Priviuslí, en El mundo al revés: sabéis que lleva
desaparecido desde el primer capítulo y por fin vais a conocer qué ha estado
haciendo durante todo este tiempo. Sin más dilaciones...
Hace cuatro años
Benjamín estaba
atado a una silla en una habitación de una casa que desconocía. Los pies los
tenía inmovilizados a conciencia, pero de cuando en cuando conseguía liberarse
de la cinta aislante que ataba sus manos. Había desistido en su intento de
fuga, ya que las dos primeras veces había sido en vano. Fue a partir de
entonces cuando empezaron a alternar su libertad de movimiento en el sótano
insonorizado, preparado para hacer las veces de zulo, con días enteros en la
silla atado. No sabía si como castigo o como manera de tenerlo más controlado.
Y desde que llenaran la habitación con unas cajas que trajeron un día, ya no se
fiaban de dejarlo a sus anchas en el sótano. Con días de ayuno total aplacaron
su curiosidad y de esa manera Benjamín ya no abría nunca las cajas. Tampoco es
que viera nada interesante en ellas.
Lo único que podía
hacer era tratar de sobrevivir otro día más. Lo primero que siempre hacía al
soltarse una mano era sacar la mina negra del bolígrafo que escondía en la
silla, con la Pascual usó para esnifar cocaína con él aquel día en el
Inframundo. Cuán arrepentido estaba y si salía de aquella sabía que no lo
volvería a hacer. Con el boli se pintaba el lunar en la nariz mirándose en el
cristal de la ventana. Prefería no mirarse demasiado. Esa barba a parches que
le estaba saliendo le hacía parecer un mendigo. Esperaba que pronto vinieran a
afeitarle, como ya habían hecho antes. Por no hablar de la lógica pérdida de
peso. Si ya era delgado de por sí, el no comer tan bien como solía lo estaba
dejando en el chasis. Y tampoco es que en el centro de acogida de huérfanos de
Valencia cocinaran estupendos guisos.
Pintarse el lunar
era la única manera de mantenerse con vida, fingiendo que era esa persona a la
que sus captores pensaban que tenían presa. Pero no. Él no era ese tal Osi del que hablaban y el cual no
conocía de nada. Pero cada vez que le preguntaban tenía que inventarse una
sarta de mentiras para que lo creyesen y no acabaran deshaciéndose de él. Había
escuchado como trataban a su propio hijo, un tal Tirso, y no quería imaginarse
lo que harían con él si descubriesen que no era quien creían. Además, que por
lo que podía oír cuando hablaban por teléfono con lo que parecía que fuese su
superior, esas personas trabajaban única y exclusivamente por dinero.
Hasta ahora la
jugada le había salido bien, pero no sabía por cuánto tiempo más podría
aguantar la situación. El jefe de sus captores tarde o temprano vendría a
recoger a Osi y se encontraría con Benjamín. Rápidamente se pintó con acierto
el lunar, mirándose en el espejo que tenía enfrente.
No sabía cuánto
tiempo había pasado desde que lo secuestraran, pero por lo menos había contado
que cuatro meses. O eso parecía por lo que le había crecido su pelo rubio
opaco, liso y que ya le caía por encima de sus diminutos ojos. Al escuchar por
sorpresa su nombre en la televisión que tenían sus raptores en otra habitación se
metió la mina en el bolsillo rápidamente.
"Para finalizar y como todos los principios de mes,
a día 1 de marzo, la lista de desaparecidos con sus respectivas fotografías es
la siguiente: Benjamín Ríos Lizarte…"
—No es él. Te lo
dije —podía oír cómo decía al otro lado de la puerta.
—Venga, vámonos ya.
Tenemos que conseguir al verdadero antes de que venga a por él...
A Benjamín se le
erizó la piel al pensar que entrarían en su cuarto para interrogarle, pero en
vez de eso, pasaron de largo mientras hablaban por teléfono.
—¿Que no lo
matemos? ¿Que por habernos engañado tan bien ahora te interesa? Bueno, eso ya
lo veremos... ¡Ah! ¿Y encima no te lo podemos llevar todavía porque aún estáis
construyendo las instalaciones? Espero que pagues bien nuestros servicios por
tenerlo aquí todos estos meses o tendremos que pensar qué hacemos con él...
BENJAMÍN: ¿Con
quién estarán hablando? —se preguntaba silenciosamente—. Por lo menos parece
que tengo una ventana de escape y esa persona me quiere vivo.
Pero él no se fiaba
de lo que aquellas personas pudieran hacer. Parecían desafiantes. Por lo que
había comprobado en este tiempo, actuaban de manera muy impredecible.
Probablemente su fin estaba cerca.
Un par de meses más
tarde, en el día de la Renovación, parecía que Tirso había secuestrado a
alguien más. Benjamín se había dado cuenta de lo que había agudizado su oído
desde que estaba allí, con el único fin de hallar información útil. Después de
todos esos meses secuestrado creía cada día más en sus probabilidades de
mantenerse con vida. Y además, esa misma mañana le habían afeitado y cortado el
pelo, algo que al mirarse en el cristal de la ventana le subía la autoestima.
Aunque hacía días que no se lo lavaban y parecía una madeja de pelo apelmazado.
Hoy era otro de
esos días que le tocaba estar atado en la habitación de la planta baja de la
casa. El drama que se intuía al otro lado de la pared era sonoro y en estéreo.
BENJAMÍN: ¿David? —creyó
oír, extrañado—. ¿David, el chico que me presentó Zacarías aquel día en el pub?
Parece su voz. Y tiene una voz de pito difícil de olvidar. A lo mejor por eso
entró el albino a amordazarme antes. Tengo que intentar hacerme de notar. Si es
David, tengo una oportunidad de escapar. O de morir los dos...
Ya hacía tiempo que
no volcaba la silla en la que estaba maniatado al suelo porque comprobó que
además de inservible, era doloroso. Pero en esta ocasión podría servir de
ayuda. Agitando su cuerpo de un lado a otro consiguió caer el suelo, causando
un estruendo y aparatoso ruido, y de regalo un buen golpe en la cabeza. La
conversación entre David y Tirso, el albino, se interrumpió de repente.
BENJAMÍN: ¡Me han
oído! —sonrió, satisfecho.
Al notar humedad en
su cabeza y el olor metálico de la sangre se arrepintió en parte de su proeza.
Todo se tornó negro.
Lo siguiente que
recuerda es ser arrastrado y por el camino vio un segundo la cara de David. Era
él, no había duda. Se emocionó al pensar que podía estar siendo rescatado. La
emoción fue efímera y patalear no le sirvió de nada. Al sacarlo por la puerta
trasera notó una venda que le tapaba los ojos y lo metieron en un coche. Pero
todo parecía tan borroso que no sabía si estaba soñando o ya había subido al
cielo con Asir.
Hace dos años
BENJAMÍN: ¿Me
puedes decir por qué no me puedo poner en contacto con él? ¡Seguro que está muy
preocupado! Y yo lo echo de menos —protestaba un Benjamín que no solo había
recuperado su peso, sino que había ganado en músculo. Nada fuera de lo común,
pero ya no era piel y hueso como antes.
SET: ¿Tenemos que
tener esta discusión todos los días? Ya te dije cuando llegaste y aceptaste mi
oferta que una vez te unías a los Seguidores de Suty tu vida anterior quedaba
en el pasado. Nadie puede saber que
estás vivo. O la labor que realizas no podría llevarse a cabo.
BENJAMÍN: Vamos,
Set. ¡Solo se lo diría a él! Nadie más se enteraría, te lo prometo.
SET: No seas crío,
Benja.
BENJAMÍN: Ya no soy
ningún crío.
SET: Es cierto. Lo
eras cuando llegaste aquí, pero te estás convirtiendo en un hombre. No me
demuestres lo contrario.
BENJAMÍN: Pero es
que...
SET: Por eso mismo
te confisqué el móvil cuando me lo dieron los mercenarios —suspiró, sin dejarle
acabar—. Sabes que confío en ti, pero no en este asunto. Sé que te pondrías en
contacto con él. Y no puedo permitir que arruines todos mis planes por una
tontería como esa.
Benja aceptó la
reprimenda como un niño pequeño e hizo pucheros.
SET: Venga, no te
pongas así —se ablandó—. Sé que es duro y te comprendo, pero sabes que es así —se
acercó y le puso una mano sobre el hombro—. Acompáñame, que tengo una sorpresa
para ti.
Movió los pies tan
silencioso como él andaba, a pesar de llevar chanclas de velcro casi todo el
año. Al salir de las instalaciones lo primero que vio que destacaba sobre la
maleza verde oscura de la pinada que los rodeaba fue un estupendo caballo
blanco, atado a la valla exterior.
SET: Es para ti.
Por todo el buen trabajo que has hecho hasta ahora —le puso ambas manos sobre
sus hombros, afectuosamente. Benja se había dado cuenta que era una de esas
personas que les gusta mucho el contacto—. Estoy muy orgulloso de ti y te lo
mereces.
La expresión de ira
se tornó en emoción, para dar paso a una amplia sonrisa. Benjamín salió
corriendo hacia el animal, dejando sus manos acariciar el pelaje del equino.
BENJAMÍN: ¡Qué
blanco es! Blanco como la nieve...
SET: Blanca. Es una
hembra.
Al mirar de nuevo a
su mentor lo perdonó dándole un abrazo.
BENJAMÍN: Gracias
por ser tan bueno conmigo y haberme dado una ocupación y un sentido a mi vida.
De verdad que te lo agradezco.
SET: Gracias a ti
por todos los avances que estamos haciendo.
Al separarse Set le
alborotó el pelo cariñosamente. Lo llevaba siempre tan secado al viento y
voluptuoso, aunque corto, que parecía un imán para las manos de Set. Benja
odiaba que le hiciera eso, pero sabía que por esa misma razón él lo seguía
haciendo.
SET: Anda, ve a tu
cuarto y ya mañana empezarás a montar a tu yegua por el bosque.
BENJAMÍN: ¡¿Fuera
del recinto?!
SET: Así es —le
demostró una vez más la confianza creciente que ponía en él.
Benjamín estaba muy
contento, pero su amigo Zacarías no se le iba de la cabeza. Dispuesto como
estaba y como ya había estado pensando desde hacía tiempo, cogió un papel y un
bolígrafo y se puso a escribir una carta.
“Querido Zac:
¡Qué antiguo suena
eso! ¿Te acuerdas cuando nos escribíamos cartas de pequeños con este encabezado
cuando nos mandaban a pasar el verano con familias? Qué recuerdos aquellos.
Fueron tiempos felices, aunque no lo creyésemos..."
Unos meses más
tarde fue cuando unas tremendas explosiones lo despertaron abruptamente. Se
encontraba en su cuarto de las instalaciones de los Seguidores de Suty y el
sobresalto lo hizo saltar de la cama. Pero al mirar por la ventana supo lo que
estaba pasando. Lo habían entrenado en el supuesto caso de que aquello
ocurriese, y estaba pasando en ese momento. El protocolo de rutina que tenía
marcado a fuego en la mente, como tantas veces Set le había enseñado, se puso
automáticamente en marcha. Cogió una mochila y algo de ropa y se dirigió a la
estancia donde se alojaban los protegidos, que estaban recogiendo sus cosas y
corriendo hacia fuera. Él entró a contracorriente y se puso a meter sus cosas
en la mochila encima de una cama que estaba vacía, como si fuera uno más y no
tuviera ninguna prisa.
La puerta se cerró
de golpe sin ser tocada por nadie y todos dirigieron la mirada al centro de la
habitación. Margarita estaba mirando hacia la puerta y todos sabían que había
sido ella la que la había cerrado con su telequinesia.
—Nuestra mejor
oportunidad es escondernos —todos la escuchaban atentos ante el jaleo que se
escuchaba fuera—. Si corremos y salimos de aquí nos van a coger. ¡Es una
trampa! ¿No lo veis?
La puerta se abrió
de nuevo y unos hombres que no conocían empezaron a disparar a todos los
presentes en la habitación con tal rapidez que ni ellos con sus poderes
tuvieron tiempo de reaccionar. La primera en caer al suelo fue Margarita.
Parecía un equipo profesional y bien formado exclusivamente para la función que
estaba realizando.
Los protegidos iban
desplomándose conforme iban siendo alcanzados. Benjamín vio el dardo
tranquilizante que impactó en el brazo de la chica que estaba al lado suyo. No
eran balas. Los querían vivos y él sabía cuánto necesitaban a esa gente los
Descendientes de Asir.
Benjamín saltó por
la ventana antes de que lo alcanzaran. No había más que escapar con más ímpetu
para que todos fueran detrás de él para atraparlo. Set le había enseñado bien.
Una vez fuera de
las instalaciones siguió corriendo y fue cuando presenció una escena tan cruel
que lo marcó desde ese momento. Un hombre corpulento como un rinoceronte y
completamente calvo, aunque no era viejo, hablaba con otro hombre de pelo
canoso y bigote, mientras corrían tras una de las mujeres que vivía en las
instalaciones con su hija. Ambos llevaban armas, pero no de las de dardos
tranquilizantes. Eran pistolas de verdad.
—¿De verdad vas a
raptar a toda esta gente? —le dijo el musculoso al otro enigmático personaje.
—Ellos lo hicieron
conmigo cuando era joven. Pero no me los voy a llevar a todos —dijo alcanzando
a la mujer, agarrándola por el pelo y estampándola contra el suelo.
Ella permaneció
arrodillada y llorando, suplicando clemencia, pero él la apuntaba con el arma.
—¡Por favor, tengo
una hija!
—Esta será tu hija,
pero yo fui su simiente y ahora la necesito.
Y sin titubear, el
hombre del bigote, frío como el hielo, le disparó a la mujer en la cabeza. A
Benjamín le dolió como si lo hubiera recibido él. Y no es que conociera
demasiado a aquella mujer. Era una de tantas personas que veía a diario en las
instalaciones, pero nada más. Aún así, fue muy duro de presenciar.
El shock lo
paralizó durante unos instantes, suficiente distracción para que alguien le
propinara un golpe en la cabeza por detrás y lo arrastraran hacia los vehículos
en los que habían llegado los DA.
Antes de perder el
conocimiento oyó como el hombre del bigote le hablaba cariñosamente a una niña.
—Leocadia. Tu mamá
ha fallecido en las explosiones. Lo siento mucho. Pero no te preocupes. Puedes
venir conmigo que yo te voy a cuidar muy bien —le dio la mano, y la niña empezó
a llorar sin saber qué hacer, pero le cogió de la mano y lo siguió.
Benjamín corría por
su vida por unos pasillos interminables que no sabía ni donde llevaban. La
única seguridad se la daba el arma que le había quitado al guardia de seguridad
que había noqueado. Tras la prueba que le hicieron al conectarlo a la maquinaria
de la Renovación, los DA se percataron que Benjamín no era descendiente, como
pensaban que era cuando lo raptaron de las instalaciones de los SS, junto a los
otros descendientes.
Hasta ahora solo
había utilizado armas durante el entrenamiento que le proporcionaba Set, pero
nunca había disparado a una persona. Esta vez era diferente. Su vida estaba en
juego y era el momento de afrontarlo con valor. Todas estas explicaciones
trataban de darle calma al caer enfrente suyo un hombre al que había disparado.
BENJAMÍN: Era él o
yo —pensaba, recordando que la víctima le había apuntado con una pistola
también.
Los pasos de un
grupo de personas se acercaban a toda prisa y no había tiempo que perder. Por
fin encontró una vía de escape y una moto con la que escapar de allí. Estúpidos
sería poco para describir a alguien que se deja las llaves puestas en el
contacto. Imaginaba que los DA nunca se habían planteado que alguien pudiera
escapar de allí, pero para eso había estado años dedicado a aprender todo lo
necesario para hacerlo.
Se dirigió de nuevo
a su casa, las instalaciones de los SS, asegurándose de que nadie lo seguía. Lo
suyo le costó despistar a los DA, pero lo consiguió. Su escapatoria fue tan
improvista que poco pudieron hacer para seguirlo. Contaba con el factor
sorpresa.
Toda la información
que había recolectado durante su estancia allí se la proporcionó a Set en
cuanto llegó. Pero sus demonios salieron a flote una vez más calmado.
SET: Te entiendo
perfectamente. Yo pasé por lo mismo cuando maté a la primera persona. Pero todo
ello pasará con el tiempo. Te endurecerás. Y me has dicho que ha sido en
defensa propia, o sea que si no lo hubieras hecho ni estarías aquí —le alborotó
el pelo y le dio un abrazo contento de tenerlo de vuelta—. Anda, ve a tu habitación
a descansar que yo me tengo que ir.
Set salió de su
despacho y Benjamín se quedó dentro. Cuando se hubo asegurado que se había ido,
fue a buscar donde sabía que lo tenía. Su viejo móvil. Lo cogió y al levantar
la cabeza vio que Set volvía como si se le hubiera olvidado algo. Era como un
fantasma. Si no lo hubiera visto no lo hubiera oído venir.
SET: Tengo una
nueva misión para ti. Pero no te preocupes, que no es de alto riesgo como la
que acabas de vivir. A partir de ahora cosas más tranquilitas para ti —sonrió
el pelirrojo.
Benja sonrió
aliviado de saber que no lo había visto coger su móvil.
SET: Pero todo esto
puede esperar hasta mañana. Descansa hoy.
Sabía que
necesitaba descanso, pero no podía irse a dormir sin ver como estaba su
preciosa yegua.
BENJAMÍN: ¿Cómo
estás, Nieve? Cuánto te he echado de menos —la acariciaba mientras el equino
parecía reconocerlo.
Luego se sacó su
móvil del bolsillo y lo miró dudoso. Había esperado tanto tiempo para tenerlo
de vuelta que no se creía que por fin lo tenía en sus manos. No se atrevía a
llamar a su amigo. No sabía qué le podría decir ni qué le podría explicar sin
poner en compromiso todo lo que los Seguidores hacían. Set confiaba plenamente
en él, no podía hacerle eso. Ya sobrepasó los límites al escribir la carta. Y
acobardándose decidió procrastinar la llamada para otro momento.
Al día siguiente se
encontró sumergido en su nueva misión: llevar comida a los fugitivos que huían
de los DA. Ciertamente no era de riesgo, como Set le prometió, pero lo que no
se esperaba era encontrarse con el que no se atrevió a llamar el día anterior.
BENJAMÍN:
¿Zacarías? —se sorprendió observando a su amigo detrás de unos arbustos y una lágrima recorrió su mejilla derecha.
No podía salir de
golpe de su escondite o los fugitivos le dispararían desde la ventana. Ya le
había avisado Set. Recordó que tenía su móvil y todavía se sorprendió más al
insertar el código PIN y encenderlo, después de cargarlo toda la noche. El
modelo era un buen ladrillo de los antiguos, pero aún funcionaba. Mientras se
iniciaba, un disparo casi alcanza a Zacarías, seguido por más impactos que
hicieron que este se metiera detrás de un coche.
Benjamín conocía el
peligro y la desconfianza de los fugitivos, y no dudarían en liquidarlo si
pensaban que era una amenaza. Tenía que avisarlo. Pero si salía del arbusto y
conforme estaban de encrespados, le dispararían a él también. Trató de salir de
todas maneras en defensa de su amigo, pero se tropezó y cayó de bruces sobre el
arbusto. Era una señal para quedarse allí. El móvil seguía iniciándose y
Benjamín estaba perdiendo la paciencia. Cuando por fin pudo usarlo, lo más
rápido y sin tener que dar explicaciones, que en esos momentos no hubieran
ayudado, le escribió un mensaje de texto: "HUYE!". Confiaba en que no
hubiera cambiado de número y en que aún tuviera saldo en su móvil de prepago de
los antiguos. Al sonar el tono de mensaje de Zacarías y verlo correr alejándose
del lugar supo que había surtido efecto. Esperaba que los disparos que
rompieron las ventanas del coche donde se escondía no le hubieran alcanzado.
Dejó escapar un
suspiro, pero le entristeció el corazón como nada reencontrarse con su amigo, tenerlo
tan cerca y no haber podido hablar con él. Mejor sería de esa manera. Set tenía
razón, y él lo sabía. Si se encontraran, una pregunta seguiría a otra y sería
todo muy complicado.
De vuelta a la
guarida de los SS, Benja fue derecho a dejar su móvil donde lo encontró, pero
Set le dio un susto de muerte. Lo estaba esperando en su despacho. No fue hasta
que estuvo dentro que se percató de su presencia.
SET: Te dije que no
quería que te pusieses en contacto con él, pero no esperaba que ocurriese ese
encuentro tan fortuito —le dijo después de la confesión de Benjamín—. Esto no
puede volver a pasar. Asignaré tu misión a Julia y ya te buscaré algo más
apropiado para ti.
Hace unos meses
BENJAMÍN: ¿De
verdad que puedo llamar a Zacarías? ¡¿Después de todo este tiempo?!
Set asintió
sonriendo y Benjamín le dio un abrazo demostrando todo su agradecimiento.
SET: Ahora que van
a declarar terroristas a tus amigos en unos momentos y después del asesinato de
Efrén Martínez, ya creo que no pueden correr más peligro. A estas alturas deben
de saber a qué se enfrentan.
BENJAMÍN: Pero me
has dicho que Zac no estará incluido en la lista. A lo mejor no está con ellos.
SET: Eso ya depende
de ti averiguarlo —se apoyó sobre una mesa de brazos cruzados—. Algo me dice
que Zac, aunque no esté implicado, sabe más de lo que sospechamos. Después de
la confesión de Efrén a la policía sobre los que son los verdaderos terroristas,
seguro que tenía documentos que lo corroborasen.
BENJAMÍN: ¿Cómo
sabes todo esto? No tenía ni idea de que Efrén fue a la policía antes de morir.
SET: Uno tiene sus
fuentes —dijo, misterioso, y le guiñó un ojo. Pero Benja, que ya tenía la
suficiente confianza con él, le insinuó con una mueca que necesitaba más
información para darse por satisfecho—. Está bien, está bien. Tengo un agente
infiltrado en esa comisaría. El que les va a decir a los demás que la policía va
a por ellos para que puedan escapar...
BENJAMÍN: ¿Y crees
que sabrá dónde estará Zac ahora? ¡Porque pienso ir ahora mismo! —la emoción
era cada vez más palpable.
Set esbozó media
sonrisa.
SET: Ayyyyy —intentó
alborotarle el pelo, pero Zacarías le cogió el brazo a tiempo.
BENJAMÍN: Ya no soy
un chiquillo, Set. Soy un hombre.
Aquella era una
vista preciosa de toda la ciudad de Granada. Desde lo alto de la montaña se
podían ver todas las casas blancas apiladas, como si fuera una colina nevada.
En sus calles la gente caminaba como si aquel barrio fuera un pueblo
independiente, nada que ver con el ajetreo de la vida moderna de la parte
comercial de la pequeña pero modesta urbe. A Benjamín no le extrañaba nada que
Zacarías hubiera elegido un sitio como ese para vivir. Era muy típico de él
buscar la tranquilidad y la simpleza de la vida rural.
Su casa no
destacaba del resto. Era del color de la cal como las demás. Aunque todas eran
diferentes a su manera. Al tocar al timbre oyó como Zac hablaba por teléfono y
se acercaba a la puerta.
ZAC: ...¡Nadie sabe
que vivo aquí! No si… aún tendré que huir con vosotros. Os dejo —y aunque
hablaba en voz baja Benjamín pudo escucharlo perfectamente.
Notó como su amigo
miraba por la mirilla y sonrió como tratando de disculparse por todo ese tiempo
que habría estado preocupado por él. La mirilla se cerró, pero no abrió la
puerta. Volvió a tocar el timbre.
BENJAMÍN: Soy yo,
Benjamín —intentó darle seguridad, pero al decir estas palabras tan alegremente
como si volviera de hacer la compra, se dio cuenta que después de cuatro años
creyéndolo desaparecido a lo mejor el reencuentro tan esperado no era tan de
película como había imaginado cientos de veces en su cabeza.
Finalmente, el que
fuera su amigo y compañero en el centro de acogida de Valencia, donde se crió
huérfano, abrió la puerta lentamente y desconfiado. Lo miraba analizando cada
palmo de su cuerpo y cada milímetro de su cara. Benja no se había percatado,
pero en estos años había cambiado notablemente. Pasó de ser un adolescente a
ser un hombre. Su cuerpo, antes enclenque, se había desarrollado para dar paso
a un trabajado torso y fuertes brazos. Y su apariencia, había pasado de descuidado
a un apurado estilo más adulto incluso que su propia edad.
Le costó todavía
unos segundos de incertidumbre para acabar de creérselo, pero al final abrió la
puerta del todo y se lanzó a sus brazos, apretándolo tan fuerte que creía que
lo iba a asfixiar. No obstante, la alegría era mutua y él sintió la misma
sensación al abrazarlo de nuevo.
ZAC: Pensé que este
momento nunca llegaría —le decía al oído, sin soltarlo—. Pensé que nunca te
volvería a ver.
BENJAMÍN: Tengo
tanto que contarte —empezó a emocionarse y ambos derramaron lágrimas por tantos
momentos perdidos.
—Papaaa —una voz de
un niño provenía de dentro de la casa.
ZAC: Pasa. Tenemos
mucho de qué hablar —le dio la mano y lo metió dentro de la casa, mirando a
ambos lados de la poco transitada calle antes de cerrar la puerta.
Tenían tantas cosas
que decirse que no sabía por dónde empezar. Después de que Zacarías le
presentara a Bruno, hijo biológico de Efrén y ahora hijo adoptivo suyo, se
sentaron en el sofá y Benjamín empezó con su historia, interrumpida en
múltiples ocasiones por emotivos abrazos.
BENJAMÍN: Y no te tienes
que preocupar nunca más por tu seguridad o la de Bruno. Ambos estáis bajo la
protección de los SS y no tenéis nada de lo que temer. Ni tenéis que huir a ninguna
parte. Aquí estáis a salvo —le cogió de las manos fuertemente, transmitiéndole
seguridad.
A continuación
Zacarías le contó el calvario que pasó al estar buscándolo durante estos años.
Sus noches de insomnio y pesadillas acabaron desembocando en un estado de
intranquilidad que nunca pudo superar por la pérdida tan drástica e
inexplicable de su amigo. Benja se sentía culpable por el sufrimiento que había
pasado y se reafirmó en su opinión de que debería de haberse puesto en contacto
con él. Pero tan buena persona como era Zacarías, al darle los motivos de su
imposibilidad de contactar con él, lo comprendió y le perdonó.
ZAC: Entonces, ¿me
estás diciendo que ahora eres heterosexual?¡ Pero si a ti te gustaban más los
hombres que a un tonto un lápiz!
BENJAMÍN: Parece
ciencia ficción, pero es real —y una sonrisa se convirtió en un gesto serio por
lo que le quería decir—. Siento muchísimo lo de tu marido Efrén.
Su expresión
delataba que todavía no lo había superado.
BENJAMÍN: Nos
encargaremos del responsable. Te lo prometo. Nos vamos a vengar. Por él. Por
Efrén.
Actualidad
Benjamín se
apresuró para coger a la chica en brazos y fue lo suficiente rápido de reflejos
para evitar que cayera desde el árbol al suelo. Cuando la vio entre sus brazos
su corazón latió con fuerza, resonando
en toda su caja torácica. Había visto a Isis en fotos, pero en persona era
más atractiva todavía.
BENJAMÍN: ¡Nieve! —llamó
a su yegua, no había tiempo que perder. Subió a la chica al caballo y luego
subió él.
Oyó cómo la chica
le decía algo, pero no estaba prestando atención. Lo único que le importaba era
su seguridad, y la mujer que se acercaba con un rifle en la mano era su
objetivo. Sacó la pistola que llevaba en la espalda y disparó sin reparos. Era
su vida o la de ellos. Era una lección que ya había aprendido.
El tiro fue limpio
y directo a la cabeza, haciendo caer a la furtiva al suelo. Sin tiempo que
perder, la yegua echó al trote e Is, aunque con pocas fuerzas porque sangraba,
se agarró fuertemente a su espalda. El contacto con ella le hacía sentir una
cálida sensación.
IS: Gracias por
salvarme —balbuceó, desconcertada—. Pero, ¿quién eres?
Él se giró y le
sonrió al ver lo hermosa que parecía, aún sin intentarlo.
BENJAMÍN: Me llamo
Benjamín. No te preocupes. Os voy a llevar con los SS. Os estábamos esperando
desde hace mucho tiempo.
Al volverse a girar
se dio cuenta de que había perdido el sentido y casi se cae del caballo. Paró
un momento y trató de despertarla.
BENJAMÍN: No te
mueras, por favor —se preocupó al ver que el sangrado del brazo era abundante—.
Ya estás a salvo. Yo te voy a cuidar.
Próximo
episodio: lunes, 20 de mayo de 2013 a las 21:00.
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