lunes, 6 de mayo de 2013

5x04 ISIS


Priviuslí, en El mundo al revés: Is sigue pensando que algún día encontrará a su hombre ideal y se reserva virginal hasta ese momento. Mientras tanto, la casa donde se escondía junto a los demás ha explotado con ellos dentro.




Nada más cerrarle Helios la puerta al vecino, Is fue la primera en bajar las escaleras para ver por una ventana cómo se alejaba de la casa. Todo aquel asunto de un vecino que les pide azúcar o patatas le daba muy mala espina. Fue cuando comprobó que otro hombre que no habían visto y parecía provenir de la casa, se subía a la furgoneta. Is olió el humo y al ver que subía del sótano recordó la reserva almacenada de bombonas de butano.

IS: ¡Es una trampa! ¡La casa va a explotar!

Los demás bajaron corriendo al recibidor y al poner David la mano en el pomo de la puerta, Helios se lo impidió, mostrándoles el camino por el agujero detrás de la madera. Todos pasaron rápidamente y saltaron el muro ayudados por Helios, que insistió en ir el último. Pero Is había tomado las riendas de la escapatoria y se sentía responsable. Por ello insistió en saltar la última. Justo cuando se disponía a bajar desde la parte de arriba del muro, la onda expansiva de la explosión la lanzó por los aires, cayendo sobre unos matorrales. Los otros se encontraban algo más alejados y no sufrieron las consecuencias, pero Ulises se acercó a ayudarla, aún con la manta sobre sus hombros, de la que no se había separado.

Desde la parte trasera de lo que fuera el cortijo de las madres de David, el calor del fuego y el amarillo resplandeciente alumbraba sus desesperanzados rostros, que observaban su destrozado refugio arder sin ningún remedio.

DAVID: Mi coche estaba dentro del garaje —dijo en tono apático, como si aún no hubiera asimilado lo que acababa de pasar.

ADA: ¡Mis maletas! ¡Mi ropa! —se echó las manos a la cabeza.

OSI: Lo hemos perdido todo —miraban todos las llamas crecer y crecer.

HELIOS: No nos podemos quedar aquí —los despertó de la incredulidad—. La explosión va a atraer mucha atención. Tenemos la suerte de que al salir por la parte de atrás no nos vieran. Probablemente los DA nos crean muertos, y eso nos da algo de ventaja.

DAVID: ¿Pero adónde coño vamos ahora? ¡Ya no nos queda ningún sitio al que ir!

HELIOS: De momento, lejos de aquí. Atravesemos el bosque —inició la marcha y los demás lo siguieron, excepto Is, que se quedó parada.

IS: Lo sabía. ¡Esto es culpa tuya! —se dirigió a Helios en tono acusativo y todos se giraron—. Te has estado yendo a correr fuera de la casa todas las mañanas y seguro que alguien te ha visto. Nadie más ha salido de la casa estos días. Y si explícame por qué volvías todo sudoroso esta mañana. No es la primera vez que te he visto levantado tan temprano.

HELIOS: De acuerdo, está bien. ¡Me has pillado! —cada vez subía más el volumen de su voz al arder más fuertemente las llamas—. Pero ahora no es el momento de echarnos las cosas en cara. Salgamos de aquí.

A los otros no parecía importarles demasiado, e Is se dio cuenta que reprochar en esa situación no servía de nada. Miró a Helios muy severa, pero al susurrar él una disculpa se dio por satisfecha. Le ponía furiosa que por esa imprudencia les hubieran descubierto, pero el daño ya estaba hecho. Y no se podía pasar la vida enfadada con todo el mundo. Aunque muchos merecieran reprimendas.

Atravesando el bosque, el grupo de amigos parecía sin rumbo de nuevo. Sabían que necesitaban planear su próximo movimiento, pero a nadie se le ocurría ninguna idea. A nadie excepto a Is. Llevaba pensando en aquello desde antes de ir al cortijo, y todos los demás parecían haberse olvidado de aquella opción.

IS: ¿Y qué hay del tal Set? Es una opción a considerar, ¿no?

Pararon de caminar para reunirse, rodeados de un paraje montañés de pinos silvestres, y esta vez nadie parecía tan reacio a la idea como la última vez que la propuso saliendo de Valencia. O al menos parecían dudosos. Era su oportunidad de venderles su idea.

IS: Vamos. ¿Pensáis que vamos a estar huyendo el resto de nuestras vidas? ¿Alguien se ha parado a pensar en el futuro más lejano que vivir el día a día? —escuchaban atentos, pero sin decidirse—. Los Siervos de Suty, o Seguidores —miró a Osi, sabiendo que él les dio esa información— tienen un sitio donde vivir. O alguna localización escondida. Los Discípulos los están buscando. Por eso Noé interrogó a Osi después de que los SS lo raptaran, porque necesitan encontrar dónde están. Y por lo tanto, al ser los Seguidores los enemigos de los DA —con sus argumentos se iba creciendo—, compartimos enemigos. Y si los DA no saben dónde se esconden, con ellos estaríamos seguros.

ADA: Además de ser el líder vuestro supuesto hermano Set.

IS: Además —asintió desconfiada al no saber si aquella aportación era a su favor o en su contra.

Ulises, Osi y David miraron a Helios en busca de más argumentos que aclarasen sus ideas. Él había tomado muchas de las decisiones importantes desde que escaparan, y casi que lideraba el grupo en la mayoría de ocasiones.

HELIOS: Es cierto que necesitamos algo de estabilidad. Y hoy por hoy, se ha acabado por convertir en nuestra única salida... Pero la pregunta es, si nadie sabe dónde están, ¿cómo vamos a encontrarlos?

Todos miraron a Osi en busca de respuestas.

OSI: Bueno... Él me dijo que fuera a ellos cuando estuviera preparado, pero no sé. Me pusieron una capucha y me drogaron para llevarme allí. Aunque a pesar de eso no me trataron mal en absoluto.

Osi aún parecía estar debatiéndose con sus ideas, ya que conocía el sitio de primera mano por aquella extraña experiencia. Entendía sus dudas, pero los demás ya parecían haberse decidido.

ADA: Y no nos queda otra, Osi —le dijo a su novio y a continuación miró a Is, asintiendo al secundar la idea que en un principio rechazó.

Is no sabía cómo reaccionar ante tal inesperado apoyo, pero después del círculo de la amistad de aquella misma tarde, parecía que sus diferencias habían quedado enterradas para hallar un punto en común.

IS: ¿Hay algo que te dijera Set que podamos usar para encontrar ese sitio? Algo que recuerdes, algo que vieras. ¿Había ventanas? ¿Qué había fuera?

OSI: Huele como a resina —inspiró profundamente.

DAVID: Mira, Osezno, ya sabemos que estamos en una pinada y que huele a pino, pero este no es el momento.

OSI: No, no. Olía a pino allí también —expresó con felicidad.

ADA: ¡¿Estás diciendo que los SS tienen su guarida en este mismo bosque?!

OSI: ¡No! Bueno, puede. No lo sé... No, espera, no. Allí olía a mar, no a montaña como aquí —todos lo miraban expectantes—. ¿Cómo no he caído antes? —empezó a reír.

ADA: ¡¿Qué, qué?! —lo zarandeó por los hombros, impaciente.

OSI: “Sigue los caminos de madera”, me dijo. ¡Claro! Ahora lo recuerdo bien —todos sabían que sus recuerdos de aquel día eran borrosos, debido a los somníferos que le proporcionaron y al trauma de la situación—. Me dijo que si quería encontrarlos, que siguiese los caminos de madera.

ADA: Sigo sin entenderlo.

OSI: Olor a pino, caminos de madera... ¿No te acuerdas? —la cogió por los hombros—. ¡El Saler! Estuvimos un día de picnic allí. Es una pinada con caminos de madera donde mis madres me llevaban a veranear todos los años. Y él lo conocía porque me dijo que Soledad lo llevaba a él también antes de que yo naciera.

IS: Ya está claro, pues. ¡A El Saler!

Se pusieron en marcha entusiasmados con un nuevo rumbo, como si de las llanuras manchegas a Valencia pudieran llegar andando en un día. El espesor de pinos empezó a clarear tras unas horas caminando, y el verde oscuro de las copas de los árboles dejó paso al cielo púrpura del anochecer, mostrándoles una pequeña carretera que parecía llevar a ninguna parte.

HELIOS: No podemos caminar junto a la carretera. Alguien podría reconocernos —el jarro de agua fría de recordarles que eran fugitivos siempre tenía que ser oportunamente arrojado por él. Pero tras la decepción momentánea, venía la gratitud de tener a una persona siempre pendiente de ello.

IS: Demasiado tarde.

Unos faros de coche se acercaban iluminando la oscurecida vía hasta que les cegó las retinas.

HELIOS: Echaos atrás —los empujó y se metieron en el arcén.

Osi fue el primero y el único en desaparecer entre la maleza del bosque, pero al resto no le dio tiempo ni a reaccionar.

El vehículo era más grande de lo que parecía. Era una furgoneta antigua blanca. Y muy a su pesar, conforme pasaba a su lado empezó a decelerar hasta que paró a su altura. El motor paró y un hombre salió del coche.

—¿To' bien por aquí? Sus vais a perder en esta carretera tan oscura —hablaba con el mismo acento que el supuesto vecino, y eso les hizo desconfiar. Pero sin darles tiempo a contestar, el rostro del hombre cambió por completo al parecer reconocerlos.

—¡Aivá, si son los terroristas que echan en la tele! —caminó hacia atrás, asustado, con una sinceridad poco oportuna para él.

Las puertas traseras de la furgoneta se abrieron y salieron tres corpulentos hombres, que por su oscura tez y sus facciones parecían de origen sudamericano, y Helios sacó la pistola de manera defensiva. El conductor salió corriendo carretera abajo como si no hubiera un mañana, pero los tres hombres parecían dispuestos a pelear. Helios no se atrevió a usar su arma y entre la duda, uno de ellos, el más corpulento, le dio una patada en la mano, haciendo caer el arma al suelo.

—Yo soy heterosexual. Y a mucha honra. A ver qué haces conmigo, bastardo.

Al tratar de propinarle un puñetazo en la cara, Helios lo esquivó.

Por otro lado, los otros dos hombres intentaban sujetar a Ada y a ella para retenerlas, pero David los entretenía con ágiles movimientos marciales, que a veces hasta los hacía caer. Pero no era motivo suficiente para mantenerlos en el suelo. Al momento volvían a levantarse.

Ulises había permanecido apartado y era como si nadie se hubiera percatado de su presencia, pero al alejarse la pelea entre Helios y el fortachón del sitio donde estaban, Ulises se agachó avispado y recuperó el arma.

ULISES: ¡Quietos todos! —apuntó con la pistola al más cercano de los individuos.

Ellos pararon inmediatamente al ver las pintas de loco de Ulises, aún con su pijama y descalzo, y levantaron las manos. Helios se acercó a él y tomó el arma, retirando el seguro.

HELIOS: Meteos a la furgoneta —dijo sin apartar la mirada de los tres hombres, que se habían puesto juntos.

Aquellos se percataron de la serie amenaza esta vez y se dirigieron hacia la parte trasera de la furgoneta sin mediar palabra.

HELIOS: ¡No! ¡Vosotros no! Vosotros —miró a David e hizo una señal para que se metieran.

ADA: ¿Vamos a robar otro coche? Me siento fatal —se quejaba mientras se metían todos en la furgoneta—. Lo siento mucho, de verdad —se dirigió a los hombres antes de entrar.

—Por eso nos roban el carro a punta de pistola, ¿verdad?

HELIOS: Ahora alejaos hacia atrás. ¡Vamos!

Ellos hicieron caso y cuando estuvieron a una distancia prudencial, Helios se montó en el asiento del conductor, arrancó el motor y se fueron de allí.

HELIOS: Si conducimos de noche tenemos muchas menos posibilidades de que nos reconozcan. Y más yendo vosotros en la parte trasera, sin ventanillas. En cuanto pasemos por un desguace que conozco a las afuera de Valencia cambiaré la matrícula. Sé cómo entrar sin que me vean.




El camino de vuelta a Valencia fue arduo. No faltaron los argumentos que coleteaban a favor y en contra de ir a buscar a los SS. Sus riesgos corrían, pero para satisfacción de Is, al final llegaron a la misma conclusión de que era la salida más segura.

Al arribar al pequeño pueblo costero de El Saler, Is asomó la cabeza por la ventana delantera donde estaba sentado de copiloto David. Osi tenía razón, el aroma acompañaba a la enorme expansión del bosque de pinos que separaba la población de la playa. La humedad de la costa en sus pieles era patente también. Kilómetros de carretera recorridos y la pinada seguía asomando vigorosa al costado de la carretera, amenazando con engullirla incluso en algunos tramos.

IS: Pero... ¿por dónde empezar? ¡Este sitio es enorme! —volvió a sentarse en la parte trasera de la furgoneta, donde iban sentados con ella Ada, Osi y Helios.

OSI: Los caminos de madera solo están en la parte turística. Donde están las mesas de madera para comer.

ADA: Yo no creo que tengan unas instalaciones supersecretas al lado de los domingueros que van con sus familias a dejar sucia la pinada.

HELIOS: Yo no lo creo tampoco —decía desde el asiento delantero—. Quizá lo mejor sea que nos separemos.

ADA: Ya estamos con separarnos —se quejó—. Es la típica estupidez que hacen en las películas. Para luego acabar todos muertos.

Por una vez Ada tenía razón.

HELIOS: Nada de eso tiene que ocurrir.

OSI: La verdad que la última vez que nos separamos el día de la Renovación, fue un milagro que nos encontráramos luego.

HELIOS: Eso es verdad. Pero la última vez pasó sin planearlo. Cubriremos mucho más territorio si buscamos las instalaciones en dos grupos. No podemos estar al descubierto caminando por el bosque como si no estuviéramos huyendo de la justicia —cada vez que lo recordaba Helios notaba lo mucho que le molestaba.

IS: Podemos hacer una cosa. Nos dividimos en dos grupos y quedamos en un punto a las nueve de la noche.

DAVID: Es una buena idea.

HELIOS: Vale. Yo iré con David y Ulises, por ejemplo.

IS: Muy bien. Ada, Osi y yo empezaremos a buscar por la zona sur. Y vosotros podéis empezar por la zona norte.

Helios se metió por un camino accesorio y aparcó la furgoneta bien alejada de la carretera, escondida tras unos árboles. El sol ya estaba saliendo y ellos se alegraron de que los trabajadores se olvidaran de sus chaquetas en la parte trasera. El frío matinal y el viento del mar hacía calarse la humedad hasta los huesos.

HELIOS: Nos vemos esta noche a las nueve aquí, en la furgoneta. A ver quién los encuentra antes.

David, Helios y Ulises se fueron por un lado y Ada, Osi e Is empezaron a rastrear la parte austral de la pinada. Is le echó una última mirada a Ulises, que aún yendo descalzo y con su manta a los hombros no se quejaba en absoluto. Seguía en su estado depresivo. Pero sabía que con Helios y David estaría a salvo.

Ada y Osi iban a la cabeza. Permanecían juntos la mayoría del tiempo, cuidadosos con sus movimientos para no hacer ruidos bruscos, y precavidos cada vez que veían a un extraño por el bosque. El haber estado encerrados en el cortijo tanto tiempo les había hecho olvidarse de que la policía y los DA los buscaban, pero había bastado un día huyendo fuera de la casa para agudizar sus sentidos de nuevo.

Conforme el sol ascendía en la cúpula azul, ellos se volvían más confiados. Se habían cruzado apenas con dos personas a lo largo de la mañana y los habían evitado fácilmente al esconderse tras unos arbustos. Cada hora que pasaba iban separándose más para poder abarcar más territorio, pero nunca dejaban de mantener contacto visual. Hasta que lo perdieron. Is estaba tan inmersa en la búsqueda de cualquier señal de la posible guarida de los SS que había perdido de vista a Osi y Ada.

Unos crujidos de pisadas sobre las agujas de los pinos que cubrían el suelo la puso alerta. Seguramente serían ellos. Pero no lo eran. Su mirada se encontró con la de una mujer que parecía vestida de camuflaje. Pero lo peor fue descubrir que en sus manos llevaba un rifle. Estaba prohibido cazar en un lugar protegido como aquel, pero siempre tenía que haber alguna persona que se saltarse las reglas por premisa.

Al tratar de esconderse Is hizo más ruido, y aquello delató su posición. No le quedaba otra que salir corriendo. No quería correr el riesgo de que la identificara, estando armada. No quería saber qué pasaría si usara ese arma. Pero como si de un deseo a una estrella fugaz se tratase, el arma se disparó y le hubiera acertado en la pierna de no haberse puesto a correr.

—He estado viendo vuestras fotos en la tele desde el primer día. Estudiando cada rasgo de vuestras caras. Y tú, Isis Linares Domènech no te me vas a escapar.

Is corría evitando troncos y arbustos, pero el camino no estaba muy habilitado. Y en vez de escuchar aquella voz cada vez más lejos, la escuchaba a la misma distancia. La estaba siguiendo, y la hubiera alcanzado de no pararse a apuntar y dispararle.

—Quién me iba a decir que os iba a encontrar aquí. ¿Dónde están los demás? —disparó el rifle y acertó en un tronco—. ¡Asesinos! ¡Que sois unos asesinos! —echó a correr tras ella—. Mi hija estaba en la mascletà con su novio aquel día. ¡Y vosotros me la arrebatasteis!

IS: Señora, le prometo que nosotros no hemos hecho nada! —decía sin parar de correr, con la esperanza de que recapacitara. Pero como las posibilidades eran pocas, mejor seguía corriendo por su vida.

—¡La heterosexualidad no tiene nada de malo! Si esas personas se sienten así, ¿quiénes sois vosotros para decidir que no tienen un lugar en este planeta?

El pulso de Is se aceleraba a cada disparo que no sentía en su cuerpo. Si no fuera por toda esta maleza...

OSI: ¡Is! ¡¿Dónde estás?! —se oía en la lejanía.

Las probabilidades de escapar de aquello parecían incrementarse, pero la furtiva le iba pisando los talones. Hasta que en otro disparo que hubiera jurado que le había dado, le sacó algo de ventaja. Is encontró un árbol que contempló fácil de escalar, y se subió al haber perdido de vista por un momento a la mujer, pensando que no la vería y pasaría de largo. Subió a una distancia prudencial para camuflarse con el follaje y fue entonces cuando notó la humedad de la sangre en su brazo izquierdo. Tenía la manga empapada y ni lo había notado. La ansiedad que sentía quería salir por algún lado, pero se tapó la boca para no emitir ni un sonido. Al mirar hacia abajo vio a la cazadora parada e intentando buscarla. Sabía que al dedicarse a cazar, localizar a una presa era sencillo para ella. El más mínimo detalle revelaría su escondite.

Su herida seguía sangrando, y las gotas de sangre empezaron a formarse donde los pliegues más bajos de la ropa se formaban en la manga de su chaqueta. La primera la cogió al vuelo con la mano sin dejarla caer, pero la segunda se le escapó. Y la tercera. La cuarta, la quinta... La furtiva alzó la mirada para ver de dónde provenía el líquido rojo, apuntó sin pensarlo dos veces y disparó.

—Esto es por Raquel —dijo antes de apretar el gatillo.

Is se movió por la gran rama en la que estaba y evitó el disparo. Pero cada vez se notaba más débil. Sabía que había perdido sangre suficiente y no las tenía todas consigo de que pudiera seguir esquivando balas. El brazo le dolía donde antes ni sabía que tenía una herida. Al segundo disparo Is puso un pie sobre una rama más frágil y se partió. Todo lo que aconteció después, desde que empezara a caer a toda velocidad y tropezara con decenas de ramas que le arañaron y desviaron hacia otra parte, ocupó un plano secundario al pensamiento de Is: "Voy a morir virgen", se sorprendió a sí misma con algo tan superficial. Pero Is cayó del árbol y no golpeó el suelo. Cayó en los brazos de un musculado hombre, como si la hubiera estado esperando toda su vida allí plantado. "Mi príncipe azul".

—¡Nieve! —gritó, y un caballo blanco se le acercó por detrás, montándose en él con una ágil maniobra y subiéndola a ella tan fácilmente como si fuera de papel.

IS: ¿Eres tú mi príncipe encantado? —balbuceó, delirando, al verse montada en aquel precioso equino.

Antes de que contestara, la furtiva se les acercó apuntando, pero aquel desconocido no le dio tiempo ni de mover un dedo. Sacó una pistola de su espalda y le acertó un tiro en plena frente, soltando el rifle esta y cayendo al suelo. Is no sabía si estaba despierta o estaba soñando. Todo se estaba tornando borroso y empezó a apoyarse en su espalda y a abrazarse a él.

IS: Gracias por salvarme —decía a duras penas—. Pero, ¿quién eres?

Él se giró y le sonrió con una sonrisa angelical, como si no acabara de matar a una persona. Pero Is ya estaba perdiendo el conocimiento.

—Me llamo...




Próximo episodio: lunes, 13 de mayo de 2013 a las 21:00.

No hay comentarios:

Publicar un comentario