lunes, 13 de mayo de 2013

5x05 BENJAMÍN


Priviuslí, en El mundo al revés: sabéis que lleva desaparecido desde el primer capítulo y por fin vais a conocer qué ha estado haciendo durante todo este tiempo. Sin más dilaciones...




Hace cuatro años

Benjamín estaba atado a una silla en una habitación de una casa que desconocía. Los pies los tenía inmovilizados a conciencia, pero de cuando en cuando conseguía liberarse de la cinta aislante que ataba sus manos. Había desistido en su intento de fuga, ya que las dos primeras veces había sido en vano. Fue a partir de entonces cuando empezaron a alternar su libertad de movimiento en el sótano insonorizado, preparado para hacer las veces de zulo, con días enteros en la silla atado. No sabía si como castigo o como manera de tenerlo más controlado. Y desde que llenaran la habitación con unas cajas que trajeron un día, ya no se fiaban de dejarlo a sus anchas en el sótano. Con días de ayuno total aplacaron su curiosidad y de esa manera Benjamín ya no abría nunca las cajas. Tampoco es que viera nada interesante en ellas.

Lo único que podía hacer era tratar de sobrevivir otro día más. Lo primero que siempre hacía al soltarse una mano era sacar la mina negra del bolígrafo que escondía en la silla, con la Pascual usó para esnifar cocaína con él aquel día en el Inframundo. Cuán arrepentido estaba y si salía de aquella sabía que no lo volvería a hacer. Con el boli se pintaba el lunar en la nariz mirándose en el cristal de la ventana. Prefería no mirarse demasiado. Esa barba a parches que le estaba saliendo le hacía parecer un mendigo. Esperaba que pronto vinieran a afeitarle, como ya habían hecho antes. Por no hablar de la lógica pérdida de peso. Si ya era delgado de por sí, el no comer tan bien como solía lo estaba dejando en el chasis. Y tampoco es que en el centro de acogida de huérfanos de Valencia cocinaran estupendos guisos.

Pintarse el lunar era la única manera de mantenerse con vida, fingiendo que era esa persona a la que sus captores pensaban que tenían presa. Pero no. Él no era ese tal Osi del que hablaban y el cual no conocía de nada. Pero cada vez que le preguntaban tenía que inventarse una sarta de mentiras para que lo creyesen y no acabaran deshaciéndose de él. Había escuchado como trataban a su propio hijo, un tal Tirso, y no quería imaginarse lo que harían con él si descubriesen que no era quien creían. Además, que por lo que podía oír cuando hablaban por teléfono con lo que parecía que fuese su superior, esas personas trabajaban única y exclusivamente por dinero.

Hasta ahora la jugada le había salido bien, pero no sabía por cuánto tiempo más podría aguantar la situación. El jefe de sus captores tarde o temprano vendría a recoger a Osi y se encontraría con Benjamín. Rápidamente se pintó con acierto el lunar, mirándose en el espejo que tenía enfrente.

No sabía cuánto tiempo había pasado desde que lo secuestraran, pero por lo menos había contado que cuatro meses. O eso parecía por lo que le había crecido su pelo rubio opaco, liso y que ya le caía por encima de sus diminutos ojos. Al escuchar por sorpresa su nombre en la televisión que tenían sus raptores en otra habitación se metió la mina en el bolsillo rápidamente.

"Para finalizar y como todos los principios de mes, a día 1 de marzo, la lista de desaparecidos con sus respectivas fotografías es la siguiente: Benjamín Ríos Lizarte…"

—No es él. Te lo dije —podía oír cómo decía al otro lado de la puerta.

—Venga, vámonos ya. Tenemos que conseguir al verdadero antes de que venga a por él...

A Benjamín se le erizó la piel al pensar que entrarían en su cuarto para interrogarle, pero en vez de eso, pasaron de largo mientras hablaban por teléfono.

—¿Que no lo matemos? ¿Que por habernos engañado tan bien ahora te interesa? Bueno, eso ya lo veremos... ¡Ah! ¿Y encima no te lo podemos llevar todavía porque aún estáis construyendo las instalaciones? Espero que pagues bien nuestros servicios por tenerlo aquí todos estos meses o tendremos que pensar qué hacemos con él...

BENJAMÍN: ¿Con quién estarán hablando? —se preguntaba silenciosamente—. Por lo menos parece que tengo una ventana de escape y esa persona me quiere vivo.

Pero él no se fiaba de lo que aquellas personas pudieran hacer. Parecían desafiantes. Por lo que había comprobado en este tiempo, actuaban de manera muy impredecible. Probablemente su fin estaba cerca.




Un par de meses más tarde, en el día de la Renovación, parecía que Tirso había secuestrado a alguien más. Benjamín se había dado cuenta de lo que había agudizado su oído desde que estaba allí, con el único fin de hallar información útil. Después de todos esos meses secuestrado creía cada día más en sus probabilidades de mantenerse con vida. Y además, esa misma mañana le habían afeitado y cortado el pelo, algo que al mirarse en el cristal de la ventana le subía la autoestima. Aunque hacía días que no se lo lavaban y parecía una madeja de pelo apelmazado.

Hoy era otro de esos días que le tocaba estar atado en la habitación de la planta baja de la casa. El drama que se intuía al otro lado de la pared era sonoro y en estéreo.

BENJAMÍN: ¿David? —creyó oír, extrañado—. ¿David, el chico que me presentó Zacarías aquel día en el pub? Parece su voz. Y tiene una voz de pito difícil de olvidar. A lo mejor por eso entró el albino a amordazarme antes. Tengo que intentar hacerme de notar. Si es David, tengo una oportunidad de escapar. O de morir los dos...

Ya hacía tiempo que no volcaba la silla en la que estaba maniatado al suelo porque comprobó que además de inservible, era doloroso. Pero en esta ocasión podría servir de ayuda. Agitando su cuerpo de un lado a otro consiguió caer el suelo, causando un estruendo y aparatoso ruido, y de regalo un buen golpe en la cabeza. La conversación entre David y Tirso, el albino, se interrumpió de repente.

BENJAMÍN: ¡Me han oído! —sonrió, satisfecho.

Al notar humedad en su cabeza y el olor metálico de la sangre se arrepintió en parte de su proeza. Todo se tornó negro.

Lo siguiente que recuerda es ser arrastrado y por el camino vio un segundo la cara de David. Era él, no había duda. Se emocionó al pensar que podía estar siendo rescatado. La emoción fue efímera y patalear no le sirvió de nada. Al sacarlo por la puerta trasera notó una venda que le tapaba los ojos y lo metieron en un coche. Pero todo parecía tan borroso que no sabía si estaba soñando o ya había subido al cielo con Asir.



Hace dos años

BENJAMÍN: ¿Me puedes decir por qué no me puedo poner en contacto con él? ¡Seguro que está muy preocupado! Y yo lo echo de menos —protestaba un Benjamín que no solo había recuperado su peso, sino que había ganado en músculo. Nada fuera de lo común, pero ya no era piel y hueso como antes.

SET: ¿Tenemos que tener esta discusión todos los días? Ya te dije cuando llegaste y aceptaste mi oferta que una vez te unías a los Seguidores de Suty tu vida anterior quedaba en el pasado. Nadie puede saber que estás vivo. O la labor que realizas no podría llevarse a cabo.

BENJAMÍN: Vamos, Set. ¡Solo se lo diría a él! Nadie más se enteraría, te lo prometo.

SET: No seas crío, Benja.

BENJAMÍN: Ya no soy ningún crío.

SET: Es cierto. Lo eras cuando llegaste aquí, pero te estás convirtiendo en un hombre. No me demuestres lo contrario.

BENJAMÍN: Pero es que...

SET: Por eso mismo te confisqué el móvil cuando me lo dieron los mercenarios —suspiró, sin dejarle acabar—. Sabes que confío en ti, pero no en este asunto. Sé que te pondrías en contacto con él. Y no puedo permitir que arruines todos mis planes por una tontería como esa.

Benja aceptó la reprimenda como un niño pequeño e hizo pucheros.

SET: Venga, no te pongas así —se ablandó—. Sé que es duro y te comprendo, pero sabes que es así —se acercó y le puso una mano sobre el hombro—. Acompáñame, que tengo una sorpresa para ti.

Movió los pies tan silencioso como él andaba, a pesar de llevar chanclas de velcro casi todo el año. Al salir de las instalaciones lo primero que vio que destacaba sobre la maleza verde oscura de la pinada que los rodeaba fue un estupendo caballo blanco, atado a la valla exterior.

SET: Es para ti. Por todo el buen trabajo que has hecho hasta ahora —le puso ambas manos sobre sus hombros, afectuosamente. Benja se había dado cuenta que era una de esas personas que les gusta mucho el contacto—. Estoy muy orgulloso de ti y te lo mereces.

La expresión de ira se tornó en emoción, para dar paso a una amplia sonrisa. Benjamín salió corriendo hacia el animal, dejando sus manos acariciar el pelaje del equino.

BENJAMÍN: ¡Qué blanco es! Blanco como la nieve...

SET: Blanca. Es una hembra.

Al mirar de nuevo a su mentor lo perdonó dándole un abrazo.

BENJAMÍN: Gracias por ser tan bueno conmigo y haberme dado una ocupación y un sentido a mi vida. De verdad que te lo agradezco.

SET: Gracias a ti por todos los avances que estamos haciendo.

Al separarse Set le alborotó el pelo cariñosamente. Lo llevaba siempre tan secado al viento y voluptuoso, aunque corto, que parecía un imán para las manos de Set. Benja odiaba que le hiciera eso, pero sabía que por esa misma razón él lo seguía haciendo.

SET: Anda, ve a tu cuarto y ya mañana empezarás a montar a tu yegua por el bosque.

BENJAMÍN: ¡¿Fuera del recinto?!

SET: Así es —le demostró una vez más la confianza creciente que ponía en él.

Benjamín estaba muy contento, pero su amigo Zacarías no se le iba de la cabeza. Dispuesto como estaba y como ya había estado pensando desde hacía tiempo, cogió un papel y un bolígrafo y se puso a escribir una carta.

“Querido Zac:
¡Qué antiguo suena eso! ¿Te acuerdas cuando nos escribíamos cartas de pequeños con este encabezado cuando nos mandaban a pasar el verano con familias? Qué recuerdos aquellos. Fueron tiempos felices, aunque no lo creyésemos..."

Unos meses más tarde fue cuando unas tremendas explosiones lo despertaron abruptamente. Se encontraba en su cuarto de las instalaciones de los Seguidores de Suty y el sobresalto lo hizo saltar de la cama. Pero al mirar por la ventana supo lo que estaba pasando. Lo habían entrenado en el supuesto caso de que aquello ocurriese, y estaba pasando en ese momento. El protocolo de rutina que tenía marcado a fuego en la mente, como tantas veces Set le había enseñado, se puso automáticamente en marcha. Cogió una mochila y algo de ropa y se dirigió a la estancia donde se alojaban los protegidos, que estaban recogiendo sus cosas y corriendo hacia fuera. Él entró a contracorriente y se puso a meter sus cosas en la mochila encima de una cama que estaba vacía, como si fuera uno más y no tuviera ninguna prisa.

La puerta se cerró de golpe sin ser tocada por nadie y todos dirigieron la mirada al centro de la habitación. Margarita estaba mirando hacia la puerta y todos sabían que había sido ella la que la había cerrado con su telequinesia.

—Nuestra mejor oportunidad es escondernos —todos la escuchaban atentos ante el jaleo que se escuchaba fuera—. Si corremos y salimos de aquí nos van a coger. ¡Es una trampa! ¿No lo veis?

La puerta se abrió de nuevo y unos hombres que no conocían empezaron a disparar a todos los presentes en la habitación con tal rapidez que ni ellos con sus poderes tuvieron tiempo de reaccionar. La primera en caer al suelo fue Margarita. Parecía un equipo profesional y bien formado exclusivamente para la función que estaba realizando.

Los protegidos iban desplomándose conforme iban siendo alcanzados. Benjamín vio el dardo tranquilizante que impactó en el brazo de la chica que estaba al lado suyo. No eran balas. Los querían vivos y él sabía cuánto necesitaban a esa gente los Descendientes de Asir.

Benjamín saltó por la ventana antes de que lo alcanzaran. No había más que escapar con más ímpetu para que todos fueran detrás de él para atraparlo. Set le había enseñado bien.

Una vez fuera de las instalaciones siguió corriendo y fue cuando presenció una escena tan cruel que lo marcó desde ese momento. Un hombre corpulento como un rinoceronte y completamente calvo, aunque no era viejo, hablaba con otro hombre de pelo canoso y bigote, mientras corrían tras una de las mujeres que vivía en las instalaciones con su hija. Ambos llevaban armas, pero no de las de dardos tranquilizantes. Eran pistolas de verdad.

—¿De verdad vas a raptar a toda esta gente? —le dijo el musculoso al otro enigmático personaje.

—Ellos lo hicieron conmigo cuando era joven. Pero no me los voy a llevar a todos —dijo alcanzando a la mujer, agarrándola por el pelo y estampándola contra el suelo.

Ella permaneció arrodillada y llorando, suplicando clemencia, pero él la apuntaba con el arma.

—¡Por favor, tengo una hija!

—Esta será tu hija, pero yo fui su simiente y ahora la necesito.

Y sin titubear, el hombre del bigote, frío como el hielo, le disparó a la mujer en la cabeza. A Benjamín le dolió como si lo hubiera recibido él. Y no es que conociera demasiado a aquella mujer. Era una de tantas personas que veía a diario en las instalaciones, pero nada más. Aún así, fue muy duro de presenciar.

El shock lo paralizó durante unos instantes, suficiente distracción para que alguien le propinara un golpe en la cabeza por detrás y lo arrastraran hacia los vehículos en los que habían llegado los DA.

Antes de perder el conocimiento oyó como el hombre del bigote le hablaba cariñosamente a una niña.

—Leocadia. Tu mamá ha fallecido en las explosiones. Lo siento mucho. Pero no te preocupes. Puedes venir conmigo que yo te voy a cuidar muy bien —le dio la mano, y la niña empezó a llorar sin saber qué hacer, pero le cogió de la mano y lo siguió.




Benjamín corría por su vida por unos pasillos interminables que no sabía ni donde llevaban. La única seguridad se la daba el arma que le había quitado al guardia de seguridad que había noqueado. Tras la prueba que le hicieron al conectarlo a la maquinaria de la Renovación, los DA se percataron que Benjamín no era descendiente, como pensaban que era cuando lo raptaron de las instalaciones de los SS, junto a los otros descendientes.

Hasta ahora solo había utilizado armas durante el entrenamiento que le proporcionaba Set, pero nunca había disparado a una persona. Esta vez era diferente. Su vida estaba en juego y era el momento de afrontarlo con valor. Todas estas explicaciones trataban de darle calma al caer enfrente suyo un hombre al que había disparado.

BENJAMÍN: Era él o yo —pensaba, recordando que la víctima le había apuntado con una pistola también.

Los pasos de un grupo de personas se acercaban a toda prisa y no había tiempo que perder. Por fin encontró una vía de escape y una moto con la que escapar de allí. Estúpidos sería poco para describir a alguien que se deja las llaves puestas en el contacto. Imaginaba que los DA nunca se habían planteado que alguien pudiera escapar de allí, pero para eso había estado años dedicado a aprender todo lo necesario para hacerlo.

Se dirigió de nuevo a su casa, las instalaciones de los SS, asegurándose de que nadie lo seguía. Lo suyo le costó despistar a los DA, pero lo consiguió. Su escapatoria fue tan improvista que poco pudieron hacer para seguirlo. Contaba con el factor sorpresa.

Toda la información que había recolectado durante su estancia allí se la proporcionó a Set en cuanto llegó. Pero sus demonios salieron a flote una vez más calmado.

SET: Te entiendo perfectamente. Yo pasé por lo mismo cuando maté a la primera persona. Pero todo ello pasará con el tiempo. Te endurecerás. Y me has dicho que ha sido en defensa propia, o sea que si no lo hubieras hecho ni estarías aquí —le alborotó el pelo y le dio un abrazo contento de tenerlo de vuelta—. Anda, ve a tu habitación a descansar que yo me tengo que ir.

Set salió de su despacho y Benjamín se quedó dentro. Cuando se hubo asegurado que se había ido, fue a buscar donde sabía que lo tenía. Su viejo móvil. Lo cogió y al levantar la cabeza vio que Set volvía como si se le hubiera olvidado algo. Era como un fantasma. Si no lo hubiera visto no lo hubiera oído venir.

SET: Tengo una nueva misión para ti. Pero no te preocupes, que no es de alto riesgo como la que acabas de vivir. A partir de ahora cosas más tranquilitas para ti —sonrió el pelirrojo.

Benja sonrió aliviado de saber que no lo había visto coger su móvil.

SET: Pero todo esto puede esperar hasta mañana. Descansa hoy.

Sabía que necesitaba descanso, pero no podía irse a dormir sin ver como estaba su preciosa yegua.

BENJAMÍN: ¿Cómo estás, Nieve? Cuánto te he echado de menos —la acariciaba mientras el equino parecía reconocerlo.

Luego se sacó su móvil del bolsillo y lo miró dudoso. Había esperado tanto tiempo para tenerlo de vuelta que no se creía que por fin lo tenía en sus manos. No se atrevía a llamar a su amigo. No sabía qué le podría decir ni qué le podría explicar sin poner en compromiso todo lo que los Seguidores hacían. Set confiaba plenamente en él, no podía hacerle eso. Ya sobrepasó los límites al escribir la carta. Y acobardándose decidió procrastinar la llamada para otro momento.

Al día siguiente se encontró sumergido en su nueva misión: llevar comida a los fugitivos que huían de los DA. Ciertamente no era de riesgo, como Set le prometió, pero lo que no se esperaba era encontrarse con el que no se atrevió a llamar el día anterior.

BENJAMÍN: ¿Zacarías? —se sorprendió observando a su amigo detrás de unos arbustos  y una lágrima recorrió su mejilla derecha.

No podía salir de golpe de su escondite o los fugitivos le dispararían desde la ventana. Ya le había avisado Set. Recordó que tenía su móvil y todavía se sorprendió más al insertar el código PIN y encenderlo, después de cargarlo toda la noche. El modelo era un buen ladrillo de los antiguos, pero aún funcionaba. Mientras se iniciaba, un disparo casi alcanza a Zacarías, seguido por más impactos que hicieron que este se metiera detrás de un coche.

Benjamín conocía el peligro y la desconfianza de los fugitivos, y no dudarían en liquidarlo si pensaban que era una amenaza. Tenía que avisarlo. Pero si salía del arbusto y conforme estaban de encrespados, le dispararían a él también. Trató de salir de todas maneras en defensa de su amigo, pero se tropezó y cayó de bruces sobre el arbusto. Era una señal para quedarse allí. El móvil seguía iniciándose y Benjamín estaba perdiendo la paciencia. Cuando por fin pudo usarlo, lo más rápido y sin tener que dar explicaciones, que en esos momentos no hubieran ayudado, le escribió un mensaje de texto: "HUYE!". Confiaba en que no hubiera cambiado de número y en que aún tuviera saldo en su móvil de prepago de los antiguos. Al sonar el tono de mensaje de Zacarías y verlo correr alejándose del lugar supo que había surtido efecto. Esperaba que los disparos que rompieron las ventanas del coche donde se escondía no le hubieran alcanzado.

Dejó escapar un suspiro, pero le entristeció el corazón como nada reencontrarse con su amigo, tenerlo tan cerca y no haber podido hablar con él. Mejor sería de esa manera. Set tenía razón, y él lo sabía. Si se encontraran, una pregunta seguiría a otra y sería todo muy complicado.

De vuelta a la guarida de los SS, Benja fue derecho a dejar su móvil donde lo encontró, pero Set le dio un susto de muerte. Lo estaba esperando en su despacho. No fue hasta que estuvo dentro que se percató de su presencia.

SET: Te dije que no quería que te pusieses en contacto con él, pero no esperaba que ocurriese ese encuentro tan fortuito —le dijo después de la confesión de Benjamín—. Esto no puede volver a pasar. Asignaré tu misión a Julia y ya te buscaré algo más apropiado para ti.




Hace unos meses

BENJAMÍN: ¿De verdad que puedo llamar a Zacarías? ¡¿Después de todo este tiempo?!

Set asintió sonriendo y Benjamín le dio un abrazo demostrando todo su agradecimiento.

SET: Ahora que van a declarar terroristas a tus amigos en unos momentos y después del asesinato de Efrén Martínez, ya creo que no pueden correr más peligro. A estas alturas deben de saber a qué se enfrentan.

BENJAMÍN: Pero me has dicho que Zac no estará incluido en la lista. A lo mejor no está con ellos.

SET: Eso ya depende de ti averiguarlo —se apoyó sobre una mesa de brazos cruzados—. Algo me dice que Zac, aunque no esté implicado, sabe más de lo que sospechamos. Después de la confesión de Efrén a la policía sobre los que son los verdaderos terroristas, seguro que tenía documentos que lo corroborasen.

BENJAMÍN: ¿Cómo sabes todo esto? No tenía ni idea de que Efrén fue a la policía antes de morir.

SET: Uno tiene sus fuentes —dijo, misterioso, y le guiñó un ojo. Pero Benja, que ya tenía la suficiente confianza con él, le insinuó con una mueca que necesitaba más información para darse por satisfecho—. Está bien, está bien. Tengo un agente infiltrado en esa comisaría. El que les va a decir a los demás que la policía va a por ellos para que puedan escapar...

BENJAMÍN: ¿Y crees que sabrá dónde estará Zac ahora? ¡Porque pienso ir ahora mismo! —la emoción era cada vez más palpable.

Set esbozó media sonrisa.

SET: Ayyyyy —intentó alborotarle el pelo, pero Zacarías le cogió el brazo a tiempo.

BENJAMÍN: Ya no soy un chiquillo, Set. Soy un hombre.




Aquella era una vista preciosa de toda la ciudad de Granada. Desde lo alto de la montaña se podían ver todas las casas blancas apiladas, como si fuera una colina nevada. En sus calles la gente caminaba como si aquel barrio fuera un pueblo independiente, nada que ver con el ajetreo de la vida moderna de la parte comercial de la pequeña pero modesta urbe. A Benjamín no le extrañaba nada que Zacarías hubiera elegido un sitio como ese para vivir. Era muy típico de él buscar la tranquilidad y la simpleza de la vida rural.

Su casa no destacaba del resto. Era del color de la cal como las demás. Aunque todas eran diferentes a su manera. Al tocar al timbre oyó como Zac hablaba por teléfono y se acercaba a la puerta.

ZAC: ...¡Nadie sabe que vivo aquí! No si… aún tendré que huir con vosotros. Os dejo —y aunque hablaba en voz baja Benjamín pudo escucharlo perfectamente.

Notó como su amigo miraba por la mirilla y sonrió como tratando de disculparse por todo ese tiempo que habría estado preocupado por él. La mirilla se cerró, pero no abrió la puerta. Volvió a tocar el timbre.

BENJAMÍN: Soy yo, Benjamín —intentó darle seguridad, pero al decir estas palabras tan alegremente como si volviera de hacer la compra, se dio cuenta que después de cuatro años creyéndolo desaparecido a lo mejor el reencuentro tan esperado no era tan de película como había imaginado cientos de veces en su cabeza.

Finalmente, el que fuera su amigo y compañero en el centro de acogida de Valencia, donde se crió huérfano, abrió la puerta lentamente y desconfiado. Lo miraba analizando cada palmo de su cuerpo y cada milímetro de su cara. Benja no se había percatado, pero en estos años había cambiado notablemente. Pasó de ser un adolescente a ser un hombre. Su cuerpo, antes enclenque, se había desarrollado para dar paso a un trabajado torso y fuertes brazos. Y su apariencia, había pasado de descuidado a un apurado estilo más adulto incluso que su propia edad.

Le costó todavía unos segundos de incertidumbre para acabar de creérselo, pero al final abrió la puerta del todo y se lanzó a sus brazos, apretándolo tan fuerte que creía que lo iba a asfixiar. No obstante, la alegría era mutua y él sintió la misma sensación al abrazarlo de nuevo.

ZAC: Pensé que este momento nunca llegaría —le decía al oído, sin soltarlo—. Pensé que nunca te volvería a ver.

BENJAMÍN: Tengo tanto que contarte —empezó a emocionarse y ambos derramaron lágrimas por tantos momentos perdidos.

—Papaaa —una voz de un niño provenía de dentro de la casa.

ZAC: Pasa. Tenemos mucho de qué hablar —le dio la mano y lo metió dentro de la casa, mirando a ambos lados de la poco transitada calle antes de cerrar la puerta.

Tenían tantas cosas que decirse que no sabía por dónde empezar. Después de que Zacarías le presentara a Bruno, hijo biológico de Efrén y ahora hijo adoptivo suyo, se sentaron en el sofá y Benjamín empezó con su historia, interrumpida en múltiples ocasiones por emotivos abrazos.

BENJAMÍN: Y no te tienes que preocupar nunca más por tu seguridad o la de Bruno. Ambos estáis bajo la protección de los SS y no tenéis nada de lo que temer. Ni tenéis que huir a ninguna parte. Aquí estáis a salvo —le cogió de las manos fuertemente, transmitiéndole seguridad.

A continuación Zacarías le contó el calvario que pasó al estar buscándolo durante estos años. Sus noches de insomnio y pesadillas acabaron desembocando en un estado de intranquilidad que nunca pudo superar por la pérdida tan drástica e inexplicable de su amigo. Benja se sentía culpable por el sufrimiento que había pasado y se reafirmó en su opinión de que debería de haberse puesto en contacto con él. Pero tan buena persona como era Zacarías, al darle los motivos de su imposibilidad de contactar con él, lo comprendió y le perdonó.

ZAC: Entonces, ¿me estás diciendo que ahora eres heterosexual?¡ Pero si a ti te gustaban más los hombres que a un tonto un lápiz!

BENJAMÍN: Parece ciencia ficción, pero es real —y una sonrisa se convirtió en un gesto serio por lo que le quería decir—. Siento muchísimo lo de tu marido Efrén.

Su expresión delataba que todavía no lo había superado.

BENJAMÍN: Nos encargaremos del responsable. Te lo prometo. Nos vamos a vengar. Por él. Por Efrén.




Actualidad

Benjamín se apresuró para coger a la chica en brazos y fue lo suficiente rápido de reflejos para evitar que cayera desde el árbol al suelo. Cuando la vio entre sus brazos su corazón latió con fuerza, resonando  en toda su caja torácica. Había visto a Isis en fotos, pero en persona era más atractiva todavía.

BENJAMÍN: ¡Nieve! —llamó a su yegua, no había tiempo que perder. Subió a la chica al caballo y luego subió él.

Oyó cómo la chica le decía algo, pero no estaba prestando atención. Lo único que le importaba era su seguridad, y la mujer que se acercaba con un rifle en la mano era su objetivo. Sacó la pistola que llevaba en la espalda y disparó sin reparos. Era su vida o la de ellos. Era una lección que ya había aprendido.

El tiro fue limpio y directo a la cabeza, haciendo caer a la furtiva al suelo. Sin tiempo que perder, la yegua echó al trote e Is, aunque con pocas fuerzas porque sangraba, se agarró fuertemente a su espalda. El contacto con ella le hacía sentir una cálida sensación.

IS: Gracias por salvarme —balbuceó, desconcertada—. Pero, ¿quién eres?

Él se giró y le sonrió al ver lo hermosa que parecía, aún sin intentarlo.

BENJAMÍN: Me llamo Benjamín. No te preocupes. Os voy a llevar con los SS. Os estábamos esperando desde hace mucho tiempo.

Al volverse a girar se dio cuenta de que había perdido el sentido y casi se cae del caballo. Paró un momento y trató de despertarla.

BENJAMÍN: No te mueras, por favor —se preocupó al ver que el sangrado del brazo era abundante—. Ya estás a salvo. Yo te voy a cuidar.




Próximo episodio: lunes, 20 de mayo de 2013 a las 21:00.

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