.
OSI: Lo hemos
perdido todo —miraban todos las llamas crecer y crecer.
HELIOS: No nos
podemos quedar aquí —los despertó de la incredulidad—. La explosión va a atraer
mucha atención. Tenemos la suerte de que al salir por la parte de atrás no nos
vieran. Probablemente los DA nos crean muertos, y eso nos da algo de ventaja.
DAVID: ¿Pero
adónde coño vamos ahora? ¡Ya no nos queda ningún sitio al que ir!
HELIOS: De
momento, lejos de aquí. Atravesemos el bosque —inició la marcha y los demás lo
siguieron, excepto Is, que se quedó parada.
IS: Lo sabía. ¡Esto
es culpa tuya! —se dirigió a Helios en tono acusativo y todos se giraron—. Te
has estado yendo a correr fuera de la casa todas las mañanas y seguro que
alguien te ha visto. Nadie más ha salido de la casa estos días. Y si explícame
por qué volvías todo sudoroso esta mañana. No es la primera vez que te he visto
levantado tan temprano.
HELIOS: De
acuerdo, está bien. ¡Me has pillado! —cada vez subía más el volumen de su voz
al arder más fuertemente las llamas—. Pero ahora no es el momento de echarnos
las cosas en cara. Salgamos de aquí.
A los otros no
parecía importarles demasiado, e Is se dio cuenta que reprochar en esa
situación no servía de nada. Miró a Helios muy severa, pero al susurrar él una
disculpa se dio por satisfecha. Le ponía furiosa que por esa imprudencia les
hubieran descubierto, pero el daño ya estaba hecho. Y no se podía pasar la vida
enfadada con todo el mundo. Aunque muchos merecieran reprimendas.
Atravesando el
bosque, el grupo de amigos parecía sin rumbo de nuevo. Sabían que necesitaban
planear su próximo movimiento, pero a nadie se le ocurría ninguna idea. A nadie
excepto a Is. Llevaba pensando en aquello desde antes de ir al cortijo, y todos
los demás parecían haberse olvidado de aquella opción.
IS: ¿Y qué hay
del tal Set? Es una opción a considerar, ¿no?
Pararon de
caminar para reunirse, rodeados de un paraje montañés de pinos silvestres, y
esta vez nadie parecía tan reacio a la idea como la última vez que la propuso
saliendo de Valencia. O al menos parecían dudosos. Era su oportunidad de
venderles su idea.
IS: Vamos.
¿Pensáis que vamos a estar huyendo el resto de nuestras vidas? ¿Alguien se ha
parado a pensar en el futuro más lejano que vivir el día a día? —escuchaban
atentos, pero sin decidirse—. Los Siervos de Suty, o Seguidores —miró a Osi,
sabiendo que él les dio esa información— tienen un sitio donde vivir. O alguna
localización escondida. Los Discípulos los están buscando. Por eso Noé
interrogó a Osi después de que los SS lo raptaran, porque necesitan encontrar
dónde están. Y por lo tanto, al ser los Seguidores los enemigos de los DA —con
sus argumentos se iba creciendo—, compartimos enemigos. Y si los DA no saben
dónde se esconden, con ellos estaríamos seguros.
ADA: Además de
ser el líder vuestro supuesto hermano Set.
IS: Además —asintió
desconfiada al no saber si aquella aportación era a su favor o en su contra.
Ulises, Osi y
David miraron a Helios en busca de más argumentos que aclarasen sus ideas. Él
había tomado muchas de las decisiones importantes desde que escaparan, y casi
que lideraba el grupo en la mayoría de ocasiones.
HELIOS: Es cierto
que necesitamos algo de estabilidad. Y hoy por hoy, se ha acabado por convertir
en nuestra única salida... Pero la pregunta es, si nadie sabe dónde están,
¿cómo vamos a encontrarlos?
Todos miraron a
Osi en busca de respuestas.
OSI: Bueno... Él
me dijo que fuera a ellos cuando estuviera preparado, pero no sé. Me pusieron
una capucha y me drogaron para llevarme allí. Aunque a pesar de eso no me
trataron mal en absoluto.
Osi aún parecía
estar debatiéndose con sus ideas, ya que conocía el sitio de primera mano por
aquella extraña experiencia. Entendía sus dudas, pero los demás ya parecían
haberse decidido.
ADA: Y no nos
queda otra, Osi —le dijo a su novio y a continuación miró a Is, asintiendo al secundar
la idea que en un principio rechazó.
Is no sabía cómo
reaccionar ante tal inesperado apoyo, pero después del círculo de la amistad de
aquella misma tarde, parecía que sus diferencias habían quedado enterradas para
hallar un punto en común.
IS: ¿Hay algo que
te dijera Set que podamos usar para encontrar ese sitio? Algo que recuerdes,
algo que vieras. ¿Había ventanas? ¿Qué había fuera?
OSI: Huele como a
resina —inspiró profundamente.
DAVID: Mira,
Osezno, ya sabemos que estamos en una pinada y que huele a pino, pero este no
es el momento.
OSI: No, no. Olía
a pino allí también —expresó con felicidad.
ADA: ¡¿Estás
diciendo que los SS tienen su guarida en este mismo bosque?!
OSI: ¡No! Bueno,
puede. No lo sé... No, espera, no. Allí olía a mar, no a montaña como aquí —todos
lo miraban expectantes—. ¿Cómo no he caído antes? —empezó a reír.
ADA: ¡¿Qué, qué?!
—lo zarandeó por los hombros, impaciente.
OSI: “Sigue los
caminos de madera”, me dijo. ¡Claro! Ahora lo recuerdo bien —todos sabían que
sus recuerdos de aquel día eran borrosos, debido a los somníferos que le
proporcionaron y al trauma de la situación—. Me dijo que si quería
encontrarlos, que siguiese los caminos de madera.
ADA: Sigo sin
entenderlo.
OSI: Olor a pino,
caminos de madera... ¿No te acuerdas? —la cogió por los hombros—. ¡El Saler! Estuvimos un día de picnic allí. Es una pinada con caminos de madera donde mis
madres me llevaban a veranear todos los años. Y él lo conocía porque me dijo
que Soledad lo llevaba a él también antes de que yo naciera.
IS: Ya está
claro, pues. ¡A El Saler!
Se pusieron en
marcha entusiasmados con un nuevo rumbo, como si de las llanuras manchegas a
Valencia pudieran llegar andando en un día. El espesor de pinos empezó a
clarear tras unas horas caminando, y el verde oscuro de las copas de los
árboles dejó paso al cielo púrpura del anochecer, mostrándoles una pequeña
carretera que parecía llevar a ninguna parte.
HELIOS: No
podemos caminar junto a la carretera. Alguien podría reconocernos —el jarro de
agua fría de recordarles que eran fugitivos siempre tenía que ser oportunamente
arrojado por él. Pero tras la decepción momentánea, venía la gratitud de tener
a una persona siempre pendiente de ello.
IS: Demasiado
tarde.
Unos faros de coche
se acercaban iluminando la oscurecida vía hasta que les cegó las retinas.
HELIOS: Echaos
atrás —los empujó y se metieron en el arcén.
Osi fue el primero y
el único en desaparecer entre la maleza del bosque, pero al resto no le dio
tiempo ni a reaccionar.
El vehículo era
más grande de lo que parecía. Era una furgoneta antigua blanca. Y muy a su
pesar, conforme pasaba a su lado empezó a decelerar hasta que paró a su altura.
El motor paró y un hombre salió del coche.
—¿To' bien por
aquí? Sus vais a perder en esta carretera tan oscura —hablaba con el mismo
acento que el supuesto vecino, y eso les hizo desconfiar. Pero sin darles
tiempo a contestar, el rostro del hombre cambió por completo al parecer
reconocerlos.
—¡Aivá, si son
los terroristas que echan en la tele! —caminó hacia atrás, asustado, con una
sinceridad poco oportuna para él.
Las puertas
traseras de la furgoneta se abrieron y salieron tres corpulentos hombres, que
por su oscura tez y sus facciones parecían de origen sudamericano, y Helios
sacó la pistola de manera defensiva. El conductor salió corriendo carretera
abajo como si no hubiera un mañana, pero los tres hombres parecían dispuestos a
pelear. Helios no se atrevió a usar su arma y entre la duda, uno de ellos, el
más corpulento, le dio una patada en la mano, haciendo caer el arma al suelo.
—Yo soy
heterosexual. Y a mucha honra. A ver qué haces conmigo, bastardo.
Al tratar de propinarle
un puñetazo en la cara, Helios lo esquivó.
Por otro lado,
los otros dos hombres intentaban sujetar a Ada y a ella para retenerlas, pero
David los entretenía con ágiles movimientos marciales, que a veces hasta los
hacía caer. Pero no era motivo suficiente para mantenerlos en el suelo. Al
momento volvían a levantarse.
Ulises había
permanecido apartado y era como si nadie se hubiera percatado de su presencia,
pero al alejarse la pelea entre Helios y el fortachón del sitio donde estaban,
Ulises se agachó avispado y recuperó el arma.
ULISES: ¡Quietos
todos! —apuntó con la pistola al más cercano de los individuos.
Ellos pararon
inmediatamente al ver las pintas de loco de Ulises, aún con su pijama y
descalzo, y levantaron las manos. Helios se acercó a él y tomó el arma,
retirando el seguro.
HELIOS: Meteos a
la furgoneta —dijo sin apartar la mirada de los tres hombres, que se habían
puesto juntos.
Aquellos se percataron
de la serie amenaza esta vez y se dirigieron hacia la parte trasera de la
furgoneta sin mediar palabra.
HELIOS: ¡No!
¡Vosotros no! Vosotros —miró a David e hizo una señal para que se metieran.
ADA: ¿Vamos a
robar otro coche? Me siento fatal —se quejaba mientras se metían todos en la
furgoneta—. Lo siento mucho, de verdad —se dirigió a los hombres antes de
entrar.
—Por eso nos
roban el carro a punta de pistola, ¿verdad?
HELIOS: Ahora
alejaos hacia atrás. ¡Vamos!
Ellos hicieron
caso y cuando estuvieron a una distancia prudencial, Helios se montó en el
asiento del conductor, arrancó el motor y se fueron de allí.
HELIOS: Si
conducimos de noche tenemos muchas menos posibilidades de que nos reconozcan. Y
más yendo vosotros en la parte trasera, sin ventanillas. En cuanto pasemos por
un desguace que conozco a las afuera de Valencia cambiaré la matrícula. Sé cómo
entrar sin que me vean.
El camino de vuelta
a Valencia fue arduo. No faltaron los argumentos que coleteaban a favor y en
contra de ir a buscar a los SS. Sus riesgos corrían, pero para satisfacción de
Is, al final llegaron a la misma conclusión de que era la salida más segura.
Al arribar al
pequeño pueblo costero de El Saler, Is asomó la cabeza por la ventana delantera
donde estaba sentado de copiloto David. Osi tenía razón, el aroma acompañaba a
la enorme expansión del bosque de pinos que separaba la población de la playa. La
humedad de la costa en sus pieles era patente también. Kilómetros de carretera
recorridos y la pinada seguía asomando vigorosa al costado de la carretera,
amenazando con engullirla incluso en algunos tramos.
IS: Pero... ¿por
dónde empezar? ¡Este sitio es enorme! —volvió a sentarse en la parte trasera de
la furgoneta, donde iban sentados con ella Ada, Osi y Helios.
OSI: Los caminos de
madera solo están en la parte turística. Donde están las mesas de madera para
comer.
ADA: Yo no creo que
tengan unas instalaciones supersecretas al lado de los domingueros que van con
sus familias a dejar sucia la pinada.
HELIOS: Yo no lo
creo tampoco —decía desde el asiento delantero—. Quizá lo mejor sea que nos
separemos.
ADA: Ya estamos con
separarnos —se quejó—. Es la típica estupidez que hacen en las películas. Para
luego acabar todos muertos.
Por una vez Ada
tenía razón.
HELIOS: Nada de eso
tiene que ocurrir.
OSI: La verdad que
la última vez que nos separamos el día de la Renovación, fue un milagro que nos
encontráramos luego.
HELIOS: Eso es
verdad. Pero la última vez pasó sin planearlo. Cubriremos mucho más territorio
si buscamos las instalaciones en dos grupos. No podemos estar al descubierto
caminando por el bosque como si no estuviéramos huyendo de la justicia —cada
vez que lo recordaba Helios notaba lo mucho que le molestaba.
IS: Podemos hacer
una cosa. Nos dividimos en dos grupos y quedamos en un punto a las nueve de la
noche.
DAVID: Es una buena
idea.
HELIOS: Vale. Yo
iré con David y Ulises, por ejemplo.
IS: Muy bien. Ada,
Osi y yo empezaremos a buscar por la zona sur. Y vosotros podéis empezar por la
zona norte.
Helios se metió por
un camino accesorio y aparcó la furgoneta bien alejada de la carretera,
escondida tras unos árboles. El sol ya estaba saliendo y ellos se alegraron de
que los trabajadores se olvidaran de sus chaquetas en la parte trasera. El frío
matinal y el viento del mar hacía calarse la humedad hasta los huesos.
HELIOS: Nos vemos
esta noche a las nueve aquí, en la furgoneta. A ver quién los encuentra antes.
David, Helios y
Ulises se fueron por un lado y Ada, Osi e Is empezaron a rastrear la parte
austral de la pinada. Is le echó una última mirada a Ulises, que aún yendo
descalzo y con su manta a los hombros no se quejaba en absoluto. Seguía en su
estado depresivo. Pero sabía que con Helios y David estaría a salvo.
Ada y Osi iban a la
cabeza. Permanecían juntos la mayoría del tiempo, cuidadosos con sus
movimientos para no hacer ruidos bruscos, y precavidos cada vez que veían a un
extraño por el bosque. El haber estado encerrados en el cortijo tanto tiempo
les había hecho olvidarse de que la policía y los DA los buscaban, pero había
bastado un día huyendo fuera de la casa para agudizar sus sentidos de nuevo.
Conforme el sol
ascendía en la cúpula azul, ellos se volvían más confiados. Se habían cruzado
apenas con dos personas a lo largo de la mañana y los habían evitado fácilmente
al esconderse tras unos arbustos. Cada hora que pasaba iban separándose más
para poder abarcar más territorio, pero nunca dejaban de mantener contacto
visual. Hasta que lo perdieron. Is estaba tan inmersa en la búsqueda de
cualquier señal de la posible guarida de los SS que había perdido de vista a
Osi y Ada.
Unos crujidos de
pisadas sobre las agujas de los pinos que cubrían el suelo la puso alerta.
Seguramente serían ellos. Pero no lo eran. Su mirada se encontró con la de una
mujer que parecía vestida de camuflaje. Pero lo peor fue descubrir que en sus
manos llevaba un rifle. Estaba prohibido cazar en un lugar protegido como aquel,
pero siempre tenía que haber alguna persona que se saltarse las reglas por
premisa.
Al tratar de
esconderse Is hizo más ruido, y aquello delató su posición. No le quedaba otra
que salir corriendo. No quería correr el riesgo de que la identificara, estando
armada. No quería saber qué pasaría si usara ese arma. Pero como si de un deseo
a una estrella fugaz se tratase, el arma se disparó y le hubiera acertado en la
pierna de no haberse puesto a correr.
—He estado viendo
vuestras fotos en la tele desde el primer día. Estudiando cada rasgo de
vuestras caras. Y tú, Isis Linares Domènech no te me vas a escapar.
Is corría evitando
troncos y arbustos, pero el camino no estaba muy habilitado. Y en vez de
escuchar aquella voz cada vez más lejos, la escuchaba a la misma distancia. La
estaba siguiendo, y la hubiera alcanzado de no pararse a apuntar y dispararle.
—Quién me iba a
decir que os iba a encontrar aquí. ¿Dónde están los demás? —disparó el rifle y
acertó en un tronco—. ¡Asesinos! ¡Que sois unos asesinos! —echó a correr tras
ella—. Mi hija estaba en la mascletà con su novio aquel día. ¡Y vosotros me la
arrebatasteis!
IS: Señora, le
prometo que nosotros no hemos hecho nada! —decía sin parar de correr, con la
esperanza de que recapacitara. Pero como las posibilidades eran pocas, mejor
seguía corriendo por su vida.
—¡La
heterosexualidad no tiene nada de malo! Si esas personas se sienten así,
¿quiénes sois vosotros para decidir que no tienen un lugar en este planeta?
El pulso de Is se
aceleraba a cada disparo que no sentía en su cuerpo. Si no fuera por toda esta
maleza...
OSI: ¡Is! ¡¿Dónde
estás?! —se oía en la lejanía.
Las probabilidades
de escapar de aquello parecían incrementarse, pero la furtiva le iba pisando
los talones. Hasta que en otro disparo que hubiera jurado que le había dado, le
sacó algo de ventaja. Is encontró un árbol que contempló fácil de escalar, y se
subió al haber perdido de vista por un momento a la mujer, pensando que no la
vería y pasaría de largo. Subió a una distancia prudencial para camuflarse con
el follaje y fue entonces cuando notó la humedad de la sangre en su brazo
izquierdo. Tenía la manga empapada y ni lo había notado. La ansiedad que sentía
quería salir por algún lado, pero se tapó la boca para no emitir ni un sonido.
Al mirar hacia abajo vio a la cazadora parada e intentando buscarla. Sabía que
al dedicarse a cazar, localizar a una presa era sencillo para ella. El más
mínimo detalle revelaría su escondite.
Su herida seguía
sangrando, y las gotas de sangre empezaron a formarse donde los pliegues más
bajos de la ropa se formaban en la manga de su chaqueta. La primera la cogió al
vuelo con la mano sin dejarla caer, pero la segunda se le escapó. Y la tercera.
La cuarta, la quinta... La furtiva alzó la mirada para ver de dónde provenía el
líquido rojo, apuntó sin pensarlo dos veces y disparó.
—Esto es por Raquel
—dijo antes de apretar el gatillo.
Is se movió por la
gran rama en la que estaba y evitó el disparo. Pero cada vez se notaba más
débil. Sabía que había perdido sangre suficiente y no las tenía todas consigo
de que pudiera seguir esquivando balas. El brazo le dolía donde antes ni sabía
que tenía una herida. Al segundo disparo Is puso un pie sobre una rama más
frágil y se partió. Todo lo que aconteció después, desde que empezara a caer a
toda velocidad y tropezara con decenas de ramas que le arañaron y desviaron
hacia otra parte, ocupó un plano secundario al pensamiento de Is: "Voy a morir virgen", se sorprendió
a sí misma con algo tan superficial. Pero Is cayó del árbol y no golpeó el
suelo. Cayó en los brazos de un musculado hombre, como si la hubiera estado
esperando toda su vida allí plantado. "Mi
príncipe azul".
—¡Nieve! —gritó, y
un caballo blanco se le acercó por detrás, montándose en él con una ágil
maniobra y subiéndola a ella tan fácilmente como si fuera de papel.
IS: ¿Eres tú mi
príncipe encantado? —balbuceó, delirando, al verse montada en aquel precioso
equino.
Antes de que
contestara, la furtiva se les acercó apuntando, pero aquel desconocido no le
dio tiempo ni de mover un dedo. Sacó una pistola de su espalda y le acertó un
tiro en plena frente, soltando el rifle esta y cayendo al suelo. Is no sabía si
estaba despierta o estaba soñando. Todo se estaba tornando borroso y empezó a
apoyarse en su espalda y a abrazarse a él.
IS: Gracias por
salvarme —decía a duras penas—. Pero, ¿quién eres?
Él se giró y le
sonrió con una sonrisa angelical, como si no acabara de matar a una persona.
Pero Is ya estaba perdiendo el conocimiento.
—Me llamo...
Próximo
episodio: lunes, 13 de mayo de 2013 a las 21:00.
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