NOÉ: ¡Os lo he
dicho! ¡Esos fabricaniños desgraciados se colaron en mi casa y me robaron la
tarjeta! ¡Abridme!
—Esas no son las normas,
señor Palacios. Tiene usted que venir con otro miembro para poder abrir el
Consejo. Aunque le hayan robado una tarjeta no podrán entrar con una sola.
Leocadia estaba
aterrorizada detrás de unos arbustos. Al sacar la metralleta su padre de dentro
de la chaqueta se tapó las orejas. Las balas fueron directas al sistema de
seguridad que leía las tarjetas identificativas, y tan pronto como estuvo destrozado,
una patada fue suficiente para abrir la primera puerta. La secretaria salió
corriendo para dar la voz de alarma, pero no pudo llegar más allá de la puerta
de la recepción antes de ser alcanzada por los disparos.
NOÉ: ¡Leocadia!
¡Aquí! —señaló a su lado y la niña se puso a su vera como si de un perro
obediente se tratase. Miraba al suelo con tal de no tener que ver el cadáver
ensangrentado de la secretaria.
Las fuerzas de
seguridad no tardaron en llegar, pero por la expresión que tenían, no parecía
que esperasen que algo como aquello fuera a pasar en un trabajo tan monótono
que solo consiste en darse paseos de un lado a otro. Sin darles tiempo de
alcanzar sus armas, Noé fue dando caza a todo aquel que se le cruzara en su
camino. A paso ligero seguía avanzando hacia el centro de las instalaciones.
—Me quiero ir a
casa —la niña sollozó de presenciar tanta violencia, tratando de mantener el
paso con Noé.
NOÉ: ¡Cállate! ¡Tú
harás lo que yo te diga!
Flashback de Noé
—¡Cállate! ¡Tú
harás lo que yo te diga! —le dijo su padre golpeándolo en la cara—. ¿Por qué
siempre tenemos que obligarte a estudiar? ¿No podías ser un buen chico como tu
hermano Teo? Fíjate en sus notas y mira las tuyas —le estampó el boletín de
papel en la cara.
Sus padres eran muy
corpulentos y con diez años que tenía no se le había pasado ni por la cabeza
tratar de contradecirlos. Aunque para su edad era más alto que la mayoría de
los niños de su clase. Benito era el padre que siempre le pegaba, pero
Clemencio no hacía nada tampoco por impedirlo. Eran un ejemplo a seguir dentro
de su culto, los Discípulos de Asir, y suponía una vergüenza para ellos tener
un hijo como él.
—Ahora tendrás que
rezar a nuestro señor Asir hasta que se te quede la lengua seca —lo castigó
Clemencio.
NOÉ: ¡Pero si la
semana pasada saqué un diez en Matemáticas!
—¡Pero tu hermano
los saca siempre! —le recordó una vez más Benito, dejándole más claro todavía
cuál era el hijo predilecto—. Así que a rezar. Y cuando acabes te quiero en tu
cuarto estudiando hasta la hora de dormir.
El pequeño Noé se
frotó la cara dolorido y se fue a su cuarto sin rechistar. Sabía que aún se
podía llevar otro tortazo si lo hacía.
Fin del flashback
Se retocó su canoso
pelo y se hizo bien la raya al lado mirándose en el cristal de una ventana.
NOÉ: Vamos, Leo —la
cogió violentamente del brazo y la arrastró unos metros—, pregúntale a este
pazguato dónde está reunido el Consejo hoy. Esos escurridizos...
El hombre se quedó
paralizado ante el influjo de la niña, pero ante su pregunta no obtuvo una
respuesta satisfactoria. Lo que acabó con su vida al instante. Leocadia seguía
llorando, pero trataba de aguantar las lágrimas, lágrimas que volaron por los
aires al propinarle su padre otra bofetada.
NOÉ: Esa respuesta
no me sirve.
—¡Basta! —la niña
explotó al presenciar la masacre y por un instante le hizo sentir paralizado a
Noé, como si le fuera a hacer una pregunta. Algo que jamás había pasado antes. La
había entrenado en la más estricta subordinación y hasta ahora nunca se había
sublevado. Pero Noé, que sabía mejor que nadie cómo funcionaba el mecanismo al
haberla entrenado personalmente, la volvió a abofetear antes de que tomara el
control de su cuerpo por completo. Tendría que andarse con cuidado. Se estaba
rebelando. Tenía que llegar a Epifanía antes de que pensara demasiado qué
estaba haciendo y por qué seguía obedeciendo a un padre que no daba señales de
quererla.
Tras un par de
interrogatorios más, llegaron a la habitación donde se escondía el Consejo. El
tiroteo que había comenzado desde la entrada les había hecho esconderse como
las ratas cobardes que eran. Algunos rezaban en sus propios idiomas, al ser la
sede internacional de los DA. Pero se hallaba en España al ser el lugar donde
se inició todo. Otros se escondían como si él no pudiera verlos, pero no era el
caso.
Noé sabía a quién
estaba buscando. Sabía a lo que había venido. Ya que las vías diplomáticas no
habían dado resultado y ya estaba harto de esperar a una revolución que nunca
llegaba. Tenía que tomar las riendas del asunto. Pero antes tenía que averiguar
algo importante. Y en la esquina de la habitación, acurrucada pero de talante
valiente se hallaba la respuesta a su pregunta. Noé se apoyó en el marco de la
puerta por un momento y recargó la munición de la metralleta.
NOÉ: Vaya, vaya,
vaya. A quién tenemos aquí...
Flashback de Noé
En el asiento de
atrás del coche iba él con su hermano. El techo no era demasiado alto y Noé
tenía que encorvarse un poco. Esperaba que con 18 años no creciera más.
Bastante se burlaban de él en el instituto y esperaba que no pasara lo mismo en
la universidad. La universidad... Algo que Teo no vería nunca.
Lo miraba de reojo
y parecía asustado. Miraba abstraído por la ventana sin saber si creerse la
charla que les dieron sus padres sobre hacer un gran papel para la sociedad.
Entregar su vida a la sociedad más bien, pensaba Noé. Pero no se hubiera
atrevido a contradecirles, ni aunque fuera en defensa de su querido hermano. A
pesar de que siempre lo hubieran comparado con él y a veces desease que no
hubiera nacido en el calor del momento, era su hermano. Había crecido con él y
lo iba a echar de menos. ¿Lo volvería a ver? Era algo que tampoco tenía claro.
Solo sabía que se dirigían a las instalaciones del Consejo de los DA, donde sus
padres trabajaban, y que su hermano se iba a quedar allí para siempre. Y todo
gracias a que Teo tiró una taza de leche con su pensamiento después de una
fuerte discusión con sus padres. Era algo sobrenatural, sí, pero Noé tampoco se
extrañó mucho. Quizá no era la primera vez que lo veía hacer algo así el día
antes de la Renovación. Pero quizá era la primera vez que lo veía de manera tan
obvia. Sus padres, lejos de enfadarse como hubiera sido lo normal, se sentaron
con él y le dieron la charla que el propio Noé escuchó al otro lado de la
puerta.
El repentino
frenazo de Benito lo devolvió a la realidad. Enfrente suyo un coche de la
policía bloqueaba la carretera. Un poco peligroso, pensó él. Dos agentes
estaban en el arcén y les hicieron salir del coche a Benito y a Clemencio. Noé
oyó un murmullo como si alguien tratase de pedir ayuda a través de una mordaza.
Siguiendo el sonido, sus ojos se toparon con dos hombres en ropa interior cerca
de los arbustos, atados y amordazados, agitándose e intentando deshacerse de
las cuerdas. Noé volvió a mirar desde dentro del coche a los policías que
estaban hablando con sus padres, pero ya no lo estaban haciendo, sino que los
estaban sujetando porque parecían haberse desmayado. O ya no estaba tan seguro
al ver la jeringuilla que tenía cada uno en la mano.
Noé cogió de la
mano a Teo y él lo vio también. Qué querrían esas personas de sus padres. Pero
estaban equivocados. Sus padres no eran más que un estorbo para llegar al
objetivo: ellos. Los sacaron del coche a punta de pistola y los metieron en el
de policía. Atrás quedaron sus padres tirados en el arcén cuando arrancaron y
los que ahora sabía que eran los verdaderos policías, moviéndose como culebras
en el suelo y sin éxito a la hora de escapar.
Sin mediar palabra,
los secuestradores los llevaron conduciendo durante horas a otro recinto. Allí
fue cuando de verdad recibieron las respuestas. Información que fue difícil de
asimilar. No sabía que era más increíble, que su hermano y él fueran
descendientes de Asir todopoderoso o que los DA tuviesen todo ese entramado del
que querían hacer formar parte a su hermano, en el que mediante ondas
cerebrales cambiaban la sexualidad de la gente.
Teo no se lo tomó
muy bien y de un movimiento de brazo lanzó al suelo a todos los de su
alrededor, incluyendo al propio Noé. Le cogió el brazo para levantarlo y se pusieron a correr. Sus poderes parecían
mayores al estar en plena Renovación desde hacía unas cuantas horas, tal como
le habían dicho, pero los que se hacían llamar los Seguidores de Suty eran
confiados, y no esperaban que al ofrecerles la libertad a él y a su hermano se
lo agradeciesen escapando. ¿Pero de qué libertad hablaban? Pasarían de
pertenecer a los DA para ser de los SS. No sabía si hacían lo correcto al
escapar, pero su hermano pequeño a veces tenía más criterio que él.
Las dudas surcaban
su mente tan rápido como la adrenalina que proporcionaba su rapidez. Puerta
tras puerta, Teo llevaba la delantera en la escapada. La que se le resistía la
tumbaba con telequinesia. Y la persona que se cruzaba en su camino salía
volando por los aires, cada uno más lejos que la anterior. Tampoco iban armados
y no creía que les fueran a hacer daño, pero parecían insistentes en que se
quedasen con ellos.
¿Cambiaría su
atracción por los hombres al haber pasado la Renovación bajo las ondas
protectoras de los SS? Ellos dijeron que al ser descendientes normalmente no les
afectaría. Pero en "normalmente" está la clave.
Después de varios
giros en dirección equivocada acabaron en la sala de controles eléctricos. Una
gran maquinaria sostenía el funcionamiento de la antena que los protegía de las
radiaciones. No había salida si no fuese por la puerta donde habían entrado,
pero se hallaban justo debajo de la antena. Una ventana en lo alto de la
elevada estancia daba al exterior. Los SS les pisaban los talones y ya estaban
dentro de la enorme sala. Noé y su hermano avanzaban hacia la ventana, pero no
sabía exactamente como Teo pensaba subir hasta ella antes de que los alcanzaran
los otros. Fue cuando Teo le soltó de la mano. Noé siguió corriendo por inercia
y al girarse lo vio parado haciendo frente a los SS.
—Elige tu propio
camino y sigue en el que tú creas —le dijo girando la cabeza pero
interponiéndose en medio de los otros—. Ya sea con los DA o si quieres volver
con los SS. Pero te mereces poder elegir tu vida y no que te la impongan.
¡Vete!
Teo usó sus poderes
contra Noé y este se vio propulsado hacia la ventana. Cayó en la enorme repisa
y se agarró para no caer al suelo desde esa altura. Teo empezó a mover los
cables eléctricos pegados a las paredes y en la sala se creó una preciosa pero
mortal tormenta chispeante. Noé no quiso seguir mirando cómo su hermano daba su
vida por salvar la suya ni tenía la opción de salvarlo tampoco. Abrió la
ventana y escapó. Corrió y corrió sin mirar atrás, hasta que pudiera adelantar
a las lágrimas que nublaban su visión.
Fin del flashback
NOÉ: ¡Epifanía!
¡Ven aquí si no quieres que te arrastre por el suelo y te traiga yo mismo!
La madre de Osi
estaba aterrorizada y no hacía más que mirar el arma de Noé de reojo, pero no
perdía ni un ápice de dignidad ni en un solo momento. Templadamente se acercó a
él y fue objeto de la sinceridad que provocaban las preguntas de Leocadia,
mientras el resto de miembros seguían agazapados e inmersos en sus plegarias.
NOÉ: Si los tres
hermanos se han reunido, eso significa que la profecía puede cumplirse —dijo
entre dientes—. Y todo por lo que hemos peleado se podría ir al garete.
—Es solo una
estúpida predicción de hace siglos. No tiene por qué ser verdad.
NOÉ: Bien actuado
—la miró de arriba a abajo—. Pero no te creo. Tú sabes perfectamente, al igual
que yo, lo importante que es. Si todo lo demás es verdad, ¿por qué no debería
de serlo esto?
Epifanía fue a
contestar, pero Noé siguió hablando.
NOÉ: Primero
sobrevive al barranco, luego a la explosión de la casa donde se refugiaban y
ahora se reúne con Set. Perfecto.
Sin mediar palabra,
Noé sacó otra pistola y mató a sangre fría a todas y cada una de las personas
que estaban en la sala, excepto a Epifanía.
NOÉ: Ahora el
Consejo soy yo.
Epifanía seguía a
su lado y al temer por su vida empezaba a perder la compostura.
NOÉ: A ti te
necesito viva, no te preocupes —la miraba a la vez que se retorcía el bigote
fríamente—. Encuentra a Osi y tráemelo.
Flashback de Noé
La situación en su
casa no hacía más que empeorar. No sabía muy bien por qué había vuelto con sus
padres conforme lo trataban, pero a nivel económico no tenía otra opción si
quería seguir estudiando en la universidad.
Pero aquello ya no
era un hogar. Desde la muerte de su hermano, sus padres habían caído en una
espiral de desolación. Desde culparle a Noé por la muerte de su más preciado
hijo, hasta llegar a un punto de caos, de ni siquiera hacer las comidas
rutinarias. Benito se había aficionado a la bebida y se pasaba la mayor parte
del día durmiendo. Clemencio buscaba otras compañías fuera de casa que lo
sacasen de la realidad y apenas pasaba por allí. A veces en días.
Noé se resintió del
moratón de las costillas. Benito era un hombre agresivo, pero desde que se
pasara borracho día y noche su ira era incontrolable e impredecible. Los
latigazos con el cinturón le levantaban la piel, pero Noé sabía que eran
merecidos.
No solo se quedaron
con el mal hijo, sino que encima les tenía que salir fabricaniños. Semanas
después de abandonar las instalaciones de los Siervos de Suty su atracción por
las mujeres empezó a brotar y a florecer irremediablemente. Quería pensar que
no estaba pasando, pero ya dijeron los SS que cabía la posibilidad. Más motivo
para la decepción de sus padres.
—¡Seguro que él era
homosexual de verdad! ¡Tú no eres más que un error! —las comparaciones con su
hermano seguían siendo el tópico de cada día, aún estando muerto. Benito se lo
recordaba mientras le azotaba.
Podría salir de
allí, sí, pero era el infierno que se merecía por el hecho de que se sintiera
atraído por las mujeres ahora. Aquello no estaba bien. No era lo correcto. No
era natural. Incluso él mismo se autoflagelaba para huir de esos pensamientos.
Solo tenía que
aguantar un poco más. La próxima Renovación volvería todo a la normalidad y no
aquella aberración en la que se había convertido.
Fin del flashback
Una vez se hubo ido
Epifanía, en la sala solo quedaban él y Leocadia. A veces se le olvidaba que
existía. Pensaba en que estaría bien que fuera una máquina que pudiera
desconectar, para usarla cuando tuviera que preguntar algo, pero poder
desconectarla a continuación. Como si lo viera venir, la niña se volvió a
quejar de estar cansada de usar sus poderes. Al acercarse para callarla de una
bofetada se sintió paralizado. Ya era tarde. El proceso de cuestionamiento
había empezado y ya no podía librarse de su influencia. Lo que no sabía es qué
le podía preguntar y para qué querría hacerlo.
—¿Soy tu hija de
verdad? —su piel se estaba tornando pálida del esfuerzo.
NOÉ: No —se vio
obligado a responder e intentaba que no más palabras salieran de su boca, pero
la tensión en su cuerpo se volvía más fuerte al resistirlo—. Yo solo fui tu
simiente.
La presión se
estaba volviendo demasiado dolorosa y la niña no lo dejaba ir.
—¿Me quieres al
menos?
No se esperaba esas
preguntas. No refiriéndose a sus sentimientos. Tratar de luchar era equivalente
a más sufrimiento, pero tenía que intentarlo o la perdería del todo. Aún la
necesitaría para algún trabajo más.
Leocadia pasó de
estar pálidamente blanca a tornarse azul del esfuerzo, pero no se daba por
vencida. Si ya estaba agotada antes, esto la estaba matando. Nunca se había
puesto tan al límite. Pero ella seguía forzándose.
NOÉ: No. No te
quiero —las palabras se deslizaron solas por la abertura mínima de su boca.
La presión que
tensaba todos los músculos de su cuerpo lo iba a reventar, pero de repente se
sintió liberado. Leocadia cayó al suelo con una lágrima resbalándole la
mejilla.
Eliseo apareció
corriendo y aún con todo lo que había llevado a cabo con Noé, aquello pareció
sorprenderlo.
NOÉ: Ya era hora de
que llegases —se estiró, gimiendo—. ¿Has encontrado al topo que nos delató y
ayudó a los fabricaniños a robarme la tarjeta?
—Sí —le dijo sin
quitarle ojo al cuerpo de la pequeña.
NOÉ: Bien. Con la
niña o sin ella le sonsacaremos dónde se esconden los Siervos —se dirigió hacia
la salida, indiferente.
Eliseo se agachó a
tomarle el pulso a la niña para comprobar que había fallecido de agotamiento.
—Noé, era su hija...
—dijo horrorizado, y Noé se giró para contestarle.
NOÉ: De lo único
que me lamento es de haber perdido mi mejor arma.
Flashback de Noé
Aquella situación
estaba empezando a ocurrir demasiado a menudo. Una vez más, la vecina de sus
padres lo llamó cuando acababa la ceremonia porque estaban teniendo una fuerte
discusión y tenía que ir a solucionarlo. Noé llegó trajeado como iba y los
gritos se escuchaban desde el primer piso, y eso que vivían en un séptimo. Para
los pocas veces que se veían entre ellos y tenían que montar esos números. Pero
el divorcio no entraba en los planes de dos fervientes asiristas. Aquello era
pecado.
—Vaya, hombre.
Llegó el único hijo que me queda —Benito estaba tan ebrio que se le entendía de
manera dificultosa—. Con tu edad yo ya estaba casado. Pero como a ti te van los
chochitos...
—Si eres un maldito
fabricaniños al menos podías participar en el programa de reproducción —más
sereno, Clemencio también dirigió la discusión hacia él.
NOÉ: Aquello solo
pasó una vez hace años —se defendía, avergonzado—. ¿Vais a reprochármelo toda
la vida por algo que ni siquiera estaba en mis manos? —los miró, desafiante—.
¿Y vosotros qué excusa tenéis para no
haber venido hoy a mi graduación? El logro más grande de mi vida, acabar la
carrera con premio honorífico, y ni siquiera estáis ahí para verlo.
Se notaba a punto
de llorar pero tenía que mantenerse entero.
—Nunca vas a
conocer a nadie. No vales nada —Benito lo señalaba con la mano en la que no
tenía el vaso de whiskey e ignoraba todo lo anterior para seguir atacándolo—.
Nunca le llegarás ni a la suela de los zapatos a tu hermano. ¡Él era homosexual de
verdad!
NOÉ: ¡¡Basta!!
El grito fue
acompañado de un empujón que lanzó a Benito por el balcón inintencionadamente. Noé
se asomó corriendo para intentar cogerlo, pero no llegó a tiempo. Apartó la
mirada para no ver cómo se estrellaba contra el asfalto, pero el ruido se le
quedó grabado a fuego en la memoria. Nadie podría sobrevivir a una caída de
siete pisos.
Cuando se giró vio
a Clemencio apuntándole con una pistola en la mano y los ojos humedecidos. Con
lo poco que lo querían sus padres sabía que no dudaría en apretar el gatillo, y
antes de que sucediese se adelantó a los acontecimientos. Sin pensarlo dos
veces le cogió la mano y apuntó con la pistola hacia Clemencio, apretando el
gatillo y proyectando una enorme mancha roja en la pared.
Tenía que pensar
rápido si quería salir de aquella. Bajó corriendo las escaleras e hizo como que
acababa de llegar, atendiendo a los restos de Benito en la calle y llamando a
una ambulancia.
Fin del flashback
Noé dejó a cargo a
Eliseo en el Consejo y a varios fichajes más que había hecho para su causa y se
dirigió a la visita mensual que hacía sin falta a aquel cochambroso hospital.
Tenía que contarle sus últimos méritos.
Al llegar a la
habitación lo vio como siempre. Demacrado y caquéctico, con úlceras debido a la
inanición, que sabía que no se hacían cargo de evitarlo.
NOÉ: Hola, papá —lo
cogió de la mano—. Sigo haciendo tu trabajo, con los DA —lo miraba, orgulloso
de su hazaña—. Si me hubieras visto estarías orgulloso... Esta vez sí, espero
que estés contento.
Un médico apareció
por la puerta. Un señor mayor que Noé conocía muy bien.
—Señor Palacios,
¿hoy es el día en el que se decide a despedirse de su padre y lo desconectamos
para que pase a una mejor vida?
NOÉ: De eso nada
—dijo sonriendo—. Yo nunca perderé la esperanza de que despierte.
—Señor Palacios, su
padre lleva en coma desde hace quince años. Sobrevivió milagrosamente y gracias
a Asir a aquella aparatosa caída, pero ya llegó su hora. No va a despertar.
NOÉ: Eso no es lo
que pienso yo —se puso más serio—. Además, soy yo el que paga las facturas. El
hospital debería de estar contento de tener una fuente de ingresos continua
todos los meses, o buscaré a otro médico que lo esté.
—Como usted diga,
señor Palacios —se retiró con un vehemencia y Noé le sonrió amablemente.
Pero en cuanto el
doctor abandonó la habitación Noé retorció la boca y agachó su larga y
encorvada espalda para acercársele al oído a Benito.
NOÉ: Espero que te
estés pudriendo allá donde estés. No mereces un descanso eterno. Estarás aquí
hasta que yo lo diga —esbozó una sonrisa vengativa—. Espero que estés sufriendo
por todo lo que me hiciste pasar.
Próximo
episodio: lunes, 10 de junio de 2013 a las 21:00.
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